Justicia – miniconcurso de relatos

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «justicia». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 1 de diciembre!

* Por favor, solo votos reales. No hay premio, solo reconocimiento real.
** El voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos. Si alguien vota a 3 relatos, se contabilizará 1/4 de punto a cada uno. Si vota a 5, el voto será nulo.
*** Los textos son originales (responsabilidad de cada autor) y no han pasado procesos de corrección.

 

CORONADO SMITH

No tengo ni puta idea de lo que voy a comer hoy
ni tan siquiera si lo voy a hacer.
¿Acaso le importa a alguien?
No se a que hora me voy a dormir hoy,
ni si lograré conseguirlo.
¿Por qué tengo que desvelarme?
No me salen los versos
que normalmente se me agolpan,
han decidido evitarme,
no quieren ser mi crónica.
Me rebelo y enciendo
el vano fuego que no arde
a la sombra marchita
de mi marchito aquelarre.
No tengo ni puta idea de lo que voy a contar hoy
ni tan siquiera si lo voy a hacer.
¿Acaso es tan importante?
No se a que hora me pondré a escribir hoy,
ni si lograré hacerlo.
¿Por que mi desvelo es preocupante?
No me funciona el sistema
que normalmente utilizo
para aislarme de la soledad
y hacer callar su bullicio.
Me revuelvo y proclamo
mi inocencia a los cuatro vientos.
A cambio recibo indiferencia
en desmesurado tanto por ciento.
No tengo ni puta idea de lo que se juzga hoy,
ni tan siquiera me importa el juicio.
¿Acaso va alguien a condenarme?
No se si me importa una mierda lo que se diga hoy,
ni se si deja de importarme.
¡Me cago en la justicia meritocracial y en su puta madre!

RAQUEL LÓPEZ

Injusta la soledad
cuando el dolor aterra,
injusta la libertad
cuando te sientes presa.
La esperanza, el desamor
frustración y desamparo,
tributos de una mediocridad
con el yugo autoritario.
La mano negra que arranca
el corazón de la gente,
que por ser justo, no ganas
y la injusticia arremeten.
La primacía de los privilegios
es la necedad de los tiranos,
que vulneran y humillan
a los derechos humanos

FÉLIX MELÉNDEZ

¡Sí, SE PUEDE MUCHO!
Sí.
Sí, se puede ser injusto.
Se puede mucho,
pero en nada acabará…
Se pueden cambiar
los nombres de las calles,
de los pueblos, de las personas.
Pero nada permanecerá…, más allá.
¿Se pueden romper los huesos,
de los muertos?
Si.
Sí, se puede ser injusto.
Se pueden silenciar los
grandes héroes, volverlos villanos,
cambiar la historia…,
a tu medida, a tu mano.
Pero cuidado, la leyenda está viva.
No se puede esconder la verdad,
la realidad nace sola.
La mentira se destapa.
Pierde siempre la capa.
Sí.
Sí, se puede ser injusto.
Se pueden vaciar las presas,
soltar los presos,
quitar las casas, secar las vegas,
cerrar las fábricas,
romper los monumentos,
quemar las banderas…
Sí.
Sí, se puede ser injusto.
Se puede hacer mucho daño
a la cultura y a la gente normal sincera.
Pero nada permanecerá más allá
de un tiempo muy prudente.
Sí.
Sí, se puede ser injusto.
Se pueden profanar los muertos.
Resucitar su historia a la vida,
morir de nuevo, torturar
más gente, muchas más,
y hasta matar.
Se puede por un tiempo,
culpar a los valientes.
Y soltar delincuentes
comprar y vender togas.
Hacer leyes completamente injustas,
abusar del pueblo,
Pero la justa justicia,
el tiempo, ajustará.
Sí. Hoy ríes,
mañana llorarás.
Sí, se puede ser injusto.
Se puede mentir mucho,
pero al final, todos saben la verdad…
Por más que se pretenda ocultar

BENEDICTO PALACIOS

Una cosa no es justa por ser ley sino que debe ser ley porque es justa. (De los periódicos)
Hace lustros cinco alumnas estudiosas e inteligentes me pidieron la revisión de un examen. Les contesté que me resultaba extraña aquella petición puesto que todas habían obtenido una calificación de sobresaliente.
—No, no es nuestro examen el que deseamos que revise sino el de Raúl, del mismo grupo.
—Eso está hecho. A partir de mañana mismo yo me siento en un pupitre y una de vosotras explicáis al resto de la clase el tema correspondiente.
Se excusaron. Se habían pasado de listas. Creían que no había sido del todo justa la calificación del examen de Raúl y querían interceder por él, solo eso. Sonreí su ingenuidad y les aconsejé que tradujeran esta sentencia latina summum ius summa iniuria. Y luego le propuse realizar una experiencia para el examen que ya se anunciaba.
Se comprometieron tres de ellas. Corregí un examen al azar y se lo di a leer ocultando el nombre del alumno y la puntuación. Yo le había calificado con un 6. Lo leyeron despacio tomando buena nota de lo escrito: contenido o conocimientos, expresión, razonamiento, etcétera.
Me entregaron cada una por separado sus calificaciones. Las tres le habían puesto un aprobado, pero ninguna le había valorado con un 6. Se hicieron cruces cuando yo les mostré mi puntuación. Habían juzgado el examen más rigurosamente que yo. Me pidieron disculpas de nuevo y juraron haber aprendido la lección.
—Disculpas aceptadas. Pero quisiera saber si habéis comprendido el sentido de la frase latina y si es aplicable a nuestro caso.
—Por supuesto. Dice la sentencia que alguien puede ser injusto cuando exige el máximo de justicia. Dicho de otro modo: La justicia rigurosa puede ser una injusticia.
—Correcto, por eso se la representa con los dos platillos de la balanza guardando el mismo nivel.

MARI CRUZ ESTEBAN APARICIO

El proceder de aquellos niños en aquel momento determinado no era lo que en casa sus padres les habían enseñado. Pero cuando el hambre la fuerza de tu cuerpo deja decaer…
La escuela los pequeños ni la pisaban.
La necesidad les obligaba a llevar algún alimento a la casa.
El padre estaba enfermo y la madre se pasaba el día en el arroyo lavando la ropa de otros más pudientes.
Por lo tanto los chicos pasaban el día
en el campo robando a las perdices los huevos.
El sol con sus rayos calentaba sus desnudos cuerpos haciéndoles crecer.
Un perro de caza apareció ante ellos y alcanzó la liebre. El más grande de los chicos valiente se tiro al animal y le quito de la boca el presente.
Las retamas y los matojos son cómplices de aquella «injusticia»
El cazador preguntó a los que seguía jugando. Habéis visto pasar al «galgo»
La sin razón de aquel proceder permitió a toda la familia comer un rico arroz con liebre.

JOSÉ ARMANDO BARCELONA BONILLA

IMAGINE THERE’S NO HEAVEN
—¿Esto es todo lo que supe enseñarte? ¿Tan grande ha sido mi fracaso? ¿Así entiendes tú la justicia de los hombres?
—¡Oh, vamos, no empieces de nuevo! Ya lo hemos discutido otras veces, en realidad, siempre que recibo un encargo. No lo intentes, por favor, sabes que voy a hacerlo, que debo hacerlo; es mi trabajo. Tú hiciste el tuyo en su momento, con acierto, créeme, y te respetaron por ello. Pero ya pasó, viejo, no estás aquí, tu presencia es solo una incómoda ilusión, no soy yo quien te convoca, acudes una y otra vez, dogmático, dantesco, admonitorio, a sermonearme con la misma patética tozudez del vecino incómodo que no es consciente de serlo.
—¿De verdad no confías en la justicia divina, el amor de Dios y el poder del perdón? ¿Dónde y cuando se quebró tu fe, hijo mío? ¿Cómo has podido olvidar las piadosas enseñanzas que tu madre, esa mujer luchadora, abnegada, ejemplo de virtudes, te inculcó desde niño? Me das lástima, Declan.
—La justicia divina, dices, el amor de Dios, el poder del perdón. Claro que pienso en todo eso, ¿por qué no? Pero todas esas cosas buenas, como su Reino, pertenecen a otro mundo, al tuyo de ahora, si es que existe. Sin embargo, lo sabes, en este las leyes funcionan de otra manera.
»Mi madre sufrió, sí, mucho; los dos lo hicimos, durante años. El canalla, cuando no estaba en la mina, se la pasaba en la taberna, lejos de su casa y de ese amor de Dios del que me hablas, entre broncas y pintas de cerveza. Luego, cuando ya estaba demasiado borracho para seguir la juerga, venía a casa, con los ojos inyectados en sangre, apestando a alcohol, orines y fulanas, y la emprendía con nosotros. Era ella, pobre, la que siempre se llevaba la peor parte, porque intentaba protegerme.
»Justicia divina. No sabes cómo creí en ella el día que falló un codal y se vino abajo la entiba. Fui de los primeros en llegar a la bocamina. Todavía lo sacaron con vida, al muy cabrón. Respiraba con dificultad y escupía sangre. Te juro que lloré de alegría, imaginando lo que el diablo le tenía reservado. Pero tuviste que aparecer tú. De rodillas, a su lado, algo hablasteis, un murmullo inaudible, encubierto, secreto, y con una sencilla señal de la cruz le perdonaste todos sus pecados. Mis lágrimas se volvieron amargas, de rabiosa impotencia y sentí la mordedura de la traición.
—Esa es la grandeza del perdón y la bondad de Dios. Tu padre se arrepintió de verdad, se humilló ante el Señor. Si tú llorabas de alegría, él lo hizo por todos y cada uno de sus pecados, fue un acto de auténtica contrición. ¡Quién eres tú para ir en contra de la voluntad redentora del Creador!
—¡Viejo idiota! Siempre fuiste un palurdo cura de pueblo, ignorante, torpe y simple; pero pensaba que la vida espiritual te habría aportado algo de sabiduría. No era el dolor de sus delitos, lo que movía el llanto de aquel malnacido, sino el miedo al tormento eterno, del que tantas veces había hecho mofa en sus alcohólicas fanfarronadas de taberna. Un terror antiguo como el hombre, atávico, que se pega al alma como la brea. Pero gracias a tu justicia divina murió en paz, salvaste su asqueroso culo del brasero y te olvidaste de nosotros, de las vejaciones, el dolor y la miseria que nos impuso su crueldad. Solo nos quedó el amargo sabor de la frustración. Justicia divina. Un bonito cuento para adormecer la rabia.
—Pero tú sentiste la llamada, tomaste los hábitos. ¿Cómo puedes cambiar la grandeza de Cristo por… eso?
—Esto, como tú lo llamas, es un C15, un McMillan Tac-50 de precisión, capaz de reventar cabezas a dos mil metros de distancia. Quien va a disfrutar hoy de esta preciosidad, está condenado a muerte por la justicia de los hombres, él mismo ha participado en crear las normas. Mañana, los diarios dirán que era un prócer de moralidad intachable, respetuoso con todos, un filántropo comprometido con el planeta, en definitiva, una pérdida irreparable.
»Pero hasta el último penique de su inmensa fortuna está manchado de sangre. Lo saben muy bien los desgraciados de Sierra Leona, que se pudren tamizando los ríos dela región de Kono en busca de diamantes; las jóvenes nigerianas, yorubas, edos y hausas, vendidas por sus padres y obligadas por las mafias a prostituirse, o los cientos de miles de personas, hombres, mujeres y hasta niños, que mueren en el mundo enganchados a una jeringuilla.
»El tipo será un blanco móvil a tan solo trescientos metros de distancia, un tiro fácil, tendrá más suerte que todos ellos. Morirá en el acto. Se habrá hecho justicia. Luego desmontaré esta preciosidad; puedo tomarme todo el tiempo que quiera, no hay prisa. Mientras acomodo las piezas en el gastado maletín, oiré gritos en la calle, algún coche frenará ruidosamente —siempre hay un coche que frena ruidosamente—y el aullido de las sirenas de la policía. Un último vistazo para cerciorarme de que no dejo huellas, bajar por la escalera de mano a la azotea de al lado y listo. Nadie desconfía de un respetable ciudadano, vestido de negro riguroso y con alzacuellos.
—¡No matarás, Declan! Lo tuyo es un crimen, no justicia. Únicamente Dios puede impartirla y ese hombre despiadado recibirá su castigo, no te quepa duda.
—Siempre le quedará la gracia del perdón, padre O’Gallagher y eso sí es injusto. Además, ¿y si fuera cierto lo que escribió Lennon? Imagine there’s no heaven. ¿Y si luego no hubiera cielo, ni jurisprudencia divina, solo la nada? Piensa en ello, o no lo hagas, es lo mismo; al fin y al cabo, solamente eres un producto de mi subconsciente. Hazte a un lado, viejo, es la hora, tengo un ángulo perfecto y trabajo que realizar. Da mihi factum, dabo tibi ius.
* Dame los hechos, yo te daré justicia.

ALBERTO MEDINA MOYA

El pasajero no podía creer que el conductor del taxi que acababa de coger se pusiera a wasapear mientras conducía. Indignado le pidió que hiciera el favor de limitarse a conducir. El taxista lo miró con fastidio y dejó el móvil. Cuando terminó la carrera pidió el doble de lo que marcaba el taxímetro. El cliente replicó que era un abuso y que no estaba dispuesto a pagar aquella cantidad, y para su sorpresa el taxista echó el seguro y dijo que o pagaba o no salía del coche. El cliente sintió cómo la impotencia se apoderaba de él y se vio obligado a ceder. Al bajar lo primero que hizo fue sacar el móvil y hacerle una foto a la matrícula del taxi mientras se alejaba. De inmediato llamó a la compañía para denunciar la injusticia que acababa de sufrir. Pocos días después fue informado de que la licencia del taxista había sido suspendida por tres meses.
Cuando el taxista supo de aquella medida, sintió cómo le hervía la sangre y decidió echarse a la calle en busca de aquel cliente tocapelotas. Se pateó, un día y otro, todas las calles de la zona en la que se bajó, hasta que dio con él. Comenzó a seguirlo, sin dejar de observarlo y sin saber muy bien cómo vengarse. Al rato, mientras cruzaba un paso de peatones, fue atropellado por un coche sufriendo heridas de diversa gravedad. El mismo conductor se ofreció a llevarlo al hospital, y durante el trayecto le pidió varias veces perdón. Se había despistado al ir wasapeando mientras conducía.

SERGIO SANTIAGO MONREAL

«Justicia. In dubio pro operario».
Raúl llevaba nueve años trabajando en su empresa, nunca había faltado ni un solo día a trabajar y su eficiencia y ser resolutivo eran señas de identidad más que acreditadas y demostradas por parte de Raúl.
Su relación con sus compañeros y jefes era bastante buena, pero todo cambio y se torno a desagradable, cuando Raúl comenzó a exigir sus derechos, llegando a convertirse su puesto de trabajo inclusive en un lugar inhóspito.
Raúl tenía dos hijos: Raquel de tan sólo cuatro años de edad y Rubén, un bebé de apenas seis meses de edad.
Todo empezó cuando a Raúl le cambiaron la turnicidad entregándole un cuadrante anual en el que tan sólo podía disfrutar de seis semanas en el turno de mañana, el resto de las semanas su turno sería de tarde.
Raúl tras varios meses trabajando en el turno de tarde se dió cuenta de que no conciliaba, a su pequeña Raquel que ya estaba en la escuela apenas la veía quince minutos al día…
Raúl decidió acogerse a una reducción de jornada y solicitó también el permiso de lactancia al encontrarse su mujer en situación de desempleo en esos momentos.
La reducción de jornada sí le fue concedida a Raúl pero el permiso de lactancia le fue denegado alegando la empresa que era un permiso único y exclusivo de mujeres, incurriendo así en una discriminación por razón de género cómo tiempo después diría en una sentencia pionera una jueza.
Raúl denunció la denegación del permiso mediante un sindicato. A la segunda semana de estar con su reducción de jornada ya intentaron tomar represalias contra Raúl por las decisiones que había tomado al ejercer sus derechos. Raúl se mantuvo firme y acudió al comité de empresa, el cual le ayudó y aprovechó la coyuntura para ofrecerle a Raúl una vacante cómo enlace sindical que este aceptó de buen grado.
Según la abogada de Raúl al dar el permiso denegado la empresa había convertido a Raúl en un monstruo.
Meses después salió la sentencia favorable para Raúl, siendo esta pionera a la hora de que todos los padres pudiesen disfrutar de este permiso y poder estar de forma remunerada más tiempo con sus retoños.
Actualmente Raúl ya lleva quince años en la empresa, paso por un periodo de ansiedad que le produjeron todos estos desencuentros, dimitió del comité de empresa y ahora sólo busca tranquilidad.

SON SONIA

NO ES UN CHISTE
Esta mañana, al despertar, sucedieron dos cosas.
La primera: recibí por whatsapp el cartelito que acompaña este texto. Me lo enviaba un hombre, un pretendiente, que lleva años intentando convencerme de que me ama. Menuda forma de amar (y lo escribo con el humor que siempre me acompaña).
La segunda: me vine al grupo a ver cuál era el tema semanal.
Primero pensé en un relato mío titulado karma. Pero después me quedé pensando en que la casualidad no existe, es lenguaje inconsciente, y que… el momento parecía estar proponiendo sobre qué escribir. Al fin y al cabo, por encima de todo, la escritura es una herramienta para la concienciación social.
Soy experta en lenguaje inconsciente. Experta en el sentido de alguien que tiene mucha experiencia práctica. Interpretar el lenguaje inconsciente es algo que ya me sale automáticamente, igual que respirar. El lenguaje inconsciente es sencillo, de lo más literal. En lenguaje inconsciente, la broma no existe.
Tras contemplar el cartelito que acababa de recibir no perdí la esperanza de equivocarme. Así que, decidí preguntar:
—¿Qué significa?
El otro lado me respondió:
—Es solo un chiste.
Su respuesta confirmaba lo evidente. Mi contestación:
—Es de lo más feo que podías enviarme.
Si una se respeta, si una es justa consigo misma, no tolera la más mínima falta de respeto, la más mínima INJUSTICIA hacia su persona. Además, en el tema que me ocupa, lo que hago por mí lo hago por todas las mujeres. TODAS. De todos los tiempos.
No es un chiste. Los hombres hasta llegaron a afirmar, allá por el s. XV, que las mujeres no teníamos alma. Las mujeres hemos sido tratadas como una mierda por el hombre, así que, NO, NO ES UN CHISTE.
Eres de esos hombres que se olvidan que nacieron del vientre de una mujer. Hombres que se olvidan que una mujer fue la primera en darles, no solo su cuerpo, sino también todo su amor. Solo esto ya te debería hacer sentir una enorme vergüenza porque cada vez que faltas al respeto a una mujer siendo machista, también se lo estás faltando a la madre que te parió.
La historia no va de hombres o mujeres. La historia va de personas.
Voy a contarte algo lo más sencillo posible a ver si lo pillas:
Somos energía. Estamos hechos de átomos. El átomo se compone, a su vez, de partículas subatómicas: en su núcleo están los protones (energía positiva) y en la corteza los electrones (energía negativa). También hay algún neutrón pero a este lo dejamos tranquilo.
La energía positiva se corresponde con el principio masculino que rige el universo (Yang). La energía negativa se corresponde con el principio femenino (Yin). Cada ser u objeto, aunque en apariencia parezca ser solo uno de estos principios, a nivel interno posee ambos.
Te lo explico aún más sencillo: eres una pila que para funcionar necesita tanto positivo como negativo. Lo positivo se corresponde, como he dicho, con lo masculino; y lo negativo, con lo femenino. O sea, capuchillo de alhelí, en tu interior hay ese femenino al que le dedicas la mierda de cartelito que acompaña este texto.
Sinceramente, a mí me parece que lo tuyo y lo de los demás machistas es pura envidia. Porque, desde ese machismo, nunca estaréis a la altura de esa madre que fue vuestro primer hogar.
Que a gusto me he quedado, por Dios.
NOTA: a las 8:41, el susodicho escribe: “No soy ningún machista”. Puedes engañarte como quieras pero tus actos dicen la verdad, no tus palabras. Tú me has enviado un chiste machista y eso dice claramente que eres un machista.

BEGO RIVERA

La justicia es lo primero
Estaba nerviosa. Sentada en el banquillo junto a su abogado Anabel tendría que volver a ver a su maltratador, su exnovio .
Tras las oportunas y tediosas declaraciones de todos los implicados , la juez no esperó para el veredicto en otra vista, que era lo habitual.
Lo tenía claro: su ex era absuelto de todo y ella recriminada por la jueza por falso testimonio.
Anabel salió llorando de los juzgados.
Su abogado intentó hablar con ella en vano
Se encerró en su casa. No quería saber nada de nadie. Solo llorar. Mientras las múltiples lesiones que tenía la martirizaban…se preparaba la medicación.
Nada más salir de la sala de instrucción Anabel, le tocó el turno a Ismael.
Acusado por su ex mujer de malos tratos. Estaba tranquilo, él era inocente y no había pruebas de lo contrario.
Amalia, su ex lloró ante la jueza, refirió barbaridades tan increíbles, que acusado y abogado se quedaron ojipláticos.
La jueza hizo lo mismo que la vez anterior, era rápida en sus dictámenes.
Condenado, era culpable. Prisión y orden de alejamiento. Además le retiraba la custodia compartida de sus hijos y no podría verlos.
Comenzó a chillar que era inocente, que ella mentía.
Se lo tuvieron que llevar engrilletado.
Amalia ya en su casa, estaba exultante.
Haría una fiesta. El desgraciado de su ex nunca le hizo nada, era inofensivo. Pero se la tenía guardada desde que le dijo que quería el divorcio. ¡Seguro que había otra!.
La jueza finalizó su jornada y se fue a su casa
Estaba satisfecha. Ella pensaba — estaba segura — que sabía discernir entre la mentira y la verdad.
Había sido justa. La justicia es lo primero.
No le hacían falta prueba ninguna.
Solo con ver a la gente los calaba. Se fiaba de su instinto.
Llegó a su casa y vio el coche de su marido.
Empezó a temblar. Había llegado un día antes de su viaje de trabajo.
Entró en la casa y antes de cerrar la puerta su marido que estaba esperándola… comenzó a agredirla, como siempre, y como siempre deseó que acabará rápido.

GABRIELA INÉS COLACCINI

Justicia del Hombre
establecida desde
las limitaciones
del mismo Hombre
que la imparte,
la aplica,
la sienta por escrito,
le pone voz.
Justicia,
arte efímero
capaz de mutar,
transformarse en opuesto
de aquello que pretende ajusticiar.
En tu nombre,
Justicia,
puede regarse de sangre
o de flores
el campo.
A todo esto,
afuera,
las loras devoran
tesoros frutales
sin considerar la justeza
del hambre.
El manzano,
el manzano llora la injusticia.

DAVID MERLÁN

LA SENTENCIA.
17 de septiembre 2021.
Nunca el juez había tenido un caso tan claro. A la vista de las pruebas no tardó ni una semana en dictar sentencia de culpabilidad contra Tom Chandler.
Su proximidad a la casa de la chica asesinada la noche en la que había aparecido el cuerpo, el haber sido grabado por una cámara de seguridad cercana a la hora aproximada en que el forense había estimado la hora de la muerte, y no tener más coartada esa noche que la de cuidar de su padre enfermo y arruinado, hizo que la ley cayera con celeridad sobre los hombros del joven.
–¡Yo no he sido!– gritó Tom a pleno pulmón en la sala de vistas mientras el juez se levantaba y recogía sus papeles, al tiempo que el resto de la sala rompía a partes iguales entre la alegría y la pena tras conocerse el veredicto.
La algarabía iba en aumento mientras el guardia de seguridad se llevaba esposado al condenado, quien seguía pregonando a viva voz su inocencia.
– ¡Yo no lo hice!, ¡Qué va a ser de mi padre!, ¡¿Quién va a cuidar de él?, ¿Quién le va a pagar su tratamiento?, ¡Papá, tú aguanta, ¿Me escuchas? Aguanta!– reventó desencajado mirando hacia su padre roto de dolor ante lo que se le venía encima.
*************
04 de julio de 2022
Despacho del juez Bernan.
–Señoría. A la vista de las nuevas pruebas, está claro que Tom Chandler no pudo cometer el crimen y por tanto es obvio que es inocente –. Afirmó rotundo el abogado con el as en la manga ante la nueva e irrefutable prueba exculpatoria de su cliente.
– Sí, eso parece, abogado. Ha sido muy sorprendente el cómo ha aparecido de la nada esa prueba, en fin– contestó el juez cerrando el expediente que tenis entre sus manos.
Una semana más tarde, suena el teléfono en el despacho del juez Bernan.
– Señoría. He hablado con mi cliente y me ha insistido en interponer una demanda por daños y perjuicios contra el Estado por todos los meses que ha pasado encarcelado de forma injusta.
–Sí, era de suponer. Bueno Phill, supongo que se sacará una buena tajada, si me permites dejar de un lado los formalismos.
– Sí, eso parece.
Veinte días después y en tiempo récord, la puerta principal de la cárcel de la ciudad se abría para dejar salir en libertad al joven Tom Chandler.
Dos meses más tarde, en casa de Tom, la conversación posterior a la cena llegaba a su término.
– ¿Cuánto ha sido esta vez?
Tom sacó un cheque del bolsillo de su camisa y lo desdobló encima de la mesa ante la vista de su interlocutor, mientras se levantaba y recogía el plato y el vaso.
–¡Setenta mil! ¡Guaaau!. Esta vez nos hemos superado, jajaja– rió él antes la sonrisa pícara de Tom.
– Sí, no ha estado mal por diez meses en el trullo. Aunque ya te digo, Jason Lamar, que cada vez se me está haciendo más largo este juego que nos traemos entre manos, «papaíto». Me vi envuelto en una reyerta en el Módulo 4 al mes de llegar, que me llevó a la enfermería. Casi no lo cuento.
– ¡Bah! Tranquilo, vete a dormir, Ya termino yo de recoger. Mañana tenemos que madrugar para largarnos cuanto antes de esta mierda de Ciudad. ¿Ya has decidido a dónde iremos?
– Si, está todo controlado, buenas noches –. mientras cerraba tras de sí la puerta de su habitación.

PABLO CRUZ ROBLES

– ¿Cómo se declara?
– Ino.. ¡Inocente!
Pobre diablo, el querellado aún cree que tiene una mínima posibilidad de salir de esta. Homicidio con alevosía, tenencia ilegal de un siervo sin registrar y varias denuncias anteriores por tráfico de sustancias; sin duda es carne de presidio. Observo desde el fondo de la sala de juicios rápidos como el jurado se pone de acuerdo, dos de ellos presenciales, el resto está compuesto por sus respectivos siervos, suena irónico, ya que el auto, el motivo del juicio, es un siervo.
– Hemos llegado a una conclusión.
Parece que se acerca la hora de este pichón, os daré un consejo, nunca le des motivos a la justicia para desplegar sus artimañas sobre ti.
Arturo Griñón Hernández, suena a culpable de la primera a la última letra, fue lo que pensé cuando encontré su nombre en la base de datos de reincidentes. Hoy estoy aquí para asegurarme de que la justicia funciona como debería, pues este sujeto utilizó un siervo sin identificar para acudir al trabajo, totalmente fuera de la ley. Pero lo peor de todo es que la multinacional para la que trabaja, Steamer™, hizo la vista gorda, quien sabe cuantos empleados experimentan las mismas condiciones laborales.
Los peritos de la multinacional se ahogan en el sudor de sus frentes mientras atacan una y otra vez a los letrados con demagógicos argumentos que ni ellos mismos se creen. Por fin les hemos pillado, y ahora, tendrán que pagar.
Solo hizo falta que el tal Arturo acudiese como cualquier otro día al trabajo con su siervo ilegal, sufirese un ciber ataque y ejecutase a todas las personas que acudieron físicamente al trabajo, quedando esto registrado en la pantalla táctil de la «cabeza» de todos los siervos de la fábrica y presentado como prueba irrefutable del juicio.
¿Qué quien soy yo? Soy el teniente jefe de la brigada de ciberseguridad del sector 13, hay quien dice que la policía ya no es necesaria en nuestros días, yo utilizo casos como este para cerrarles la boca, y funciona.
– ¡Culpable!
El pobre Arturo no puede evitarlo y rompe a llorar, incrédulo, no ha dejado de sostener ni por un segundo su inocencia, cosa que le servirá de bien poco, ya que yo mismo me encargué de dejar todo bien atado. El abogado defensor de la familia de los asesinados me mira con complicidad, sus ojos me dicen que por fin hemos conseguido desplumar a Steamer™, ahora solo queda repartir las ganancias y pensar en la próxima jugada.
Y yo solo he tuve que hakear y tomar el control del siervo de Arturo durante unos pocos segundos para incriminarlo. Como diría mi abuela, maté 2 pájaros de un tiro: conseguí una sustancial recompensa económica y le di algo que temer a la gente, ya que si no le das problemas a la masa, la masa se convierte en el problema.

EFRAIN DÍAZ

El mundo de los humanos es perfectamente imperfecto. Igual de imperfectas son sus leyes. Lo legal no siempre es justo y lo justo, en ocasiones no necesariamente es legal. Esto ha sido así desde tiempos inmemoriables.
Tan viejo, que el Viejo Testamento nos muestra un ejemplo con la ley del levirato. Si en un matrimonio moría el marido y no dejaba descendencia, la viuda tenía que casarse con el hermano del difunto y así sucesivamente hasta que pariera. Hay registros de viudas que tuvieron que casarse hasta nueve veces con nueve cuñados e intentar tener descesencia para dar cumplimiento a la ley. Justo? Depende. Si la viuda era alegre y su meta era follar hasta el último día, era justo y necesario. Si era puritana, pues era el más injusto de los calvarios.
Lo mismo sucedió con la esclavitud. Era legal esclavizar y azotar gente según su raza. Fue legal hasta hace muy poco y se consideraba una forma legítima de empresarismo, pero, era justo? Pues antes pensábamos que si y hoy pensamos que no. Y como somos justos, no abolimos la esclavitud. Eso hicimos creer. La regulamos para darle un matiz de legalidad. Pero al final del día seguimos siendo esclavos de algo o de alguien.
A mi amigo Pedro su mujer le pidió el divorcio. Cuando fue a la vista de pensión alimentaria, pues tenía dos hijos, el juez le otorgó la custodia de sus hijos a su esposa, algo normal. Luego dijo el juez “usted pagará una pensión alimentaria que garantice el mismo estilo de vida que tenía la familia mientras persistió el matrimonio, pues usted los acostumbró a ello”. Así es la ley. Pero Pedro, siguiendo la lógica de la ley, le contestó al juez “no hay problema su señoría. A eso los acostumbré y a eso me atengo, pero María me tenía acostumbrado a follar cuatro veces por semana y si es justo para un lado, tiene que ser justo para el otro, así que cuales son los días que usted va a ordenar que ella baje a casa”.
No todo lo legal es justo y no todo lo justo es legal.

ROSA ROSANA

Me gustaría…
Tener tu calma,
Tu determinación
Tu tranquilidad
Tu no alterarte por nada
Tu no demostrar
Eso debería ser
mi JUSTICIA SAGRADA
NO SENTIR NADA.
NO VER.
EQUILIBRAR LA BALANZA
SER MUJER
Y GUARDAR YA LA ESPADA.

AMPARO SORIA

-Llamo a mi hija-
-¡Justicia, Justicia!
-¿Le ocurre algo, señora? -preguntó preocupada la vecina recien llegada al edificio, asomada al balcón.
– ¿Me dice a mí? -respondió la mujer entre sollozos. – llamo a mi hija… -dijo de manera áspera cerrando su ventana y echando la cortina.
La mañana siguiente de nuevo…
– ¡Justicia! ¡ Justicia!
Esta vez la joven vecina no se asomó.
Así un día tras otro…
Un vecino le contó que la mujer no andaba bien de la cabeza desde que su hija desapareció cuatro años atrás. Todos los vecinos conocen al culpable, pero la justicia lo absolvió por falta de pruebas.
Para colmo, la pobre mujer lo veía pasear todos los días por su calle tan tranquilo.
Es entonces cuando en su desesperación, la señora Carmela gritaba ¡Justicia! ¡Justicia!

RAKEL VALDEARENAS MATE

Todo comenzó un día lluvioso de diciembre, Abel se encontraba limpiando los vasos del desayuno, su mujer aún no se había levantado y eso le frustraba un poco.
Él se casó con ella para seguir teniendo a alguien que le cocinara y le limpiará, pero las cosas empezaron a ir mal al año de su matrimonio, Adela apenas podía salir a la calle, su cuerpo siempre estaba cubierto de moretones y golpes, sus amigos se alejaron de ella y su familia no la creía. Estaba sola, triste y completamente sola, esa mañana se levantó temprano y le preparó el café a su marido añadiendo unas gotas de algún tipo de veneno,ya estaba harta de tener que sobrevivir a ese infierno.
Volvió a la cama antes de que Abel se levantara, llevaba toda la noche sin dormir para poder planear una venganza y librarse por fin de aquel que la engañó haciéndola creer que la amaba.
Abel terminó de fregar y fue hasta la habitación para levantar a su esposa para que le hiciera el almuerzo para el trabajo y si no lo hacía él la obligaría como mejor sabía, la agarro por los hombros y la saco de golpe de la cama dándole varios para que reaccionará, Adela ya no lloraba, respiro hondo y rebuscó debajo de la cama encontrando algo que la ayudaría. Con una valentía que no sabía que tenía se levantó y le apuntó con una pistola, él en vez de asustarse comenzó a reír de forma socarrona:
– ¿Crees que puedes dispararme? No vales para nada mujer- intento acercarse.
Con su tembleque de manos y sin ninguna duda apretó el gatillo y disparó, el cuerpo de su marido cayó de golpe al suelo, alrededor de él se formó un gran charco de sangre volvió a respirar profundo y soltó el arma.
– Al fin he hecho justicia- dijo llorando.
Y se sentó en la cama a esperar a la policía.

NEUS SINTES

Peter vivía con su padre. Siempre había sido un adolescente que no solía meterse en líos y ayudaba a su padre, su única familia desde que era joven. Una noche como cualquier otra, unos amigos le invitaron a salir. El aceptó. No recordaba la última vez que había salido por la noche. Los exámenes finales estaban finalizando, había llegado el momento de desconectar un poco.
—¿Te parece bien, padre? —le preguntó, antes de marchar
—¡Por supuesto! —yo estaré bien. Conoces bien mi rutina nocturna. Después de cenar, me echaré un rato en el sillón y leeré un libro y luego me iré a acostar.
—Gracias, padre.
—Te los has ganado, hijo mío. Has estado estudiando hasta largas hora de la noche durante estas semanas. —respondió su padre, inclinando la cabeza a modo de aprobación.
Al regresar a la casa, se encontró el pestillo de la puerta entreabierta, y el cuerpo, sin vida, de su padre echado en el suelo.
Cuando el padre de Peter falleció por causas desconocidas en su domicilio, se prometió a sí mismo, dedicarse a ser forense de profesión, para verificar la causa de las heridas o de las muertes que llevaban a la gente a la muerte.
Peter llegó a ser conocido entre todos sus vecinos y compañeros. Había logrado labrarse una gran reputación al ser un trabajador más bien prudente, cuidadoso y siempre atento. Cualidades que le llegaron a triunfar como forense. Aunque muy adentro de su corazón, todas las noches rezaba y pensaba en su padre. Parte de su éxito se lo debía él. Aunque su caso quedó cerrado sin éxito alguno sobre quien podría haber matado a su padre, Peter no descansaría hasta lograr averiguarlo.
Por otro lado, en su corazón albergaba el deseo de que Maya se fijara en él. El le amaba desde el día en que tuvo la suerte de tener contacto con ella. Solo había un problema. Maya era hija del Rey y cómo bien sabemos, toda hija de un Rey se compromete siempre con el hijo del Reinado más cercano. Los rasgos que hicieron que su corazón palpitara cada vez que la veía en el carruaje, habían sido la sencillez de la que estaba dotada la Princesa Maya, viviendo en un mundo en donde lo podía obtener todo o casi todo. En cambio, muchas veces la veía pasear por las mercadillos del pueblo, como si de una campesina más se tratara. Jovial con su esbelta sonrisa que la hacía hermosa por dentro y por fuera.
El rey Richard, tenía a su mano derecha como un buen candidato para su hija. Aunque el Rey Richard, andaba un poco preocupado. De los encuentros que hizo tener con la joven Maya, ésta siempre le rechazaba.
—Padre —¿Tiene un momento?
—Sí, hija —¿Qué es lo que deseas? —preguntó intrigado
—Padre, de todas las cosas de la tierra, solo os pida una. Que el día que desea contraer matrimonio sea con el hombre que me dicte el corazón.
—Mi princesa —conoces las reglas del Reinado. No te lo puedo asegurar.
Al cabo de una semana, Richard, exasperado, mandó llamar a todo su séquito. Su hombre de confianza, su mano derecha, el que podría haber sido su futuro yerno, lo habían atacado por la noche y en el suelo lo habían encontrado sin vida.
El Rey hizo llamar al forense más indicado y en Palacio se presentó Peter. Después de contarle lo ocurrido, hizo varias investigaciones, mientras Maya, de reojo no paraba de observarle.
—¿Desea un poco de agua?
—Muchas gracias —respondió Peter, embelesado
—Llámame, Maya.
—Peter, encantado.
Y así fue como entre los dos la chispa del amor empezó a surgir entre los dos.
En una ocasión, Peter encontró tatuad a fuego lento la cruz negra en el cuerpo del fallecido. La misma que en su día recordaba que a su padre le tatuaron. Hizo avisar a todos los presentes, contando lo sucedido. El Rey medito unos minutos, llevándose la mano en el mentón.
—¿Recuerda alguna cosa, Majestad?
—Puede… —titubeó nervioso
A los cinco días, el Rey hizo arrestar a uno de sus conserjes. El había sido el culpable de dichas muertes. En su brazo tatuado llevaba la misma marca. Peter al fin pudo descansar en paz a sabiendas de que el asesino de su padre, entre rejas estaba. El Rey vio en el forense a un hombre sabio y valiente en el que poder confiar y al ver a su hija enamorada de él, hizo un cambio en las tradiciones, permitiendo que fuera el corazón que dictara donde reside el amor.

EL FARO

Si todo es una lógica rueda en movimiento, yo no estaré cuando te pase..
pero todo es tan sorpresa..como las campanadas de la iglesia. Nada es totalmente previsible.
El cielo tuyo en tu casa no es el mismo que el mío; porque a la hora que tú lo miras seguramente yo esté paseando los perros.
O cuando yo me siente un ratito a recordar, tú estarás podando la ligustrina que debe estar alta.
Y cuando yo lave el plato de mi cena seguramente estarás mirando el techo queriendo dormir.
Somos dos pueblos lejanos. Sin caminos.
Uno con habitantes y el mío pequeñito, lleno de música..
Le estoy poniendo yuyo al mate para no usar azúcar; te cuento como si me escucharas por el ventanal de la cocina. Tengo sonrisas en medio de soledades. Y mientras hago la cama, los domingos sobretodo, la sábana gris te reconoce.
Tanta cosa para seguir hablando..y nos quedamos mudos.
Por eso entiendo que la lógica asesina algunas posibilidades
No sé si es justo.
Suena a irreversible.
Yo no estaré cuando llames, y eso ..
eso sí me va a doler.

EDUARDO VALENZUELA JARA

Le conté todo a Hermógenes cuando volvió a la casa, para comienzos del otoño. Él tenía derecho a saberlo porque es su padre. Le conté como ese día había encontrado a la niña ensangrentada y tiritando en la cocina; y cómo ella me había dicho que fue Juan Mardones quien la ultrajó a la fuerza. Le conté también como fuimos solas a la autoridad a clamar por justicia y como allí nos preguntaron, varias veces, que si la chica había visto a alguien y yo repetía y repetía que la niña era ciega y no podía ver, pero que ella sabía bien que fue Juan Mardones por su olor. Y le conté a Hermógenes que nos dijeron que así no se podía hacer mucho y menos si la chica era retardada, y que por más que les expliqué que nuestra hija no era enferma sino que solo yo entendía lo que decía, no recibimos ninguna ayuda de ellos y allí nos quedamos solas, hechas pedazos.
Cuando Hermógenes terminó de escucharme se quedó en silencio mirando las tablas viejas del piso, llorando para sus adentros. Lo digo porque lo conozco y sé que a él las lágrimas se le quedan en los ojos sin caer. Después de un rato se levantó y salió para afilar su machete.
―¿Qué haces Hermógenes? ―le pregunté varias veces, pero nunca me contestó.
Afiló la hoja hasta dejarla reluciente y luego la acomodó en las alforjas junto a una botella de aguardiente que casi vació de un solo trago. Siempre en silencio, ensilló el pingo y lo montó.
―¿Qué vas a hacer? ―le volví a preguntar.
―¡La justicia de los pobres! ―respondió, picándole al caballo para alejarse.
Hace una semana vinieron a avisarme que Hermógenes está preso por asesinato y que de seguro le dan la pena de muerte. Dicen que le rebanó la cabeza a Mardones de un solo tajo y que por el pueblo arrastró lo que quedaba del cuerpo ensangrentado, hasta tirarlo en el ayuntamiento.
Yo no sé qué será la justicia, solo sé que la casa nunca más volvió a ser la misma, y que la niña aún despierta llorando por la noche, sintiendo el olor de Juan Mardones.

ALEXANDRA MARTA IONA

Al que me quiera,
¡Menos jurar! ¡Menos prometer al viento, sin escuchar la lluvia que sale de mi boca cuando te susurro “mátalo!”
¡Hazlo! Tú me quieres, ¿verdad? ¿A qué esperas?
¿Explica esta pobre, fría e innecesaria espera…porque me torturas así? ¿No te es acaso suficiente mi amor, que también necesitas de mi odio? Bien, pues ¡te odio!… te amo y te odio!
¡Mátalo! Dices que eres capaz de cualquier cosa por mantener vivo, entre llamas de pasión e inolvidable… mantener mi querer, tu felicidad… ¡mátalo!
¡Cobarde…te grito …cobarde! Este añillo asfixia mi corazón tuyo y su perfecta salud atrinchera mis pasos hacia tu preciada libertad… ¿necesitas que te pinte la memoria en blanco vestido de novia que llora porque no puede sonreír en el día de su boda? ¿O de rojo carmín manchado en el dorso de su palma?
Mírame a los ojos…dentro de ellos, no te quedes engatusado por sus verdes destellos, fíjate en la pena, es esa diminuta mancha dolorosa que consume mi vida desde los 13 años.
¡¡Mátalo!! ¡Amor mío! Tú, que deberías haber sido el primero, te prometo ser el último… el ultimo hombre al que llame cobarde.
Mi justicia esta en tus manos. Por un día, solo por un día, cámbiale el rol de verdugo.
Es mas que culpable de secuestrarme y mantenerme presa en este podrido matrimonio a lo largo de 2556 días, de hacerme desear mil veces mi muerte antes que la suya. A falta de voluntad le prometí obediencia delante de mi padre, a falta de sentimientos de afecto le prometí adosar su repugnante voz en mi pecho. No dejes que me muera con tales votos venenosos en boca amarga.
¿Tú me quieres, ¿verdad? ¡No tardes, amor! O puede que sea demasiado tarde. Un día menos para él, es un día demás para mi…
Quédate conmigo y no con mi recuerdo,
Pronto tuya,
Tu amada.

CARLOS RODRÍGUEZ

EL DISFRAZ
Hoy Juan ha llegado del trabajo con una enorme caja bajo el brazo, y en su mirada he sentido que algo especial y diferente estaba a punto de suceder.
La verdad es que me hace falta distraer mi mente y dejar atrás todo lo vivido en esta jornada maratoniana en la sala del juzgado, necesito desconectar.
Juan me ha saludado como cada tarde con un beso en los labios, pero hoy parece distinto, un brillo de picardía parece escapar de sus ojos cuando tomándome de la mano me guía hasta el dormitorio.
Cuando he querido preguntar, simplemente tapo mis labios con los suyos, mientras con su característica delicadeza seguía desabrochado cada uno de los botones de mi vestido. Luego, sin mediar palabra, se situó detrás de mí y sacó algo de la caja.
No pude ver su contenido, pero confío en él, de modo que me he dejado llevar, no sin cuerda curiosidad, que creció todavía más cuando vendo mis ojos mientras besaba mi cuello.
Juan continuó con lo que parecía un ritual. Termino de desnudarme hasta dejarme encima únicamente aquel suave trozo de tela que cubría mis ojos.
A medida que va sacando cosas de la caja y colocándomelas a mi mente viene una imagen, y en cuanto mueve mis brazos y deja en mis manos los últimos elementos está se confirma, sin duda alguna me ha disfrazado de Justicia, o eso al menos me parece a mi.
Llevo ya unos minutos con mi brazo en alto, sosteniendo esta inútil balanza que no es más que un símbolo, pues a la hora de la verdad ni para hacer postres me sirve, pues a alguien se le ha olvidado dejarme los pertinentes pesos que cumplan su misión.
No sé a quién se le ha ocurrido dejarme aquí esta espada, que con lo que pesa y su tamaño, estoy segura que las que utilizan los recién casados para cortar la tarta nupcial son mucho más pequeñas y prácticas.
Lo de la túnica es lo único práctico que ms han puesto, es muy ligera, suave y sobre todo muy fácil de quitar, que supongo que era la intención. De hecho creo que es algo pícaro y juguetón, me ha dejado con los ojos vendados esperando a que regrese… y la verdad es que la situación es de lo más excitante, me está volviendo loca esta espera ¿o acaso habrá regresado ya y esta en algún punto de la habitación observando cada uno de mis movimientos?
No sé, pero si no siento sus manos y sus labios sobre mi en breve creo que empezaré a jugar yo sola y luego ya veremos que sucede, lo que tengo claro es que yo así no me quedo.
¡A la mierda los complementos del disfraz! La puñetera balanza y la espada… bueno, la espada igual no, se me están ocurriendo algunas formas más divertidas de darle uso a esa empuñadura.
¿Donde se habrá metido éste hombre? … pues nada… empezare a jugar… eso sí, voy a dejarme la venda que, aunque no se el por qué, me está excitando muchísimo….

JOSÉ LUIS GARCÍA RODRÍGUEZ

¿Quién es ella?
¿Quién la aplica?
¿Quién la sella?
¿es certera al qué abdica?
¿es buena para quien la lleva?
si la padeces te pica,
si la aplicas te eleva,
si no la quieres suplicas,
si la deseas, veneras,
si la ves a lo lejos brincas,
si la ves de cerca encuevas,
te da, acaso, la vida,
o te cansas de ella,
es ella tan necesaria,
o es precindible y mella,
sin ella habría riñas,
aumentarían las guerras,
los ricos la aplicarían,
a su antojo y a decenas,
los tribunales practican,
los políticos serpentean,
parece movida por la ira,
y aparenta ser certera,
tu libertad ella cautiva,
y tu exclavitud ella libera,
asi que te puede dar la vida,
y tal vez tu vida te retenga.

SERVANDO CLEMENS

La escuela estaba demasiado lejos de casa: más o menos a unos nueve kilómetros. Papá no podía llevarme porque él se levantaba a las cuatro de la mañana para trabajar en el campo, y regresaba tarde. Mamá no podía llevarme, ya que estaba coja y tenía miedo de montar el caballo. Yo, en aquellos años, estaba muy chaparro para treparme en aquel animalón. Así que papá ideó un plan algo extravagante: adiestró a un cerdo para que yo pudiera subirlo y, de ese modo, llegar a mi destino a tiempo. Le colocó una silla en el lomo y estuvimos practicando en los senderos durante cuatro días. Todo salió bien; aprendí rápido a dominar al marrano. Empecé a asistir a la escuela sin problema alguno. Amarraba al cerdo en la verja de la escuela con permiso del director. Mis amigos se encargaban de darle comida, eran puras sobras, pero el animalito estaba encantado con el banquete. El asunto resultaba normal hasta cierto punto y yo era la sensación; sin embargo, siempre tiene que surgir algo malo, un negrito en el arroz. El maestro se empezó a burlar de mi situación al darse cuenta de que la clase me ponía más atención a mí. El maldito aprovechaba cualquier momento para decir algún comentario sarcástico cuando yo hablaba. El profe poseía un ego muy inflado, casi tan inflado como su retaguardia. Por supuesto, todos se reían de mis participaciones; trataban de quedar bien con el profe.
En una ocasión, a la hora de recreo, salí para darle cáscara de sandía al cerdo. El maestro salió del salón, me siguió de cerca y con su típica mueca de payaso, escupió:
—No te acerques a ese apestoso cerdo.
—Es que tiene hambre, profe —argumenté.
—Le hablaba al animalito —contraatacó.
Los compañeros decidieron hacer leña del árbol caído.
—¡Eres un chancho! —se pitorreaban los chicos que estaban alrededor—. ¡Eres un puerco! ¡Eres un marrano!
Todos comenzaron a decir palabras hirientes. Como si fuera un acto divino, el cerdito se soltó de su mecate, se arrimó al profe, le olió el trasero, le mordió una nalga y luego hizo una mueca de asco.
—Maldito animal, pero esto no se quedará así —chilló el afectado y se largó hablando pestes.
Cinco minutos después, el profe regresó con el director.
—A ver, a ver —preguntó el director—, ¿qué hizo ese cerdito travieso?
Les juro por mi madre que no lo hice con mala intención y que fue lo primero que me salió de la punta de la lengua:
—Pues pasa que se burla de mí en el salón y pienso que no es correcto que lo haga porque él es el profe.
Al maestro por poco se le cae la quijada de la vergüenza; el director no pudo evitarlo y soltó una estridente carcajada que casi lo dobla por la mitad.
—¡Esto es el colmo! —gritó—. ¡Este engendro debe ser expulsado de inmediato de la institución!
—Ya, maestro —intervino el director entre risitas y con la cara colorada—. Sólo es un niño ocurrente. Déjelo pasar. Ahora todos a sus aulas, ¡rápido!
Desde ese momento el profe se convirtió en el bufón de la escuela y, dos meses después, tuvo que pedir cambio a otro pueblo.

MAR SHA

El, ya la veía venir la bronca seguida del llanto de los familiares más cercanos. puesto que la forma de fallecer de aquel inerte cuerpo fue demasiado fuete era la noche 12 de abril de 1934 muy fría e intuyendo lo que iba a acontecer dos horas después, él estaba el bar bebiendo una bebida de frutas, cuando aparecieron tres tipos con boinas, los se hacían llamar “los misteriosos” le preguntaron si quería apostar … jugar a las cartas, el fulano era adicto a el juego, por su puesto dejo si… la apuesta 1000 pesos. lo más alto de la época… era todo o nada.
Cuando terminaron el fulano perdió todo absolutamente todo estaba deshecho, salió del lugar vuelto bolita… se fue rápidamente en un taxi y hasta allí se supo del … ni su familia allegados supieron donde carajos estaba… dos meses después , a la noche 12 casi al finalizar el día, hubo una llamada de que había fallecido … su familia fue a reconocer el cadáver … una familiar lo vio, quedo horrorizada… no quiso hablar hasta el final de su vida, sus conocidos pedían justicia, “los misteriosos” que lo vieron no decían ni una sola palabra con el miedo de ser judicializados por el mismo pueblo, debido a la conmoción de caso, el gentío se enteró de los sucesos e intentaban averiguar todo lo posible para as ellos tomar la justicia por mano propia, como se hacia en esos casos. Estos hombres rogaban al cielo que apareciera el del taxi…. La sabía que paso con fulanito…pensaban ellos.
El conductor del taxi fue a la comisaria para dar su testimonio. quedaron en las mismas .. no dijo ni pio tampoco. Ya la familia se hacia la resignada, a que la muerte de su ser querido iba a quedar impune, nadie iba a responder por aquel terrible crimen, e iba a seguir haciéndole lo mismo a otros como ocurre siempre en este país….

MARÍA LORETO ARGANDOÑA

Con mucho respeto para las víctimas, que hasta hoy, no han logrado ni lograrán verdad, reparación y justicia.
En su juventud, Marina había sido dirigente estudiantil y militante activa de las juventudes socialistas, que en su país, por primera vez en la historia, llegaban a la primera magistratura con un proyecto para el pueblo y con el pueblo. Marina tenía en ese entonces, dieciseis años y estaba de novia con Rodolfo, quien era dos años mayor y como ella, tenía la ilusión y la energía para defender al proyecto de la Unidad Popular y sus ideales de un mundo más justo.
Pero, cuando la ambición de poder es más fuerte que el bien común y la igualdad solo es una palabra que se desvanece en la realidad, los poderosos se niegan a perder sus privilegios y no aceptan los resultados por más democráticos que sean.
El país se dividió en dos. Con fuego y balas, se terminó el sueño de golpe y porrazo, con un fusil en la sien del compañero presidente.
Ese día, había un ambiente enrarecido, corrían rumores desde temprano de un golpe de estado y los militares se habían acuartelado.
Rodolfo le habia dicho a Marina que tendría que ocultarse por algún tiempo, Marina no entendía mucho, ella solo quería decirle a su amor, que serían padres para los inicios de mayo. Pero no alcanzó. Se despidieron apenas con el roce de los labios. Marina no lo vio más, nunca más.
Después de unos días de humo y niebla,con camiones llenos de militares patrullando la ciudad, Marina se atrevió a salir a la calle a escondidas de sus padres, que nunca se enteraron del romance de su hija y menos de su embarazo.
Un amigo de Rodolfo, le había advertido que algunos de los lugares en los que podría estar escondido, estarían vigilados, pero su amor le ganó a la cordura y avanzó por la acera con el corazón palpitando en su garganta y otro pequeño latido que recién se anunciaba.
De pronto, al doblar una esquina, cinco soldados armados la redujeron en el piso. Su cara se azotó contra el pavimento y el dolor estalló en su cabeza, solo atinó a proteger su vientre de los culatazos. Le cubrieron la cabeza con un saco y la lanzaron en un camión junto a otros cuerpos que se quejaban débilmente.
Fue llevada a un lugar, que después reconoció como una casa de dos pisos, cerca del centro, en dónde estuvo siempre vendada y en la compañía de muchas personas en la misma situación que ella. Los días posteriores, se convirtieron en semanas, las semanas en tres infernales meses en que Marina perdió el conocimiento repetidas veces mientras duraba la tortura, siempre vendada, siempre al límite de lo insoportable, siempre escuchando aquella música una y otra vez en medio de los desgarradores gritos y esa voz, inconfundible, resoplando en sus oídos.
Marina tenía 16 años y la dejaron en un descampado, en la madrugada de un sábado, semi desnuda y vendada. Con un hilo de sangre corriendo entre sus piernas.
Nunca más volvió a llorar, nunca más tuvo 16 años y nunca más su cuerpo dejó de temblar aunque solo ella lo notara.
Mucho tiempo después, cuando casi cumplía 30 años, por la televisión, mostraron una noticia que la impactó.
Un grupo de mujeres se había amarrado con cadenas y candados a la reja del proscrito Congreso Nacional, mientras eran desalojadas por la fuerza policial, frente a los ojos de los transeúntes que en esos días, ya comenzaban tímidamente a sumarse a las protestas en contra de una dictadura que llevaba ya 13 años reprimiendo brutalmente al pueblo y que duraría 4 años más.
Se enteró de que era una agrupación de cientos de mujeres, madres, hijas , esposas y víctimas sobrevivientes de la dictadura, cómo ella apoyadas por el cardenal de la época, quien ante las innumerables denuncias recibidas de organismos internacionales de Derechos Humanos, había creado la Vicaría de la Solidaridad, 3 años después del golpe militar. Las acogió, las escuchó y les dió apoyo legal en una titánica lucha frente a un poder judicial absolutamente ciego y negligente ante las víctimas y que sistemáticamente hacían oídos sordos a los testimonios , perdiendo los expedientes, declarándose incompetentes y volviendo a fojas cero cualquier atisbo de que la verdad saliera a la luz.
Al ver esta escena, Marina acudió un día a una de las reuniones clandestinas.
Se sorprendió de que algunas de las mujeres, también habían estado retenidas en la misma casa que ella, misma situación, mismos dolores. Incluso a algunas las reconoció por las voces. Ahí supo también, la identidad de los responsables de cada centro de detención, quienes gozaban de absoluta impunidad amparados por la dictadura y ostentando altos cargos y condecoraciones especiales entregados personalmente por el dictador.
Marina convirtió esta agrupación, en su familia y le dió sentido a su lucha personal al saber qué había pasado finalmente con Rodolfo y no perdía las esperanzas de algún día poder encontrar a quién la dejó marcada de por vida, pero eso jamás sucedió.
Dicen que la justicia es ciega, pero en ese pequeño país, la justicia era y sigue siendo tuerta.
A pesar de que finalizada la dictadura, se creó una comisión de reparación, basada principalmente en los miles de testimonios que aportó tanto la Vicaria cómo las agrupaciones y las víctimas, jamás hubo un juicio para aquellos responsables directos, solo cortaron el hilo por lo más delgado. Crearon recintos penitenciarios cómodos y seguros para los chivos expiatorios y para dos o tres de los criminales más simbólicos, por decencia, ya que incluso algunos se murieron cumpliendo condena de hasta 800 años, pero con arresto domiciliario, insuficiente castigo para todo el daño realizado. En cambio, todavía hay torturadores, civiles y militares que caminan hoy libremente entre sus víctimas, amparados en la impunidad. Nunca cayó el pez más gordo, quien huyó a Londres simulando estar enfermo. Al igual que Al Capone fue pillado por ladrón pero jamás cumplió ni un día de condena, negando todo lo ocurrido hasta el último día.
Corría ya el último año del siglo pasado, y cuando iba de compras por la feria, Marina escuchó una voz que la hizo estremecer por completo.
Cerró por un momento los ojos. No cabía la menor duda.
Era él, era la misma voz monocorde y característica, con que su verdugo le hablaba al oído, mientras la sometía a los tormentos más terribles, y ahora, mismo tono, misma expresión, pedía unas lechugas frescas.
Él ni siquiera la vio.
Quedó paralizada por unos segundos para luego seguirlo por toda la feria, hasta su casa. Esperó a que entrara y anotó la dirección.
A la mañana siguiente, en el frontis de la casa apareció pintado con inmensas letras rojas » Aquí vive un torturador» .
Desde ese día, hasta hoy, cada cierto tiempo, anónimamente, se publican listas de nombres y direcciones de los responsables de los barbáricos hechos cometidos y un grupo igualmente anónimo, autodenominado Comisión FUNA, ( que significa dejar en evidencia) pinta fachadas de casas, oficinas o empresas, mientras a través de un megáfono a viva voz advierten a los vecinos que ahí vive/trabaja/ o hay cerca un torturador.
Para los torturadores, asesinos y sus cómplices,
NI PERDÓN NI OLVIDO.
«Si no hay justicia, hay FUNA.»

OMAR R LA ROSA

Micro justicia divina.
Errores que se compensan.

Cada vez menos gente tiene conciencia siquiera de la existencia de los errores.
¡Cuando los errores son fundamentales en la naturaleza!
Si cada ser vivo se replicara exactamente a sí mismo, sin modificaciones, (errores) la adaptación sería imposible, y la evolución no existiría.
En otras palabras, sin errores no habría vida o esta seguiría siendo de formas simples, tal cual se origino.
Por suerte los errores existen y lo que es más, interactúan entre sí, de modo que la suma de varios de ellos pueden dar lugar tanto a que suceda una catástrofe, o se evite.
Algunas veces, sí primero cometes un error que te perjudica, pero a continuación cometes otro que cancela el anterior, pues, al final no pasa nada y ni te enteras.
Otras, un pequeño fallo se suma a una cadena de otros fallos sucesivos y algo que por sí hubiese sido insignificante termina siendo una catástrofe.
Y otras, las menos, los errores ponen notas de justicia allí donde falta, ordenando, aunque sea momentáneamente, el infinito caos que es nuestro mundo.
Esta mañana me pasó algo de eso.
Saliendo del estacionamiento del hipermercado una mujer, bastante alterada, me adelanto por la derecha sin avisar, en una maniobra peligrosa más que imprudente.
En otro estado de ánimo me hubiese abocado a comunicarle enfáticamente todos los improperios que llevo aprendidos en mi vida, pero hoy tan solo me encogí de hombros, gire a la izquierda tratando de hacerle lugar y ¡que Dios te ayude!.
Unos metros más adelante, pocos, como para no permitirle a la conductora volantear a izquierda y cruzarse de carril, un viejo auto se desplazaba lentamente, hasta detenerse en la esquina para que baje una pasajera, lo cual, si no es una infracción por lo menos si una descortesía.
Esta maniobra impidió el paso de la apurada dama, mientras yo, que gracias a ella me había visto obligado a moverme al carril izquierdo, pude sobrepasarlos y, aprovechando la luz verde, girar a la derecha por la avenida.
Dos errores de conducción de dos desaprensivos conductores me permitieron disfrutar de mi viaje, mientras por el espejo retrovisor observaba a la dama sacando su brazo izquierdo por la ventanilla con el “dedo medio” notablemente erguido, mientras que el del auto viejo la miraba como quien ve llover, con la luz roja del semáforo ya encendida.
Pequeñas tontas venganzas poéticas. Justica dirían algunos.


MARÍA JESÚS GARNICA PARDO

Pide esa madre, justicia.
Y no la encuentra.
Los abogados la engañaron, le sacaron los cuartos y no hicieron nada.
Y su niña muerta.
Donde estas justicia?
Ella sospechaba que pasó, pero hay! Qué hacer?
Tomarse la justicia por su mano? Eso no es venganza? Es una raya muy delgada.

GUILLERMO ARQUILLOS

LA HIJA DEL JUEZ
La señorita Eugenia maneja la silla de ruedas con tanta elegancia como la que muestra bebiendo té en la taza de porcelana. Mira a los ojos del hombre, para comprobar que no hay ni un pequeño rictus de duda, deja la foto del crío en la mesa —no quiere rozar sus dedos— y se quita de la mano izquierda el guante. El que le sirve para no dejar huellas dactilares.
La señorita Eugenia está dispuesta a pagar una millonada —«cueste lo que cueste», ha dicho— para que se restituya la justicia, su justicia. Su padre era juez y ella sabe —«porque papá lo repitió muchas veces, al calor de la chimenea»— que, con frecuencia, las leyes son un estorbo para la verdadera justicia, la que debe dar «a cada uno lo suyo» —como decía papá—.
—¿Estás completamente seguro? Mira, que no quiero confusiones… —insiste doña Eugenia.
—Tan seguro como de que el sol sale por el Este, señorita. Solo un Chevrolet ha ido al taller por un bollo desde hace mucho. Y este chaval es el hijo del dueño de ese haiga.
El hombre sostiene la gorra en las manos, sujeta por la visera. Lleva un pañuelo azul anudado al cuello de cualquier manera e inclina un poco la cabeza.
—Pues entonces, ¿a qué esperas? —Y la señorita sonríe con tristeza, como quien no quiere sonreír, porque sabe que no es correcto.
El hombre coge la foto con cuidado y se marcha sin despedirse.
Eugenia revive la escena del paso de cebra y recuerda la sonrisa de su hija. Una sonrisa luminosa, como solo tienen las niñas de nueve años. Y vuelve a ver que la vida se le escapa, lanzada por el aire, volando lejos, destrozada contra el suelo.
Ni siquiera le dolieron sus piernas. Ni siquiera le dolió la espalda, ni las sesiones de fisio: Eugenia aprendió pronto a manejar la silla de ruedas. Y, en cuanto salió del hospital, le enseñaron las fotos del féretro blanco de su niña, recordó la cara del hombre del Chevrolet y preguntó si tenía algún hijo.
Sí; lo tenía.
La señorita Eugenia está convencida de que es una cuestión de justicia y, a los pocos días, entierran en el pueblo otro ataúd blanco.
El hombre del pañuelo azul anudado al cuello de cualquier manera termina ganando una millonada.

OMAR ALBOR

Somos bienvenidos
a esta tierra, donde vemos historias que vienen y van, el destino gana por goleada, la justicia pierde por penal.
El tiempo encierra a los echos ya somos historia, dijo el campeón y tropezó con un pozo del cual nunca salió.
Somos instantes, pero justicia no hay.
Solo es destino.
La vida te lleva a donde tú vas.

MARIO IZQUIERDO TORRICO

Toda la aldea estaba presente, el joven reo, guardaba silencio, cabizbajo y con los ojos llorosos. El alcalde y juez, leía los cargos acusatorios, su hijo, el déspota, sonreía mirando a la plebe mientras mordisqueaba una manzana rojiza y brillante.
Los cargos eran claros. Tres jovencitas habían sido encontradas flotando en la laguna, todas ellas con sus vestiduras rasgadas, sus cuellos amoratados y solo dios sabía que más habrían sufrido.
Antes de leer sentencia, un hombre se levantó de entre la multitud, era el herrero, el padre del reo. Sus gritos alertaron a la guardia que en poco tiempo fueron creando un círculo a su alrededor.
— ¿Y a esto le llamáis justicia? — rugió el Herrero — ¡Mi hijo es inocente!, Y todos los aquí presentes sabemos quién es el malhechor.
— ¡Guarde silencio! — escupió el juez alzándose sobre su pulpito.
— Ya está bien de mirar a otro lado — dijo envalentonado el cabrero —, alguien tiene que poner fin a esta locura. Es tu hijo, el mismísimo demonio — señaló con su dedo al joven déspota.
— ¡Cómo te atreves! — el juez tenía el rostro rojizo y la saliva salía disparada de su boca.
— Todos lo sabemos — dijo el galeno.
— ¡Engríllete a esos tres! — ordenó el juez — esta tarde cuatro cuerpos colgarán de las sogas.
El resto de la aldea bajo la cabeza, todos conocía la verdad. Al atardecer, cuando los cuerpos colgaban de las sogas, el juez dijo lo siguiente.
— Una vez más la justicia ha servido para esclarecer la verdad.
Aquella noche, cuando la luna brillaba en el cielo, las llamas devoraron la casa del alcalde y la garita de la guardia. En un enorme letrero había un mensaje.
“Cuando la justicia no es verdadera, el pueblo debe asumir la derrota. Cuando la justicia real llega, los nobles arden en la hoguera”

JOSMA TAXI

— ¿Qué pide usted?
— Pido justicia, dije.
— Ya bueno, eso piden todos, Señor Borisov.
— No sé señor, pero yo quiero justicia, estoy aquí acusado injustamente.
— ¿Está usted seguro, de pedir justicia?
— Por supuesto, contesté.
— Bien, yo la administro, comencemos el juicio.
El juez me intimidaba, en lo alto de un estrado y yo medio metro por debajo de él. Estábamos en una sala grande, sombría, obscura y fría. Pero me quedé satisfecho, mi petición había sido atendida, el resto iba a ser coser y cantar.
— ¡Que entre el otro acusado! El Señor Belyayev.
Apareció un hombre bajito, de pelo plateado, con una barba del mismo tono, quizás excesivamente cuidada y recortada. Se sentó en el banquillo de los acusados, parecía muy tranquilo, incluso dominando la situación,
— ¿Está usted acusado de estafar a la Fundación para el desarrollo de las Artes y el Humanismo?
— Si señor, eso me han dicho, respondió el tipo, tras atusarse la barba y engolar la voz.
— Pues le voy a preguntar sobre este asunto,
— Lo siento Magistrado Ilustre, pero siguiendo las recomendaciones de mi abogado, sólo contestaré a las preguntas que me formule él
— Está en su derecho, pero no creo que esa actitud le favorezca.
— Es posible Señoría, pero mi estrategia personal la dirige mi letrado, soy persona obediente, sumisa y responsable.
— En ese caso respeto su decisión.
Me hubiera reído, pero la situación no invitaba a hacerlo. Aquel individuo nos había mareado, engañado y toreado como a niños y ahora se las daba de buena persona.
–¡Que pase la Señora Kolesnikova! —dijo con voz firme y hasta autoritaria el Magistrado.
Entró una rubia teñida, una cincuentona, que se creía guapa sin serlo, atractiva sin tener un cuerpo especial y dueña de las palabras, arte que creía dominar.
— Señora ¿conoce la acusación que recae sobre usted?
— Si, pero no la entiendo muy bien, es todo tan complicado.
— Bien, bien. En ese caso le haré un breve resumen, usted era la presidenta de la Fundación para el Arte. Durante su mandato se produjeron algunas irregularidades en la contratación de varias exposiciones, como usted era la responsable de la fundación, está acusada por ello. ¿Ahora lo entiende?
— Lo entiendo a medias, yo no contrataba a nadie.
— ¿Y quién lo hacía?
— Lo cierto es que no lo sé, contestó la mujer.
— Pero Señora si usted era la presidenta ¿cómo dice que no lo sabía? Es totalmente ilógico.
— Si puede ser, en ese caso mejor le digo que no lo recuerdo.
— Señora que usted firmaba los expedientes de contratación, su implicación es más que evidente.
— Ay que torpona soy, no entiendo de números, ni de escritos, ni de contratos. Ya me lo decía mi tío, el Magistrado Shestakov, que hasta el pasado año presidía la Audiencia, ¿lo conoce usted?
— Sí lo conozco, pero no es santo de mi devoción, de modo que no vaya por ahí, se estrellaría.
— Lo siento señor, no era mi intención… me ha venido a la cabeza y lo he dicho, en ocasiones soy algo imprudente.
— Dejémoslo estar Sra. Kolesnikova. Veamos si recuerda las funciones que ejercía el Señor Belyayev.
— Sí eso sí, él nos asesoraba, en muchas cosas.
— ¿Qué cosas?
— Pues en temas económicos y financieros, en ocasiones realizaba trabajos concretos, unas veces encargados y otras no, pero aprovechables todos.
– ¿Dice que era un buen asesor? Sin embargo, la Fundación estaba en quiebra, arruinada y repleta de deudas. ¿Cuánto cobraba este señor?
— Si la fundación pasaba apuros económicos no fue culpa de nadie, ya sabe usted que estos tiempos están alborotados y lo que hoy sirve mañana no. De lo que cobraba Belyayev, para ser sincera, le diré que no lo recuerdo.
— Otra vez su falta de memoria, que oportuna.
— ¿Qué me dice del otro acusado, el gordito, no recuerdo su apellido, Borisov, sí Borisov, que funciones tenía encomendadas en la Fundación?
— Prácticamente ninguna, no formaba parte del patronato, no decidía nada, en realidad venia a algunas sesiones, tomaba notas, redactaba algún acta.
A petición del juez comenzaron a hablar, a preguntar, a argumentar los abogados de ellos dos, yo no llevé, creía que no me haría falta.
Hicieron su informe final, el magistrado nos preguntó si queríamos añadir algo, todos afirmamos nuestra inocencia.
Llegados a ese punto apareció el profesor Antonov y dijo:
–Chicos como interpretación teatral no es de las mejores, vuestras argumentaciones jurídicas están poco fundamentadas. ¿Qué es mejor o peor, no declarar o hacerlo afirmando que no se recuerda nada? ¿se puede ir a un juicio sin la asistencia de abogado, por muy poco que se haya intervenido en el asunto criminal? Todo eso lo contestáis en un escrito que no superé las cuatro páginas y dictáis sentencia, que dudo que sea justa, pero así son las cosas.

RAÚL LEIVA

Cementerios y crematorios, la crónica de un accidente

A veces la justicia de los hombres, tiene caminos raros y diversos para llegar a destino.
Corrían los años dorados para las casas velatorias en Francia cuando en Gieres, fue instalado un horno crematorio para cadáveres humanos. Muchas fueron las trabas para la autorización por parte del gobierno ya que el servicio contaminante y opuesto al poder de la iglesia, se encontraba bastante resistido por la población. Gerard Brongniart, nieto de uno de los arquitectos más famosos de Francia, presidía la comisión de fomento del cementerio más grande de la zona y uno de los más entusiastas adversarios de la instalación del horno crematorio. Sufrió durante los interminables debates, un ataque cardíaco que lo llevó al borde de la muerte. Fue intervenido en Madrid de inmediato y le instalaron un marcapasos que lo alejó de la actividad pública para retirarse a una casa en el campo junto con su mujer.
La costumbre de cremar a los seres queridos fue ganando terreno, sobre todo por causa de los altos costos de los impuestos del cementerio y la falta de espacios físicos. Casi nadie iba a visitar a sus muertos y las tumbas inspiraban más miedo que respeto.
Al fallecer, Gerard Brongniart, dejó expresada por escrito su voluntad de ser cremado y que sus cenizas sean esparcidas por la entrada de Gieres, al sur, lugar donde le declaró su eterno amor a su mujer. Se encontraban en pleno servicio cuando una explosión destruyó gran parte del horno crematorio inutilizándolo por un tiempo, al menos hasta que se esclarezca cuál fue la causa.
Un elemento clave en la investigación, fue el marcapasos que tendría implantado Gerard desde hacía quince años. Según los resultados del peritaje, la justicia sentenció a la viuda a pagar una multa al crematorio que no alcanzaría para cubrir los gastos de la reparación del horno, que finalmente fue desmantelado ya que la clientela habría bajado producto de la inseguridad del método de cremación.
Años después, la viuda fallece de tristeza y soledad. Fue encontrada por sus vecinos varios días después de su deceso. Ausente de familia cercana, el municipio se hizo con las pocas pertenencias del matrimonio Brongniart.
Desmantelando la casa de campo, se encontraron con una sorpresa que los paralizó. En un bajomesada de la cocina había un recipiente similar a una caja de zapatos hecha de metal. Al abrirla había en su interior cuatro bolas del tamaño de una nuez conteniendo nitroglicerina, un pote de vaselina en descomposición, unos guantes de latex apestando a heces y algo parecido a un barbijo casero.
Los vecinos comenzaron a entender algunas conductas del matrimonio Bongniart.
Nadie se atrevió a develarlo nunca.

EMILIANO HEREDIA

QUERIDO PABLO.
Nota del autor.
Éste no es un relato de ficción, es la realidad que siento, de antes, ahora y siempre.
Agradezco de antemano, cualquier comentario de agradeciemiento, o de critica (siempre dentro de una educación), y pido publicamente disculpas ante aquel o aquella persona que se pueda sentir ofendida.
No es mi intención crear polemica intencionadamente.
Si usted que me está leyendo, no le gusta, o se siente ofendido, digamelo, con respeto, o callese, pero no denuncie.
He pretendido hacer un homenaje a tantos grandisimos artistas que en su día lucharon contra la opresión, y que hoy en día se hecha tanto en falta, la presencia de savia nueva en el arbol de la lucha contra la injusticia que sufrimos hoy en día a manos de los de siempre por lo de siempre.
Por último, he querido poner esta nota de autor al principio, para que usted que me está leyendo, conozca de antemano el cariz del relato, y en sus manos dejo la decisión de querer leerlo o no.
He intentado ser lo mas respetuoso con el vocabulario y la narrativa.
Muchas gracias de antemano por los comentarios tanto buenos como criticos.
Recién me enteré de la triste noticia de tu fallecimiento, mi alma se me quedó un poco más huerfana y mas lejanos se escuchan los ecos de la lucha libertaria.
Qúe injusta es la vida, querido Pablo, cuanto mas queremos que dure la vela de vuestra vida, se nos apagais.
Y cuanto más injusta es la larga sombra de la luz de la vela del opresor sobre el oprimido.
Se nos vais apagando, querido Pablo. Se nos fúe el compañero Labordeta, que de seguro estará arriba en esa tierra que al levantar la vista, lleva escrito en una señal, bien grande, la palabra LIBERTAD.
Ahora, que veo llover a traves de los cristales de mi ventana, siento dentro de mi, la necesidad de que tiene que llover, nó sobre los campos, sobre los arboles, sobre las gentes y los árboles; Tiene que llover a cantaros, como bien dice un tocayo tuyo, el Maestro Pablo Guerrero, que arríe el cieno que ahoga a éste pueblo, tan dormido tan drogado por esta maldita sociedad de consumo.
¿Sabes?, te imagino allá arriba, paseando por esa plaza liberada, antes ensangrentada, de la mano de Yolanda, que está esperando a Julia, tan triste, cuyo consuelo le cantó Paco Ibañez.
Hay que coger unas cizallas, y acompañar al compañero Victor Jara, a desalambrar, y dejar la tierra libre de injusticias, de fronteras, y a su lado, estará con el puño al aire su querida Amanda, con la lluvia en el pelo, y la sonrisa ancha.
Cuando llegue acaso un día en que el pueblo sea libre, en una choza cualquiera, de una tierra cualquiera, una mujer le cantará a su hijo, duérme negrito, como le enseñó Carmen Sousa.
Y, parece que lo hubiera conocido de siempre, a ese comandante loco, que mataron en Bolivia, como el padre de Ismael serrano le contaba otra vez, esa lucha de policias y fascistas, y de niñas en minifalda; decía, que tengo una ausencia del Che Guevara, y lo unico que puedo decirle, como le cantaba Carlos puebla, Hasta siempre comandante.
Querido Chicho Sanchez Ferlosio, sequiré siendo ese gallo rojo que lucha contra ese gallo tan negro, tan tenebroso, tan injusto.
Con la cara Al vent, como me enseñó Raimon.
Qué injusto es este mundo, querido Pablo, y que justo nos hiciste parecerlo.
Tú, y los que te acompañaron.
Adivina, adivinanza, quien tardó mil años en morirse, que así nos lo preguntaron los grandes Joaquin Sabina, Javier Krae, y Alberto Pérez, que murió pero sigue mas vivo que nunca, en su maldita estirpe que nos maneja en esta nación tan violenta y violentada.
L’ ESTACA EN ESPAÑOL
El viejo Siset me hablaba
al amanecer, en el portal,
mientras esperábamos
la salida del sol
y veíamos pasar los carros.
Siset: ¿No ves la estaca
a la que estamos todos atados?
Si no conseguimos
liberarnos de ella
nunca podremos andar.
Si tiramos fuerte, la haremos caer.
Ya no puede durar mucho tiempo.
Seguro que cae, cae, cae,
pues debe estar ya bien podrida.
Si yo tiro fuerte por aquí,
y tú tiras fuerte por allí,
seguro que cae, cae, cae,
y podremos liberarnos.
¡ Pero, ha pasado tanto tiempo así !
Las manos se me están desollando,
y en cuanto abandono un instante,
se hace más gruesa y más grande.
Ya sé que está podrida,
pero es que, Siset, pesa tanto,
que a veces me abandonan
las fuerzas.
Repíteme tu canción.
Si tiramos fuerte …
Si yo tiro fuerte por aquí …
El viejo Siset ya no dice nada;
se lo llevó un mal viento.
– él sabe hacia donde -,
mientras yo continúo
bajo el portal.
Y cuando pasan
los nuevos muchachos,
alzo la voz para cantar
el último canto
que él me enseñó.
Si tiramos fuerte …
Si yo tiro fuerte por aquí,
y tú tiras fuerte por allí,
seguro que cae, cae, cae,
y podremos liberarnos.
L’estaca
L’avi Siset em parlava
de bon matí al portal
mentre el Sol esperàvem
i els carros vèiem passar.
Siset que no veus l’estaca
a on estem tots lligats?
Si no podem desfer-nos-en
mai no podrem caminar!
Si estirem tots ella caurà
i molt de temps no pot durar,
segur que tomba,
tomba, tomba,
ben corcada deu ser ja.
Si tu l’estires fort per aquí,
i jo l’estiro fort per allà
segur que tomba,
tomba, tomba,
i ens podrem alliberar.
Però Siset fa molt temps ja,
les mans se’m van escorxant,
i quan la força se me’n va
ella és més ampla i més gran.
Ben cert sé que està podrida
però és que Siset pesa tant,
que a cops la força m’oblida.
Torna’m a dir el seu cant!
Lavi Siset ja no diu res,
mal vent que se l’emportà,
ell qui sap a quin indret
i jo a sota el portal.
I mentre passen els nous vailets
estiro el coll per cantar
el darrer cant que en Siset
el darrer que van ensenyar.

BEA ARTEENCUERO

Javier y Mateo eran amigos desde que llegaron a la vida;
Sus familias eran migrantes, sus casas estaban una junto a la otra.
Nacieron el mismo día con unas pocas horas de diferencia.
Fueron crecieron, compartiendo todo,eran inseparables pero polos opuestos, eso no les impedía estar juntos, se respetaban y aceptaban mutuamente.
Javier era tranquilo, estudioso, trabajador, amable.
Mateo todo lo contrario, rompía todas las reglas constantemente, siempre pensando en algo para molestar al otro,no le importaba las consecuencias,
Ambos cursaban el último año de arquitectura; Javier con notas máximas, Mateo se las arreglaba para aprobar sin estudiar mucho.
A pesar de ser tan distintos se llevaban bien y se querían como hermanos, hijos únicos en ambas familias.
El sábado como de costumbre, salieron en el coche de Javier, Mateo cuándo hiba de boliche no manejaba, siempre terminaba pasado de copas.
Era la madrugada cuando regresaban, junto con otros compañeros, cantando, riendo, alegres.
El camión venía a mucha velocidad;
Los testigos dicen que quedó sin control,
el choque fue de frente, dicen los amigos que apareció de la nada.
Los dos amigos murieron en el acto.
La noticia salio en los diarios de todo el país, el chófer del camión por suerte del destino solo sufrió heridas, quedo en manos de la justicia.
Al llegar al cielo, recibe las almas un Angel encargado de enviarlas al paraíso o al infierno.
Por alguna razón incomprensible, el alma de Mateo fue al paraíso mientras que la de Javier fue al lado oscuro.
Al llegar a ese lugar, su espíritu sufrió, pasaban los días y no lograba adaptarse , en cambió Mateo ni bien llegó al paraíso empezó hacer travesuras.
El Angel encargado no entendía que pasaba en el paraíso, las almas buenas se estaban transformando, no sabía que hacer al respecto, permanecían en un lugar intermedio entre el bien y el mal, hasta la decisión final.
El alma de Javier, para poder sobrellevar, estar allí, se propuso convencer a las almas oscuras de ir al paraíso.
El Angel al ver esta situación tendría que evaluar nuevamente las almas oscuras que querían entrar al paraíso y las del paraíso que siguiendo los consejos de Mateo, no querían seguir allí.
Estaba confundido, tuvo que pedir ayuda al ser supremo, quien envió al Arcangel mayor, Este se dio cuenta del error y evaluó a cada alma, muchas que estaban del lado oscuro fueron enviadas al paraíso, gracias al alma de Javier; El Arcangel mayor observó esto, había convertido muchas almas oscuras.
Gracias a la obra de Javier, el alma de Mateo siguió en el paraíso.
Así fue que sus almas se reencontraron y hasta la eternidad juntos en el paraíso.
Quien cree en la reencarnación dicen que…
Donde vivían ellos, después de mucho, mucho tiempo, nacieron dos niños de familias vecinas, el mismo día .
Sus nombres son…
JAVIER Y MATEO..

ELVIS RAMOS CRISTOBAL

PRIMER CONFLICTO CON LA JUSTICIA
Era un domingo cerca a las tres de la tarde en verano. En mi provincia se desarrollaba la feria habitual. Tres filas de carpas y cuadriláteros multicolores se extendían a lo largo de una avenida ancha, de unas 5 manzanas de longitud. Ropas para niños y otras obras tejidas a «crochet» mi madre expendía en un cuadrilátero, cerca del final de la feria.
Nosotros vivíamos en un pueblo del distrito a unos 30 minutos en «Staition Wagon», más arriba. Yo había ido a distraerme luego del almuerzo; regresaría en un par de horas. Tenía para entonces 7 años de edad.
De aburrido como me hallaba al lado de mi madre, que trabajaba, quise ir a caminar a lo largo de la feria.
De esta manera, casi al otro extremo vi de repente un cuadrilátero lleno de especies diversos para niños… Sentí especial cariño por las canicas, que era el juego del tiempo en mi pueblo…
Entonces, pensé que sería interesante robarlas.
Vi al dueño, introducía de costado unos bolsos medianos en un costal grande… Alargué un poco mi mano y cogí unas cuatro canicas…
Estaba a punto de meterlas en mi bolsillo e irme con prisa de ese lugar cuando chirrió un:
—¡Vecino el niño se lleva canicas!
De inmediato, el dueño deja el costal y corre hacia mí. Yo me encuentro paralizado… Me toma de los hombros y arrebata las canicas de mis manos.
Luego de impactarme un leve empujoncito, llama a dos serenos y ordena que me lleven…
En la comisaría mi madre está a mi lado, unos seis policías están en derredor, de pie. Se abre una pequeña puerta y sale un policía que parece el mayor de todos. Lee mi sentencia y la reparación de 200 dólares y ordena a dos policías que me lleven a mi celda. Los cuatro restantes toman a mi madre que quiere impedírselos…
Pasan dos días y estoy otra vez en casa, sano y salvo. A la hora del almuerzo del día siguiente, abrazo a mi madre y le prometo que nunca más haré cosa semejante.

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7 comentarios en «Justicia – miniconcurso de relatos»

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