La ignorancia es atrevida – relatos

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «la ignorancia». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 14 de marzo!

* Por favor, solo votos reales. No hay premio, solo reconocimiento real.

** El voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos. Si alguien vota a 3 relatos, se contabilizará 1/4 de punto a cada uno. Si vota a 5, el voto será nulo.

*** Los textos son originales (responsabilidad de cada autor) y no han pasado procesos de corrección.

SERGIO SANTIAGO MONREAL

Dicen que el momento de que la inteligencia calle para no ofender a la ignorancia ha llegado, la ignorancia grita, la inteligencia responde con un silencio que no otorga pero revela la dureza de una omisión merecida a cualquier lenguaraz altivo por su mezquindad, un silencio doloroso que acucia un ambiente lúgubre de sombras y seres que aman la oscuridad.

Ha llegado el momento de desenmascarar la falacia de aquellas personas que se creen mejores que las demás, que desprecian las luces que les ofrece la sapiencia de querer vivir en paz. El silencio retumba mientras la ignorancia atrevida no da ni un paso atrás, de aquellos que sólo escuchan su voz y encima pretenden callar a otras voces así sin más. Engreídos y soberbios mueren por su orgullo henchidos por saber menos que un mandamás, con su altanería desmedida no encuentran rival, pero sus almas mueren cada segundo que pasa escuchando sólo su verdad. Acaso aquestas palabras a sus oídos no llegarán, caerán en el olvido del recuerdo y resucitarán.

No obstante yo reconozco mi propia ignorancia y cada día pretendo mejorar, aprender y perderme en las letras que otros declararán no aptas y las despreciará en el decrépito de mi alma que susurra querer saber más.

MARI CRUZ ESTEVAN APARICIO

Sí compañeros el poco conocimiento en mi saber, me llevo a realizar a lo largo de mi vida cosas absurdas, pero…

Me empeñe que la bragueta en el pantalón de mi marido tenía que ir detrás y lo hice…El pobre hombre tenía que bajarse los calzones a media pierna para no mearse la prenda…

Un día en casa estaba haciendo paella. Más no tenía arroz resolví la situación… cogí los fideo del número 2 que había en la despensa y salió la » fideuá hoy en día es un lujo comer fideuá

En pleno verano mi madre me mandó llevar al campo a los hombres un gazpacho el de siempre ,agua pan aceite y vinagre yendo por el camino halle una huevos.

Rompiendo les en un cuenco, los batí y los incorporó al gazpacho

Aquel día los hombres doblaron el trabajo..

La inocencia atrevida, o te lleva al cielo o caes al precipicio…

CORONADO SMITH

MI HISTORIA MUSICAL: BREVE EXPLICACIÓN.

Corría el año de vuestro señor de 2016, septiembre para más señas, cuando se me ocurrió hacer El Camino de Santiago en bicicleta desde Plasencia, yo solo, con un par. En el albergue de Zamora había colgada una guitarra en la pared y no se me ocurrió otra cosa que ponerme a enredar con ella. Solamente había otro español, toda la gente allí presente eran de otras nacionalidades, me puse a tocar «Maruja Limón» y me aplaudían como si fuese Frank Sinatra, un señor francés nos había hecho la cena para todo el mundo, había acompañado a un canadiense a la farmacia y había conocido a unas chicas rusas y todo eso aderezado con un par de Mahous (no es por hacer publicidad) en lata, me había hecho venirme arriba. Después de tan esplendoroso concierto, en el que toque alguna joya patria más como Caramba carambita o Esa rumba tan flamenca, me fui a dormir y lo que aconteció allí en esa cama con sábanas de quita y pon y un saco de dormir recién comprado en el Carrefour de Zamora es el inicio de lo que hoy se conoce como Coronado Smith. Soñé con una canción preciosa, la mejor canción que había escuchado jamás, obviamente cuando volví a Plasencia, me puse a intentar componer para ver si salía, harto inútil, pues ninguna se parecía a esa canción. Ni que decir tiene que todo lo que tenía guardado (bien guardado) de ahí para atrás fue inmediatamente desechado (salvo algunos retazos que más adelante diré cuales son), por tanto del 2016 hacía atrás solo conservo ideas y un par de canciones o tres, muy, pero que muy punkarras. Me propuse componer 33 canciones -no me preguntéis el por qué de esa cifra- convencido de que entre esas 33 iba a estar la canción que había soñado aquella noche mágica en Zamora, huelga decir que todavía la sigo buscando, pero de entre ellas salió la número 25, Canta sirena, canta, en la que encontré algunas similitudes y que fue la que me hizo espetarme en el estudio de grabación sin tener ni puñetera idea de lo que iba el asunto. En esa mi primera sesión de estudio en enero de 2017, ¡qué cariño le tengo!, hice tres canciones: Crea tu fantasía (en acústico puro, mi guitarra y yo), Canta sirena canta (guitarra acústica, bajo y batería) y Conversación con el diablo (rock duro con banda), y además me llevé la primera bronca y el primer despertar. Las canciones las llevaba sin estructurar, sin metronomar y sin ningún tipo de referencia sonora establecida, el batería (son muy especialitos, todo hay que decirlo) se subía por las paredes, pero como era un tío bastante majo (y lo sigue siendo) sacó las canciones adelante, a pesar del caos que eran y a partir de ahí…, bueno no de ahí, sino de la siguiente, que las llevé peor todavía y la bronca fue más grande, pues fue a dúo, me di cuenta lo atrevida que era la ignorancia y me tuve que poner las pilas.

La imagen pertenece a la grabación de la voz de Conversación con el diablo.

RAQUEL LÓPEZ

Alexandra era una ricachona que siempre buscaba un sitio en la escala social, no era mujer instruida, pero si la mujer más vanidosa que quería siempre provocar las envidias de sus amigas luciendo los más lujosos vestidos de la alta costura.

Un día vio un vestido en un escaparate de seda, con vivos colores y flores bordadas, enseguida entro a la tienda a comprarlo antes de que alguna pudiera tenerlo pues, eran vestidos únicos y muy caros.

Al otro lado de la riqueza estaba Naiala, una joven de la India que vivía en sus carnes la explotación en la que muchas jovenes se encontraban por sus empleos en condiciones precarias y mal pagados.

Era trabajadora textil, comía y dormía en el taller de costura trabajando de doce a quince horas sin poder protestar porque a la mínima, la echaban.

A veces, odiaba cada prenda que confeccionaba y a la vez la envidiaba porque sabía que esa prenda acabaría en otra parte del mundo, mientras ella seguía allí, encerrada.

Un día su jefa, la dueña del taller, eligió a varias de ellas para poder conocer y formarse junto con los grandes maestros de la alta costura en Nueva York y entre las elegidas, estaba Naiala, no podía creer lo que estaba sucediendo pero se juro que haría todo lo posible para marcharse y no volver jamás.

Con las telas sobrantes de los vestidos que cosía y sus conocimientos, se confeccionó un vestido que guardo para ponérselo el día del evento.

La reunión de los modistos, a parte de las costureras, convocó también a las mujeres más ricas de la ciudad, por lo tanto, Alexandra también iría.

Alexandra no pudo creer que gente tan ignorante y pobre pudiera asistir y se puso sus mejores joyas y el vestido que compró tan elegante.

Cuando llegó el día, Alexandra no podía creer lo que veían sus ojos, las miradas de sus amigas se giraban para ver a una muchacha con un vestido espectacular y para a colmo, era el mismo que llevaba ella.

-¿ Como es posible? Esa pobretona no tiene el dinero suficiente y la elegancia para lucirlo…

Y acercándose a ella la preguntó:

– Querida, ¿ Como puedes pavonearte y lucir alta costura si no eres más que una insignificante costurera?

– Señora – contesto Naiala- siento decir que su ignorancia es muy atrevida por la falta de conocimiento que suele darse en personas osadas como usted y que no ven más allá de sus riquezas. Soy pobre , sí, pero no inculta.

Ese vestido que usted lleva, lo hice yo con mis manos que sangraban por tantas horas de dedicación y trabajo. Así que….tengo el mismo derecho y lo luzco con el mismo orgullo que usted.

Alexandra no supo que decir y avergonzada y víctima de las risas de sus amigas se marchó de allí.

Naiala ahora vive en Nueva York gracias a su trabajo como modista y a su eficiencia y desde entonces su vida cambió para siempre.

» Quién soberbia es, ignorante será, pero donde hay humildad, habrá sabiduría..»

JOSÉ ARMANDO BARCELONA

DIEZ MORENITOS – I


Disparar escopetazos contra bichos en movimiento nunca fue una distracción para don Baltasar, y no es porque tuviera algo en contra de la caza, nada más lejos de su sentir; por tradición familiar, todos los varones de su linaje eran diestros en el uso de las armas y participaban de la liturgia cinegética con la unción de un rito pagano. Sin embargo, a él le había picado el gusanillo de otros deportes, igualmente, eso sí, asociados a la nobleza: el golf, la equitación, el polo…, pero huronear patos entre los carrizos de un humedal no le causaba ningún placer. Por eso, al leer la misiva, arrugó la nariz como si ya sintiera en ella los efluvios malsanos del agua estancada.

El sobre no tenía remitente y la tarjeta, impresa en refinado papel de lino, tampoco identificaba a la persona, cofradía o colectivo organizador del «IX Encuentro de Tiro al Pato, Ínsula del Duque». De no ser por su natural curioso, la invitación habría terminado dándole prestigio a la papelera, pero como la fecha de la convocatoria quedaba lejos y nunca se sabe lo que el destino le tiene a uno preparado, optó por guardarla en el cajón de su escritorio donde archivaba los asuntos de menor urgencia. Ya tomaría una decisión más adelante.

Estaba claro, eso sí, que su prioridad, el fin de semana de autos, era codearse con la flor y nata del pijerío continental en Les Voiles de Saint-Tropez; un evento que, como aseguraba el folleto promocional del Club Nautique, constituía: Les plus belles régates sur l’eau et la meilleure ambiance à terre. Pero llegado el momento, a finales de septiembre, el pronóstico del tiempo para el golfo anunciaba marejada, lluvia intensa y fuertes rachas de viento; de manera que la organización decidió suspender las regatas; una desagradable contrariedad que obligó al marqués a cambiar de planes.

La perspectiva de pasar tres días seguidos con Jimena, su esposa, en la finca de Jarandilla de la Real Orden, era una propuesta fuera de lugar; se deprimía solo de pensarlo. Las relaciones con su amante de turno, Débora, eran casi tan tensas y exiguas, como las que mantenía con Jimena —algo habitual cuando se está en esa etapa valle entre dos queridas—, y Lorena, la becaria, esos días los pasaba en Berlín, en el Friedrichstadt-Palats, presentando en pasarela la línea otoño inverno de Michalsky.

Siempre le quedaba el comodín de recurrir a los servicios de una scort, no sería la primera vez, pero la compañía mercenaria, aunque fuera high standing, le parecía un procedimiento plebeyo, humillante, poco linajudo, para dejarlo claro. Todo apuntaba, pues, a que se vería abocado al amargo destino de capear el temporal en el club de la Moraleja, naufragando en una galerna de ginebra japonesa y dióxido de carbono, para hacer más soportable el ostracismo de un weekend opresivo.

Pero entonces, recordó la invitación al evento en la Ínsula del Duque: naturaleza salvaje, una cura de asfalto, espacio para la introspección, y se dijo: «¿Por qué no? A falta de pan…».

Según Jerónimo de Estridón: Imperitia confidentiam, eruditio timoream creat —la ignorancia produce valor, la reflexión produce demora. El buen criterio del santo, pues, aconseja prudencia ante lo desconocido y no es una mala sugerencia, sin embargo, pocos son los que atienden esa razón y, en este caso, la paciencia nunca estuvo en la lista de cualidades de don Baltasar.

Lo ignoraba todo, con respecto a la Ínsula del Duque, no sabía cómo cargar una escopeta; su trato con el agua era el imprescindible para mantener una higiene adecuada —el güisqui acostumbraba a beberlo de pedigrí y a pelo—, y los únicos patos que hubo en su vida, se los presentaron emplatados, con el marchamo de estrella Michelín y listos para el consumo, en el China Crown de Don Ramón de la Cruz; para Débora, algo así como la Capilla Sixtina de la gastronomía oriental.

Siempre desconocemos lo que nos depara el destino, que esta vez, caprichoso, había barajado por él y la vena ludópata del marqués aceptó la apuesta, jugándose el resto a una sola mano, con la osadía del ignorante. Pero como siempre ocurre cuando el diablo oficia de crupier, el envite venía encintado de luto, el precio a pagar era la muerte y su excelencia perdió la mano, el juego y la vida.

—○―

Las mañanas de octubre comienzan a ser frescas, pero Inocencio Azagra mantiene todas las ventanas de la casa abiertas. Es un protocolo diario, que le hace sentir algo parecido a un cambio de camisa purificador, un estreno de atavío espiritual, imprescindible para empezar la jornada con buen pie, que se concreta, hasta hacerse tangible, con la renovación del aire.

Además, los estímulos sensoriales que le llegan a través del patio de luces, son un excelente anticongestivo para la modorra: el karaoke de Sofía, la del segundo izquierda, que se atreve, sin rubor alguno, con la Jurado: «Como una ola, tu amor, llegó a mi vida…». Lo que tuvieron se terminó hace ya un par de años, pero sus dedos todavía guardan el sedoso recuerdo de aquellas carnes prietas y calientes, que le daban sentido a la penumbra, cuando al marido le tocaba turno de noche en la fábrica. Lo envidiaba: ojos que no ven…, dicen. A veces, también la ignorancia contribuye a que uno sea feliz. Luego estaba el olor a café de puchero de doña Irene, pobre, tan mayor y tan viuda, ella, o el cloqueo gargajoso de Fermín, empeñado en alimentar su enfisema a fuerza de apestosas tagarninas.

—«Ars longa, vita brevis» —expulsa Azagra los fantasmas de la mente, sacudiendo la cabeza como un mastín, mientras cierra la puerta de casa con doble vuelta de llave y aporrea la del ascensor, retenido en un rellano por alguna tertulia vecinal intempestiva.

El sargento Inocencio Azagra es de secano, estepario, le gusta caminar a pie enjuto y el agua le da cosa. No la de beber o ducharse, que el hombre es cuidadoso con su higiene, pero subirse a una barca le altera los nervios y se vuelve irascible como un gremlin cantando bajo la lluvia. Por eso, cuando el comisario le dijo que había un muerto en la Ínsula; que Ramírez andaba liado con el asunto de las sectas; Sacristán en un cursillo de sicología criminal inversa y Berlanga de baja por paternidad, al sargento se le revinieron las criadillas, una cabalgata de lentejuelas, plumas y purpurina le subió por el esófago, como si las tripas estuvieran celebrando el Día del Orgullo, y con la ansiedad de un yonqui haciendo retiro profiláctico en Disney World, se lanzó a rebuscar por los bolsillos su inseparable cajita de antiácidos.

La Ínsula del Duque es una isla artificial, anclada con acero y hormigón al fondo de la laguna, donde a principios del siglo pasado el decimoquinto duque de Tienta, don Álvaro de la Encina Ruipérez y Peñacorta del Castillo, hizo construir un palacete de influencia modernista, que habilitó de picadero. Muerto don Alvaro, el complejo cayó en desuso durante años, hasta que doña Catalina de la Encina Ruipérez y Gonzaga, biznieta del duque y actual poseedora del título, mandó rehabilitar la vivienda, despejó el entorno, reconstruyó el embarcadero y alquiló el complejo a una empresa de Madrid que organiza batidas de patos. La casona se utiliza como pabellón de caza y alojamiento de los clientes. Hay cobertura de wifi; buena cocina y un pequeño transbordador se encarga de mantener la comunicación con tierra firme.

Desde el embarcadero de la laguna, al de la Ínsula, apenas hay diez minutos de insustancial navegación a través de una lámina de agua tersa como un espejo, sin embargo, para el sargento Azagra —que hizo la mili en el 52 de Regulares de Melilla y todo lo marinero le da repeluco—, la experiencia resultó desesperadamente lenta y angustiosa.

—Lo echamos a faltar esta mañana, en el desayuno —explica Antúnez, el encargado de gestionar la propiedad—, pero anoche hubo jarana, la gente se achispó, nos acostamos tarde; supusimos que andaba con resaca y prefería descansar. Sin embargo, a mediodía, cuando tampoco apareció al vermú, la cosa comenzó a preocuparnos. Mandé a un chico a su habitación y ya ve usted, ahí lo tiene, totalmente difunto, tieso como un palo. Puse a Dominguito de guardia en la puerta y les llamé a ustedes. No se ha tocado nada.

—¿Cuándo vienen los de la científica, Quintanilla? —pregunta Azagra a su ayudante.

—Ni se sabe, mi sargento, el motor de la barca se acaba de gripar y estamos incomunicados con el resto del mundo. Ya he dado parte y van a mandar un mecánico en la zódiac de los bomberos comarcales. Lo jodido es que se ha declarado un incendio en el término de la Carboneria, una zona de pino carrasco de acceso complicado, y tienen faena para rato.

—«Por sí mismas, las cosas tienden a ir de mal en peor», Murphy dixit, —interiorizó el sargento con amargura y un gesto de mala leche ensombreciéndole el semblante.

Como si fueran conscientes de que la cacería estaba en modo: «cerrado por defunción», una bandada de patos cruzó el cielo graznando despreocupada.

»¿Cuántas personas hay en la isla? Sin contar al muerto —precisó el policía, para facilitarle la contabilidad a al gerente.

—Nueve: cinco clientes, la cocinera, dos camareros y yo mismo. Todos hemos pasado la noche aquí —se adelantó Antúnez a la pregunta de Azagra—. El personal de mantenimiento viene a primera hora de la mañana y, salvo que surjan problemas, se marchan hacia mediodía, ya lo habían hecho cuando descubrimos el cadáver.

—Y las fantasmas —intervino Merche, una mujer de mediana edad, generosa en carnes, frescachona y limpia, que llevaba el pelo escondido bajo una redecilla protectora y embutía su cuerpo en un inmaculado uniforme de trabajo blanco—, se olvida usted de las fantasmas, don Rogelio.

Antúnez, con gesto de fastidio, negó moviendo la cabeza enérgicamente.

—No diga usted bobadas, Mecedes, que no está el horno para supersticiones, aparecidos o cuentos de aldea, ¡coño!

En el pasillo, frente a la puerta de la habitación, se había congregado un nutrido grupo de curiosos, formado por los clientes, personal de servicio, el conductor de la barca y su cuñado, que le hacía de ayudante y maletero cuando llevaba gente a la isla.

—«Cagüen mi corazón, siempre me tienen que tocar a mí los casos con duende —rezonga para sus adentros el sargento —, y todos estos ladillas retorcidos curioseando, ¡joder!». Venga, circulen, aquí no hay nada que ver —abronca al grupo de chismosos—. ¡Quintanilla, coño, a lo que estamos, desalójame esto, carajo, ya!

A Inocencio Azagra hay cosas que le ponen de muy mal genio, muchas, demasiadas; pero la curiosidad malsana, el cacareo morboso y el dolor de juanetes, sacan la alimaña que lleva dentro, se asilvestra y al menos son menester un par de diazepames y otras tantas copas de cazalla para meterlo de nuevo en cintura.

—A sus órdenes, mi sargento —se cuadró el agente con la marcial compostura del neófito, para, inmediatamente, pastorear al grupo de fisgones escaleras abajo hacia el salón comunitario.

To becontinue… (o no)

BENEDICTO PALACIOS

El profesor Gimeno, aunque especialista en lenguas clásicas, hablaba varios idiomas, con perfección el alemán, y sabía de todo, un enciclopedista moderno. Un día entré en su aula y le sorprendí con un objeto en la mano preguntando a los alumnos por el nombre. Como ninguno respondía lo hice yo por ellos.

—Un trípode.

—Gracias, profesor.

—La palabra trípode procede del griego: τρῐ- (tri-, «tres») +‎ πούς (poús, «pie»).Es decir tres pies.

Luego me declaró el origen de aquella exposición. El profesor de religión había intentado explicar a sus alumnos el dogma de la Trinidad y se había liado entre la unidad y la multiplicidad. «Con lo sencillo del recurso al trípode: tres en uno.»

Coincidimos en un congreso con Helga, una rubísima alemana con una dicción propia de ángeles. Pasaban la hora del café hablando y yo asistiendo en silencio. Helga de vez en cuando chapurreaba algunas palabras en español que me hacían cosquillas, porque me las dirigía con una mirada que traspasaba los Pirineos. Me dio al final del congreso su móvil y me rogó que estudiara alemán.

De vuelta al instituto Jimeno me contó lo mucho que le había sorprendido el nivel de la gente alemana y cuanto contaban de sus alumnos. «Si en sus centros se amaba la cultura, en los nuestros los perros.»

—Tengo un grupo de alumnos convencidos de que los perros son inteligentes, que entienden los que les dicen. Sí, sí —les replico— y los perros os responden ¡guau! Nada más, ese es todo su lenguaje. El grupo restante dice conmigo al unísono ¡qué atrevida es la ignorancia!

Aprendí con él los rudimentos de la lengua alemana. Y si nos cansábamos volvíamos al francés que los dos hablábamos. No había idioma que se le resistiera. El profesor Jimeno era un sabio. Lo dije bien alto para que me oyera.

—Sí, sí, un sabio, ya me gustaría, porque domino todas las leguas menos la de mi mujer.

DAVID MERLÁN

Ignoraland era un pequeño pueblo, donde la ignorancia florecía como malas hierbas en un jardín descuidado. Los habitantes, haciendo honor a su pueblo, eran famosos por su atrevimiento, especialmente cuando se trataba de temas que no entendían en absoluto.

—¡Bienvenidos al concurso anual de Ignoraland! —gritó el presentador brazos en alto y sonriendo al publico entregado del salón de actos —Como bien saben todos ustedes en esta época del año organizamos, con carácter benefico, el concurso de conocimientos generales. El ganador recibiría un trofeo dorado y el título de “El Más Ignorante del Pueblo”. Observo con agrado que la mayoría de ustedes han decidido inscribirse este año—momento en que el público arrancó a aplaudir atronadoramente.

La tarde fue avanzando y la competencia durante el concurso fue feroz. Las rondas eliminatorias se fueron sucediendo hasta que solo quedaron cuatro finalistas. Las preguntas iban desde matemáticas básicas hasta física cuántica y astronomía, pero los concursantes no se amilanaban.

Aquí están algunas de las respuestas más memorables:

Pregunta: ¿Cuál es la capital de Francia?

Respuesta del concursante: ¡Claro! La capital de Francia es París Hilton. ¿No es obvio?

Otra: Pregunta: ¿Qué es la teoría de la relatividad?

Respuesta del concursante: Ah, sí, la teoría de la relatividad. Eso es cuando tu tía se parece a tu abuela, ¿No?

Pregunta: Si la estrella más cercana a la Tierra destella, ¿Cómo se llama?

Respuesta del concursante: Es obvio, Destellón, porque es muy grande.

Pregunta:¿Por qué el oso blanco nunca coge un catarro?

Respuesta: Porque siempre lleva un polar encima

El presentador no sabía donde meterse y pensó que ya era suficiente tortura seguir escuchando tonterías y dio por terminada la ronda de preguntas. Tras unos minutos de deliberación del jurado…

—Finalmente ha llegado el momento de anunciar al ganador. Para ello, demos un fuerte aplauso a nuestro querido alcalde.

El público aplaudió y el alcalde procedió a abrir el sobre y leyó en voz alta el veredicto.

—¡El Más Ignorante del Pueblo es… todos ustedes!.

Los cuatro concursantes se miraron confundidos. El alcalde continuó:

—¡Felicidades! Todos han demostrado que la ignorancia es verdaderamente atrevida.

Y así, Ignoraland celebró su victoria colectiva….un año más.

Los habitantes se abrazaron, riendo y compartiendo historias absurdas. Porque, al final del día, la ignorancia puede ser atrevida y divertida, siempre y cuando no te la tomes demasiado en serio.

PAQUITA ESCOBERO

La ignorancia que nos destruirá

Era tan simple de entender que Fran no sabía como explicarlo de una manera más sencilla, el mundo llegaba a su fin. Había intentado llegar a concienciar de ello a los académicos, empresarios, políticos, en foros, encuentros, debates, reuniones concertadas. En todos estos actos había proporcionado datos, detalles, cifras, estadísticas y probabilidades, pero todos parecían no comprender la importancia de lo que estaba sucediendo. Todos se mostraban ajenos a lo que en el mundo acontecía. Si bien lo entendía en la población en general como una forma de autoprotección para poder continuar la vida sin sufrir por el mundo, no alcanzaba a comprender que las personas con poder para el cambio no le dieran importancia dejando que transcurriera el tiempo absortos en sus engranajes de poder, sin reacción ante lo evidente.

Fran había estado destinando su tiempo durante los últimos diez años a dar clases a los jóvenes que querían formar parte de la Criminología de cualquier país. Antes de esto había trabajado como colaborada en la elaboración de perfiles de personas que eran escurridizas ante la justicia y cometían actos tan atroces que era importante encontrarlos cuanto antes.

Su capacidad de deducción ante los hechos que observaba y el sufrimiento que estos actos le causaban la había llevado a retirarse a Piodáo (Portugal), para enseñar a distancia y alejarse del mundo. Pero tenía una curiosidad imposible de reprimir y solía analizar los acontecimientos mundiales para establecer patrones que ayudaran a anticipar posibles situaciones catastróficas de carácter natural o bélicas. Esa curiosidad la llevó a una investigación tan real como terrible, el mundo estaba a tan solo 26 años de su destrucción y no había sido la primera en predecirlo.

Eso era lo que la había llevado al Parlamento Europeo, el análisis de los acontecimientos de los últimos años predecía un patrón claramente indiscutible basado en todos los acontecimientos que se habían producido y aún estaban causando estragos en el mundo. Europa se encontraba en la entrada inminente a una Guerra mundial sin precedentes y tenía la oportunidad de aportar su conocimiento y ponerlo al servicio de la humanidad. Para ello, tras publicar su investigación, la que le permitía llegar a esa conclusión, solicitó poder explicarlo e intentando simplificar la investigación, desarrolló el discurso que leyó ante los Eurodiputados:

« Estimados Parlamentarios, representantes de la Unión Europea, me dirijo a ustedes no solo como ciudadana de Europa, sino como experta en perfiles sociopáticos. Perfiles que enmarcan a muchos de nuestros dirigentes del mundo. No hace falta poner nombres porque todos saben quienes son, pero cuyos actos en estos últimos años nos conducen a concluir el inminente riesgo de una guerra mundial sin precedentes y que no tendrá retorno sino se comienza a tomar medidas. Está en sus manos el establecimiento de estas.

Los acontecimientos de estos años que se han analizado e investigado desde la ciencia más estricta han dado luz a unos resultados aterradores son los que les traigo hoy aquí. Estos dirigentes no solo han restado derechos humanos a civiles de otras partes del mundo, sino que han enaltecido la ignorancia, para justificar y avalar la suya propia, poniendo a la humanidad en un punto de no retorno hacia la extinción.

Creen que su actos no solo no tienen consecuencias, sino que están justificados, sin remordimientos ante el mal que puedan haber generado y que es irreversible, aunque sí se puede detener para que no continue. Manipulan constantemente a las personas que los rodean para que apoyen sus viles actos solo con el fin de vincularlos a su barbarie. Y en el intento de todos ellos por vender su verdad, la deshonestidad se ha alojado en sus países, algunos de ellos eliminado cualquier rival que pueda destronarles del poder. Todos ellos saben perfectamente como llegar a los ciudadanos de sus países, a través del miedo a lo que pueda suceder si ellos no gobiernan, empeorando sus tomas de decisiones cuando ven que de alguna manera pueden perder el control, ignorando las voces que les piden que cambien de rumbo. La falta de humildad que tienen roza límites de psicopatía, pero en estos casos al no ser relaciones personales, los ciudadanos no podemos desvincularnos de los que nos gobiernan para hacer que el psicópata desaparezca. Es aquí donde entran ustedes en el juego, han sido elegidos para tomar las decisiones que los ciudadanos de Europa no pueden tomar, para protegerlos y servir al pueblo que los eligió.

En estos últimos años, la tierra desde la naturaleza que nos rodea ha mostrado su poder y todo ello debido a las decisiones de no modificar la conducta de lo países, ante un clima que nos conduce a una extinción de la humanidad que fue ya establecida con fecha específica por un grupo de científicos australianos en 2019, poniendo como fecha límite el año 2050. Siendo confirmada y constatada en mi investigación actual.

Señores, se avecina el caos más absoluto y es necesario que comiencen el cambio desde aquí, promoviendo una nueva movilización de la población, una concienciación como la que se produjo durante la segunda guerra mundial, pero esta vez para restaurar un clima seguro y parar los conflictos bélicos que nos afectan a todos, aunque aún no estén bombardeando Europa.

Dichos científicos pronosticaron una serie de conflictos armados entre diferentes naciones que llevarían a la población a la escasez de recursos y que posiblemente algunos dirigentes amenazarían con la próxima guerra mundial, pero apoyados en su poder armamentístico nuclear.

Pues bien, señores, eso ya ha sucedido, les resumo:

Desde 2019 se han producido sucesos naturales sin precedentes como los tifones en Mozambique o Japón con apenas tres meses de diferencia que dejaron millares de fallecidos. Huracanes atlánticos para los que los meteorólogos se quedan sin categorías para clasificarlos. Incendios forestales que han llevado al planeta a una desforestación que no puede soportar y han causado a su vez las graves inundaciones por lluvias en países asiáticos, en Sudamérica y África, La India, Nepal o España y Marruecos.

Y a toda esta destrucción aun no repuesta, le sumamos los terremotos o erupciones volcánicas que se han dado en diferentes partes del planeta, cada vez más frecuentes y con menos distancia entre unas y otras. Esto debería decirles que no es algo de una parte del mundo, sino del planeta entero.

En la actualidad todos son conocedores de las guerras que hay en el mundo y de aquellas que consideran que más nos afectan, pero parecen inmunes a las mismas y se limitan a emitir comunicados de repulsa y mandar comida en aviones. No digo que su trabajo sea fácil, les digo que deben hacer algo y para ello les aporto los datos específicos que determinan cuales serán los siguientes conflictos que se producirán sino se actúa. El miedo que lo dirigentes que conocemos querían generar, se ha instaurado tan profundamente que o escuchan lo que les digo o ustedes tampoco tendrán futuro.

Lo más importante, las personas que pueden ayudar a cambiar las cosas somos todos, por pequeños que seamos. Pero ustedes, como dirigentes electos, puestos en estos espacios del parlamento por los que un día confiaron en que sus decisiones mejorarían sus vidas, deben trabajar con diligencia y una férrea unión, solo así podrán conseguir que los ciudadanos de Europa despierten ante lo evidente.

De manera más detallada…

En ese momento es interrumpida por la persona que esa mañana moderaba las intervenciones en el Parlamento, donde de 705 diputados tan solo habían acudido 326.

¾Muy bien Sra. Beroira, ya nos ha explicado en su discurso y más de una vez, que el mundo llega a su fin, bla, bla…, que el planeta, el clima, bla, bla…, que las guerras, bla, bla… y que parece según sus teorías, que es inminente. Lo que no entendemos es porqué ha pedido dar estas explicaciones aquí en el Parlamento Europeo.

Sus ojos se abren como platos y piensa: «Intentan no entrar en el tema que acabo de explicar ¿Cómo es posible que no me dejen ni terminar con lo que me ha costado llegar aquí, aun escuchando que tenemos una guerra en ciernes que deben intentar evitar?» Bebe un poco de agua, respira y les responde con un tono de voz firme y decidido:

¾¿Qué porqué estoy aquí intentando explicar la necesidad de que hagan su trabajo? ¡Déjeme pensar!… Hace tan solo unas semanas La presidenta de la Comisión Europea dijo «Es necesario un despertar urgente, porque una guerra en Europa que implique al mundo no es imposible». Eso era un aviso derivado de las decisiones que toman los dirigentes del mundo, yo les traigo los datos que lo avalan, la certeza científica de que se producirá más allá de cualquier duda. ¿Qué por qué estoy aquí? Dos años antes de esas afirmaciones de la Presidenta, ya había pedido venir a contarles lo que va a suceder tras mis investigaciones. Hasta hoy no he podido hablar y veo que no me dejarán terminar. Según tengo entendido y como se recoge por escrito «Todo ciudadano de la Unión tiene derecho a presentar una petición al Parlamento Europeo. El proceso de peticiones garantiza que se escucha la voz de los ciudadanos europeos y que se respetan adecuadamente sus derechos». Pues bien, así lo hice, siguiendo escrupulosamente todos los protocolos, procedimientos, trámites burocráticos etc., es posible que la pregunta no es por qué vengo al Parlamento Europeo a contarlo, sino por qué no quieren escuchar.

Un murmullo generalizado se extendió entre los eurodiputados, alcanzaba a escuchar algunos en diferentes idiomas: ¿Cómo se atreve a hablarnos así?; ¿Alguien sabe quién es esta mujer?; Aun no tengo claro de qué está hablando y el peor ¡Dios cuándo se va a callar que son las 12 y he quedado para una comida con unos lobbies que pueden conseguirme un ascenso si colaboro!…

¾¡Disculpen, perdón, disculpen! chilló, mientras su incredulidad crecía ante la ignorancia de los que allí se sentaban. Me permiten al menos terminar.

¾Continue por favor, que no se diga que los ciudadanos no pueden hablar en el Parlamento, pero sea breve, hay muchos asuntos que tratar y llevamos ya con este tema unos 15 minutos.

¾No se preocupe, creo que les enviaré el discurso por email, para que tengan tiempo de leer con detenimiento y pensar, al menos intentar pensar. Tan solo quiero concluir con unas frases más. « No sé qué es peor, si el que no sabe o el que no quiere saber, los que callan sabiendo que tienen el poder de cambiar las cosas y no lo hacen o los que hablan desde la ignorancia para hacer callar a los que tienen algo que decir. Pero sí les digo que nadie se librará de lo que está por llegar, ni siquiera todos ustedes. Pese a que están gravemente enfermos (entonces la miraron), sí están enfermos de una enfermedad de la que solo libra el conocimiento. Todos padecen lo que se conoce como El Efecto Dunning – Krugero lo que es lo mismo, por qué la ignorancia es tan atrevida. Tanto como para no hablar de las posibilidades de una inminente guerra. Pero yo he sido la más ignorante de todos los presentes, por tanto, pese a la creencia de que este mal no se transmite me han contagiado el efecto, al pensar que eran ustedes personas competentes se delata mi ignorancia. No les quito más su tiempo pero piensen al menos en la verdadera naturaleza de sus sesgos cognitivos, son ustedes incapaces de reconocer la competencia de otras personas y las consecuencias de no hacerlo. Qué sus dioses les perdonen.

PEDRO PARRINA

LA IGNORANCIA ES ATREVIDA HASTA UN NIVEL DE ESTUPIDEZ

Tras leer algunos de los artículos semanales que estáis publicando los aprendices de escritores, he de decir que sí: la ignorancia es muy atrevida. ¿Cómo os atrevéis a escribir sobre algo que desconocéis y aún menos a intentar dar lecciones?

Sabed que podéis contar conmigo, estoy a vuestra disposición para clases magistrales por un módico precio, y si me reís la gracia o me regaláis la oreja, incluso gratis.

Si callar es de sabios podría generar dudas sobre si es por ignorancia o por sabiduría. Por eso yo lo dejo meridianamente claro -escrito está-.

En mi humilde sabiduría, tenéis mucho que aprender.

PEDRO ANTONIO LÓPEZ CRUZ

TE JURO QUE NO LO SÉ

Pues no sabría decirte, tía. Son tantas cosas y ninguna en particular… Al principio pensé que era ese conjunto de chaqueta y pantalón que le caía que ni pintado. No sé si el mérito era del traje o de la percha, pero lo cierto es que ambos eran mano y guante. Una impecable confección digna del mejor de los sastres hecha a la medida de sus formas, tan increíbles como bien trazadas. Un prodigio de la evolución y de la química orgánica, está feo que lo diga yo. Aunque comparado con el Adán original, el de barro, ese que dicen que sirvió de patrón a todos los hombres, la evolución, a primera vista, puede parecer más bien poca. Pero, a lo que vamos, tía. Que no, que no era el traje.

Puede que fuera ese porte tan elegante y esa mirada distraída y desafiante a la vez que parecía invitar a perder la cabeza a cada momento. Ese parecer que sí, pero que no. Ese aparente desdén que lo hacía salvajemente atractivo. Pero no, tampoco era eso. A lo mejor, la forma en la que sujetaba la carpetita bajo el brazo, con una seguridad solo al alcance de los hombres que saben por dónde pisan. O esa corbata de un rojo tan intenso que sin quererlo despierta en mí un deseo animal e irrefrenable. Yo qué sé…

Quizá se tratase de su abundancia pilosa. Ya sabes que en eso soy muy clásica, una mujer de las de antes, de las de macho con todo su pelo en pecho. Pero es que éste, chica, no se conformaba solo con el pecho. Todo él era una alfombra, una pelambrera interminable, el sueño de cualquier peluquero, tan suave, tan mullido, tan calentito… un verdadero placer capilar. Tocarlo, acariciarlo y hacer pequeñas trencitas con sus mechones es algo difícil de describir sin sentir un escalofrío.

No sé, tía. Te juro que no sé qué es lo que vi en él. Pero míralo, ¡si es que es tan mono!

Y no, tía, no me vayas a salir ahora con los chistes de plátanos, que te veo venir…

IRENE ADLER

SI LA VIDA TE DA LIMONES

El sargento Aurelio Afanador acomoda su exuberante humanidad en la silla de la sala de interrogatorios y lo hace suspirando con un maullido neumático, de globo de helio que pierde aire. Su apellido es como una afrenta semántica para el Grupo 13 de la Policía Nacional: una división especial de lucha contra el robo. Y apellidarse afanador es un mal chiste y da mal fario.

—Buenas tardes señor Trujillo. ¿Quiere un café? ¿Agua? Neuronas no nos quedan, y ya lo siento.

El detenido parpadea como si tuviera astigmatismo. Lleva parpadeando desde que lo detuvieron en su casa de Usera. Visto de lejos, pareciera estar sudando a mares. Un olor a cítricos inunda la pequeña habitación sin ventanas. El sargento Afanador empuja sobre la mesa una caja de Kleenex y un fajo de fotografías en blanco y negro. Primeros planos del detenido. Mismo rostro; misma ropa; misma humedad viscosa chorreandole por toda la cara. El idiota más grande con el que se ha tropezado en diecisiete años de carrera.

—Este es usted. Hoy. En el banco. ¿Porque es usted, no?

El hombre pone cara de espanto. Una incredulidad tan grande y tan obvia que el parpadeo cesa. Con las manos juntas se restriega los ojos. Y mira al sargento suplicando una explicación.

—A ver hombre. ¿Sabe usted lo que es una cámara de seguridad? ¿Sabe que las hay en los bancos, en la calle, en el bingo y en casa dios? ¿Sabe usted que ésas cosas hacen fotos?—el sargento Afanador hace una pausa y mira al detenido con piadosa consternación—¿Sabe usted lo que es una foto?

—Sí señor. Claro que lo sé. Me hice una antes de salir de casa. Para comprobar que el plan funcionaba. Y funcionó, porque mi cara no salió en la foto. ¿Cómo es posible que salga en ésas?

—Vale. Empecemos por el principio. Cuénteme usted en qué consistía el plan.

—Mis amigos me dijeron que con el zumo de limón se podía hacer tinta invisible. Entonces se me ocurrió que si éso era así, pues también podía servir para hacer desaparecer mi cara si me lo extendía bien. Tanto monta monta tanto letras que caras, me dije yo. Y se me ocurrió robar el banco, comprarme un billete a Brasil y desaparecer de las imágenes de seguridad llevándome el dinero. Me pasé toda la noche exprimiendo limones. Y no sabe usted qué lata dieron. Veintisiete limones señor policía. Veintisiete. Y para nada. Porque las cámaras del banco resultaron a prueba de invisibilidad. Serán los rayos infravioletas ésos de las películas. ¡Cagüentó qué mala suerte! ¡Y qué picores!

—Ya— Afanador aguanta la risa como puede— Y entonces se bañó en zumo de limón y se hizo una foto, ¿no? Y en la foto no salía nada, ¿no?

—Tenía que haberle pedido el iPhone a Paco. Con mi Xiaomi no salió nada y me vine arriba señor policía.

— Porque tenías zumo de limón por toda la cara, idiota. Y en los ojos. Y no veías cuatro a caballo un burro para enfocar. Y sólo salieron la mesa de la cocina y el fregadero. Los periódicos se van a poner las botas contigo. La fabulosa historia del tonto invisible. El atracador de la limonada. O cualquier chorrada por el estilo.

El sargento se levanta con dificultad y se lleva las fotos pero deja en la mesa los Kleenex.

—Van a recordarte como el ladrón de bancos con la carrera más corta de la historia. Veintisiete minutos tardamos en detenerte. Veintisiete. Ya ves. A limón por minuto. A ver cómo carajos le presento yo el caso al fiscal. Va a pensarse que bebo.

ANGY DEL TORO

Ecos Digitales: El Legado de Rosalind Franklin.

El grupo de Escritura Creativa celebraba el “Día Internacional de la Mujer” cuando de repente, una voz, cual si fuese un espectro en medio de la muchedumbre, resonaba. Y una lluvia de flores digitales caía por sobre los que festejaban. Los pétalos vibraban y hacían que las letras en tonos magenta y cian resplandecieran.

“Generaciones futuras, hoy 8 de marzo rendimos tributo a la mujer, y también, a la lucha por sus logros alcanzados”. “La historia pudo haber sido escrita, pero aquí y ahora, en el siglo XXI, estamos nosotros procurando darle caracteres al futuro”. “Hoy, la tecnología se destaca y es usada para corregir las injusticias del pasado y construir un futuro mejor y más inclusivo”. “Cada descubrimiento y/o contribución proveniente de la mujer, será eternamente celebrado por la humanidad, quien, agradecida y victoriosa, de por vida reconocerá el valor verdadero que la matriz resguarda”. “La lucha por la igualdad de género continuará”.

Los avatares se expresaban con asombro y admiración, reflejaban la emoción colectiva de una concurrencia sin fronteras. Mientras que el auditorio digital se cubría de avatares, científicos del pasado y el presente acudían a la cita para reivindicar los derechos de la mujer. Una inteligencia artificial lucía la forma de un presentador y proclamaba:

“Hoy, rendimos homenaje a una pionera de la historia, la que con su genialidad cambió el curso de la ciencia con su contribución al descubrimiento de la estructura del ADN. Sin embargo, esta gran mujer, fue durante mucho tiempo una nota al pie en la historia dominada por los hombres. Pero la verdad no puede permanecer oculta para siempre. Rosalind Franklin será por siempre testimonio de perseverancia y pasión por la ciencia. Un legado que trascenderá a cualquier reconocimiento y/o premio”.

Y ahora, permítanme decir unas palabras sobre el tema de la semana: la ignorancia es atrevida. La ignorancia es la falta de conocimiento o de información sobre algo. El atrevimiento es la audacia o el desparpajo para hacer o decir algo. ¿Qué tienen que ver estas dos cosas? Pues que a veces, la ignorancia lleva al atrevimiento, pero no de una forma positiva, sino de una forma negativa.

¿Qué hubiera pasado si los hombres que se apropiaron de los datos de Rosalind Franklin hubieran reconocido su ignorancia sobre la estructura del ADN, y hubieran pedido su colaboración, o al menos su consentimiento, para usar sus imágenes?

“Tal vez, la historia de la ciencia habría sido diferente, y Rosalind habría recibido el crédito que merecía. Tal vez, la relación entre los científicos habría sido más cordial y respetuosa. Tal vez, el avance del conocimiento habría sido más rápido y eficiente. Muchas gracias por su atención. —finalizaba diciendo la voz— espero que les haya gustado mi intervención. Y recuerden: la ignorancia es atrevida, pero el conocimiento es poder. Felicidades Mujer”.

EFRAÍN DÍAZ

Esta es una historia de la vida real. Me sucedió en el año 2003. Representé a un acusado de posesión ilegal de armas de fuego. Se jugaba la vida, pues en Puerto Rico la mera posesión de armas de fuego no registradas comienza con una condena de veinte años de presidio, sin derecho a probatoria ni sentencia suspendida. Tampoco bonifica en la cárcel. En otras palabras, se funde en el hoyo por veinte largos y lentos años. El gran Gardel decía en su famoso tango que “veinte años no es nada”. Pregúntele a mi cliente. Un solo día de cárcel “pica” y no existe cremita alguna o fármaco capaz de calmar la picazón que produce.

Un enclenque malandro entró a mi oficina. Tenía unos veinte años. A ojo de buen cubero pesaba unas cien libras. Cuando iba armado, que era la mayoría del tiempo, pesaba unas ciento tres, ciento cuatro. De haber sido boxeador, no hubiese sido peso pluma, sino peso lástima. Calzaba zapatillas deportivas Jordan, las preferidas del bajo mundo. Vestía sus vaqueros a mitad de nalgas con los calzoncillos por fuera y una camiseta ancha para que no se notara que andaba armado. El pelo alborotado y sobre su cuello, llevaba más cadenas que un perro bravo. Representaba el prototipo de persona que no querías como yerno.

Junto a sus dos compinches estaba acusado de posesión ilegal de armas de fuego. Un delito fuertemente castigado en Puerto Rico.

Sus dos compinches ya habían contratado representacion legal. Conocía a sus abogados. Le pedí al aspirante a mafioso que me contara su historia. Como todo malandro reguetonero, que fue a la escuela pero nunca entró, su vocabulario era paupérrimo y muy limitado. Iba con sus compinches en un auto. Una patrulla de policía venía de frente, en dirección contraria y al pasarles por el lado, hicieron un viraje en U. Los detuvieron por alegadamente rebasar un letrero de “Alto” sin detenerse. De la detención pasaron a registrarlos y “bingo”, cada uno de ellos portaban sendas armas de fuego de forma ilegal, sin permiso para ello y para hacerlo más grave aún, con el número de serie mutilado.

Le pedí al malandro que me llevara al lugar de los hechos, al lugar de la detención y el registro. El alegado letrero de “Alto” no existía. Hijos de la grandísima puta la policía. Impugnamos la multa y luego de una extensa litigacion y varias fotografías del lugar, el tribunal no tuvo mas remedio que eliminarla. El letrero de “Alto” habia sido una banal excusa para detenerlos y registrarlos. Con la multa eliminada, los agentes de ley y orden no tenían motivos fundados para intervenir, lo que hacia de la detención y registro un acto ilegal.

Me comuniqué con los abogados de los otros dos aspirantes a gangster y ellos, haciendo un flaco y descarnado servicio, convencieron a sus clientes de hacer una alegacion pre-acordada de culpabilidad para disminuir la condena. Yo opté por defender a mi cliente. Por supuesto, le expliqué las opciones. Hacer una alegación pre-acordada y comprar todos los riesgos de una potencial convicción con veinte años en chirola o defendernos. Defendernos representaba llevar dos sacos. El de ganar y el de perder. De ganar el caso, el malandro saldría del tribunal sobre sus propios pies, como un hombre libre y volveria a sus andanzas en el mundo subrepticio. De salir culpable, se rasparía al menos veinticinco años de cárcel en un motel de quinta categoría, con gente más peligrosa y asqueante que él, sin derecho a probatoria, sin derecho a sentencia suspendida y sin bonificación. De forma soberbia y altanera, me dijo “vamos pa’ lante licen. Pa’ pendejo los otros, que yo pa’ enjaulao no sirvo”.

Me preparé como si fuera un caso de asesinato en primer grado y me hubiesen pagado un millón de dólares. Era mi primer gran caso. Lo primero que hice fue radicar una moción de supresión de evidencia. Los otros dos abogados no me dieron muchas esperanzas. Vaticinando un estrepitoso fracaso, rechazaron unirse. Hice un planteamiento constitucional. Argumenté que la detención y el registro habia sido ilegal, pues lo que dio motivos fundados a los agentes de la policía para intervenir, resultó ser un letrero de “alto” inexistente. Argumenté la jurisprudencia y exigí la supresión de toda la evidencia por reusltar ser “fruto del arbol ponzonoso” y por ende, inadmisible en evidencia. La vara era muy alta, pero era lo único que tenía.

Al radicar mi moción, el tribunal señaló la vista de supresión de evidencia. Fue una litigación feroz. El Ministerio Público defendió a sus agentes con uñas y dientes. No daban su brazo a torcer, pues mi cliente y sus dos compinches eran sujetos conocidos en el bajo mundo y al fin tenían la oportunidad de sacarlos fuera de circulación. De enviarlos al “motel-bota-la-llave” y encenrrarlos por al menos veinte años. Tenían la oportunidad de darles un buen golpe y no la desperdiciarían.

Creo que fue mi argumento final lo que decidió el caso. Le dije al juez que si permitía una intervención de la policía sin motivos fundados, una intervención y registro catalogados por la ley y la jurisprudencia como ilegal, legalizaría el acto, convirtiendo a los ciudadanos en víctimas de detenciones y registros caprichosos e irrazonables. Por mera sospecha basada en prejuicios, “y hasta usted o su esposa, o sus hijos, podrían ser víctimas de este tipo de detención arbitraria y caprichosa”.

Luego de deliberar, el Juez declaró “Ha Lugar” mi moción de supresión de evidencia, suprimiendo las armas de fuego como evidencia contra mi cliente. Los otros dos abogados, atónitos y estupi-tontos, se levantaron de sus sillas y dijeron como papagayo “su señoria, nos unimos al planteamiento del companero”. Claro, luego de verle los huevos al perro, se dan cuenta de que es macho. Quise oponerme, pero la ley no me lo permitía. Se estaban aprovechando burdamente de todo mi trabajo y mi esfuerzo. Se montaron en la ola de la victoría que no habían sudado. El juez los tuvo que unir a mi planteamiento y suprimió toda la prueba para los tres malandros.

Acto seguido, le exigí al tribunal que le ordenara al honroso cuerpo de la Policía de Puerto Rico devolverle a mi cliente las fotografías del fichaje, las huellas dactilares tomadas, y el dinero y las prendas incautadas en la detención ilegal.

Mi cliente, al ver que yo exigía la devolución de la propiedad incautada, me preguntó al oido “licen, podría pedir tambien la devolución de las pistolas”. Lo miré seriamente y le dije “a la verdad que la ignorancia es bien atrevida”.

GRACIELA PELLAZA

-¡Un atrevido el burro decir lo que dijo!

Así de enojada estaba la serpiente, cuando después de la asamblea informal en el área de los cipreses, charlaba con la ardilla.

La ardilla escuchaba pero a la vez, miraba cuanto tranco tenía hasta el algarrobo, no sea que en este break se le escurra al reptil su instinto salvaje.

No eran asambleas formales; ni directivo ni obligación presencial, era como una coloquial reunión para considerar los problemas de esta vecindad.

La ardilla creía que el burro, que no hablaba nunca, se había destacado.

Ignorante y atrevido pensó.Pensó, pero no lo dijo.

A veces no vale la pena convencer. Seguramente la serpiente tiene alguna herida vieja que provocó su descontento.

Estaban el tucan que casi nunca se acerca, y la hiena, el chimpancé curioso, y una decena de luciérnagas.

El tigre siempre llega con su flexible andar y cree que la sabia naturaleza lo pone como jefe del tribunal, pero el jabalí con trotecito cruzado se presenta e impone.

Hablaban de la tala, unos ni sabían que era. Unos bichos mortales estaban tomando por asalto el terreno.

Y dijo el burro:

– ¡Es lo que es! -mientras rumiaba las hojas secas.

No veamos solo esa parte, tengamos la genuina paciencia. Hay humanos plantando semillas. Ha llegado el día de nuestra tormenta. Pensemos que podemos hacer. Con furia no le ganaremos a la realidad, partamos de ahí. No es lo que queríamos, pero es lo que es. En este presente busquemos como ayudar, como desde nuestro lugar podemos participar. Hablemos de ideas.

No era lo que se esperaba, no era lo que nos merecíamos, pero es lo que es.

Y se fue el burro…a pensar.

Meneando el penacho de su cola, y sin saludar.

Dijo la hiena, burlándose, pero a la vez sorprendida

¡El burro ha encontrado su nirvana!

IVONNE CORONADO

Bendita ignorancia

La ignorancia es atrevida dicen,

bueno, cuando no se sabe algo, es más fácil mostrar una cara inocente.

Eso pienso ahora. Cuando pequeña, mi madre se ocupaba de arreglar el viaje para ir a ver a mi padre en vacaciones a Guatemala.

Nunca se opuso a que él nos viera, pero íbamos con ella o con mi abuelita.

Nos daba mucha ilusión el viaje. A las 4 a.m. venía el transporte Pestalozzi a recogernos, pero no salíamos de San Salvador, sino como a eso de las 9 de la mañana, porque en ese tiempo había servicio a domicilio, y había que llenar el vehículo.

Pasamos largo tiempo viajando con el pasaporte de la abuela o de mi madre, y eso que yo había nacido en Guatemala y mi hermanita, al igual que mamá, en San Salvador. Desde mis dos años hasta mis dieciocho así se hizo sin inconveniente alguno.

Cuando quisimos ir a vivir con mi padre, para estudiar allá, ahí se armó la buena! Teníamos que viajar con pasaporte individual, y al irlo a tramitar, nos indicaron que el jefe quería vernos.

Ni mi madre ni yo nos hubierámos imaginado el motivo.

-Señora, su hija mayor (yo) nació en Guatemala, según el Acta de Nacimiento.

-Si señor, cuál es el problema?

-Qué ha estado en el país de forma ilegal.

-No es posible, es mi hija y soy nacida aquí.

-Por lo visto usted ignoraba las leyes de su país, tenía que haber tramitado su residencia desde que entró.

Sabe las consecuencias?

Y entonces yo, decidí entrar en la conversación.

-Alguien más lo ignoraba, la persona que le permitió a mi madre y abuela pasarnos la frontera incluídas en su pasaporte.

La consecuencia, una multa, no podríamos asumirla. No había suficientes ingresos.

El oficial se rascó la cabeza.

La dejo pasar esta vez, y si regresa ya sabe que hacer si quiere quedarse con su madre – Me dijo.

Mi padre tramitó la residencia legal de mi hermana al nomás llegar. Yo callé el incidente con mi madre.

Al regresar dos años después a San Salvador, para quedarme,hice los trámites en regla.

Bendita ignorancia!

JAVIER GARCÍA HOYOS

IGNORANCIA

Denali Balasubramanian había sido invitada por su colega astrofísico Roberto Sandino. Ella sabía que él la admiraba con devoción. Siempre resaltaba su capacidad de trabajo y la entrega con la que se dedicaba a cada proyecto en el que estaba. Había pasado incontables noches estudiando las imágenes de los movimientos de las estrellas cercanas al centro de la galaxia M87, y las estrellas cercanas a la galaxia de la Vía Lactea. Para ella, los agujeros negros que se encontraban allí eran como hallar Troya para Schlieman: Una búsqueda que anhelaba realizar desde niña.

Eran ya casi las once de la noche, tras tres días casi sin dormir, sus ojos estaban casi fuera de control porque los parpados se empeñaban en cerrarse, decidió aceptar la invitación de su amigo. Pasar una noche agradable en buena compañía y en un ambiente festivo también era algo recomendable para su mente, además, la ayudaría a despejarse y retomar después su trabajo.

Cuando llegó, Roberto la recibió con una copa en la mano y una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Al fin has llegado! Temía que te arrepintieses de venir. He hablado a todo el mundo de ti, y has despertado bastante interés.

Denali sintió que sus mejillas se sonrojaban y le replicó con otra sonrisa:

—Roberto, sabes que no soporto ser el centro de atención.

Entró en la casa, en un primer vistazo calculó que había unas veinte personas. Su colega le guió a través de la gente hasta una mesa repleta de bebidas, copas y bandejas de canapés. También le presentó a una agradable joven llamada Estela, que resultó ser la hija de Roberto.

—Ella acabará este año la carrera. Está tan entusiasmada como nosotros al principio. Supongo que cuando vea que sus noches pasen a ser unas largas horas mirando fotos borrosas de estrellas lejanas, en lugar de salir por ahí en fiestas cercanas, piense que ha cometido el mayor error de su vida.

Estela dio un pequeño empujón a su padre, echándole en cara que quizá aquello debería habérselo dicho el primer año de carrera. A Denali le pareció una escena conmovedora.

Sintió algo de hambre, y dio buena cuenta de alguno de los canapés mientras Roberto le preguntaba si podía contarle algo nuevo sobre M87. Ella respondió que no.

—Bueno, paciencia querida. Si algo nos enseña el universo es que da igual cuanto queramos correr, a el le sobra el tiempo, es a nosotros a quienes nos falta.

—Eso es lo que me desespera. En la vida de un astrofísico solo hay tiempo de llevar a cabo un proyecto, a veces dos. Y no siempre es suficiente para encontrar respuestas. Nos quedamos con las ganas de saber más. Los agujeros negros siguen siendo un misterio y, me temo, lo seguirán siendo durante bastante tiempo. Nunca tenemos todas las respuestas que necesitamos. —dijo levantando los brazos indignada.

En ese momento una voz detrás de ella interrumpió la conversación.

—¡Aha! Ahí está, no tienen ni la más remota idea de nada de lo que ocurre con esas cosas, ¿verdad?

Denali miró a su espalda sorprendida por aquella afirmación y vio a un hombre barbudo y medio cano, con unas gafas cuyas pequeñas lentes solo ocupaban la circunferencia de los ojos. Su voz másculina pero aguda resultaba bastante molesta. Roberto procedió a hacer las presentaciones.

—Ella es la doctora Denali Balasubramanian, y este mi estimado amigo Lucas Coalemo. A veces resulta un tanto impertinente, pero suele tener buen corazón.

Por el rabillo del ojo pudo observar cómo la gente comenzaba a ponerse alrededor de ellos.

—Gracias Roberto, pero sería mejor que ella misma se formase sus propias conclusiones. Decía que ustedes, los científicos, siguen sin tener ni idea de lo que son eso que llaman ahora… singularidades.

—No es exactamente así, sabemos lo que son. Lo que nadie sabe en realidad es lo que ocurre en el interior de un agujero negro. Es imposible. Habría que entrar dentro pero, si lo hacemos, no podremos salir.

—A no ser que lo intentemos.

—¿Ha oído lo que acabo de decirle? —Trató de explicarle que la espaguetización a la que nos llevarían las fuerzas gravitatorias que se ejercen al traspasar el horizonte de sucesos, acabaría con cualquier ser vivo, pero Coalemo la miró con desdén y sonrió.

—No crea que es usted la única que sabe de este tema doctora. Por lo que he podido leer, el interior de un agujero negro esconde la salida a otro lugar. Puede que otro punto del universo, o puede que la salida a otro diferente, ¿no es así? —Antes de que pudiese responder, él siguió hablando. Es de lógica pensar que el Big Bang, creado por un agujero blanco, pudo tener su origen en el otro lado del nucleo interior de un agujero negro situado en un universo paralelo a este, o de este mismo en otro punto del espacio tiempo. Así pues, cada agujero negro puede ser la salida a un universo nuevo, al fin y al cabo, los agujeros negros tienen una vida infinita ¿quién sabe lo que podríamos llegar a encontrar allí?

La doctora le preguntó de qué revista seudocientífica había sacado dicha información.

—Oiga, ¿Cómo se atreve? Me he informado muy a fondo en el tema.

La doctora miró a su colega y bebió un sorbo de su copa.

—¿Puede decirme dónde ha estudiado usted, señora Balasubramanian?

—En el instituto de astrofísica hindú de Bangalore, y después obtuve una beca para trabajar en el instituto de astrofísica de Canarias.

—Claaaro, claro, sepa que yo he leído artículos de afamados científicos de estados unidos.

—Y entiendo que esos artículos decían que la radiación del fondo de microondas es una especie de señal que rodea los agujeros negros, y que usamos para averiguar cómo localizarlos.

—Por supuesto —. Dijo Lucas tras un par de segundos de silencio.

Roberto arqueo las cejas al escuchar aquello e hizo un amago de brindis.

—Bien, pues entonces me temo que no puedo rebatirle —dijo ella sonriendo.

La mirada del señor Coalemo señalaba su victoria en aquella trifulca intelectual.

La gente rompió el corro que se había formado, Colaemo, sabedor de su victoria ante la pequeña discusión con la doctora se pavoneaba ante los asistentes. Roberto se acercó a ella y la alejó de la multitud. Estela iba tras ella para preguntarle por qué no le había rebatido.

—No lo entiendo, a qué venía esa tontería de la radiación del fondo de microondas.

—Eres joven aun —respondió Balasubramanian —pero también inteligente. Evidentemente, no me he equivocado, ese hombre no sabe distinguir entre la radiación de fondo de microondas, los restos del Big Bang, y la radiación de Hawking, osea…

—La radiación que es expulsada de un agujero negro. —continuó Estela para terminar la frase.

—Y además —continuó Roberto —esa radiación provoca que lentamente, muy lentamente, los agujeros negros pierdan su densidad, probablemente la humanidad no llegue a ver ninguno desaparecer, pero evidentemente no durarán para siempre.

Estela comprendió que Denali había querido poner en evidencia a Colaemo, pero no entendía por qué no habían dado las explicaciones necesarias para acallar a aquel hombre y hacer entrar en razón a quienes le escuchaban.

—Sencillo —respondió la astrofísica —ese hombre hubiese rebatido todo lo que yo hubiese dicho, se creía en posesión de la verdad solo por haber leído, y probablemente malinterpretado unos artículos. Como si haberlos leído le diese los mismo conocimientos que a mí o a tu padre tras estudiar una carrera y llevar tantos años ejerciendo. Es el problema de la ignorancia, que es muy atrevida. Procura ser siempre humilde y no creer que tienes toda la verdad, porque cada día aparecerá algo que aprender. Es la única forma de avanzar como persona, y como sociedad.

Tras una hora en la fiesta, Denali se despidió de Roberto y volvió a mirar las imágenes de unas estrellas tan lejanas como las respuestas que necesitaba obtener al mirarlas.

JUAN PEÑA

La estupidez es atrevida

Dicen que en un triángulo rectángulo, la suma del cuadrado de los catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa. Lo cual permite calcular la longitud de un lado sabiendo el valor de los otros dos. También, si tienes un metro, lo puedes medir y te ahorras las engorrosas ecuaciones. Y si el triángulo rectángulo en cuestión es demasiado grande para que te alcance el metro, aunque sea de los largos, puedes arriesgar con un valor aproximado, añadiendo un castizo «más o menos», mientras con la mano abierta y la palma hacia abajo, haces rotar la muñeca a izquierda y derecha ―el orden no altera el significado del gesto, aunque se aconseja iniciar el movimiento hacia donde queda el pulgar―.

Es importante saber cómo luce un triángulo rectángulo y ser capaz de distinguirlo entre los otros tipos de triángulos ―sean estos los que sean― con las mínimas dudas posibles. Si no se puede lograr el reconocimiento indubitable de a qué tipo de triángulo nos enfrentamos, es prudente entrecerrar los ojos y fruncir el ceño, al tiempo que con aplomo se afirma: «Es que a mí todos los triángulos me parecen iguales, si fueran círculos sería otro cantar».

Una vez plasmadas nuestras preferencias geométricas y para no quedar como un estúpido, hay que atreverse a emitir un veredicto con temeridad y sin acojone.

Los pasos son los siguientes:

Procederemos a rascarnos la cabeza con el anular ―por debajo de la gorra―, sanearemos la oreja con el meñique ―la oreja que queda del mismo lado que la mano―, cerraremos un ojo ―obviar el paso en caso de tuertedad―, estiraremos un brazo con el pulgar alzado y el resto de dedos cerrados ―en forma de like―, lo pondremos a la altura de los ojos, da igual si es el abierto o el cerrado, y diremos: «treinta y siete, más o menos».

Si se perpetran las indicaciones anteriores a rajatabla, hay una alta probabilidad (97%, más o menos) de aprobar el examen. Cualquier partido político que se precie nos aceptará en sus filas y estaremos en condiciones de iniciar nuestra carrera política.

Al superar sucesivos exámenes de menor dificultad, conseguiremos llegar a la cima ―también llamada cumbre o cresta (¿de gallo?)―, pudiendo, desde lo alto de la cabeza del pollo, decidir y determinar el futuro de millones de personas que, sin duda, nos parecerán todas iguales ―menos las que sean de nuestro círculo―.

YOMALCKRY OSORIO

Se suele decir que los lideres del mundo son ignorantes porque son «Seguros» de si mismo.

Eso pasa exactamente en un paraiso terrenal no muy lejano, del cual muchos somos hermanos.

Un total ignorante se cree la encarnacion del faraon Ramses.

Desgobierna con total desorientacion y alejado de la realidad.

La corrupcion y el caos se ha apoderado de tan bella nacion .

Se cree saber más pero en realidad, no posee conocimiento alguno de como dirigir un pais..

Algunos les siguen con tan deslenable lealtad ,y hay quienes le ponen precio a su conciencia el cual no los deja dormir en paz.

En donde todos son tratados como los mas simples subalternos ,sin ninguna consideracion y respeto .

Sabe dentro de si mismo que es altamente incompetente,pero quienes lo aplauden le hace creer todo lo contrario que es un gran erudito y sabio.

El viejo adagio popular dice «se las sabe todas más una «, en realidad no sabe nada , solo improvisar aparece escrito en el guion del dia a dia ,convirtiendo el centro de poder en una total payaseria.

No tiene conocimiento de ningun tema en especifico por mas trivial que pueda resultar , le es facil meter la pata cada vez que habla.

Lo acompaña irremediablemente la estupidez y no se logra dar cuenta.

Albert Eistein solia decir «Es más facil descomponer un átomo,que la estupidez humana «cuan lapidaria y aplicable esta frase como que lo veia venir.

De tanto escucharlo corres el riesgo de contagiarse, es una enfermedad que se puede perfectamente almacenar en el ADN.

Su fuerza es casi comparable con la fuerza de un Tsumani.

Todo eso lo vemos desde tiempos inmemoriales ,por eso no salimos de la esclavitud mental eso ha sido generacional.

Domingo Faustino decia sabiamente «La Ignorancia es atrevida». Y hoy en dia cuanta razon tenia.

Te quieren sin conocimiento alguno, para que seas totalmente manipulable y mas facil de someter en todos los aspectos.

Solo bastaria con expresar ser disidente y adios luz .

ASAPH FERNÁNDEZ

El viento llegaba cargado del pútrido olor de los cuerpos en descomposición. Las mentes de los ciudadanos que recibieron la noticia no podían concebir que un reto viralizado en la web pudiera juntar, no sólo a desquiciados y enfermos mentales, sino a gente “normal” y estúpidos serviciales; todo para recrear una de las películas más taquilleras del momento.

La cita se dio el 31 de octubre en las afueras de la ciudad, en un apartado lugar, lejos de las miradas de todos, donde todo podía ocurrir y/o mejor dicho ocurrió; lo que empezaría sólo como un juego para «purgar el aburrimiento», terminó convirtiéndose en un baño de sangre.

La invitación prometía un excelente ambiente familiar, y es que saber que en verdad familias completas asistieron, desconcertó a la población al pensar que la estupidez se había propagado como una enfermedad y que la muerte andaba suelta.

«Asiste con tu mejor máscara y el arma con la que defenderás a los tuyos», decía el eslogan de la invitación que les quedó grabada a los pocos que sobrevivieron tal hecatombe. Las bases venían escritas junto con las actividades a realizar y el detonante sería ofrecerles como carnada a un grupo de ex convictos sentenciados a muerte.

Los niños veían horrorizados como sus padres repetían los mismos crímenes e incluso algunos peores por los que se les había sentenciado a los desgraciados sujetos que llevarían aquel calvario. Sin embargo, estos borraron las lágrimas de sus pequeños abrigando la ideología que «el fin justifica los medios», y sí de cualquier manera iban a morir qué mejor forma de hacerlo qué dejando un mensaje muy bien remarcado para los que tuvieran en mente seguir sus pasos.

Muchos de ellos, excitados por la adrenalina al golpear y mutilar los cuerpos de los criminales, comenzaron a buscar donde saciar aquella sed de odio y sangre disfrazada de justicia, encontrando un oasis en la misma multitud que los rodeaba; las máscaras podían cubrir sus rostros pero no así sus personalidades homicidas. Fue entonces cuando la frase «defiende a los tuyos» cobró tal fuerza que hizo consumir las vidas de niños y adultos como una hoguera que acaba devorando todo a su paso. Nadie pudo ayudarlos y pocos fueron los que sobrevivieron aquel holocausto inducido por la estupidez humana.

Algunos aseguraron que fue un experimento social que se salió de control, otros culpaban al gobierno o a algún grupo terrorista que se había deshecho de su gente porque nadie supo quién llevó a los ex convictos si es que en verdad lo eran; sus rostros quedaron tan desfigurados que nadie podía dar fe de que se tratase de tal o cual persona.

Ahora a nadie le cabe duda, que en las noches de Halloween, y previas al día de muertos, más de un loco anda suelto por las calles.

El viento de octubre no solo nos trajo más qué las risas de niños diciendo: dulce o travesura, sino el pestilente olor a muerte de aquellos que quisieron recrear uno de los tantos retos que la web les ofrece, mostrando así que la ignorancia y su hermana la estupidez humana son tan atrevidas y peligrosas como un perro con rabia.

FIN

AMPARO SORIA

-Carla-

Cómo cada tarde, Carla va al parque acompañada de su padre. La mayor parte del tiempo la pasa jugando cerca de este, otras veces se aleja unos metros porque allí está el tobogán con forma de gusanito de colores que le encanta. La pequeña observa de reojo a su padre, que conversa con otros papis o mamis. Las nubes juegan una mala pasada. La lluvia comienza a caer mientras los niños y padres corren a resguardarse donde pueden; patios de edificios, coches…

Carla se da cuenta que su padre sonríe y habla mucho con la mamá de Víctor, su compi del cole. Con su desparpajo natural pregunta mirando a los dos:

-Papi ¿Te gusta la mami de Víctor, a que sí? ¡Díselo!

Los dos adultos se sonrojan desviando sus miradas al infinito en aquel pequeño portal. Víctor y ella se sonríen divertidos tapándose la boca con las manos.

-Carla, cariño. Eso no está bien que lo digas. –titubea el azorado padre segundos más tarde.

– ¿Por qué…? Mamá me ha dicho que te vigile, en secretito. –vuelve a sonreír con gesto de cerrarse la boca con una cremallera.

……………..

GAIA ORBE

el vacío vivo

rechaza

lo incómodo

lo que asusta

lo que inquieta

retiene

lo bello

lo que emociona

lo que da seguridad

algo se pierde en las horas

la existencia

camina en los cambios

el tiempo madura

en la atrevida ignorancia

de una mente sagaz

GUILLERMO ARQUILLOS

IGNORANCIA Y DOLOR

Comencé a levantarme tarde, inventando palabras que brotaban espontáneamente, como la de «muermanidad», una combinación de «muerte», «hermana» y «soledad». En ella resumía el sentimiento que me asfixiaba al haber quedado “huérfana de mi hermana”.

Durante semanas, sumida en mi muermanidad por Lisa, me olvidaba de cuidarme y dejaba que el sol naciera y muriera detrás del toldo del balcón, siempre con la taza de poleo en mis manos temblorosas, con las cejas arrugadas y vestida únicamente con un camisón. Jaime insistía en que me arreglase, que saliera, que viese a mis amigas. Pero es que él, que escapaba a trabajar en cuanto podía, no tenía ni pizca de muermanidad, porque Lisa solo era su cuñada; nunca había llorado en sus brazos. Nadie me había abrazado jamás como lo hacía mi hermana en vida, ni siquiera el mismísimo Jaime.

Sicu…, bueno; Sicu era distinto. En cuanto venía del cole, se plantaba frente a mí y me decía que no se iba a mover hasta que no le sonriera un poco, aunque solo fuera un poquito. Después de intentarlo en vano, se marchaba a hacer los deberes y yo le daba un par de besos vacíos porque mi pena no me permitía otra cosa. Me consumía la vergüenza de saber que les había contado a sus amigos lo que me estaba pasando. ¿Qué pensarían los críos de doce años de que una madre estuviera todo el día sentada, escuchando el reloj del salón, ajena al mundo por completo?

Dos meses después de que enterrásemos a Lisa, desperté con un dolor punzante en la cara y la cabeza a punto de estallar. Aguanté como pude un par de días a base de aspirinas, pero no mejoraba. Al final, Jaime me convenció para ir al médico. «Parece sinusitis», me dijo el médico en cuanto le conté mis síntomas y me envió a que me hicieran radiografías.

A mediodía, con el informe en la mano, mientras estábamos comiendo los tres en el salón, les pregunté:

—¿Queréis que os lea lo que ha escrito el radiólogo?

Aquel fue uno de los peores momentos de mi vida. Leí el maldito papel redactado en mediqués, como yo llamo a la jerga médica, y llegué a las palabras «inflamación de los senos paranasales». Sicu, al escucharlas, soltó una carcajada, incapaz de contenerse. Me miró al pecho y cerró los ojos, desternillándose. Siempre he estado acomplejada por tener demasiado pecho, pero hace años que creí haber superado el mote de «tetona» que me pusieron en el instituto. Ahora, la risa de mi propio hijo me golpeaba de repente, hurgando en las viejas heridas.

Jaime me miró, alarmado, porque comprendió que Sicu no medía la profundidad de su burla involuntaria. «Es por ignorancia», me dije, cuando recuperaba el aliento y secaba el sudor de las palmas de mis manos. «No se imagina el daño que me está haciendo».

Busqué en vano una nueva palabra que diera forma a mi sufrimiento: «odiojo» sonaba demasiado crudo, «resentiniño» demasiado cruel… Pero tuve que soportar una pena mucho más fuerte que mi muermanidad. Un dolor que me salía de muy dentro, para el que no hay medicina en el mundo. El dolor de una madre que, durante un instante, deseó la muerte de su hijo. Luego lo rechacé, por descontado, pero la primera reacción fue la de odio y aborrecimiento hacia Sicu al sentirme ridícula y pensar que se burlaba de mí.

Al día siguiente, sucedió la tragedia. Al venir del cole, un borracho con su maldito camión mató a mi Sicu. Con el alma totalmente vacía, recordé que veinticuatro horas antes le había deseado yo misma la muerte por mi inseguridad y porque su ignorancia lo había llevado a reírse de mí.

Nadie puede imaginarse el dolor que siento desde entonces.

MARÍA CID

Quiero dar las gracias a mi bendita ignorancia!

Gracias a ella soy una incansable buscadora de sueños, sueños que me impongo cómo metas y a ellas me dirijo cómo un disparo de flecha.

Muy pocas veces me equivoqué de Diana, pues seguro no tenía la flecha muy bien afilada, pero con todo y eso, algo aprendí en el proceso, y es que la vida sigue creando sueños para quién cómo yo, soy una incansable buscadora de sueños escondidos en la ignorancia pérdida.

La ignorancia es una buena amiga, evita Dolores de cabeza, incansables preocupaciones por saber si hallaremos alguna puerta que nos saqué del agujero de la incertidumbre, la ignorancia vive de espaldas a la realidad mientras no encuentra un motivo por el cuál luchar con todas las armas de las que dispone, que son muchas, pero no lo sabe mientras se sabe ignorante.

MARTU MONFORTE

Prefiero volar a saber.

Ahora escribo pájaros.

No los veo venir, no los elijo,

de golpe están ahí, son esto

una bandada de palabras

posándose una a una

en los alambres de la página

chirriando, picoteando, lluvia de alas

y yo sin pan que darles, solamente

dejándolos venir. Tal vez

sea eso un árbol o tal vez el amor.»

—Julio Cortázar

Tomo este fragmento de mi admirado Julio porque, a veces, muchas veces, en la más dulce ignorancia siento y pienso cosas así. Veo llegar pájaros, mariposas y colibríes. Sonrío y los recibo con mis manos abiertas de par en par y, si bien están vacías de migajas, algo debe haber, quizás amor. Porque ellos vienen decididos hacia ellas, se posan con ternura y entonces, en mágico idilio comienzan a andar a toda máquina sobre mi hoja en blanco, que debería llamarse tiempo en blanco, eso leí hace unos días y ya me olvidé dónde. Lo cierto es que me abrazo a esa ignorancia repentina y corro con ella sobre ese tiempo que espera completarse, llenarse en abundancia de esta ignorancia ambiciosa que me toma. Juego, bailo, escucho los susurros del viento, escribo, ahora sí, a manos llenas, lo que todos ellos tienen para contarme, lo que sobrevuela en el silencio, lo vedado, lo que no se dice y se filtra como incipiente brote por las rendijas de mi alma. Muchas veces, esos sentimientos quedan colgados ahí, sostenidos en un suspiro. Siento que le van a crecer alas también y, pronto, en otra vida, en otro siglo volarán y serán. ¿Entonces aprenderé?

Me despojo de coherencia, si es que la tengo, y juego con esa estupidez de bailar en un pie al borde de la página, hasta zambullirme en ella y colgar una guirnalda de versos atados con hilos de luna. Se escapa la poeta que escondo. Desato, de a poco, lo que escribo desde hace años en los márgenes, eso absurdo (o no tanto) que nace en el fluir de mi duermevelas, en ese fluir de la conciencia que se escapa de toda racionalidad e inconscientemente, (¿no era a conciencia?, perdón, no lo sé, otra vez mi ignorancia), baila iridiscente y me nombra, se agita para llamar mi atención, busca salvarme. Y yo que nada pedí, me escapo, huyo, le pongo un manto de silencio y corro. ¿Tendré miedo? No lo sé. A veces, esta ignorancia mía, me salva de este modo, y no sé si lo sabe. Seguro que sí, pero por un rato, diría Mr. Freud. Es más, sé que va a perseguirme, siempre.y un día va a salir a flote. Por eso es mejor pensar en cosas lindas. Entonces me zambullo en una trama de fantasía y heroínas, de bella y bestia, de corazón de dragón. Y paso una tarde, muchas tardes, toda mi vida, volando a lomo de pájaro y palabras, recorro llanuras y cuestas nacaradas, navego cielos rojos, rojos pétalos, pinto con la yema de mis dedos , pinto con mi aliento, esos amaneceres que sueño y dejo en los márgenes, en las orillas de mi historia. Más tarde, entrarán, seguramente, en puntitas de pie, al espacio central de la hoja en blanco y cantarán lo que vienen a contar.

Pero ahora me asumo inocente e ignorante, sonrío, soy árbol, soy arena blanca, soy madreselva; sobrevuelo la sapiencia, me burlo de ella por un rato y disfruto mi ignorancia. ¿No dicen acaso que ella es el principio de la sabiduría? Creo que Descartes dijo algo así no?¡Qué poco sé!

Si es así, después cuando llegue a la tierra, seré quizás más sabia. Eso dicen.

EVA AVIA TORIBIO

La ignorancia es atrevida, castígame.

Castígame por mi ignorancia que, en ocasiones,

por tus pasiones, se deja llevar

ante tanto calor.

Castígame si quieres, a atreverme a vivir locuras

que antes no hubiera imaginado realizar.

A ser sorda ante los suspiros

que tu genialidad me proporciona.

Castígame porque yo quiero,

a ser ciega ante el dolor que me provocas.

A ser muda si con ello no puedo hablar de lo que tú me enseñas.

Castígame con olvidarte, escritura, porque sin ti,

esta ignorante no se atrevería a dedicarte

estas y otras letras.

O déjame presa de mi atrevida y osada ignorancia

en cada una de tus líneas,

porque prefiero seguir ignorante de mi realidad,

a sufrir el tormento de no tenerte.

MARÍA JOSÉ AMOR PÉREZ

EL PODER DE LA IGNORANCIA

-Pero Miguel, ¿vienes de la morgue y se ha levantado algún muerto? -le dice al residente del último año de la especialidad de Cirugía General el Dr. Barastegui al verle la cara al entrar.

Fernando Barastegui es un muy buen cirujano que comparte su trabajo como Profesor de la Facultad de Medicina con el de Adjunto en el Hospital, teniendo a su cargo la formación de los que el año que viene ya serían especialistas en la materia. Y le había extrañado la súbita petición de ese alumno, Miguel Olalla, al que conoce desde su época de estudiante y que eren la actualidad es el mejor del grupo que tiene a sus órdenes: meticuloso, tranquilo, responsable y con gran conocimiento de la materia.

-Yo, es que, es que…- responde Miguel, cabizbajo.

-Venga, siéntate y dime qué pasa

-Es…bueno, se trata de la paciente de la habitación 241, cama A, que vino hace tres noches, concretamente el domingo que yo tenía guardia, presentando dolor agudo en lado derecho, realicé y…

-Lo recuerdo. Me lo explicaste y, sin dudar de ti, pero siguiéndolas normas protocolarias, comprobé las pruebas realizadas y pasé a verla. Todo estaba correcto y la fiebre casi había remitido. A fin de cuentas, van muchas apendicitis agudas que operas. Venga, qué le pasa ahora a esa señora, que ya casi está a punto de recibir el alta.

-Pues Doctor, no lo entiendo. Ha sido así, de repente. No me lo explico ¡¡¡ No puede ser!!! – dice el joven con a cabeza entre las manos.

-A ver, ¿qué es lo que no puede ser?

-Pues que, aunque estos días aún seguía con algo de febrícula, no le di importancia, que el apéndice estaba casi perforado y, aunque se le estaba administrando antibiótico, es normal que la infección no remita en dos días. Pero hoy, ya en el control de enfermería me avisaron que esta noche se había quejado de dolor en la herida y la temperatura le había subido a 38,5º y le han dado un antitérmico a la espera de que yo la visitase. He ido a la habitación y la escena que he encontrado ha sido delirante: la mujer, con las sábanas hechas un revoltijo, quejándose y diciendo que se moría, mientras sus hijas la agarraban pues quería marchar; se había arrancado el vendaje del que emanaba un terrible olor; al acercarme y encender la luz he me he encontrado con la herida hinchada y los puntos purulentos. He tomado las medidas pertinentes, pero quisiera que la viera usted. Es un caso que se me escapa de las manos.

-¡Vamos! -dice el Dr. Barastegui levantándose. Vamos ambos a ver a la enferma.

-Vamos a ver- inquiere el Barastegui mientras mira el estado de la herida- ¿cómo ha pasado esto? ¿Se ha tocado la herida? ¿La ha rascado o levantado el vendaje en algún momento?

-No señor, no he levantado nada, si no me muevo de aquí, ya ve. Me levantan, pero yo no…

-Me refiero a si se ha sacado el esparadrapo de la herida-interrumpe el médico al ver que no lo ha entendido.

-Nooo, el esparadrapo nooo.

-Pues mire, el Doctor Olalla, aquí presente, está haciendo un buen trabajo o sea que no toque nada de nada, ¿entendido? Y ahora vamos a coger un poco de ese pus que tiene en los puntos ¿vale? Es para ver qué bicho le está haciendo daño- le dice mientras coge una pequeña muestra que llevará a Microbiología.

Saliendo de allí le comenta a Miguel:

-Diga lo que diga, esta mujer ha tocado la herida con los dedos, No es la primera vez que me encuentro que se levantan el vendaje, para ver qué les han hecho. Ella y las hijas, seguro.

Y pasan los días. La infección no remite. No lo entienden, le están dando el antibiótico específico para el estafilococo que ha salido en el cultivo.

-Seguramente se ha callado algún dato- le dice Barastegui a Miguel -vete a saber si toma algún otro medicamento. Pregúntaselo de manera sibilina, que no se percate.

Y así lo hace Miguel y nada, las hijas lo confirman, así como la bioquímica en sangre y orina.

El misterio está montado. Se comenta en la sesión clínica y nadie sabe dar ninguna otra opinión. Y pasan y pasan los días y todo igual. Se hace un nuevo cultivo y el estafilococo no solo ha aumentado en concentración, sino que se le han añadido un par de especies más. Incluso se observa la presencia de ¡hongos!

Miguel pasa el día elucubrando y la cabeza está a punto de reventar.

Y es en una de las pocas veces que cena en casa, cuando su padre explica cómo un amigo suyo por poco se muere tomando una medicina alternativa y…

Miguel se levanta y dice:

-Ahora vuelvo- saliendo disparado hacia el Hospital. Entra precipitadamente en la habitación de la enferma y, sin ninguna explicación, abre el cajón y el armarito de la mesita de noche y, repentinamente, lanza un grito a la vez que dice:

-¡Míralo! – y saca de dentro una botella llena de agua sucia con una etiqueta en la que con bastante dificultad: Agua de Lourdes.

YOLILLANA RELATOS

No hay más que sentarse en el banco de algún parque a la salida de un instituto.

Todos hemos sido jóvenes y hemos vivido esa época en la que nadie sabía más que nosotros, mucho menos nuestros mayores.

Y cuántas veces nos hemos atrevido a contradecir a nuestros padres y profesores, como si ellos no supieran de lo que hablaban. ¡Cuánta ignorancia junta puede haber en una clase de secundaria!

De repente creces y te ves repitiendo las palabras de los que tanto criticaste. Te reconoces en tu padre o tu madre, o en ese profesor al que tanta manía tenías cuando regañas a tus hijos por su falta de dedicación en sus tareas escolares.

Pasas a ser el adulto, el mayor, el padre o profesor al que tratan como si no supieras de lo que estás hablando.

Y sino, que se lo digan a Carlos, un compañero de clase que tuve a los 14 años.

Su principal, y creo que única cruzada, era demostrar a todos los compañeros lo inútil (a su entender) que era el profesor de lengua.

Solía interrumpirlo con una risa despectiva, “¿En serio profe?¿Nos vas a volver a leer ese aburrido poema otra vez?”, le dijo un día después de que Don Pedro nos ordenara abrir el libro por el poema “Volverán las oscuras golondrinas”, de Gustavo Adolfo Bécquer.

Reconozco que a ningún adolescente, o al menos yo aún no conocí a ninguno, le gusta la poesía. Además, leer ese tipo de literatura en clase era extremadamente soporífero.

Pero las burlas de Carlos hacia el profesor eran cada vez más continuas, así que ese día el bueno de Don Pedro decidió ponerle fin a esa situación.

– No Carlos, hoy es tu día. Hoy no lo voy a leer yo. Ya que tanto lo has escuchado, ¡te lo debes de saber de memoria! – le dijo – Sal a la pizarra y deleitanos con tu declamación.

No hay palabras para describir la escena.

Carlos temblaba, tartamudeaba, estaba blanco como la tiza, y no pasó de la primera frase.

Pero Don Pedro le obligó a estar de pié delante de toda la clase durante todo el poema. Le iba apuntando palabra por palabra cada vez que se quedaba callado.

El resto de la clase lo mirábamos callados, aunque por dentro nos estábamos muriendo de la risa.

No hace falta que diga que Carlos se aprendió el poema, y puede que no le haya servido para nada en la vida, pero desde luego aprendió la lección.

“El sabio siempre quiere aprender, el ignorante siempre quiere enseñar”.

CARMEN ÚBEDA FERRER

El zorro y la gallina ponedora

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El zorro atravesaba la sierra y visitaba con relativa frecuencia un gallinero que tenía abundantes y hermosas gallinas.

Era más por tozudez que por otra cosa que se acercara a aquel gallinero, que lo único que le ofrecía era una férrea resistencia, tan concienzudamente esta fabricada la cerca que lo protegía.

El zorro no cejaba en su empeño. Tenía que comerse alguna de aquellas gallinas o se iría al traste su fama de taimado y astuto.

Apenas presentían que el zorro se acercaba, las gallinas dejaban de picotear el suelo y con gran revuelo de alas y escandalosos cloqueos se escondían en el gallinero todas muy apretujaditas. Todas menos una. La gallina ponedora que era tan inconsciente como presuntuosa.

-Tus compañeras se esconden tan pronto adivinan mi presencia. ¿Tú no me tienes miedo? le pregunto el zorro.

-¿Por qué había de tenerlo? La cerca es muy segura-

-Siendo así, tú y yo, podríamos ser amigos y mi viaje no sería en vano, estoy muy solo y tendría con quien hablar- y miraba a la gallina a través de las rendijas de los tablones, con cierto brillo en los ojos…

-Me parece bien. ¿Y… de que quieres que hablemos?-

-Pues…de ti, gallinita. Pareces muy diferente de las las demás. Tan blanca, tan esbelta y con esa cresta tan colorada. En verdad se te ve distinta. También he observado desde la maleza, que tu amo, en más de una ocasión, lleva a su casa, alguna gallina cogida por las patas y con el cuello colgando, pero contigo se muestra cariñoso ¿A qué se debe…?

-Se debe, se apresuró a contestar la gallina, a que yo soy especial. Soy una gallina ponedora-

-¿Ponedora? Nunca había oído ese nombre ¿Qué significa? –

-Que pongo los huevos más grandes, hermosos y blancos y siempre puntualmente– dijo muy orgullosa la gallina.

¡Ah! Ya decía yo que te encontraba distinguida. Tu porte es majestuoso-

Al oír estos elogios, la gallina se pavoneaba abriendo sus alas y alzándose con ligeros vuelos. Por momentos su ignorancia iba en aumento y su vanidad crecía como la espuma en un balde de agua jabonosa.

El zorro se despidió y le prometió que volvería para conversar con ella.

Paso algún tiempo y la ponedora, ya se impacientaba por ver al zorro, para que la deleitase con bonitas palabras.

Entre dos luces llegó el zorro en aquella ocasión y encontró a la gallina sola en el cercado.

-Muy buenas, gallinita. Con esta luz crepuscular aún te veo más hermosa –

-Muy buenas, zorro. Eres muy adulador. Menos mal que me separa de ti, una muy resistente valla- Dijo la gallina dándoselas de muy suspicaz.

-Tú eres una gallina muy lista y nunca te dejarías atrapar por un zorro viejo y bastante tontorrón como yo-

-No tenéis fama de tontos los zorros, precisamente-

-Quizás yo sea la excepción, lo mismo que tú. Ya te he dicho que hoy te veo diferente. Cuando abres las alas ya no eres una gallina, se te ve tan hermosa, que pareces un ave del paraíso. Si supieras volar lo serías totalmente-

-¿Volar? Creo que no sería difícil para mi puesto que tengo alas, dijo la gallina, la próxima vez que vengas por aquí te admirarás. Haré prodigios en el aire-

-Así lo espero, dijo el zorro- y a la vez que se alejaba, con su rosada lengua, se relamía el hocico de gusto.

Al cabo de unos días apareció el zorro cuando comenzaba a amanecer. Los gallos habían principiado a cantar subidos a la empalizada, pero al ver que se aproximaba la alimaña enmudecieron y se escondieron rápidamente. Al momento salió la gallina más orgullosa que nunca.

-¡Hermoso amanecer, querida ponedora!-

-¡Oh, sí! ¡En verdad hoy ha de ser el mejor día de mi vida!- dijo la gallina.

-¿Y… a que se debe que estés tan contenta?- –

-Es que tengo una gran sorpresa para ti-

-¿A caso ya sabes volar con esas hermosas alas que posees?-

¡No vas a dar crédito cuando me veas! ¡Ni yo misma puedo creer la gracia suprema con que muevo mis etéreas, alas!-

-Estoy ansioso por verte, será un espectáculo maravilloso. Me aproximaré un poco más a la valla para verte mejor entre los tablones– Y los ojos del ladino zorro se fueron alargando hasta convertirse en dos fulgurantes y amenazadoras rayas.

Comenzó la gallina sus torpes revoloteos mientras que el astuto cánido, la iba animando con palabras aduladoras.

Al fin el zorro le dijo.

-Mi querida amiga. No estoy disfrutando plenamente de tan asombrosa actuación porque no puedo ver bien a través de las tablas. Me retiraré un poco y tu volarás más alta, de este modo veré mucho mejor tus giros y tú majestuoso planear, que estoy seguro que lo envidiaría hasta el águila real.

-¡Sí, sí!- exclamó la ponedora llena de entusiasmo.

Alzó el vuelo con gran esfuerzo y comenzó a volar por encima de la valla y no se percató, tan ensimismada estaba, de que se distanciaba del gallinero. Al verse a tan gran altura, quiso ondear en el aire con las alas muy extendidas, pero solo consiguió girar grotescamente sobre sí misma y caer en picado en las abiertas fauces del zorro que, sentado tranquilamente, la estaba esperando.

Fin

MARÍA JESÚS GARNICA PARDO

Pues si amigos, la ignorancia es muy atrevida. No un poco atrevida, muy atrevida.

Yo tenía, si tenía, por qué cuando os cuente lo comprenderéis, una amiga.

Silvia y yo siempre andábamos juntas desde principio del instituto.

Silvia siempre actuaba muy segura en todo. Yo la seguía como un corderito.

La tarde del 12 de octubre de 1995, todo cambio.

Habíamos salido a dar un paseo, a tomar algo. Se cruzaron unos chicos en nuestro camino.

Charlamos, tomamos cerveza, risas.

Silvia se fue con uno. Yo le dije que era mala idea.

Pero ella, siempre tan segura me miró con desprecio.

-Siempre tan tonta, me dijo delante de todos.

Ella se fue y yo corrí a mí casa.

Silvia fue encontrada muerta días después.

Violada.

La policía me preguntó, días después detuvieron al culpable.

MAITE BILBAO PÉREZ

Historias de un ignorante

«Las calles de Madrid me hablaban en plena posguerra. Susurros en la brisa, gritos en la multitud, cantos en las tabernas. Cada esquina, cada rostro, era una página en blanco esperando ser escrita. Con mi lápiz y cuaderno era el cronista de lo invisible. Sin títulos ni diplomas, solo la tinta de la pasión y furia sobre la verdad…»

Estas son las primeras líneas del manuscrito de un libro, cuyo autor era mi abuelo, Antón Echeverría. Data de junio de 1947. Junto a él encontré unas cartas cruzadas con unos críticos literarios, que muestro ante vuestros ojos, para que cada cual forje su propia opinión.

*****

14 de junio de 1943

Señores que saben mucho,

Me dicen que no sé nada, que no he leído libros importantes, que no entiendo de historia ni de ciencia. Y tienen razón, no he leído tanto como ustedes. Pero yo no hablo de cosas que pasaron hace mucho tiempo o que solo interesan a unos pocos. Yo hablo de la vida real, de lo que pasa a la gente común, de lo que siento yo mismo. No necesito usar palabras difíciles ni hablar de cosas complicadas para que me entiendan. Yo hablo con el corazón, con la verdad que llevo dentro. Y creo que la gente me entiende, porque mis palabras son como las de ellos, como las que se escuchan en la calle.

No me importa si me dicen que soy ignorante. Lo que importa es que la gente me lea, que se sienta identificada con mis historias, que sepan, que no están solos.

Yo soy la voz de los que no tienen voz, de los que no saben leer ni escribir, de los que no tienen tiempo para perderse en libros. Hablo por ellos, por los que no pueden hablar por sí mismos.

Y lo seguiré haciendo, seguiré escribiendo, seguiré contando las historias que nadie más quiere contar. Aunque a ustedes no les gusten las que les envío.

Un hombre ignorante que escribe desde el corazón.

*****

13 de diciembre de 1942

Estimado señor,

Leímos su carta. La ignorancia es atrevida y se disfraza de osadía. Aunque nos sorprendió su tono desafiante, nos conmovió su pasión. Estamos de acuerdo: la literatura no debe ser solo para eruditos, sino para todos. Sin embargo, la ignorancia no es una virtud. La literatura requiere conocimiento para expresarse con precisión y belleza. La falta de cultura limita la capacidad de un escritor para explorar temas complejos, crear personajes creíbles y construir historias sólidas. No le pedimos que lea todos los clásicos ni que sea un experto en todo, pero al menos conocerá a Miguel de Cervantes. Le pedimos que sea humilde y reconozca que hay mucho que aprender. La literatura es un diálogo con la tradición, con los grandes autores que nos precedieron. Ignorarlos es como construir una casa sin cimientos.

Acérquese a la literatura con mente abierta y dispuesta a aprender. Lea a los clásicos, estudie la historia, participe en talleres de escritura y sea crítico con su propio trabajo. No se conforme con la mediocridad, esfuércese por mejorar cada día.

En este camino, encontrará que la ignorancia no es una fuente de fuerza, sino una limitación. La verdadera sabiduría reside en la búsqueda constante del conocimiento, en la capacidad de comprender la complejidad del mundo y expresarla con belleza y profundidad.

Junto a la presente le devolvemos las historias que nos ha enviado.

Atentamente,

Los críticos literarios.

*****

15 de diciembre de 1943

Señores críticos,

He leído sus palabras y me han hecho sentir un poco de risa y un poco de pena. Me da risa que se crean tan importantes y tan sabios, y me da pena que no sean capaces de disfrutar de la literatura como lo hace la gente normal. Para mí, escribir es como hablar con amigos, contarles historias que me vienen a la cabeza, cosas que he vivido o que he imaginado. No necesito saber mucho para escribir, solo necesito sentir y pensar.

Yo no soy un sabio, no he leído tantos libros como ustedes, pero eso no significa que no sepa escribir. Mi escritura es honesta, viene del corazón, y eso es lo que importa. Confieso que aún no he leído a Cervantes, pero me han hablado muy bien de él. Sin embargo, he leído a Miguel Hernández y me ha gustado su forma de escribir. Su poesía es tan sencilla y a la vez tan profunda, que llega al corazón.

Si ustedes no son capaces de entenderlo, es porque están demasiado encerrados en su mundo de libros y teorías. Deberían salir más, hablar con la gente, vivir la vida.

En fin, que no me importa lo que piensen de mí. Yo seguiré escribiendo a mi manera, para la gente que me quiera leer.

Un saludo,

Un escritor que escribe con el corazón.

*****

Nunca supimos del interés del abuelo por la escritura. Quizás la dureza de la posguerra española, llena de tanta cruda realidad, le llevó a enmudecer su pluma.

Nada de lo que leen hubiera salido a la luz, si no fuera por el afán de limpieza del desván de la casa familiar, antes de ponerla en venta.

«Historias de un ignorante» está impreso en papel, con una portada elegante, en papel novela, ahuesado. Con formato de bolsillo, para que puedan llevarlo a todos los lados.

El encuentro con sus letras me permitió descubrir la pasión por juntar las mías. Supongo que la osadía de la ignorancia también se hereda.

LETICIA R MENA

-No sabía lo que era el amor- dice.

La sala en semi penumbra. Solo una mesa y dos sillas, una frente a la otra, y la luz sobre la mesa sin enfocar a nadie, solo simplemente estando allí, dejando el resto de ella en sombras.

Sobre la mesa un cenicero.

Sentado en una de las dos sillas, un hombre fuma. El humo se eleva en el aire creando formas a veces reconocibles, otras arte abstracto.

Ella, sentada en la otra silla, justo enfrente.

-No sabía lo que era el amor- repite -.Siempre había estado sola. Era como esos animalitos que nacen de un huevo, sin más, y tienen que sobrevivir por sí solos desde el primer segundo de vida, porque no hay nadie allí esperándoles. ¿Sabe cuáles digo verdad? Sangre fría. Reptil y eso.

Él ni asiente ni niega dándole o quitándole la razón.

Sólo escucha.

Fuma y escucha.

Ella hace un pausa en la que se queda mirando las formas que hace el humo, antes de continuar con su confesión.

– Entonces conocí el amor. O lo que yo creí que lo era en mi ignorancia. Pero no era el amor en sí- la mirada se pierde en la nada de una pared en sombras-. Ese vino después. Ese lo conocí después. Ese lo aprendí después. Con ese me atreví después.

El hombre que fuma apura la última calada del cigarrillo.

No la juzga, la deja hablar.

Con eso es suficiente por ahora.

-¿Fue por eso por lo que lo mató ?- acaba preguntando él, con la voz profunda pero suave, como quién le habla a un niño asustado.

Ella desvía la mirada del punto de la nada para mirarlo, con esos ojos suyos dulces cargados de hielo y un punto de ¿locura? ¿cordura?

-Lo maté, sí. Lo amé, sí. Y entre ambas pasaron muchas cosas, muchas vidas.

-¿Quiere contármelo?

Ella sonríe, sabiéndose dueña de una verdad que él desconoce.

-¿Tiene un cigarrillo?- le pregunta inclinándose sobre la mesa.

Él saca uno y se lo da. Durante un segundo sus dedos se rozan en el intercambio.

Ella piensa que si la conociera, si supiera lo que ha hecho… disfruta de su ignorancia.

Él se sabe atrevido por acercarse tanto a una criatura sin alma como ella.

Ella mira el cigarrillo apagado entre sus dedos, y vuelve a sonreír con un punto de algo parecido a la ironía en sus labios a punto de hablar.

-Van a hacerle falta unos cuantos de estos.

PILAR PÉREZ CUEVAS

LA IGNORANCIA ES ATREVIDA

Conocí a Tizón una cálida noche de primavera en las reuniones gatunas que manteníamos a la luz de la luna los mininos callejeros y domésticos del barrio. Recuerdo sus inmensos ojos negros, con ese brillo de sal cuan mejillones chisporroteantes. Eran los más bonitos que jamás había visto, la combinación perfecta junto a su exquisito pelaje color gris marengo.

De carácter fuerte, era sin lugar a dudas, el principal defensor de la colonia ante el ataque de cualquier animal viviente que perturbase la paz de la comunidad, pues aquella zona era la nuestra y aunque algunos comíamos albóndigas en lata junto a una mantita caliente todos los días, nuestro instinto felino nos empujaba a revolver los contenedores en busca de algún manjar desconocido cada noche.

Desde siempre me pareció que Tizón escondía algún secreto detrás de esos ojos sombríos, a veces sus andares pesarosos o sus muecas al maullar, denotaban tristeza en esta su segunda vida, pues en la primera nos contó que fue un gato europeo que acompañaba a los piratas como polizón en sus viajes, de ahí quizá, su espíritu aventurero, desenfadado y luchador.

Acabamos siendo buenos amigos y lo pasábamos fenomenal cazando ratones al atardecer, por puro vicio, pues al atraparlos siempre le perdonábamos la vida como buenos gatos domésticos que jugaban a ser callejeros. Era la mejor forma de desconectar de nuestra aburrida rutina.

Pasaron los meses y así entre risas y juegos de escondite, pude sacar a relucir esa alegría que parecía algo perdida en él. Sonreíamos y maullábamos con todas nuestras fuerzas mientras saltábamos como camicaces de tejado en tejado o de balcón en balcón alborotando las macetas del vecindario para escarbarlas. Hacía varias vidas que necesitaba un compañero así de disparatado para poder liberarme de esa etiqueta de gatita buena que me acompañaba siempre.

Un día mi gran amigo tizón no apareció a la hora acordada, habíamos quedado para investigar el contenido de las cajas de la pescadería del barrio contiguo y me pareció muy extraño, él nunca me abandonaba en nuestras andadas. Esperé impaciente y algo molesta su llegada por más de dos horas y cuando ya había decidido volver a casa lo vi.

– ¡Que te paso! – Maúlle expectante, mientras restregaba mi cabecita contra su lomo.

– No preguntes nada Katrina- solo ayúdame a lamer estas heridas, pues las del corazón me las curas cada día con tu compañía, hoy necesito solo eso.

Lamí sus heridas una por una sin hacer preguntas, observando cómo sus ojos oscuros se tornaban más sombríos que nunca invadidos por una enorme tristeza que me hizo estremecer y poner en punta todo mi hermoso pelaje blanco.

Aquella tarde a la anochecida, no volví a casa, Tizón y yo dormimos acurrucados cerca de los resquicios de una hoguera improvisada en mitad de la nada, en un rincón oscuro. En esa fría noche estrellada, pude escuchar como su alma lloraba en absoluto silencio al unísono de su ronronear aquejado.

Siempre ignoré que ocurrió aquella tarde de tantas que le sucedieron, pues a veces vuelve a mi herido y mi respuesta sigue siendo la misma, siempre le brindo mi calor y amistad, un lametón de cariño y algún que otro zarpazo de uñas suaves para su tranquilidad.

Y es que el amor incondicional hacia cualquier forma de ser vivo, el dar sin esperar recibir nada a cambio, es lo más bonito que podemos ofrecer a los demás e inunda nuestras almas de paz y tranquilidad. Aunque el mal nos aceche, el bien siempre tendrá un mejor plan para salvarnos y ofrecernos una salida alternativa que nos haga un poquito más felices.

Pienso que la ignorancia es atrevida, es por eso los prejuicios que a veces se perpetran y sus devastadoras consecuencias y he ahí, donde se comenten las mayores injusticias justificadas, disfrazadas de grandes y tajantes verdades.

Aceptar a todos tal y como son, es mi absoluta e inamovible decisión dentro de la colonia, pero también lo es alejarme cuando mi instinto gatuno me advierte del inminente peligro.

Ya cae el sol detrás del horizonte y Tizón me espera para una nueva aventura, a veces le digo que es un auténtico loco y que algún día moriremos en el intento y él me responde con una sonrisa perversa mientras levanta al cielo sus bigotes engalanados y responde.

-Entonces habrá valido la pena vivir, seguro que nos encontraremos en la siguiente vida tesoro – a sus órdenes mi capitán contesto chistosa.

Ahí vamos a por otra nueva hazaña, sin miedo a fracasar en el intento ya que no importa las veces que caigamos si no las que nos levantemos. El eco de nuestros maullidos se puede escuchar lejanos en el silencio de la noche.

NUMIRALDA DEL VALLE

A una pequeña ciudad de un país sudamericano, arribó una adinerada pareja con su hijo adolescente proveniente de una nación europea. Llegaron con la finalidad de vender una serie de propiedades pertenecientes a los padres del señor, adquiridas mucho tiempos atrás, en la época de bonanza cuando emigraron hasta este lugar. Actualmente, ya bastante mayores y con cierto pesar pues amaban al país que los acogió, decidieron regresar a su tierra natal dónde residian sus tres hijos y descansaban sus difuntos antepasados.

Los trámites y negociaciones resultaron muy lentos viéndose la familia en la necesidad de quedarse muchos meses. Alberto, el hijo de 15 años, debía proseguir sus estudios, por lo que fue inscrito en el colegio para iniciar su tercer año de educación secundaria. Llegado el momento, con mucha renuencia de su parte se presentó a la respectiva aula de clases. Su cara no podía o no quería disimular el desencanto. Él, un chico rico, proveniente de un instituto privado, de categoría, en un lugar tan inferior como este. Era denigrante.

Sus ojos verdes de mirada fría, observaban todo el entorno con menosprecio, al igual que a los demás alumnos, muchachos sencillos, alegres quienes intentaron acercarse, iniciar una relación amistosa. Alberto se mostró seco y distante. Era poco lo que conversaba con ellos, manteniéndose casi todo el tiempo aislado. No podía negarse su excelente preparación académica y lo inteligente que era. Dominaba las materias con facilidad, resolvía problemas complejos rápidamente y siempre obtenía las mejores calificaciones alardeandose de ello ante sus compañeros. Actitud que ya estaba hartandolos. Realmente su inteligencia era empañada por su insufrible arrogancia.

Los profesores también notaban el negativo comportamiento, especialmente la profesora de Historia quien decidió poner a prueba al presumido estudiante. Ella estaba casi segura de que él no conocía hechos importantes ocurridos en el pasado del país dónde se encontraba. Por ello, sin previo aviso, empezó a desarrollar un debate sobre historia nacional. La intención era que el alumno tuviese la humildad de reconocer, si fuera el caso, su desconocimiento sobre los temas tratados, lo cual estaría justificado por cuanto no era de alli. Pero no, la ignorancia atrevida de Alberto lo llevó a inventar respuestas para confundir, a contradecir las opiniones de los demás utilizando argumentos que paró en una verborrea inútil.

Como la mayoría de las personas petulantes que se creen perfectas, ante lo ignorado optó por la soberbia pues fue incapaz de reconocer sus limitaciones. El instinto lo indujo a ello por un exceso de confianza mal manejado.

El cúmulo de palabras, el incoherente discurso y las gesticulaciones provocaron las risas de

los compañeros. Alberto, humillado, guardó silencio justo cuando sonó el timbre para ir a recreo. Todos salieron del salón, mientras él permanecía sentado en su pupitre. La profesora se le acercó, con voz firme, calmada, inició una instructiva plática. Este día el altivo alumno aprendió una lección. Además, percibió lo jóven y bonita que era su profesora y los ojazos negros que tenía. ¡Tres meses viéndola y no se había dado cuenta! Bueno, la ignorancia atrevida también produce ceguera.

RAFAEL MENCÍA

SI YO FUERA ESCRITOR.

Si yo fuera escritor, que de esto viviera, a vuestras mercedes deleitaría con mis rimas pedantescas. Mis aventuras inventadas, de piratas y mercaderes, de otros tiempos no vividas y en mis pensamientos deseadas. De cómo el viento me lleva de la materia al espíritu, de cómo mi alma se afana en ser héroe de la palabra. Cantaría al amor concupiscente, a la muerte invertebrada y a la vida consumada.

Pero no soy escritor, que de esto viviera, sólo un ladrón de palabras huecas, rimbombantes, pantagruélicas. Impostor de pensamientos de otros ladrones del verso, que a otros ladrones robaron el botín del sentimiento.

Si de ganar dinero tratase más que literaria lo querría literalmente. El oficio de escritor no trata de escribir, comunicar o transmitir. Es un oficio político, mercantilista, donde la oportunidad premia al vendedor de palabras que invertirá más tiempo en el escenario que en la escena; arrendando su pluma a la moda, que no al modo, y su alma al comercio de la pasta dura, rellena de árboles cortados que decían más en el bosque que en tus manos.

Si yo fuera escritor, que de esto viviera, renegaría del oficio, que por impuesto, ahogaría la libertad de escribir cuando quisiera.

Pero no soy escritor, que de esto viviera, y cuando manche de tinta el papel, procuraré, que el daño infringido me sea perdonado, por la naturaleza… y mis lectores.

ALEXANDRA FERNÁNDEZ

La noche invitaba a refugiarse en casa, para compartir la cena y los abrazos de las charlas familiares. Domingo el hijo menor de Nelson y Magdalena, exclama:

—Mamá, hoy la maestra nos ha explicado, que la familia es la célula fundamental de la sociedad.

El niño cursaba las clases de moral y cívica del tercer grado de primaria.

—Que bien hijo, me alegra que estés aprendiendo.

Aquella noche el padre de Domingo con sus acostumbrados regaños, le ordenó que se fuera a dormir.

—Domingo vete ya a dormir, y suelta ese diabólico móvil.

El niño lo miró con desprecio y algo de rabia contenida, pero calladamente se marchó a su habitación.

Cuando Magdalena lo vio partir, le dijo:

—Espera hijo, no has cenado.

Domingo no le respondió y se fue.

Mientras que Magdalena, le recriminó a Nelson:

—No es posible que siempre estés censurando y sermoneando a Domingo, tú debes ser su amigo, su compañero, no su inquisidor.

—Ahora tú, mi mujer, me vas a decir cómo educar a mi hijo.

—Yo que soy un destacado conferencista internacional, politólogo, sociólogo y senador de la República de Comedia.

—Justamente, tu inteligencia y la infinidad de libros vacíos, te han hecho olvidar las cosas sencillas. Tu personalidad egocéntrica aflora en este tiempo, dejándote llevar por caminos de una ignorancia atrevida.

—La ignorancia muchas veces es sabia, sin lograr tomar conciencia de ella.

—Antes de ayer lo conversaba con la maestra de Domingo, el niño se siente cohibido, triste, está bajando sus calificaciones y como bien lo sabes, el chico es listo e inteligente. —Pero tu atrevida ignorancia lo está bloqueando emocionalmente, día tras día le infundes defectos que nuestro hijo no tiene.

—Tú manipulas a la masa social, cuando te pavoneas de tus saberes. Siendo no consciente de tu propia ignorancia. Muy audaz si eres, pues realmente te crees sabio. <<En realidad tu único interés es el dinero y el poder. Piensas por los ciudadanos para que ellos ignoren sus propios y conscientes saberes que los tienen, pero no lo saben.

—No quiero estar casada con un ignorante que no se atreve a enfrentar su ignorancia atrevida.

Nelson no tiene palabras para responderle a su esposa, luego de haber convivido durante veinte cinco años de matrimonio.

Su ignorancia atrevida había originado consecuencias inesperadas para él, un hombre que creía tener una vida perfecta en una sociedad, donde solo importaba la apariencia de una familia insuperable. Nelson era realmente un ignorante de su propia familia.

Las horas desperdiciadas en crear discursos apasionados invitan al ciudadano común a intoxicarse de información superflua, separándolos de sus pensamientos únicos y reflexivos. Poco a poco Nelson fue induciendo a la sociedad a convertirse en un cofre de datos acumulados generando una mente sobresaturada con el fin de apoderarse de su discernimiento. Nelson arquitecto de monstruos imaginarios en mentes fértiles y temerosas de enfrentarse a ellas mismas.

Nelson contenido de ira, le respondió a Magdalena:

—Lo que me has dicho me ofende, me hiere, pero lo tengo que pensar mejor y no será esta noche.

Le preguntaba Magdalena estupefacta ante la reacción fría y calculadora de Nelson.

—¿Es decir Nelson que te niegas a reconocer tu ignorancia atrevida?

—Mujer que no respondo ahora, déjame tranquilo, comamos en paz, estoy cansado.

A la mañana siguiente Nelson afeitándose la barba, se miraba al espejo pensando en las palabras de su mujer, que le había dicho claramente, ignorante.

<< Imposible, yo un ignorante atrevido, y qué me lo diga mi propia esposa>>

Viéndose a los ojos a través del espejo, se dijo :

<< la verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia, recuerdo haber leído>>

Así fué que Nelson reconoció su ignorancia atrevida y mal cuidada.

Es de sabios reconocer los errores, se repitió así mismo Nelson. La ignorancia atrevida tomó vuelo de la mente del esposo de Magdalena. Una mujer sabia que fué capaz de enfrentar la ignorancia atrevida que se estaba carcomiendo los cimientos de su familia.

JOSÉ LUIS USÓN

MARCIAL

El coche fúnebre avanzaba despacio entre la multitud de paisanos que se habían congregado para dar su último adiós a Marcial. Dentro, cubierto con una gran profusión de coronas, ramos de flores y cintas con frases grandilocuentes rindiendo el acostumbrado homenaje, descansaba el féretro, y en su interior, Marcial. Habían venido desde toda la comarca, pues Marcial siempre fue un Zascandil, un zalamero que picoteaba en todas las flores. Era popular en su pueblo y en todos los de alrededor, pues gustaba de la buena juerga, siempre fue la salsa de todas las fiestas y no había verbena que se preciase que no acabase con dedicatorias a su persona por parte de la vocalista, mientras el público afanoso bailaba Paquito el chocolatero. Hay que decir también que tenía una marcada propensión a la bebida, lo cual facilitaba bastante su locuacidad y su irreverente extravagancia.

El padre Manuel, recibió al finado en la puerta de la iglesia, tal cual era costumbre. Después de la salmodia recitada por el coro de beatas, lo arrastraron hacia el pie del altar sobre una peana con ruedas, rematada en las esquinas con cuatro cirios.

Hubo que convencer al Padre Manuel, para que le diera cristiana sepultura, pues Marcial, no había pisado la Iglesia desde el día de su primera comunión. Día que, por cierto, es recordado por todos debido al incendio que se produjo en la iglesia, cuando Marcial, por llamar la atención, prendió fuego a la casulla de Don Manuel con la vela que portaba en sus inocentes manos. Este, atribulado, se la sacó por la cabeza y la arrojó sin pensar, con tan Mala fortuna que fue a caer sobre el manto de la virgen, adornado con flores secas para la ocasión. A partir de ahí , poco se recuerda, ya todo fueron gritos y confusión, carreras de aquí para allá y gente abandonado el templo. Los monaguillos, lejos de ayudar, se remangaban las túnicas y saltaban por encima de la gente huyendo a toda prisa. Gracias a la intervención divina —o a la rápida respuesta de los bomberos— , el templo sigue hoy en su sitio. Eso sí, los niños quedaron sin recibir el sacramento hasta el año siguiente, cuando terminó la restauración del templo. Que decir tiene, que Marcial no fue invitado a la ceremonia.

Cuando todos estuvieron en sus sitios —muchos de ellos de pie, pues en la iglesia no cabía un alma más— y se hizo el silencio por un segundo, empezaron los murmullos, las conversaciones soterradas.

– A quien se le ocurre.

– Ya ves, así era Marcial, un alocado bonachón, siempre pensando en los demás.

– Se venía venir que tarde o temprano acabaría así —murmuraban otros—.

– Es que lo veíamos todos memos él. Que no era tan fácil, que ser funambulista es un oficio que requiere pericia, mucho equilibrio y años de preparación , no se aprende en una noche.

*

Tres días antes, cuando el circo llegó a la ciudad, toda la chiquillería, andaba revuelta. Hacía años que algo así no sucedía en la población. ¡Un circo!, con sus payasos, elefantes, leones con su domador, malabaristas y hasta un funambulista que prometía cruzar el barranco del agua salada sobre un cable a 30 metros de altura ¡y sin red!

Resultó, que la noche anterior a la función, el funambulista, que tenía las mismas aficiones que Marcial, la pasó en el bar del Eutaquio, y juntos acabaron con toda la bebida de baja graduación y después dieron cumplida cuenta de la de alta. Así pues, a escasas horas de comenzar la función, el susodicho, se encontraba en estado de coma etílico irreversible -al menos a corto plazo-.

Cuando empezó a correr la noticia, de que se iba a tener que cancelar el número del funambulista, el pueblo ardía de rabia, los chiquillos sin consuelo lloraban decepcionados. Llegó a tal punto la agitación, que el alcalde tuvo que intervenir para pedir calma a los vecinos y explicaciones al director del circo.

Al final, Marcial, en un alarde de irresponsabilidad y bondad —pues no estaba dispuesto a que los niños se quedaran con el espectáculo a medias— tan acostumbrados en él —y todavía embravecido por el efecto de la juerga de la noche—, se ofreció para sustituir al funambulista. Alegaba que este, le había revelado durante la noche, todos los trucos necesarios para caminar sobre un alambre como quien lo hace por el salón de su casa. De nada sirvieron las advertencias de sus amigos o del mismo alcalde, ni los ruegos desesperados de su madre. A las once en punto, según estaba anunciado, se encontraba dispuesto, y con la pértiga en la mano para comenzar el show.

Dio un último sorbo a la petaca que llevaba siempre encima, y comenzó a caminar sobre el alambre mirando al frente, poniendo los pies uno delante de otro con sumo cuidado. Milagrosamente, iba avanzando con tanta seguridad, que los espectadores boquiabiertos y en completo silencio, no dudaban de que lo iba a conseguir. Empezó a crecer en ellos una sincera admiración hacia Marcial. Apenas le faltaban dos metros para conseguir la gesta, cuando la gente, —Al igual que lo hacía al final de las verbenas— comenzó a corear su nombre, y fue este hecho determinante, pues Marcial, que se veía ya seguro tan cerca del final, intentó, en un alarde de atrevida ignorancia, saludar haciendo una reverencia cómica. Y fue en este momento, cuando se trastabilló perdiendo el equilibrio.

CARLOS RODRÍGUEZ

No fue fácil para ninguno de los tres el traslado de Vallejo a Madrid, se suponía que sería cosa de unos pocos meses para cerrar un caso que él conocía bien por estar relacionado con un asesinato y una red de tráfico de personas que había investigado y desmantelado tres años antes. Pero la cosa se complicó, las ramificaciones de aquel caso fueron abriendo distintas líneas de investigación y ampliando el número de implicados haciendo complicado su regreso a Galicia.

Aquel caso le trajo de cabeza durante cuatro años, hasta que por fin llegó el día de la macro operación en la que Policía, Guardia Civil, Gendarmería, Guardia Nacional Republicana y Carabinieri entraban sincronizados por la Interpol en más de cien ubicaciones a lo largo y ancho de los cuatro países. Por fin habían caído los principales responsables de aquella red de prostitución y extorsión que había dejado un reguero de trece muertos repartidos en los cuatro territorios.

Cerrar aquella odisea le permitió pedir el traslado, “será como estar de vacaciones” decía a sus superiores, que entendieron perfectamente que necesitase rebajar el nivel de presión al que había estado sometido, además, todo estaba tan bien atado que no sería necesaria su presencia hasta el día en que tuviera que declarar en el juzgado.

Después aquello sus jefes se sentían en la obligación de concederle algo a cambio de los sacrificios que había hecho durante la investigación, y le dejaron escoger a donde trasladarse. No lo dudo un segundo, la comisaría de Santiago sería su elección.

La cena transcurrió distendida, entre recuerdos y risas. Tras el postre Vallejo propuso un paseo junto al mar…

– ¡Hombre Vallejo, que no hemos bebido tanto! ¿Junto al mar? ¿Has olvidado que estamos en Santiago? En las afueras, sí, pero Santiago al fin y al cabo.

– No me he olvidado- dijo él entre sonora carcajada- pero la noche está estupenda, en la moto hay un casco para ti, y Noya o Villagarcia no está tan lejos, si me apuras un poco incluso Vigo, que nos podemos allí en cuarenta y cinco minutos… ¿qué me dices?

– Como resistirse a dar una vuelta acomodada en ese preciso sidecar… avisare a mis padres que igual me paso a dormir a su casa, Valeria no regresa hasta el domingo.

Amalia pasó al dormitorio para cambiarse de ropa, aunque al final lo único que hizo fue echar mano de aquella vieja pero impecable cazadora de cuero que Vallejo le había regalado cuando eran novios y viajaban a todas partes sobre aquellas tres ruedas. Mientras tanto, Vallejo había recogido la mesa y colocado toda la loza en el lavavajillas.

No tardaron nada en salir de Compostela y zambullirse en el asfalto de una casi desierta autopista. Vallejo estaba acostumbrado a realizar los escasos cien kilómetros que distanciaba la capital gallega de la ciudad olivica. Ambos tenían a sus padres viviendo en Vigo, y por tanto donde dormir una vez decidiesen retirarse tras un paseo por la playa y, probablemente, alguna copa en algún local sin demasiado jaleo.

Vallejo estacionó su Sanglas junto al atrio de la iglesia de San Miguel de Bouzas, un templo del siglo XVI que fue destruido y vuelto a levantar en varias ocasiones a lo largo de su historia. Para Vallejo aquella iglesia era especial, su familia era originaria de esta Villa marinera de la que él se sentía orgulloso.

Habían sido muchas las veces que ambos habían paseado junto a ella, se habían sentado en alguno de los bancos o en los muros que rodean y delimitan el atrio mientras Vallejo contaba por enésima vez alguno de los episodios históricos ligados a aquellas piedras. Los ataques y saqueos del pirata Fracis Drake, los múltiples bombardeos a los que se vio sometida en el siglo XVII por parte de navíos extranjeros, la custodia temporal de parte del famoso tesoro de Rande… en fin, un montón de historias que él disfrutaba contando mientras se le iluminaban los ojos.

Pero esta vez no hubo historias sobre la iglesia, la Real Villa, o las aberraciones urbanísticas cometidas en lo que antes había sido una playa y una magnífica zona de marisqueo, esta vez se limitaron a pasear de playa en playa recorriendo los arenales de esa zona de la ría con los pies metidos en el agua.

El recorrido fue de unos pocos kilómetros, con alguna que otra parada en la terraza de algunos de los locales que a esas horas permanecían abiertos y desde las que podían disfrutar de la vista de un mar tranquilo y la silueta de las Islas Cies al fondo.

No tenían prisa por regresar, ambos deseaban que el tiempo se detuviera y aquel momento no acabara nunca, pero casi sin darse cuenta habían vuelto al punto de inicio de su paseo.

Junto a la motocicleta de Vallejo ahora se encontraban estacionadas varias de reciente fabricación, probablemente propiedad de un grupo de jóvenes que charlaban y escuchaban música sentados en los bancos aledaños.

A medida que se acercaban a la moto las miradas de los jóvenes les seguían como esperando la confirmación, y justo antes de que llegasen a tocarla uno de aquellos jóvenes abrió su boca para pronunciar lo que a oídos de Vallejo podía ser la mayor de las blasfemias.

– ¡Menudo montón de chatarra que tiene el pureta! ¡lo mismo hasta arranca!

Vallejo se giró hacia ellos, pero sin moverse en su dirección, les miró fijamente mientras reían la gracia de su compañero al tiempo que con voz tranquila y serena les regalaba una pequeña clase de historia y motociclismo.

– ¡No, no, la nuestra es la del sidecar!

– Pues eso, muy brillante por fuera, pero un hierro viejo que a duras penas se moverá.

– ¡Pero que atrevida es la ignorancia! – dijo Vallejo mientras miraba a Amalia- ¿has oído lo que ha dicho? Estos muchachos no saben distinguir entre una obra de artesanía y un trasto fabricado en masa.

– ¡Ilustrarnos abuelo! – se escuchó desde el grupo.

– Será un placer – dijo Vallejo mientras Amalia se sonreía consciente de las palabras que saldrían de aquella boca, no en vano le conocía tan bien como a ella misma – Estáis ante la primera motocicleta de gran cilindrada fabricada íntegramente en España, con un motor monocilindrico de 500 cc. Esta concretamente salió de los talleres de producción en 1952, se ha recorrido toda España y visitado cada uno de los países de Europa y todos los que rodean el Mediterráneo. ¿Creéis que alguna de esas máquinas japonesas seguirá funcionando como el primer día después de setenta?

El silencio fue sepulcral, ninguno de aquellos jóvenes se atrevía a decir palabra, cosa que Vallejo aprovechó para zanjar la conversación con un simple – ¡ya me parecía!

Dicho esto abrió el compartimento del sidecar y extrajo de el ambos casos. Fue entonces cuando un sobre llamó su atención desde el panel de indicadores. Tras apartar a Amalia unos metros y una inspección rápida en busca de cualquier cosa sospechosa, lo tomo con su mano izquierda y con sumo cuidado palpo su contenido, y, aunque no parecía contener nada más allá de un papel, no quiso correr riesgos, pidiendo tanto a Amalia como al grupo de jóvenes se distanciasen al menos cincuenta metros.

Sacó una navaja multiusos, desplegó la pequeña tijera y con suma delicadeza fue cortando el borde del sobre por uno de sus lados para no tocar la zona de cierre y evitar así contaminar los posibles restos biológicos que pudiese haber allí. Observo el interior por el hueco abierto en busca de algún tipo de polvo, ya había visto sobres con esporas de ántrax en algunos de los cursos y seminarios que había realizado, pero no parecía haber nada extraño en el interior, de modo que extrajo la nota que había dentro y leyó el mensaje mientras hacía un gesto tranquilizador advirtiendo a Amalia y los chicos que ya podían acercarse.

La nota era escueta, pero provocó en su mente un flashback al día en que habían acudido al aviso por la muerte de Genaro Genárez…

“ Te creí mejor rival para jugar esta partida, Vallejo, ahora dudo que realmente seas tan bueno como dicen.

Recuerda, en las partidas de damas, nunca muere el rey»

MANUELA CÁMARA

LOS ATREVIDOS

Había concluido por fín la carrera de enfermería y ahora me encontraba, como toda mi promoción, en paro y contemplando la posibilidad de irme de España. Salí esa mañana de entregar mi expediente en una clínica privada con la esperanza de que me llamaran por lo menos para alguna sustitución. En la parada de autobús me encontré con un compañero de tercero que trabajaba en esa clínica y tras cruzar unas pocas palabras porque llegaba mi autobús, quedamos para vernos por la noche en el centro, en la cafetería de los estudiantes, tomarnos algo y hablar despacio del tema. Me advirtió que, si quería trabajar, llevara una mochila con ropa para una semana, porque él iba a ayudarme.

Una hora antes de que él llegara, ya lo esperaba yo, impaciente y nervioso, con el petate a mi lado. Entre montaditos y cervezas me habló de un lugar donde la ignorancia era la moneda de cambio y la gente vivía en una burbuja de certezas erróneas que no le provocaba ninguna vergüenza. En ese lugar la ignorancia no sólo era aceptada, sino también celebrada. “Si eres inexperto, tendrás abiertas todas las puertas”. Antes de despedirnos me dio un mapa para que lo siguiera caminando. Me advirtió que estábamos en el punto azul y yo debía ir caminando hasta el rojo.

Cuando se marchó abrí el mapa. Era la hoja de papel había dibujado un simple cuadrado. Uno de sus extremos señalado de rojo y en línea recta hacía adelante se mostraba el cuadradito azul al que supuestamente yo tendría que llegar. No vi ninguna papelera alrededor y me guardé la hoja en el bolsillo. Me había tomado el pelo. Me lo tenía merecido, por dejarme llevar por cualquier conocido. Si pensaba que cualquiera iba a ayudarme recién terminada la carrera, había sido un ingenuo. De todas formas, tenía que seguir ese camino para tomar de nuevo el bus de regreso a mi casa. Me puse la mochila a la espalda, me abroché el abrigo y caminé hasta la parada. No había ni un milano en las calles. Me senté en el banco iluminado por las barras fluorescentes de la marquesina. Cerré los ojos por un momento, ya se estaba pasando el efecto de la cerveza y me pesaban un poco los párpados. De repente sentí calor, volví a abrirlos y estaba sentado en el campo. En un banco de piedra, frente a un camino de carretera comarcal mal asfaltada. A mi izquierda estaba clavado un cartel direccional: «Bienvenidos a Desconocencia»

Sorprendido. Sin atreverme a pensar que esto que estaba viviendo era el efecto de algún producto caído sobre la cerveza, caminé hasta el pueblo bajo un sol primaveral y perseguido por algunos insectos zumbones. Vi que de las casas salía gente y todos tomaban la misma dirección. Yo hice lo mismo. Tras recorrer algunas calles fui a parar a una gran plaza. A la derecha había un escenario con un estrado, a su alrededor gente sentada en sillas blancas, hablando, aplaudiendo y vitoreando.

Seguí caminando al frente, hacía donde ponía «Hostal» , antes de nada, necesitaba ir con urgencia a algún baño. La mujer que atendía el mostrador mostraba un pequeño cartel con su nombre en la parte izquierda de su chaqueta «Olvido». Me dijo que mi amigo me había hecho una reserva para una semana de la casita número 3. El hostal era una fila de diez habitaciones que daban a la plaza, cada una con lo indispensable y con una puerta individual a la explanada. Eché la llave y me dirigí hacia la multitud.

Llegué en el momento oportuno. Acababa de subir un hombre que decía ser su presidente. Un hombre que se jactaba de su falta de conocimiento. No había tema que no pudiera malinterpretar o confundir. No había hecho al que no pudiera darle la vuelta y tornarlo a su favor. Su lema era: “¿Por qué saber algo cuando puedes inventarlo? ¿Por qué trabajar por algo cuando puedes hacer que todo trabaje para ti?”

Me senté entre la gente que lo miraba con fervor. No me extrañó porque era guapo el condenado. Sobre el podio se recolocó la chaqueta, se ajustó su corbata torcida y comenzó a hablar:

“¡Queridos ciudadanos de Desconocencia! Hoy quiero compartir con ustedes mi profundo entendimiento sobre el tema de la física cuántica. Verán, según mis investigaciones, los electrones son como pequeños gatitos que saltan de un átomo a otro. Y las leyes de la termodinámica… bueno, son solo sugerencias”.

La multitud lo miraba con asombro y confusión. Algunos se rascaban la cabeza, mientras otros intentaban contener la risa. Pero el presidente continuó:

“Y no olvidemos la teoría de la relatividad. Einstein, ese buen hombre, decía que todo es relativo. Así que, si alguien te dice que estás equivocado, simplemente dile:»¡Relativamente hablando, no lo estoy!»”.

Los ciudadanos se miraron entre sí, preguntándose qué era lo siguiente que iba a inventarse y cómo volvería a su favor tanto problema que estaba sufriendo su comarca. Pero el presidente no se detuvo. Habló sobre política exterior, economía y hasta recetó una cura para el resfriado común que involucraba comer tres plátanos al día.

Finalmente, un anciano también recién llegado, se levantó y dijo: “Señor presidente, ¿no cree que debería informarse mejor antes de hablar en público?”

El presidente lo miró con desdén y respondió: “Mi querido amigo, la ignorancia es como un traje elegante. Me queda perfecto”.

A lo largo de esa semana pude conocer a todos los miembros de su gobierno. El primero fue el cocinero experto en asuntos calientes. En su cocina, sartén en mano, aceite caliente chisporroteando, en lugar del huevo y las patatas, pone a freír una llave. La que abre puertas importantes. Sumerge la llave en aceite burbujeante, mientras espera pacientemente a que se dore. Al final, obtiene una llave crujiente y dorada. ¿El sabor? Bueno, eso es un misterio.

Conocí también al hombre pigmentado. Un aventurero intrépido que decidió explorar un desierto abrasador. Pero en lugar de caminar sobre la arena y verse comprometido con aquellos que intentaban alquilar una patera, se puso su traje de baño, se zambulló en la arena como si fuese agua y a la búsqueda de peces mayores, nada y nada, mientras los cactus lo miran con las espinas alzadas. Al final, emergió del «océano de arena» con los bolsillos llenos de contratos cuantiosos y un bronceado inusual.

Conocí también a una científica excéntrica que mantenía comunicación secreta con algunas plantas. Esta se sentaba en cualquier jardín y comenzaba a hablar con ellas. Les contaba chistes, les preguntaba por sus vidas y esperaba respuestas. Y aunque las plantas no responden, ella insiste en que están manteniendo conversaciones comprometidas y profundas.

De todo cuanto vi aquella semana me impresionaron sobre todo tres cosas:

La primera cuando el señor presidente enseñó a los granjeros a diversificar los cultivos y plantar nubes. Si, nubes. Cavaban pequeños agujeros en el suelo, colocaron semillas de algodón en ellos y esperaron con paciencia. Para su sorpresa las nubes comenzaron a brotar, esponjosas y blancas. Ahora tienen una cosecha de cirros y cumulonimbos y los pueden soltar cuando quieran.

La segunda cosa que me impresionó fue el peculiar fomento del deporte. Los atletas entusiastas se presentaron en la línea de meta del maratón, unos con zapatillas deportivas, pero los del señor presidente llevaban puestas sus cómodas pantuflas de conejito. Esperaba que aprendieran que mientras otros corrían ellos podían aventajarse dando saltos. A medida que avanzaban las pantuflas de conejito dejaban rastros de algodón de azúcar. Al final, los conejitos cruzaron primero la meta con una sonrisa y una bolsa de malvaviscos.

Y el que más me impresionó fue el intrépido astronauta que decidió explorar el espacio exterior. Se colocó su traje espacial, se ajustó el cinturón de seguridad y empezó a empujar un modesto carrito de supermercado en dirección a la luna. Sus conciudadanos desde abajo lo miraban asombrados. Los extraterrestres desde arriba lo miran con curiosidad. Mientras, él recoge latas de sopa y paquetes de galletas desparramados. Al final, regresó a la Tierra con una bolsa llena de estrellas y una factura de la NASA.

Me hice el carnet de su partido y a los dos meses de regresar de su mundo alucinante, me hicieron un contrato definitivo.

Aprendí que la ignorancia no era un obstáculo, sino una oportunidad. No importaba si no sabías dónde te metías; lo importante era lanzarse. Aprendí que todos hacemos el ridículo alguna vez ante los ojos de alguien, y no por eso nos falta ningún cacho. Pero, sobre todo, aprendí que el mundo es de los atrevidos, de lo que intentan lo posible allí donde otros se quedan estáticos. De los atrevidos que saben que más vale tener heridas por valiente, que estar intacto por cobarde.

BEGO RIVERA

¿Lo pillas o ne le pilles?

Les muchaches entraren en le iglesie.

Pepi, Luci, Jén y otres chiques del botellén se habíen apostade quién aguantaríe tode le noche en el vieje y fantasmagorique santuarie.

Elle le habíe quitade le llave al extremadamente vetuste y antipatique cure, Den Roberte, tan vieje, tan vieje, que ni le más anciane del luguer sabíe de su edad, simplemente ya estabe allí.

En el interier tode ere silencie.

Les siete amigues adolescentes reían , juntes eren muy valientes pero haste entonces no se atrevieren a entrer y comprober si como decíen les males y otrores lengues les fantasmes existíen.

Le primere en chiller fue Toñe, el grite fue tel, que reboté en les paredes y vidrieres haciende estaller les cristales cayende sobre Carles, Luci, Jon y Jen, muriende en el acte salpicande tode de sangre.

Toñe al ver ese se cayé mirande a sus amigues troceades. Pepi y Elle le cogieren de les braces y arrastrándole fueren hacie le puerte, le cual estabe cerrade, por supueste, ya que es une historie de terrer.

Preses del panique buscaren une salide, sin éxite.

Después de varies hores escucharen le puerte abrirse, y vieren entrer a Den Roberte, que volvié a cerrer le puerte.

Les tres chiques sin troceer se acercaren corriende aliviades y llorones.

El cure les miré diciéndoles: » Le ignorancie es atrevide, come le juventud que es le que ye quiere, vuestre joven sangre, incautes e ignorantes, no existen los fantasmes, pere sí les vampires, menude destroce me habéis heche en mi iglesie». Enseñándoles sus colmilles se dispuse a succioner.

SHELO SHELO

La ignorancia es atrevida.

Desde muy pequeña, Bohemia se sentía diferente, pero ni sus familiares ni sus compañeros la comprendían. La juzgaban por ser despistada, pero para ella, la vida era un lienzo en blanco, esperando ser llenado con mil colores.

Era hiperactiva, intuitiva, impulsiva y siempre tenía una sonrisa en el rostro. Los niños a menudo le gastaban bromas, pero la maestra les recordaba que «la ignorancia es atrevida», intentando proteger a Bohemia de los juicios y las burlas. en agradecimientos ella la llenaba de mojados besos cargados de hiperactividad y ternura.

En clase de arte, el profesor solía limitar la creatividad de los niños, instruyéndoles sobre cómo hacer las cosas «correctamente». Sin embargo, esto aburría a Bohemia. Su mente siempre vagaba hacia un mundo de arcoíris, donde encontraba inspiración para sus poemas.

Un día, mientras el profesor explicaba las técnicas de pintura, Bohemia se perdió en sus pensamientos. Su mente se fue hacia el mundo de arcoiris donde alegremente empezo a cantar:

veo flores de colores alegres corriendo por un prado, hojas bailando con el viento y nubes y árboles riendo a carcajadas por algún chiste contado por el sol.

La risa de Bohemia interrumpió la clase, pero ella no podía contener la alegría que le provocaba su mundo imaginario. Al final de la clase, la profesora intentó hablar con ella, pero su mente seguía en otro lugar. Bohemia simplemente se escapó al patio de juegos, donde se encontró con su amigo desconocido, el TDAH.

La maestra observó con una sonrisa en el rostro, esperando algún día entender el mundo mágico de su alumna hiperactiva.

RAÚL LEIVA

Paradojas culturales

Jorge Méndez Blake, es un artista mexicano que presentó alrededor del año 2016, una instalación denominada “El Castillo”. La misma consistía en un muro de ladrillos apilados prolijamente en cuya base se había colocado un ejemplar del libro “El Castillo” de Franz Kafka que paradójicamente tendía a desestabilizar la sólida estructura. El artista eligió esa novela de Kafka porque “el personaje de la historia está en contra de un sistema de una manera anónima y diminuta y no sabe que está luchando contra toda una estructura, que es el castillo. El libro en la obra hace lo mismo”, dice. Algunos espectadores, rebautizaron esta obra como “El impacto de un libro”, que sintetizaba un poco la razón de su construcción. Estas imágenes fueron viralizadas y la instalación se replicó en varios museos manteniendo la misma estructura solo que con ladrillos propios de cada zona para reafirmar el poder universal de la literatura.

Un artista de un pueblo perdido en el interior de la provincia de Santa Fe en Argentina, decidió ir más allá. Gestionó un dinero y materiales para hacer la instalación en una plaza pública con el fin de concientizar a la gente con el poder de la lectura y eligió el espacio abierto para no circunscribir ese trabajo a un reducido número de visitantes del museo sino para que todos lo puedan apreciar. Con el visto bueno de los artistas locales y las autoridades del municipio, escribió una carta solicitando los materiales y recurrió a unos amigos para la construcción del muro. Intentó hacer contacto con el artista mexicano sin ningún éxito, pero supuso que, al subir las fotos a las distintas redes, Jorge Méndez Blake no iba a tardar en contactarlo y darle un merecido agradecimiento para el que estaba ensayando un discurso de gran contenido pero que sonara espontáneo. Se tuvo que ausentar del asunto por unos trámites impostergables, así que dejó todo en manos de sus amigos

El día de la inauguración, la plaza lucía como nunca. Rodeada de flores frescas, una banda infanto juvenil ponía notas a esa tarde de agosto y en medio del espacio, un enorme muro cubierto de una fina tela negra con una inscripción que señalaba “El castillo santafesino”. El clima gris de esa tarde enmarcaba a la perfección y generaba una atmósfera plomiza. El artista local se colocó de espaldas al muro y comenzó a recitar fragmentos de la obra de Kafka ante la mirada del pueblo mientras caía la fina tela que cubría la obra. Sus amigos contemplaban en silencio, profundamente emocionados por la labor cumplida, los habitantes no salían de su asombro y cuando finalmente el artista se dio vuelta, contempló un muro enorme de libros de Kafka y en la base un ladrillo que desestabilizaba todo. Sus piernas se aflojaron y cayó de rodillas como Charlton Heston ante la estatua de la libertad del Planeta de los simios.

Paradójicamente la gente comenzó a aplaudirlo. Una ovación genuina y sincera le estaba llegando de regalo al confundido artista que corrió a su casa a refugiarse del bochorno en una botella de whisky barato. A la mañana siguiente, en primera plana, una foto de su muro de libros desestabilizados bajo el título “El impacto de la construcción”, lo sacudió de su resaca. Una extensa nota que no escatimaba elogios al artista, narraba uno a uno los pormenores de la falta de oficios y cómo el autor se había sensibilizado con los albañiles demostrando que un solo ladrillo podía desestabilizar cualquier movimiento cultural sin violencia. Sin despedidas ni adioses, el artista desapareció para siempre del pueblo. Solo lo recordaba el empleado municipal que confeccionó la lista de materiales y confundió la cantidad de ladrillos con la de libros y viceversa.

Cuentan que, en Córdoba, en un barrio de las afueras de la capital, otro artista intentó armar un muro de libros de “El quijote” intervenido con una pelota de fútbol en la base. Tristemente el muro sucumbió ante los cientos de intentos, pero eso ya es otra historia.

LVIS GARES

Y aquélla mañana lluviosa , Manolo, después de seis meses postrado en la cama aquejado de «Netflixitis aguda», volvió a las clases , miró el calendario y se metió en el aula 1C del piso 1D del departamento 1H , tocado y hundido…La clase ya había empezado…

—Cuando el mar choca contra el espigón del puerto, el agua experimenta un efecto retroactivo que también sirve de retroalimentación para las algas, esporas y caballitos de mar. Es lo que se denomina como efecto «vade retro» y es en ese momento cuando cualquier pescador que esté intentando pescar no consigue que ningún pez pique el anzuelo lo cual redunda en la tradicional impaciencia del pescador aficionado.

—¿Quién coño es este tío, Tomas? —pregunta Manolo a su amigo del alma desde al menos tres minutos antes.

— El profesor de Biología Marina, Manolo. Vaya preguntas que haces. Más te vale coger apuntes que esto va para el examen.

—¿No te das cuenta que solo dice chorradas?

¿Nadie se da cuenta? Todos cogiendo apuntes y nadie pone en duda sus fundamentos. Vaya panda de paletos.

Manolo, harto de oir lo que él cree tonterías, carraspea y se dirige al profesor.

—¿De dónde saca usted tamaña estupidez? No está diciendo nada. Es usted un farsante.

Don Facundo Martinez lo mira de reojo, ya que es bizco de un ojo y casi del otro y con un ligero carraspeo, se tira un peo y empieza a disparar palabras por su boquita de piñon.

—Usted se atreve a decir que yo digo sandeces, usted que es la primera vez que viene a clase. Esto que cuento, sepa usted, no lo digo yo por decir, lo dijo el Capitán Mc Cloud en Vacaciones en el mar hace ya muchos años, unos treinta y seis años aproximadamente y usted, me atrevo a decir que aún no había nacido. ¿Cierto?

—Me está vacilando. ¿No? El capitán de aquel barco se llamaba Stubing y sí, no había nacido ¿pero que coño tiene que ver ese Capitán con la biología marina…?

La clase a estas alturas de la discusión se hallaba en estado de trance, unos apostaban por Manolo, los menos, otros por el terrible profesor, terrible porque según decían era padrino de Ivan el Terrible pero eso eran habladurías…

— Lo decía Jacques Cousteu en su barco, que razón tenía «Qué atrevida es la ignorancia »

— ¿Me llama usted ignorante? —bramó, Manolo.

—Mucho, muchísimo, vini, vidi y vincit y que sepa que le va a costar muchísimo superar este diez que ya le he puesto por dudar de mí. Espero que con esto aprenda.

—¿Un diez? ¿Me ha puesto un diez?..Ummm ¿De qué decía que iba el efecto « vade retro »

Y así pasó la mañana. En la Universidad, como se puede apreciar, la vida es muy normal y aprendemos un montón. Es lo que tiene ser licenciados.

GRISELDA SIERRA

IGNORANCIA VOLUNTARIA

Hace mucho tiempo, en un bosque lejano olvidado por la mano de Dios y de los hombres, existió un zorro que hipnotizó a las especies y las sometió a sus caprichos, después de proclamarse rey absoluto de aquellas tierras. Valiéndose de que sus antecesores poco o nada hicieron por mejorar el bienestar de la fauna en esos confines, el zorro atrajo a sus súbditos con palabras dulces y exiguas dádivas que los animales veían como colosales fortunas, a pesar de que de nada les servía para solventar su sobrevivencia. Ciegos, así era como preferían estar, porque ellos habían decidido entregar su corazón a ese rey, y también se habían arrancado los ojos para no ver el abismo en que el bosque se hundía y donde cada día cientos de animales morían a manos de los cazadores, convirtiendo aquellas tierras en un baño de sangre que las especies no afines al zorro miraban con azoro y preocupación. Pero el zorro cada mañana se empecinaba en reunir a la fauna para decirle que todo estaba bien, que los enemigos hablaban únicamente de falacias y que la vida en el bosque florecía como florecen las flores en un vergel. Y, cada vez que lo escuchaban, los burros rebuznaban, los chacales aullaban, los monos chillaban, las ratas musitaban, los cuervos graznaban, los búhos ululaban y, en general, las especies se emocionaban y aplaudían con frenesí. Ignoraban que aquellas palabras eran grandes sofismas.

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20 comentarios en «La ignorancia es atrevida – relatos»

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