Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «eureka». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 23 de septiembre!
* Por favor, solo votos reales. No hay premio, solo reconocimiento real. ** El voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos. Si alguien vota a 3 relatos, se contabilizará 1/4 de punto a cada uno. Si vota a 5, el voto será nulo. *** Los textos son originales (responsabilidad de cada autor) y no han pasado procesos de corrección.
Sentía mi mano fría como la misma muerte. Todo ello comenzó a la perdida de la alianza matrimonial .
El constante hormigueo en mis dedos pulgar, el índice y los restantes, me llevaban a quitarme el anillo de su sitio varias veces al día.
La joya siempre la Luci en el dedo anular de la mano izquierda más a su falta un vacío se apoderó de mi persona comparado al que se siente cuando entras en un templo y el resplandor del amor de Dios está en el libro sagrado y cerrado a falta de predicador y los feligreses.
Mi afán por encontrar en mi casa el anillo la escoba la sabía. Durante años pasé el cepillo a las baldosas incluso mis dedos. No obstante a la vuelta de cuarenta años un cambio de mobiliario en la alcoba,»Eureka» el tinteneo de un ogepto al caer quién sabe de dónde me llevo de nuevo a memorizar el sacramento del matrimonio.
Llovía como si existiera discusión entre las nubes. Rachas de viento lanzaban el aguacero contra los cristales que de poseer un alma se habrían reído a carcajadas. No la tenían, claro, pero sí el protagonista de esta historia que lo hacía por momentos alborozado y complacido. Tanto que nada más cesar el viento, abrió la ventana y sacó medio cuerpo para bendecir aquel maná que finalmente acababan de enviar los cielos.
No dejaba de arreciar la lluvia y pensó que era buena la ocasión de arriesgarse, montarse en el coche, arrancar a toda pastilla, subir sobre los charcos que llenaban las vías y dejar que las ruedas patinasen. Las calles lógicamente estaban desiertas. Se había anunciado que después de tantos meses sin ver el agua, el pavimento estaría resbaladizo.
A una pareja que se refugiaba en la acera bajo un paraguas el coche la salpicó y puso perdida. Le echaron una larga lista de reniegos. Mamón el más potable. Pero él no se enteró. El coche volaba.
Al acercarse a una rotonda, le patinaron las ruedas, saltó sobre los adoquines y descabezó una estatua que coronaba la glorieta. El coche quedó empotrado entre dos árboles. Se acercó una pareja de voluntariosos para auxiliarle y como respiraba y hablaba, llamaron al 112 y luego comprobaron el estado de la estatua. ¡Vaya filfa, qué engaño tan colosal! ¿Cómo no aguantar aquel impacto? A ver si es que no era de bronce. Lo publicarían en las redes, pero callarían que en la base de la estatua habían descubierto una cajita metálica.
La guardaron en una mochila y camino de casa fueron barajando mil y una fantasías, porque algo de mérito debería esconder.
Discutieron si abrirla delante de los hijos allí presentes o aguantar hasta que se fueran a la cama, pero faltaban tantas horas y tanto les picaba la impaciencia, que para matar el desasosiego se la pasaban de mano en mano sin abrirla, si bien fantasearon durante muchos minutos echando cuentas. La estatua debía tener algo más de veinte años. La moneda en curso era ya el euro. ¿Contendría los billetes en uso y los periódicos de aquel día? Porque pesaba escasamente un kilo. Aunque cabía sospechar que guardara en secreto la información sobre la existencia de una mina de litio, que traía a la gente de cabeza.
Así se les fue la tarde, dando vueltas y más vueltas y analizando un ciento de probabilidades. Y a causa de la fatiga que produce quemarse la imaginación, cuando se metieron en la cama, el sueño tardaba en acudir.
Pasados unos minutos, sonó el teléfono y fue el hijo mayor el que se encargó de responder. La televisión estaba dando esta triste noticia. Javier Marías acababa de morir.
—No —gritó Andrés, el marido—. Es imposible. Yo tengo su misma edad. Abre, Ángela, esa caja.
—¿Ahora?
—Sí, porque la estatua era de su padre, Julián.
—¡Eureka! gritó.
Sí, eureka, porque, entre los periódicos del día, estaba envuelta en papel de celofán esta novela de Javier Marías: Corazón tan Blanco.
¡ Eureka ! Pensaron dos mentirosos. Por un momento sabían que podían engañar a los demás. A los inocentes los primeros. Y los engañaron a conciencia.
Gritando y poniendo a todos de malos, y en contra, por su tendencia social, su pensamiento, lo que hicieron sus abuelos los culpaban a ellos, los insultaron y los humillaron para que callarán para siempre. Como apestados. Los trataron. Siendo ellos la verdadera peste.
Venían a salvar al mundo y a defender al pobre, al que hundieron entre impuestos y subidas de alimentos.
Criticaban la luz y la gasolina cuando valía barata. Más callaban cuando era cara. ¡Eureka! En toda la cara se rieron.
Ahí os dejo, en la miseria con multas por todo y muchas más prohibiciones de las necesarias.
Después cuando reventaron toda la hacienda,,, se largaron con las carteras bien llenas de billetes y múltiples propiedades.
Y ¡Eureka! Que paguen los pobres con sus sudores y malabares.
SERGIO SANTIAGO MONREAL
Son las ocho menos cuarto de la mañana. Hoy es sábado, día diez de septiembre, del año dos mil veintidós.
Me levanté ilusionado , me encantan los sábados, en primer lugar porque es mi día libre y no tengo que trabajar, en segundo lugar porque hoy es el día en el que sale en este santo grupo el tema de la semana y en tercer lugar porque me encanta escribir y dar rienda suelta a mi imaginación en cuanto veo cuál es el tema semanal, atrás quedaron mis dudas de por qué escribo, me ayudaron las respuestas de compañeros más expertos, especialmente los consejos de que escriba para mí y no para gustar.
Siempre tengo una pequeña crisis del escritor tras el verano, no es fácil escribir cuando se descansa menos. Otro buen consejo fue que me lea a mí mismo y el último y mejor que mi autenticidad haría el resto.
Faltan tres minutos para que sean las ocho en punto de la mañana y adolece el tema semanal, paciencia ante todo amigos y amigas juntaletras.
Son las ocho en punto de la mañana y eureka, ¡habemus tema semanal!
Por fin y el tema cómo no, le ha venido cómo anillo al dedo a lo que había escrito hasta ahora.
Es cómo si se hubiesen alineado los planetas, una especie de sexto sentido que de alguna manera le ha dado sentido y significado a mi relato. En aras de mejorar y disfrutar de escribir seguiré siendo yo en cada uno de mis escritos, ese sello personal que cada escritor ponemos en nuestros escritos, pues cada uno somos únicos, diferentes, ni mejores ni peores, todos somos iguales y disfrutamos de una cosa en común: escribir.
BEGO RIVERA
Acabo de morir y ….
Siempre supe que si existía el infierno acabaría allí.
Fui una mala persona en vida. Era consciente. No podía evitarlo.
Perdí la cuenta de la gente a la que maltraté, humillé, a todos los que maté.
Pensé cientos de imágenes sobre el infierno.
Nunca, ni en mis peores pensamientos, hubiera imaginado lo que me he encontrado.
Acabo de llegar, que yo recuerde…gracias a los disparos de la policía.
Es un mundo abierto, yo estoy en una zona tan negra que ni el fuego que la rodea logra aclararla.
Delante de mí–vestidos como los Papas en el mundo terrenal– varios espectros poderosos. Detrás de éstos, sus acólitos. Sus ojos irradian luz, fuego blanco.
Supongo que tendré que unirme a ellos o arriesgarme a conocer otra parte de este submundo, que me temo no será mejor.
Espero.
Sigo esperando.
No hay tiempo.
De repente el fuego que nos rodea se vuelve más intenso. Su crepitar tiene melodía.
Me gusta.
Me siento bien
Muy bien.
Se levantan los poderosos. Los acólitos gritan.
Todos a la vez, Unidos en una sola voz , me gritan :
«¡ Viva el rey, el todo poderoso…
Amo y Señor del inframundo, esperábamos su llegada! «
PEDRO ANTONIO LÓPEZ CRUZ
SOBRE SERES DE LUZ Y OTRAS DIMENSIONES
La foto era visiblemente borrosa y de una más que dudosa calidad, pero en cuestión de horas ya se había convertido en un auténtico fenómeno viral, abriendo las portadas de toda la prensa, desbordando ríos de tinta y colocando en el mapa a la diminuta localidad de Villacántaros del Risco.
Tan solo un día después, en todos los televisores del país aparecía exactamente la misma imagen, a pantalla completa y abriendo el misterioso programa de misterio que se emitía cada domingo por la noche en riguroso prime time. Medio país contemplaba absorto como el conocido y veterano presentador, acompañado de su mujer, se afanaba en describir con todo lujo de detalles el extraño suceso:
— Nuestro protagonista se llama Eugenio. Y les vamos a contar su historia. Una historia, sin duda, escalofriante. Como cada fin de semana, huyendo del bullicio de Madrid, este urbanita había decidido hacer una escapada relámpago a la sierra. Tras coger su bici de montaña y ajustarse conveniente el casco, se echó la mochila a sus espaldas. Ya saben ustedes… un bocadillo, algún refresco, unas barritas energéticas… lo habitual en estos casos. Emprendió camino y al final de su trayecto decidió hacer una parada que resultó providencial, dándose de bruces con la pequeña iglesia románica.
Tras una pausa dramática perfectamente estudiada y acompañada de un leve paseo por el plató, prosiguió con su apasionante relato:
— Como haría cualquiera de nosotros, Eugenio sacó su móvil y sin pensarlo dos veces se hizo varios selfies sin darles la mayor importancia. Nada podía hacer pensar en ningún tipo de suceso paranormal. Pero cuál fue su sorpresa cuando, al llegar a casa y revisar las fotos, quedó realmente impactado… como seguramente habrán quedado ustedes, mis queridos amigos. En una de las imágenes, justo detrás de él, aparece una especie de rostro difuminado, una aparición fantasmal. Justo en el exterior de la reja de hierro de uno de los ventanales. Como flotando en el aire. Algo a todas luces imposible. Esa figura difusa aparece claramente sobre una franja de luz de un brillo absolutamente cegador. Inquietante…sin duda alguna.
Tras analizar la imagen y hablar sobre ella una y otra vez, haciendo uso de una interminable verborrea, ya en la mesa de debate, uno de los invitados, un sesudo investigador bajito, medio calvo y con una abundante barba blanca, sentenció de pronto:
— Sin temor a equivocarme, creo que nos encontramos ante un ser de luz que en el momento de realizarse la instantánea se hallaba en proceso de transición desde un plano espiritual interdimensional de nivel tres. De ahí el intenso halo lumínico que se puede apreciar y los rasgos tan poco definidos que presenta el ente, objeto de análisis.
El debate continuó con el resto de invitados, dando lugar a una intensa discusión sobre si el ser era luminoso o etéreo, si la dimensión de la que procedía era de nivel tres o nivel cinco…o a saber cuántos niveles tenía eso, hasta que de pronto, una llamada en directo interrumpió el acalorado debate. El conductor del programa dio paso en seguida al interlocutor que aguardaba impaciente su intervención:
— Amigos, tenemos con nosotros a una persona muy cercana al lugar de los hechos. Alguien que acumula un amplio conocimiento acerca de la historia del antiguo templo románico de Nuestra Señora del Señor. Se trata de Eulogio Martínez, alcalde de Villacántaros del Risco. Querido Eulogio… ¿puede aportarnos algo de luz, nunca mejor dicho, sobre la historia de esta enigmática iglesia? ¿Quizá en el pasado fuese escenario de trágicos sucesos? ¿O acaso en algún momento acogió la celebración de oscuros ritos satánicos? O lo que es peor… ¿Se encuentra construida sobre algún tipo de antiguo cementerio donde las almas de los difuntos vagan sin rumbo en busca de su eterno descanso?
De fondo solo se escuchaba la voz de la mujer del alcalde, proveniente de la cocina, solicitándole si esa noche quería cenar tortilla de patatas y el número de huevos a aplicar. Tras un incómodo silencio seguido de un fuerte carraspeo con expulsión de parte de la mucosa de la garganta, con objeto de aclarar la voz, de pronto la voz rural del edil se escuchó, alta y clara, al otro lado de la línea:
— ¡Pero qué enigma ni qué gaitas! Hace un rato me acaban de enviar la foto de marras. Tras hacer pinza con los dos dedos y ampliar me he dicho: “Pero coño, si ese es Manolo el herrero. Ese ni es un ser de luz ni va a pilas ni nada. Al contrario, tiene las luces justas para echar el día. Cuando hicieron la foto estaba subido al andamio, por el otro lado de la pared. Esta semana lo ha contratado el ayuntamiento para echarle unos puntos de soldadura a la reja, que con las últimas aguas ya se nos estaba oxidando. La luz esa blanca que se ve es el chispazo del electrodo ¡Menudo fogonazo suelta eso!”.
ARCOIRIS MORENO
E stado de consciencia que
U nifica, defiende y enseña sin
R estricciones, la importancia
E n el multiverso de la ley del
K arma; toda acción desde el
A mor, será recompensada.
RAQUEL LÓPEZ
…» Palabra de once letras, usada coloquialmente y que significa embobado…»
-¡ Manolito! -gritó su madre- deja ya los crucigramas y vete preparando que nos vamos al pueblo, ¡ah! y ayuda a tu padre con las maletas.
Manolito era un niño de diez años, bonachón y muy resabiado, al que le encantaban los crucigramas, no había ninguno que se le resistiera.
Como todos los años, las vacaciones siempre las pasaban en el pueblo con los abuelos.
– Papá, dime una palabra de once letras que signifique embobado.
– Manolito- contesta el padre riéndose.
– Esa no es, gracioso…- dijo Manolito molesto.
– Dejar las tonterías y no molestes a tu padre que está conduciendo- interrumpió su madre.
Por fin llegaron al pueblo, Manolito se bajó corriendo del coche a ver a sus abuelos, les saludó y marchó enseguida con sus amigos que le esperaban.
Los días allí eran muy apacibles, campo, piscina, paseos en bici…
– ¡Oye Manolito!- le dijo uno de sus amigos. Tenemos una misión que cumplir, anoche escuchamos a unos hombres hablar para no sé qué de dar un golpe, se reunirán en la plaza.
Éste, se quedó entre sorprendido y entusiasmado y como todos los años se metían en líos.
– A las siete estaremos allí para espiarles- les dijo.
Y así fue, los cinco amigos se escondieron detrás de la fuente que presidía la plaza para escuchar la conversación…
– ¡Ei!- saludaron todos.
– Empieza a hacer oraje- dijo Hilario.
– Sí, respondieron- ¿Cómo van las cosas del trabajo?- preguntó uno de ellos.
– A tres menos cuartillo( con escasez)
– Nos queda el rabo por desollar (dificultades)
Los cinco amigos, temblando de miedo continuaron escuchando mientras aquellos hombres continuaban con su conversación..
– Habrá que ir a dar el golpe( ir a comer), antes de acabar la faena.
– Sí, pero, ¿ Que me decís de Honorio? necesita más palos que borrico de yesero( persona rebelde) , no hace bien su trabajo.
– Efectivamente, en eso estamos, habrá que meterle por el ojo de una aguja para que sea más perspicaz con su trabajo, si no, se cogerá las de Villadiego ( huir) y no haremos carrera de él.
– ¡Venga compañeros, iremos a visitarle! ¡Hala, a freír espárragos!(despedida).
Manolito y sus amigos corrieron asustados a casa de sus abuelos para contárselo a sus padres..
– Unos hombres…- decía jadeando- van a ir a Villadiego a dar el golpe y a desollar a base de palos al borrico del yesero y no contentos con eso le meterán por el ojo de una aguja mandándole a freir espárragos ..
Todos se echaron a reír y Manolito se quedó asombrado, después de explicarle que allí usaban ese lenguaje, él y sus amigos, que también eran de la ciudad, se quedaron más tranquilos.- ¡Ay que ver, este nieto mío! – decía su abuela- ¡Anda, que estás apalominado!
– ¡Eureka, abuela! Palabra de once letras que significa embobado..
Se miraron sin entender que quería decir Manolito encogiéndose de hombros. Y mientras, los días seguían transcurriendo en el pueblo apaciblemente..¿ O no?…
IRENE ADLER
EL TRIUNFO DE JUDIT
«y sobre la muralla coronada
del pueblo de Israel, la casta hebrea
con la cabeza resplandece armada».
Lope de Vega
Había una mujer pintando un cuadro.
Y un hombre escribiendo un poema.
Él en España, ella en Florencia,
la misma historia con distinto paso.
Llovía sobre el Arno dulcemente
mientras ella lloraba en cada trazo.
El lienzo inacabado era la herida,
y de negro marfil era la mano.
La pluma enaltecía el sacrificio
que los azules de Prusia desmentían.
Lope soñador, ardiente, vano.
Su Judit casta, feroz y oportunista.
La de ella en cambio, resuelta y necesaria.
Desesperada y ciega como la Justicia.
Muy parecida al fin, cuchillo en mano,
a las Furias de Orestes y su ira.
Los versos del poeta retrataban
la heroica, noble y solitaria gesta,
del tirano vencido y derrotado
por el ardid sencillo de una hembra.
En el cuadro, las luces y las sombras,
en desigual esfuerzo te mostraban
que Justicia y Venganza son lo mismo
y dónde una no triunfa, la otra arrasa.
Había una mujer pintando un cuadro.
Y un hombre escribiendo un poema.
Quizás al terminar, más no a la vez,
los dos pensaron: «…¡Eureka! Por fin lo conseguí. Está acabado».
Lope arrogante y Biblia en mano,
vio en su Judit, la vengadora hebrea,
el triunfo inexorable de la Muerte
a manos de la cándida Belleza.
Artemisia Gentilleschi firmó el cuadro,
pintado con arcillas de Umber y de Siena.
Arreciaba el dolor por los agravios
que hicieron de su virtud, una condena.
Ganó en reputación la casta hebrea
al libertar al pueblo de su yugo.
En fama el español con su poema,
y Artemisia dejó un testigo mudo:
la Verdad sin palabras de su oprobio.
Mirad el poema y leed el cuadro.
Dos mujeres, una misma historia.
Dos cuchillos y una sola mano.
CESAR BORT
Viva la música (Eureka)
El otro día y por encargo, escribí un preludio sincopado. Tengo que decir que me quedó un poco canalla, barriobajero. Chabacano no, que no lo era, aunque tampoco le faltaba ese punto de sal que va bien con cualquier cosa y a todas horas. Me llegó el pedido por casualidad, fue un golpe de suerte, como quien dice: me topé con él. Os cuento:
Gané al bingo del frenopático un permiso de fin de semana. Cantaba Asensio, el antiguo concejal, un valor seguro y barato. Como llora el bolero: «más que un amigo, una madre», y pude escabullirme de la acolchada. La ciudad era tal y como la recordaba, si no fuera por los coches flotantes y los perros de hojalata que meaban agua destilada para no ensuciar. No me sorprendió, tampoco, que hubiera robots en cada esquina pidiendo limosna para sus diez hijos hambrientos, pues Joaquín el fontanero, reconvertido en guardia y a ratos en interno, ya me había informado de las penurias que pasaban los retoños robóticos. A uno le di una viruta de hierro que había perdido un perro ―seguramente con piedras en el riñón―, pero me dijo que no quería comida, sino dinero y como ya había hecho el gesto tuve que apoquinar.
Sin embargo, sí que me asombró el montón de personas (de carne y hueso quiero decir), que rebuscaban en las basuras. «Qué insolidarios», pensé, pues en lugar de vender los restos que encontraban, para darles el dinero a los pobres robots, se los comían. Qué desbarajuste económico: unos tanto y otros tantas bocas o baterías que alimentar sin tener dónde enchufarlas.
En fin, me sale el ramalazo igualitario, al que Fermín, que había sido panadero y ahora es el fontanero del manicomio, llama igualitonto, y me voy del tema.
Recordaba que en la calle Subcontratas había un garito que nunca cerraba y como tenía sed y poco tiempo, hacia allí que me fui, tararí. Justo al entrar, tropecé con un señor de aspecto amable y risueño, que me tendió la mano como pidiendo el voto, algo que siempre asusta.
―¿Eres Humberto? ―me preguntó de la nada.
―Según quién pregunte y quién pague ―le respondí con mi mejor sonrisa para estar a su altura.
―Pagas tú, por supuesto.
―Soy Humberto, ¿y usted?
―Soy X.
―¡Bien por sus padres y su economizar! ―y cuando saqué la cartera para pagar la primera ronda, lo alabé―: De casta le viene al galgo.
Hablamos de muchas cosas, me contó que a sus hijos no les gustaba navegar.
―Y, ¿qué hago ahora con el yate? ―se lamentaba.
―Puede botarlo.
―No sería buen político.
―Sabría navegar entre dos aguas mejor que la mayoría…
―Igual, si me apuras ―me rectificó.
Y como el que había apurado la copa era él, pagué la segunda ronda. La cosa se puso seria a la tercera:
―En tu perfil decía que eres músico.
―Yo no diría tanto, pero llamo a las corcheas por su nombre.
―¡Eres mi hombre!
―Y tú mi mujer ―intercalé cantando un guiño musical de los ochenta para dar credibilidad a la mentira.
Después del beso que me plantó en los labios, retomamos la conversación.
―Tienes que componer una sinfonía.
―A santo de qué.
―Cualquiera servirá, incluso la virgen…
―¿María?
―¿Conoces otra?
Pensé en mis hijas, pero… no. Entonces se sinceró:
―La iba a escribir yo, el contrato es abultado, mucho dinero, ya me entiendes. Moví algunos hilos y me lo concedieron, pero surgió un problemilla…, no tengo ni idea de música, con decirte que no sé ni un nombre de corchea.
―El caso es que yo solo escribo preludios…
―Hazlo largo.
Era una solución… pero:
―¿De cuántos metros?
―Menos de veinte o no cabrá en el escenario.
Tenía su lógica.
―¿Cuánto cobraré?
―Nada, el dinero ya está gastado, ya sabes: el yate. Pero te llevarás la fama.
―¡Eureka! ―exclamé―. Por fin mi padre sabrá cómo me llamo.
―Será un pseudónimo ―puntualizó.
―Me va bien ―consentí―. Total, mi padre es sordo. ¿Dónde hay que firmar?
―Esta servilleta nos valdrá.
Él firmó con una X, naturalmente, y yo tiré todas las copas de la barra al suelo y allí mismo, grabando la madera con la uña del meñique, escribí mi preludio sin copado.
SON SONIA
EL TRÉBOL
Querido diario:
Como siempre, siguiendo las señales, la respuesta me ha encontrado.
Parece mentira que, siendo tantos los años que llevo siguiendo señales, todavía me siga sorprendiendo. Pero eso es lo bonito, seguir mirando la vida con los ojos de mi niña interior… creo que en ella reside la magia.
Lo dicho, he seguido las señales. Paseando por la vida real, un trébol de cuatro hojas llamó mi atención. Llamó mi atención porque yo seguía con la pregunta a vueltas y el trébol parecía decirme que la suerte estaba de mi parte, que la respuesta estaba por llegar. Cuatro hojas…
Llegué a casa, dejando el trébol con vida, en su medio natural, para que alguien más lo pudiese disfrutar, agradecida por su formar parte de mi camino. Lo siguiente fue pasear virtualmente sin ton ni son. Una cosa me fue llevando a otra, como los pasos de un baile, y apareció ante mí un grupo en Facebook; un grupo que administra una editorial llamada Cuatro Hojas.
Para más inri, justo lo encuentro cuando proponen de reto semanal un texto inspirado en la expresión: ¡¡Eureka!!.Y ya sabemos lo que significa dicha expresión. Tanta sincronicidad.
Cuatro hojas del trébol. Cuatro días, cuatro hojas del calendario… y he visto la respuesta ante mí como una luz cegadora. Tal cual el ¡¡Eureka!! Esto ya no es escribir para un reto… esto es vivir el eureka.
Me siento tan inmensamente agradecida.
*FIN*
ENTRE POEMAS Y FRASES
La clave del vivir
Una junta de hombres debatían sobre temas diversos y filosofaban en el hogar de uno de ellos, hablando sobre temas comunes entre ellos, pero que siempre les permitían acceder a nuevas formas de pensar en interactuar con el hombre y la tierra, y entonces tocaron el tema fundamental del hombre: ¿Para que estamos aquí?
Estar es vivir y el aquí es ahora, entonces, ¿Para que vivimos hoy?
La duda resultó en diversas respuestas y algunas divisiones entre los sabios, quienes argumentaban cada cual la postura que mejor consideraron sobre otras, pero no conseguían una idea unánime sobre el propósito del hombre en la tierra. Así dialogaron durante casi una hora, y tras pronunciar cuánto argumento concibieron, concluyeron con que éste era aún un gran misterio, en eso, el anfitrión de la reunión notó la presencia casi tenebrosa de su mozo cerca de ellos, serio y quieto, volteando hacia donde estaban los sabios, y entonces éste anfitrión le habló:
—Mi mozo, ¿Has estado aquí viéndonos todo el tiempo?
—Así es mi señor—Respondió el mozo
—Pero no te he mandado llamar, ¿Para que pues estás aquí?
—Para atenderlo en cuanto usted necesite algo—Le contestó
—¡EUREKA!—Gritó con gran entusiasmo el anfitrión —Hemos encontrado la respuesta al enigma, y gracias a este hombre hecho poco entre nosotros, he aquí, la razón de ser del hombre no es individual, ni le es indiferente del resto, sino que cada uno tiene como meta ayudar al prójimo, en tanto hayamos hecho ésto, hemos cumplido nuestro deber en la tierra.
ANGY DEL TORO
DISPARATES NEWS
Asimismo, noticias insólitas y de humor es lo que viene llegando desde la “Nube” llueven las letras, locura digital, eso he dicho. Las reporteras, Tte. McFLY, McMara Parchís, Géminis Londoño y Mohair Rapanui, hoy alzan sus copas y brindan por el próximo lanzamiento de su boletín digital Nro. 2.
Disparates News es un periódico ficticio, cuya particularidad es que sus noticias, si bien son insólitas, no son imposibles y están escritas desde la fantasía. En este periódico los escritores fungimos como periodistas y desarrollamos historias breves a partir de un titular descabellado sin perder la coherencia y manteniendo la estética.
¡EUREKA! han dicho las reporteras al brindar. Octubre será testigo de la edición especial de brujas, ocasión específica para que fluyan las letras y naveguen por los mares del universo. El «Sello del Escritor» ha dicho que este es su segundo boletín informativo y que continuará trabajando para el disfrute de los lectores, y que, hasta en los lugares más recónditos del mundo, mundial, se mantengan actualizados.
Disparates News, su prensa digital y escritura creativa, desde la inmediatez de sus disparatadas noticias les espera. Gracias por leernos.
NORA GUEVARA
EL HOMBRE DE MASA
Nora Guevara
Érase un panadero que hizo, como todos los días, su mezcla para el pan y, cuando la hubo amasado, notó un algo extraño en ella y se dijo:
-¡Eureka! Mi masa parece hombre y, de inmedisto, sintiéndose lleno de poder, pensó:
– Porque soy bueno y generoso, le daré a este trozo de masa, que no es nada, algo que ningún otro trozo de masa ha tenido nuca: le daré poder de decidir, por sí misma, su destino. Será grandioso verla crecer y convertirse en un hombre como yo, porque la he creado a mi imagen y semejanza. No hay mejor modelo que yo. Me verá y querrá ser hombre.
Lleno de alegría e idealismo, el panadero le modeló la cabeza, un par de manos y otro de pies y, una vez que lo hubo terminado, miró al muñeco de masa a los ojos y le preguntó:
– Elige: ¿Quieres ser masa o quieres ser hombre?
El hombre de masa abrió los ojos y los cerró. Solo quería ser masa.
El panadero, encolerizado, la tomó con rabia y la tiró al suelo gritándole:
-¡Pedazo de masa ignorante!, ¡No tienes idea de lo que estás diciendo!. ¡Cosa estúpida y sin valor! ¡Ni siquiera mereces ser masa!, porque solo eres basura y, pisoteándola hasta quedar cansado, se fue, jurando que nunca más volvería a hacer pan.
La masa, aplastada y sucis, desecha en el suelo, lloró en silencio y junto con ells, en silencio quedaron los sacos de harina que aspiraban ser masa, llenos y solos. Atrás quedaron el agua y sal que querían ser masa, esperando la llegada de un panadero capaz de respetar su simple deseo: ser un trozo de masa que algún día será un troxo de pan crujiente capaz de alimentar a los hijos de un pueblo sufriente que lucha, día tras día, por sobrevivir.
OMAR R. LA ROSA
Bueno, antes que nada he de decir, en mi descargo, que nunca he sido muy despierto, aunque los abogados suelen argumentar que nadie puede justificarse en su propia torpeza…o algo así, nunca lo tuve muy claro.
La cosa es que me he metido en esto de escribir hace ya algunos años, como si a alguien le pudiera interesar leer algo de lo que sale de mi teclado, cosa que, a juzgar por la ventas, es una opinión firme.
De todos modos yo insisto, porque, como dijera mi abuelo, el burro no consigue pareja por lindo (en realidad el dicho es un poco “soez” pero lo he adaptado en atención de alguna delicada dama ante cuyos ojos pudiera aparecer este escrito)
Decía que, así como no tengo luces si tengo perseverancia, lo que no suele ser del agrado de los “perseverados” a quienes me dirijo, pero allá ellos, y ustedes si se sienten “perseverados”, lo bueno de no ser muy despierto es que uno puede quedarse toda la vida preguntándose ¿Por qué la gente no me aprecia? Sin sentir culpa por ello.
Y esto no es mío, tengo grandes maestros, casi todos dedicados a la política, donde no les va nada mal, ¿Quizás deba intentarlo? Seguro que me va mejor que escribiendo.
Lo pensare, pero debo trabajar antes en mi atención dispersa, para no irme por las ramas. Por ejemplo, ¿pueden creer que en la anterior convocatoria, la del numero 7, no puse ese número en una sola de las líneas escritas? ¡Qué cabeza la mía!.
Por eso he de concentrarme, aplicarme con todas mis fuerzas y no cometer el mismo error en esta oportunidad… que el tema es tan…tan…a ver, dejen que me fije.
A, sí, si, tan “EUREKA”
Ya esta, ya lo puse, ahora seguro que me va bien.
RAKEL VALDEARENAS MATE
Diario de un asesino.
¡Eureka!- Gritó mi cerebro sobresaltandome.
Había conseguido escribir unos cuantos párrafos, agotada por haber estado dos días seguidos frente a la computadora, recogí la montaña de papel que yacía sobre el frío suelo, guardé en el cajón del escritorio mis bolígrafos de colores y me acomode en el sofá, encendí la televisión y en algún momento de la noche me quedé dormida.
– Está noche ha aparecido el cuerpo de un joven en la riviera de un rio, las autoridades confirman que ha fallecido por ahogamiento- Miro a la reportera.
Me acerco a la dantesca escena y veo al joven tendido en el suelo, parece que tiene varios cortes y golpes en su cuerpo y cara ¿como alguien puede acabar con una vida? Sigo observando el cadaver cuando alguien me tira al suelo, intento deshacerme de quien me esta agarrando cuando noto algo frío alrededor de mis muñecas.
-Quedas detenido por el asesinato de este joven, tienes derecho a permanecer en silencio, cualquier cosa que digas podrá ser utilizada en tu contra, tienes derecho a un abogado de no tenerlo te será asignado uno de oficio- Me dice el agente.
-Yo no he hecho nada- Me defiendo.
-Dicen que el asesino siempre vuelve al lugar del crimen, usted tenía el cuchillo ensangrentado en la mano, su ropa esta manchada de barro y sangre además de mojada y su sonrisa macabra lo dice todo- Me acusa.
-Yo no he hecho nada- Vuelvo a repetir.
El agente no dice nada y me lleva hasta el coche patrulla, intento escapar, pero me golpea para que me este quieta resignada le hago caso y me meto en el coche…
Me despierto sobresaltada, me levanto del sofá y vuelvo a mi escritorio, por fin puedo terminar mi historia. Contar como por una simple idea puedes quitarle la vida a una persona, aunque no sea inocente.
¡Eureka!- Gritó mi mente.
JAVIER GARCÍA HOYOS
El bar estaba repleto, la música martilleaba los oídos con fuerza, y Guillermo, sentado junto a Rubén en una mesa llena de fotografías, y vaciando en solitario una botella de coñac a morro, manchaba con sus gotas de sudor alguna de aquellas imágenes.
Las instantáneas mostraban el cuerpo de un hombre de casi dos metros, musculoso y con el torso desnudo, tendido en suelo sobre un enorme charco de sangre extendido sobre una moqueta verde. Junto a él, un bate de baseball con sangrientas evidencias de encajar en la herida de la cabeza. En otra fotografía, desde otro ángulo, signos de lucha: Una silla caída, mesitas tiradas, botes de medicamentos como sintrom, paracetamol, epinefrina, lamivudina, eritropoyetina y algún que otro botecito de esteróides. En una tercera imagen podía verse la cartera de aquel hombre, también manchada con sangre. Por último, una foto del presunto asesino, Sebastián Cho, un chico de dieciocho años, repartidor de un restaurante de comida china.
―Déjalo ya, el caso está claro. El inspector Wizard conseguirá que Sebastián Cho acabe entre rejas por el asesinato de Le Grand. Soy su abogado, pero reconozco cuando un caso está perdido. Solo quiero encontrar algo que le rebaje la condena.
Guillermo miró con indiferencia a su amigo y tomó otro sorbo de la botella.
―Wizard es un idiota, como tú. Encerrará a un pobre repartidor de comida china que aparenta pesar menos que su casco para la moto, solo porque lo encontró en el lugar del crimen y halló sus huellas en el palo con el que mataron a ese tipo.
—Te olvidas de las manos ensangrentadas y que cuando la policía llegó estaba hurgando en la cartera del asesinado. No se a ti, pero incluso a mí, me parece algo sospechoso.
Guillermo volvió a observar las fotos.
—Ya te lo he dicho, porque eres igual de idiota que Wizard. Algo no encaja, y no se qué es.
Rubén rió y respondió:
—Lo que no encaja es que si Cho es encarcelado, tú no cobrarás. Por eso estás tan interesado en este caso. No debí decirle a la familia de mi cliente que te conocía.
—Mi situación económica no está en peligro en estos momentos.
—No me mientas. Mari me ha dicho que no le pasaste la pensión de tu hijo este mes.
Guillermo tomó otro sorbo de la botella.
—Veo que hablas muy a menudo con mi ex, nunca comprobé contigo la talla de calzoncillos que encontré en mi exdormitorio —dijo con una mueca burlona. —. Noooo, no puede ser, aquellos eran unos tangas grises, tú siempre has sido más de boxer con florecillas. Bien, ahora que todos sabéis que estoy sin pasta, ya entendéis por qué mi economía no está en riesgo. ¿Volvemos al caso?
—Por favor, Guillermo, tienes casos más importantes de los que preocuparte y que te darían más dinero y más rápido.
—Puede que todo esto tenga algo que ver con sus negocios —dijo sin hacerle caso —. Él y su cuñado se dedicaban a la importación y exportación de todo tipo de cosas. Quizá alguna de ellas no fuera del todo limpia.
Rubén lo miró con resignación.
—Su mujer dice que era un hombre muy meticuloso y no le gustaban los chanchullos.
Guillermo fue a replicar pero Rubén, más rápido, continuó diciendo que la policía ya había investigado los negocios de la empresa y no había encontrado nada raro. Guillermó quiso beber un trago más pero la botella ya estaba vacía. Apenas unas pequeñas gotas.
—¡Se nos acaba el tiempo! Si hay alguna prueba exculpatoria desaparecerá pronto.
—Asúmelo, es culpable. No lo reconocerá nunca, pero está claro que lo es. Debemos concentrarnos en buscar algo que sea atenuante. Para eso te he traído esas fotos.
Guillermo entrecerró los ojos y trató de pensar, pero la música no se lo permitía. A pocos metros de la mesa había un chico, vestía unos pantalones blancos y camisa de cuadros; bailaba pegado a una joven que parecía mirar a sus amigas esperando que la rescataran con cualquier escusa de aquel engreído.
—Algo me dice que no es culpable, algo martillea mi cerebro, esta historia no fluye como debería, como un engranaje mal ajustado.
Rubén se inclinó levemente hacia él.
—Olvídalo, ayúdame a encontrar atenuantes. Sebastián Cho, probablemente, discutió con Le Grand porque quizá no le quiso pagar el pollo Kung que pidió debido al retraso en su pedido. La cosa fue a más y acabó trágicamente. Debemos probar que Cho no lo hizo intencionadamente. Es para lo único que te necesito.
Guillermo, algo alterado tanto por el alcohol que tenía en la sangre, como por lo que estaba escuchando de su amigo, se levantó de su asiento y le gritó que era un abogado decepcionante. Sin darse cuenta, hizo un aspaviento y golpeó la botella, que cayó al suelo. Unas pequeñas gotas salpicaron el pantalón blanco del muchacho que estaba bailando junto a la chica rubia.
—¡Tío! ¿Eres idiota? Me has manchado.
Guillermo se acercó a él y le respondió:
—Disculpa, no era mi intención. Pero si crees que tus pantalones sucios son lo que te va a impedir acostarte con esa muchacha, lamento decepcionarte. Tengo la sensación de que prefiere que no te los quites ni para limpiarlos.
La música siguió sonando con fuerza, la chica sonrió y se marchó con sus amigas y el muchacho empotró su puño derecho en la cara de Guillermo. El golpe lo tiró al suelo con el labio partido, la música paró y todos le miraron.
El pantalón del chico ahora tenía salpidacuras de sangre.
—Mierda —protestó el chico —ahora esto me va a costar más quitarlo.
Guillermo, aún en el suelo, miró el pantalón y después se volvió hacia Rubén:
—¡Eureka! —gritó. —Es el puñetero pollo. Esa es la respuesta.
Rubén se encogió de hombros para indicarle que no entendía qué quería decir.
—Pidieron pollo Kung, Le Grand nunca pediría pollo Kung. ¿Has visto su medicación? ―dijo mientras se levantaba ante la vista de todo el mundo.
El joven que le había golpeado estaba un tanto confuso ante aquella situación, Guillermo se dio cuenta y se dirigió a él.
―Muy bien chico, puedes irte, ya has hecho tu gran aportación de la noche.
Y sin volver a dirigirse a él se acercó a Rubén.
―¿Sus medicamentos? ¿Crees que no iba a pedir el pollo porque tenía el colesterol alto? Venga ya.
―A este paso conseguirás igualar tu inteligencia con la de Wizard. El pollo Kung lleva entre otros ingredientes, cacahuete. Y la epinefrina que se ve en las fotos indica que Le Grand es alérgico, por lo que no fue él quien pidió la desafortunada ave, había alguien más. Cho ya se encontró el cadáver. Pero por si tienes dudas, hay algo que no he visto en la foto del pobre repartidor, salpicaduras de sangre en su ropa. Tenía las manos ensangrentadas, pero no salpicaduras, como las de ese salido que me ha partido la cara por estropearle la que creía que era su gran noche. —dijo llevándose la mano a la boca.
Rubén, en silencio, seguía esperando alguna aclaración más. Pero no llegaba.
—¿Tengo que decírtelo yo todo? Le Grand fue golpeado por la espalda, pero tuvo que ser por alguien conocido. No es fácil atacar a un tipo de dos metros de altura y grande como un mueble. Quien le atacó tuvo que hacerlo cuando estaba desprevenido, disfrutar de su confianza, y tener algo de fuerza. Y entre tú y yo, aunque Cho y Le Grand tuviesen un romance secreto, es más probable que se hiciera más daño a si mismo con ese bate que el que podría causar. Además, ¿alguna vez has dejado pasar al repartidor de la comida dentro de casa? No. Ni en la oficina tampoco. Siempre esperan en la puerta. Salvo que Cho encontró la puerta abierta y al pobre Le Grand en el suelo.
—Eso encaja, podría servirme. —dijo Rubén mientras pensaba en voz alta.
—Pues claro, idiota. Fue su cuñado quien lo mató. Su mujer nos lo confirmó y nosotros no lo hemos sabido ver. Cuando nos dijo que no tenía reuniones programadas y que simplemente se quedaría hasta tarde a trabajar, nos lo puso en bandeja. ¿A quién más dejaría entrar Le Grand en su despacho a esas horas, cuando ya no quedaba ningún trabajador? Pues a su socio. Alguien de confianza, y por cierto, con más cuerpo que el endeble de Cho. Dile al gran genio de Wizard que busque entre las ropas de ese hombre, puede que aún no haya hecho la colada o la haya quemado.
—De acuerdo, pero ¿por qué iba a hacerlo? —Rubén se llevó la mano a la frente y se respondió a si mismo —Claro, porque el cuñado quizá llevaba otro tipo de asuntos turbios fuera de la empresa pero la utilizaba como tapadera, y Le Grand lo descubrió.
—Eureka de nuevo. Has encontrado la respuesta tú solito. Puede que aún haya esperanzas para ti, idiota.
Rubén llamo al inspector Wizard, mientras esperaba que le contestara, le hizo a Guillermo una petición.
—¿Puedes dejar de llamarme idiota?
—Por su puesto que no, idiota.
GLORIA ALBADALEJO AYALA
LA MUÑECA DE MODA
Hola diario, he vuelto a ver esa muñequita tan mona en él escaparate de la juguetería de mi barrio. Cada día me gusta más. Se la he pedido a Papá Noel. Creo que he sido buena y espero que me la traiga esta Noche Buena, que es hoy.
-Lidia, ¿ya te has lavado los dientes?, recuerda que hoy te tienes que acostar pronto.
-Si, mamá y ya me he puesto el pijama. Me voy a dormir.
-Muy bien cariño, hasta mañana.
-Buenas noches.
Diario, mañana te diré si me la han traído. Estoy muy emocionada y no sé si voy a poder dormir. Esta noche está haciendo mucho frío y parece que va a llover. Si llueve, a lo mejor Papá Noel no puede ir a las casas a llevar los regalos a los niños.
-Lidia, apaga la luz.
-Si mamá. Buenas noches.
Lidia estaba medio dormida. La oscuridad de la noche que permanecía en toda la casa, también le ayudaba a coger el sueño, pero algo la despertó de repente. El inicio de la tormenta ya estaba dando sus frutos y la luz del rayo que iluminaba la ventana de Lidia, la despertó. Después, a los pocos segundos, un estruendoso trueno, hizo crujir la ventana, de tal manera que hizo que la niña se levantara de inmediato por el gran sobresalto impactante que le provocó ese ruido. La lluvia, había comenzado con abundancia y la pequeña Lidia, empezó a ponerse nerviosa temiendo que su querido Papá Noel, a lo mejor, no podía llegar a su casa a dejar los regalos, pero, escuchó algo más, eran unos ruidos de algo que se estuviera manipulando y que provenía del salón. Su corazoncito comenzó a latir algo más deprisa. No sabía si estaría bien echar un vistazo, temía que, si era el tan ansiado, se fuese corriendo al ver a la niña, pero ella quiso arriesgarse y muy despacito, con todo a oscuras, fue hacia a donde se escuchaban los sonidos. La tormenta a su vez, seguía persiguiéndola y por el camino, le parecía ver sombras oscuras que se movían por las paredes. Tuvo que hacer antes una parada al baño, porque entre la emoción y el miedo, hacía que casi se orinara encima. Al salir, todo estaba más silencioso, no escuchaba nada, solo el sonido de la lluvia que caía a cántaros y que veía desde las ventanas. Sus pasos eran tan lentos y silenciosos, que recordaban a los ladrones queriendo robar a una vivienda. El camino hacia el deseo, se le hacía eterno y a la vez divertido, pero llegó. La nocturnidad, no le dejaba ver bien lo que había dejado papá Noel bajo el árbol de Navidad, pero, ahí había muchas cosas, regalos y muchos juguetes. A Lidia se le iluminó la cara, cuando sus ojos pudieron localizar la muñeca. Sí, era ella, tenía que ser ella. La muñeca que tanto anunciaban por televisión y que era tan deseada por las niñas pequeñas como ella. Tenía una cara preciosa, expresión muy simpática y ojitos azules. Sabía hablar, reír, comer y era divertida. ¡Eureka, mi muñeca!, cogió la caja a donde en su interior permanecía dormidita su gran muñeca, y se la llevó corriendo a su habitación, sin hacer caso omiso a los demás regalos que también esperaban a ser desenvueltos. Lidia, corría tanto ilusionada, que por el camino tropezó con algunos muebles dándose algún golpecito que otro y también, de paso, seguía viendo algunas sombras que corrían en su misma dirección. El trueno más fuerte, fue cuando llegó a su habitación con su regalo preferido. Este hizo que se le cayera de sus manos y la muñeca, salió de la caja disparada.
-Mala-, le pareció escuchar. ¿Era la muñeca?, si todavía no le había puesto las pilas. Pensó entonces que ya las llevaría puestas.
Querido diario, Papá Noel se ha portado muy bien conmigo, y me ha traído mi muñeca preferida. Seguidamente, la puerta de su cuarto se cerró sola de golpe. Lidia asustada, miró la puerta, pero no había nadie y cuando miró la muñeca, esta se había puesto en pie. La expresión de su carita, cambió totalmente y comenzó a hablar.
-Lidia, me has hecho daño, me has dejado caer y me duele el brazo. Mira, me lo has roto.
Era cierto, el bracito de la muñeca, se había salido de su sitio.
-Yo no he sido- le respondió Lidia- y tú por qué me hablas, no puedes hacerlo.
La expresión de la muñeca se puso más fea aún, mientras que los rayos parecían querer entrar en la habitación. A la niña le daba angustia coger esa cosa, pero le intentó poner bien el brazo, hasta que al final consiguió colocárselo en su sitio. La cara de la muñeca volvió a cambiar, con la expresión más parecida a la del inicio, pero, no se fio de ella y la volvió a meter a dentro de su caja
Lidia se acostó para intentar seguir durmiendo. La primera experiencia con su tan ansiada muñeca, no había sido como ella esperaba que fuese.
Sus ojos ya le pesaban, había tenido demasiadas inquietudes en un plazo muy corto de tiempo, pero cuando ya empezaba a estar dormida, otro nefasto trueno la volvió a despertar, viendo entonces, como los siguientes rayos iluminaban la muñeca que se encontraba a fuera de la caja y sentada en una silla, mientras observaba a su dueña con cara de amistad. Lidia se levantó ya más enfadada y también algo asustada, cogió la muñeca, la colocó en su caja y la llevó corriendo a donde la había encontrado. Parecía que la muñeca había cobrado vida y al tocarla de nuevo, parecía estar caliente. Se movía en su interior queriendo salir de ahí a dentro con cara de pocos amigos.
Cuando por fin llego a su destino, la dejó debajo del árbol de nuevo y salió corriendo hacia su habitación. Las sombras junto con los rayos como siempre, la acompañaban a su paso y también le pareció que se agregó otro ruidito desconocido. Parecían unos pasitos débiles y la niña ya sospechó de quién podían ser. Nunca había corrido tanto como en esos momentos, sin importarle los golpes que se pudiera dar contra las cosas. Intentó llamar a sus padres, pero la habitación de ellos, estaba muy lejos por las grandes dimensiones de la casa y no la podían escuchar. La muñeca maldita la estaba siguiendo y también andaba bastante deprisa. Los pasitos de la muñeca retumbaban en el suelo, haciendo parecer un diminuto tambor de juguete. Lidia fue más rápida, llegó a su habitación y cerró la puerta dando un gran portazo, después cerró con el pestillo. Se quedó un buen rato de espaldas a la puerta, esperando que su nerviosismo se calmara y también que dejara de escuchar algún ruido proveniente de la muñeca.
Todo se tranquilizó en cuestión de segundos. La tormenta cesó y la primera luz del día, empezó a surgir del cielo ya más limpio y sin nubes. Lidia, ya más tranquila, se volvió a acostar, el sueño esta vez podía más que ella.
Pasó un buen rato, ya era de día y la puerta de su habitación parecía ser golpeada, después la voz de su madre que la llamaba.
-Lidia, abre que ya son las diez de la mañana.
Consiguió dormir un poco después de tan ajetreo nocturno.
-Abre la puerta, ¿por qué la has cerrado?, ¿no quieres ver los regalos que te ha dejado Papá Noel?
-No mami, estoy muy cansada, déjame dormir un poquito más.
-Es que parece que hay una cosa que te va a gustar mucho.
La niña no tuvo más remedio que abrir la puerta, su madre la estaba esperando al otro lado y pronto se pondría de mal humor si no abría. Lidia empezó a notar que su corazón empezaba a acelerarse de nuevo, pero tuvo que hacerle caso a su madre. Las dos fueron hacia los regalos, su mamá con más ilusión que la propia hija. Ella si pudiera, desaparecería incluso de la casa antes de ver lo que le estaba esperando debajo de ese árbol de Navidad. Su madre la observaba extrañada, su hija ese año no parecía estar muy ilusionada mirando los regalos, parecía que ni siquiera los quería tocar y mirar solo de refilón. No quería esa maldita muñeca. Había cuatro cajitas más pequeñas, otro regalo que parecía ropa y una caja más grande. Era ella, estaba envuelta con papel de regalo de nuevo, no sabía cómo lo habría hecho, pero allí estaba la maldita.
-Venga, ¿no vas a abrirlo?, me parece que yo ya sé que es.
El débil papel parecía romperse casi con solo rozar con los dedos. Comenzó a ver un trozo de caja. La expresión de Lidia, se estaba transformando, una expresión extraña, inesperada. Ahí a dentro, había otra cosa, era una mini tienda con sus cacharritos y todo, no era la muñeca. Lidia miró a su madre con una cara ya más relajada y diciendo a su vez, ¡eureka, lo que yo quería!
Más tarde llegó su tía y también le llevó un regalo de parte de Papá Noel. La caja semblante a la de la tienda, pensó, esto será la cocinita.
El papel se deshizo entre sus manos temblorosas y.…, ¡no!, la muñeca. La maldita muñeca estaba ahí entre sus manos y su cara ya empezaba a cambiar.
ESPERANZA SOLYMAR
¡EUREKA!, al fin lo conseguí…Si, lo conseguí. Bueno, o casi. Todavía me queda mucho aprendizaje.
Toda la vida he sido una persona amigable, dicharachera y de muchas palabras.
A la gente, en principio, les caígo bien, pero con el tiempo, lo que siempre les gusta de mi es lo que termina cansándoles, y al parecer es que hablo demasiado, y muy fuerte, que para mí defensa, debo añadir, se lo debo a una ligera sordera que padezco desde hace años.
EUREKA y mil EUREKAS. Llevo años intentando prestar más atención a las palabras de los demás que a las mías propias, y es cierto, se aprende mucho haciendo esto, pero al final he descubierto que no era tan problema mío como el de los demás que nos rodean.
Hoy en día, poco a poco, nos hemos vuelto personas solitarias, metidas en nuestro caparazón. Cada vez tenemos más compañía con nuestro móvil y nuestra mascota, que nos ocupa, el primero, gran parte del día, y la segunda el resto, entre sacarlas a hacer guarrerías perrunas a la calle, y luego la mayoría, si pueden, no las recogen, mirando a todos lados a ver si alguien los mira.
Los amigos suelen ser una molestia. NOs cuesta trabajo vestirnos y salir a la calle (con lo bien que estamos en casita, descalzos, medio desnudos, sentaditos en nuestro «super mega sillón reclinable», con el aire acondicionado, a 27°, como lo ordena el super, y un refresquito, sin azúcar ,(por lo de la diabetes o el exceso de peso), y con nuestros mejores amigos, NETFLIX, HBO y PRIME VIDEO. Ellos no nos discuten,ni nos llevan la contraria, y nos salen más baratos que salir a la calle a tomar unas copas e ir al cine,como lo hacíamos antes, on los amigos.
¡ EUREKA ! ¿ EUREKA ?,. noooo …
¡ RECORCHOLIS ! …Ahora que estaba aprendiendo a escuchar resulta que la gente ha olvidado como dialogar
El hecho, a lo que me refería al principio, es que antes yo hablaba mucho, y me impuse escuchar más, y con la edad es que me vuelvo loca x que ahora no se dialoga, se chilla, cada vez más fuerte. Nadie escucha a nadie. Nadie tiene nada interesante para los demás. Si uno tiene una hernia el otro tiene dos, y la otra tiene a una amiga a la que le extirparon tres. Si uno ha ido a Cancún 10 días, no le da tiempo a contar nada, porque la otra fue dos semanas, mientras que los demás, entre un griterio anormal tratan de explicar unas vacaciones que a nadie les importa. Y entre medias codazos y mandando callar porque no les dejas hablar.
En fin, .e voy a preparar un bocata y, sentadita en mi sillón a ver una serie super mega guay
MARÍA JESÚS GARNICA PARDO
Gritó Salvador, eureka.
Después de años de esfuerzos, de renunciar a muchas cosas, había conseguido la fórmula para acabar con la terrible enfermedad.
Lo paso a su jefe de sección. Este a su jefe.
Pasaron días, semanas, meses.
Salvador llamaba, esto es grandioso, tiene qué saberse.
El silencio, lo aburrio, dejó de creer en el ser humano, atrapado por la burocracia.
Cogió su fórmula y se fue a un pueblo perdido.
Años después era el pueblo con más calidad de vida y nadie sabía por qué.
Eureka.
EL FARO
“En esa vigilia de los solos, nunca son tardes las horas de la madrugada. Es un caracol el tiempo. Mide diferente.
En ese desvelo del solitario, lo único que se percibe es una sombra chinesca en la pared del dormitorio.
Y en esa mentira de luz inventas una película; una ilusa novela dónde te abrazan los ausentes.
O aquellos otros que nunca vendrán.
Quieres dormir pero no duermes.
Cada uno sabe donde falta la pieza que insistentemente nos despierta.
Se deforma el pecho que se llena de angustia.. como una paloma de yeso; te palmeas exagerado y asustado, y giras en metro y medio.
Aceptas ese enredo de sábanas, como un consuelo de tonto.
No hay más que eso.
Entonces..
te crucificas!
Ni a la derecha ni a la izquierda están los ladrones que le hablaban a Jesús.
Y llega la lanza que abre el costado..y sangras!
Eureka!!!
prendes la lámpara, tomas doble gragea, la medicina de los desolados; cierras los ojos y esperas..
GUILLERMO ARQUILLOS LLERA
El momento Eureka
Allí, delante de la puerta del servicio donde los de cuarto zurraban de vez en cuando a los más pequeños, Matías se preguntaba que cómo era posible que hubiera llegado a esa situación. Leía la rabia en la mirada del niño más alto de los tres, la súplica en la de Clara y el miedo en la del Colalo; el esmirriado, el cojo, que se le cayó a su padre de las manos recién nacido. Juan Colalo Calviá era el gilipollas más odioso de todo primero, la había tomado con Clara y le hacía la vida imposible desde Primaria.
Matías había llegado al pueblo con el curso ya empezado; pero al poco tiempo se había convertido en el chico más popular de Secundaria y eso que el resto se conocía desde infantil y sus familias eran amigas de toda la vida. Con la mala leche que tenía el Colalo, enseguida le puso el mote del Eureko, porque se pasaba los recreos con Clara, la Eureka, a la que apenas le hablaba la mayoría. Casi todos la tenían por la empollona, la única que supo contestar a la profe cuando les contó lo de Arquímedes y la bañera.
Clara estaba hecha una Marilyn con la cara un poco más redondeada y, a sus trece años, era evidente a quién le iba a robar el físico en cuanto creciera. Matías, el hijo de un guardia civil recién llegado, era fuerte y sabía caer bien, aunque, cuando se cabreaba, cosa que ocurría muy de vez en cuando, gritaba sin control y parecía un perro rabioso.
Si alguno del grupo quería que el Colalo le hiciera la vida imposible, a él también, solo tenía que acercarse a esos dos pringaos en un recreo. ¡Pobre Juan Calviá! Cuando nadie lo veía, lloraba por su cojera —qué culpa tenía él de la torpeza de su padre—. En cuanto se le pasaba, se ponía a insultar como un loco a quien fuera: a uno de la clase, a un alelao de tercero o cuarto, o incluso a alguna profe de lágrima floja.
El jefe de estudios estaba harto de tener que aguantar a un demonio como aquel y de soportar quejas de padres y profesores. «Vaya castigo que me ha caído, ahora que me quedan tres años para jubilarme».
El caso es que allí estaba Matías, delante de los servicios, y que el más alto de cuarto, con los puños apretados y clavándole la mirada, lo estaba amenazando:
—Mira, pardillo, no te metas donde no te llaman. Si no nos dejas que le arreemos al Colalo, te vas a cagar. Somos tres contra uno, por muy fuerte que seas.
—¿Tan gilipollas eres, Eureko? —dijo otro, remarcando el mote—. Sabemos que no para de meterse contigo y con tu novia, ¿a qué coño viene ahora defenderlo?
El martes, Matías faltó a clase; el miércoles, también. No volvió a ir por el instituto hasta el jueves, todavía con dolores por todo el cuerpo, pero con el orgullo bien alto porque su padre lo había felicitado por defender a un esmirriado; aunque fuera el peor del centro y estuviera medio loco.
—No lo entiendo, tío —le dijo el Colalo en el recreo—. ¿Tanta pena doy? ¿Por qué me defendiste el otro día y te llevaste la paliza si venían a por mí?
Matías miró primero a Clara, que estaba a su lado. Después lo miró a él:
—¿No lo entiendes, Juan? ¿Todavía no te has enterado de que eres de los nuestros? Tú nos podrás hacer la vida imposible a los demás, te juro que muchas veces he pensado en darte una buena hostia con la mano abierta; pero, los de nuestra clase somos amigos, aunque tú no quieras, aunque te empeñes en odiarnos. ¿Sabes? A quien odias, en realidad, es a ti mismo; nosotros somos tus amigos.
Juan, en aquella mirada de su compañero, tuvo su momento Eureka, porque descubrió de repente que la amistad es, sobre todo, una decisión. Aprendió que hay que estar dispuesto a hacer lo que haga falta por quien consideras de los tuyos, o a pasar por donde haya que pasar.
Por descontado, no volvió a permitir que ni a Clara ni a Matías los llamaran por sus motes y empezaron a ponerlo de portero en los partidillos de los recreos. El jefe de estudios, al mirar a los críos jugando, se preguntaba que qué había pasado para que las cosas cambiaran de esa manera.
Y es que aquel profe, ahogado en papeles, ya estaba mayor para enterarse de la vida de su instituto.
JOSE ARMANDO BARCELONA BONILLA
¡QUE TE ZURZAN, MARI PURI!
«Purificación.
Te escribo esta nota para informarte de que pese a tu escasa confianza en mí –una constante desde que iniciamos nuestra relación–, por encima de todos los inconvenientes y haciendo un supremo esfuerzo mental, para superar mis propios miedos, tus comentarios irónicos y las burlas de tu madre, por fin, María Purificación, ¡lo he conseguido, coño!
Han sido días muy duros, de soledad e incomprensión; noches en vela, estudiando la complejidad de las estructuras, la mecánica de los medios continuos, de bucear en el método de los estados límite; ¿sabías que para todas las magnitudes relevantes, debe cumplirse que Md – Mu ≥ 0? Claro que no.
La vida, me he dejado en el proyecto, mientras escuchaba a tu madre cargarte de reproches, por no haberle hecho ojitos a Federico, el boticario baboso que te tiraba los tejos: «Tres farmacias tiene ya. Como una reina estarías» –relinchaba la vieja bruja.
Sangre en las uñas y en el alma, me ha costado, pero, por fin, ahí la tienes, majestuosa, desafiante, sólida como la catedral de Burgos. Mi obra, el producto de mi esfuerzo más doloroso, pero que me ha descubierto de lo que soy capaz. El mundo es mío. Ya nada ni nadie podrá interponerse entre mi destino y la gloria.
Quédate con la estantería Dåligmjölk, en ella te dejo, literalmente, pedazos de mi carne, sangre y algún trozo de uña. Que os den a ti, a tu madre y a IKEA.
Me voy de mercenario a no sé qué país africano en guerra; un pastón, me pagan, y cuando acabe eso, ya tengo curro en una plataforma petrolífera en el mar del Norte. Tú, si quieres, hazle ojitos al pichacorta del boticario, así tu madre tendrá gratis el omeprazol.
EFRAIN DÍAZ
La guerra lo pilló en medio de su espectáculo. Era mago de profesión y de vocación. Sucesor de una larga tradición familiar, heredó el negocio y sus misteriosas artes. Tenía su espectáculo de magia permanente y era todo un éxito. Ahora nada le importaba más que alistarse en el ejército y servir a su país.
-Es usted muy viejo para empuñar un rifle. Tiene usted 38 años.- dijo el reclutador.
-Seré muy viejo para empuñar un rifle, pero no estoy aquí para eso. Soy mago y puedo ser útil.
-No necesitamos hechiceros de cuentos de hadas. Necesitamos jóvenes dispuestos a dar su vida por Gran Bretaña.
-No soy hechicero de cuentos de hadas. Soy mago. Soy ilusionista. Con mis artes, puedo ayudar a ganar esta guerra.
-¿Y como puede usted ayudar a ganar la guerra? Sacando conejos de sombreros con falsos pisos o moviendo cartas de un lado a otro?
-No sea iluso. Puedo manipular el campo de visión del enemigo. Puedo hacer desaparecer objetos, equipo, ciudades.
Inmediatamente sacó un juego de cartas y le hizo dos trucos de ilusionismo que dejaron perplejo al reclutador.
-De la misma forma que manipulé su campo de visión, puedo hacer eso a gran escala y manipular al enemigo. Confundirlo. El enemigo no sabrá que pasó ni como pasó.
El reclutador pareció pensarlo y le preguntó:
-Necesito pasar unos barcos llenos de armas y suministros para nuestros soldados por aguas enemigas. ¿Podría usted burlar sus aviones?
-Podría burlarlos de la misma forma que lo burlé a usted. Solo necesito ir al lugar y ponerme manos a la obra.
El reclutador no estaba muy convencido, pero ante el avance de los alemanes, cualquier ayuda, por banal que fuera, era bien recibida.
El mago fue enlistado y enviado al norte de África. Al llegar, conformó un equipo de trabajo. Examinó el mapa del área y comenzó a colocar una serie de potentes luces rodeadas de espejos en puntos estratégicos. Cubrieron de luces y espejos ciento veinte millas de desierto. La utilización de las luces y los espejos tuvieron el efecto de hacer invisible el Canal de Suez. Los aviones alemanes fueron burlados por los reflejos y bombardearon en vano toda la noche. Gran Bretaña pudo pasar todos los barcos y abastecer a sus tropas.
-Eureka- fue lo primero que dijo el mago cuando terminó su acto, recordando que fue la palabra que dijo Arquímides cuando descubrió y entendió la hidrostática.
Utilizando el mismo principio de potentes luces y espejos, hizo desaparecer el puerto de Alejandría, haciendo que la aviación alemana bombardeara un falso puerto hecho de cartón y madera.
Fueron muchos los trucos empleados por este singular mago que burló la aviación alemana y sus bombardeos, dándole la ventaja a Inglaterra. Así comenzó la leyenda de Jasper Maskelyne, el mago de la guerra.
ARITZ SANCHO MAURI
Dando en la diana
Resulta que cada día, voy descifrando cada vez más el algoritmo del lenguaje no verbal que conllevan diferentes acciones y maneras de actuar en la gente que me rodea; y voy dando más en la letra correcta de mi teclado.
A día que transcurre, me voy dando cuenta más de que cada cual va a lo suyo y que este esfuerzo que empleo en ayudar a los demás me está perjudicando notablemente.
Tratar de abarcar más de lo que se puede, no conlleva nada bueno, me cuesta menos invertir tiempo en los demás que en mi mismo y creo que esto puede llegar a ser peligroso para mi salud.
La verdad que el lenguaje no verbal dice demasiadas cosas, yo juego a tratar de estar ocultándolo cada vez que se me presenta la oportunidad, y la verdad que es algo que me resulta increíblemente divertido. Saber si se está dando cuenta de las señales incorrectas que estoy emitiendo o le estoy haciendo creer algo que no es.
Pregunto a dos obreros que están en la calle; por donde llegó al apeadero, ya que Google Maps no me indica bien por donde ir porque están remodelando la estación a la que me dirigo. Cada uno de los susodichos me manda en una dirección, y mi repuesta intuitiva; -que no suele fallar y da con el que me indica la dirección correcta. Será hij0 put4 el maldito gordo que me mandaba en la otra dirección.
Actualmente, y después de varias mudanzas consecutivas, me he instalado en una humilde casa que comparto con una familia bastante religiosa de origen magrebí.
Con mi gran amigo Joseba, ayer, comentaba el comportamiento extraño que tenía esta familia que se componía de una madre y dos hijos de sexo opuesto.
El hijo, Karim, un chico de 32 años fornido y con pintas de amanerado, constantemente trata de darme lecciones sobre su punto de vista de lo que es una vida correcta para el; -estar todo el maldito día trabajando. Me hace cuestionarme quien dichosamente es el para juzgar mi caótico estilo de vida y para tratar de inculcarme su filosofía de vida.
La manera en la que se expresa, parece creerse incluso con la razón de que su sendero es el único que lleva al camino correcto. Mi padre ya murió hace varios años, y creo que no se ha reencarnado en este; – por lo menos cree en algo. Seguramente que también cree en el; -no como yo, deberá de ser feliz, aunque por los gestos de su cara y sus movimientos no me lo parece tanto.
La gente “normal”, siempre es fan en como mínimo una de esta cosas de la Santísima Trinidad de la distracción, que son el fútbol, política o religión; y la suelo ver mucho más feliz. Adjuntaría un anexo otra Trinidad más actual, pseudoinfluencer, pr0ucr4niano o cofeetlover. Que le vamos a hacer, el mundo se mueve por modas.
La madre parece bastante simpática, entrada en unos cincuentaytantos, de pelo teñido, tez morena y ojos unos negros enormes
Hace unos días le comenté si me enseñaba a cocinar algún plato tradicional de su país; –le solté una sonrisa de oreja a oreja.
Me contaba que cuando cocinaba ella, sus amigas se ponían muy contentas.
La verdad que no tengo dificultad para relacionarme con nadie, pero mi gran defecto es no saber conservar las relaciones y darles el mimo que se merecen.; además me cuesta creer encajar perfectamente en algún sitio como si fuera la ultima pieza de un puzzle; -creo ser más la típica que se pierde y jamás se encuentra.
La hermana de Karim, Anbar, es muy simpática y educada; cabe decir que es una exótica belleza. Trabaja en un afamado hotel de esta ciudad; que es super turística, como recepcionista, habla varios idiomas, es humilde y parece no querer mostrar toda su inteligencia y potencial de primeras.
Su actitud hacia mi me desconcierta continuamente, pero me emociona y confieso que me motiva.
Un día que llegaba a casa de hacer la compra me la encontré en ropa interior, hacia como si no pasará nada. La verdad que tenía unas piernas exuberantes; hubo un momento que se dio cuenta que yo estaba más avergonzado de verla así que ella, de haberla encontrado en esta situación tan incómoda para los dos.
Según Joseba dice, le hago tilín; -yo quiero pensar que no, pero me llena de morbo el hecho de atraerle o causarle curiosidad a alguien tan joven, ademas creo que mi amigo no va muy desencaminado.
Hace tiempo que estoy en rebajas, y con una falta de cariño y de pasión bastante cuantitativa.
Hace poco se paseó con la toalla en la ducha delante de mí demasiado sonriente.
Se me hace complejo interpretar este tipo de gestos en la religión que practica que es bastante hermética.
Cuando hemos compartido pequeños momentos, la conversación es muy fluida, se le ve llena de vitalidad y energía, me hace sentirme tranquilo, jocoso y con confianza.
Me da bastante repare hacer algún tipo de acercamiento porque me gusta; – no estoy enamorado ni mucho menos. Creo que es digna de conocerla. Puede que hasta me sorprenda. Debería de darme el valor de invitarle a salir o tener un detalle original con ella para sorprenderla.
A mi edad me he vuelto un cobarde, considero normal tener miedo cuando personas referentes en tu vida han desaparecido y llevas más fracasos amorosos que meses tienen los años.
Sentirme bien conmigo mismo, creer en mi y en mis posibilidades se ha convertido en una quimera.
Si hablamos de amor existen las parejas que viven del aparentar, pero yo nunca he probado ese tipo de brebajes, desconozco su composición química y tampoco sería capaz de ingerirlo.
Si de felicidad hablamos no cabe dejarse a la pareja de tortolistos, cada cual más 1nútil, insulso y aberrante.
Parecen vivir en la burbuja de la ignorancia. No se que coñ0 se toman por la mañana pero la sonrisa les dura para todo el día; -yo quiero un poquito de esa mi3rda.
Para tener dosis de eso hay que ser bastante cortito de mente, ya que de un chispazo mental, descubrí la fórmula de la satisfacción; que ni al más puro estilo Einstein:
XA+inteligencia= YA-felicidad; -y bicepsberzas.
Eureka! He conseguido que este escrito no me lo censuren.
DAVID MERLÁN CASTRO
La llegada al punto indicado en el mapa, fue relativamente sencillo, si por sencillo se entiende deambular dos semanas por una intrincada y sofocante selva.
Allí estaba. Al fin tenía ante sus ojos la entrada de la cueva que tantas y tantas veces había imaginado al ver aquellos dibujos y extraños símbolos en su roñoso y roto mapa.
Aquel mapa que había encontrado dentro de una estatuilla comprada en un anticuario del bazar de la vieja ciudad que por casualidad, cuando su gato la había roto sin querer, había aparecido de entre los añicos de barro. Una estatuilla comprada a un mercader que a las claras, no sabía lo qué tenía en su negocio.
Lo había analizado durante casi un año y tras tomar la decisión de empeñar parte de sus ahorros, había decidido financiar una expedición, pequeña en el número de miembros, pero grande en ambición.
Después de un año, seguía sin saber qué era el tesoro, pero una cosa tenía clara, «la X marca el lugar» y con eso, sumado a la premeditación de alguien por ocultarlo en aquella estatuilla artesanal que representaba un ídolo local, le hacían concebir grandes esperanzas.
–Jim, entraremos tú y yo. El resto que espere aquí y que monten un pequeño campamento. Pronto empezará a oscurecer y será mejor reponer fuerzas –. Ordenó George a su ayudante más cercano.
–Ya habéis oído al jefe –. Añadió éste dirigiéndose en su idioma a la media docena de porteadores que les acompañaban.
–Deja lo que no sea estrictamente necesario y vamos. Estoy deseando sacarme la duda del cuerpo.
–Tiene que ser, George. Todas las pruebas indican que es aquí.
–No estés tan seguro. Recuerda sino lo que nos pasó hace tres días en aquella maldita cascada. También estabamos seguros y mira el resultado.
–Esos malditos portadores nativos se lo buscaron y murieron por una superstición absurda.
El líder de aquella expedición le clavó la mirada con una mezcla de «eres un imbécil y mejor me callo». Lo necesitaba para hacerle de intérprete con los portadores nativos y no podía permitirse el lujo de precindir de él. Además, era el único que sabía realmente el motivo de aquella expedición al interior de aquel inospito lugar, bueno… eso quería creer. Desde hacía una semana tenía la creciente sospecha de que uno de los porteadores entendía perfectamente su idioma a tenor de las reacciones y gestos que tenía cuando Jim y él hablaban y discutían.
Cinco minutos más tarde, George esperaba impaciente a qué Jim acabara de dar las últimas indicaciones al grupo. Acabadas estás, se dirigió a la entrada de la cueva y esperó, brazos en jarras, la llegada de éste.
«Está extrañamente despejada» pensó mientras la miraba en silencio con detenimiento.
–¿Qué miras, George?
–¿No notas nada raro? –Preguntó sin dejar de mirar aquel lugar.
–No. No se que le ves de raro.
–La entrada. Está muy despejada. Como si alguien ya hubiera estado aquí.
–Hombre, visto así, si. – añadió Jim.
–¡Vamos a averiguarlo! –soltó George iniciado el camino hacia la entrada tras darle un par de palmadas en el hombro.
Dos minutos más tarde, ambos aventureros flanqueaban la que se podía considerar puerta de entrada de aquel lugar y se paraban nada más traspasarla. Encendieron casi al unísono las linternas de cabeza y reforzaron la iluminación, con otras de mano. Una cavidad no muy alta, pero si profunda se abría ante ellos. Se miraron por unos segundos y tras comprobar la firmeza del suelo bajo sus pies, comenzaron a adentrarse en aquel oscuro lugar.
No habían dado ni treinta pasos cuando una tenue luz comenzó a verse al fondo. Se detuvieron y miraron el mapa. George le señaló un dibujo que tenía forma de rayos saliendo de una especie de fuente de luz, un sol posiblemente, aunque a priori increible a tenor de que se encontraba dibujado en el interior de aquella cueva. Sin duda tenía que tratarse de lo mismo. Las pistas seguían coincidiendo. Tras sonreirse fugazmente, George dobló en cuatro el manoseado mapa y se lo guardó en el bolsillo izquierdo de la camisa, a la altura del pecho.
Firmes de convicción pero manteniendo la prudencia necesaria que requería el momento, llegaron al origen de aquella luz.
–¡Mira! –exclamó Jim señalando de frente al techo de una gran sala abovedada, vacía y sorprendentemente impoluta – ¿Qué coño es eso? –preguntó con un nudo en la garganta.
–No tengo ni la más remota idea –. Dijo George echando mano nuevamente al mapa para intentar encontrar una explicación a lo que tenían delante, mientras apagaba las linternas.
Mientras George analizaba el mapa, Jim hizo lo propio y mientras se acercaba al objeto que irradiaba una luz cada vez más blanca y potente, también apagó sus linternas.
–¡Quieto! ¡Ni se te ocurra moverte! –gritó George extendiendo la palma de su mano derecha en señal de alto.
Jim obedeció como un robot y se quedó clavado casi al instante.
–¿Qué pasa?.
–Está aquí. En el mapa. Si das un paso más estarás en su radio de acción y ya será tarde.
–¡Qué clase de patrañas dices? –añadio el cada vez más avaricioso Jim al verse cerca del tesoro. –Ya sé lo qué sucede. Has dado con la clave y quieres ser el primero en hacerte con el botín, ¿Me equivoco…, jefe?
–No digas estupideces y hazme caso. Lo pone en el mapa –mientras le daba golpecitos con el dedo índice –El dibujo no deja lugar a dudas. Ahora lo entiendo mejor. Puedo verlo mucho más claro al tenerlo delante. Da media vuelta y ven aquí si no quieres morir.
–¡Ni de coña!
–No seas imbécil, te digo la verdad, ahora puedo entender lo que pasó. Ahora entiendo porqué la entrada estaba despejada. Estoy seguro que ha habido otros antes que nosotros, pero no tenían el mapa para interpretar las pistas y las advertencias, o fueron unos insensatos como lo estás siendo tú ahora mismo.
–Mejor hacemos otra cosa. Yo no me muevo de aquí y el que se acerca eres tú y me dice el siguiente paso que tenemos que dar.
George meditó unos segundos las palabras de su ayudante y miró de nuevo el mapa. Le dió la vuelta y lo analizó. Le dió de nuevo la vuelta y lo dobló con cuidado antes de guardarselo en el bolsillo de su camisa.
–¿A qué esperas? –le inquirió Jim.
–¿Sabes una cosa, Jim? No pienso moverme de aquí. A eso espero. Si no me quieres hacer caso y te quieres suicidar, esperaré aquí y disfrutaré del espectáculo.
Jim quedó descolocado por la reacción del jefe de la expedición y reaccionó enérgicamente.
–Te voy a decir lo que creo que pasa aquí, George. Me da la sensación de que precisamente es eso lo que pasa, ¡Nada, eso es lo que pasa!. Eres un jodido avaricioso y te quieres quedar con todo el tesoro, sea lo que sea. Y aún hay más –mientras lo señalaba con el dedo índice –creo que para lo único que me has utilizado, es para entenderte con esos nativos de mierda.
Mientras, George aguantaba estoicamente el chaparrón dialéctico que le estaba propinando Jim,. Esté, viendo la actitud desafiante de George, iba incrementando su ira. All final, terminó por perder los papeles.
–Tu lo has querido. Voy a darme la vuelta y llegar hasta ese objeto. Se que es la clave de todo este asunto y que detrás está el botín, lo he visto en tu mapa y no serás tú el que me lo vaya a impedir.
Sin mediar más palabras, Jim giró sobre sí mismo y avanzó decidido hacia el brillante objeto. En ese mismo instante un ruido ensordecedor comenzó a sonar. Ambos se echaron las manos a los oídos y se retorcieron de dolor en el suelo mientras no podían mantener los ojos abiertos.
Un eterno minuto después, el sonido cesó. George abrió los ojos y tendido desde el suelo, pudo ver el cuerpo calcinado y humeante de Jim. Una generosa sonrisa iluminó su rostro mientras se levantaba.
Una vez en pié, se estiró la ropa y cogió de nuevo el mapa de su bolsillo. Lo desplegó y mirando hacia su fallecido ayudante mientras exclamaba brazos arriba:
–¡¡Eureka!! ¡¡Acerté!!, Ja, ja, ja. Gracias Jim. Gracias de verdad por no hacerme caso y tener tan poco personalidad. Hacerme de llave de la cámara del tesoro es lo mejor que podías haber hecho. Además, mira que no saber interpretar una fuente eléctrica en un mapa, menos mal que tenías conocimientos básicos de electricidad, ja, ja, ja, hay que ser burro –. mientras se guardaba el mapa por enésima vez y se adentraba en la sala para hacerse con la estatuilla de oro que sin duda, estaría esperándolo.
MAR SHA
Eureka.. grito valiente Valentín con su
animo bien arriba pues había hallado un viejo balón que
lo estaba buscando desde hace tiempo, se sentía muy triste puesto
que era su balón favorito, incluso llego a pensar que era algo
espiritual. les recorvaban a sus ancestros quienes estaban presente
en todo momento. su madre le había regalado una manilita en ella había
seres extraños con el objetivo que le protegiesen de los peligros de las almas
malvadas.
Tan querido era su balón que cada vez que lo limpiaba lo hacía con ahincó con emoción pues se imaginaba a sus pasados recorriendo campos y veredas. muy verdes. Valentín lo cogía como una bola mágica, a la cual aparte de jugar lo usaba como bola mágica y para que se revelara cosas paranormales, el creía que tenía un alma gemela… pero mala perversa. pero aún era un crio para esto así que en sus seños él se acostaba junto a su balón y soñaba que jugaba cosas con él.
Por cuestiones de la vida vale salió emocionado a jugar al parque, con varios niños, pero uno de estos patio la pelota. esta rodo hasta la avenida desafortunadamente un carro iba pasando y la desinflo, el desesperado intento inflarla con sus pequeños labios , lo logro pero ya la pelota estaba débil ,y extrañamente el de a poco se fue desvaneciendo al igual que el balón. al final desapareció, todos los asistentes se asombraron porque en el piso quedo una mancha negra. Junto a una nota, la cual en su interior se encontraban escritos con un lenguaje muy extraño.
JOSÉ TAXI
El buen doctor se encentró ante el cadáver y no supo por dónde empezar. No lo buscaban a él, pero Holmes estaba ingresado en un sanatorio, así que debía hacer él sólo lo que hubiera correspondido a los dos.
El forense le dio una pequeña explicación: “varón, unos 58 años, muerto por asfixia y rotura de la tráquea, esto último podrá comprobarlo usted mismo.”
— Vayamos a mi club, allí estaremos más tranquilos, podremos hablar con más calma, aquí ya no va a encontrar nada más.
— Muy bien comisario Brown, como usted guste.
Por el camino Brown le explicó al Dr. que lo sorprendente de esta muerte, era que el cadáver fuese hallado en una habitación totalmente cerrada por dentro y aislada del exterior. Nadie había podido entrar o salir de ella. La policía no encontraba ninguna explicación.
— Y sin embargo hay un detalle que me ha llamado la atención, comisario, esa cicatriz en el brazo derecho, a cinco dedos, desde la muñeca, que yo no logro entender. El forense también lo ha observado, tampoco tenía una respuesta…
El resto del trayecto transcurrió en silencio, ambos intentaban encontrar respuestas que no alcanzaban.
El Dr. conocía al comisario desde hacía un tiempo, no tenía buena imagen de él, además de ser muy pesado, se daba unos aires de superioridad elevados. Tercer hijo de un Duque cuya fortuna económica había venido a menos, aspiraba a hacer carrera en política, así que utilizaba su cargo para medrar.
El club New Carlton, era de los más prestigiosos de la ciudad, allí el comisario dedicaba buena parte de su fortuna a mantener una cohorte de pelotas y chiquilicuatres, que coreaban sus actuaciones.
Tomaron asiento, debajo de una ventana, decorada con una vidriera que imitaba, malamente, las góticas, un camarero les sirvió unos wiskis y los dejo solos.
— Dr. supongo que lo ya ha intuido pero tengo un interés especial en resolver este crimen, lo podría presentar ante la prensa como un logro del equipo policial que dirijo.
— Sí, lo imaginaba comisario, he estado reflexionando sobre el asunto de la cicatriz, he visto algo parecido cuando presté servicios en la India, pero no acabo de encontrarle sentido. Si bien le digo que sólo hay una persona que pueda darnos la solución o pistas suficientes para resolver el homicidio.
— ¿Quién es, comisario?
— Se trata del Dr. Doyle, ha sido como un padre para mí, ahora está retirado de la medicina, se dedica a escribir y a cultivar su gran pasión, el espiritismo.
— ¿Ud., cree en esas paparruchadas?
— No comisario, no, el creyente es el Dr. Doyle.
Convinieron que cómo el Dr. Doyle vivía en el 17 de Upper Wimpole Street, solicitarían una entrevista para un par de días después. Tras recibir la conformidad del cirujano, se personaron en su domicilio.
Entre los dos le resumieron el estado de la investigación, Doyle quedó unos minutos en silencio y luego pregunto:
— Estimado colega supongo que la cicatriz tenía forma de dientes de sierra, lo que me interesa más es saber si había una diferencia de color entre las dos partes del brazo.
El comisario y el médico contestaron afirmativamente, este último añadió que al verlo pensó que se debía a una inflamación del algún golpe soportado en esa parte del cuerpo.
Doyle volvió a enmudecer, luego explicó que necesitaba reunirse con sus guías espirituales, que le disculpasen unos momentos.
Los visitantes quedaron sorprendidos: “Dr. no me diga que va a hablar con espíritus, el médico asintió con la cabeza”
Se produjo una larga espera, en la que se oyeron voces extrañas y ruidos de muebles arrastrados o empujados por el suelo. Luego volvió el silencio.
Tras casi diez minutos se oyeron unas estruendosas risas y la voz del Dr. Doyle diciendo: ¡Eureka, lo encontré!
Volvió a la habitación donde había recibido a sus invitados y se dirigió a ellos diciéndoles que había encontrado una explicación al misterio, que suponía que les parecería, como poco, extravagante, pero que sus guías espirituales le habían asegurado su veracidad.
Continúo contándoles que él había estudiado medicina en la Universidad de Edimburgo, en la que imparta clases de anatomía y cirugía general el prestigioso catedrático Dr. McFarland, su examen final consistía en presentar a los alumnos una serie de cadáveres desmembrados para que reconstruyeran sus cuerpos, no siempre coincidían las extremidades con los cadáveres. Allí había aprendido a reconstruir huesos, vasos sanguíneos, tendones, músculos… Y, finalmente, aplicar a la piel suturas en dientes de sierra.
También se fijaba en los colores de los miembros, su adecuación o no a los cuerpos; esas técnicas nunca fueron empleadas con seres vivos.
Pero eso no explica la muerte, para ello hay que considerar la parte espiritual. Todo cuerpo no es sino un traje del espíritu. Mis maestros me acaban de ayudar a enfocar el problema. ¿Qué sucedería si a un cuerpo se le implantase la mano de otro? Podría aceptarlo o rechazarlo, a la mano le sucedería lo mismo. ¿Cuál sería la reacción en caso de incompatibilidad espiritual? ¿Podrían soportarlo o intentarían separarse ambos?
No sé si me siguen, pero la idea es que la solución de su enigma para mi resulta posible, el asesinado y la nueva mano aceptaron su aniquilación, se produjo un enfrentamiento radical, el uno apretó la garganta, el otro acepto la asfixia…
Ahora comisario querrá saber el nombre del responsable de todo esto, eso no lo sé, pero yo de usted buscaría a un médico, cuya formación en cirugía haya tenido lugar, al menos en parte, en Edimburgo. ¿No cree que los forenses del depósito de cadáveres son magníficos candidatos para ser interrogados?
Por último, comisario le agradeceré que, si hace pública la solución del asunto, lo que no le recomiendo porque todo el mundo lo tomará por loco, no haga ninguna referencia a mi persona, mi vida ahora ya no pende del sensacionalismo.
El Dr. Doyle se levantó, indicó a sus visitantes que le siguieran y se despidió en la puerta de su casa con un saludo algo peculiar:
— Caballeros ya saben dónde no volverme a encontrar.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.
RODOLFO ALBERTO MICCHIA
Hasta que nos volvamos a ver…
Veo y siento el sol tan pesado que cada paso que doy se me hace más eterno mi destino, mis labios están resecos, mi sudor cae por mi frente y por mi cuello e incluso los pies me arden.
Mi padre está más que cansado, aunque cada que le pregunto que; cómo se encuentra él me responde con una sonrisa y me pasa la mano tratando de limpiar mi sudor y me dice «vamos bien, hijo». En mi mente me preguntó ¿Cómo puedes ser tan fuerte padre?
Caminamos y seguimos caminando hasta que cayó la noche, adelante de mí y de mi padre iban más personas y atrás de nosotros iban otro par más, pude escuchar a lo lejos que gritan, «Descansen», mi padre se apresura a sacar un pedazo de pan duro y lo parte a la mitad y me extiende la mano para darme un trozo, mientras le tomaba el pan de los dedos alce la mirada y lo ví sonriendo, pude apreciar lentamente sus arrugas de los ojos, su frente arrugada al alzar los ojos haciéndome un gesto para que acceda a comer y diciendo «come hijo que en casa nos espera tu madre y hermana, estarán felices cuando nos vean llegar»
Esa vez fue la última ocasión que lo ví sonreír que lo pude escuchar, porque después de unos segundo observé cómo su sonrisa desaparecía porque ahora cambiaba su rostro a un rostro de dolor mientras le atravesaba una bala por la cabeza.
El pan cayó y pude sentir como las lágrimas humedecian mis mejillas, solo pude gritar PADRE, y entonces todos corrieron a cubrirse de los disparos, trate de levantar a mi padre, pero era muy pesado, me quedé a su lado por unos minutos cuando pude reaccionar y ver lo que estaba pasando, pues llegaron los Dreños, personas de las que escapabamos, se bajaron de sus caballos y empezaron a tomar todo cosa con valor que llevábamos, cuando tomaron todo lo que pudieron ataron a muchos hombres y les quitaron la vida, supongo que pensaron que yo estaba muerto recostado sobre el cadáver de mi padre.
Pude levantar la cabeza unos minutos y sentí como un hombre llegó por atrás y me dió un golpe por la cabeza más que fuerte, caí al suelo y me quedé en shock por un momento, pero podía escuchar los gritos de las personas suplicando por sus vidas tratando de intercambiar lo que traían de valor a cambio de que los dejaran ir, cerré los ojos por completo y en un rato más sentí unos toques por la parte del hombro al despertar aún seguían peleando, cuando alce la mirada era mi padre quien me extendía la mano para levantarme, rápidamente accedí y al hacerlo me dió indicaciones de que tenía que seguir para poder llegar con mamá y mi hermana. Me tomo de la mano y corrimos hacia unas varañas con espinas, estaba feliz de que papá estuviera a mi lado, otras personas venían tras nosotros tratando de ocultarse.
Tres hombres gritaron ESCAPAN, voltee y seguí corriendo hacia el camino que papá corría, ahora ya no me llevaba de la mano, solo me decía «corre hijo, corre» escuchaba los pasos y cansancio de los otros sujetos que venían tras de mí tratando de huir también, los Dreños seguían y seguían disparando, logré ver qué mataron a todos y a mí me seguían persiguiendo, pude avanzar más que ellos, pero este camino por el que me traía mi padre era más que pesado, logré llegar a una buena distancia lejos de las personas malas, mi padre no se detenía, yo iba tras de él corriendo como loco para alcanzarlo, en unos horas yo ya estaba más que cansado tenía hambre y sed y mi padre por fin se acercó a mí y me alimento con un trozo de pan duro y agua, me tocó la frente y me dijo que volviera.
Pude ver a los hombres Dreños que venían cerca de mí, me levanté y seguí corriendo con mi padre al frente, por unos momentos perdía la figura de mi padre y trataba de recordar por mí mismo el camino, al tomar la decisión volvía a ver a mi padre y corría tras de él, ya no podía más y al llegar en una brecha en el camino ya no sabía por dónde ir, se acercó mi padre y de nuevo con sus manos me seco el sudor y dijo, «Eureka has llegado al camino a casa, continuarás de aquí tú solo hijo mío», le dije, no padre tú vienes conmigo y él me respondió, «pero hijo has venido hasta aquí solo, yo me he quedado muerto hace mucho atrás en el camino, una bala atravesó mi cabeza, corre, tienes que llegar con tu madre y dile que algún día nos volveremos a ver», pude sentir que mi respiración se cortó mientras veía como la silueta de mi padre desaparecía en el aire.
Fue una decisión muy difícil poder escoger en ese camino mal hecho por dónde ir, cuando tome la decisión volví a correr, pero esta vez sentía que algo muy valioso se quedó atrás, algo con mucho amor, sin embargo eso que quedó atrás que es mi padre, pero me ha ayudado llegar hasta aquí y ahora voy camino a con mamá y hermana, me espera algo mejor.
MG
GAIA ORBE
La culpa es de la “O”
en inglés puede ser
ooohwa
en francés trona como u
aunque se escriba
ou où oux
también es u
en el idioma portugués
en italiano reverbera como o
en porta
y puede ser impredecible
en buono
en japonés
(dicen que también en mandarín)
la o es un sonido puro
pero difícil de leer con tantos trazos
en cambio en español
la o
es siempre o
aunque se diga con los ojos cabizbajos
se respire en las sorpresas
y se ponga un poco tibia
para elegir entre dos cosas
en un dúo de ideas
puede ser incisiva en lo exclusivo
suave apacible
en la inclusión
gana fuerza con la tilde en la cabeza
pero ella a todas horas
desinfla las mejillas
redondea los labios
porque en español
se besa con
la O
MAR GINEZ
Hasta que nos volvamos a ver…
Veo y siento el sol tan pesado que cada paso que doy se me hace más eterno mi destino, mis labios están resecos, mi sudor cae por mi frente y por mi cuello e incluso los pies me arden.
Mi padre está más que cansado, aunque cada que le pregunto que; cómo se encuentra él me responde con una sonrisa y me pasa la mano tratando de limpiar mi sudor y me dice «vamos bien, hijo». En mi mente me preguntó ¿Cómo puedes ser tan fuerte padre?
Caminamos y seguimos caminando hasta que cayó la noche, adelante de mí y de mi padre iban más personas y atrás de nosotros iban otro par más, pude escuchar a lo lejos que gritan, «Descansen», mi padre se apresura a sacar un pedazo de pan duro y lo parte a la mitad y me extiende la mano para darme un trozo, mientras le tomaba el pan de los dedos alce la mirada y lo ví sonriendo, pude apreciar lentamente sus arrugas de los ojos, su frente arrugada al alzar los ojos haciéndome un gesto para que acceda a comer y diciendo «come hijo que en casa nos espera tu madre y hermana, estarán felices cuando nos vean llegar»
Esa vez fue la última ocasión que lo ví sonreír que lo pude escuchar, porque después de unos segundo observé cómo su sonrisa desaparecía porque ahora cambiaba su rostro a un rostro de dolor mientras le atravesaba una bala por la cabeza.
El pan cayó y pude sentir como las lágrimas humedecian mis mejillas, solo pude gritar PADRE, y entonces todos corrieron a cubrirse de los disparos, trate de levantar a mi padre, pero era muy pesado, me quedé a su lado por unos minutos cuando pude reaccionar y ver lo que estaba pasando, pues llegaron los Dreños, personas de las que escapabamos, se bajaron de sus caballos y empezaron a tomar todo cosa con valor que llevábamos, cuando tomaron todo lo que pudieron ataron a muchos hombres y les quitaron la vida, supongo que pensaron que yo estaba muerto recostado sobre el cadáver de mi padre.
Pude levantar la cabeza unos minutos y sentí como un hombre llegó por atrás y me dió un golpe por la cabeza más que fuerte, caí al suelo y me quedé en shock por un momento, pero podía escuchar los gritos de las personas suplicando por sus vidas tratando de intercambiar lo que traían de valor a cambio de que los dejaran ir, cerré los ojos por completo y en un rato más sentí unos toques por la parte del hombro al despertar aún seguían peleando, cuando alce la mirada era mi padre quien me extendía la mano para levantarme, rápidamente accedí y al hacerlo me dió indicaciones de que tenía que seguir para poder llegar con mamá y mi hermana. Me tomo de la mano y corrimos hacia unas varañas con espinas, estaba feliz de que papá estuviera a mi lado, otras personas venían tras nosotros tratando de ocultarse.
Tres hombres gritaron ESCAPAN, voltee y seguí corriendo hacia el camino que papá corría, ahora ya no me llevaba de la mano, solo me decía «corre hijo, corre» escuchaba los pasos y cansancio de los otros sujetos que venían tras de mí tratando de huir también, los Dreños seguían y seguían disparando, logré ver qué mataron a todos y a mí me seguían persiguiendo, pude avanzar más que ellos, pero este camino por el que me traía mi padre era más que pesado, logré llegar a una buena distancia lejos de las personas malas, mi padre no se detenía, yo iba tras de él corriendo como loco para alcanzarlo, en unos horas yo ya estaba más que cansado tenía hambre y sed y mi padre por fin se acercó a mí y me alimento con un trozo de pan duro y agua, me tocó la frente y me dijo que volviera.
Pude ver a los hombres Dreños que venían cerca de mí, me levanté y seguí corriendo con mi padre al frente, por unos momentos perdía la figura de mi padre y trataba de recordar por mí mismo el camino, al tomar la decisión volvía a ver a mi padre y corría tras de él, ya no podía más y al llegar en una brecha en el camino ya no sabía por dónde ir, se acercó mi padre y de nuevo con sus manos me seco el sudor y dijo, «Eureka has llegado al camino a casa, continuarás de aquí tú solo hijo mío», le dije, no padre tú vienes conmigo y él me respondió, «pero hijo has venido hasta aquí solo, yo me he quedado muerto hace mucho atrás en el camino, una bala atravesó mi cabeza, corre, tienes que llegar con tu madre y dile que algún día nos volveremos a ver», pude sentir que mi respiración se cortó mientras veía como la silueta de mi padre desaparecía en el aire.
Fue una decisión muy difícil poder escoger en ese camino mal hecho por dónde ir, cuando tome la decisión volví a correr, pero esta vez sentía que algo muy valioso se quedó atrás, algo con mucho amor, sin embargo eso que quedó atrás que es mi padre, pero me ha ayudado llegar hasta aquí y ahora voy camino a con mamá y hermana, me espera algo mejor.
MG
RAÚL LEIVA
Fénix
Tras doce años de convivencia, la anciana llamó a su hijo justo cuando le preparaba un té. Con fastidio, el hombre fue a su encuentro.
—Hijo, vení sentate que te quiero decir una cosa. Ya sé que te estoy fastidiando mucho, pero lo que voy a decirte es muy importante. Entiendo el enojo de tu mujer, desde que vinieron a vivir sabía que iba a tener esta conversación contigo. Sé que las cosas estaban difíciles cuando te quedaste sin trabajo y por eso no me opuse a que vengas a vivir acá. También sé que las cosas a veces están tensas con tu mujer ya que no hay intimidad que valga con esta vieja postrada acá. Lo sé.
El hombre se sentó a los pies de la cama y escuchaba a su madre con más atención.
—Cuando tu padre murió, me pediste la parte de la casa que te correspondía y eso está bien, es tu herencia y no iba a ser yo quien te quitara el derecho de triunfar como músico en el exterior, aunque eso significara que tu hermano se haya quedado sin dinero para los estudios y haya dejado de vernos para siempre. No te voy a reclamar nada, soy una vieja que no tiene más nada que reclamar y muy pocas ganas de vivir. Por eso quiero que hagas un último acto de amor.
Antes que me digas que no, quiero que sepas que no es una estupidez como amigarte con tu hermano y que estén los dos abrazados mientras muero. Nada sería más hipócrita que esa falsa imagen en mi cabeza a la hora de dejar este mundo. Mi pedido es más simple, quiero que me hagas un té, pero ponele cinco cucharadas de azúcar y dos de veneno para ratas.
El hombre dio un pequeño salto hacia atrás y abrió los ojos. Antes que pudiera decir nada la mujer siguió.
—Soy vieja y cardíaca, cualquier susto me mataría sin dudas. Mi corazón es una bomba de tiempo y ya me cansé de depender de los demás, de que me limpien, me den de comer y me carguen como una bolsa de papas. Te pido perdón por todos estos años que tuviste que aguantarme. Así que preparame ese té que te pedí, dame un abrazo o algo parecido y andá a buscar a tu mujer al trabajo. Dejala que ella me encuentre así no vas a cargar con la culpa de actuar como si no supieras nada. Dejame el celular así llamo a tu hermano cuando te vayas y me despido, algo voy a inventar, como que me duele el pecho o algo así y que justo encontré tu teléfono, por eso lo llamo o algo por el estilo. No sientas culpa, te lo voy a agradecer para siempre.
Con los ojos llenos de lágrimas, los recuerdos se atropellaban en su cabeza. Recordó cada día que la vieja le pasaba factura por vivir en “su” casa, por casarse con “esa”, por ser un inútil, no como el hermano que tuvo que trabajar para poder seguir estudiando culpa de los sueños del bohemio sin talento. Le dolía el pasado y le jode el presente. Tiene la llave que lo libera de todo en su mano, pero le pesa una vida. Se atormenta de dolores vencidos y le hace el té con bronca y miedo, una combinación tan tóxica como el azúcar y el veneno.
Le deja la taza en la mesa de noche junto al celular, le da un beso rápido en la frente y se va secando burdamente las lágrimas de su cara. Con un portazo cerró su historia. La anciana lo mira sin juzgarlo.
La vieja toma el celular y marca el único número que recuerda. Suena cerca de cinco veces cuando la atienden.
—Hola ¿Roberto? Tu madre ¡Eureka! ¿Cómo qué eureka, idiota? Eso que dijo Arquímedes, el de la bañadera… ¡Bueno no importa! ¿Te acordás de tu hermano? Sí, ya está…Tenías razón, es capaz de todo el hijo de puta… Acá dejó el té de mierda… sí, la cámara está bien escondida y se debe ver la caja de veneno, la puso bien el técnico ese que mandaste. El abogado dice que sirve como prueba… Mañana los echo a la mierda, a él y a la mugrienta de la mujer…Bueno hijo…Cuidate… ¡No mamerto! ¡Arquímedes era el de eureka, no el abogado! Bueno, te quiero mucho… Yo también… Chau.
EMILIANO HEREDIA
CON TODOS LOS RESPETOS
En un día nublado, se despereza España con una noticia si no ya de por sí peculiar, un tanto extraña.
En todas las emisoras de radio, los portales digitales prensa escrita e informativos televisivos, con el carácter de noticia de última hora, todos,comentan la misma historia.
-¡Marisa!-un hombre cincuentón, con pantalón de pijama de tergal azul a rayas blancas y camiseta imperio, está llamando a su mujer, tomando un café y viendo la noticia por su móvil-
-¡Jolín Mariano!-response su mujer, en camisón largo y somnolienta -que son las siete de la mañana
-¡Mira!, aquí dice que han robado del cementerio el cuerpo del caudillo.
-¡Y a mí que me cuentas!-responde mal humorada-habrá sido un zumbado que lo querrá tener en su casa, ¡Yo que sé!.
-No, si ya, pero es curioso, ¿para qué querrá alguien la momia del caudillo?-responde Mariano, intrigado –
En algún lugar cerca de El Pardo, dos peculiares personajes están en una caseta abandonada para guardar herramientas.
Uno, alto, con pinta de intelectual, de unos ochenta y algo años, con uniforme, con grado de sargento del ejército de tierra. Otro, vestido de civil, con un mono integral de algodón color añil, de unos sesenta años.
-¡Marcelino!-dice el antiguo sargento -¡Se nos presenta hoy la oportunidad de llevar a cabo la gloriosa misión de colocar a España en el lugar que se merece!-dice muy solemne-
-Por supuesto Pepe-responde el hombre del mono azul-¡Disculpe mi sargento!, ¡se me había olvidado que estamos en misión oficial -se cuadra, haciendo el saludo militar-
-Como antiguo miembro de la guardia personal del caudillo, he considerado iniciar ésta misión, para librar a España del rojerío y de los extranjeros que invaden nuestro hermoso país. Es por ello, que incurriendo en pecado capital, e implorando a Dios nuestro señor que perdone mi deleznable acto de profanación en pro de salvaguardar la patria, hoy aquí y ahora, es el momento histórico de reiniciar la conquista de España.
El sargento, con ayuda de Marcelino, descubre una urna hermética de unos dos metros de largo, tapada con una sábana, con el cuerpo del caudillo dentro, sumergido en un líquido amarronado.
-¡He aquí el comienzo de una nueva España!-Dice muy solemnemente –
-¡Viva España!-responde Marcelino haciendo el saludo fascista-
-Gracias a un pergamino que encontré por casualidad dentro de un libro, antiquísimo, para resucitar a los muertos, se nos presenta la histórica ocasión de resucitar a nuestro querido caudillo y que por fin el orden vuelta a nuestra querida patria.
-¡Bravo!, ¡Bravo!-aplaude entusiasmado Marcelino-
-El método es simple, basta con sumergir el cuerpo en una urna adecuada, doce horas, en agua donde previamente, se habrá diluido bebida y comida que el difunto tenía como favoritas en vida. Ahora, es el momento -dice emocionado, acariciando la urna-
-Si, mi sargento
-Repasemos la lista:
¿Paquete de cigarrillos celtas?
-S-s-si-titubea Marcelino-
-Se decía que el caudillo no fumaba, pero bien sé como miembro de su guardia personal, que de vez en cuando, un buen cigarro español se echaba. ¿Botella de DYC, vino de rioja ?
-S-s-si
¿Cochinillo de Segovia, tortilla de patatas, ¿yemas de santa Teresa?
-S-s-si-
¡Perfecto!, ¡Marcelino!,¡Abramos la urna!.
Entre los dos, quitan la tapa de la urna, sacan al caudillo y lo tienden en una camilla.
Durante un minuto que no pasa nada, el caudillo tose fatigadamente, y se levanta
-¡Eureka Marcelino!, ¡Lo hemos logrado!-se abraza a Marcelino, eufórico –
El caudillo, confundido, mira a los dos hombres, y se pone de pie.
-¡A sus órdenes mi general!, ¡Viva España!-dice el sargento haciendo el saludo militar-
-España, es una unidad donde el proletariado acabará triunfando derrotando al capital -dice el caudillo, con el puño en alto-
-¿Pe-pero que dice usted mi general?-Dice el Sargento confundido-
-La religión es el opio del pueblo-continúa diciendo el caudillo –
Marcelino, intenta huir disimuladamente, pero el Sargento se da cuenta, y lo agarra por la pechera hecho una furia.
-¡Que has hecho desgraciado!
-Vera, mi sargento, ayer noche, me ligué a una gachí, y como aquí hacía frío, nos bebimos y comimos lo que había en la urna…
-¡Por el amor de Dios!,¡¿y que echaste el urna?!-le pregunta zarandeándole-
-Pues vera … fuí a la gasolinera de aquí al lado, y compré una botella de vodka, unos puritos cubanos, tortilla de microondas y fiambre de pollo-responde medio lloroso-
En éstas el caudillo con paso lento y vacilante, va calle abajo, dirección a la entrada del Pardo, cantando con una fina voz y el puño en alto:
-Arriiiiba los pobres del muuundo, en pieeeeee famélica legiooon…..
Los dos hombres, se asoman por la puerta, observando la escena.
-El caudillo es un muerto viviente -dice el sargento –
-Y rojo -responde Marcelino -.
SILVANA GALLARDO
¿QUIÉN LLAMA?
Suena el teléfono de madrugada, Luis se despierta sobresaltado y su corazón late descontrolado. Se lleva las manos al pecho y su respiración le corta el aire. Y es que recibir una llamada a las tres de la mañana, augura malos presagios.
Se levanta de la cama, con dificultad busca sus pantunflas; parece que el sonido del teléfono lo presiona para responder spso facto. Por su cabeza corren ideas fatalistas y en cuestión de segundos crea escenarios que lo hacen sudar hasta escurrir el liquido por todo su cuerpo.
Parece que todo transcurre en cámara lenta, piensa en sus hermanos, en sus padres, en sus hijos. Analiza a la velocidad de la luz dónde están, qué hacen, qué está pasando con ellos. Su hermano menor, está internado en un hospital que está a doce kilómetros de distancia, se encuentra grave y teme lo peor. Sus padres, ya viejos y con problemas de salud propios de la edad, viven solos ¿Habrá tenido un infarto uno de ellos?
El teléfono sigue sonando, parece eterno el camino para llegar a tomar el auricular y quitarse la duda por una inquietante llamada y la noticia que escuchara a través de él.
Recuerda que su hijo viaja en avión de regreso a casa y olvidó ir a recibirlo. Tal vez sea que quiere que vaya por él al aeropuerto.
El teléfono deja de sonar. Vuelve a la cama, estresado, esperando que suene otra vez. Se queda con las pantunflas puestas para no perder tiempo y dirigirse al aparato para responder pronto. Solo son unos seis pasos donde se encuentra el teléfono, en una mesita ¿volverá a sonar? ya tiene medido el momento para responder. Sigue sudando y su corazón quiere salirse de su pecho, sus ojos desorbitados viendo la nada en medio de la penumbra de la noche, en espera de una llamada que lo tiene al borde de la desesperación y la incertidumbre.
De pronto su mente en blanco. Lo vuelve a dominar el sueño. Alguien entra a su habitación, entre sueños alcanza a distinguir una silueta que se abalanza hacia él con cuchillo en mano y se lo clava en el pecho. Siente un liquido caliente brotar de su cuerpo. El dolor es intenso, la respiración se le agota. En ese trance vuelve a escuchar el sonido del teléfono que instintivamente lo hace incorporarse. Alcanza a ver una luz roja, abre bien los ojos con el persistente dolor de pecho y todos esos pensamientos que lo abrumaron desde el primer instante en que el sonido lo despertó.
Pudo frotarse los ojos para distinguir que la luz roja marcaba 5:00 am. -¡Eureka!- exclamó. Era su despertador, estaba soñando, tenía tantas preocupaciones que todo parecía tan real. -¡Uf!- gimió, estoy vivo y todo marcha bien.
Se levantó a realizar sus actividades cotidianas para preparar su jornada del día con expresión plena de optimismo.
A punto de salir de casa, sonó su celular. Con toda naturalidad respondió. Parecía que le hablaban tanto, que él solo escuchaba, prestaba toda su atención y en su rostro empezó a reflejarse una gran angustia que de súbito cambio su expresión, por recibir una noticia no grata. Dos lagrimas rodaron por sus mejillas, las palabras quedaron presas en su garganta. En un instante y con evidente desesperación llevo sus manos al pecho y cayó al piso.
JACINTO FERNÁNDEZ LOMBARDO
La rata sonrió en aquel momento. Tras el último recodo de aquella laberíntica alcantarilla encontró la luz del sol que caía entre las rejillas del desagüe. Asomó el hocico para tomar aire fresco y se acicaló la cara con sus patas delanteras, al igual que lo hacen los gatos. Su cita no llegó al punto de encuentro, ni se le olía venir. Dio varias vueltas sobre sí misma, nerviosa, salió a la superficie y se arrancó en una carrera a cuatro patas gritando: «¡EUREKAAAA!».
Su euforia acabó varios metros más allá, bajo la rueda de un coche. Era su primera visita a la ciudad.
EDUARDO VALENZUELA JARA
El viejo vivía hundido en su cama, rodeado de libros; con el espinazo enterrado en una gran almohada, encorvado. Pasaba las horas ensalivando sus dedos para voltear las amarillentas hojas de los vetustos libracos que apoyaba en su regazo sobre una hedionda colcha. A través de unos sucios lentes de media luna, miraba cada una de las páginas con detención, repasándolas una y otra vez, como si no entendiera nada de lo que leía; luego volvía la hoja atrás para verificar lo anteriormente leído y así, página tras página, volumen tras volumen. Era difícil imaginar que avanzara mucho en su lectura, pero lo cierto es que lo hacía; y así lo evidenciaban las enormes torres de libros que se encontraban por todos lados de su mansión.
Se contaban muchas cosas sobre él: que estaba loco…, que nunca lo habían visto salir de su madriguera…, que acumulaba una fortuna bajo el colchón de su habitación, que vivía solo porque había asesinado a toda su familia o que su bibliomanía obedecía a un pacto con el mismísimo Satanás… Como fuera, era el mejor cliente de don Hermenegildo, el simpático viejecillo de cabeza blanca dueño de la librería “Eureka”, especializada en libros antiguos.
Aquella mañana, don Hermenegildo le solicitó a su nuevo ayudante, Rubén ―un hombre de unos veinticinco años, de tez lozana y morena―, que llevara hasta la mansión del viejo un par de añosos libros, atados con un cordel tan añejo como los ejemplares que sostenía.
―Tocas la puerta tres veces y entras, la encontrarás abierta ―Le explicaba a Ruben, haciendo la pantomima de abrir y entrar―. Una vez en el recibidor, a mano derecha, verás una mesita de arrimo con un sobre. Allí dejas los libros y tomas el sobre. Luego, sales tal como entraste. ¿Está claro?
―Sí, don Hermenegildo ―asintió el mozo, que apena llevaba dos semanas en la librería.
―Es muy importante que no toques nada, no mires nada y no trates de hablar con él ¿Entendido? ¿Puedo confiar en tí?
―Sí, don Hermenegildo ―repitió Rubén, ajustándose una boina inglesa y mirando la carga de libros con desconfianza―. ¿Cómo sabrá él que voy de la librería?
―Lo sabe bien. No te preocupes por eso. Tú solo sigue las instrucciones ―Miró alrededor y susurró―, y cuida mucho ese sobre, muchacho. Tráelo en un lugar muy seguro. Es una pequeña fortuna.
―Entonces, ¿es cierto?… ¿el viejo esconde un tesoro? ¿Usted ha hablado con él?… Dicen que nunca ha salido de allí porque está loco…
―¡Silencio!… ¡Eso no es de tu incumbencia, muchacho! La gente gusta de hablar sin saber nada ―replicó don Hermenegildo molesto, esgrimiendo su dedo índice―. Lo único que debes saber es que él es un importantísimo cliente y que está esperando que le lleves estos valiosos ejemplares. ¡Me costó más de diez años conseguirlos!
―¿Tanto tiempo? ―dijo Rubén, intentando desviar la ira de su patrón.
―Son unas verdaderas rarezas, unos manuscritos en latín que he perseguido por todo el mundo. Con decirte que al encontrarlos dije ¡Eureka!
***
El exterior de la mansión era feo, desarreglado, con enredaderas marrones trepando por sus paredes, como si fuera una casona abandonada. Rubén, de pie frente a la puerta, se preguntó si el interior luciría de la misma forma. «Ahora lo sabré», se dijo a sí mismo y golpeó la puerta tres veces. Nadie contestó. Se quitó la gorra, ordenó su cabello rizado y bajó la cabeza en señal de respeto. Luego, giró la manija y confirmó que la puerta estaba abierta, tal como le había dicho don Hermenegildo. Entró con cautela.
Para su sorpresa, el lugar se veía limpio y cuidado. Se encontró en un recibidor finamente decorado, pero era frío, olía a humedad y parecía una estampa fuera de tiempo, como si aquel lugar fuera una visión de hace cien años atrás.
―¡Librería “Eureka”! ―gritó Rubén, obviando las instrucciones. Sentía que debía anunciarse de alguna forma.
Divisó la mesita de arrimo y, en ella, el sobre ―se veía abultado―. Lo cogió y lo guardó en el bolsillo interno de su chaqueta de tweed. Después, dejó los libros sobre la mesa y notó su reflejo ―de cuerpo entero― en un gran espejo junto a la entrada. El reflejo también mostraba abierta la puerta vidriada que daba paso al vestíbulo. Asomó su cabeza al salón ―tan solo un poco― y anunció:
―¡Ea¡… ¡Ya dejé los libros!
Esperó unos segundos por alguna respuesta, pero solo se oía el “tic-tac” lejano de algún reloj. Volvió a gritar:
―¡Me voy!
Rubén se colocó nuevamente la gorra, abrió la puerta para salir, pero no cruzó el umbral. Solo dio un sonoro portaso, para emular su salida y se quedó quieto, agazapado, en silencio, observando lo que ocurriría.
Hacía seis meses que había llegado a la ciudad ―solo―, en busca de trabajo, pero sus papeles manchados le cerraban todas las puertas. Había logrado mantenerse, a duras penas, haciendo pequeños encargos, nada serio, nada estable. Únicamente don Hermenegildo había confiado en él cuando se presentó ―hacía veinte días― «para lo que fuera de utilidad». «Todo hombre merece una segunda oportunidad», le había dicho don Hermenegildo al darle el trabajo… ¿Qué pensaría ahora de él, con lo que estaba a punto de hacer?
Al no escuchar ningún movimiento en la mansión, Rubén se deslizó con sigilo hasta el vestíbulo. El lugar estaba sumido en una semipenumbra. Un par de haces de luz se colaban, tímidos, desde las ventanas superiores, iluminando las partículas de polvo en suspensión, que bien podían ser esporas, porque todo olía como si estuviera mohoso. Por todos lados había libros apilados que servían de perfecto escondite.
De pronto, detrás del “tic-tac” del reloj se comenzó a percibir otro sonido… Al comienzo era muy tenue, pero al cabo de unos minutos se hizo evidente. Era un pesado “tac-tac-tac”, que provenía del ala izquierda del salón. Durante casi un cuarto de hora la intensidad del sonido fue aumentando hasta que, finalmente, se hizo visible. Era el viejo, golpeando el piso con un primitivo andador que le servía para dar pequeños pasitos. Se veía agitado. De seguro era un esfuerzo enorme para él.
El “tac-tac” cesó cuando llegó al centro del vestíbulo. Allí agachó la cabeza para poder mirar por sobre sus lentes de medialuna y fijó su vista en el recibidor. Desde donde estaba podía ver la mesita de arrimo y, encima de ella, los libros aún sujetos con el cordel. Movió una vez más la cabeza como si recordara algo y prosiguió su lento traqueteo hasta perderse en el ala opuesta por la que apareció.
Ruben, desde su escondite entre aquellos libros, calculó que el viejo, a ese paso, tardaría una media hora en volver hasta el vestíbulo. A él, solo le bastaban diez minutos para encontrar la fortuna que se escondía en ese mausoleo. Rápido, corrió hacia el ala izquierda del salón, por donde el anciano había aparecido. Siguiendo su instinto de maleante, no tardó mucho en dar con la habitación del viejo. Aunque, a decir verdad, cualquiera que se guiara por la hediondez del ambiente, habría llegado a ese mismo cuarto, porque desde allí emanaban todas las pestilencias de la casa.
La habitación parecía una verdadera madriguera de ratas. Oscura, húmeda, maloliente, repleta de libros, papeles sueltos y diversos objetos. Al centro, se encontraba una enorme cama flanqueada por focos para ayudar a la lectura. Un mueble velador servía de plataforma para sostener un jarro con agua, un vaso y más libros. Rubén se dirigió de inmediato hacia la cama y revisó el colchón. Luego, registró todos las capas de trapos que formaban el lecho, conteniendo su repugnancia cuando palpaba algunas telas húmedas o pegajosas. Al no encontrar nada, desvió su atención hacia el mueble velador. Sin dificultad, abrió el compartimento inferior y no pudo evitar dar un pequeño salto al encontrar, dentro del compartimento, un par de cabezas humanas jibarizadas, colgadas de sus cabellos. Sus tatuajes y adornos evidenciaban que eran verdaderos trofeos de la selva amazónica; sus labios, hinchados y cosidos, aseguraban que nunca pudieran contar lo que alguna vez habían visto.
Sin amedrentarse, Rubén se detuvo un segundo a pensar. Entonces, se decidió a mover el velador para ver si algo se ocultaba tras él… Para su satisfacción, halló una pequeña portezuela, sin cerradura. La abrió y se encontró con un estrecho túnel, redondo, del tamaño justo para que un hombre entrara… a rastras.
Rubén se arrastró. Metiendo la mitad de su cuerpo en ese oscuro agujero, se dio maña para sacar de su bolsillo un pequeño mechero de bencina y lo encendió para iluminar lo que allí había.
La luz titilante del mechero tembló en sus pupilas y una gran sonrisa cruzó toda su cara cuando dijo:
―¡¡¡Eureka!!!
***
Cuando ya comenzaba el crepúsculo, don Hermenegildo sintió que golpeaban la puerta de su casa. Presuroso, corrió para abrirla. Allí, afuera, vio la cara de Rubén, con su chaqueta de tweed y su boina inglesa ―un tanto inclinada hacia atrás.
―¡Vaya! ¡Me tenías preocupado! ―dijo, haciéndose a un lado― ¡Pasa, pasa! Pero dime… ¿Todo salió bien?
El visitante entró, silencioso, se abrió la chaqueta para sacar el sobre que traía consigo y se lo entregó en las manos al dueño de casa.
―Aquí está la paga… “Herme” ―y esbozó una sonrisa maliciosa.
El viejecillo miró con detención a su interlocutor. Era el cuerpo de Rubén, el rostro de Rubén, los ojos de Ruben… Sin embargo, había
algo diferente en ellos, un brillo especial, un brillo muy antiguo y familiar. Con timidez, le preguntó:
―¿E… Eres… tú?
―¡Ven acá y dame un abrazo, viejo amigo! ¡Claro que soy yo!
Lo hombres se abrazaron como grandes amigos que no se veían desde hace mucho tiempo.
―Nunca terminaré de agradecerte lo que has hecho por mí, “Herme”.
―Era lo menos, amigo. Pero dime ¿cómo fue?
―¡El infeliz cayó en el cepo! Metió medio cuerpo en el túnel y ¡Zas!
―¡Por supuesto, el cepo!
―Debo reconocer que este es un cuerpo verdaderamente formidable, “Herme”. Lo escogiste muy bien ¡Lleno de vigor y fuerza!
Y así pasaron el resto de la velada, charlando, bebiendo y celebrando el triunfo del viejo; aquel mohoso viejo, que hacía una mes, hundido en su cama, tras décadas y décadas de estudio de atávicos y ominosos libros de hechicería, había detenido su putrefacto índice y sus vidriosos ojos, sobre una añeja hoja, exclamando:
―¡¡¡Eureka!!!
Porque había encontrado ―¡por fin!― el conjuro para traspasar su ser a un nuevo cuerpo.
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Pedro Antonio López Ruiz ha conseguido cautivarme con sus palabras, engancharme a los hechos acontecidos, me ha hecho imaginar el programa televisivo a las mil maravillas y me ha hecho reir al final.
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