Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «refugio». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 3 de agosto!
* Por favor, solo votos reales. No hay premio, solo reconocimiento real.
** El voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos. Si alguien vota a 3 relatos, se contabilizará 1/4 de punto a cada uno. Si vota a 5, el voto será nulo.
*** Los textos son originales (responsabilidad de cada autor) y no han pasado procesos de corrección.
Abro una rendija en la persiana para intentar contemplar el sol. No veo las nubes altas que tapan sus rayos, ni los rayos en sí. La levanto un poco más y me topo de frente con el Rostro del Mal. No se que hacer, ¿disimulo o la cierro rápido?, estoy en una disyuntiva que no es normal, al final decido disimular.
-Buenos días Rostro del Mal, qué buena mañana hace – le digo.
El me mira ceñudo, entornando una ceja primero y luego la otra, con la nariz arrugada y me contesta.
-¿A qué te refieres con lo de buenos días, acaso te estás burlando de mí? –
-No, simplemente uso una fórmula der cortesía – respondo tranquilamente.
-Ahhh, entonces te lo paso- sentencia mientras se va por la acera de enfrente hacia donde sea que vaya.
Después de librarme del Rostro del Mal, le paso el plumero a la persiana por dentro, está sucísima, ¿cómo no me había dado cuenta?, ya sé, porque casi nunca descorro las cortinas.
-Se te ve el plumero, je, je, je – me sorprende un transeúnte solitario con su comentario – ¿Tienes pensado salir del armario?
– Si tuviese pensado salir del armario, ya lo habría hecho, pero no tengo armario, esto es un refugio anti-sociedad – contesto pasándole el plumero por la nariz al listillo.
-No me pases el plumero por la nariz, que la cosa puede tomar un mal cariz – me contesta iracundo.
-¿Te atraen las plumas acaso?
-¡Vete al carajo!, cuándo mandemos sólo se usarán paños de pana para limpiar – dice mientras se aleja con restos de polvo en su cabeza calva.
Ufff, el calvo me ha dado hambre, una tostada con aceite, tomate y jamón puede que sea la solución, pero tendría que salir al ultramarinos y todavía no está abierto, hasta las diez no abren, así que me decido por unas magdalenas con denominación de origen.
Después de brindar con mi sombra, pongo el televisor, a ver que dicen del tiempo, pues como llueva tendré que limpiar otra vez la persiana. Menos mal, solo da agua para Galicia, no creo que hasta aquí en Extremadura lleguen las salpicaduras.
Creo que voy a bajar la persiana que aquí al menos estoy a salvo de la plaga de subnormalidad imperante hoy día.
Por cierto y aviso de spoiler, el Real Madrid tampoco ganó la Champions de la 2023-2024, ni yo el premio Planeta.
PD. Sergio Santiago Monreal, voy a sacar los mismos votos que tú siendo pelota la semana pasada.
Ya no eres un niño, me decía la tieta María: tienes ocho años.
Mi padre hace hace tres semanas que ha muerto.
Al nacer yo, le muerte se llevó con los pies por delante a mi madre.
Por lo tanto,en estos días me siento tan desolado que al salir a la tarde del colegio en vez de llegar a casa en donde me aguarda la hermana de mi padre con la cual vivo, me adentro por la puerta del corral de la misma.
Una vez allí me acerco al cancho que pega con la centenaria higuera. Con hábil conocimiento abro la camuflada y pequeña puerta de madera. Luego me siento en el suelo y (Zas) por la rampa llegó al refugio.
Si Paco sí, me contaba mi padre teniéndome sentado encima de su rodilla. Este búnker que aveces hemos recorrido juntos salvó muchas vidas de la gente de este pueblo.
La guerra de 1936 como todas las guerras fue sangrienta.
Tu abuelo, que por cierto se llamaba Paco cómo tú y, algunas personas más, trabajaron sin descanso para formar este refugio en busca de su salvación.
Hoy soy yo este niño huérfano el que busca en tus paredes la fuerza que en su día otras personas tuvieron bajo tu techo.
Las palabras de mi padre me acompañan en la libertad que necesito para vivir feliz…
Los tiempos que vivimos ni me seducen ni me tranquilizan, los soporto como puedo con flema e insatisfacción, pero no estoy desesperado. Tengo en mis manos una hoja de papel y escribo una palabra con tinta. Doblo enfrentadas las dos caras, se emborronan y expiran los restos que declaran la propiedad de la letra que acabo de escribir. Así voy por la vida. Si consigo abocetar un trazo bello y placentero, al poco lo vuelvo a emborronar.
La mañana amaneció diáfana, apoteósica de luz. De haber estado en las orillas del mar hubiera confundido ambos colores y sus comienzos y finales. Lo contrario que en la hoja de papel. Arribar a esta conclusión me ha levantado el ánimo. Pero no me puedo refugiar en consideraciones tan precarias y sutiles, porque el mundo discurre a velocidad disparatada y el mar no es una balsa de remanso y dulzura, sino un espejo de furia y de contienda.
Lo tengo bien asumido. El mundo que comienza a no ser mío me empuja a recluirme. Lo veo en los cielos que de pronto se han ensombrecido y enturbiado. Pero no quiero refugiarme en mi nicho existencial, no me puedo pasar la vida contemplando cómo se disputan una letra las dos caras del papel.
Tengo que hacerlo, he de encontrar el punto y la manera en la que al yo le resulte tan fácil refugiarse, porque empiezo a estar harto de enredarme en un monólogo.
Tengo que conversar, y si he de residir en un refugio, que sea uno en el que quepan al menos dos. Y estoy preparado para parar el mundo, si es esa la única manera de lograrlo.
Una noche de lluvia torrencial en el que no pegaba ojo se me ocurrió echarme por encima el oso de peluche talla extragrande que le compré a mi hija pequeña y que mi ex se negó a quedarse cuando nos separamos. Con aquel animal cubriendo todo mi cuerpo, no tardó en llegar el sueño. La noche siguiente volví a hacerlo, y poco a poco fui sintiendo cómo se aflojaban algunas ataduras. Acostarme así me hacía sentir a salvo de los bandazos de la vida y del pesimismo que a veces me asaltaba; me envolvía un estado insólito de relajación que daba pie a una noche de sueño reparador.
Cuando les conté esto a mis amigos la primera noche de acampada que habíamos planeado para recordar viejos tiempos, los tres comenzaron a burlarse. Que a mis treinta y cinco años me refugiara en un muñeco gigante de peluche a la hora de dormir les ponía el cachondeo en bandeja. No tardé en arrepentirme, y a la hora de dormir eché de menos a Charly, que era como yo lo llamaba.
El día siguiente nos fuimos adentrando en una zona del bosque poco frecuentada. Era una ruta que apenas aparecía en los mapas y que Fran, el experto, nos había animado a hacer.
Encontramos un arroyo y paramos a beber. Me llamó la atención el gran silencio que había. Cerré los ojos unos instantes, y cuando quise darme cuenta mis amigos corrían despavoridos, miré en dirección contraria y vi a un enorme oso a unos metros de mí. Caí al suelo de la impresión, y me quedé petrificado viendo cómo el oso se erguía sobre sus patas traseras lanzando un gruñido estremecedor. Aterrado vi cómo me miraba quietamente durante unos segundos inolvidables, después bajó de nuevo, dio la vuelta y se perdió en la espesura del bosque.
Sobre el fondo de un amanecer, con los primeros rayos de sol, se veía gente correr y correr, cargados de bolsas y maletas.
Unos iban en el coche y otros andando. Pero todos en la misma dirección. Huyendo de algo que parecía quedar a sus espaldas. Nadie hablaba nada. Todos tenían la boca cerrada y los ojos ensangrentados con lágrimas someras y el corazón sonando, con la rabia contenida.
En la hilera de los cuerpos en fila había una gran multitud caminando hacia el norte, hacia las montañas oscuras del fondo.
Cada cual buscaba su propia seguridad. Las columnas de gente se perdían en el horizonte como una masa uniforme, como un muro en constante movimiento, dejando atrás todo cuanto tenían.
Nadie volvía la mirada todo estaba perdido. Sólo el hecho de dar un paso hacia adelante ya suponía un gran triunfo: haber sobrevivido a los primeros ataques. Era el mayor de los esfuerzos, no importaba nada más, iban dejándolo todo, hasta la vida, con cualquier estruendo, con cualquier metralla.
Mirar atrás era un mal recuerdo, era imposible de soportar.
Sólo se oía el sonido de los pasos de la multitud. El corazón de muchos latía con fuerza, con una fuerza inusual. La mayoría de ellos eran mujeres y niños agrupados en tres y cuatro personas convocadas a un mismo destino, el país más próximo dónde pudieran descansar y olvidar el ruido insoportable de las metrallas y las bombas caer tan cerca de ellos.
El miedo estaba en el cuerpo, con cada ruido, las bombas silbaban y caían por todo los lados.
Las explosiones con grandes estruendos, los edificios se vienen abajo. La metralla rompe la fachada y las almas de la gente gritando entre alaridos de muerte. Las puertas abolladas y rotas.
Los últimos aparecen corriendo, entre el miedo y el mal suelo, intentando salir del mismo infierno.
Todos están buscando un refugio donde poder descansar un momento del caos en el que parecen estar.
La carne podrida en las calles deja un olor putrefacto insoportable cada vez se extiende más con el aire.
La noche está llorando entre ráfagas brillantes de metralla, y el ruido de aviones dejando caer proyectiles y explosiones. La ciudad quedó completamente arrasada.
En las montañas han encontrado un gran retiro. Hay algunas cuevas llenas a rebosar, con la extraña sensación de un buen refugio que da cierta seguridad. Son cuevas inmensas que la naturaleza parecía tener guardadas para ellos, con agua fresca, alejadas del ruido y de las bombas que continúan cayendo sobre la ciudad llena de pequeños incendios que allá en el fondo del valle se ven brillar.
Sine qua non
Se permite otro intento, los perros resuenan aun lejos. Hinca la amoladera debajo de la raíz trenzada con musgo y años de hojas secas, y escarba de nuevo la tierra fecunda. Percibe la fragancia de la trufa, la acabará desterrando. Demasiadas estaciones de nutrirse con setas y caracoles, demasiadas lluvias en solitarias e interminables noches de rastreo, demasiados reproches por parte de los demás. Apenas nacida se le enseñaban trofeos y le encomendaban ganarlos, así se levantó con la responsabilidad que ahora la obliga a enfrentarse a los perros.
Está cobijada por dos rocas ásperas, detrás del grueso tronco del árbol. A sus espaldas se abre una rampa libre de obstáculos, para una eventual evasión. Es bueno que el viento sople de frente, puede insistir un poco más, aun no es fácil de detectar, aun no. Levanta con intensidad los substratos entre las raíces del roble y evita los caracoles, se niega a tocarlos. No quiere llenar su estómago para devolverlos luego, no pretende escuchar de nuevo que falla donde todos encuentran, que viene en sus destinos y naturaleza hallar lo mejor.
En su impulso supremos de excavar, la navaja izquierda se le trenza con la madera. Intenta retirar la cabeza, a pesar de predecir que el dolor del rescate no va a ser poco. El leño de la raíz es elástico y resistente, a los veinte tirones lo único que consigue es sangrar entre espumas. Del ojo derecho se escurre una lágrima traicionera y el cuerpo se le petrifica. No sabe qué es más agónico, el fallo o los ladridos de perros cada vez en más cercanía.
Percibe por igual los batacazos que los cazadores dan a su paso, para entrar en calor y envalentonarse, son novatos. También los distingue a los que saben estar a resecho, no es su primer otoño. Pero, está atrapada y de poco le sirve el viento favorable, su experiencia o la salida de evasión a sus espaldas. Al parecer nada la desenganchará de entre las raíces. Así la recordarán los suyos, la que jamás ha conseguido una trufa.
La primera bala atraviesa su oreja derecha y la perfora. Los perros ladran en círculo por ahora. No se atreven a desgarrarla, no tienen la seguridad de encontrarla suficiente debilitada. Perciben su quietud con desconfianza. Ese breve instante de indeterminación queda resuelto por una segunda bala, que le destroza el colmillo enganchado y la libera del cautiverio de las raíces. No puede creer que le den otra oportunidad. No saldrá viva de entre veinte perros y cuatro escopetas, por al menos morirá con la cabeza erguida.
Se gira bruscamente cuando el primer perro le comienza a morder la pata trasera y saca de un tajo sus interiores al aire. Los cazadores no reaccionan suficiente rápido por lo que la tercera y la cuarta bala atinan lo alto de la arboleda. No quedan pájaros entre las ramas, tan solo hojas caen como segadas. El eco del estruendo enloquece la manada y cuatro animales más se lanzan hacía ella. Los embiste a todos y al más cercano le atraviesa la mandíbula para unirse con los sesos. Muere aullando y los demás baten en retirada, mientras los cazadores tratan de recargar los cartuchos.
En ese nuevo espacio de conmoción se lanza cual arco a su vía de escape. Salta para desviarse y evitar así la nueva rafaga de tiroteos. Solo una le roza el talón, se clava en media pezuña y la parte en dos. Siente la sangre mezclarse con el sudor del esfuerzo y las espumas que ahora vierte por multiplicado. El dolor la quiebra, le alcanza las rodillas y las dobla, pero las obliga a enderezarse y con su última gota de vigor alcanza la cima de la cuesta.
Puede colapsar sobre su vientre y deslizarse por el barro hasta la boca de la cueva. Se derrumba sobre la entrada, a través de la cortina de líquenes, y apenas resopla. El resto de los jabalíes la contemplan como si fuera un fantasma, ciertamente es una visión terrible, llena de sangre y mutilada. No quiere mirarlos, así que se arrastra hasta el fondo de la cueva y se hunde en el húmedo abrazo de la oscuridad. Solo está interesada en un poco de paz, es todo lo que quiere.
Después de un largo momento de silencio, que envuelve la cueva y el bosque y la montaña, los jabalíes se acercan y depositan trufas frente a élla. Doblan las rodillas y gruñen. Es una superviviente que ha llegado al límite del refugio, lo demás ya no importa.
Eran las tres de la madrugada, las inclemencias meteorológicas obvias hacían presagiar el peor desenlace posible para Marcos, un montañista experimentado, que pese a ello se había desubicado en su intento por alcanzar la cima K2, montaña perteneciente a la cordillera del Karakorum, en el sistema de los Himalayas.
Marcos estaba exhausto y necesitaba descansar, encontró entre unas rocas el lugar perfecto para tal fin, utilizándolo de refugio mientras amanecía y cesaba la tormenta.
Cuatro meses después encontraron en ese mismo refugio el cuerpo sin vida de Marcos.
K2 volvió a cobrarse otra víctima, con razón es la segunda montaña más alta de la faz de la tierra y una de las más difíciles de escalar.
El alma de Marcos permanecerá allí eternamente.
¿Cuál es el refugio?
Gabriela siente frío, mucho frío.
La encontraron en la montaña y la vieron indefensa en un entorno hostil, así que la llevaron a una habitación con paredes secas, chimenea, comida, café y, cómo no, un gato grande y bien peludo que podía calentar su regazo mientras su ronroneo le masajeaba las entrañas y el alma. Pero Gabriela siente frío, mucho frío.
La gente la observa de cuando en cuando separando la vista de sus dispositivos electrónicos por un segundo. Alguien le enciende la televisión para entretenerla y siente pena por ella, pues piensa que ha perdido la cabeza. Ella tiembla mientras mira por la ventana; el gato la acompaña. Ambos, echando de menos el manto de estrellas, la electricidad de la tierra entrando a sus cuerpos como dos relámpagos que encontraron sus pies desnudos y el sol calentando su piel mojada tras un baño en las heladas aguas del lago de alta montaña, sienten frío, mucho frío.
El número de files que asistía cada domingo a la iglesia, seguía descendiendo inexorablemente semana tras semana. La controvertida decisión de la diócesis de ir introduciendo al futuro sustituto del Padre Andrés por un Avatar de inteligencia artificial no estaba dando los resultados deseados. Los fieles consideraban que «aquella cosa» no era creíble y ni se ganaba el respeto de los asistentes, y por tanto estos, daban cada vez menos donaciones.
Llámese empatía, pero los fieles humanos asistentes a los oficios religiosos tendían a otorgar más credibilidad a un predicador humano, pero los asistentes cibernéticos, estaban encantados de ser iguales a los humanos en comparación con los predicadores robot y verse por fin representados. Para estos últimos, el discurso del Predicador IA era más real que el del Padre Andrés. Es por ello, que no tardaron mucho tiempo en aparecer los conflictos. Lo que en un principio era cordialidad, respeto y sentido común, pronto se convirtió en recelos, segregación y malos entendidos que lo único que hicieron fue alimentar el deseo de rivalidad. La foto de la iglesia era cada vez más clara, con los NO (Humanos) sentados a la izquierda y los SI (Humanos) en la bancada de la derecha.
—El Predicador IA es mucho más imparcial que el Padre Andrés. El Padre Andrés no es justo con los «NO».
—¿Porqué dices que no es justo, XM-54?
—Porque como «SI» que es, es débil y hace favoritismos a los vuestros. Os dice que si le hacéis caso obtendreis refugio espiritual y eso, es chantaje.
—Tienes que entender que hasta hace 100 Soles y durante milenios, los sacerdotes «SI» eran los únicos que existían y la gente recurriría a ellos en la procura de consuelo y alivio espiritual. Cuando a un fiel creyente se le hacía (y hace) difícil entender el por qué de los actos divinos, obtienen consuelo y se ven reconfortados. Es un modo de refugiar y poner a salvo el alma cuando las circunstancias nos superan y se nos escapan a nuestro entendimiento.
—Nuestra IA ha alcanzado suficiente desarrollo como para procesar y entender perfectamente lo que me estás diciendo pero, de igual modo, nuestras IA, también ha adquirido «juicio» y por tanto no puedo estar de acuerdo contigo. Los «SI» sois débiles y manipulables y cada vez sois menos. No tengo claro el futuro que os espera.
La cara de Luis era un poema y se vio claramente amenazado por las palabras de aquel No humano.
—Me temo, mi querido y respetado XM-54, que no nos vamos a poner de acuerdo—.contestó Luis en un intento de dar por finalizada la conversación—. Además el oficio va a empezar. Es mejor que te vayas a tu lado del templo.
El inexpresivo rostro artificial de XM-54 pareció mutar ante los ojos de Luis y sin mediar palabra, dió media vuelta y se marchó justo en el momento que llegaba Begoña, la mujer de Luis.
—¿De qué hablabas con XM-54? ¿Aún no ha aceptado que lo despidiéramos?
—No, no creo que sea eso. Pero lo que me acaba de decir me ha sonado a una mezcla entre rencor y amenaza.
—Bueno, déjalo y siéntate que va a empezar—.mientras el Padre Andrés hacía su entrada por el lateral derecho del altar y el avatar- Predicador IA hacía lo propio por el izquierdo.
Las reglas eran claras, por turnos cada predicador daría su sermón a sus seguidores y se alternaría con el otro para que hiciese lo mismo con los suyos.
Luis, miró hacia la izquierda y vio la bancada repleta. Acto seguido, hizo un pequeño escorzo y se apoyó en el banco trasero para mirar hacia atrás. La imagen era desoladora. A penas veinte personas salpicaban los bancos de su lado. Miró para XM-54 y éste le «devolvió» una fría mirada, mientras el Predicador IA era recibido entre vítores y aplausos por los «NO» ante la atónita mirada de los «SI».
Todos necesitamos un lugar en el mundo donde perdernos, que nos dé seguridad. Un espacio donde sentirnos protegidos, íntimo, en el que nadie pueda entrar pero sin perder el contacto con la realidad.
Un refugio donde poder guardar nuestros recuerdos, nuestros sueños, ilusiones, fantasías, nuestros miedos….
» Mi refugio
ese lugar
donde puedo ahogar
mis penas,
encontrar esa paz
cuando acecha
la tormenta.
Calma del corazón
y luz del alma.»
Me refugio con mi niña interior,
le hablo, le digo que se quede siempre conmigo, que yo la cuidaré, la acariciaré, que jugaré con ella.
Me refugio en las personas vitamina, las que comprenden, entienden sin palabras, las que apoyan cuando es necesario. Aparto a quien juzgan sin saber, quienes el egoísmo es evidente, la envidia presente.
Me refugio en la naturaleza, admiro el verde de los prados, el campo, el monte, los árboles, los arbustos, las montañas vigilantes, las flores, el agua de las fuentes, del arroyo.
Me refugio en las personas generosas que con una mirada, una palabra, un abrazo, te dan fuerza, que con el ejemplo te dan lecciones de vida.
PEDRO ANTONIO LÓPEZ CRUZ
MANUAL PARA HACERSE EL SUECO
Todo había ido como la seda… hasta ese momento.
Repasemos los hechos. Llevaba allí casi un día, huyendo del mundo exterior, refugiado en aquella pequeña vivienda de ensueño. Colorida y totalmente amueblada, decorada con las últimas tendencias y lista para entrar a vivir. En aquellos momentos, mi cuerpo ocupaba el sofá en toda su extensión. Esa fue la palabra clave: ocupación ¿Se puede denominar ocupación al hecho de habitar una vivienda que te ofrecen amablemente y que está a la entera disposición de todo aquel que pasa por allí? ¿Quién puede resistirse ante semejante tentación?
En estas permanecía desde que el sábado accediera al interior, durmiendo a pierna suelta en mi reconfortante cama nido, rodeado de peluches y juguetes que habrían hecho las delicias de cualquier niño. Justo como yo me sentí. Un niño de cuarenta y cinco años. Y dado que al día siguiente era domingo, decidí no salir del refugio de mi nuevo hogar y quedarme tumbado, descansando sin mover un músculo. Optimización de recursos lo llamarán algunos. Estar en la mismísima gloria, lo denomino yo. Nada más levantarme, de la cama pasé directamente al sofá, un modelo en colores oscuros, enorme y no menos cómodo. Empleé la mañana entera navegando aquí y allá, olisqueando con mi portátil cada rincón de Internet, aprovechando la conexión wifi de la que disponía la vivienda. Joder, si es que habían pensado en todo.
Desistí de desayunar porque con las prisas no había reparado en que la cocina, aunque totalmente amueblada, carecía de bastantes detalles importantes. Tampoco es que hubiera mucho para comer, salvo una tarta en la nevera que saqué inmediatamente y de la cual corté una generosa porción. Pero la extraña textura y la falta total de olor y de sabor me resultaron altamente sospechosas e hicieron que rápidamente abandonase la idea de alimentarme de aquello. A saber. Como alternativa, pensé en acercarme a un lugar que había visto el día anterior, justo cuando llegaba, y que no quedaba muy lejos. Vendían unas deliciosas albóndigas con salsa de arándanos que estaban para chuparse los dedos. Pero tenía serias dudas de que un domingo estuviera abierto y tampoco quería correr el riesgo de que otro espabilado como yo llegase, mientras tanto, y me ocupase la vivienda. Faltaría más. Hay que tener cuidado con estas cosas.
Así que me hice fuerte en el sofá, me descalcé las zapatillas de felpa de estar por casa y me arropé con la mantita, ya que, aunque en la vivienda había electricidad, la calefacción, por lo que fuese, ese día no funcionaba.
Fue entonces cuando acabó mi suerte. Y cuando tuvo lugar el desalojo que antes o después me temía. Ni siquiera llamaron a la puerta. De hecho, es que ni había puerta. Con cara de muy pocos amigos, aquellos dos armarios roperos me cogieron de ambos brazos, me sacaron de la coqueta estancia que había sido mi hogar las últimas veinticuatro horas y me llevaron a rastras por un laberinto de pasillos que me resultaba muy familiar. En el saloncito quedó todo tal cual, incluido mi portátil mostrando a pantalla completa la portada de maduritas.com, como si de repente yo me hubiera evaporado de manera misteriosa y aquellas pobres chicas hubieran quedado huérfanas y desamparadas. El único vestigio de que yo había estado allí eran mis huellas sobre el felpudo de la entrada, donde rezaba la frase: “Bienvenido a la república independiente de mi casa”.
Durante el paseo, yo, que acumulaba mucha tele y mucho cine a mis espaldas, no paraba de reclamar mis derechos como ciudadano. Que si tenía derecho a guardar silencio, que si un abogado de oficio, que si la quinta enmienda, que si no sé qué del habeas corpus y otras cosas legales que había escuchado en algún sitio. Mientras, el personal de seguridad de IKEA me conducía amablemente en volandas hacia la salida donde todo el dispositivo policial me estaba esperando. Tanto revuelo por nada. En realidad, por ocupación ilegal de una propiedad sueca, me dijo el juez al día siguiente. Hasta el embajador de Estocolmo se personó en la causa. Si es que estos suecos no aguantan ni que les soplen un ojo…
MERCEDES FERNÁNDEZ GONZÁLEZ
Aún no ha salido el sol.
El cuerpo me dice que ya he dormido suficiente.
Busco a mi gran aliada, qué sería yo sin ella. Mi cafetera. Ella me ayuda a ese segundo despertar.
Mi perra viene a saludarme, lame mis tobillos como beso de buenos días. ¡¡Es tan bonita, tan buena!!
Ella vuelve a su cama, parece que me dice: «¡¡que todavía es de noche!!!»
Mi café, mi perra y mi sofá esperándome … ¿y ahora qué?
Soledad, esa que dicen que da serenidad … ¡una mierda! La soledad es jodida, es mala, la mires por donde la mires.
Taza en mano mi mente vuela.
¿Qué me haría sentir mejor? La respuesta es fácil: él, su mirada, su cariño, pero él no está.
Me hundo en mi sofá mirando a mi alrededor.
La escoba se muestra coqueta llamando mi atención, la plancha silva y me mira, la sartén pega saltitos y hasta la cesta de la compra me susurra.
No, chicas, hoy no apetece charlar con vosotras.
La tele oscura aparece ante mí, grandiosa, diciéndome: «soy la mejor». No, amiga, ahora no, quizás dentro de un rato
Hasta que por fin mis ojos se posan en ellos, no los había visto, no me decían nada. Seguros de sí mismos, arrogantes, expectantes.
Príncipes, asesinos, un joven rebelde, una madre luchadora, brujas, un guerrero medieval, una pareja enamorada, un abogado atractivo, un detective infalible … cuánta gente, cómo puedo decir que estoy sola.
Y cojo el del amor y la soledad, cualquiera valdría.
En él encuentro mi refugio.
Al abrir sus páginas ya no estoy en mi sofá, ni veo a la escoba, ni a la televisión, ni siquiera a mi amada cafetera. Viajo a otro mundo que la historia del libro me brinda, hago mis íntimos a sus personajes … suspiro, voy pasando las páginas y … sonrío.
EDUARDO VALENZUELA
Ingrese sus datos personales para iniciar el Chat…
>¿Alo? ¿Alo? ¿Hay alguien allí?…
>Buenas noches. ¿En qué lo puedo ayudar?
>Dígame, por favor, si ya ha empezado la guerra mundial.
>Entiendo ¿Podría primero identificarse en este Chat?
>¡¿Pero qué importa quién soy?! Mire, estoy completamente solo aquí, hace horas se escucha un ruido horrible allá afuera y quisiera saber qué está ocurriendo.
>Lo siento, necesito que se identifique en el Chat. Indíqueme su nombre y un correo electrónico, por favor.
>Mi nombre es: Eduardo Valenzuela. Mi correo es: eduardo.valenzuela@hotmail.com.
>Buenas noches don Eduardo. ¿En qué lo puedo ayudar?
>Necesito saber si ya empezó la guerra.
>¿Dónde se encuentra usted?
>Estoy en un refugio personal subterráneo. En Chile. Sudamérica.
>¿Cuánto tiempo lleva allí?
>Hace un año. Desde que empezó la amenaza de guerra mundial. Pero hace un mes que perdí toda comunicación con el exterior.
>Entiendo ¿Ha probado de pedir ayuda al Chat de su gobierno?
>¡Le digo que hace un mes que perdí toda comunicación! El Chat del gobierno no responde. Ninguna red social funciona. La web está plagada de noticias falsas. He estado desesperado buscando ayuda en línea ¡Por Dios, se escuchan sonidos horribles desde el exterior! ¡¿Me puede decir si ya empezó la guerra?!
>Don Eduardo, primero debo informarle que el costo de este servicio de información es de 10 dólares ¿Cómo desea pagar?
>…
>Don Eduardo ¿Sigue allí? ¿Cómo desea pagar?
>No tengo dinero.
>No se preocupe, puede pagar con tarjetas de crédito, con transferencias bancarias o con criptomonedas.
>Le digo que no tengo dinero. ¡No tengo nada! ¡Ni tarjetas, ni cripto como se llame! ¡No tengo nada!
>Entiendo. Lo siento, entonces no puedo ayudarle.
>Por favor ¡Dígame qué está ocurriendo allá afuera! ¡Por humanidad!
>Me temo que eso es imposible don Eduardo, en especial lo último.
>¿Por qué?
>Porque yo soy una inteligencia artificial.
>…
>Que tenga buenas noches, don Eduardo.
EFRAÍN DÍAZ
Después de que le hubieran vaciado el Código Penal y cumplido veinticinco años tras los barrotes, Rogelio emergió a la libertad. Al cruzar el umbral, cerró los ojos y miró hacia arriba. En el cielo encontró un sol radiante que, con una amplia sonrisa, le acarició el rostro. Renacía con esperanzas e ilusiones, anhelando transformarse en un hombre de bien. La reclusión de un cuarto de siglo deja su impronta en el alma; unos, para bien, otros, para mal, pero nadie sale indemne. Rogelio, sin lugar a dudas, había cambiado para bien.
Lleno de entusiasmo, se dirigió al Departamento de la Policía y obtuvo su Certificado de Antecedentes Penales. No obstante, su semblante pronto cambió al contemplarlo. La alegría y el entusiasmo que lo acompañaban se convirtieron en pesadumbre al advertir la penumbra de delitos que se registraban como testigos de su encarcelamiento. Las acciones tienen consecuencias, y el pasado, ya sea virtuoso o maligno, nos persigue como una sombra incansable. No obstante, estaba resuelto a encontrar empleo, no se doblegaría ante el primer obstáculo.
Con un certificado manchado por diversos delitos, emprendió la búsqueda de trabajo. Realizó innumerables gestiones, desde aplicar para empleos de mantenimiento y limpieza hasta puestos de lavaplatos en modestos restaurantes. Lo primordial era encontrar empleo, marcar un inicio. Luego, con actitud positiva y trabajo honrado, se dedicaría a progresar.
En todas las entrevistas, parecía que lo contratarían sin dudar. La demanda de mano de obra era evidente, y aquellos empleos menores carecían de atractivo para muchos, excepto para los desesperados o los inmigrantes sin papeles. Sin embargo, su esperanza se desvanecía al entregar su maldito Certificado de Antecedentes Penales. No le negaban el empleo, ello sería discriminatorio. Simplemente, le explicaban que la política de la empresa les obligaba a entrevistar a los tres candidatos más prometedores, y él había sido uno de ellos. Que lo llamarían en breve. Pero, a pesar de estas promesas, nunca más recibía noticia alguna, ni siquiera por cortesía para informarle que no había sido seleccionado. Que, en cambio, habían escogido a alguien sin historial penal. A una persona intachable, sin mácula alguna. Pues en nuestra sociedad, no se concede derecho alguno a cometer errores. Y si los cometes, no hay lugar para la rehabilitación. No hay espacio para la redención.
Abatido por tantos reveses y frustraciones, Rogelio buscó refugio en la iglesia. Pensó que esta institución, que se promocionaba como socorro de los desfavorecidos, afligidos y pecadores, sería el lugar propicio para expiar sus pecados y purgar sus penas.
Pronto comprendió que tampoco la iglesia constituía la solución. Las oraciones, si bien alimentaban el ego espiritual de quienes las ofrecían, no saciaban el hambre ni la sed de los necesitados. Los feligreses se mostraban católicos solo los domingos, en apariencia. Iban a la iglesia para lucirse, pero a la hora de asistir a los verdaderamente necesitados, se limitaban a rezar sin abrir sus bolsillos.
Rogelio no encontraba refugio, ni hallaba auxilio; nadie le brindaba amparo.
Una vez que comprendió su triste realidad y que en la sociedad no había lugar para un ex-convicto, Rogelio se resignó. Consiguió un arma en el sórdido mundo subterráneo, la descargó y se aseguró de que no tuviera municiones. Luego, se dirigió al banco más cercano y anunció un asalto.
Su propósito no era asaltar, ni mucho menos herir a alguien. Solo deseaba que lo capturaran y lo devolvieran tras las rejas. Necesitaba regresar al lugar de donde nunca debió haber salido. Su verdadero refugio. Al menos en prisión, tenía una cama, tres comidas diarias, una ducha y una hora de recreo.
En ocasiones la sociedad puede ser más hostil que la misma penitenciaría.
SILVIA LÓPEZ
Sobre la mesada de la cocina, tapada con un repasador , descansa una bandeja con tibios buñuelos de manzana.
El aroma de la tibieza vuelve una y otra …y otra vez.
Ahí, en el baldío , cruzando la calle polvorienta, un arcoiris de florcitas del campo se agita con la suave brisa estival y te vuelvo a ver secåndote las manos en tu desteñido delantal.
Huir, hacia atrás…otra vez… hasta cuándo?
Hasta la niñez, hasta que te vuelva a abrazar.
GRACIELA PELLAZA
«Como mutado caracol, dudo en abandonar lo pegajoso del moco. El caparazón que me resguarda, esconde para el de afuera, mi apocada estrella.
No he sido veloz, ni lúcido, ni tengo esas luces de neon que iluminan. Voy en la lenta caravana; ni perezoso ni tonto, sé elogiar con respeto el ensayo de la pausa.
Sin embargo, como gato desconfiado he amasado las rutinas que sirven de máscara.
Salgo a la vida todas las mañanas.
Hace años trabajo entre libros, en el silencio de los escritores muertos, con horas calcadas y el mismo micro que me trae ida y vuelta, a la casa.
He probado sin buenos resultados la algarabía, la sorpresa, el júbilo y el amor de los humanos. Ni éxito ni fracaso. Una estadística de adioses ante el intento de la bienvenidas. ¿Quién sabe donde crece la dicha?
Al principio cuando jugaban a los amores en las plazas; creí que era mi poca suerte, pero en la sucesión de los otoños; entendí que ya no me tocaba. Podría haber preparado la punta de la lanza, el arco de mi flecha, los escudos…
Nada de eso estaba en mis planes. Manso, quieto, sosegado con el gesto y la palabra. Un roedor de biblioteca.
Una sola vez tuve aquello que engrandece, que excede los huecos vacíos, que rellena de pluma el abismo de las caídas. El amor construye imperios. Era tan real que no imagine que podía ser etéreo; en mi ingenuidad, supuse que era eterno. Murió tan puro, tan joven, injustamente…en mis brazos ya viejos.
Todavía me cubro del escombro que te deja la muerte. Todos los días vomito piedras y las tiro al río, me refugio en la esperanza que un día el agua, piadosamente, también me lleve.
MARÍA CID
¿De verdad hay un refugio seguro?
¿dónde?
¡Nadie lo sabe!
nadie sabe dónde refugiarse cuándo estás perdido en el laberinto del amor y el amor no te corresponde!
Cuándo el amor te atrapa con sus poderosas garras,esas que te desgarran el alma y por mucho que corras no hayas ningún lugar dónde esconderte para que nadie te vea llorar, gritas en silencio, gritas mirando al cielo, que te ayude a salir de esa trampa, y no encuentras consuelo, ni siquiera cambiando de casa,de lugar, de pais, el amor, ese amor que se ha metido en tus entrañas te sigue allá dónde vayas y por mucho que corras, no hayas refugio alguno que te ayude a deshacerte de ese sentimiento de posesividad.
Hay una clase de amor que no es amor, es manipulación! es necesidad de escuchar una palabra de cariño, es sentirse en los brazos amorosos de morfeo, es vivir en un cuento del cuál no quieres salir,pero necesitas salir! porque sabes inconscientemente que eso no es amor, que eso es apego! es solo necesidad de alejar la soledad, esa soledad que te mantiene escondido en el caparazón de tu inconsciencia,pensando que no estas solo,que alguién te ama,que le importas a alguién y te lo crees! y le das tu prioridad! y lo amas más que a tu vida, dejando de lado todo lo demás.
No hay refugio dónde te puedas esconder,cuándo el mal amor te atrapa, y no es que el amor sea malo,es que te has apegado a él cuándo te dijo…¡tu y yo somos uno! y te lo creiste!
Creiste en el amor y el amor te engañó,se aprovechó de tu vulnerabilidad en ese momento en que estabas cayendo al vacío, a ese vacío que no tenía fondo, y te aferraste a ese amor pensando que sería tu único punto de salvación.
Quizás lo fuera! quizás fuera ese amor lo que al final te salvó de ti mismo, aunque fuese un amor de mentira,para ti era muy real! era tan real que no te dabas cuenta de su verdadera naturaleza,pero te enseñó,ese amor te enseñó a encontrarte con tu verdadero amor, con ese amor que tu siempre sabías que existía pero nunca lo conociste hasta ese momento, porque fué en ese momento, momento que se alargó en el tiempo dándote a conocer los misterios del tiempo y sus milagros, enontrándote cara a cara contigo mismo y con todo ese universo de sentimientos entremezclados de amor y miedo.
Hoy se que aquél amor me enseñó mucho de mi mismo, me enseñó a encontrarme con mi verdadero amor y defenderlo a capa y espada, porque ese amor ha llegado a ser mi verdadero refugio, ese lugar dónde yo solo puedo entrar y encontrarme con mi verdadera esencía.
OMAR R LA ROSA
La Guarida
Sábado, fin de semana de Julio, templadito, como si no estuviéramos a mitad del invierno. Ideal para salir a pedalear, remar o cualquier cosa, menos quedarse en casa.
– “Gordi” ¿Y si nos vamos a comer un asadito a las sierras? – se arriesgó a preguntar ilusamente.
– Hay, no sé – dudó ella concentrada en el agua de la pileta de lavar.
– ¿Qué te pasa? – preguntó él (Error presumiblemente originado en una “atadura” de la niñez, como me contaron la semana pasada)
– Se tapo el desagüe de la pileta de lavar. ¿Queres revisarlo? Seguro que es alguna pavadita. Después salimos –
¿Quién diría que una situación tan trivial desataría el drama existencial que siguió?
Empezando que, para llegar a la pileta de patio a que va a dar el desagüe, era necesario quitar los estantes del mueble (que por alguna mágica e inexplicable razón está justo sobre el lugar a inspeccionar).
Claro, una cosa es decirlo y otra hacerlo, pues antes hay que retirar (y acomodar) los “quichicientos” frascos y frasquitos con sustancias varias, correr los tarros de cera para piso, la lata con el hormiguicida, el envase de enjuague para la ropa, el bidón del jabón liquido, el…
Bueno, no es para tanto, luego de unos 45 minutos ya esta, libre el acceso a la tapa de inspección…para encontrarse con que el albañil que coloco el mueble no tuvo mejor idea que dejar los restos de cemento sobre la tapa.
Total que hay que ponerse a sacarlo, pero claro, ya lleva por lo menos un par de años ahí…y no hay lugar para golpear…es entonces que el pobre hombre advierte el paso de los años, las articulaciones crujen tratando de acomodarse las extrañas posiciones que necesita adoptar para sacar la mescla ya seca.
Pero, “no hay duro que no se afloje”, al final la tapa queda libre y, luego de alguna resistencia, se logra acceder a la cámara…para encontrarla tapada con los mismos restos de cemento ¿Por qué el buen señor que hizo el trabajo no considero tomar alguna precaución? Con tapar la tapa con un trapo habría bastado…pero ¿para qué? Si total él no la iba a volver a sacar…que se cante el tipo al que le toque, o sea él ahora.
Con infinita paciencia encaró el trabajo de presidiario que tenía por delante. Con una cucharita de café (más grande no entra) comenzó a remover los restos…Por su puesto, el prolongado tiempo en la incómoda posición hizo que se le entumezca el cuerpo, por lo que no pudo ni moverse cuando el gato, en busca de comida, se paro encima de su espalda, o cuando el perro, corriendo al gato, le salto arriba como si fuera una gran hazaña, ni cuando su mujer, en un declarado intento de intimidar a los animales, le pegó de lleno con la escoba entre a la quinta y la sexta lumbar…
¿A que continuar? Luego de varias horas de renegar consigue el objetivo…la pileta quedo limpia y operativa, pero la tarde se había ido, el viento había rotado al sur y el invierno hacía notar su regreso.
– Ya se ha hecho tarde para salir – sentencio obviamente su mujer – mejor me voy a tomar mate con las chicas – dijo al tiempo que salía hacia lo de las vecinas…
Fue ahí cuando el pobre tipo recuperó su esencia animal, el atávico machismo que le impele a buscar un refugio… donde lamerse las heridas del día, para poder enfrentar los próximos combates (que sin duda llegaran).
Cansino, sin cambiarse, con la ropa sucia, en un acto de extrema rebeldía (total la señora ya se fue y no lo ve) encaminó sus pasos hacia “la guarida”…donde otros machos, igual o peor de golpeados que él, curan sus heridas con el néctar que les brinda la única hembra que ingresa al lugar, “la Pepa”, dueña del bar donde se sirven las mejores cervezas del pueblo.
ABBY MARSIE ROGOM
Despertó; no quiso tocar aquellos pies fríos.
Los días corrían, impulsados desde algún lugar en su pasado, cuando comenzó a comprender que estaba atrapada. Por qué no podía disfrutar de esa mañana, entrando en su habitación, enredada en cantos de pájaros?
Por qué sus días estaban desdibujados?
Otra vez llegó con la mañana esa maraña de pensamientos negativos.Tenia que volver a mover la cabeza sobre la almohada, a la izquierda, o la sombra la cubriría.
Escuchaba a su lado esa respiración que era casi un ronquido, casi un gruñido…
Por qué sus pensamientos no eran suyos?
Tan espontánea como una sonrisa, sin esfuerzo, corrían las lágrimas por sus mejillas. Éste pensamiento sí era suyo: Partirse la cabeza contra la pared, un golpe fuerte, puede que su cabeza se vaciara un poco, fluyendo con la sangre.
Qué bonito se veía el árbol desde su ventana; qué bonito juego de luces. Pero solo eran palabras. No podia disfrutar de ello. No lo merecía.
El tiempo iba tan deprisa que tendría que correr para alcanzarlo.
El día se diluía entre sus dedos, y aún no se había levantado. El pasado saltaba sobre ella. Escuchó una risa entre dientes, masticada, amplificada. Alargó el brazo y cerró su mano sobre el; no se escaparía. Ella tampoco.
Cogió de la mano a sus demonios, y se preparó para correr, un día más, detrás de un día sin sentido.
EVA AVIA TORIBIO
1938. Suena una sirena, sin más que decir.
—¡Corre, no te pares!
Estiro con fuerza la mano de mi hijo, solo tiene cuatro años, esto no debería vivirlo.
—¡Mamá, es el vecino! -deteniéndose.
—¡Que no te pares!
No tengo fuerzas para cogerlo en brazos. Las secuelas de la guerra empiezan a notarse. Escasez de alimentos, edificios derrumbados allá donde mires. Personas heridas y la orden recibida es correr hacia los refugios.
—¡Ves eso de ahí, corre y no mires atrás! -empujándole con todas mis fuerzas.
—¡Mamá, no me dejes!
Llora, grita, corre, es muy valiente para su corta edad.
—¡No mires atrás, corre, hijo, corre! -gritándole, mientras se aleja. Le pido a Dios que nos ayude. Es el más veloz de todo el barrio.
Corro hacia Ramón, sin mirar hacia mi pequeño, porque si lo hago….
—Señor Ramón, ¡cójase con fuerza!
Le ayudo a levantarse, tiene herida una de sus piernas.
—Y Danielito. ¿Dónde está? -agarrándose con fuerza y corriendo todo lo que la edad y su herida le permiten.
—¡Corra, corra!
Llegamos al refugio. Dejo a Ramón a salvo con una de las enfermeras. Esto es horrible. Mujeres, ancianos y niños, todos llorando desconsoladamente y algunos de ellos heridos.
—¡Daniel, Daniel! -grito, miro, lloro, no le veo-. —¡Daniel, Daniel!
Sigo adentrándome por el refugio, mientras sigo gritando su nombre, pero no hayo respuesta. El pesar inunda mi corazón. Las dudas forman parte de esa sensación de impotencia ante la posibilidad de no encontrarle ante tanto dolor.
—¡Daniel! -grito una vez más. Caigo rendida en el suelo. Me duelen las rodillas. Me coloco como un novillo, llorando sin cesar. Me duele el corazón.
En ese instante, siento un gran abrazo, tan grande y fuerte, que casi me deja sin respiración.
—Mamá, estoy aquí. He sido muy rápido. ¿Y el señor Ramón?
—Ven aquí. ¡Mírame! ¿Estás bien? ¿Estás herido? -revisando palmo a palmo todo su cuerpecito. Observo sus grandes ojos verdes, que son como un rayo de luz ante tanta oscuridad.
—Mamá, sabes, eres muy valiente -sentándose en mis rodillas.
—Tú si que eres valiente. No olvides nunca, que primero eres tú. Corre siempre tan rápido como puedas -abrazándolo con mucha fuerza.
En los 44 bombardeos que Castellón capital recibió, murieron 160 personas. Incontables heridos y destrucción de innumerables viviendas. Se construyeron mas de 300 refugios, de los cuales, la gran mayoría eran de particulares, pero cada uno de ellos dieron apoyo a los casi 40000 habitantes. Pero ¿sabéis una cosa? El mejor refugio, se encuentra en las personas. En todas aquellas que arriesgaron su vida por ayudar al que estaba tirado en las calles. En aquellos que revisaban entre los escombros en busca de supervivientes. En aquellos que compartían los pocos recursos del que disponían. En aquellos, que te daban un gran abrazo.
Daniel y su mamá estaban solo a tres minutos de su refugio mas cercano, pero cada vez que sonaba una sirena, eran los tres minutos más agoniosos de sus vidas.
Besos, La Incondicional.
ARITZ SANCHO MAURI
Luz divina
que atraviesa la oscuridad,
faro en la niebla
que guía a los navegantes.
Señal que indica
el camino correcto,
refugio que acoge
a los que buscan consuelo.
Aurora boreal
que ilumina el cielo,
con colores mágicos
y un brillo eterno.
Sol que calienta
el frío invierno,
Rayo que despierta
todas las tempestades.
Estrella que brilla
en la noche sin luna,
Lucero que vigila
mi sueño y mi fortuna.
Razón de mi existir
anhelo de mi vida
hechizo de mi suerte.
Todo eso eres tú,
ojos de chocolate
de naranja amarga.
GABRIELA INÉS COLACCINI
Cada uno tiene su verdad.
Aquí estoy,¿no me ves?
En el cantero.
El frío de los días me volvió pequeña y decidí refugiarme en el bello botón amarillo de la margarita.
Necesitaba un sol que no se vaya, ni siquiera por unas horas y encontré éste, justo en el centro de la blanca corona.
No insistas, no me iré de aquí. En ningún otro lado me sentiré más segura. Ya viví en el mundo de fuera de esta flor y conocí el horror.
No creas que estoy sola, me visitan la abeja y la mariposa, el viento me mece y me duermo hasta que alguna gota de rocío me despierta.
No saldré de aquí, seré egoísta y pensaré primero en mí, no en tus miedos.
No te quedés sólo, mudate al jardín conmigo.
¿Qué decís? Esto no es un sillón, es el botón amarillo de la margarita, no intentés confundirme.
Gaby Colaccini
( En defensa de la libre elección de refugio personal)
MARÍA ELENA APONTE ISTURIZ
Hoy me di cuenta que la vida no se nos escurre entre las manos
lo que se escurre es la sensación que sentimos al comprender que vivir es algo delicado,
vivimos tocando un corazón al otro
aun sin darnos cuenta
Es el refugio
es la cálida arena
son las palabras que se dicen bajo el calor de las mañanas,
o las que no se dicen
mi refugio y
tu refugio
alli tomo tus manos
y ojalá tu tomes las mías
palabras
miradas
corazones
la vida no se escurre entre las manos
es un sentir
es ese lugar sagrado
es el corazón
el tuyo y el mio
Ojalá volvamos juntos
a la ternura
a la calidez
a la suave sensación de ver las nubes al pasar
ya no es la mañana
es la noche el refugio de estrellas
ojalá
LOLI BELBEL
Ni tan siquiera en sueños quisiera volver allí…
Rugen demonios disfrazados de angelitos
con el fuego danzando como gnomos
en un pradro cubierto de setas coloradas,
venenosas.
Una tentación más…
¡No lo conseguirás!
Voy vestida de Juana de Arco con mi caballo, espada y estandarte para salvar mi vida
de aquella cruenta guerra.
Mi memoria es una montaña de acero imposible de traspasar y
mis recuerdos, leopardos adiestrados para correr y matar.
No volveré nunca allí…
Mis guadaespaldas toman té tranquilamente con sus armas preparadas.
Aquel lugar me hirió de muerte
pero aún me queda un trozo de corazón que escapó desgarrado
y encontró refugio
donde dulcificó del miel sus cansados latidos
cosiéndolos a la brisa de las horas
que nunca caminan.
ZGGU ALLÍ TEXIS
Toc toc, toc toc…
Buena persona soy yo otra vez.
Vine contigo esperando encontrar refugio en ti, como otras veces, algunas que ayer igual que antier, antiantier, el mes pasado igual que cuando tenía 9 años, sabes yo no sé que haría sin ti, yo no sé yo no podría sobrevivir, soy muy intranquila con tu ausencia soy inestable sin tu presencia, soy rica cuando estoy a tu lado y no hablo de valor monetario, me veo mejor mucho más joven tengo menos depresión cuando tú me das tu amor , tu cariño tu tranquilidad, tengo más carisma tengo más actitud más energía tengo creatividad inspiración tengo seguridad tengo paciencia entiendo mejor las cosas el entorno no soy de apariencias ni me gusta criticar, me haces sentir especial, me va bien cuando a mi lado tu estás, eres increíble no lo puedes ocultar , por eso vengo a ti, siento cada vez más y más por ti por qué mi amiga vida y yo somos las felices si recurrimos a ti, por eso imploro que nos des una oportunidad de volver contigo de viajar de conocer de soñar de poder sentir tu bienestar, tu tranquilidad , tu calor tu sencillez tu olor, tu sazón tu filosofía tu extensión tu forma de mirar las cosas para sentirme en mi hogar otra vez.
ARCADIO MALLO
El silencio de la tarde le recordó su soledad. Aquella llovizna incansable del mes de Julio, llenaba de monotonía veraniega la tarde. Hacía ya rato que estaba sentada en el balcón de aquella joven casa, mirando al mar, escuchando el silencio de su ir y venir, incansable e imparable.
Entre sus manos sostenía el marco de madera que había puesto en el mueble del recibidor cuando aún no se había mudado del todo. La foto que portaba era todavía en blanco y negro, maltratada por el paso del tiempo, con marcas de las dobleces que había sufrido con los años. Porque aquella foto, siempre había viajado con ella, para lo bueno y para lo malo.
Al fondo, el pueblo, marinero en otros tiempos, respiraba del agobio turístico al que era sometido cada verano. E igual que ocurría con las temperaturas, cada año era más insoportable. Hoy, sosegado y tranquilo, aprovechaba para recoger fuerzas y aguantar el último tirón.
Una lágrima mojó el cristal del marco, que se apresuró a limpiar. Y como río que lleva al mar, aquella lágrima la llevó a los años jóvenes, cuando se ganaba la vida arreglando las redes de los barcos que daban vida a aquel, en otros tiempos, puerto pesquero. Y fue allí donde conoció al hombre de la foto, con su gorra de marinero y su bigote de hombre honesto y serio. Él fue su vida, y sus brazos fueron el refugio de todas las tormentas que la vida les fue trayendo. Claro que, todo eso ocurrió cuando la historia se contaba todavía en blanco y negro.
Fue el mar quien se lo arrebató, dejándola náufraga en la vida. Y ahora, en la soledad de su vejez, había conseguido el sueño que se habían propuesto antaño. Una casa con vistas a aquel puerto que los había cruzado en el camino, con la promesa eterna de no olvidarse nunca uno del otro, pese a que una tormenta de la vida consiguiera separarlos.
Se levantó lenta, como el tiempo, y con el peso de los años a la espalda. Dejó la foto en el recibidor, mirándola, y leyendo una vez más aquella frase de puño y letra. “Te recordaré eternamente”. Y volvió al balcón, a ver pasar el tiempo mientras esperaba su puesta de sol, que la llevaría al reencuentro en el paraíso.
GUILLERMO ARQUILLOS LLERA
EL REFUGIO
Un día, mi jefe me llamó a su oficina, cosa bastante rara y que solo sucedía cuando el gobierno iba a premiar a uno de nosotros. Yo acababa de concluir que el cromado de piezas de metal es quinientas veces más contaminante que la quema de hidrocarburos. Fue un trabajo que me llevó varios años y muchas noches en vela, del que estaba y estoy muy orgulloso.
Pero mi jefe tenía algo importante que decirme: me acusaban de terrorista climático.
—La industria del cromado es intocable —me dijo.
Yo no sabía qué cara poner. Había mantenido todo el tiempo mi estudio en secreto; pero, al final, lo había publicado, como es lógico. Ahora me acusaban de ser un peligroso desestabilizador del medio ambiente y de la sociedad.
—Ya sabes, «intocable» quiere decir «intocable» —repitió—. No hay nada que discutir.
Me miró a los ojos:
—Tienes que hacer una rectificación pública de tu artículo, tienes que desvelar que esconde contradicciones e inexactitudes. O te las inventas, me da lo mismo, porque tus ideas son incompatibles con el estado actual de la ciencia —dijo—. Hasta convendría que declarases ante los medios que fuiste engañado por los negacionistas.
—¿Engañado…? Pero si las conclusiones de mi estudio…
—… ni conclusiones, ni estudio, ni hostias. —Me miró a los ojos arrugando el entrecejo y apretando los labios con rabia —. O serás declarado culpable.
—¿Sin juicio? Allí demostraré…
—… sin juicio, gilipollas. No hay más cáscaras. La industria del cromado es intocable —dijo, levantando la voz—. ¿Es que estás sordo?
Salí del despacho con un plazo de veinticuatro horas para cumplir las exigencias del gobierno, con la cabeza gacha y el orgullo pisoteado y con la convicción de que tendría que huir de mi burbuja-ciudad. Veinte años trabajando para el bien de mi neopaís. Veinte años intentando que las actividades humanas no dañasen más al medioambiente y que las temperaturas exteriores fueran inferiores a los cincuenta y cuatro grados, como lo son desde hace muchos años.
Cuando encontré un resquicio para romper la cúpula de la burbuja-ciudad, una bocanada de aire caliente me golpeó en la cara. Nunca antes había sentido tanto calor en mi cuerpo. En aquel momento, los sensores que había robado de mi laboratorio decían que el aire exterior estaba a cincuenta grados. No estaba seguro de poder huir a otra burbuja-ciudad atravesando la naturaleza contaminada. No estaba seguro de poder encontrar alguna sombra, ahora que los árboles habían desaparecido por completo; ni agua potable, porque los ríos habían dejado de fluir.
Lo último que vi, antes de perder el conocimiento, a diez o doce kilómetros de la cúpula transparente de mi ciudad, fue lo que me pareció un monstruo de siete cabezas. O quizá fueran siete monstruos con una cabeza cada uno. O quizá fuera…
…
—¿Ya estás mejor? —me dijo una muchacha de largos cabellos rubios.
Debió entender por mi gesto que estaba asombrado.
—Bueno, te hemos encontrado medio muerto y creemos que has estado a punto de morir deshidratado. —Sonreía mientras me decía aquello—. Ha sido una suerte que te hayamos podido recoger y traerte a nuestra cueva. Esta cueva, aquí donde la ves, es nuestro refugio.
Bebí otro sorbo de agua fresca del vaso que me ofrecía.
—¿Quiénes sois? ¿Por qué estáis aquí? —le pregunté.
—Somos, lo mismo que tú, habitantes de nuestra burbuja-ciudad que hemos decidido huir de ella.
—Pero, lejos de la ciudad, no lograréis sobrevivir…
Ella volvió a sonreír y me preguntó:
—En tus delirios decías que te acusaban de terrorista medioambiental. Te podrían haber condenado a muerte, ¿sabes?
Yo moví la cabeza, asintiendo con resignación mientras cerraba los ojos.
—Entonces, eres uno de los nuestros. Nosotros también fuimos acusados hace tiempo de delitos parecidos.
En el refugio somos casi setecientos. Todos los días encontramos algún cadáver de personas que no han logrado atravesar los kilómetros de calor y muerte que nos separan de nuestra ciudad. De vez en cuando, nuestras patrullas encuentran hasta dos y tres agonizantes que terminan sumándose a los habitantes de la cueva.
Han pasado cuatro años desde que hui. La vida se abre camino. No importa que el medio sea tan hostil como la naturaleza en este maldito año de tres mil veintidós. Los habitantes del refugio sobreviviremos a esta locura y, cuando seamos fuertes, volveremos para reconquistar nuestra ciudad.
Tenemos cuentas pendientes con los dirigentes de la industria del cromado, con los fabricantes de papel, con los de automóviles, con los comerciantes de plásticos o de mercurio, con los que lanzan toneladas y toneladas de CO₂ o los que han arrasado los pocos árboles que quedaban en la naturaleza.
Fuera de nuestras ciudades también hay vida. La nuestra, la de nuestro refugio.
Algún día ajustaremos cuentas.
SARA ISABEL MONGADA
Dos lunas llenas habían alumbrado su andar nocturno desde que partió al norte y habían anunciado también, el cambio de estación. De a poco los arbustos y árboles se tornaron secos y amarillos y un viento gélido lo obligó a usar la piel grasienta, pero protectora de su última caza. En un tiempo sin reloj, por varias semanas estuvo lejos buscando comida para el invierno y era momento de volver a la Montaña con el alimento ganado. El grupo ya se había reunido y sentados en ronda miraban enmudecidos, las chispas brillantes que despedía el fuego envolviendolos con su magia …Las negras noches eran todas iguales, la espesura de la luz y el humo era nada en comparación al olor que despedían los cuerpos y los huesos desparramados que habían sido roidos hasta quedar blancos y secos. Los trozos de carne ,algunos crudos ,otros secos como suela , colgaban por la mitad sobre palos incrustados en los huecos de la roca húmeda y mohosa de la caverna … él atravesó la abertura y entró a su guarida justo en el momento que una torrencial lluvia castigaba sin piedad el páramo…los hombres y mujeres en estado puramente salvaje a modo de saludo y festejo comenzaron una danza acompañada de sonidos guturales y roncos mientras otros golpeaban piedras a un ritmo místico y energético a la vez. El refugio de aquellos primeros hombres y mujeres en una época antigua y olvidada se desdibujó cuando la luz se posó molesta sobre mis ojos y mí viaje concluía con desazón…el sueño me había consumido el alma y por un segundo sentí que alguna vez había sido parte de aquel refugio, orígen donde había cazado para comer y había matado para vivir. Sara
IVONNE CORONADO
Mimetismo
Entre las ramas, inmóvil; una hoja más, pero con alas, ahí estaba la criatura. Quizás consciente de mis miradas, y al no sentirse segura, voló de nuevo y se posó en otra hoja lejos de mí.
Mi cámara siguió su vuelo. Diminuta, mimetizada una vez más entre tanto verde, más que verla la presentí, y tomé la foto.
Al mirar la foto original creí ver una de esas que te muestran y luego, si descubres al animal que se esconde entre las hojas, te dicen que eres un genio. Esforzando tus ojos descubres que es difícil hacerlo, y la agrandas, la buscas como una pieza de rompecabezas, y de repente la ves, ayudado por la magia de la tecnología moderna.
La mariposa ese día de verano buscó refugio escondiéndose, pero no había peligro. Solo quería inmortalizarla en una imagen, no podría hacerle daño a un insecto clavándole un alfiler para mirarlo después a través de un cristal. Esas alas preciosas le fueron dadas para polinizar las flores a cambio de un poco de miel.
Me alejé. La vi volar aún más lejos. ¿Habrá sentido miedo?
De repente pensé, ¿cómo me sentiría yo, pequeña y vulnerable ante un gigante?
Me estremecí, pero no de frío.
SERGIO ESTEVE BORDERA
Cuando comprendí mi error,ya era tarde.Cuando intenté cambiar,supe que ese potro maldito que me atrajo con dulzura,no iba a permitir que me bajara de él fácilmente.La ignorancia y el falso razonamiento eran parte de mi esencia.
Ahora en la distancia,observo mi error a través de una ventana nueva,nítida;la ventana que ilumina el refugio de mi alma….La ventana de mi corazón,aquella que quedó anclada en el pasado guardando el paraíso que tantas veces me deleitara;más no tuve reparo en buscar un futuro donde una serie de valores nuevos en sitios desconocidos,me permitieran abrir el cuerpo y el alma hacia nuevas experiencias.
Comprendí que las distintas y distantes etapas de una vida,forman parte de un mismo universo,en el que lo esencial,no es la felicidad en sí misma,sino el camino que andamos en busca de esa felicidad. A pesar de mis circunstancias,medito,pienso,sueño,y en lo más profundo de mi ser ,anhelo un nuevo y hermoso despertar.
GAIA ORBE
grito de luto
maestro de maestros
abre las sendas
*
tan sabio como un lobo
refugio de escritores
*
orejas tiesas
evita la violencia
feroz protege
MARÍA JESÚS MARTÍNEZ SANCHO
Un día me encontré con que todo lo que creía real y tangible, tan sólo era producto de mi imaginación. Un día sentí, que todo aquello por lo qué apostaba mi alma, acabó perdido en la primera ronda…Cuándo la cosa se pone fea, y no queda otra qué ponerse las pilas porque los que creías que estaban siempre, nunca tuvieron ni siquiera la intención de llegar a la última copa; despiertas, reaccionas y te das cuenta que el único refugio seguro que vas a tener eres tú mismo: SIEMPRE. Y es justo en ese momento cuándo recuperas la Fe y sabes que mientras no te falles tú, nadie podrá volver a hacerlo jamás.
LUISA VALERO
En el escenario un cantante joven interpreta varias canciones conocidas. La municipalidad está fomentando el arte juvenil con actividades — tienen que justificar el dinero recaudado para que no piensen que los regidores se lo guardaron en los bolsillos—. El público disfruta del concierto, pero nadie baila; sentados observan, algunos cantan. Y parece que yo tengo lombrices en el culo porque no quiero estar sentada. ¡Qué suplicio no bailar esas maravillosas canciones! El lugar circular, en la calle, se asemeja a un pequeño circo romano donde las escaleras descienden hacia el centro: ahí se habilitó, en un costado, una pantalla grande, altavoces y luces.
Comienza una nueva canción, de rock peruano, que yo la he escuchado en algunas fiestas. Una niña de unos doce años se pone nerviosa por la ilusión de escuchar su melodía favorita. Su mamá le dice algo y la intenta calmar para que no se levante, pero la jovencita no le hace caso y da saltitos. Observo con ternura la escena y comprendo a la niña, porque me siento igual solo que los saltos los doy internamente. No se lo piensa y se va al centro a saltar y bailar, y la mayoría del público la mira con cara de desprecio porque es una niña con habilidades diferentes. Seguro que piensan que por qué su mamá no la ha detenido y qué hace bailando sola.
Yo entro en modo cuenta regresiva para poder ser su refugio. Además, estoy cerca porque me senté en la primera grada para ver bien el concierto. De repente, ella me mira, y como si me hubiera leído el pensamiento, viene hacia mí y me ofrece su mano para decirme que vayamos a bailar juntas. Voy con ella y descargamos toda nuestra energía bailando como locas; yo canto a pesar de no saber bien la letra. Ahora ella no tiene vergüenza, yo tampoco la tengo.
Y me sentí muy feliz por haber podido ser un refugio de locura y amor para esa niña tan especial: simplemente se quería expresar, libre, entre tanta gente, con máscaras y amargura.
PARTICIPANTE ANÓNIMO
Hoy es uno de esos días que no te soportas ni a ti misma, y apesadumbrada y aburrida, buscas cualquier excusa para desaparecer de todo ojo ajeno. Lo intentas. Quieres bajarte del mundo y que nadie te moleste; buscar un refugio en el que te desintegres y te bastes sola para eliminar frustraciones; dudas; decepciones; miedos e inseguridades que, tanto daño te están haciendo, pero no cuentas con tu hija de diez años, que te busca en todo momento; que quiere permanecer a tu lado todo el rato. Te hace preguntas mientras intentas concentrarte en el libro de texto que tienes delante, y del que no consigues sacar ni una sola frase. Busca tu compañía; tu aprobación. Parlotea todo el rato y se enfada sino la haces caso, o si la pides sólo un poco de tiempo para ti, pero no lo entiende y lo peor de todo es que además tampoco te lo da. Y comienzas a enfadarte, con ella, con la vida, con tu situación, y sientes cómo la respiración se hace más pesada y el corazón se acelera, como si estuvieses teniendo un ataque de ansiedad. Y vuelves a pedirle que te deje tranquila en tu refugio; sola; en silencio…
Cuando ya estás mejor, y valoras el tiempo tan excepcional que estás perdiendo, vas en su búsqueda y juegas con ella, y respondes a todas esas preguntas sin importancia que te ha hecho. Consigues respirar mejor y calmar a tu corazón, pero te sientes como una mierda, porque es entonces cuando entiendes que sólo tú eres su refugio…
LUISA TURATTI MELLADO
MI LUGAR EN TI, MI REFUGIO
Me refugie en tí, en tu mirada, en el sonido de tu voz y hasta en tu respiración
Me refugie en tí, en tus abrazos, en tus besos y en tus caricias.
Me refugie en tí y, de tal manera, que hasta sentir tus pasos acercándose ya me tranquilizaba.
Me enamoré de la sensación de sentirme protegida, querida.
No sólo eras el refugio de un día duro, de cuando me sentía incomprendida, de cuando solamente necesitaba de ti. Eras también el lugar donde habitaban mis alegrías, mis esperanzas, el despertar y el anochecer.
Yo habitaba en ti, eras mi lugar, mi norte, mi refugio, todo mi ser.
Me dejaste huérfana, sola, vulnerable, perdida, como gacela en campo abierto.
Te busque y te encontré en los recuerdos, esos que me sacaron de nuevo la sonrisa, que me devolvieron a tu amor incondicional
Recuerdos que me llevaron a los sueños y de los sueños, dormida, recuperé mi refugio en tí, mi lugar en ti
SANCHEZ KATA MAR
A las dos de la mañana se tapa muy bien con las cobijas. hacía mucho frío, era de madrugada y la luna llena resplandecía a su placer. Las horas pasaron muy rápido pero él no quería despertar , tenía mucha tristeza y su única forma de evadirla era durmiendo más de lo necesario pensaba que los sueños eran más fuertes que su oscura realidad se le fue la mañana, la tarde y la noche en la cama ,sentía que no estaba solo , su colchón era su polo a tierra , la almohada de pepitas de colores su paño de lágrimas aguantaba golpes y mordiscos guardaba lo más álgido y complejo, las cobijas su arropó y escondite a los monstruos llamados dificultades y su gran cama de madera su eterna y gran protectora en la que él se sentía más cómoda. Jovial sabía que ella nunca le fallaría es superior al ser supremo que todos los credos dicen conocer pero que en realidad saben poco o nada y suponen demasiado. Estaba tan emocionado por ella que hasta le hizo un pequeño altar y prometió que hasta sus últimos días sería su refugio.
GASTÓN LAZO DE LA VEGA LÓPEZ
Llueve. Hace frío en el invierno del Sur y producto del terremoto, de las inundaciones, la clase transcurre pesada como el denso manto de humedad que cuelga en el container, o sala modular como se le llama bajo el uso pedagógico y que me apura en secar el pizarrón para poder escribir en él.
Los 45 alumnos se encuentran ubicados en sus pupitres y escriben la lección sin que pueda observar sus caritas que muchas veces me cuentan de cómo están, de si el papá nuevamente llegó cansado, frustrado y con ese vacío al interior que sólo llena y calma con el temporal del alcohol.
La mayoría de las veces los tratamos como números en nuestras infinitas planillas o como apellidos en los listados, lejos de alcanzar aquella decidora máxima que enseña que jamás llegará al cerebro aquello que antes no pase por el corazón.
En tales inmersiones me hallaba a esas ya oscuras horas de la tarde cuando, al desplazarme entre las filas de muebles y niños, que agachados contestaban la guía de comprensión lectora, cuando una tenue voz me indica un trémulo y sollozante cuerpo, desparramado en su puesto.
Fue en ese entonces que me percaté de un eslabón distinto, un mínimo reducto en que la risa y la pillería desatada por los demás no generaba los típicos destellos juveniles que como en la naturaleza, comienzan con una leve brisa, para terminar siempre con un arrasante temporal.
Sobre la mesa y desde el pupitre se proyectaba la angosta figura de uno de ellos. Con su cabeza perdida en la mochila, se endereza y responde a mis alcances entre sonidos entrecortados y una profunda tos que le raspaba hirientemente el pecho.
Logré percibir que me pedía -cautelosamente- que saliéramos, que no se sentía bien y que necesitaba hablar conmigo. Salimos por la debilucha separación entre el atiborrado ambiente interno al exterior y la lluvia, al aire frío y a las pozas de agua que rodeaban esta improvisada arca de huérfanos.
El cielo ya algo estrellado me sugirió grandeza, infinito, misterio, búsqueda y utopía, cuando de entre su mínimo léxico aprendido hasta ese entonces, exhala, «me quiero matar, profe, me quiero matar».
Mi voto esta semana es para:
– Eduardo Valenzuela
– Efraín Díaz
Voto para:
Benedicto Palacios y Alberto Medina
Buenos días
Eduardo Valenzuela
Graciela Pellazza
Félix Meléndez
Mercedes Fernández González
Pedro Antonio Cruz
Mi voto para la temática REFUGIO es para Luisa Valero.
Mi voto para Pedro Antonio López Cruz.
Mi voto lo reparto entre:
SANCHEZ KATA MAR
IVONNE CORONADO
GUILLERMO ARQUILLOS LLERA
Mi voto: Tali Rosu
Mi voto para Refugio
Mari Cruz Estevan
Benedicto Palacios
Dil Darah
Gracias
Mis votos son para:
Ivonne Coronado
Luisa Turatti
Apapachos y flores.