Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «culo». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 23 de marzo!
* Por favor, solo votos reales. No hay premio, solo reconocimiento real. ** El voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos. Si alguien vota a 3 relatos, se contabilizará 1/4 de punto a cada uno. Si vota a 5, el voto será nulo. *** Los textos son originales (responsabilidad de cada autor) y no han pasado procesos de corrección.
Tenía el jardín un aire descuidado y decadente. Descuidado porque llevaba años dejado de la mano de Dios. Nadie se ocupaba de limpiar las malas yerbas ni las ramas que secas pendían de los árboles. Y decadente porque el paso del tiempo se había cebado en las raíces que asomaban desnudas sobre la tierra seca. A su sombra no jugaban los niños ni descansaban los viejos.
El jardín se encontraba en mitad del campus, cerca de las facultades de Derecho y Químicas, y en días en que se asomaba el sol después del frío y la niebla, lo visitaban dos clases de estudiantes, los que se aburrían en las aulas y los que no tenían un duro que gastar y mataban el rato esperando que alguna compañera se cayera por los alrededores, porque las había, como ellos, pobres.
Miguel Media era la excepción, tenía dinero y visitaba aquel lugar porque encontraba naturales y poéticos el descuido y la soledad. Acababa de conocer a Carla Almendral y la estaba esperando. Le habían llamado la atención su pelo dorado, sus labios rojos, sus ojos claros y algo que le intrigaba de su sonrisa y que andaba aplicado en definir.
La vio llegar apoyado sobre el único banco de piedra que quedaba en pie. Se saludaron con un beso en la mejilla. Medina puso un pañuelo sobre el banco y la invitó a que se sentara. Se miraron y él se soltó el pelo diciéndole algunas lindezas en francés.
—Lo siento —le dijo ella displicente— te has equivocado de lugar o de planeta.
—No lo creo. Acostumbro a orientarme bien y hablo tu mismo idioma , aunque puedo expresarme en francés.
—¿Me quieres impresionar? Pues lo has logrado.
—Te diré que nací cerca de la frontera y me manejo bien en las dos lenguas. Uno de mis abuelos era francés, así que puede decirse que soy mitad español y mitad francés.
—Tal coincidencia es químicamente imposible.
—Pues peor para esa ciencia, que se arreglen los químicos. Pero volviendo al español, te diré en román paladino que puedo invitarte a tomar algo en un bar, aunque tengo un problema. He dejado aparcado mi coche en París.
Carla no pudo contener la risa. Se sentaron juntos en el banco y como hacía calor aquella mañana, ella se colocaba los libros sobre la cabeza. Así pasaron media hora, él tanteando, ella reservada.
—Quizás, Carla, —dijo llamándola por su nombre— no rijan las mismas leyes que tú estudias para hombres y mujeres, pero es que después del rato que llevamos sentados me está doliendo el culo.
Ella arrancó de nuevo a reír.
—Bueno si te molesta la palabra, te lo digo en francés.
—No, por favor, a no ser que no se refieran a la misma cosa.
—Nombran lo mismo aunque no todos son iguales, como es natural. Tengo un amigo que ha catalogado hasta siete las clases de culo. Si te atrae este tipo de conocimientos un día te haré un elenco de ellos.
—Gracias, muy sugerente tu amigo, pero por qué siete.
—Siete los días de la semana, siete los colores del arcoíris…
—Y siete los pecados capitales. Y el último pereza.
—Has dado en el clavo
—¿Estas seguro?
—Segurísimo, ¡¡Anda que no hay culos perezosos!! Lo dice la gente: mueve el culo
Sé que me tacharéis de superficial, pero es la verdad: me enamoré de Lidia por su culo. Fue un flechazo, lo vi y supe que tenerlo conmigo me haría feliz, simplemente. Dejé de ser ateo el día que Lidia y yo nos besamos por primera vez. Saber que aquel culo viviría conmigo me insufló unas ganas de vivir que desconocía. Dormir con él a mi lado era el mejor antídoto contra mis pesadillas. Sobre él jugué a las carreras de coches, dibujé con gotas de lluvia, y hasta lo unté de mermelada para que mi lengua se encargara de dejarlo como los chorros del oro. Mirarlo, olerlo, tocarlo, besarlo, y por supuesto darle de comer se convirtieron en mis aficiones favoritas. La mayor de todas era pasear con Lidia por cualquier lugar, deleitándome en la envidia de la gente. Vendí la tele, y el ordenador, y me despedí de mi psiquiatra. El culo de mi chica era mi juguete, mi alimento y mi medicina.
Pero llegó el accidente. Algo se quebró en mí cuando los médicos dijeron que Lidia no volvería a andar. Mi adorado culo quedó anclado a una silla de ruedas, y yo me preguntaba cómo podría seguir viviendo.
Todo cambió afortunadamente poco después. Descubrí que Lidia tenía unos ojazos increíbles.
—¿Ya has resuelto el asunto de las «necesidades» del experimento XMD-27?
—No, todavía no.
—Pues yo de ti lo iba solucionando. El jefe quiere resultados ya —. respondió el jefe científico al ayudante del laboratorio de experimentación —. Bueno. Te dejo. Piensa una solución, ¿De acuerdo? Añadió para terminar.
—De acuerdo —. Contestó el ayudante de forma escueta.
Tras abandonar el laboratorio, el ayudante se quedó pensando.
«Vamos a ver. ¿Cómo podría solucionar el tema de las necesidades de este espécimen? ¡Ah, ya sé!. Le practicaré una incisión longitudinal en la zona inferior trasera y conectaré el conducto de vaciado a él exterior.¡JA! Al igual que hicimos con aquellos seres del tercer planeta de la galaxia aquella…¿Cómo se llamaban? ¡Ah, si, humanos. Eso humanos. Y además le pondré el mismo nombre. Le llamaré CULO, Je, je. Listo».
Cuando Felipín nació, la matrona, sorprendidísima, no tuvo más remedio que gritar a los cuatro vientos:
― ¡¡¡Oooooohhh, qué culito tan perfecto, es adorable, respingón, durito y sin arrugas!!! Doña Felipa, cuide ese culito y este niño triunfará en la vida.
Felipín, ya de bebé, era consciente de la belleza de su trasero. Sus padres, Felipe y Felipa, tenían que comprar en la farmacia unos pañales que le quedaban muy ajustados y realzaban su figura. De no hacerlo así, los berrinches de su hijo podían ser de proporciones bíblicas. Para todo lo demás, era de buen conformar, por lo que le daban el capricho y tenían una vida de lo más placentera.
El muchacho aprendió a andar antes de cumplir un año, sin pasar por el proceso de gatear. Pero no lo hizo como cualquier otro, Felipín caminaba como un experto modelo en una pasarela imaginaria, ante el estupor de sus progenitores.
―Felipe, el niño nos ha salido un poco raro, solo le falta hablar y pedirnos unos pantalones de cuero ajustados.
―Mujer, que solo tiene diez meses…
―Quita, quita, que visto lo visto, cualquier cosa.
Y, efectivamente, el día de su primer cumpleaños, ya eligió su regalo. Les pidió, la primera vez que hablaba, con una firmeza que asustaba, un surtido completo con todos los modelos de calzoncillos de Calvin Klein que se estaban anunciando en una campaña de publicidad que se emitía en todas las cadenas de televisión. Por supuesto, se los compraron.
Cuando apenas transitaba por su tercer año de existencia, llegó el momento de llevarlo a la guardería. Hasta entonces, la convivencia con él había sido bastante llevadera. Lo único especial que debían cuidar era que su guardarropa del tren inferior fuese del gusto del chavalín, lo que exigía de forma implacable. Era ropa selecta y muy cara y, aunque nunca estaban muy boyantes, siempre consideraron que era de justicia satisfacer ese deseo de su vástago.
Los primeros problemas sociales de Phil, como se hizo llamar desde la celebración de su tercera onomástica, surgieron el mismo día que puso los pies en la escuela infantil. La cuidadora intentó ponerle un baby, como el que llevaban todos sus compañeros y el coqueto querubín se negó en redondo.
―Por ahí no paso, esa prenda chusca me tapa mi atributo más bello.
Paquita, que así se llamaba la voluntariosa educadora vocacional, no supo cómo reaccionar, y le cruzó la cara de ida y vuelta, cosa inimaginable en una joven tan entregada a su labor. Todos los niños se rieron de él, pero las niñas, muy apenadas, le acogieron en su seno y, algunas, aprovecharon para catar su culito, cosa que a él le agradó sobremanera. La consecuencia directa de la situación, fue que Phil nunca más se relacionó con congéneres masculinos, eligiendo todas sus amistades entre las chicas que se cruzaban en su camino.
Su infancia, hasta llegar a la pubertad, transcurrió de una manera de lo más normal, si exceptuamos que no tenía amigos de su mismo sexo. Con sus colegas de andanzas, se comportaba como una más, eso sí, marcando una cierta distancia, porque siempre consideró que estaba un escalón por encima de los demás. Sabía, a ciencia cierta, que ellos envidiaban su culo duro y respingón y ellas lo adoraban.
Y, fue en la más temprana juventud, en el primer curso universitario, cuando su personalidad dio un vuelco de cara al resto del mundo. Sus incipientes apetencias sexuales le obligaron a mostrarse más humilde, ya que, hasta el momento, solo se sentía observado y admirado, pero él anhelaba ser manoseado.
No le costó ningún esfuerzo. Sus amigas, que solo le querían por su maravilloso culo, fueron cayendo en sus garras una a una, conscientes de que no tenían futuro con él, y no les importaba ser segundo, tercer o cuarto plato, porque no estaban interesadas en Phil como persona. Un individuo que había creado su mundo alrededor de un culo respingón, no animaba a que una joven con un proyecto sensato de futuro, pensara en él para una relación duradera.
Y, así, fueron pasando los años. Terminó la carrera de derecho, gracias a que profesores y profesoras estaban embelesados por sus nalgas perfectas. Consiguió un empleo estupendo en un bufete de abogados puntero, dándose la vuelta en innumerables ocasiones durante la entrevista de trabajo. Se independizó, trasladándose a un bonito loft en el mejor barrio de la ciudad, donde mantuvo relaciones de una noche con la portera del edificio y la mayoría de las vecinas, solteras o casadas. El resultado siempre fue el mismo, si te he visto, no me acuerdo.
Con esa vida tan superficial, incluso él, un hombre con los valores un tanto vacíos de contenido, comenzó a frustrarse. Su madre, una mujer ya anciana, en una comida de domingo, le contó la anécdota de la matrona el día de su nacimiento. Phil, que estaba pasando por un momento muy difícil, hizo responsable a esa mujer de todos sus problemas y decidió que tenía que encontrarla para decirle cuatro cosas.
Tras varios años de búsqueda incansable, dio con ella en una residencia para mayores. Fue a visitarla haciéndose pasar por familiar, un sobrino que había emigrado a América un par de décadas atrás. Enriqueta, la matrona, no le reconoció a primera vista pero, cuando Phil se giró para coger una silla, no tuvo ninguna duda, ese culo no podía ser de otro, el hombre maduro que la visitaba era Felipín.
―Chico, querido Felipín, no has cambiado nada desde que ayudé a traerte al mundo, al menos, por detrás. Tu culo sigue siendo magnífico, te habrá ayudado muchísimo a conseguir tus objetivos.
Ante ese comentario, Phil se quedó sin palabras. Todo lo que había pensado decirle a aquella mujer, se diluyó en su cabeza como un azucarillo. Fue plenamente consciente, por primera vez, de que su vida había sido un culo y nada más que un culo. Se levantó, dio media vuelta para irse, totalmente deprimido, hundido, cabizbajo y con lágrimas en los ojos.
―Por cierto, ahora que me fijo mejor, se te está cayendo un poco, la edad, que no perdona.
Phil, contra todo pronóstico, esbozó una sonrisa, se acercó a Enriqueta, la inundó a besos y salió corriendo a comprarse unos pantalones de chándal. A partir de esa visita a la residencia, comprendió que había cosas en la vida mucho más importantes que su culo. El problema que se encontró, fue que no sabía hacer nada sin poner a su amigo respingón por delante y terminó fracasando en todos sus intentos, lo que le supuso un trauma tras otro. Terminó sus días colgado de una lámpara de su bonito loft.
―Doctor Gallo, este tipo que han traído para la autopsia, qué cosa tan rara. ¿Por qué se suicidaría teniendo un culo tan bonito y respingón?
―Patxi, querido colega, es evidente, pensaba con él.
Era una persona muy despierta, delgadita, se llamaba Jorge. Meticuloso, con un gran proyecto entre las manos. Tenía que demostrar a todos su valía, facilidad para tomar notas, decisiones.
Pretendía hacer un trabajo bien hecho. Era ambicioso, egoísta y buscaba un mejor puesto en la sociedad en la que estaba. Siempre a la caza, al acecho, observando, esforzándose con suma diplomacia, delicadeza.
Llevaba consigo una libretita donde dibuja los diferentes culos que iba encontrando en su camino diario. Prestándoles atención, mirándolos y buscándolos.
Observando detenidamente todo cuanto podía. Habían escogido el tema dentro del consejo rector y a él, por suerte o por desgracia; le había tocado «el culo», como tema de su investigación. Para él no era plato de gusto el dichoso temita de marras. Pero era lo que había.
Tomaba medidas y notas. Hacía un estudio pormenorizado de cada uno, en cualquier sitio, no le importaba el lugar, ni la hora, tenía que echarle mucho trabajo y tiempo para sus encuestas, para clasificarlos estaba siempre dispuesto a cualquier culo bien presentado, analizar, tocar, indagar todo cuanto pudiera, con el máximo respeto y una gran capacidad de persuasión, pues tenía un piquito de oro el chaval.
Le iba el trabajo en ello. De hecho, en su archivo los tenía seleccionados por colores, después tamaños y al final forma.
Todo tenía su verdadera importancia dentro de la vida estrictamente profesional. Quería saber realmente cuáles eran los preferidos, más queridos en la gente normal y corriente. Los más prácticos y mejor asentados.
A veces oía hablar de un culo en concreto, y allá iba él al fin del mundo a analizarlo, mirarlo, fotografiarlo y adaptarlo a algunos de sus modelos, como le exigían en la gran multinacional donde trabajaba marcando tendencia.
La moda es una lucha diaria que cambia constantemente las diferentes formas y presencias.
Tenía una gran colección de fotografías listas para la impresión y presentarlas en el dossier a su compañía. Cualquier mínimo detalle lo estudiaba rápidamente: las proporciones, las dimensiones, el marcaje.
Era un mercado en expansión. Elasticidad, todo lo relacionado con las formas y maneras de presentarlo a la gente, asentarse en las diferentes superficies. ¿Cómo se veían de cerca?, ¿de lejos? y lo más importante de todo. Si servían realmente para algo o era una mera apariencia voluminosa de reposo.
Últimamente estaba un poco obsesionado con los cuellos, estilísticamente no le encajaban bien con el culo. Le encantaba la gran variedad que había en el mercado. Pero le resultaba extraño y muy difícil la adaptación en sus pedidos de las grandes corporaciones.
Había cuellos demasiado pequeños y culos grandes que impresionaban mucho, no eran prácticos, lo suyo era una buena proporción. Cuello más estirado y un culo resultón, asentado, reafirmante que no caiga para los lados en exceso.
Actualmente estaba trabajando para la Conla-Cola. Estaba verdaderamente harto de ver tantos y tan diferentes frascos y botellas.
Enculado en un proyecto de cambio del culo de las botellas y su repercusión en el mercado. Querían hacer una promoción completamente distinta, distinguida, tenía que ser un culo bien asentado y estilísticamente adaptado a cualquier mano, formato o superficie.
Algo cómodo, fácil de poner y colocar, eficaz, atractivo. Que permitiera que se pudieran coger por el culo la botella, no se cayera y le diera además al botellín una bonita armonía, impresión y buena venta.
Espero les guste mi culo. Hasta el culo de tanto culo, terminó diciendo el pobre Jorge cuando expuso su trabajo frente al Consejo Rector de la Conla-Cola.
SERGIO SANTIAGO MONREAL
18 de marzo de 2023 (el día de la semana queda omitido debido a que todos, todas y todes sabemos que es sábado).
Las horas tampoco las pondré, hoy no. Tampoco pondré el nombre de los personajes.
Hoy me apetece escribir sin estructura alguna aunque el escrito en sí me salga de culo, pero por lo menos habré escrito.
A decir verdad escribo todos los días, pero reconozco que algún día adolezco de ideas, no obstante cuando no salen ideas sí que salen sentimientos, de esos voy sobrado.
Pues mira que el tema de la semana podría inspirar multitud de ideas pero a mí me ha venido a la cabeza un chiste muy malo que me contaron hace mucho tiempo y que me hizo mucha gracia por el contexto: primera hora de la mañana en el trabajo antes de empezar se me acercó un compañero y me contó el chiste en sí (yo muerto de sueño empecé a reírme a carcajadas…)
Chiste:
-Por el culo no, cariño, por el culo no…
-¿Pues por dónde Paco?, ¿pues por dónde?
Fin.
EFRAÍN DÍAZ
Estaba postrada en su lecho de muerte, a punto de palmarla y cruzar a la otra orilla.
Su esposo, triste y desconsolado, estaba sentado a su lado. Esperaba el fatídico momento de su partida.
Habían estado casados por casi cincuenta años. Fueron casi cincuenta años de amor puro y verdadero. De amor genuino. De ese amor que solo existen en las novelas y en las películas.
-prométeme una cosa, Joaquín.
-lo que desees, mi vida- replicó el acongojado marido.
-cuando muera, prométeme que harás una réplica mía de silicona y que siempre me tendrás a tu lado.
-te lo prometo, mi amor. Haré una réplica tuya en silicona y siempre estarás conmigo. Nunca te apartaré de mí.
Y con una amplia sonrisa en sus labios, le dijo que lo amaba y expiró.
Joaquín cumplió su promesa. Contrató al mejor artista y mandó a hacer una réplica de su amada esposa en silicona. La réplica era tamaño natural, aunque algo más liviana. Todas sus extremidades tenían movilidad y las coyonturas tenían la flexibilidad de las coyonturas humanas.
Era una réplica exacta de su difunta esposa, aunque ligeramente más joven.
Al recibirla, la vistió y la sentó en la sala.
Por las noches, le ponía la bata y la acostaba a su lado. En la mañana, charlaba con ella durante el desayuno. En la cena, compartía un vino que tomaba solo.
Al cabo de un mes, Joaquín estaba cansaado de la misma rutina. Charla matutina durante el desayuno y charla vespertina con vino.
No encontraba que más hacer con la réplica de su mujer. Tampoco quería guardarla en el closet. Lo consideraba una falta de respeto que su difunta esposa no merecía.
Entonces tuvo una magnífica idea. Sus días ya no serían monótonos ni aburridos.
Fue al gavetero y buscó un par de esposas que tenía guardadas esperando el momento oportuno. Luego, desnudó la réplica de su esposa, la ató de muñecas al pilar de la cama, la puso en cuatro patas y comenzó a darle por el culo frenéticamente, sin piedad ni compasión. La embestía con fiereza, algo que jamás su amada esposa le permitió hacer en vida. Si algo cuidó ella hasta el final, fue el culo.
Los días de Joaquín ya no serían iguales.
IVONNE CORONADO
Las partes pudendas
Las palabras «gruesas» en mi casa no estaban permitidas.
Sin embargo los adultos las vivían diciendo en forma disfrazada.
-A la puchica! Me pinché el dedo –
Decía mi mamá.
«Puchica» vino a quedarse en mi vocabulario. Esa palabra es un eufemismo que significa «puta», pero cuando niña no lo sabía!
La palabra puta se utiliza corrientemente en El Salvador. Todo depende del gesto y del tono cómo se diga para considerarlo un insulto o una palabra de elogio o de cariño.
-Es rechulo el hijo de puta! – y se comen a besos al niño.
Y el insulto, todos saben cual es (a nadie le gusta que le insulten a su madre).
No se mencionaban las partes genitales, ni se desvestían los adultos enfrente de mi hermana y yo.
Mi abuelita y mi madre inventaban palabras graciosas para no ofender nuestros castos oídos.
-Te lavasté el cucufate? – me preguntaba mi abuelita.
Allí sí sabía la respuesta.
-Si abuelita.
-Y la «cuchunguita»?
-También – contestaba riéndome.
Años más tarde me enteré que «cucufate» era un apellido y no significaba «culo».
«Cuchunguita» no sé de dónde sacó esa palabra mi abuelita! Encontré un lugar en Perú: Cuchunga, pero no «en chiquito», y no creo tenga el mismo significado. Ja, ja, ja!
PEDRO ANTONIO LÓPEZ CRUZ
FETICHISMO
El agua caliente caía de manera abundante, repartida en forma de pequeños chorros que se deslizaban sobre todo su cuerpo mientras sus sentidos disfrutaban ese simple y cotidiano placer, antesala de otros que estaban por llegar. El tiempo y la genética habían respetado su figura. A sus cuarenta y tantos, apenas se podía atisbar el más mínimo rastro de arrugas ni de estrías sobre su piel. Sus pechos lucían redondos y deseables bajo la ducha, al igual que el resto de aquel conjunto monumental formado por un sinfín de insinuantes curvas. Sin embargo, era su culo, firme y desafiante, con esa apariencia de pera perfecta, el que causaba en él un auténtico delirio.
Desde la cama, no había dejado de contemplar, ensimismado, la provocativa escena que se ofrecía ante sus ojos a través de la pequeña rendija en la puerta del baño, quizá abierta por descuido, pero con mayor probabilidad, dejada con toda la intención. Ella se giraba una y otra vez, recorriendo su cuerpo con las manos jabonosas, mientras insinuaba a través los cristales traslúcidos de la mampara todo su esplendor, plenamente consciente de que él la observaba.
Minutos antes, había repartido por la habitación toda su clase y su estilo habituales en forma de pequeñas piezas de ropa: un precioso y elegante vestido azul eléctrico, que él le había regalado la semana anterior a propósito para la ocasión. Unos tacones de vértigo que serían la envidia de cualquier fetichista y un conjunto rojo de caprichosa lencería capaz de levantar a un cadáver.
La luz del baño se apagó, y desde la penumbra del pasillo, ella se fue aproximando lenta y sigilosamente, cubierta tan solo por la minúscula toalla de baño que amenazaba con soltarse y caer en cualquier momento. Con esa misma lentitud, fue subiendo a la cama hasta colocarse a horcajadas sobre él, al tiempo que le desabrochaba los botones del pantalón, de manera pausada y cadenciosa, para finalmente dejarlo completamente desnudo e indefenso ante aquel inminente y deseable peligro en forma de mujer que se cernía sobre él. Con un ligero movimiento, la toalla cayó sobre la cama, mostrando igualmente toda la desnudez de ella bajo la tenue luz de la lamparita de la pared, más que suficiente como para permitirles contemplar con deseo todo lo que se ofrecían.
Las manos comenzaron a recorrer sus cuerpos, entrelazados como serpientes. Las caricias y los besos elevaron la temperatura mientras la humedad de sus fluidos lentamente iba haciendo el resto, en un ritual que parecía perfectamente ensayado, como una coreografía. Aquella naturalidad no era casual. Era el resultado de muchos años de experiencia, pese a los cuales, el deseo y el morbo no habían hecho más que crecer cada día. Desde que se conocieron, las largas conversaciones subidas de tono llenas de dobles sentidos les habían llevado a desearse cada día más. Finalmente, había llegado el día del encuentro. De pronto se habían convertido de nuevo en dos adolescentes atrapados por esa curiosidad desenfrenada de las primeras veces.
Tras una amplia colección de preliminares, todo se desató. Se entregaron a probar miles de posturas y movimientos, dejando escapar sus más profundas fantasías, ignorando límites ni tabúes, movidos por el hambre que ambos acumulaban durante de tanto tiempo. El ritmo y la velocidad aumentaban a cada momento, hasta que fue inevitable llegar a ese punto de no retorno que acaba en un estallido de amor y complicidad. Un placentero escalofrío recorrió sus cuerpos durante segundos que les parecieron eternos, mientras reían y se atravesaban con esa mirada cómplice que solo conocen quienes se desean.
Ambos quedaron exhaustos sobre la cama. De repente, ella se dio la vuelta y él no puedo evitar volver a contemplar con satisfacción su culo. Su fetiche, lo que le había enamorado. Esa genialidad curva y perfecta que incomprensiblemente ciega y deja extasiados a los hombres. Dos simples trozos de carne, sí, pero perfectamente moldeados, con una textura incomparable, estratégicamente colocados, puestos ahí por la naturaleza para abrir las puertas del pecado. Lo miraría mil veces, lo amasaría con sus manos como un maestro pastelero. Nunca se cansaría de contemplar la perfección trasera de aquella mujer.
BEATRIZ ROBERPIERRE
A esa parte del cuerpo (culo) en mi tierra, por delicadeza, se le llama trasero. Sin embargo las generaciones de hoy en día, han cambiado mucho el significado y hasta simpático se oye. Algunos de los ejemplos serían:
1. Mi amigo no quiere más mi amistad: «Mi amigo me está sacando el culo».
2. María me debe un dinero y para no pagar. «Me saca el culo»
3. La dirección que me diste está lejísimo. «Queda en el culo del mundo»
4. «Pedro está furioso, tiene una cara de culo que no la aguanta nadie»
5. Los hombres infieles, cuando tienen una novia nueva dicen:
«Me estoy estrenando un culito»
6. «Mónica está buenísima, tiene un culo bello, redondo y apetecible»
7. «El niño tiene rojito el ano, debo llevarlo al médico. Pero mujer, di simplemente culo»
Hay más expresiones coloquiales parecidas, pero creo que con este plato de esa palabra cortita, pero con la que se puede insultar, adular, piropiear, alabar etc., es suficiente para escribir sobre la palabra de esta semana.
Me disculpo ante todos, porque me pareció «vulgar», pero luego, después de reflexionar me dije: «pero si todo el mundo tine uno, por qué tendría que avergonzarme de llamarlo por su nombre verdad?
ANTONICUS EFE
Darem era el superintendente del CULO (Cavernícolas unificados literalmente orangutanes), una organización financiada por gente poderosa que se proclamaban a sí mismos como los puros, los garantes de las buenas costumbres, etc. Darem estaba casado con Elhis, por no se sabe que razón, pues no pegaban ni con pegamento. La mañana en las oficinas del CULO estaba siendo bastante movida, Elhis se había negado el día anterior, a hacer la comida, lavar, tender, planchar y abrirle las cervezas a Darem.
-¡No soy tu esclava, a partir de ahora las tareas se reparten! – le había contestado malhumorada.
-Yo he ido a comprar, pagando además con mi dinero, así que no es mucho pedir que me atiendas como dios manda, ¿qué pretendes que me ponga a fregar platos y mañana sea el hazmerreír de la oficina? De eso nada.
-Pues yo no pienso hacer nada mientras no nos repartamos las tareas como es debido – replicó ella.
-Haz lo que quieras, no se puede discutir con mujeres, es sabido por todos – concluyó él subiendo el volumen del televisor al tiempo que se ponía a animar al Real Madrid que estaba jugando su partido de Copa de Europa, (para el CULO todavía era Copa de Europa, ¡qué Champions ni ocho cuartos!)
Al día siguiente, lo primero que hizo Darem fue enviar un mail a todos los miembros advirtiéndoles de lo que le había sucedido y que también les podía suceder a ellos y convocándoles a una reunión para tratar de buscar una solución y por eso esa mañana no paraban de sonar los celulares y de llegar mails. Una vez reunidos todos los miembros, empezaron a debatir sobre estrategias a seguir.
-Lo que hay que hacer es tener más mano dura a partir de ahora, nada de pilates, ni de aerobic – propuso uno.
-Y lo de tomar el café con las amigas mientras dormimos la siesta, también tiene que acabarse – dijo otro.
-¿Y eso de irse a otra habitación a chatear con las amigas mientras vemos el fútbol?, luego hay que pasarse cinco minutos a voces para que te traigan la cerveza. – añadió otro.
Después de un profundo y concienzudo debate decidieron poner por escrito las decisiones adoptadas y entregárselas a sus esposas cuando llegasen a casa.
-Tenemos que sincronizar la operación, esperaremos a estar todos en las puertas de nuestras casas para entrar a la misma vez y dejarles las cosas claras, nos comunicaremos por el grupo de Telegram. – dijo Darem como última consigna.
Uno a uno fueron llegando a sus respectivos portales y cuando el último confirmó su llegada, Darem dio el OK para que entrasen.
Abrieron sus respectivas puertas con energía llamando a sus mujeres a viva voz, dispuestos a ponerlas firmes y entregarles su nueva manera de comportarse, pero ni uno solo obtuvo respuesta, en las puertas de los respectivos salones había un cartel escrito a mano “Ven a la cocina”. Intrigados fueron dirigiéndose a las respectivas cocinas, siempre supervisados por Darem con el móvil, y al entrar lo que vieron los dejó perplejos, en la encimera de cada cocina habían colocado pesebres con heno y pienso compuesto y encima un cartel dónde se leía ¡Qué te den por el CULO, me voy al Spa con mis amigas!
MARÍA JESÚS GARNICA PARDO
A tomar por culo!!
Soy Amelia Galvan y esta es mi historia.
Cincuentona, con el cuerpo qué vive en momento expansivo.
Mi marido en momento expansivo en la vida laboral, cenas, viajes, apenas lo veo.
Hijos en momento expansivo, pero cuando tienen un problema, mamá.
Estoy para todos y nadie me escucha.
Nadie de la familia sabe de mis problemas.
Qué se me olvidan las cosas, qué me mareo.
El médico me dijo qué era estrés.
Se lo conté a todos los miembros de la familia y ninguno me escuchó.
Cogí la maleta, cerré la puerta de casa, apague el móvil.
A tomar por culo!!
ROSA ROSANA
El tema de hoy no quiero ni pronunciarlo ni escribirlo. Esto daría para un artículo o quizá un libro y publicarlo en fascículos.
Menudo obstáculo tengo que saltar hoy, así que comienzo sin más dilatación.
Como cada mañana cogí mi vehículo y para evitar dar vueltas en círculo, cálculo siempre el tiempo del recorrido. Pues tengo dañado un músculo en la pierna que a veces me deja sin sentido y no me gusta estar por ahí con mi – – – – perdido.
Me dirigía a la consulta del doctor Lúculo. Si, ya sé que es un nombre de lo más ridículo, pero él no lo ha elegido. Es algo vernáculo, propio de su país. No hay más que añadir.
Por el camino recordaba aquel crepúsculo cuando le conocí. Sin cálculo alguno me soltó un ósculo, y yo casi reculo, pero reconozco que aquello me agradó, y él alzo su báculo triunfante saltando así el obstáculo, pues basculó entre la timidez y la decisión y acertó.
A mí me encantaba su monóculo, algo tan mayúsculo en él como su timidez.
Aquello nos unió, tengo que reconocerlo. Se forjó un vínculo entre los dos. Un círculo perfecto de unión, yo era enfermera y él doctor.
Como si fuera aquello un oráculo enviado por alguna pitonisa y nosotros fuéramos los Dioses protagonistas de aquel cenáculo donde se reunían algunos literatos y artistas y en medio estábamos los dos compartiendo las mismas ideas diferentes del resto.
Sinceramente no sé qué hacíamos en medio de ellos en aquel tabernáculo. ¡Menuda reunión! Casi daban ganas de mandarlos a todos a tomar por – – – – y marcharnos.
Cosas extrañas sucedían entre ambos, pero aquello nos unió. Con tal motivo comencé a trabajar con él. Mi currículo me lo permitía y él lo aceptó.
Allí me dirigía, a la clínica. Me detuve por un minúsculo tiempo observando el pináculo que casi era una premonición. Aquel elemento en forma de cono estilizando el edificio y aportándole altura parecía un letrero de advertencia a quién osara entrar en su interior.
Al abrir la puerta, de la clínica, menudo espectáculo en un receptáculo de lo más minúsculo me encontré.
Estaba acercándose Lúculo con un espéculo en la mano, con su monóculo apretándolo con el parpado y sobre la camilla tumbado Don Flósculo con cara de impacto, y aquel forúnculo. ¡Por Dios! Aquello parecía un tubérculo dado su tamaño. En mi mente se acumularon las palabras y casi las eyaculo todas mientras gesticulaba un gran ¡Nooo…! Aquello era ridículo. ¡Ya no podía más! Aquella visión fue la gota que colma el vaso. No podía seguir en aquella profesión. Así que reculo y sin despedirme dando un portazo me voy, mandando así a mi profesión a tomar por – – – -.
P. D.: Me voy sin nombrarla, sin escribirla, con un gesto que la define más que las palabras en las cuales pueda estar escondida:
Hay palabras atávicas, palabras cargadas de significados que exceden largamente su mero sonido y la imagen directa que evocan.
Palabras que hasta da temor pronunciar, porque al solo hacerlo rompen el encanto de la imagen que las llama.
Puedo pintar con letras el paisaje que las engloba, como lo hago ahora viéndote alejarte de mí, con paso felino y andar etéreo, provocadora.
Puedo describir la suave curva en que termina tu espalda, y como de pronto, un borbotón de vida le da forma de deseo, para precipitarla en lo más profundo de tu ser femenino, descendiendo hasta la naciente de tus piernas.
Puedo imaginar mil maneras de describir tus dedos apenas posados sobre la loza, como acariciando el pocillo de café con los restos del preludio que te trajo a mí, pero no puedo pronunciar la simple palabra que describe lo que ahora me muestras, la que por sí sola grafica la imagen que me regalas en este momento.
Y no lo hago, porque temo el poder de la misma.
Temo perder tu amada imagen, temo que la vista de tu espalda sea la de tu partida y no solo el ensayo de tu regreso.
Marcial Apuleyo
(ignoro quien es el autor de la foto, pero lo envidio )
MARY CORREA
Don Casimiro y la tómbola
Como cada día, Don Casimiro luego de tomarse unos matecitos mirando su programa favorito «Mundo Agro», agarrao la chismosa y salío a caminar por las callesitas del pueblo, primero fue a la carnicería de don Carlo, -Buenos días, como anda don Casimiro- saludo don Carlo a su habitual cliente. -Bien, acá, haciendo los mandados- contestó el viejito al carnicero, quien le respondio con amabilidad, -Y que va a llevar hoy? – a lo que don Casimiro pidió -Quiero un kilo de osobuco y déme pecho cruzado también, hoy tengo ganas de comer un pucherito-. El carnicero le despacho la carne, y el viejito salió al trotecito, no sin antes despedirse de don Carlo, -Hasta mañana,- A lo que don Carlo contesto, -Hasta mañana don Casimiro, pase bien-. Don Casimiro siguió caminando, dobló la esquina y a media cuadra, estaba la panadería, y como cada mañana doña Rosa, lo saludo -Buenos días, don Casimiro como esta hoy .-Bien de bien, y más ahora que la veo a usté- Doña Rosa,sonrojada contesto -Dice cada cosas, don Casimiro, ¿que va a llevar hoy ?- Don Casimiro con picardía le contesto- Me la llevaría a usté, pero como no va a querer, me llevo el pan y unos bizcochitos pa’la tarde – la panadera, se rió nerviosa mientras despachaba a su cliente y le contesto- Mire ,que cosas que me dice, va a llevar algo más? – -No,no -contesto Don Casimiro con una sonrisa pícara – Por ahora más nada- Hasta mañana – le saludo la panadera- Hasta mañana entonces, buena moza.- contesto el viejito , y siguió su camino dobló la esquina rumbo a su casa no sin antes pasar por el quiosco de doña Gertrudis,- Bueno días, Gertrudis cómo estás?- tal fue su sorpresa cuando se encontró con un muchacho,- Y Gertrudis dónde está?- el muchacho le contesto muy presuroso,-Buenos, días mi abuela fue al médico, y yo atiendo el quiosco en lo que ella viene-. Don Casimiro preocupado por la salud de su vieja amiga preguntó -¿ Está enferma?-a lo que el muchacho contesto- No,no es su chequeo de rutina,nada más- -Ah bueno ya me había preocupado -dijo el viejecito- ¿En que lo puedo ayudar?-le respondió el muchacho- Quiero jugar una tombola- contesto Don Casimiro, a lo que el muchacho saco una máquina de debajo de un estante y le dijo -Diga nomás que números va a jugar- Don Casimiro miro la máquina y moviendo la cabeza de un lado a otro dijo- No digo yo…antes anotaban los numeritos con una lapicera y ahora todo es automático… bueno anota, el once, el cero nueve, el trece la yeta no puede faltar, la niña bonita el quince, los dos patitos,mi edad el ochenta y cinco, el cincuenta y siete, ¿¿falta alguno más?? -No, está bien así, son hasta siete los números que se puede apostar-.
Don Casimiro, pago la apuesta, y saludo al muchacho,-Hasta mañana, dale mis saludos a Gertrudis-, a lo que el muchacho contesto -Serán dados,hasta mañana, mucha suerte. Don Casimiro, termino su recorrido de rutina, llegó a la casa,miro la boleta de la tómbola y no podía creer , el nieto de su amiga se había equivocado en un número en vez del cincuenta y siete le había jugado el cuarenta y siete, refunfuñaba don Casimiro -Muchacho tonto, pero mira que le dije cincuenta y siete, pero no están tontos los muchachos , se ha perdido la juventud con tantos jueguitos automáticos, bueno mañana le diré a Gertrudis cuando la vea. Mientras continuó su rutina, pelo las verduras, colocó la olla al fuego la carne, las verduras, condimentos y demás, a las doce en punto la mesa estaba puesta, el sentado en la cabecera, a un lado su nieto que había llegado de estudiar y al otro su hija que salía de su empleo y venía a almorzar con él cada día para luego regresar al trabajo. Luego del almuerzo cada uno seguía con lo suyo. Don Casimiro limpio la cocina con la ayuda de su nieto, luego se acostó para hacer su siesta, hasta las cuatro de la tarde. Se levantó, se dió una ducha y se apronto el matecito y los biscochitos de la tarde, se sentó bajo la Parra y prendío su radio que era una antigüedad, la reliquia de un museo, que a pesar el tiempo seguía acompañándolo , busco en el dial el canal de la quiniela, lápiz en mano y un papelito para anotar los veinte números que iban a cantar. Empezaron a salir los números,- ochenta y seis a los veinte- canto la radio, don Casimiro refunfuño -por uno-, treinta y dos a los diez y se enojó cada vez más, no salía ni uno de los números que había jugado, después de siete números cantados salio el primero -el quince, la niña bonita, el siguiente, los dos patitos, don Casimiro, anoto los números en el papel- Sigan asi, canten mis números che- luego salieron un par más que el no tenía a lo que se desilusionó, siguió anotando once, cero nueve, trece, – Si ya sabía yo la yeta no puede faltar- se dijo a si mismo, cantaron otro más y luego el ochenta y cinco – bien, bien -decía don Casimiro solo uno más- siguieron saliendo los número cuando ya quedaba el último por salir, – Ahora, sale el cincuenta y siete – murmuró, cuando escucha que dicen en la radio -Cuarenta y siete-, no podía salir de su asombro -¡Me gané la tómbola que suerte tengo!, de puro culo nomás…
MARÍA LORETO ARGANDOÑA
Sábado, 8:00 de la mañana. El sonido del teléfono punzetea mi tímpano hasta lo más profundo. Mierda, verdad que anoche me puse los audífonos para oír el audio «Duérmase en 3 segundos», último recurso después de varias noches sin pegar una pestaña.
El móvil no para de sonar, mientras intento desenredarme, busco mis anteojos en la mesita de noche y miro la pantalla y aparece: LA INNOMBRABLE.
Qué diablos quiere la señora a esta hora, pienso arriscando la nariz.
-Esepueh,ese que atiende en el centro, cerca de la oficina de la Margot-
– La verdad que no, dígame en qué puedo ayu…..-
-Ayqueamooooor, tu siempre tan amorosaaaa, te contaba que ….ay pero perdona, te desperté???-
-Ehm…-
-Siii, perdonaredesperteeeé, ya, tedigoaltiromejor JAJAJAJA qué bruta-
-Dígame suegra –
-Los espero a almorzar, a los 3, nomepuedendecirqueno!!!!! A las 14:30 hrs.
-Es que justo hoy….-
-Pero cómo!!!! Pero si hoy es 18 demarzoelaniversariodeJulitoooopueh, o ya te habías olvidado???
-Bueno, la verdad es que ..-
-Porsupuesto,quétontamásgraaaande,JAJAJA obvio que te olvidaste, si ya no es tu suegro hacemilaños…JAJAJA-
Por el amor de dios, esa risa, retumbando en mi cabeza trasnochada.
– Jejeje – la mía sonó del todo falsa.
-Ayyy pero mujer, por lo menos tráeme alos niiiiños, ellos eran taaaanregalonesdeJuliiito, no seas malaaaaa-
-Haré lo posib…-
-Tusabesquenoaceptoun NOcomorespuesta JAJAJAJA-
-Ok, entonces a las 14:30?-
-No, mejor a las 12:00 porque la misa es a las12:30,¿porquetedijequeesconmisa???? enlamismaparroquiaquelovelaronalpobrecito teacuerdas?????-
Lo último que le faltaba a mi fin de semana soñado, una misa.
-Mire suegra, yo ten….-
-Ya, los espero, a los 3, si puedes traer una ensaladagrandesosi porque somos como 20!!! Jajaja TanqueridoqueeraJulito!!! Ya te corto que se me hace tarde, muack,muack hastamásratito-
Ahí me quedé, sentada en la cama malhumorada a las 8:23 A.M, del sábado, con el teléfono en la oreja, con la voz de la innombrable dando vueltas como un eco infinito.
Qué rabia!!!!
Una vez más, me sentí traicionada por mi misma, una vez más cedía a la insistencia de esa vieja desagradable que arruinó mi matrimonio y mi vida.
Otra vez , pensando en saludar a gentes que no me interesan y que no me aportan nada, pero nada, nada, honrando a un viejo de mierda, qué jamás en la vida se aprendió el nombre de sus nietos.
Una vez más, por los niños, por mantenerles la inmaculada institución de la familia presente, para no traumarlos. Pero qué mierda.
Y, una vez más, estuvimos puntuales los tres, los niños con su ropa de salida, para que nadie fuera a decir que no me preocupo de ellos y yo, digna como siempre, pero con la mejor cara de culo que pude poner durante todo lo que duró la velada.
BEGO RIVERA
La terrorífica leyenda del fantasma culón, digo…burlón.
En el pueblo de » Pitágoras leía» los vecinos andaban revolucionados. La casa encantada, vacía durante años y años, había sido alquilada por una familia; los nuevos maestros del colegio del pueblo.
Estaban horrorizados ¡ Ni los muchachos se atrevían a entrar allí!
La familia formada por: Vectór al Cuadro, profesor de matemáticas,; su mujer, Analogía con Tilde; y sus dos hijos, Diptongo al Cuadrado con Tilde, de catorce años e Hipotenusa al Cuadrado con Tilde, de doce años.
El cachondeo en el colegio fue monumental con los nombrecitos de los pobres desafortunados. Pero para sus padres era una cuestión de suma importancia, sus vidas eran las matemáticas y la lengua respectivamente y todo estaba relacionado con ello.
Los primeros días la familia no observó nada anormal en la casa. Ya les avisaron de que había fantasmas, cosa en la que ellos no creían.
Una noche, Diptongo supongo se pegó un susto de muerte. Ya para acostarse, al abrir la cama, vio que debajo de las sábanas saltó un fantasma pequeño, traslúcido, que se levantaba una especie de túnica que llevaba y riéndose y haciéndole burlas le enseñaba el trasero. Un hermoso culo redondo, brillante, perfecto.
Diptongo alucinaba. El fantasma se evaporó de pronto tras tirarse un aire sonoro que lo mareó y lo dejó inconsciente sobre la cama hasta el día siguiente.
A Hipotenusa le pasó lo mismo, la noche siguiente, pero ella cayó en el suelo.
Al final la familia se acostumbró a ver al fantasma y se acostumbraron a sus gases fétidos.
Después de las risas de sus compañeros y para hacer amigos, Diptongo e Hipotenusa invitaron a varios compañeros a su casa a pasar una noche, así podrían ver al fantasma.
Llegó la noche acordada, los chicos y chicas llegaron ansiosos y felices.
Todos en el salón, esperando al burlón que apareció para sorpresa de todos. El pequeño fantasma jugaba y se reía con todos, lanzando aires por su culito a diestra y siniestra.
Don Vector y Doña Analogía sonreían viendo felices a sus hijos.
En medio de la algarabía no se fijaron hasta que fue tarde, de una presencia gigante que se acercó a ellos, el ente chilló dejando a todos mudos y paralizados. Se levantó la túnica, enseñó su enorme trasero y se tiró un gas que retumbó en todo el pueblo, dejando a todo los que estaban en la casa, muertos por intoxicación máxima. Según la autopsia, debido a gases desconocidos muy tóxicos. No tuvieron opción.
La casa ya no se puso a la venta, ni para alquilar. Decidieron dejarla en paz.
El pequeño fantasma lloraba a su papá de nuevo, otra vez sin amigos con quién jugar y todo por su culpa.
LOLI BELBEL
Mi HERMANO PEQUEÑO
Cuando era pequeña y oía marcar el teléfono a mi padre a una hora intempestiva, siempre pensaba que era una vez más una llamada al médico de familia. Y casi siempre era para mi hermano pequeño. Solía padecer mucho de anginas. El niño cuando veía o notaba la presencia del mismo, no lloraba, no, chillaba, berreaba, como un animal. ¡¡No, mamááá!! ¡¡No, papááá!! Yo observaba detrás de la puerta de la habitación tapándome la boca y nariz con ambas manos, muy nerviosa. Solo dos ojitos observaban la escena.
– «A ver ese culito» -sonaba una voz dulce, pero firme.
Pero el culito no aparecía. En su lugar había piernas, pies y medio cuerpo retorcido como una culebra. Patadas, manotazos, sollozos…
Era incansable.
Agarrado por mi padre y mi madre, lograban con esfuerzo retener ese ímpetu, ese rechazo a la inyección que vendría a continuación.
El culo alborotado de mi hermano ya estaba despejado…, y una banderilla se hincaba en él sin piedad. Lloraba y lloraba desesperadamente. Mi madre lo consolaba: «ya está, mi niño, ya está». Pero, para él no estaba.
¡He presenciado estos momentos a lo largo de mi infancia y adolescencia, a veces con dolor, otras, con cariño y las que más, con sorpresa. Lo que para unos, poner el culo para ser pinchado, no es nada, sí lo es para otros. Las agujas son las mismas, el inyectable, también, las efermeras y médicos
similares o iguales. ¿Entonces? ¿Son los culos más o menos vulnerables al dolor? ¿O todo está en nuestra mente? ¿Sugestión?
Porque, miedo a sufrir, al dolor…, lo tenemos todos. ¿O no?
Con 24 años, mi hermanito, era médico residente en el Hospital General de Cataluña.
CESAR BORT
Peggy Sue (tema de la semana)
Las luces del coche hacían que las gotas en suspensión de la niebla aparecieran en toda su humedad. John Sugar White, con gabardina y sombrero ladeado, encendió un cigarrillo. Dio una calada y se subió el cuello del abrigo. Hacía un frío del carajo en el muelle. Miró el reloj. Sacó la pistola de la funda sobaquera y comprobó que estaba cargada. La volvió a enfundar, se calzó los guantes, tiró la colilla al agua y echó a andar hacia el coche.
Abrió el maletero, una mujer atada, amordazada, en ropa interior y los ojos como platos, lo miró con terror. Intentó decir algo, pero el pañuelo de su boca se lo impedía.
―No te esfuerces, Peggy Sue ―dijo John Sugar encendiendo otro cigarrillo y volvió a cerrar el maletero.
Montó al coche, miró el reloj, arrancó, dio media vuelta y abandonó los muelles. Condujo por las calles desiertas de Silver Lake, hasta llegar al cruce de la tienda de Beni. Aparcó en la acera, bajó y entró:
―Dame un paquete de cigarrillos ―dijo, mientras, distraído, leía los titulares de los periódicos sobre el mostrador.
―¿Te has enterado?
―¿De qué? ―preguntó sacando un billete de diez de la cartera.
―Peggy Sue desapareció ayer por la noche. Seis Dedos está que trina, ya sabes que era su…
―Putilla.
―Dice que le cortará los huevos a quien haya sido…
Sugar arqueó las cejas haciéndose el sorprendido, aunque no pudo evitar desviar la mirada hacia el coche, y dijo:
―Puede que se largara, quizás estuviera harta de mover el culo encima de ese pandillero con ínfulas de Al Capone.
―El camerino estaba patas arriba… y ya sabes que Sullivan ofrece una recompensa por ella por haberlo traicionado ―dijo Beni devolviendo el cambio.
Sugar White se encogió de hombros, guardó el dinero en la cartera y con un lacónico «Adiós, Beni», salió de la tienda.
Se desabrochó el botón de la chaqueta, cuando vio que en la calle, apoyados en el coche, lo esperaban Seis Dedos y tres de sus hombres. John abrió el paquete recién comprado, sacó un cigarrillo, lo encendió y echó una bocanada larga de humo.
―Tienes cojones, Sugar ―dijo Seis Dedos―. Otro en tu lugar ya estaría cruzando la frontera. Pero tú, no. Tú, aquí, tan tranquilo. ―Hizo un gesto y sus hombres rodearon a Sugar―. ¿Dónde está Peggy?
John White dio una calada, miró a los hombres de Seis Dedos y dijo:
―La última vez que la vi, estaba en Archie´s, contando que la tienes más pequeña que un conejo y que tardas lo mismo que ellos en correrte.
Seis Dedos sonrió con repugnancia, hizo un movimiento con la cabeza y sus hombres echaron mano a las pistolas. Sugar había tirado el cigarrillo, había metido la mano bajo su chaqueta, rodó por el suelo, disparó.
Alcanzó a Seis Dedos en la rodilla y recibió un balazo en el hombro. Mató a uno de los esbirros de Seis Dedos de un balazo en la cabeza, a otro le pego un tiro en el vientre.
Beni salió del local con la recortada en ristre. Disparó y los perdigones reventaron el pecho del tercer pandillero.
Sugar se levantó, se acercó a Seis Dedos que se retorcía de dolor en el suelo, agarrándose la rodilla. Le apuntó a la cabeza y disparó.
John se giró hacia a Beni y dijo:
―Gracias, Beni, te debo una.
―Te apuntaba a ti, cabrón ―sonrió el viejo y descargó al segunda posta de la recortada.
Cuando llegó la policía, Beni había recargado el arma y apuntaba a los cadáveres tirados en el suelo: Tres matones, Seis Dedos y John Sugar White.
―Me intentaron robar ―dijo Beni―, pero en la calle se empezaron a discutir y a dispararse… ―explicó.
El policía tomaba notas y asentía. Uno de sus compañeros abrió el maletero del coche y encontró a una mujer, atada, amordazada, en ropa interior y muerta por una bala perdida.
―¿La conoces? ―preguntó el policía.
Beni se acercó y a punto estuvo de caérsele la recortada al suelo, aunque dijo:
―Nunca la había visto.
CANDELA PUNTO
EL GATO DE MI CASA ES PARTICULAR
Tras su adopción, los primeros días de adaptación a su nuevo entorno, entiendo que no fueron fáciles para ella. La rescatamos de las manos de un ser enfermizo, loco de atar y dado al consumo compulsivo de alguna sustancia tóxica, que rogaba y gritaba cuando fuimos a recogerla: “os la regalo, sacadla de mi casa, la gata habla” —al ver dieciocho botellas de vodka vacías sobre la mesa y una bolsa del supermercado a rebosar de alucinógenos, marca, “lo que entra no sale”, lo entendí todo—. ¡Sí o sí, la gata se viene con nosotros! —le dije a mi mujer.
Cómo decía al principio, los primeros días fueron complicados para Mama Berta, nuestra gata tuvo que adaptarse a su nueva casa, a mi mujer y a mí y a nuestros tres perritos guapísimos, (Uni, Katchis y Chupi). Las rarezas comenzaron con lo que yo, por aquel entonces, creía que eran alucinaciones, llevándome en el tiempo a visitar a mi querido amigo Andrés, de forma profesional, en su consultorio de psiquiatría. En las sesiones conversábamos sobre mi relación con Mama Berta…
—Bueno, Miguel, ¿qué problema tienes con la gata?, me parece surrealista.
—Todo comenzó hace un mes con los perros.
—Te escucho.
—Antes tienes que entender, que la gata solo quiere a mi mujer, cuando está ella es pura bendición, buena como ninguna. Cuando Adela se marcha a trabajar, la gata se trasforma en otra cosa.
—Has pensado que puedes estar celoso.
—No es eso, te lo prometo. Los perros y yo vivimos muertos de miedo, aterrados. Deja que te explique, su primera víctima fue el perro del vecino.
—Menos mal que te conozco, si no, reflexionaría el ingresarte en un centro una temporada.
—Todo comenzó una mañana en la que la pillé asomada a la ventana, enseñándole el culo a la vez que se lo abría con las dos patas delanteras para burlarse de él. Te prometo que es verdad. Dos horas después, a mi regreso de hacer la compra y en el rellano de la escalera, dentro del portal. Al abrir la puerta del mismo, el perro estaba muerto con el cuello rajado y Mama Johnson junto a él, lamiéndose las uñas ensangrentadas.
» La miré… ella me miró… los dos nos entendimos. Lo tenía claro, esa mirada no gatuna, sino de tigresa ansiosa de sangre, se distinguía perfectamente en su rostro. Solté las bolsas con la intención de esconder al pobre “Perejil”, el perro de la vecina, para evitar un enfrentamiento con su dueño.
—Miguel, comienzo a preocuparme por tu estado mental, quizás deberías plantearte…
—¡Calla!, no me interrumpas… Cuando intenté acercarme, la gata sacó las uñas de una de sus patas delanteras y comenzó golpear el suelo con ellas como si estuviese tocando el piano. No se me olvidará jamás, podía escuchar perfectamente, ¡clic, clic, clic, clic!, sonando con eco y helándome la sangre. Desistí en mi intento, al sentirme amenazado.
» Tras un instante de tensión entre los dos, en el que no me atrevía ni a mover las cejas. Mama Berta clavó las uñas en el cuello del perro y lo arrastro escaleras abajo a través de la puerta que da acceso al sótano, dejando un reguero de sangre por el camino. Mientras lo hacía me mostraba su culo respingón y lo movía con garbo y segura de sí misma. Nunca más se supo del pobre Perejil.
—Los gatos son felinos y cazadores, además de enemigos incondicionales de los perros. Dando por buena tu impresión sobre los hechos, probablemente en esta ocasión Mama Berta salió victoriosa del enfrentamiento.
—Perejil es un Mastín Napolitano de 80 kilos y, la diabólica gata, es una siamesa de 3. ¿Entiendes ahora?
—Claro que lo entiendo, necesitas una caja de Lorazepam al día para comenzar a relajar tu psicosis angustiosa.
—Lo que más me molesta de ella es que siempre me da el culo cuando le hablo.
—¿También habla, Mama Berta?
—¡Sí!, el drogata del que las rescaté, me lo advirtió y no le hice caso en ese momento, cosa de la que me arrepiento.
—Y ¿qué te cuenta? —escribiendo en el talonario de recetas.
—Después de la desaparición de Perejil, la intensidad de sus actos violentos y amenazantes fue creciendo.
—Perdona que te interrumpa…. ¿A tu mujer le pasa lo mismo con Mama Berta?
—Con ella es todo amor, le sonríe, la ronronea, la abraza y le mueve las pestañas mientras le pone ojitos de cordero degollado. La tiene en el bote.
—¡¡Y no te parece raro!! —firmando una nueva receta: “Haloperidol gotas, 15 al desayuno. 15 al almuerzo y 15 a la cena”.
—No pienses que estoy loco, la gata, mejor dicho, el leopardo… Me angustia y amedrenta en medio de la soledad del pasillo al cruzarme con ella, incluso en cualquier rincón, oscuro o no, cuando Adela se marcha al trabajo.
—Hace un momento, me has dicho que la gata te habla —añadiendo otra recta a la colección: “Prozac 90 mg, una pastilla y media al día”.
—Como te decía, cuando me la cruzo en el pasillo, salta sobre mi espalda con las zarpas traseras y con las delanteras me araña, para terminar, diciéndome, que si cuento algo será mi último día de vida. Lo prometo. Por ese motivo, no me desnudo desde que está la gata en casa, delante de mi mujer, no quiero que vea las marcas de sus feroces garras.
—¿Y, los perros?, ¿de verdad, estáis todos acojonados por una linda gatita? —anotando en su diario: “Psicosis colectiva”.
—Últimamente, la gata duerme con mi mujer y los perros conmigo en un colchón tirado en el suelo de salón. A media noche se levanta sigilosa de la cama como un guepardo, y viene a despertarnos, nos amenaza y se vuelve a la cama con Adela.
—¿Qué os dice?
—Que buena y guaja y maja y atenta ando…, tan solo quiero que te acerques y me digas cosas bonitas…, que me abraces y me adores…, que pases tu mano junto a las mías…, yo haré el resto…, te sacaré los ojos, te rajaré la garganta, beberé tu sangre…, cuando quieras darte cuenta, estaré desayunándome tu hígado acompañado de uno de esos vinos tan caros que tienes en la estantería. Y se va tan tranquila, moviendo su lindo culo.
ALMUT KREUSCH
Hace una semana regresé a Ítaca. Un viaje, que debía durar un año, pero que por circunstancias, que ahora no vienen al caso, ha durado casi nueve años o quizá más. He llegado a la madurez, pero no me siento viejo, físicamente soy fuerte y no me falta vigor…
Encontré mi reino patas arriba, y mi primer decisión fue matar a la manada que no dejó de acosar a mi adorada y fiel mujer Penélope. Como me dieron por muerto, ella a penas pudo librarse de los tocamientos , sobre todo en su trasero, con la intención de poseerla y proclamarse rey el vencedor.
Mi hijo adolescente Telémaco me ayudó en esta desagradable pero ineludible tarea, porque eran muchos.
—Anda Telémaco, cariño, mueve el culo y ayuda a tu padre, ¿no ves que ha perdido agilidad en el manejo del arco y las flechas? — le reprimió su madre.
Y prosiguió: —¡Estoy deseando que desaparezca esta gentuza que me ha hecho la vida imposible durante una década! ¡Harta me tenían! ¡Los diez años aplastándome el pompis delante del telar para mantenerlos a raya se convirtieron en un autentico calvario!
¡Qué grande es mi Penélope!
Por las tardes, agotado por mis numerosas compromisos y obligaciones, buscaba momentos de paz y sosiego en la playa. Sentado sobre la todavía cálida arena, que mi trasero agradecía, solía mirar meditativo y con cierta añoranza al mar . Me dejé mecer por el sonido hipnótico de las olas que acariciaban incansables la orilla con sus lenguas caprichosas y espumosas, sucediéndose una tras otra desde hace siglos.
Aquella tarde estuve adormilado y no la vi venir. La ola surgió como de la nada, como si el mar hubiera puesto toda su fuerza y energía solo en ella. La enorme pared azul oscuro, amenazadora, coronada por una revoltosa y furiosa espuma blanca, se abalanzó sobre mí, me engulló y me arrastró mar adentro sacudiéndome con tanta fuerza que perdí el conocimiento.
Me desperté en el fondo del mar sobre un mullido lecho de algas, en una gran habitación acristalada, bañada en una radiante luz azul y con hermosas conchas de nácar cubriendo el suelo. Sentí como el agua fluía con facilidad dentro y fuera de mis pulmones, sustituyendo de forma natural mi respiración.
Me incorporé sobresaltado porque oía a lo lejos el canto que tantas veces había maldecido en mi viajes por mar. El canto de las sirenas. El canto celestial, seductor y hechicero, la mortal amenaza para los hombres que se acercan a ellas. Volví a sentir el horror, acordando como mis marineros enloquecían con las primeras notas. Apenas tuve tiempo de taparles los oídos con cera y atarme al mástil del Argo para no sucumbir al irresistible deseo de arrojarme al mar.
Pero esta vez, el canto me dejó tranquilo y embelesado.
—Por fin te tengo aquí, querido Ulises,– sonó una dulce voz a mi espalda. Me di la vuelta y me encontré ante una de las criaturas más hermosas que jamás había visto. Una sirena. Su pelo ondulado verdoso le llegaba a la cintura, tenía grandes ojos turquesa, piel dorada y una larga cola de pez cubierta de escamas verde plateadas. Tenía las caderas anchas y los pechos generosos.
–Soy Parténope y este es mi palacio. Mis hermanas y yo hemos intentado tantas veces seducirte, y nunca hemos tenido suerte. Pero no me di por vencida, he trazado un plan y aquí estás. Me tienes que disculpar por la rudeza de tu rapto, pero quería estar segura de que no escaparías.
Espeté: – Tu y las tuyas habéis jugado un juego muy perverso aprovechando el poder mortífero de vuestros cantos. Te ruego que me lleves de vuelta a la tierra, no puedo dar más disgustos a Penélope porque ya no creerán otra vez en el cuento del telar, y si no regreso, será la ruina definitiva de mi reino.
—Ay, mi querido Ulises,– respondió con dulzura Parténope, –no temas, volverás sano y salvo. El único favor que te pido, y no te asustes, es que me engendres un hijo. He observado a los seres de la tierra mientras os fecundáis, he visto las caras brillar, las sonrisas felices y los cuerpo moviéndose al mismo ritmo. He oído los gemidos. Quiero sentir estas sensaciones y te he elegido para que me complazcas y me des un hijo tan valiente y fuerte como tú.
Ahogando mis protestas siguió:– Estoy harta de que el bruto de Tritón, me levante la cola y se alivie dentro de mí poniendo cara odiosa y demoniaca, para después desaparecer sin despedirse de mí. Mírame, ¿ no merezco otra cosa?
A lo lejos oí el dulce canto de sus hermanas mientras ella me rodeaba lentamente. ¡Dios mío, qué culo y qué caderas! Ni Circe ni Calipso…
¡Y éste suave y seductor aleteo de su cola brillante!
Se acercó más y más, acariciándome con su melena, sentí sus pechos contra mi piel desnuda, me abrazó y me besó. Su boca sabía a salitre y caviar. Sentí un deseo que no pude controlar, casi como cuando estaba atado al mástil…
La tendí sobre el lecho, la abracé, como queriendo impregnarme con su aroma, la besé una y otra vez, y ella me susurró al oído palabras que no entendí. Encontré lo que buscaba y la poseía con fuerza y vigor. Parténope gemía, movía la cola sin control y sus ojos brillaban de deseo. El canto de sus hermanas se acercaba cada vez más, eclipsando lo poco que quedaba de mi voluntad. Nos convertimos en criaturas salvajes y nuestro clímax fiero provocó una violenta ola que nos separó bruscamente. Lo último que oí antes de volver a perder el conocimiento fue su grito: – ¡Gracias Ulises, y que le den por el culo al Tritón!
Recuperé el conocimiento en el mismo lugar de la playa.
« Qué obsesión tienes con las sirenas, Ulises, menos mal que sólo fue un sueño, porque nunca más querías ser infiel a Penélope.»
Con terrible asombro descubrí una escama verdosa y brillante pegada a mi pecho.
GRACIELA PELLAZA
La ley de Newton.
Y la manzana que cae perpendicular, como mi culo.
¡Ay! Gravedad ingrata.
Extraño la hermosa gracia que tenían mis caderas, allá por los 80..donde no existía el pavor de usar pantalones llenos de margaritas, o calzas amarillas.
Lo hubiera llenado de cascabeles, para cruzar las veredas de mi pueblo, tan merecedor de aplausos, bastión en los bailes de carnaval, con el vaivén perfecto.
Nada de pecho, todo en el final de la espalda.
Tiene más culo que cabeza decia mi padre, que debatia con mi madre, las notas de la escuela.
¿Cuanto duró mi vanidad?
Algunos años..bastantes diría yo.
Me dió satisfacciones y algunos desencantos.
Creí, lo que creíamos todos, que con los atributos de mi genética, tendría pocas posibilidades ante los fracasos, y al final las puertas giratorias dieron siempre las mismas vueltas.
Yo supuse que con eso alcanzaba.
Jovencita ingenua.
Como todo en la vida, se pierde brillo y comienzas con sesenta sentadillas por día, para que se mantenga firme el músculo, ante los relojes de arena que consumen tiempo.
Mi padre tenía razón; fuí cintura de avispa, culo de abeja reina.. el atributo fugaz que no sumaba mucho en los balances.
No sirve de mucho tanta nalga me dijo un día; tu belleza esta en otro lado..
Cierra los ojos..cierralos fuerte..¿Que deseas? ¿Donde irás? ¿Cuanto quieres?
Y acá estoy intentando, todas las mañanas, entre tanta sentadilla, de acertarle a las respuestas.
GUILLERMO ARQUILLOS LLERA
LA PEDORRETA
De repente, en clase de Música, Íker levanta la mano en silencio y el profesor ni se da cuenta. Bruno, uno de los peores, un repetidor al que odian en su casa, ve la mano levantada, inclina la cabeza para que lo tape el compañero que tiene delante y hace una pedorreta.
Varios compañeros se ríen. Otros, muy serios, miran a Bruno y hasta uno de los que siempre le siguen la corriente le llama la atención en voz baja:
—Joder, tío, ¡qué mala leche tienes! ¿Es que no te da cosa del amargado ese?
Bruno le clava los ojos y le enseña el puño derecho:
—Como digas algo de que he sido yo, te parto la boca. Gilipollas.
—Vale, vale, tío… tampoco hay que ponerse así…
El profesor termina viendo la mano levantada y dice casi sin mirar a chaval:
—Vale, Íker, ve ahora mismo.
El profe, que está haciendo una sustitución, piensa unos segundos y no sabe qué hacer, aunque el jefe de estudios ya lo ha avisado. Es su primera clase con este curso y solo conoce el nombre de un alumno: Íker.
Íker se levanta muy despacio, como si le costara trabajo. Se le caen dos lágrimas cuando alguien resopla al fondo del aula. No quiere llorar, ni ser un bicho raro, ni que se rían de él. Tampoco quiere que sientan lástima. Le gustaría ser un chico normal y corriente, uno de los que se fijan en los ojos de alguna compañera y ve que ella está mirando los suyos. Desde que volvió del hospital, no se atreve a mirar ninguna cara.
«Te acostumbrarás rápido, ya verás», le habían dicho. Pero un chico de doce años lo pasa mal, muy mal, con lo suyo.
—¿Necesitas que alguien vaya contigo? —dice el profesor.
Hay compañeros que están hablando entre ellos, aunque no se entiende lo que dicen. «Alguno estará burlándose», piensa el profesor.
Íker niega con la cabeza agachada. Tiene la cara roja. Roja de ira, roja de vergüenza, roja de impotencia.
El chaval se marcha al servicio y cierra la puerta.
—¿Quién ha sido el de la pedorreta? —. La voz del profesor es dura. Está enfadado. No va a permitir esos desprecios en su clase.
Una chica de la primera fila interviene:
—¡Son solo bromas, profe…! Tampoco hay que ponerse así…
El profesor la mira:
—¿A ti te gustaría que te tratasen así?
Ahora pasea la mirada por toda la clase y levanta la voz:
—¿A vosotros os gustaría que se rieran en vuestra cara de esa manera si estuvierais en el lugar de Íker?
Hay un silencio terrible. Pasa un minuto infinito. En las pistas de deporte se oye a alguien que grita:
—¡Pásamela, tío, pásamela!
Llaman a la puerta.
—Adelante —dice el profesor.
Es Íker, que vuelve con la cabeza agachada. Casi no le sale la voz de la garganta:
—Es que se me ha olvidado… me he dejado… —. Y señala el sitio donde se sienta.
En el corto espacio de tiempo que tarda en llegar a su cartera y sacar lo que necesita, Bruno, que intenta hacerse de nuevo el gracioso, dice:
—¡Panza culo, panza culo! —. Pero ahora nadie se ríe.
Antes de que acabe la mañana, los padres de Bruno han ido a recogerlo. Está expulsado una semana. El director amenaza con un cambio de centro si se repite.
Por la noche, Íker, llorando avergonzado en su cama, recuerda una y otra vez el mote que le han puesto en la clase desde que volvió del hospital: «Panza culo».
Los médicos le dijeron que se acostumbraría con rapidez a la colostomía, pero en sus sueños hay un tren que se acerca muy deprisa. Él se pone en la vía, de espaldas, para no ver el miedo en la cara del maquinista.
CARMN SÁNCHEZ GUTIÉRREZ
Siempre caminaba unos pasos por delante de mí, moviendo sus caderas con ritmo acompasado. Orgullosa y altiva, despreciando a todos los que pretendían su amistad. Marcaba el ritmo de su vida al compás de sus caderas, no permitía que nadie irrumpiera en su camino, siempre con paso firme, seguro, sin distracciones.
Paseábamos cada tarde por la orilla del río, ella, a pesar de ser hembra, marcando el territorio. Gruñendo con descaro a los que pretendían dominarla, mientras los largos pelos de su culo ocultaba sus tesoros. Tesoros en interminable movimiento.
Así era, independiente, segura y con determinación implacable. Y su culo, adornado con rubia cabellera, acunado con la seguridad del que se sabe mimado, su mayor atractivo.
ROSA ÍNDIGO
Llevaba conduciendo horas, necesita descansar.
Vi la señal de hotel/ hostal, salí de la autovía y allí
fui.
En la puerta había un cartel : «Reservado derecho de
admisión, sino tienes un culo perfecto da la vuelta».
«Tengo un pedazo culo, pero perfecto, ni de coña,
tiene celulitis hasta decir basta, y si lo intento
subir sufro de lumbalgia.»
«Estoy muy cansada, lo voy a intentar».
-Toc Toc
– Hola, tienes un culo perfecto?
-Partido por la mitad, eso vale?
Abrieron la puerta, dentro había gente
haciendo cálculos, » venga, hay que dar lo
que la gente quiere, los tíos quieren culos
perfectos y las tías quieren satisfacerlos».
Dije «solo quiero una habitación para descansar».
» No quieres un culo perfecto?»
» No, me conformo con el mío °
A la mañana, ya descansada, pagué y me fui,
alguien vino detrás » necesitamos tu culo»,
dijeron.
«No es mejor mi cerebro»? Pregunté.
Dijeron» no, porque tú cerebro piensa».
Me fui de allí pensando » habéis infravalorado
lo mejor».
Antes de pensar leer el prospecto con las
contraindicaciones.
GAIA ORBE
chismorrean en el barrio
el Atilio y la Porota
dicen sus lenguas filosas
de los otros muchas cosas
el hijo de la de enfrente
esa con cara de culo
ayer se comió la cana
sin que fume marihuana
se quiso hacer la lumbrera
jugó fuerte al culo sucio
y no pagó la cometa
el langa de la farmacia
con el del puesto de flores
eran culo y calzoncillo
pero el domingo de Pascua
pelearon a mano armada
por la del culo empolvado
mujer de los milamores
de apodo y nombre Rosalba
después de la santa misa
don Zoilo le dijo al cura
por su culpa
por su mismísima culpa
la devota de mi nieta
no quiso entregar el culo
y en la primera encamada
el novio adoquín con pelos
me la dejó embarazada
casi me caigo de culo
en el final de la historia
cuando la rubia del ocho
a voz en cuello gritó
ustedes dos tienen culo
se la pasan de chimento
nunca van a laburar
cerrá la raya del culo
a dúo le respondieron
que pintaste como el culo
el jardín y tu zaguán
*algunas de las palabras usadas en el relato son del lunfardo argentino.
LUISA VALERO
POTITO
Durante los primeros cinco años de mi vida en Perú estuve muy desorientada y me expresaba a mi manera.
La verdad que hay mucha diferencia en el sentido de ciertas palabras y es debido a que el idioma castellano varía mucho dependiendo del país —Y yo que pensaba que: «español es español en todos lados»—.
Pongo un ejemplo, con la palabra «culo» (español de España) versus «poto» (español de Perú). En realidad en su sentido anatómico, se entiende igual en los dos países, al ser la parte más o menos protuberante —que afortunadas las bien dotadas— que empieza cuando termina la espalda, pero que en Perú es una mala palabra —de lo peor— y en España se utiliza hasta en los anuncios de pañales o de cremas para las escaldaduras de los bebés.
En este país, que me acogía cálidamente, debía acostumbrarme a decir «poto», su diminutivo «potito», o «colita» para poder conservar mi reputación, y que no me miraran mis amigas peruanas con mucha vergüenza ajena y me lapidaran cuando se me escapaba un «me salió como el culo», al explicarles que algo había salido muy mal para mi. Ahora el recordarlo me río mucho… JA, JA.
O sea, aquí no les puedes contar a los peques la anécdota de que en el colegio cantabas con la melodía del himno español: «Franco, Franco que tiene el cu… blanco porque su mujer lo lava con Ariel…» «¡¡Ups casi lo digo!!»
Pero que me sonría para mí —como niña que hace su travesura— no quiere decir que sí pueda pronunciar esa palabra fácilmente; así fuera en sitio seguro, sentiría como si me dieran una descarga eléctrica en mi boca si me atreviera a decirla. Quedé un poco traumatizada por la vergüenza y no sé si se me pasará cuando regrese a mi país España…
MARÍA JOSÉ AMOR PÉREZ
VERSION ACTUAL DE ADÁN Y EVA
-¡¡¡Evaaaa!!!
-Qué caray te pasa-responde una voz de mujer.
-Que te has ido y no me has dado el postre. Y ya he acabado el segundo plato.
-Pues búscalo tú mismo. Que Caín está con diarrea y lo ha dejado todo hecho un asco.
-Pero ¿dónde está el postre?
-¿Dónde va estar?
-No sé, tú me lo das siempre y no sé de dónde lo sacas.
-El colmo- responde Eva muy enfadada -¿Cómo caray he de decirte que está en la nevera? Hombres inútiles.
Adán se levanta, va a la nevera y al abrir grita:
-¡¡¡Evaaa!!! Que no veo nada.
-Pues abre los ojos demonios. Y tú Caín estate quieto de una vez.
-¡Mamáááá!
-La que falta. ¿Qué caray te pasa Abel?
Se escuchan lloros. A continuación entra Abel con las rodillas sangrando.
-¡La madre que te parió! Pero ¿es que no puedo estar tranquila?
-¡Evaaaaa! Que en la nevera solo hay una manzana ¿qué hago?
-Caray pues ¡comértela!, mira tú.
-Y ¿tú no la quieres?
-Yo lo que quiero es que me dejéis en paz. Que ahora que estoy acabando de limpiar el culo a Cain, entra Abel sangrando.
Por unos momentos hay silencio.
Caín sale lentamente mientras su madre saca algodón y agua oxigenada para limpiarle las rodillas a Abel.
-¡Pica, aaaayyyy!
-Lo que pica «sanica» dicen los maños. Anda tú, ¡qué día!
-¡Qué es eso!-dice Adán que en ese momento entra en el cuarto de baño.
-Ji, ji, ji…-ríe Caín en un rincón mientras una enorme serpiente entra moviéndose de manera ondulante tras él.
Adán asustado se sube al váter mientras Abel se queda paralizado de miedo.
-Saca esa cosa de aquí Caín, que estás asustando a tu padre y a tu hermano. Ya te he dicho que parases de pintar las mangueras de verde.
Entonces Eva, cogiendo la supuesta serpiente con una mano mientras con la otra le da un par de bofetones a Caín a quien deja berreando en un rincón.
Ella, a su vez alteradísima, sale del baño gritando:
-Y ahora, ¡me voy a hacer la siesta! así que ¡¡¡POBRE DEL QUE ME DESPIERTE!!!
SHEILA SHEILA
El miembro más nombrado entre los seres humanos. El deseo por este supera la locura. Puesto que está al final de las caderas. Unos le llaman derrier otra cola otros les da pena hasta nombrarlo… Le colocan sub nombres «ahí abajo» más abajito de la espalda, las montañas, las nalgas el cuatro letras, trasero, jopo… de hecho, la palabra “el culo” en algunos países es ofensiva, más específicamente en Colombia … no se la gente que piensa que significa,, tal vez piensen que es una grosería u ofensa muy grande como la “gorronea” que es en verdad una enfermedad de trasmisión sexual, esto poca gente lo sabe.. es tan polémica, chistosa en ocasiones, hasta digna de unas letras debe ser. La parte del cuerpo que las mujeres más cuidan con tratamientos y cirugía. nadie sabe lo importante que es. Más allá del sexo, sirve para descansar sobre el duro cemento de cualquier acera claro que también lo usan muchos para destacar o presumir en fotos en sus redes, le dan retoques. Sus colores son infinitos, para todos los gustos y sabores. Es su ser más preciado, el «culo».
EDUARDO VALENZUELA JARA
Ya no flamean banderas ni estandartes; girones quedan de la argentería que bordaron blancas manos de doncellas.
Ya no relucen los altos muros de fortalezas y castillos; las llamas, que todo consumen, las tiznaron de negros hollines.
Una calima de cenizas cubre los campos de batalla que hoy parecen un fosal, do la sangre derramada, de bestias y tercios, riega la tierra como abierta herida.
No hay vencedores ni vencidos, ambos reinos cuentan más lágrimas que tranquilidad, más exequias que convalecientes, más sepulcros que supervivientes.
Se cuenta que todo principió en cuando el monarca José Antonio Bermúdez y Zúñiga se presentó, junto a otros soberanos, a un banquete ofrecido por el reino de don Francisco Ercilla. Allí habría visto a la hija de Ercilla, la ifanta Sofía, y su fermosura lo conmovió. Mas cuando pretendió desposar a la joven, el padre se rehusó. Aquello hizo a José Antonio aloquecer y levantó banderas contra Francisco, con el único fin de raptar a la ifanta.
Los reinos se enfrentaron, las campañas se sucedieron, las espadas embistieron los broqueles y bebieron la sangre de ambos bandos. Las huestes hicieron riza, quemaronse las tierras, sitiaronse las ciudadelas.
Muerte y destrucción desolaron los reinos, hasta la última lid; una victoria pírrica, capitaneada por el mismísimo José Antonio Bermúdez y Zúñiga que cayó, herido de muerte, al final de la batalla.
Un sol anaranjado y redondo se hunde en el horizonte y baña de rojo las marismas donde lucharon. Allí, yace moribundo, bajo el peso de su caballo muerto, semienterrado en el fango, el monarca José Antonio. Yergue aún la cabeza, salpicada de barro y sangre, con un ojo cerrado y otro abierto; sostiene en su fuerte brazo la espada que todavía reluce con los últimos rayos dorados de la tarde.
―¡Mi señor! ¡Mi señor! ―clama un vasallo, partido en dos, junto a él.
―Decídme, soldado.
―¡Hemos ganado, señor!
―Así es, soldado. Así es.
―¡Mi señor!
―¡Habla ya, soldado!
―¡Decidme que ha valido la pena, señor! Decidme, con el debido respeto, cuán fermoso es el rostro de vuestra señora Sofía, señor.
―¿Fermoso rostro?
―Sí, señor, contadme.
―Jamás he visto su cara, soldado.
―¿Qué decis, señor?
―Recuerdo que llevaba un vestido de cendal… Tan solo vi su espalda, nunca vi su rostro… Solo su culo, soldado, tan solo vi su culo.
JOSMA TAXI
EL CONTRATO
Yo vivía en una planta baja muy modesta. La vivienda estaba situada en una pequeña aldea de Valencia. Dos viejas habitaciones, un pequeño comedor, un baño y una cocina constituían todas sus estancias.
Solía escribir en la cocina, que tenía chimenea, allí entre los guisos de mi madre y los vasos de vino que se tomaba mi padre, pasé mi primera infancia. Hacía ya varios años que mi padre había fallecido, mi madre se marchó con mi hermana, vivir solo me venía bien, me concentraba mejor en la escritura.
Para subsistir había entrado como profesor de latín y religión en un colegio religioso cercano. Tenía pocos gastos y resistía humildemente.
Llevaba cerca de dos años con este tipo de existencia, al principio estaba contento, pero los últimos cuatro meses habían sido terribles. Mi imaginación se había consumido y no se me ocurrían argumentos aceptables, estaba pasando una racha de sequía intelectual.
Seguía insistiendo y con una disciplina militar, me ponía todos los días a escribir, aunque sin éxito alguno.
Una tarde, cuando la luz natural ya había desaparecido, me desesperé, los nervios pudieron conmigo y llegué a blasfemar. Al final, lleno de impotencia, afirmé: “Daría cualquier cosa por conseguir ser un buen novelista”. Asombrado por mi reacción, me levanté de la mesa, iba a beber agua, pero tres fortísimos golpes en la puerta de casa, me hicieron salir a ver quién quería algo de mí. Al abrir me encontré con un hombre de un metro cincuenta, bien trajeado, con un pelo y una barba plateados, su sonrisa era sugestiva.
–¡Buenas noches! Busco a Carlos Troya.
–Soy yo, contesté y ¿usted es?
— Puede llamarme, Señor Oineg.
— Extraño nombre, indiqué.
— A todo se le puede dar la vuelta, Carlos.
— Es tarde ya, dígame qué desea.
— Vengo a solventar sus problemas.
— ¡Dese prisa Oineg, no estoy de humor para aguantar ofertas absurdas e inútiles!
— Carlos, hace un momento usted exclamó que daría cualquier cosa por conseguir ser un buen novelista, para eso estoy aquí para negociar su contrato. No se quejará de la velocidad de nuestro equipo de atención al cliente.
— Señor Oineg, todo esto es muy extraño, creo que me está tomando el pelo.
— Carlos, déjeme pasar y le explico el asunto apropiadamente, además aquí en la puerta de su casa me parece imprudente tratar este tema.
Dudando, lo dejé entrar, pensé que con no hacerle caso zanjaría la cuestión.
El Señor Oineg afirmó que su organización estaba especializada en satisfacer los anhelos más profundos de cualquier ser humano, en el caso de que yo quisiera ser un buen escritor, deseo sería muy fácil de conseguir.
— Muy bien Oineg, sigo igual, no acabo de entender su sistema.
— Carlos es muy fácil, le ofrezco una prueba de seis meses, usted evalúa los resultados y sí los considera aceptables, formalizamos un contrato.
— Hay una cuestión que conviene aclarar ya, no tengo dinero.
— Tranquilo Carlos, no cobramos en moneda, buscamos formas de pago alternativas.
— ¿Oineg no querrá cortarme una libra de carne o que le venda mi alma?
— No, Carlos, soy vegetariano y el alma no existe, adaptaremos su forma de pago, si le interesa nuestra oferta.
— Bien, acepto la prueba de su producto, ¿qué tengo que hacer?
— Nada, dejar fluir su imaginación y observar los avances que se produzcan.
Dicho lo cual Oineg se excusó y salió de casa. Yo quedé expectante, ¿cuándo y cómo se producirían los cambios? ¿Sería capaz de notarlos o no me enteraría de su presencia?
Los días siguientes no me di cuenta de ninguna variación, aunque fui capaz de terminar varios relatos, las dudas y los parones fueron desapareciendo, como por arte de magia, poco a poco era más veloz en mi redacción, más certero y sutil en el uso de las palabras y los argumentos y las tramas brotaban de mí con naturalidad y fertilidad.
De ese modo, sin que yo me apercibiera de ello, el tiempo fue pasando velozmente. Una tarde volvieron a sonar unos golpes en la puerta de casa.
–¿Cómo ha ido Carlos? —preguntó Oineg.
— Muy bien—contesté- he terminado doce cuentos y he escrito una novela.
— Lo celebro Carlos. ¿Puedo suponer que está interesado en seguir contando con nuestros servicios?
— Así es.
— En ese caso le diré que el servicio completo incluye nuestro asesoramiento como agencia literaria, la edición de sus relatos y la promoción de sus obras, siempre que usted no prefiera utilizar otros medios. En todo caso, ahora, antes de firmar el contrato, conviene que hablemos de nuestros honorarios. Le recuerdo que no le vamos a cobrar en moneda, pero necesito que me aclare una cuestión, antes de continuar adelante.
— Con mucho gusto, Señor Oineg, contesté.
— Carlos, he hecho averiguaciones y he descubierto que usted estuvo en el seminario desde muy jovencito; sin embargo, no llegó a ordenarse sacerdote, ¿es correcto?
— Lo es, ingresé con doce años, era la única manera de que pudiese estudiar y finalmente no canté misa.
— ¿Puede contarme el motivo?
— Oineg me resulta comprometido hablar de esto, pero tampoco es un misterio, no me consideraba digno de ejercer el sacerdocio y consideraba más interesante dedicarme a la literatura.
— Bien Carlos, lo que me interesa saber es si perdió la fe.
— No, no, en absoluto, si bien soy un creyente tibio, sigo conservando la fe.
— Perfecto Carlos, pues aquí va nuestra propuesta: usted se convierte en el escritor que desea y a cambio nos entrega su fe. Ya podemos firmar el contrato.
— ¿Qué dice Oineg, menudo disparate?
— En términos comerciales no lo es.
— Oineg la fe está fuera del comercio de los hombres.
— Carlos, yo no soy un hombre, ya debería haberlo descubierto.
— Da igual, no voy a darle mi fe.
— ¿Tan creyente es usted?
— No, pero estoy acostumbrado a vivir con ella, es más cómodo, es más reconfortante.
— ¿Carlos es consciente de que perderá sus privilegios como escritor?
— Lo soy, no me presione más, por favor.
— Bien, buenas noches, si cambia de idea avíseme.
El hombrecito salió de mi casa, no me sentí intranquilo, él desconocía que yo tenía guardadas tres novelas más y dos docenas de relatos cortos. Así que, pasados un par de minutos, me volví hacia la puerta y envalentonado grité: «¡A tomar por culo, Sr. Genio!»
RASPUTINA PÉREZ
-¡es que no mueves el culo!
Decía mi jefe.
-¡con esto me limpio yo el culo!
De nuevo con su ataque rutinario
-Si levantases el culo de la silla otro gallo cantaría…
Madre mía al final del día mi mente descarrila y sólo «si si con tilde por aquello del qué dirán» oye ..culo,culo,culo y cuando llego a casa y cierro los ojos sueño,sueño..
Aaaahhh!
Ayer entre como todas las mañanas al trabajo con un propósito firme,tan firme como mi..¡mierda!
Pero fallé en cuanto me dijo «culo» planté mis soberanas posaderas a su altura y le dije cerrando la puerta tras estas palabras -¡mi culo es mío y nadie me lo toca!
MERCEDES MEDIANO
Culo es una palabra mal vista que se usa para decir que algo es insignificante. El culo del mundo es cuando un país no está a la altura de los demás. País pobre y subdesarrollado. En la cola es el último.
Cuando algo te va como el culo, es para desprestigiarte, para deprimirte y ver que las cosas te salen de manera tormentosa y fea.
Sin embargo, el culo, es una parte importante del cuerpo. Si, está detrás, pero qué sería de todos los animales si no tuvieran unas buenas posaderas, almohadilladas para sentarse. Los monos los destacan con colores fuertes. Los perros se husmean los culos para identificarse. Los caballos con sus lindas colas pasean sus hermosos culos. Qué hay de la cola de toro? Y del cerdo hasta la cola está buena.
Pero no es sólo eso sino que si el culo no existiera, el cuerpo no funcionaría. Ya puede el cerebro, los pulmones o el estómago ser imprescindibles que si el culo no evacua, todo se descompone.
El culo no es nada malo y si lo llevamos a la sexualidad, un buen culo es un poderoso atractivo que nos sube la libido a hombres y mujeres.
Cuando hablemos de culo no lo miremos con negatividad sino con admiración.
BEA ARTEENCUERO
Mariela nacio en un hogar dónde era la unica mujer de 7 hermanos, su niñez fue feliz, todos la consentian.
Cuando cumplió 14 años empezó su pesadilla; Todas sus amigas ya tenían el cuerpo formado, pero ella nada de busto, nada de caderas, así se gano el mote de…Tablita!!
Hasta sus hermanos la llamaban así y era objeto de burlas, ni hablar en el colegio, solo un pequeño grupo de amigas la llamaban por su nombre.
Tenía la esperanza de que su cuerpo cambiaria con los años, pero nada cambió, mientras que sus amigas se habían desarrollado muy bien, ella siguio igual.
Esta situación la llevo a aislarse por el complejo que tenía, sufría en silencio y se prometio operarse cuando trabajara y fuera independiente..Se agregaría busto u trasero.
Al cumplir los 20 años, decidio estudiar arquitectura …Se fue de ese pequeño pueblo donde nadie la llamaba por su nombre.
Ingreso a la universidad, estudió mucho, se recibio de Arquitecta con las mejores notas.
Le ofrecieron un empleo en una empresa donde crecio y fue ascendida por su desempeño, era querida y respetada por todos.
Gano mucho dinero, podría operarse como siempre lo anhelo, pero no lo hizo.
Se caso con un colega y fue madre de dos bellos niños; Era muy feliz en su matrimonio.
Cada tanto visitaba a su familia.
El mote deTablita quedo en el olvido, si alguien la llamaba de ese modo, solo sonreía.
Con los años comprendió que lo importante en la vida es el interior de cada ser.
Unas tetas grandes y un buen culo, no es todo.
Podes ser grande siendo pequeño.
El universo es tuyo si te lo propones,
Lo fisico, si bien es halagador lo que prevalece es tu fuerza interior y aceptarse, sin mirar a los costados.
RAÚL LEIVA
Intenciones
Una vez, en un taller literario, preguntamos si se podía escribir sobre cualquier cosa. El instructor nos dijo “todo el tiempo nos pasan cosas y al final del día siempre sucede algo que vale la pena poner en palabras”.
No me aclaró mucho el panorama, pero entendí que era una limitación mía en cuanto a la comprensión de la respuesta, sin embargo, la cara del noventa por ciento de los asistentes, me daba la impresión que estaban igual de perdidos que yo solo que habían ido a un terapeuta mejor.
En fin, mi vida siguió como casi siempre pasa en los organismos vivos, y el camino de la literatura me trajo a esta consigna: escribir algo cuya temática es el culo.
Me sentí a mis anchas, nunca antes he ganado el diploma y esta vez yo cuento con cierto as en la manga: desde pequeño mi maestra de literatura miraba mis composiciones y decía que escribía como el culo. Ahora que lo pienso, no me parece que esto constituya ventaja alguna porque recuerdo que luego de leer mis trabajos, la señorita Margarita lloraba copiosamente luego de hacer añicos la hoja de la tarea.
Pero bueno, vamos a seguir pensando en cómo abordar el tema. Se me vino a la mente la imagen de una muchacha, Lorene Zarsky de Illinois, que tenía la habilidad de escribir con el culo en una pizarra. No es que yo lo haya intentado, pero me pareció medio confusa la situación ya que la maniobra de sostener una tiza o un fibrón era muy compleja, y sobre todo garabatear a ciegas algo legible sin embardunarse el culo con tinta o borronear la pizarra con las nalgas parafraseando ese dicho que reza “borrar con el codo lo que se escribe con la mano”.
Como sea, no creo que vaya por ahí la idea de escribir algo acerca del culo.
No descarté la alternativa de escribir un texto erótico. Comencé y estaba quedando algo así “ella se ofreció al vacío de las sábanas tibias con su vasto tabú adolescente plétoro de mieles ancestrales por donde cabalgarán los insípidos jinetes sin rumbo ni destino”. Entonces me imaginé si yo fuese la chica del cuento, no me causaría mucha gracia que escriban acerca de mi culo lleno de cosas viscosas y menos que vengan caballitos perdidos a intentar quién sabe qué asquerosidad en el culo. Es todo un tema el relato erótico, si no se tiene claro dónde va la historia, se pueden hacer inolvidables papelones.
Así que aquí sigo, sin encontrar la vuelta para escribir algo decente acerca del culo y que no signifique un chiste o un relato poco serio.
Barajé una posibilidad de texto escribiendo palabras que comiencen con las letras de la palabra culo. “Cada uno levantó otra copa ufanándose. La obvia cadencia ultrajada, levitó onírica cincelando uñas labriegas olvidadas”. El resultado era menos que patético.
En ese mismo taller literario que nombré al principio, nos dijeron que una fuente de inspiración es la observación. Obviamente no lo tomé al pie de la letra y salí a ver culos, sino que me puse a ejercitar la memoria emotiva tal como lo hacía Stanislavky para componer un personaje. Una vez que hubiera visualizado el culo que protagonizará mi relato, lo debería dotar de una voz, una historia, una religión si así la tuviera y una profesión. Luego situarlo en un contexto histórico y geográfico y desde allí transitar los vaivenes de una modesta historia. Toda esta empresa fracasó al imaginar el primer culo que se me vino a la memoria. Contextualizo, yo trabajo en una fábrica metalúrgica y a la hora de irnos nos bañamos todos juntos como los presos en una suerte de ducha comunitaria, solo que en estos tiempos las han dividido con tabiques para que no se generen roces ni miradas y mucho menos bromas pesadas que deriven en escenas de pugilato. Sigamos. Una tarde, nos estábamos bañando y pasó el turco, un personaje mal armado cuya anatomía parecía ayuna de huesos o estructura sólida. Caminaba pálido y bamboleante como un globo de látex a medio llenar con engrudo. Unos compañeros dijeron esta frase “Pedro ¿Viste el culo del turco? ¡Parece un pan dulce crudo!” Fue entonces que paré de buscar el culo protagonista y recordé una vez más el porqué de mi rechazo a comer pan dulce en navidad.
Bueno estimados lectores, lamento haberlos defraudado. No tengo ninguna historia que involucre o refiera a un culo, o a la historia de un culo o lo que corno sea que tenga que ver con un culo. No pierdan más tiempo conmigo y vayan por otros relatos, que seguro van a estar mucho más decentes.
Nos vemos en la próxima.
CONCE JARA
OBRAS
Desde temprano se oía el martilleo, el estruendo del cortafrío o la agujereadora que provocaban cinco operarios sobre el asfalto. El ruido molestaba a Nino y como no se centraba en escribir, se asomaba de cuando en cuando a la ventana para observar a los albañiles. Dos de ellos bajitos, otro gordo, otro rubio y el más viejo. Se dio cuenta de que de cuando en cuando se paraba la maquinaria, y después se escuchaba un largo silbido para retomar la actividad.
Comprendió que aquello no era para dejar pasar a algún vehículo, ya que mantenían cerrado el tráfico de un carril, sino que detenían la obra, la comida, las bromas, el descanso cuando divisaban que una mujer caminaba hacia ellos sorteando las obras. Al pasar a su lado en el momento en que ella era el centro de sus miradas, en ese momento, uno de ellos soltaba aquel silbido interminable, potente, penetrante e inútil.
Si aquel devenir de mujeres ocurría al principio de la jornada, soltaban a la fémina algo que empezaba con «Vente» o «Te pongo». Vente, por ejemplo, que te voy a poner las pilas, o te pongo mirando a Cuenca, te hago esto o lo otro. Los días caluros también utilizaban el verbo chupar, pero como he dicho antes esto solo ocurría en las primeras horas de trabajo, después de comer, a la hora de la siesta sólo las chiflaban, acortando todo lo que les gustaba decir y ya no había fuerzas.
Nino tenía la certeza, tras varios días de observación, de que el silbido era una convocatoria para que quizás la mujer entrara en la caseta de la obra, y pasara un rato con ellos… con todos.
Un día cuando iba a preparar la comida se fue el agua. Tras preguntar a los vecinos y como presidente de la Comunidad, Nino bajó hasta la acera, ya que había visto como los albañiles soterraban tuberías de cemento. Preguntó al trabajador más viejo, al que parecía el responsable, si el motivo de que no hubiera agua en el edificio se debía a las obras. El operario contestó que aquello se debía a una fuga y que solo sería durante una hora. Pero antes de marcharse, Nino, no pudo atarse la lengua y le preguntó al trabajador qué ocurriría si alguna de las tías a las que silbaban les devolviera el silbido e hiciera caso a su llamada.
El obrero parecía tener la respuesta en la punta de la lengua, asegurando que la meterían en la caseta y allí se lo harían… todos. Ante su cara de estupefacción se rieron, mientras uno, el trabajador rubio hacía un gesto obsceno en el aire con las manos.
—¿Todos a la vez? —preguntó Nino.
—Pues claro —añadió el obrero— y sino ¿para qué entra?
Nino no lograba entender cómo era posible que las mentes de cinco hombres esperaran que, con sus repulsivos reclamos, una mujer que pasara por allí, sin conocerlos de nada, se metería con ellos sin temor en la caseta. Pero ellos insistían en su idea, en la efectividad de su reclamo y de nuevo el albañil rubio gesticuló con la mano cerrada, moviendo la cadera, como si agarrara la cabellera de una mujer invisible.
—Pero… ¡eso sería una violación! —contestó Nino—.
—¡Hombreee! —respondió uno de los bajitos—. Así dicho… queda feo. Nosotros le damos candela los cinco a la vez, ella lo vino buscando
Entonces el obrero más viejo, colocando su mano sobre el hombro de Nino y con un tono amable comentó:
—Verá, llevo trabajando en esto más de cuarenta años y desde el primer día silbo a todas. Da igual el culo, las tetas, la gordura, incluso la edad. Calcule usted todas las mujeres a las que he chiflado y que sepa que nunca, nunca, ninguna de ellas devolvió el silbido. He llegado a pensar que, a diferencia de los perros, ellas no distinguen el silbido humano.
—¿Y por qué siguen sino vienen? —contestó Nino.
En ese momento, sin saber por qué, todos los obreros se dejaron de bromas, callaron, regresando a su tarea, aunque de reojo observaban, hasta que el rubio les susurró:
—Buen culo, morena, unos cuarenta, entrada en carnes.
Entonces, los cinco operarios aplicaron su regla: silbido provocador, verbos, chupar y propuesta que a Nino le provocó el sonrojo ante la idea de que aquella mujer pensara que él también participaba en el reclamo.
Como aquello fue en vano, los albañiles aún seguían mirando el culo de aquella fémina hasta que desapareció a lo lejos.
—Pues esto es… así son las cosas —dijo resignado el albañil viejo, como aquel que regresa de pesca con la red vacía—, pero que sepa que, si entra, esta mira para Cuenca.
—Esto para ustedes es un reflejo. —le contestó Nino—. Un gesto sin esperanza… ¡Un sin sentido!
Los cuatros se quedaron mudos, serios, o se dieron la vuelta.
Por otro lado, Nino se arrepentía de haber preguntado, de no haber evitado el acoso de aquellos cinco hombres contra aquella mujer.
—Mira —retomó la conversación el viejo albañil—: si un albañil silba a una mujer, eso nos da esperanza. Esperamos que se dé la vuelta, nos mire y llevamos así siglos, esto no es nuevo, sino fíjate —y con su mano señalaba todos los edificios que abarrotaban la ciudad—, ahora piensa: si no fuera por la esperanza, si las cosas se hicieran porque sí, ¿te crees que las calles estarían asfaltadas y los edificios construidos?
FIN
MANUELA CÁMARA
UNAS GAFAS ROTAS
Salma e Isabel conviven en la misma casa desde que empezaron a estudiar periodismo en la ciudad. Una antigua casona con jardín cedida por dos ancianos que se han mudado al pueblo y que son muy amigos de sus padres.
Salma usa gafas de culo de vaso día y noche. De día porque pierde la nitidez de los contornos a dos metros de distancia, de noche para ver mejor los sueños. Al crecer, siempre fue la extraña, a menudo con la nariz metida en un libro en lugar de participar en actividades con los amigos, después pasó a ser «la desapercibida». Este último año de periodismo le está costando la misma vida por dos motivos, primero porque está imbuida en el mundo de la literatura, escribiendo su primer conato de novela; segundo, porque se ha empeñado en autosustentarse, por si no consigue terminar la carrera, y se pasa las tardes sirviendo mesas en una céntrica cafetería.
Isabelle, como insiste en que todo el mundo la llame desde que descubrió Instagram, es independiente desde que vino al mundo y desde que llegó a la ciudad vive obsesionada con la vanidad. Ha conseguido sacar un buen dinero de las redes sociales. Está constantemente rodeada de personas que definen su valor y juzgan a los demás en función de su apariencia. Todas las mañanas, al levantarse, sus ojos se encuentran con su propio reflejo, uno que no reconoce, en la ventana de vidrio que está a los pies de su cama. La lucha de autopercepción comienza a pasar factura a Isabelle, que ya no siente ninguna conexión con quien era. Lo que empezó con un simple juego de subir fotos a las redes, se ha convertido en una obligación. Ahora se ve forzada a mantener esos círculos a los que se acopla como guante de látex en las manos. De igual manera, el camaleón de su mente se adapta las ideas, gustos, prioridades, necesidades de ellos.
Salma ha salido hoy de la ducha, estira el brazo hacia el color verde que sabe que es su albornoz, se lo pone, toma asiento para secarse en el taburete donde ha dejado sus anteojos y siente como crujen bajo su peso. Está angustiada al darse cuenta de que tiene que buscar una óptica sola y que las lentes nuevas le costarán mucho más de lo que puede permitirse.
Isabelle acompaña a su amiga. La admira profundamente por saber mantenerse fiel a sus propósitos. Salma es ese cristal de culo de vaso que le hace ver la realidad y la conecta con ella misma. Ante ella no tiene que esforzarse, ni fingir, ni mantener una línea de acciones, es su amiga, la de siempre, la sencillez, la tranquilidad. Con Salma son las conversaciones interesantes sobre literatura, sobre filosofía o las discusiones políticas; con Salma son los actos altruistas, el bizcocho rápido de chocolate al microondas para calmar al cuerpo y las lecturas de poesía para satisfacer el alma.
Isabelle le insiste al optometrista para que le arregle los anteojos como si tuviera que defender a su amiga y el óptico promete repararlas en dos horas. Isabelle se va a una sesión de fotos a la que llega un poco tarde.
Salma recoge sus gafas, sale a la calle y nota algo extraño en las lentes reparadas: ahora tiene la capacidad de observar la vida de una manera que nunca podría con una visión normal: con todo a su alrededor amplificado en claridad. Salma nota pequeñas cosas, cómo florecen las flores en un estilo lapso de tiempo, cómo la luz del sol resalta los detalles de las caras de cada edificio, que cambian su perspectiva de la vida. Aprecia cómo la luz traspasa las gotas de agua que caen en chorro sobre la fuente volviéndolas el cristal de un caleidoscopio. Se detiene en las partículas de polen moviéndose simétricas en remolinos sobre el viento; cómo crecen veloces las briznas de hierba incipientes en el parque o las alas de los pájaros al agitarse a cámara lenta. De repente fija su atención en un hombre que cruza el jardín. Su pelo engominado refleja la luz envolviéndolo en un halo. El traje impoluto parece la prolongación de la gomina por todo el cuerpo. El nudo exacto de la corbata donde deslumbra un minúsculo alfiler de sujeción. Es un sujeto rodeado por una aureola. No es un extraterrestre puesto que no existen, ni un caballero andante que se extinguieron como los dinosaurios, ni un ángel de esos que siempre se mantienen resguardados en el cielo lejos de los hombres. Salma avanza hacia él absorta, sin poder evitarlo.
Tomás ve que Salma lo mira descaradamente. Que se le aproxima sin quitar la vista de él. Bueno, es normal, piensa Tomás, un hombre tan bien vestido como yo no se ve en Madrid a cualquier hora del día, además yo sé que tengo caché.
Están a dos metros de distancia. Tomás se detiene y supone que la mujer va a actuar lo mismo, pero no lo hace. Tomás la sostiene de los brazos para no colisionar, sacándola de su hipnosis.
—Señorita, tenga cuidado que va a chocar contra alguien— le dice de forma socarrona.
—¿Yo? ¿Pero qué demonios? Haga el favor de soltarme — responde Salma con apenas un hilo de voz.
— Que tenga cuidado, que andar distraída le puede llevar a algún tropiezo.
— La verdad es que sí, ando un poco torpe esta mañana —añade ella.
Isabelle que ha terminado las diez fotos antes de lo previsto, decide volver a la óptica con Salma. Al decirle el óptico que ya se las había arreglado las gafas a su amiga y esta se las llevó puestas, va a su casa a través del parque, seguro que es el mismo trayecto que haría Salma. De repente ve que su amiga está en mitad del parque y que un desconocido la tiene agarrada por los brazos. Echa a correr, sin duda la están asaltando y sin pensarlo dos veces, aparta a Salma con el brazo izquierdo mientras con el derecho le propina un sonoro puñetazo al extraño que cae sentado sobre el césped.
—¿Te ha robado, te ha hecho daño? — pregunta sin resuello por la carrera Isabelle a Salma.
—¿Pero qué haces? No ha pasado nada, nos íbamos a chocar caminando.
—¡Disculpe. Disculpe!—repite Isabelle a Tomás, sin poder explicar su comportamiento, encerrando la cara en las manos— Creí que estaban atacando a mi amiga.
— Debería tener cuidado a quien pega, señorita — dijo Tomás levantándose y limpiando su impoluto traje ahora mojado por la hierba recién regada— no es usted tan fuerte como se cree.
—Lo siento muchísimo — respondió Salma— mi amiga ha sido un poco impulsiva, no es así de forma habitual.
Tomás miró a las dos amigas tan distintas, se frotó la mandíbula un poco adolorida y sencillamente propuso:
—Puesto que no soy ningún malhechor, ni atracador, ni nada de lo que pensaron sobre mí y además me han propinado un croisé ,¿por qué no me invitan a un café para compensar el daño?
Los tres miraron a la misma mesa en la cafetería del parque. Isabelle un poco avergonzada dijo:
— Nos hemos conocido de pelea como los tres mosqueteros.
—Sí, qué casualidad, que el bar se llame Rocky — dijo Tomás mirando el nombre del local.
—¿Habéis oído hablar del poder del tres? —preguntó Salma.
(Continuará la próxima semana )
PEPINO NABÓDICO
Empanadillas de maíz, ¡qué ricas son! Que quien las prueba, ¡sí, señor! ¡repite al fin! Es un producto del país que vendo yo.
Empanadillas del país, que vendo yo. Empanadillas de maíz: sabrosas son.
Cuando yo pregono así, todo el mundo escucha mi canto, porque no tengo rival para pregonar.
Ya se va, se va, se va la empanadillera, ya se va…
Ya se va, se va… ¡y pronto volverá!
Se va, se va, se va…
Se va, se va, se va…
Se va la empanadillera…
¡Y no volverá!
Santiago de Cuba, marzo de 2023
MANOLI DÍAZ TORRALBA
TATOO-A-DOS
¡Ay! ay! ay! Retumbó un el quejido por el patio de luces de la finca ¿Quién se quejará de esa manera justo el día de San José? empezaron a protestar los vecinos que poco a poco iban subiendo las persianas y asomándose a intentar averiguar quien se lamentaba en voz alta y al prestar atención se escuchaban unas risotadas al son de los quejidos, pronto descubrí de donde venia el jaleo pues lo tenia justo bajo mi techo, mi hijo mayor trajo a casa a pasar los días de fallas a un grupito de amigos del erasmus que querían vivir las fallas en primera persona y por lo visto la fiesta se les fue un poco de las manos. Mi niño empezó a contarme mientras les hacíamos el desayuno que después de la nit del foc con el subidón de ver espectaculares unos fuegos artificiales combinados con unas cervezas decidieron visitar un par o tres casales falleros que conocía y por cada uno que pasaban les invitaban a cubatillas, al llegar al que esta junto a mi casa estando ya de recogida para casa, se encontraron con Vicente el dueño de la tienda de tatuajes del barrio que por cierto estaba tan “contentillo” como ellos, se saludaron alegremente y empezaron a charlar animadamente y sin saber cómo salió el tema de los tatuajes, Jhony el muchacho americano propuso un juego llamado tatoo-a-dos que en EE.UU. se practicaba, hasta había un programa en la MTv donde se jugaba, consistía en elegir un par de amigos separarlos y uno elegia un tatuaje para el otro y viceversa luego se juntaban para ver al unísono sus respectivos tatuajes. Ante la indecisión de los chicos Vicente suelta la fatídica preguntita ¿a qué no hay huevos? El ambiente se empezó a caldear y echaron a suertes que dos jóvenes iban a participar, la fortuna cayó en el silencioso Eric un chico polaco recién llegado que no soltaba prenda y siempre estaba como escondidillo en un lado de la peña y de Víctor compañero de facultad y mejor amigo de mi hijo además de ser el que más había bebido y quien ahora se quejaba.
Una vez puesta la mesa, fui a avisar a la chavalada al salón donde estaban recogiendo sus sacos de dormir, pues les cedi ese espacio para “acampar” los cuatro días grandes de fallas, menudo susto me llevé al verme al pobre Víctor culo en pompa con todos alrededor riendo y dejando a Vicente que se unió al resopón festero le aplicara crema para calmar las molestias del infortunado tatuaje elegido por Eric, el cual al verme se puso rojo como un tomate mientras se tapaba el antebrazo con la mano, me quedé un poco en shock y apenas pude decir hay buñuelos para todos.
Han pasado unos días los muchachos han vuelto a su rutina pero a mí no se me quita esa imagen del trasero tatuado de Víctor tampoco he sido capaz de preguntar que le pusieron a Eric que se avergonzó tanto.
JAVIER GARCÍA HOYOS
EL ÚLTIMO SORBO
Terminó el último sorbo de cerveza, abrió los ojos tras sentir el amargo sabor en su paladar. Volvió a posar la jarra en sus labios con la esperanza de encontrar algún resto de aquel preciado y espumoso líquido, pero solo vio el culo transparente de aquel recipiente.
El bar iba a cerrar ya y no quedaban más sitios a los que ir. Sin apenas equilibrio, salió a la húmeda calle, se resbaló, notó un fuerte espasmo en el estómago y vomitó.
Una pareja joven, de apenas veinte años, pasó a su lado evitando mirarle. Un grupo de chicos reía desde el otro lado de la calle al verle.
Nadie le ayudaría, tampoco nadie le esperaría en ninguna parte, solo el puñetero culo de la jarra de cerveza guardaría su fidelidad mañana, cuando justo antes de que cierre el último bar, vea a través de él la soledad a la que se había condenado por si mismo.
LOLY MORENO BARNES
¡ QUE CULO TIENE!
Murmuraban a sus espaldas.
Siempre estaba en bocas de todos sus conocidos esa frase en situaciones curiosas:
Por ejemplo cuando llega un parking repleto y encuentra a la primera un lugar libre .
O cuando solo compra un décimo de lotería con un número que no le gusta a nadie y saca el primer premio.
Cuando se presenta a las oposiciones y aprueba a la primera.
O si te pasas medio día llamando a una institución pública sin que te atiendan y llega el , llama y le contestan en menos de un minuto.
¡Es como si siempre llegara para besar el santo!
Y todos los éxitos le estuvieran esperando.
Su novia es la chica con que todo hombre puede soñar.
Su coche nunca sufre ninguna avería.
¡Tal parece que el universo le ha dotado magistralmente con un gran culo!
Y no es físico su gran trasero.
Su gran culo es “ SUERTE “
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AVISO FESTIVOS: La semana de Navidad solo se harán envíos el lunes 23 y el viernes 27. Descartar
VOTO:
MANOLI DÍAZ TORRALBA
Eduardo Valenzuela
Bego Rivera
Gabriela Pallezza
César Bort
Con una palabra tan díficil, muchos fueron los magos de la imaginación.
Mi voto para:
José Armando
Mi voto para
María Jesús García Pardo
Efraím Diaz
Pedro Antonio López Cruz
Mi voto, para:
Almut Kreusch
Mi voto para Almut Kreusch.
Mi voto es para:
Almut Kreusch
Es divertido, histórico y original.
Mi voto para: Luisa Valero
Mi voto para Bego Rivera y para Loli Belbel.
MI voto es para:
Almut Kreusch
Bego Rivera
Bea Arteencuero
Beatriz Robespierre
Ivonne Coronado Larde
Bego Rivera
Se me hace muy difícil votar, me encantaría darles un voto a cada uno, son todos unos genios.
Mi voto para Cesar Bort
Mi voto para el tema de esta semana:
Cesar Bort
Raul Leiva
Valenzuela Jara
Candela Punto
Muchas gracias..y la verdad fue difícil decidir. Varios Buenos
Mi voto es para Almut Kreusch.
Muy ingeniosa su versión de la Iliada .
Mi voto para Almut Kreusch
Mi voto es para José Armando Barcelona
Mi voto es para ALMUT KREUSCH
Mi voto : Conce Jara y Efraín Diaz
Mis votos son:
Ivonne Coronado
Pedro A. López Cruz
Bego Rivera
Almut Kreusch
Mi voto para Almut Kreusch
Es una pena no tener posibilidad de leerlos todos…o eso o trabajar.
Bueno, de los elegidos me quedo con
Cesar Bort y Bego Rivera
Bego Rivera
Mary Correa
Cesar Bort y Bego Rivera
Mis votos son para:
Almut Kreusch
Candela Punto
Mucha variedad y calidad en los escritos de la convocatoria. Difícil elección. Estos dos textos son muy originales y bien escritos
Mi voto es para José Armando Barcelona