Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «lujo». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 24 de noviembre!
* Por favor, solo votos reales. No hay premio, solo reconocimiento real.
** El voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos. Si alguien vota a 3 relatos, se contabilizará 1/4 de punto a cada uno. Si vota a 5, el voto será nulo.
*** Los textos son originales (responsabilidad de cada autor) y no han pasado procesos de corrección.
-¡Mamá, mamá, quiero para la comunión del primo Juanma unos zapatos de Buchi, un bolso Chapata de Fenti y un vestido de Persache!
-Lo siento Isa pero se va de presupuesto, también tengo que comprarle el Armandi a tu hermano Alberto-.
-Ptraaacrammmm, ufffsssss, aysssss –
-¡Mamá, mamá, ¿te acuerdas que te dije que Alberto jugaba a escondidas tuya con Pedrito, el niño ese repelente de la portera?, pues se ha caído jugando con él y se ha roto un pie, ya no puede ir a la comunión, ¿Me lo compras ahora?
– No se como lo haces, pero siempre te sales con la tuya hija mía –
¡Yupi, mami, yupi, voy a ser la más “elefante” de la fiesta!
¿Como describirte con lujo de detalles?
Tu expresión, tu belleza
las palabras que encadenas en mis versos
a sabiendas que yo no soy poeta.
Inspirarme en ti
y tocar el cielo
para poder escribir
en mis noches de desvelo.
Pululando los versos
con quietud placentera,
desahogando mi alma
siendo fiel compañera.
Musa que expresa
por los poros de mi piel
desnudando el alma
y plasmandolo en el papel.
Abro mi ventana al corazón
y mis versos entran sin permiso
sentimiento, esperanza y emoción,
me deleito absorto y conmovido.
Sinfonía de letras que bailan
sobre el blanco tapiz del lienzo
vestidas con frases de terciopelo,
escucho los acordes en silencio.
Así te describo poesía
con todo lujo de detalles,
abrazando los surcos de mi alma
y perpetua para siempre en mi memoria.
Perfecto adquiere una fortuna a través de internet. Ha creado la moneda virtual» criptodinerito.»
La abundancia del dinero le permite vivir con comodidad extrema.
Su mansión sita en Costa Rica Azul de la dicha ,tiene ta buen clima que los ancianos suelen vivir noventa años en ella con buena salud.
Los torreones de la casa son dorados como el oro ,superan así lo cree el propietario, a la grandeza del sol.
Las paredes acristaladas son más lúcidas que el vidrio delos ventanales del Palacio de Versalles Las comidas van del caviar a las huevas del salmón y el manjar de los dioses son los huevos fritos de lagarto. En fin lujo lujo.
Más de la noche a la mañana el dinero de las criptodinerito se esfuma. los cliente del banco retiraron sus monedas .Ahora Perfecto vive bajo un puente y come sopa de pan con media sardina…
—Aprender a leer es un lujo, escribir una gracia, escribir bien una excelencia.
Lo decía don Manuel en la hora que a diario dedicaba para enseñar a leer a personas analfabetas. Eran los años de la represión y no era él un maestro bien visto. Le importaba un comino, porque en llegando las nueve de la noche abandonaba su casa, abría la escuela, encendía un par de bombillas pánfilas que más parecían candiles y escribía en la pizarra frases como las escritas en cursiva. Aprender a leer es un lujo.
No eran muchos los alumnos, pero sí estos tres muy constantes. Bruno, el mayor de todos, era un hombre de cincuenta años que cuando sus nietos leían los anuncios en la televisión él se sonreía. Le daba vergüenza que le descubrieran. Desconocía hasta las primeras letras.
Luzmila rondaba los treinta y era la mayor de ocho hermanos. Para su desgracia su madre murió en el parto del último y tuvo que hacerse con la casa. Tenía el pelo rubio, los ojos claros y caminaba con tal donosura que nunca pasó inadvertida. Le salían novios en el baile y a la vuelta de cada esquina, pero se imaginaba con una ristra de niños y huía de esta posibilidad como de un nublado. Como seguía soltera el cura le aconsejó meterse a monja y Luzmila le contestó que primero se daba a la vida.
El tercer alumno se llamaba Andresín y era el único varón entre cuatro hermanas. Había asistido a ratos a la escuela porque su padre, herrero y herrador, precisaba de su ayuda cada dos por tres. Había que alimentar la fragua y sujetar al animal cuando el padre le herraba. Tenía veintitrés años, estaba a punto de casarse y odiaba deletrear delante de Ezequiela, su novia. Malamente lograba firmar.
Otros ocho alumnos asistían de vez en cuando, pero eran inconstantes. Algunos además sabían leer aunque con dificultad.
Cuando Bruno por atender a sus animales y Andresín por visitar a la novia abandonaban la escuela, don Manuel se sentaba en un pupitre al lado de Luzmila. Así una noche y otra. Y si en los primeros momentos Luzmila recelaba por desconfiar de los hombres, las desconfianzas desaparecieron cuando el maestro empezó a leer para ella poesías de Antonio Machado y de Pedro Salinas. Y una noche de aquellas la cogió de una mano porque la letra b no le salía bien. Y aquella misma noche, dormida en la cama, Luzmila recitaba poesías y las rimaba con una soltura inhabitual. Despertó gloriosa y juncal y luego se miró en el espejo. Lo sabía, gustaba a los hombres pero don Manuel estaba casado y rondaba los cuarenta. No, no, primero de por vida soltera.
Una semana tardó en retornar. Don Manuel aquella vez no le leyó una poesía, la leyó ella. Y cuando finalizó la lectura, él la cogió por la cintura y la estampó un beso sonoro en los labios.
—Eres, Luzmila, un lujo caído del cielo que no se puede expresar con palabras.
—Se puede, maestro, se puede. Usted me enseñó el modo de soñar con ellas.
¡Vivo!
Dibujando cada día.
Sobre los perfiles
una personalidad,
definida, atrevida,
¡Qué sepa vivir!
¡Y vivir realmente !..
¡Muero!
Cada noche matizando
sobre las sombras,
sobre la claridad intuitiva
del morir viviendo.
¡Vivo!
en mí y comprendo.
Entiendo el mayor lujo,
esta vida que tengo.
Es poder soñar el embrujo.
¡Es vivir soñando!
¡Es soñar viviendo!
¡Es morir imaginando!
Por cada instante buscado
cada momento
en el tiempo viviendo
para poder encontrarlo
renacer reviviendo
Comprendiendo
vivir, el mayor Lujo
que tengo.
EL LUJO DE VIVIR
—¿Ya han sacado el género? —preguntó la anciana cuando llegó a la altura del grupo.
Era menuda, risueña y algo encogida por los años. Su ropa se veía gastada, pero estaba limpia, lo mismo que ella, y llevaba el blanco pelo, estirado y pulcro, recogido en un moño detrás de la nuca. Un desvencijado carrito de la compra, además de para lo que estaba pensado, le hacías las veces de andador, porque ya no podía confiar en sus piernas como antes.
—Todavía no, doña Concha —respondió Carmelo, un hombre también mayor, pero que aparentaba algunos años menos que la mujer.
—Hoy van tardanos, se ve que no tienen prisa —corroboró Matías, más o menos de la misma quinta que los otros dos, que sostenía amorosamente por el brazo a su esposa, una viejecita silenciosa, estática y de mirada ausente, que parecía perdida en otros mundos.
—¿Qué tal estás hoy, Amalia? —se interesó por ella, la recién llegada.
—Como siempre, hija, ni siente, ni padece —respondió Matías—, aunque lleva un par de días algo más inquieta, pobrecita, pero eso quiere decir que está viva, es lo importante, y a nuestra manera somos felices —afirmó acariciando el cabello de su esposa.
—Mañana es día de cobro —anunció Carmelo frotándose las manos.
—Total, para lo que cunde —se quejó doña Concha—. Cuando vivía mi Eduardo aún nos dábamos traza, con mucho orden, eso sí, pero nos llegaba. Lo que es ahora, pobre de mí, las cuatro gordas que me han dejado de pensión no arreglan nada.
—Diga usted que sí. En la calle, con cincuenta y siete años, me pusieron a mí, después de treinta en el taller, y ya no pude volver a enganchar —se quejó amargamente Matías—. Casi ocho años sobreviviendo a fuerza de subsidios y chapuzas, pero sin cotizar. Con lo que me quedó de jubilación, y esta mala enfermedad de mi señora, no nos llega para nada.
—Todos tenemos lo nuestro, ¡cagüen la órdiga! —Carmelo se rascó la cabeza, pensativo—. Yo, si fuera solo para mí, me daría vida, pero mi hijo está en el paro, no encuentra más que faenas mal pagadas, lo explotan, y los chiquillos, mis nietos, requieren mucho gasto. Pero mientras yo viva no les ha de faltar.
Un silencio corporativo se adueñó del grupo, como si las penalidades individuales, lo fueran menos, dejándolas macerar en el caldero común.
—Parece que algo se mueve por ahí adentro —llamó Matías la atención de los demás.
Efectivamente, con un chirrido de engranajes oxidados, se abrió la gruesa puerta de hierro y dos mozos en mangas de camisa, empujaron el contenedor hasta la calle. Luego, sin tan siquiera saludar, dieron media vuelta, perdiéndose de nuevo en la efervescente actividad del almacén, y como en un cuento maldito, el monstruo metálico volvió a sellar la entrada a la cueva del tesoro.
—¡Coño, hoy tocaba limpieza de envasados cárnicos, hay material para todos! —anunció Carmelo eufórico, tras echar una ojeada al enorme cubo de basura.
—¿Has oído, Amalia, cariño? Carne, menudo lujo. Con lo que a ti te gusta. Verás lo rica que te la preparo.
—Pobrecita mía. Tome, don Matías, llévese usted también los yogures, que solo han sacado estos —le ofreció doña Concha—, que a ella le hará más cuenta que a mí.
—¿Alguien necesita pan? —preguntó Carmelo—, han debido vaciar el horno, ¡qué barbaridad!
—No, que engorda —bromeó doña Concha y todos, hasta Amalia, se unieron a la anciana, en una lenitiva carcajada.
El inodoro tenía mando a distancia, secado con temperatura regulable, tapa climatizada y luz nocturna. Una locura. El baño, los dormitorios, el pasillo. El chico lo miraba todo aturdido por toda aquella suntuosidad. A su lado, el propietario se regocijaba observando la perplejidad de su invitado. Le enseñó la bodega, el gimnasio, la sala de cine. Al llegar al salón de juegos el joven suspiró al ver las últimas videoconsolas, la mesa de ping pong, la de billar, el futbolín, la minibolera, y volvió a maldecirse por no poder hacer fotos al haber olvidado el móvil. A continuación visitaron el spa con piscina cubierta, el hamman y sauna. Lo miraba todo sin apenas parpadear, como si perteneciera a otra dimensión. Pensaba que podría vivir toda su vida sin salir de aquella villa, que era lo más parecido al paraíso que había visto nunca. En el jardín el anciano comentó que había un camino de fácil acceso a la playa y le sugirió dar un breve paseo, pero el chico dijo que era hora de irse, tenía que seguir con su tarea.
Tras observar desde la puerta cómo el joven repartidor se perdía en la distancia, el anciano volvió con tristeza al interior de aquella jaula llena de soledad.
SERGIO SANTIAGO MONREAL
A todo lujo nuestro amor vivió cuando nuestros corazones se juntaron al compás de sus latidos.
A todo lujo nuestro amor surco los mares y se alzó al cielo con nuestros corazones unidos siendo sólo uno.
A todo lujo nuestro amor merece cada verso que mi pluma derrama y cada gota de su tinta como sangre que brota de la unión de nuestros corazones.
A todo lujo nuestro amor estaba abierto a las pasiones que nos ofrece la vida que juntamos y decidimos vivirla juntos.
A todo lujo nuestro amor eterno escribió los versos más bonitos a nuestros corazones embelesados al sentir que estábamos enamorados.
A todo lujo nuestro amor perpetuo se dedica las caricias más íntimas y eróticas del destino.
A todo lujo. Así vivió nuestro amor. A todo lujo.
A todo lujo. Así vive nuestro amor. A todo lujo.
A todo lujo. Así vivirá nuestro amor. A todo lujo.
SON SONIA
VIVIR sin AIRE
Martes, 23 de abril de 2065
Querido diario:
Se te están acabando las hojas y no sé si lograré conseguir otra libreta en la que continuar desahogándome contigo. Pero… hay un problema mayor. Han vuelto a subir el impuesto sobre el oxígeno. Al paso que vamos, pronto respirar será un lujo que no me podré permitir… y entonces no tendré el problema de no tener libreta en la que escribir.
Ya lo decía mi abuela Sonia, que solo les faltaba cobrarnos por respirar.
ARITZ SANCHO MAURI
Entre en la joyería invadido por los sentimientos amorosos que recorrían todo mi cuerpo. Iba a comprometerme y tenía la ilusión por regalarle un anillo con un pedrusco bien bonito.
Nada más entrar por la puerta sonó la célula fotoeléctrica, el dependiente me miro con cara despectiva, estaba en una calle de la jet e iba con mi ropa de trabajo andrajosa.
Le pregunté por el anillo con diamante negro y me contestó que con las pintas que llevaba no tenía dinero suficiente para pagarlo.
Me fui a casa bastante decepcionado, con la moral por el suelo. Quería afianzar mi compromiso con este ángel que me acompaña que me había caído del cielo.
Al día siguiente, a primera hora, volví a la misma joyería, entre en la puerta y rompí el cristal con la palanca que tenía encima, cogí todo lo que pude meter en una saca y salí corriendo.
Porque hay veces que con el amor hay que correr riesgos, si no te puedes arrepentir toda la vida.
JOSTIN ABAC
Lujo de mujer, frágil como el jade, como aguja en un pajar
O una gema pérdida, difícil de encontrar
Pero eso de hallarte me jacto.
Lujo de mujer, en esta hoja
Describo tus ojos
Por quienes pierdo el juicio.
El paisaje de tu cuerpo
No tiene semejante.
Eres mi religión,
Gracias por acoger a este jodido errante
Lujo de mujer, ejecutora de mi placer serás gélida por penosa
pero jocosa
Cuando a solas pides que te joda.
Detrás de ti pujando
Jalo tu cabello,
me envuelvo en tus jadeos,
cayendo enjaulado
en tu lujuria y a merced de tus deseos
Estando los dos poseidos
En medio del sexo
Tus gemidos acarician mis oidos.
BEGO RIVERA
Quedaba poco para que la señora llegará de una de sus infinitas » vacaciones».
Annalyss se esmeraba en que la inmensa mansión —situada en una de las más lujosas urbanizaciones de la costa— estuviese impecable para cuando llegara, pues se arriesgaba a que un chaparrón de insultos y humillaciones le avasallaran por parte de «Doñata».
La señora se llamaba Ataulfa, un nombre que odiaba y le avergonzaba. Por lo que todo el mundo la conocía por Fanny, nombre que ella misma se adjudicó.
Annalyss trabajaba para ella desde hacía más de un año. El primer día, cuando le dijo su nombre…la señora , celosa no tuvo mejor idea que cambiarle el nombre » Desde ahora te llamas Sebastiana» le dijo.
Y así con las mismas Annalyss— que sabía su verdadero nombre por el correo— le llamaba a ella Doñata , Doña, porque ella era muy profesional y no quería faltar al respeto y «ata» de Ataulfa: Doñata.
Sonaba despectivo, y la señora se enfadaba, pero Annalyss se hacía la tonta, pidiendo perdón.
Y así andaban, día tras día.
Ni la señora la despedía por insumisión, ni Annalyss se iba y la dejaba
En el fondo las dos se necesitaban, para expulsar sus más oscuros demonios interiores. Y ambas disfrutaban.
Cuando llegó la señora, Annalyss fue a recibirla a la puerta. Cuando la abrió pegó un chillido aterrador y la volvió a cerrar.
— ¡Sebastiana, abre la puerta inmediatamente, cretina!— chilló la señora.
Annalyss reconoció la voz de Ataulfa, pero ese monstruo que acababa de ver….
Temblorosa abrió la puerta.
Era la señora: con la cara de cera, los ojos saltones, los labios que parecían dos salchichas gigantes le tapaban la nariz y tenía las raíces del pelo tan estiradas que la frente le llegaba a la mitad de la cabeza.
— Perdone Doñata, no la reconocí — dijo Annalyss. Y comenzó a reír y a reír. Cuánto más la miraba más se reía.
— ¡ Cretina, es por el sol, me he quemado un poco! ¡ No tienes nada que hacer! ¡ Y te he dicho que no me llames Doñata! ¡ Pedazo de inútil!
Annalyss se fue a la cocina, le dolía el estómago de tanto reír.
Sabía que las » vacaciones» de la señora siempre eran para hacerse un arreglito, pero esta vez se había superado.
Como siempre, la señora cuando llegaba lo primero que hacía era revisar la caja fuerte. Sus joyas eran su tesoro más preciado.
Y como siempre… le echaba la culpa a Sebastiana de que le faltaba algo. A lo que Annalyss le respondía que como le volviera a acusar de robo se largaba.
La señora tenía tanta joyas, que ni sabía lo que se ponía,ya que siempre iba a todos lados con varias acorde a su vestimenta.
Pero llegó el día en que la señora echó de menos su más preciada y sentimental joya; un anillo con un gran diamante que pasaba de generación en generación, y que nunca se ponía por no perderlo o que se lo robaran. Valía millones él solo.
Salió corriendo buscando a Sebastiana.
—¡ Sebastiana! ¡ Sebastiana! ¿Dónde estás ladrona?— gritaba buscándola por toda la casa sin éxito.
Llamó a la policía denunciando el robo.
Mientras…Sebastiana, es decir, Annalyss volaba rumbo a un lugar paradisíaco.
Había conseguido un buen botín en ese largo año.
Había valido la pena aguantar a Ataulfa.
Al poco de llegar allí a trabajar se escondía para ver el código de la caja fuerte que introducía Ataulfa.
Y un día lo consiguió ver.
Annalyss pensaba que la señora no sabía disfrutar del lujo que la rodeaba.
Ella si lo haría.
Ya se veía en una gran casa, contrataría servicio y les cambiaría el nombre…ya los tenía pensados… Ataulfa…
DAVID MERLÁN
Miguel y Jaime se dirigían a su trabajo en el destartalado monovolumen de Miguel. No quedaba otro remedio. Había que pagar las facturas. Hoy les tocaba el turno de tarde en la fábrica y el sol, hacía rato que había dejado de molestar a la conducción.
Cuando llegaron al cruce con la avenida principal, redujeron la velocidad ante el aviso del semáforo que cambiaba a ambar.
–¿Tenemos mucho lío hoy? –preguntó Jaime mirando por la ventanilla.
–Ni idea, la verdad–. contestó Miguel sin dejar de mirar por la suya.
En ese momento, un ruido creciente, fue llamándoles la atención. Un espectacular Ferrari rojo descapotable llegaba y frenaba de golpe a su altura. En su interior, el conductor lucía todo tipo de complemetos de marcas exclusivas, gorra, pulseras, reloj, anillos, etc, etc. A su lado y sin dejar de mirar hacia adelante como si no fuera con ella, su acompañante, igualmente enjoyada con miles de euros encima.
Miguel miraba para ellos con una mezcla de envidia y de desprecio por los aires de superioridad que demostraban sin ningún tipo de escrupulos. Hasta le pareció notar una mueca de desprecio de la acompañante al verse al lado del destartalado monovolumen, como si le molestará estar a parada allí, a su lado.
En un momento dado, el conductor aceleró en vacío y las revoluciones del superdeportivo afloraron y mostraron todo su poder, mientras les miraban y sonreían.
–¡Vaya par de horteras! –. Comentó Jaime mirando un poco por encima de su amigo para poder ver el deportivo.
–Ya te digo. Tanta pasta y tan gilipollas.
–En fin, eso sí con lo que ganamos, no nos dá entre los dos ni para las ruedas, ja, ja, ja –. Añadió Jaime contagiando la risa a Miguel.
La reacción de los dos provocó que el conductor del Ferrari se enfadara al verles reír y no conseguir lo que sin duda había sido su objetivo, que los que consideraba de clase inferior, se quedarán asombrados y muertos de envidia al verlo, y decidió, cambiar su gesto y mirar al frente.
De repente, el semáforo cambió a verde y mientras que a Miguel solo le había dado tiempo a engranar la primera, el Deportivo salía disparado demostrando todo su poder.
Dos segundos después, el deportivo se encontraba en el cruce y un camión, que se había saltado su semáforo, se lo llevaba por delante, destrozando a sus dos ocupantes. Miguel frenó en seco y no pudo por más, que quedarse petrificado viendo como los dos ocupantes del coche salían despedidos hechos añicos y daban con sus huesos contra el asfalto.
Tras recuperarse del shock inicial, Jaime dijo:
–Querido Miguel, está claro que no todo es lujo si no eres capaz de tener cabeza para asimilarlo. ¡Venga, vamos de aquí! Poco podemos hacer, ya ves que hay gente que les puede ayudar.
–Tienes razón, aún vamos a llegar tarde al trabajo por su culpa.
Miguel engranaba de nuevo primera y poniendo el intermitente a la derecha, enfilaba hacia abajo la avenida principal rumbo a sus humildes empleos en la fábrica.
GUILLERMO ARQUILLOS LLERA
EN EL HOTEL MÁS CARO DEL MUNDO
—¿Más café, señora? —preguntó el camarero. Leti asintió.
El personal de servicio se situaba de modo que no molestase a los señores. La luz brillaba en los cubiertos de oro y en los bordes de la vajilla de lujo. El comedor privado, para los seis clientes, lucía cientos de detalles exclusivos.
—Leti, ¿cómo es que estás aquí?; ¿dónde anda Carlos? —preguntó Nacho.
Ella hizo un gesto de aburrimiento.
—Cuando lo he dejado, estaba duchándose.
—¿Solo? —dijo Sabina, clavándole la mirada.
Leti agachó la cabeza y resopló:
—Estoy harta, ¡joder! Estoy muy harta.
Y añadió:
—¡Tengo hambre!
Nacho y su mujer se miraron, torcieron la boca y negaron con la cabeza.
—Tú no estás aquí para tener hambre, ¿está claro? Carlos tiene que estar perfectamente atendido en todos los aspectos, ¿está claro? —dijo Nacho.
Leti detuvo su mirada en el delicado espejo de la pared del fondo.
—Hacéis que me sienta sucia, como una puta. ¿Es eso lo que queréis?
Sabina sonrió y le dijo:
—¿Como una puta…? Eso está bien. Tú, a tu trabajo y te dejas de moralinas, princesa. ¿Sabes lo que nos soltó ayer Carlos? —La miró ladeando la boca de nuevo—. Nos reveló que no está siendo feliz en este viaje, que está cansado de dar la vuelta al mundo en hoteles de lujo.
Leti bajó las cejas, se ajustó los tirantes del camisón de seda shahtoosh y se cogió un momento sus pechos de silicona.
—¿Qué coño va a hacer? ¿Os ha dicho qué leches quiere hacer?
Abrió bien los ojos. La crema de su cara desprendía un delicado olor a fruta fresca.
—Por lo visto está pensando en que nos volvamos a casa —dijo Sabina—. A veces le da vueltas a la idea de que no está contento con los millones. Se imagina colaborando con el Banco de Alimentos.
—¡Joder, joder! ¡Que done la pasta que quiera! —dijo Leti.
—No has entendido a mi mujer, chica —dijo Nacho—. Si no hacemos algo, Carlos se va a volver un día de estos. Él tira para Madrid y, por supuesto, regresamos todos con él; nosotros a nuestros trabajos y tú a tu maldito puti club.
Se oyeron unas gaviotas graznando varios pisos por debajo de la terraza. El horizonte se veía espléndido, el desayuno era magnífico y la música ambiente, deliciosa.
Leti se acordó de su apestoso club y casi tuvo una arcada.
Llegaron Esteban y Lucía. Al momento, ya estaban al corriente de lo que había dicho Carlos.
—Si permitimos que se vuelva, estamos perdidos, ¿está claro? —les insistió Nacho.
Esteban miró a los cuatro y les dijo:
—Carlos es muy dueño de hacer lo que le venga en gana…
Lucía se tapó la boca, Nacho carraspeó, Sabina apoyó la barbilla en el puño y Leti movió el cuerpo para sentarse mejor. Estaban alarmados.
Esteban extendió las manos boca abajo, tratando de pedir tranquilidad. Desprendía el mismo olor que Leti.
—Sí, sí. He dicho bien —añadió Esteban—. Puede hacer lo que quiera… Pero hay que convencerlo de que siga pagando nuestro viaje si ya no quiere continuar de hotel en hotel.
Los cuatro sonrieron.
—Hay que convencerlo de que costee nuestro itinerario—dijo Lucía—. Él, si quiere, que se sienta feliz volviendo a Madrid.
—¿Sabéis?, dice que el verdadero lujo es poder hacer en la vida lo que uno realmente desea. Y que él desea ayudar a los demás —dijo Sabina.
—¿Descargando camiones? ¡Pues vaya…! —dijo Leti— Este tío es gilipollas, tonto del culo total. ¿Y qué coño va a hacer entonces con los ciento veinte millones?
—No lo sé, bonita —dijo Nacho—. Pero una cosa es segura. Si él tira para Madrid, tú te vuelves con él. Así que espabila, que tú estás aquí por trabajo. Nosotros igual lo convencemos y seguimos viajando. Pero tú…
Leti lo miró muy serio.
—¿Está claro? —preguntó Nacho congelando su sonrisa.
Leti tuvo un ataque de asco y de náuseas.
EFRAIN DÍAZ
Esta es una historia de la vida real.
De niño me criaron para ser exitoso. Mi padre, un comerciante muy exitoso, medía el éxito en dólares y centavos. En posesiones. No tenía cultura, pero tenía mucho dinero. Vivíamos a todo lujo. Eso me impuso una enorme presión, pues temía no poder estar a su altura. No tener de adulto todas las comodidades y los lujos que de niño y adolescente disfruté.
En fin, que lo mio no era el comercio, así que me mandó de cabeza a estudiar derecho. Decía que como abogado podía derivar buenos ingresos y vivir holgado y decente. Sin presiones ni preocupaciones económicas. Me dijo que si salía buen abogado, podía hacer mucho dinero.
Yo no estaba muy seguro, pero a falta de pan, pues galletas. Haría cualquier cosa por tal de no ir a la facultad de comercio.
Pero en la Escuela de Derecho conocí a alguien que me cambió la vida. Un artista internacional ya fallecido. Facundo Cabral. Era el año 1998 y Facundo se presentaba esa noche y la siguiente. Yo había comprado mis boletos, pues adoraba su música.
Caminando por la plaza me lo encuentro solo, en una mesa con una cerveza y un paquete de cigarrillos. Quedé patidifuso cuando lo vi. Lo normal era que un artista de su calibre estuviera rodeado de gente, pero no. Estaba solo, en una mesa y disfrutando de una cerveza helada.
Me le acerqué y le dije:
-que sorpresa encontrarlo aquí y solo.
-disfruto de estos pequeños momentos que me regala la vida.
-compré boletos para verlo esta noche. Me encanta su música.
-bahhh, solo digo puras pendejadas en tarima.
-a mi me parece fantástico. Para serle sincero, me gustan más sus diálogos que sus canciones.
-vos tenés prisa? Sentáte. Ahora te pido una cerveza y si fumás, aquí tenés.
Las cervezas se convirtieron en más de una docena y el tiempo pasó.
Facundo compartió conmigo poco más de tres horas. Su conversación cambió mi vida para siempre. Me explicó la importancia de ser y saber sobre el tener. Saber y conocer. De la maldición del dinero. De los lugares que había viajado gracias a su guitarra y su verbo. Sin casa y sin dinero, había tenido una vida de experiencias. Una vida de lujo.
Al terminar la conversación, salí enriquecido. Me había dado las mejores lecciones que había recibido en mi vida. Jamás volví a ser el mismo. Ya no colecciono cosas. Me hice abogado y afortunadamente no me ha ido mal. Pero colecciono experiencias, saberes y no bienes materiales.
Al final de la conversación, me preguntó mi nombre. Ofrecí pagar la cuenta, pero el dueño del establecimiento se negó a aceptar dinero.
Esa noche fui al concierto y Facundo dijo “gracias a un jovencito de nombre Efraín, no pasé la tarde solo. De nuestra conversación salí más rico, gracias Efraín”.
Era puras pamplinas pues salvo mi ignorancia, no tuve mucho más para mostrarle. El enriquecido fui yo y para siempre.
Despuès de mi conversación con Facundo Cabral, jamás volví a ser el mismo.
AMPARO SORIA
-Cambio de lujos-
[…] Bla, bla, bla…
Belinda, mi amiga de infancia, recién encontrada gracias a las redes sociales y posterior quedada para vernos, no paraba de contarme la inmensa suerte que tuvo al conocer a un chico adinerado. Que ahora disfrutaba de una vida de lujo; viajes exóticos, intensa vida social, Ferrari, un estupendo chalet…vamos, un no parar… sin embargo, tan solo contaba con la escurridiza compañía de su chico. Discutió con familia y amigos por irse con Borja.
-Bueno ¿Y tú qué tal’? Tengo entendido que no te va nada mal tampoco. Eso me dijo Bárbara hace unos años. –me preguntó de repente, cómo si se hubiera acordado que estaba conmigo.
-Yo…pues ahora sí que vivo A TODO LUJO. –sonreí satisfecha.
– ¿¿Sí?? –dijo extrañada contemplándome de arriba abajo por encima de la mesa de la cafetería. –Perdona que te lo diga, pero no lo parece.
Sonreí ante la perplejidad de mi amiga. Mi vestimenta le resultaba simple. Leggins negros, una amplia camiseta colorida, deportivas y melena recogida en una coleta alta ¡Y sin rastro de maquillaje!
-Verás, mi vida era casi tan lujosa cómo la tuya. Sin embargo, ahora te puedo asegurar que vivo de verdad. Vendí mis bienes; chalet, coche… me trasladé a un pueblo pequeño, trabajo y vivo en una casa rural. Visto sencilla, cómo me ves. Disfruto de preciosos amaneceres, atardeceres y anocheceres, de la suave lluvia. Antes no apreciaba nada de esto ¿Sabes? Vivo con la prisa y obligaciones justas. Tengo a mi familia que adoro y me adoran, verdaderos amigos con los que puedo quedar a tomar algo, charlar, reír, pasear y consolarme con ellos si lo necesito. Tengo salud… ¡¿Qué más puedo pedir?! Es…otra vida de lujo.
No volví a saber nada de mi amiga de la infancia espantada con mi nueva lujosa vida.
EDUARDO VALENZUELA JARA
Queridos mamá y papá.
No saben cuánto los extraño… Y hay tanto que quisiera contarles, que no sé por dónde empezar. Decirles, por ejemplo, que nunca he olvidado los orígenes humildes de donde provengo. Que recuerdo las historias de papá, que llegó del campo a la ciudad sin nada en los bolsillos y que trabajó y trabajó para surgir. O los concejos de mamá sobre el valor del ahorro y como ella juntaba moneda a moneda en una botella.
Recuerdo cuánto se esforzaron, trabajando día y noche, para salir adelante con la panadería. Recuerdo cómo se daban el tiempo para enseñarme a ser un hombre de bien, trabajador y honesto. “El trabajo dignifica al hombre”, solía decirme papá en mi niñez, cada vez que me descubría jugando en lugar de estar ayudando con el negocio. “Alguna vez heredarás todo lo que estoy construyendo”, me decía, “debes aprender que el camino que lleva al éxito es largo, muy largo, y solo se avanza por él trabajando duro”.
¡Cuánto deben haber sufrido con mi rebeldía juvenil, que me llevaba a rehuir de los consejos y de mis responsabilidades!, y buscaba el dinero fácil apostando. Pero aun así, nunca cejaron en su empeño de enseñarme que solo el trabajo me ayudaría a surgir. Y fue gracias a esa enseñanza, mamá, que puede hacerme cargo del negocio cuando papá falleció. Y tú debiste estar orgullosa de lo duro que trabajé y trabajé, siguiendo sus consejos para hacer crecer la panadería.
Lamentablemente, mamá, partiste al cielo con papá antes de ver tu sueño cumplido. Por eso les escribo esta carta, para contarles las buenas nuevas.
Ojalá y pudieran verme ahora, que conseguí el éxito, viviendo ¡a todo lujo! Atrás quedaron los días de austeridad. Hoy puedo darme cuantos gustos quiera. Tengo mansiones fastuosas, tengo tres jets, manejo un Ferrari Sergio, me visto en Stefano Ricci, colecciono relojes Patek Philippe, hasta ya me hastía la carne de Wagyu… Con decirles que me lavo los dientes con Theodent.
Cómo quisiera que estuvieran aquí conmigo para ver todo lo que he conseguido. Supongo que desde el cielo pueden ver mi éxito. ¡Porque yo tenía razón, mamá! ¡Qué con el trabajo no se llega a nada! Porque en cuanto falleciste vendí la panadería y lo aposté todo, a los caballos, a los casinos, a la lotería ¡Hasta que me sonrió la fortuna con la lotería, mamá! ¡Me gané el premio mayor y me hice multimillonario!
¿Y saben qué, viejitos queridos? A veces, mientras fumo un habano en la cubierta de alguno de mis yates, me pregunto cuánto más millonario sería si no hubiese seguido sus consejos de mierda.
OMAR ALBOR
Sin pensarlo demasiado
Me llene de un instante para vivir
Si solo busco un instante.
Si, otro nuevo instante que tenga el mismo sol y la misma luna y que el relleno solo sea vida por vivir.
Sin preguntas ni respuestas.
A todo lujo.
MAR SHA
El hecho de vivir ya es un lujo en estos tiempos, ya no es como antes que un salario alcanzaba para prácticamente todo .. ahora hay que escoger o vivir dignamente o con percances, En la vida de lola no era la excepción, ella estaba luchando cada día por vivir reparar para quizás sentirse mejor a tomarse un sorbo de café de mañana.
Renuncio a todo lo que tenía por ellos quería devolver el tiempo para que el daño no fuera tan fuerte. Renuncio a una estabilidad laboral y mental. incluso renuncio a dormir lo suficiente cosa que le costó más porque lo que más añoraba lola era llegar a su dormitorio y acostarse, dormir plácidamente. pero con este problema externo con ellos se le hacía prácticamente imposible…
Con la comida era casi lo mismo ya no comida lo mismo que antes, se las arreglaba como pueda, con lo que le alcanzaba para comer cualquier cosa, para que el estómago no le sonara… Vestirse para ella era todo un ritual casi sagrado pesto que la ropa no era muy nueva que digamos, se las tenía que arreglar para que se viera como tal, así ocurría con cada aspecto de su vida diaria. para lola vivir «a todo lujo» era la vida misma, las cosas más básicas de una persona como cualquier otra persona «normal » que tiene un trabajaba más o menos estable, luchando para que lo que les paguen les alcance para lo que puedan.
la vida a veces es literalmente todo un lujo…
historia basado en hechos reales..
MARÍA LORETO ARGANDOÑA
Limosinas
Caviar
Mansiones
Cremas humectantes con oro
Hoteles exclusivos
Yates
Islas
Joyas
Reservaciones en el club de moda
Pasarelas imposibles
Vinos de bodegas misteriosas
Ópera
Eventos culturales
Perros de bolsillo
Chef particular
Vacaciones exóticas
Amanecer en Galápagos
Almorzar en Río de janeiro
Atardecer en Bagdad
( Todo en un mismo día)
Lujo asiático
Boutique de lujo
Lujosas terminaciones
Prostitutas de lujo
Impuesto al lujo
Lujo de detalles…
El lujo pasó de moda
Cualquiera puede tenerlo
En cómodas cuotas mensuales
Todos aspiran a él
Pero pasó de moda.
Sin Tiempo
Sin Amor
Sin Familia
Sin Agua
Sin Paz
Sin Salud
Sin Espacio
Sin Hogar
Sin Compañía
Sin Silencio
Pierde todo valor.
Si el costo del lujo necesita que muchos sufran para que unos poquísimos lo obtengan,
Ya no vale, ya no brilla.
Las limosinas parecen carros mortuorios
El caviar insípida arena,
Las mansiones fríos mausoleos.
El oro parece falso,
La soledad y el vacío una condena.
Hay un secreto,
Muy adentro,
Muy profundo,
En en tu alma:
Una luz que a veces brilla,
Sólo para quiénes saben valorarla.
Un verdadero lujo.
GABRIEL OLEA
El hombre estacionó su costoso automóvil sobre el borde de la vereda, se bajó y enfiló hacia el lujoso restaurante.
En ese momento se le acercó un niño pobre y le dijo «-¿ Me regala unas monedas?»
-¿Para qué las quieres ?- preguntó con cierto desprecio el hombre.
-Para darme mis propios lujos…
MARÍA JESÚS GARNICA PARDO
Como cada año por noviembre visitó las tumbas de mis seres queridos.
Siempre me paró en una tumba, es expetacular.
Tiene un angel a tamaño humano qué parece esculpido por el propio Miguel Ángel.
Flores frescas, preciosas.
En la tumba pone qué el muerto es un tal José Alfredo Ruiz. Murió hace años según la lápida.
Tenía qué ser un hombre muy querido por su familia, pensé siempre.
Hasta hoy.
Estaba mirando la tumba y una mujer se acercó a poner flores nuevas, aunque las qué había estaban bien.
-‐ Tuvo qué ser un gran hombre, dije yo.
–No se, me dijo la mujer, no lo conocía.
Y me contó la historia de José Alfredo.
Era un hombre rico, qué vivió como pobre, a su muerte dejó el dinero para la sepultura y para que todas las semanas le pusieran flores frescas.
CARLOS RODRÍGUEZ
La gruta
Se despertó como cada mañana y le parecía especialmente fría, y es que era pronto para aquella helada sensación.
Movió con cuidado la vieja madera que a modo de puerta cerraba la entrada de la gruta y contemplo un hermoso paisaje totalmente cubierto de un blanco manto. Había estado nevando durante la noche y lo había cubierto absolutamente todo.
Con el mismo cuidado que había puesto en abrir volvió a cerrar la angosta abertura y regreso al interior.
Habían llegado las primeras nieves, y lo habían hecho sin previo aviso y con bastante adelanto – ¡pero si ayer todavía hacía calor! – se decía a si mismo mientras preparaba para encender de nuevo el fuego y calentar un poco de agua donde hervir un puñadito de hierba que le diesen algo de sabor. Algo caliente le vendría bien para espantar aquel frío.
Sin duda ya no podría quedarse tan cerca de la entrada, allí la temperatura sufría las mismas variaciones que en el exterior, tendría que adentrarse más en la gruta y buscar un lugar donde poder dejar sus pocas pertenencias y do de poder dormir cada noche. La temperatura sería más estable algo más adentro.
Tras tomarse una taza de aquella infusión, tomó en sus manos un madero de los que ardían en la pequeña hoguera y comenzó a caminar hacia el interior de la cavidad.
No era mucha la luz que desprendía aquel trozo de madera, pero sí suficiente para poder ver donde ponía sus pies.
No necesito adentrarse demasiado, pronto comenzó a sentir como la temperatura había subido y se hacía más agradable. En su espalda podía notar una suave brisa que traía consigo parte del calor de la hoguera, pero curiosamente no parecía traer humo.
– ¡ Vaya sorpresa ¡ Esto sí que no me lo esperaba.
La cavidad se ensanchó repentinamente, abriéndose ante sus ojos un amplio espacio abovedado de unos cien metros cuadrados y una altura de unos quince metros. Allí sí podría dormir cómodamente, con sus piernas estiradas, no como lo llevaba haciendo los últimos meses acurrucado en la entrada de la gruta por miedo a lo que pudiese haber dentro.
El viejo vertedero de la ciudad no estaba lejos, y seguro que allí encontraría algo con lo que convertir este espacio en algo más que un simple refugio.
…
Manuel se había aislado de la sociedad después de una serie de sucesos que habían puesto su vida patas arriba. Todo había comenzado con un trágico accidente de tráfico en el que habían fallecido su hija y su esposa. Esto le había dejado inmerso en una profunda depresión que terminó por dejarle sin trabajo. Poco después se encontraba sobreviviendo en la calle.
Un par de ataques mientras dormía en un banco le habían dejado como recuerdo tres costillas rotas y varios esguinces, y le hicieron temer por su vida.
Poco a poco se había ido distanciando del centro urbano hasta encontrarse en las afueras de la urbe. Allí había encontrado aquella gruta que le servía de refugio durante la noche, mientras por el día recorría los caminos buscando la caridad de alguno de sus nuevos vecinos, a quienes trataba de ayudar con las labores cotidianas como modo de agradecimiento.
…
Dejo su vieja manta y su gastada mochila en aquel gran espacio que acababa de descubrir, se vistió un raído abrigo y salió de la gruta encaminado sus pasos hacia el vertedero.
A lo largo del camino iba saludando a todo aquel que se encontraba, pues ya todos le conocían en la contorna. Llevaba puesta una sonrisa que contagiaba a su paso.
No tardo en llegar y ponerse a buscar. Lo primero que llamo su atención fue un gran colchón que tenía buena pinta, y así era, un estupendo colchón de látex que sin duda no tendría porque estar allí, pues a pesar de haber llegado al vertedero estaba bastante limpio.
La suerte parecía estar de su lado, tras una vieja y desvencijada nevera asomaba un carro de supermercado.
– ¡Que bien! Ya no tendré que cargar con el colchón. Ahora estaría genial encontrar algo para ponerlo separado del suelo.
Y así fue, unos minutos más tarde, después de resbalarse, fue a parar justamente al lado de un somier al que únicamente faltaban un par de láminas, pues las patas estaban todavía atornillada a él.
Manuel creyó que el carrito de supermercado no podría con mucho más, de modo que desanduvo el camino de vuelta a la gruta.
– ¿Pero a dónde vas tan cargado muchacho? Anda, sube todo eso al remolque del tractor que yo te llevo, pero antes te vienes a casa a comer algo caliente.
Este era Julián, un viejo albañil jubilado que vivía a poco más de cien metros de la gruta y al que Manuel ayudaba un par de veces por semana con las tareas del campo.
Una vez de regreso a la gruta avivó el fuego y dejó cerca el colchón para que se secara y buscó el mejor lugar para situar aquel somier y volvió al vertedero.
Una mesa por aquí, una silla por allá, una mesita de noche… incluso un polvoriento pero intacto sofá ovejero. Poco a poco el vertedero iba proporcionado muebles con los que convertir la cueva en un hogar.
La temperatura fue subiendo poco a poco gracias a aquella corriente de aire, haciendo que no fuese necesario abrigarse para estar allí dentro, y haciendo que el fuego pudiese ser cada día más pequeño, siendo suficiente la pequeña fogata que utilizaba para cocinar para mantener la temperatura.
Su vida había dado un nuevo vuelco, ahora disponía de un hogar.
Él continuó colaborando con sus vecinos, y estos se lo agradecía con todo tipo de viandas y enseres viejos que parecían inservibles, que Manuel unía a otros que seguía recolectando en el vertedero. Las hábiles manos de Manuel daban una nueva vida a todos aquellos muebles y utensilios, que luego ponía a la venta en el mercadillo que cada mes se celebraba en la zona.
No era mucho lo que sacaba por aquel trabajo, pero para él era suficiente.
En su refugio era feliz, hasta el extremo de decir a sus vecinos que su vida allí era un auténtico lujo que no cambiaría por nada, solamente le faltaba tener consigo a sus amadas hija y esposa para tenerlo absolutamente todo, pero eso era imposible.
JOSMA TAXI
Estoy haciendo las últimas compras, mañana es nochebuena, pero nosotros la celebraremos hoy, hay razones poderosas para saltarse este año las tradiciones. El año próximo ya no importará.
Miro la lista, compruebo que he cogido todo lo que le gusta a Isabel, creo que sí, por si acaso me he liado, añado otra tableta de turrón y recuerdo que el cava lo compré ayer, está en la nevera refrescándose, quiero que la cena sea especial.
Son las doce y media de la mañana así que me marcho a casa, antes paso por la farmacia a recoger el encargo, aún he de hacer la comida, preparar la cena, quiero tenerlo todo arreglado antes de las nueve, entonces comenzará la fiesta.
— ¡Hola Isabel ya he llegado!
— Hola Papá, has tardado demasiado.
— No me llames Papá, dime Manuel, soy tu esposo, ¿lo recuerdas cariño?
— ¡Si claro, eres Manuel! ¿Quieres ve lo que he hecho este rato, mientras no estabas? Mira he dibujado una familia: los padres, los hijos, un abuelo y dos gatos. ¿Te gusta?
Le contesto que me gusta mucho y le cuento que me voy a la cocina, a preparar la comida, que ella siga dibujando. Me contesta que sí, de momento no habido discusión, me molestan tanto los chillidos que lanza y las pataletas que coreografía con exactitud histriónica.
Hemos cumplido los dos setenta años y no tenemos hijos, así que nos aguantamos entre nosotros. Yo la quiero, la amo profundamente, son casi cincuenta años de estar juntos A veces cuando se pone irracional, me pongo nervioso, dudo de mis sentimientos ¿no la querré lo suficiente?
Me he preguntado muchas veces si ella siente algo por mí, algo sentirá, a veces me besa en la mejilla, en esos momentos yo asciendo a mi cielo particular, imagino que se ha curado, que podemos volver a vivir como adultos, incluso como pareja, como cómplices, como compinches… La ilusión dura poco y es sólo una alucinación, pero sería tan bello.
La cena está casi lista, el marisco en la nevera preparado ya para servir y la carne la calentaré luego en el microondas. Ahora a por la comida, un pure de verduras y unos huevos duros bastarán para hoy.
No le he contado nada de mi última visita al médico, he empeorado, la metástasis se extiende velozmente, me pronostican unos seis meses, como mucho, fuera del hospital, luego me ingresarán y a seguir luchando. Toda tendría aguante si no fuera porque no sé qué hacer con Isabel el tiempo que yo no esté con ella. La ingresé una vez en la residencia aquella, que era tan buena, tan cómoda, tan acogedora, en un mes se trastornó por completo, su amnesia vital creció desproporcionadamente. Así que he decidido que nos vamos juntos los dos y esta vez para siempre.
Y yo aquí preparando el puto puré, de pronto pienso que lo de esta noche lo podemos celebrar ya, lo adelantamos a la comida, cuando antes solventemos el problema mejor. Así que saco el marisco: gambas, cigalas, almejas, todo freso que un día es un día, a Isabel siempre le ha gustado mucho.
Pongo la carne en el horno, que se vaya calentando, incluso que se tueste un poquito, abro una cerveza y una gaseosa, siempre le gustaron las claritas. Comeremos en la cocina, pero hoy pongo un mantel de tela, unos platos de la vajilla buena, copas en vez de vasos y, por supuesto, unas velas. Será una pena, ella acabará comiendo con las manos y lo ensuciaremos todo, pero ya no tendremos que fregar…
Pongo en la mesa la botella de vino tinto, un Ribera del Duero, de reserva, siempre le gustó. Ahora sólo queda coger el cava, luego lo descorcharemos juntos, si podemos, se nos ha complicado abrir esas botellas tantas veces.
Lo repaso todo, y antes de que pueda verme pongo medio vaso de las gotas que me han dado en la farmacia junto con el vino, las que tomaré yo las dejo preparadas en otro vaso, que guardo en unos de los armarios superiores a los que Isabel no llega. El resto será tan fácil y eficaz, lo vengo ensayando desde hace tiempo, buena comida, buena siesta y el gas que dejaré yo abierto cuando se haya dormido, se encargará del resto, un dulce viaje.
Miro por última vez la mesa preparada y noto un nudo en la garganta, pero lo que tengo que hacer, lo tengo que hacer, no hay otra alternativa aceptable, juntos más allá de la muerte. Me sobrepongo y digo:
¡Isabel vente a comer ya, que hoy tenemos un festín, hoy comemos a todo lujo!
MIGUEL TERCERO SAUCO
LUJO TEMPORAL
No era un sueño. Yo estaba echado en una tumbona de la piscina del hotel con un cóctel helado de frutas tropicales y una bandeja de canapés variados. El agua rebosaba de chapoteos y de bellezas que parecían sirenas míticas y por encima del mirador, podía divisar la larga playa de arena con arrecife de coral y las aguas azul turquesa del océano. Acariciado por la brisa, embriagado por los perfumes del jardín y arrullado por las maracas y las melodías de la orquesta, rechazaba con un leve gesto a los camareros que me ofrecían bandejas llenas de delicias para el paladar. Era algo real.
«No se lo van a creer en el pueblo» Imágenes y pensamientos empezaron a competir con tal fuerza con la realidad, que tenía que hacer un gran esfuerzo por volver a disfrutar de ese paraíso dorado. No quería malgastar ni un solo minuto de aquel regalo.
«¿Les digo la verdad o que vengo de Madrid de pasar unos días con mi hermana? Si les cuento todo esto ya no me verán igual. Me envidiarán o pensarán que la suerte que he tenido ya me hace distinto a ellos» Para combatir estos pensamientos levanté la mano y rápidamente un camarero se me acercó.
—Tráigame cerveza tropical helada, queso y patatas asadas con guacamole —le pedí, intentando espantar los pensamientos del pueblo que me querían arrancar de mi paraíso dorado.
«¿Qué probabilidad hay de que me vuelva a tocar un viaje de una semana con todos los gastos pagados, en la tapa de un yogur?» Hice una mueca que intenté disolver con un buen trago de mi bebida.
«Hubiera sido preferible que me hubiera tocado la lotería. Esto es ponerme la miel en los labios y antes de que me dé cuenta ya estaré otra vez tirado en el pueblo»
Me abandoné profundamente e intenté dejarme llevar por los sonidos rítmicos de las maracas, aspiré con fruición el perfume de las orquídeas y de los lirios que rebosaban en sus macizos y de la brisa marina, paladeé despacio la cerveza helada y me recreé en los chapoteos de la piscina llenos de frescura y de belleza.
«No he dicho nada. Quiero que todo siga igual en el pueblo. El único cambio que ha habido se ha producido muy dentro de mis entrañas»
Yo solo, me voy a las afueras y debajo de la sombra de un olivo cierro los ojos. Como por ensalmo desaparece el campo yermo, el sonido de los abejorros y el calor sofocante. Vuelvo a oír las maracas, me llega el frescor del agua y la brisa marina cargada de efluvios. Chasqueo la lengua y la cerveza tropical helada, me sabe a gloria.
Tengo claro que todo este lujo es para mí solo.
NEUS SINTES
Isabella había crecido desde que tenía uso de razón a todo lujo. Con su padre al mando de una gran internacional. Ella y su madre podían mantener el privilegio de gastarse el dinero en sus caprichosos. Desde ropa de primera clase hasta el más impoluto detalle de su cuidado personal. Tanto hija como madre eran uña y carne, viviendo a costa de las riquezas que entraban gracias a los contactos de su padre.
Nunca tuvieron que preocuparse de no poder viajar a donde ellas quisieran, de no poder gastarlo en hacer o comprar aquello que deseaban. Sus rostros eran sonrisas falsas, enmascaradas por un precio muy alto que debían pagar a cambio de tener todos esos bienes preciados y todo aquello que se les antojase.
El precio que tenían que pagar fue el tener, por un lado su madre que casarse con un hombre con dinero pero carente de amor mutuo. Sin embargo, Isabella pasaba por delante de sus amigas, mirando de arriba a abajo, creyéndose la diosa de la belleza por tener el mejor estilista y llevar la mejor ropa. Pero carecía de amistades verdaderas y del amor y cariño de un padre. Desconocía esa faceta. La vida le había enseñado a que con belleza lo podía conseguir todo y no era así, que con dinero lo podía tener todo a su alcance. Su madre, fue la primera que le enseñó esas enseñanzas. Ella y su familia habían vivido en una burbuja de aire. Sumergidos en un mundo en el que solo gobernaba el dinero, la fama y el ser la mejor.
La vida le enseñó otra enseñanza. Isabella comprobó a medida que fue creciendo como todos se alejaban de ella. El vacío que sentía en su interior al verse marginada, al igual que ella había despreciado a todos sus llamados amigos. Se encontró sola, con un fajo de dinero que no le dieron solución alguna. La amistad al igual que el amor no lo conseguiría con tener mucho. Basta con poco para ser feliz.
A todo lujo, quiero vivir yo. A todo lujo seré feliz. Cuando la realidad, es muy distinta. Mejor tarde darse cuenta de que no es así, que no darse nunca cuenta de la realidad.
GAIA ORBE
mesas de mármol
esparcidas las rolas
domina el placer
*
maratones de baile
sonidos sintéticos
*
dios es el dee jay
bacanales modernas
a todo lujo
*
las máquinas gobiernan
el latir de los hombres
BEA ARTEENCUERO
Un día no muy lejano, las máquinas reemplazarán al humano; Pero jamás sentirán la caricia del viento que pasa y se va o sentir el aleteo de esa que se aloja en el alma, ni sentir la caricia de otros labios sobre los tuyos.
¡SI! Un día las máquinas podrán sustituir al ser, a la materia pero jamás podrán suplir el acto de sentir.
Toma tu corazón roto y conviértelo en pájaro para empezar un nuevo vuelo.
¡¡VIVE!!
Una historia incompleta es como estar tras un muro de cristal; Tengo lo que deseo cerca pero no lo supe ver..
Así que…No más muros para mí deteniendome.
Mirar la vida que está a mi alcance para ser feliz, observar la de los demás desde lo alto y no desearla .
Dicen que los que temen a las alturas en realidad no temen volar, temen caer.
Hoy comprendí que el lujo de la vida, esta en el interior de cada ser.
Ojalá fuera un rayo de sol para brillar desde el alma!!
Ojalá fuera libre para ser yo!!!
OMAR R LA ROSA
Con las disculpas del caso, trato de escribir cosas que me permitan evadir en algo la realidad, y si es posible, arrancar alguna sonrisa. Pero, sobre todo, no colaborar con el mal ambiente que vivimos por acá (hablo de Argentina, aunque me consta que bien podría ser en otros lugares)
Cuando se presento el desafió de esta semana me pregunte a mi mismo ¿Qué es un lujo?
No supe contestar esa pregunta (desde ya para mí lo que la mayoría de la gente considera lujo no lo es, pero ese es otro tema).
Como sea, la vida me ha permitido, en los últimos dos días, encontrar una respuesta.
Ayer, en una clínica médica, hablando con una pobre mujer me entere que necesitaba con urgencia un medicamento, que, como cada vez más cosas, no se fabrica en el país.
La pobre estaba al borde de la desesperación, por suerte tenía el dinero necesario para comprarlo, pero el gobierno no se lo permite, no le permite girar las divisas para hacer la adquisición, se ve obligada a esperar que la obra social lo haga…pero esta tampoco puede disponer de los dólares necesarios…mientras tanto el tiempo pasa y se le va la vida.
Esta mañana, salgo del colegio donde doy clases, abatido por el deplorable estado de la educación pública ¿Qué futuro nos espera con esos pobres chicos?, pues bien, es claro que no todos están así, algunos se han preocupado y han logrado un cierto grado de excelencia académica…a esos aquí les pagan dos pesos, por lo que es muy fácil para los extranjeros, (que no han aportado nada para su formación) llevárselos del país.
Mientras hacia la compra para el almuerzo me toco escuchar a una pobre mujer contar, compungida, que su hijo ayer se acababa de ir a Australia, con una muy buena propuesta laboral. La pobre se alegraba por él y su nuera que iban en busca de un futuro mejor, ese que los que nos gobiernan le niegan aquí y la priva a ella, en el final de sus días, de tener cerca a sus hijos y nietos…eso es de una crueldad inenarrable.
Entonces ¿Qué es vivir a todo lujo?
¿Podría ser viajar por el mundo a costa del erario público como hacen los que nos condenan a la pobreza?
Pues no, no para el normal de los mortales (me incluyo) para nosotros, hoy por hoy, simplemente tener salud y familia cerca.
Eso termina siendo vivir a todo lujo.
Mil disculpas, necesitaba decirlo.
EL FARO
“El lóbulo temporal medio..y la función que almacena. La calidez de la memoria.
Y tu risa sonando.
Era un lujo haberte tenido tan cerca y tan mía. Dos niñas.
Era ahí..recién.. en el último segundo donde te busque para alegrar el día.
Que no me pierda pido cada noche cuando la frazada pesa sobre mí.
No me perdonaría..
Olvidarte.
Todavía veo la terraza con los baldosones rojos y viejos.
¿ Hasta cuando giran las manecillas de los relojes cognitivos?
Tu olor, la mirada, el gesto y el elástico tiempo.Andábamos de muñecas y cacerolas de plástico.
Era irreal y ficticia la infancia.
Cerca del cielo; fuimos felices.
Te abraza esta hermana que fue enclenque, triste, callada, que solo leía.
No importa cuán lejos estemos
Tal vez lo sientas..
Recuérdame.
EMILIANO HEREDIA
-¡Marisa!, ¡Ve a abrir la puerta!-le dice Mariano, un hombre normal a su mujer, que está haciendo croquetas en la cocina –
-¡Ya vá!, ¡Ya vá!-protesta Marisa, una mujer normal, secándose las manos recién lavadas del grifo de la pila-
Con desgana, abre la puerta.
Un hombre joven, bien vestido, con traje de sastrería de 2000 euros para arriba, un abrigo de quitar el hipo además del frió, con una elegante bolsa de Louis Vuitton, está plantado, encima del felpudo con una sonrisa de oreja a oreja.
-¡Ay!, ¡Mariano!, ¡El niño!, ¡Ha vuelto el niño!, ¡Hijo mío!-le abraza y le da dos efusivos besos-¡Jesús y cómo hueles!-exclama –
-¡Jean Paul Goltier mamá!, perfume del caro, de una de las mejores perfumerías de Serrano.
Entra en el salón y se dirige al padre que sigue viendo el partido de baloncesto que echan por la televisión, con los brazos abiertos.
-¡Papá, cuánto tiempo!
-Cinco años, con otros tantos cumpleaños y otras tantas Navidades-responde Mariano, con toda normalidad, e indiferencia, sin dejar de mirar el partido –
-Bueno papá, los negocios, ya sabes-saca el teléfono del bolsillo interior de la chaqueta y lo deja encima de la mesa-
-Pues muy malo tiene que ser ese teléfono para no haber podido llamar-
-¡Hombre papá!, un iphone 13, como este de edición limitada , de 5000 euros, con carcasa de oro, cámara supratech, cuádruple, de 360 grados, ¡Una maravilla¡, hace de todo!
-Yá, menos llamar a tus padres -responde Mariano secamente –
-No seas así Mariano, no discutas con el niño, para una vez que ha venido….
-Yá.
-No te preocupes mamá, mira, os he traído una bolsa de picnic de Louis Vuitton, verás que maravilla
-Espera, que pongo un mantel de fiestas
-¡No mamá!, Si trae el mantel y todo, mira, auténtica mantelería de Lagartera, mira, mira
-¡Jesús!, qué preciosidad.
-Yá -responde Mariano –
-mira, ahora que está puesto el mantel, pongo los platos de la Cartuja, con ribetes y grabados de oro, igual que los del palacio real..
-¡Jesús!, Cómo brilla!,
-¡Yá!-responde Mariano –
-Para beber, un Vega Sicilia del 48, unos 8000 euros, en cuatro copas de Cristal de Bohemia, para comer, jamón Joselito, de 7000 la pieza, paté au cognag, caviar de beluga a 1000 euros el gramo, y tostas de trufa negra, y de postre, tarta de cinco chocolates, con virutas de oro.
-¡Yá!-responde Mariano –
-Papá, ¿Se puede saber que es lo que te pasa?
-¿Habrás traído un cochazo, no?.
-Pues claro, un Tesla de 40000 euros, y una casa en la moraleja, de 10millones.
-¡Yá!, pues lo recoges todo, lo metes otra vez en ese bolso caro, y te vas en tu coche carísimo a tu casa todavía más cara.
-Pero papá -Protesta el hijo –
Mira, ese jamón, lo comemos en casa, más barato, foigras en vez se paté raro, las servilletas, las de tela, las copas y los platos, de Duralex, y las huevas te las puedes llevar.
-Pero papá
– Nada,en el momento el que vuelvas como te fuiste, podrás volver
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