7 – Miniconcurso de relatos

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «7». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 16 de septiembre!

* Por favor, solo votos reales. No hay premio, solo reconocimiento real.
** El voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos. Si alguien vota a 3 relatos, se contabilizará 1/4 de punto a cada uno. Si vota a 5, el voto será nulo.
*** Los textos son originales (responsabilidad de cada autor) y no han pasado procesos de corrección.

 

CORONADO SMITH

Buenos días. Os podría dar siete razones para contar mi historia, pero no se me ocurre ninguna ahora.
Para empezar, decir que me llamo… creo que eso importa poco ahora, la verdad, al igual cuando cojamos confianza, si eso… lo digo.
El caso es que la primera vez fue casi sin querer. Yo me encontraba paseando sin rumbo fijo, ensimismado y sucedió así sin más.
De la segunda vez casi no me acuerdo, y mira que tengo una amiga que me lo recuerda a menudo, aunque no le hago caso, la verdad.
La tercera vez fue bastante emocionante, se me pone la piel de gallina cuando lo rememoro.
A continuación podría hablar de la cuarta vez y eso que pasó algo de tiempo, fue como volver a empezar de nuevo pero con más experiencia.
No hay quinta mala dicen los que saben de estas cosas y la verdad es que fue bastante… dejémoslo en inspiradora.
La sexta, ademas de un canal de televisión, fue la consolidación de todo, todo el trabajo que llevaba haciendo por fin se concretó ahí.
¿Y la séptima? Aún está por llegar, cuando suceda os lo cuento, palaba.

MARI CRUZ ESTEVAN APARICIO

Mis padres al nacer me pusieron el nombre»7″.
7 años había cumplido cuando me quedé debido a un trágico accidente de coche sin padres.
7dias estuve perdido en mi propia casa ya que mi mente a falta de los que me dieron el ser se había quedado bloqueada.
«7»,fueron los colegios en mi adolescencia que recorrí para culminar mi aprendizaje y enseñanza social.
Comencé mi andadura terrenal alimentándome de los cuatro elementos y sus cuatro puntos cardinales. Con el sagrado número 3 alcancé a través de mi trabajo el poder. De nuevo con el cuatro y el tres la virtud mágica me viste.
Vuelvo al día de mi nacer y oigo a mis padres decir ,el chico se llamará»7″ ya que la sabiduría le coronará de por vida.

BENEDICTO PALACIOS

No estaba a bien el profesor Ventura con los que negaban la paternidad del séptimo cielo a Aristóteles —¿Estás en el séptimo cielo aristotélico? Preguntaba al que encontraba distraído— ni con los que defendían que fuera tan solo una enseñanza bíblica. Estaba mejor con los que equiparaban la séptima estancia con el nirvana, pero por ser materia opinable él siempre oponía su versión y sus peros. No acababa de convencerle que el nirvana budista quedase reducido a un estado de pasividad.
Tenía fijación con los números, en particular con el 7. Motivo por el que un día sus alumnos le preguntaran por qué le apasionaba tanto el mentado número. Enmudeció. ¿Cómo contar una confesión tan personal? ¿Cómo explicar que con solo 7 años hizo la primera comunión y ya sabía de memoria a esa edad la tabla de multiplicar, pese a que se atrancaba en el 7 por 7?
Recordaba que don Gumersindo, el cura, le preguntó en el confesonario si había dicho o hecho marranadas y cuántas veces y respondió que sí, que 7, porque él creía que marranadas era bajarse las calzonas con otros muchachos a ver quién alargaba más el pis. Bien se arrepintió de lo confesado, porque los colegas que le estaban esperando a la salida de la iglesia le dijeron que nunca se había de contar la verdad al cura, que luego él lo publicaba.
En cuanto a lo segundo, Ventura se tornaba renuente de solo recordarlo. Pero siempre hay en todas las aulas el típico alumno preguntón.
—¿Por qué no refiere alguna historia del número 7? —Inquirió Álex, un punto socarrón y bromista.
—Es le tengo manía, la misma que tienen algunos con la de no pisar ciertas baldosas cuando se camina o avanzar sin poner el pie en la juntura de 4.
—Qué raro ¿no?
—Pues no, porque a mí en realidad solo me gustan los números romanos, debido a que con solo 7 signos o letras se pueden escribir todos.
Los alumnos celebraron tan feliz ocurrencia.
Otra tarde, Álex, a punto de finalizar la hora de clase, empezó a cantar la tabla del 7 y el profesor se animó a seguirle. Entonaba bien con su voz de barítono, pero ocurrió que de nuevo se atrancó en el 7 por 7.
—¿7 por 7? ¿7 por 7? —Y el profesor enrojecía.
Entonces la clase entera cantó 49, y el señor Ventura levitó.
—Baje del séptimo cielo, profesor.
—Solo si me lleváis al tendido 7 de la plaza de las Ventas.
Y la clase entera gritó ¡torero, torero!

FÉLIX MELÉNDEZ

Siete veces te miro,
y tú no respondes,
siete veces te nombró,
siete, son los suspiros,
que tiene tu nombre.
Siete veces respiro.
y otras siete me escondo.
Siete lágrimas han caído,
entre cielo y tierra,
como siete estrellas rojas,
siete planetas contigo,
siete sellos, siete trompetas.
Siete edades
tiene el hombre.
Siete notas musicales,
siete días semanales,
si este loco que las nombre.
Siete versos perdidos,
allá por el horizonte.
Siete sueños incumplidos,
siete deseos concedidos.

SERGIO SANTIAGO MONREAL

Siete sonrisas me acompañan,
siete miradas me iluminan,
siete senderos que se inclinan,
siete abrazos me consuelan,
siete besos que me endulzan,
siete vidas tiene un gato,
siete maravillas tiene el mundo
y una de ellas, ¡eres tú!
Siete días tiene la semana,
siete enanitos te acompañan,
eras para ellos cómo una hermana.
Siete años cumple la editorial Cuatro Hojas – Editorial y sigue creciendo su historial. Sueños cumplidos y mucho más, el futuro deparará.
Siete es el número de la suerte,
sí eliges otro te llegará la muerte.

BEGO RIVERA

El piso número siete
El piso en alquiler estaba a un precio muy barato. Me sorprendió. Llevaba buscando piso siete meses.
Estaba desesperada por dejar en el que estaba, que compartía con dos estudiantes más a las que no soportaba. No me dejaban estudiar con sus continúas juergas los siete días de semana.
Pregunté al arrendador, me dijo que era barato porque la gente no pasaba mucho tiempo allí. Decían que estaba encantado.
Como no creía en esas cosas lo alquilé antes de que me lo quitarán.
El piso era estupendo, reformado y luminoso.
El primer día, la vecina de al lado, me avisó que me fuera que ese piso estaba maldito y habían pasado sucesos extraños.
Mi casa ya, estaba situada en el bloque siete, planta siete, puerta siete. Era mi número de la suerte. ¿Que podía pasarme?.
Ignoré a todo el mundo.
La primera noche unos ruidos me despertaron. Alguien o algo pedía ayuda.
Se me aceleró el corazón; no tenía ni fuerza en mis extremidades para encender la luz.
Agudicé los oídos. Ese algo o alguien lloraba, mientras susurraba lo que yo entendía como ayuda.
Como pude encendí la luz. No paró, seguía escuchando los lamentos, parecía voz de mujer o niño, se escuchaba bajito.
Me fui al salón a dormir. Allí reinaba el silencio.
A las siete de la mañana me despertó un gritó. Me incorporé del sofá asustada y descolocada. ¿Era una pesadilla? Estuve pendiente, nada. Ya no pude dormir más.
A la séptima noche, cansada de dormir en el sofá, volví al dormitorio.
Efectivamente, volvieron los reclamos de ayuda y lamentos.
Me acerqué a las paredes con un vaso a ver si escuchaba algo. El la pared donde estaba el armario empotrado se oía más cercano. Entré en él, puse el vaso. ¡Siii, los murmullos provenían de ahí!
Llámenme loca, o temeraria, o ilusa… Pero no podía dejarlo así. Esa pared daba a la casa de la vecina solícita y encantadora que me avisó.
Al día siguiente llamé a su casa, me invitó a entrar y a tomar un café.
Pregunté por el aseo y allí que fui.
Me asomé al cuarto que supuestamente daba a mí dormitorio. Pero no existía. El piso también estaba reformado. Entre el salón y el aseo había un gran espacio sin acceso aparentemente.
Después de tomar el café me despedí y me fui .
Compré herramientas para echar abajo la pared. Llamé a Edu, mi mejor amigo, para que me ayudara. No me reprochó nada, me conocía perfectamente
Esperamos pacientemente a que la vecina saliera a trabajar.
Edu y yo empezamos a derribar la pared del armario.
Tras un largo esfuerzo y tiempo… conseguimos hacer un agujero lo suficientemente grande para mirar hacia el interior.
Lo que vimos nos dejó sin palabras. Nos miramos entre sorprendidos por el hallazgo, pero satisfechos de corroborar el misterio y confirmarlo.
Una mujer se hallaba dentro, nos miró y gritó que la ayudáramos desesperada con los ojos, y se le escuchaba, aunque mal, la palabra ayuda, era lo que yo escuchaba por las noches, ya que estaba amordazada. Estaba encadenada a una cama en la pequeña habitación.
Llamamos a la policía.
Tras la investigación, resultó que la mujer encerrada era la dueña legal del piso.
La que se hacía pasar por ella, era la mujer que contrató como asistenta hacía años.
Llevaba siete años encerrada.
Nadie la echó de menos. Nadie preguntó por ella y porqué había otra persona en el piso.
Ya no es como antes. En la mayoría de los casos cada uno va a lo suyo. Ya no conocemos a nuestros vecinos ni nos interesa la vida de los demás.
Sigo aquí en este piso, ya llevo siete meses. Pero ahora estoy pendiente de quién entra y quién sale…por si acaso.

PEDRO ANTONIO LÓPEZ CRUZ

SIETE DÍAS
Plenamente consciente de lo que se cernía sobre él, aquella mañana despertó sudoroso y desorientado. El férreo autocontrol del que había hecho gala durante toda su vida, de pronto comenzó a desmoronarse, desde el momento en que supo que le habían dado un plazo exacto de una semana. Siete días en los que debía pensar rápido cómo poner todo en orden y sacar el máximo partido a su vida. Sabía que tenía un punto de mira sobre su pecho, una espada de Damocles permanente, una angustiosa cuenta atrás dentro de su cabeza. Pero, aun así, trataba de que sus pensamientos no le paralizasen.

Lunes
Doce horas habían transcurrido desde que la noche anterior se refugiase dentro de las sábanas como un niño asustado. Doce largas y angustiosas horas en las que no había parado de dar vueltas sobre la cama, atrapado por su negra conciencia y sin dejar de repasar cada uno de los motivos que le habían conducido a esa situación. Su desmedida soberbia era, en gran parte, el origen de todo. Siempre se había sabido superior a todos los demás dentro de aquella organización. Una espiral creciente de desprecio absoluto a cuantos le rodeaban que finalmente acabaría disparando toda la cadena de acontecimientos.
Desesperado e incapaz de permanecer más tiempo en la cama, se calzó las deportivas, se colocó el pantalón corto y su camiseta amarilla fosforita y decidió salir a correr. Necesitaba despejarse.

Martes
Revisó de nuevo, paso a paso y de manera meticulosa, cada uno de los datos en busca de alguna fisura, de algún detalle que se le hubiera podido escapar. Mientras lo hacía mentalmente en su cabeza, comenzó a exprimir unas naranjas para el zumo del desayuno. El día había amanecido apacible y soleado e invitaba a la tranquilidad. Una tranquilidad que a él se le antojaba muy lejana. Pero, aun así, consideró disfrutar de aquel suculento y exquisito desayuno. Uno de los últimos que iba a saborear. Al fin y al cabo, el creía merecerlo. Sabía que el tiempo seguía contando. Una vez lo tuvo todo preparado, avanzó con la bandeja hasta el otro extremo de la enorme cocina. Una cocina tan obscenamente descomunal como el resto de la lujosa vivienda en la que había invertido varios millones de euros. Aquella mansión era el producto de su desmedida avaricia, algo que desde muy pequeño había despertado en su interior. Fue en algún momento cuando comprendió que todo cuando le rodeaba, todo lo de los demás, debía ser suyo. No entendía el mundo de otra forma. Nunca llegaría a saber si esa avaricia ya venía escrita en su ADN, pero era algo que, sin duda, le acompañaría durante el resto de su vida, hasta aquella semana fatal.

Miércoles
Mirando a la cristalera del amplio ventanal, no podía evitar sentirse nervioso. A pesar de su dilatada experiencia en ese campo, se sentía como un adolescente en su primera vez. Esperaba a Jasmine, la mejor prostituta de lujo que alguien como él podía pagar. Su inquietud ante los acontecimientos que iban a llegar, no le impedía dar paso a la lujuria. Sabía a ciencia cierta que posiblemente aquel sería uno de sus últimos polvos, y lo quería disfrutar a fondo, hasta la última embestida, hasta el último suspiro. Aunque albergaba serias dudas sobre si la enorme ansiedad que estaba soportando podría influir muy negativamente en el levantamiento de su miembro. No obstante, se sentía confiado.
Finalmente, el timbre sonó. Tras abrir la puerta encontró frente a él a una auténtica diosa vestida con un precioso vestido rojo ceñido al cuerpo, que hacia resaltar todas y cada una de sus apetitosas curvas. Sin muchas dilaciones, sus labios comenzaron a hacer contacto y sus fluidos a intercambiarse con la desesperación de dos personas que llevan años sin encontrarse. Ella lo desconocía absolutamente todo y le extraño aquella pasión desmedida. Sin embargo, no dijo nada y se entregó a fondo a su labor.
Horas más tarde, ambos yacían en el sofá, exhaustos, pero con la satisfacción de haber hecho de aquella una de las mejores noches de su vida.

Jueves
Faltaban menos de cuatro días para el momento señalado. Y eso le preocupaba cada vez más. Todos sus sentimientos hasta ese momento estaban confluyendo en uno solo, en forma de torrente de ira cada vez más en aumento. Quizá porque, aunque ya estaba anunciado y él estaba preparado para ello, en el fondo sentía un miedo absolutamente desmedido ante ese final que iba a llegar.
Para intentar aplacar su ira, consideró pasar ese día entregado en cuerpo y alma a la jardinería. Se encerró en su invernadero, un verdadero oasis de color verde en el que pasaba las horas muertas dedicado a su afición, el cultivo de todo tipo de especies vegetales, a cuál más exótica. Poseía infinidad de plantas y flores traídas desde los más recónditos lugares del planeta. Se sentó, con resignación, y comenzó la poda de un pequeño bonsái, mientras se deleitaba con el aroma de los jazmines colindantes. Pensó que aromaterapia le ayudaría a combatir el arrebato de ira que se estaba apoderando de él. Pero le resultaba imposible. Sus pensamientos se agolpaban cada vez más en su mente y la tensión de su flujo sanguíneo comenzaba a ir en aumento. Hasta que el corazón de aquel hombre atormentado comenzó a bombear desbocado y ya todo fue incontenible. Tras empuñar la guadaña comenzó a golpear todo a su alrededor mientras gritaba como una auténtica bestia, descargando el odio acumulado y maldiciéndose una y otra vez por todo lo que le estaba ocurriendo.
Horas más tardes, el invernadero acabaría igual que su vida. Destrozado para siempre.

Viernes
Soleado y con un intenso cielo añil. Así es como había amanecido el viernes, preludio del que sería último fin de semana, si todo ocurría según lo previsto. Sería una verdadera lástima desaprovechar un día de primavera como este — pensó. Y a la hora del almuerzo sacó del armario sus mejores galas para elegir el atuendo final con el que sentaría a la mesa de uno de los mejores restaurantes del centro de la ciudad. Era uno de los clientes más selectos del Cheshire, restaurante al que acudía tan solo en las ocasiones más especiales. Y aquella, sin duda, lo era.
Nada más entrar, el maître le saludó con cortesía y la confianza de muchos años dejándose allí gran parte del contenido de la billetera. Con solemnidad y parsimonia, le condujo hasta su mesa habitual y como de costumbre, inició la conversación de rigor a la que ya estaba acostumbrado, conversación en la que él omitió deliberadamente detalles como que aquella iba a ser su última visita a tan distinguido local.
Ese día se prestaba a dejar escapar sus apetitos culinarios y entregarse por completo a la gula, por lo que hizo una amplia selección de platos de la selecta carta y dejó llevar su placer hasta donde su estómago le permitió, teniendo la precaución de no llegar a rozar el vómito. Una vez más, la ansiedad no le impidió disfrutar de la comida y la bebida, y así puedo cumplir otro de sus últimos deseos antes de que todo terminase.

Sábado
La envidia, esa serpiente negra que devora por dentro a quien la posee, se encontraba entre otra de sus significativas cualidades. Gran parte de todo cuando poseía era producto de lo que a lo largo de su vida había ido observando en los demás. Todo lo quería. Pero más grande, más amplio, más lujoso. Todo mejor. Después, ya se encargaba él de mostrarlo a los demás con todo lujo de ostentación y con la superioridad necesaria y requerida en estos casos.
La joya de la corona era el Lamborghini Aventador de un impecable azul celeste. Un modelo exclusivo de casi quinientos mil euros con motor aspirado V12 que solía sacar a pasear en diferentes ocasiones y con el que devoraba kilómetros y kilómetros. A veces simplemente por el placer de pasear, pero otras veces, cuando era presa de sus frecuentes ataques de ira, lo conducía a toda velocidad con la desesperada intención de disparar sus niveles de adrenalina y así intentar disipar sus fantasmas.
Ese sábado rondó por su cabeza la idea de hacer su último viaje, el definitivo. Le tentaba el morbo de acariciar la capa y la guadaña de la muerte y sorprenderla antes de que ella le sorprendiese a él. Pero recapacitó y pensó que todavía le quedaba un día. Tenía que vivirlo intensamente, como si fuera el último, algo que por desgracia parecía ser cierto.

Domingo
, por fin, el domingo había llegado. Pero lejos de vivirlo con la intensidad que había planeado, la pereza invadió por completo todo su ser. Posiblemente derrotado después de pensar, inconscientemente, que ya no quedaba nada más que hacer. Permaneció tumbado en la cama un buen rato, intentando dejar la mente en blanco, mientras contemplada una foto de Violeta, la persona que una vez compartió sus mejores días, y que ya no estaba ni iba estar nunca más. La ausencia de Violeta, hasta una semana atrás, había marcado el episodio más importante de su vida. Y era la causa de aquel fatal desenlace que iba a hacer que el siguiente lunes ya no existiese para él.
Sin ganas de nada más, encendió el televisor del dormitorio, sintonizó un programa de cotilleos en los que se gritaban unos a otros y se abandonó por completo, esperando que se agotasen las horas y llegara el momento. En ese momento experimentó una profunda y amarga pesadumbre. Sentía que se había acabado todo. También sus ganas de vivir.

 

Domingo, 11:00 de la noche

Me he despertado de repente, sobresaltado y aturdido. No recuerdo nada de las horas anteriores. Un mar de dudas comienza a aflorar en mi cabeza. ¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué a mí? ¿Dónde estoy ahora? ¿Qué clase de macabro suceso me ha llevado hasta aquí? ¿He muerto por fin? ¿Es esto la eternidad? Y lo que más me inquieta… ¿qué me espera a continuación?
La luz permanente y uniforme de la sala donde me encuentro me impide distinguir la noche del día, pero sé que es de noche. Mis sospechas se confirman cuando me preguntan por mi última cena. Caviar ruso, ostras y el mejor champagne con microláminas de oro. Nadie ha puesto reparos. En pocos minutos tengo ante mí las delicias más exquisitas que un paladar humano puede saborear. Esperan a que termine y minutos después, el capellán hace acto de presencia. Un anciano siervo de Dios de barba blanca y rostro tranquilo, pero de mirada enigmática, que se dirige lentamente hacia mí. No entendió por qué, pero siento la imperiosa necesidad de expiar todas mis culpas, de redimir mis pecados, de cruzar limpio al otro lado. Por primera vez en mi vida, me derrumbo, me arrodilló y siento que necesito el perdón. Y lloro. No recuerdo cuando había sido la última vez.
A la hora prevista, me indican que ha llegado el momento. Me acompañan a través de un largo pasillo que conduce a una enorme sala interior donde cientos de miradas se clavan sobre mi nada más entrar. Familiares y conocidos me observan, silenciosos, con el gesto desencajado. Al aproximarme veo a mi verdugo. Mi ansiedad va en aumento, pero tengo la liberadora sensación de que en cualquier momento todo esto va a acabar y voy a despertar de mi pesadilla.
De pronto, segundos después, mi visión se vuelve borrosa. Me acababan de inyectar algo. Siento como el calor va fluyendo en mi interior. Me derrumbó. Me tienen que sujetar. Me sientan mientras todo se tambalea a mi alrededor. Trato de comprender, pero es inútil. Nada tiene sentido.
No sé en qué momento ha ocurrido, pero estoy amarrado a la silla. Y es en ese momento cuando un escalofrío eléctrico me paraliza por completo. Una descarga de miles de voltios recorre todo mi cuerpo de manera fulminante y el fuerte olor a carne quemada se vuelve cada vez más insoportable.
Y luego esos segundos en los que comienzo a saborear la muerte…
Y tras ese breve rayo de consciencia, todo se oscurece. Para siempre.

DAVID MERLÁN CASTRO

Y allí estaba de nuevo, sopesando la altura por séptima vez en ese verano. Era el último de sus amigos que quedaba por intentarlo y sabía que sería el último en caso de lograrlo. Nada original a esas alturas. De hecho los amigos y vecinos del pueblo que se encontraban en ese momento en el agua, ni le prestaban atención. Andrés, «Andrés el gallina» le llamaban y estaba harto. Estaba decidido a hacerlo.
Todo había comenzado siete años antes, cuando un chico ahora ya mayor de la aldea, lo había intentado y logrado por primera vez, iniciando con ello, un peligroso reto que se había propagado como la pólvora, entre las siete aldeas circundantes.
Uno tras otro, los lugareños y lugareñas se lanzaban al agua desde lo alto de la roca al río que se encontraba siete metros más abajo, demostrando con ello su valor. El que no lo hacía, quedaba irremediablemente marcado como una especie de pequeño cobarde. Cosas de juventud, decían los mayores. Andrés, miró al cielo y tras coger aire, tomó impulso y cerrando brevemente los ojos, saltó. Ante la atónita mirada de los allí congregados, que ya lo daban por imposible, comenzó a descender acelerando en su caída. Uno de sus siete más allegados amigos, había estado pendiente de los movimientos de Andrés, tras tener la corazonada de que esta vez sí, lo iba a hacer, y no se equivocó.
Móvil en mano, y cuando llevaba grabando más de siete segundos para la posteridad, siguió la más que probable trayectoria de su amigo, y puedo observar por el rabillo del ojo cómo un cuervo sobrevolaba a ras del agua aquel lugar.
Para su asombro y sin dejar de grabar, calculó lo inevitable con una sonrisa en la cara. Dos segundos más tarde, Andrés se precipitaba encima del ave que, sin verlo venir, se vió obligado a zabullirse contra su voluntad, con un humano a horcajadas en las frías aguas del río Grande.
Tras unos siete segundos, y entre las risas de los testigos, Andrés aparecía de entre las aguas con un gesto mezcla de «no me lo creo y soy la leche», seguido del sorprendido cuervo que milagrosamente había salido indemne de la experiencia.
–¡Gallina yo! ¡De gallina nada, cuervo! , Ja, ja, ja.
Las carcajadas de los alli presentes retumbaron en todo el cañón del río.
El resto de la velada, prosiguió con nuevos saltos por los allí presentes intentando emular la hazaña de Andrés cuando algún incautó pájaro osaba acercarse al lugar, pero si éxito. Andrés había incluido una variante en la tradición iniciada siete años atras y se había convertido en el rey del momento. No le importaba haber tardado tanto. A la séptima había sido la vencida. Desde ese día, dejaba de ser «Andrés el gallina», para pasar a ser recordado como «Andrés, el Cuervo». Estaba claro que el nombre, molaba mucho más.😉

OMAR R. LA ROSA

Los 7 pecados
– ¡No puedes hacer nada bien!- le gritó a la pobre mujer que trataba de darle vigor a su alicaído atributo masculino.
– Toma, vete de aquí. ¡No sirves para nada! – le espetó al tiempo que le tiraba unos pocos billetes en la cara.
La pobre mujer los tomó, mirando incrédula lo exiguo del valor de los mismos.
– Ojala no se te eleve nunca más – dijo entre dientes, cuidando que él no la escuche, mientras tomaba las migajas que le diera.
En la pantalla otras actrices, muchos más voluptuosas que la pobre muchacha, ejercían el más antiguo de los trabajos con una maestría que producía envidia.
– Si yo tuviera algo así no tendría este problema – se dijo consolándose, mientras recontaba los billetes de su cartera para estar seguro de no haber dado alguno de más.
Era un hombre rico que podría costearse tranquilamente lo que deseara, pero no había hecho su fortuna regalando el dinero.
Resignado, se dirigió a la cocina y se sirvió una generosa porción de pastel, era su única debilidad y no podía resistirla, de nada le valían las advertencias de ese doctor que visito una vez en que no se sintió bien, respecto al sobre peso y esas cosas.
Con el plato rebosante se recostó en la cama, desde donde continuo viendo la película en la pantalla, era más cómodo que salir a buscar otra mujer.
– ¿Para qué? – Se preguntó – son todas iguales. Ninguna sabe apreciar mis dotes varoniles -Se dijo mirando de reojo su desnudo cuerpo reflejado en el espejo del techo, mientras se sonreía a sí mismo al tiempo que engullía otra generosa porción de pastel de chocolate.

RAQUEL LÓPEZ

Les contaré algo sobre mi vida. Para empezar nací un siete de julio y como nombre me pudieron Anselmo, que tiene siete letras.
Me casé el día siete a las siete de la tarde y empecé a cogerle gustillo a este número, tanto que lo consideraba como mi amuleto. Por cierto, que a mi mujer también la conocí un día siete y tuvimos siete hijos como siete soles.
Mi pasión eran las carreras de coches, me preparé a fondo para participar y conseguir el premio, siete millones, que no era moco de pavo.
A los pocos días de participar en la carrera me encontré con mi amigo Tomás.
-¡ Hombre Anselmo, venga ese abrazo! ¿Cuánto tiempo sin verte?
– Pues ya hace tiempo ya…. – le contesté.
– Pero mírate, te veo un poco tristón, ¿ Ocurre algo?
– Mira Tomás, tú ya sabes la buena suerte que me ha acompañado siempre durante toda la vida e incluso el premio de lotería que me tocó con el número siete..
-Dejame adivinar..¡Quedaste el primero en la carrera! – me dijo.
– Precisamente no… Quedé el séptimo, este buen número no me abandona y mi buena suerte se acabó….

NEUS SINTES

Dícese que siete vidas tiene un gato. Su aventurera naturaleza, su agilidad e imprudencia, siempre han hecho que los gatos se vean como animales realmente misteriosos, con innumerables vidas que pueden utilizar cuando sea necesario. En algunos países, las tradiciones dotan a los gatos de 7 vidas, Lo cierto es que la duración de su vida no depende del país de nacimiento o del estado en el que crecen. En cambio, su calidad de vida es decisiva: la nutrición y los cuidados y controles médicos contribuyen a promover el bienestar del gato. Nuestros amigos gatunos siempre han fascinado e intrigado a la humanidad, precisamente por sus habilidades y agilidad: astutos e ingeniosos, ¡sin mencionar sus habilidades como escaladores.
En los países occidentales, se dice que los gatos tienen 7 vidas. El número 7 no es aleatorio, ya que simboliza la plenitud y perfección. En la Edad Media, a los gatos incluso se les atribuían poderes sobrenaturales y mágicos, tanto que eran considerados aliados del mal y de las brujas. Desde la antigüedad, estas creencias se vinieron reforzando al ver la gran capacidad de respuesta que los gatos mostraban ante situaciones peligrosas. Sus reflejos (entre los que se incluyen el caer siempre de pie) los han convertido, con el tiempo, en un símbolo de agilidad y supervivencia inmensurable. De hecho, a menudo somos testigos de situaciones casi surrealistas, en las que esperaríamos lo peor y, en cambio,, incluso después de un salto súper alto o una caída repentina.
No es cierto que tengan siete vidas. Porque yo misma he tenido la mala suerte de verlos traspasar el arco iris, con tan solo una vida. Existen muchos mitos sobre ellos, algunos ciertos, otros no. La mayoría de ellos son falsos. Los felinos son, especies insaciables que a lo largo de su existencia han sabido convivir con humanos. A algunos les gusta el agua. Los que son del color negro, no dan mala suerte, sino paz interior. Podría decir muchos más. Pero tras la pérdida de alguno de ellos, esperas a que vengan a ti de nuevo, pero no tienen siete vidas, tienen una. La pérdida de cualquiera de ellos siempre permanece, intacta.

RAUL LAZCANO

Todo comienza un día 7 de septiembre de 1977, era una noche especialmente obscura y fría.
Gabiel bebía un café sentado en su sillón favorito en la sala de su casa, su familia descansaba , mientras él reflexionaba sobre los problemas de su trabajo , estaba tan absorto en ellos , que perdió la noción del tiempo.
Cuando volvió, tenía dolor de cabeza y un poco de vértigo , volteó a ver el reloj Cucú, y la hermosa ave mecánica que asomó por entre una diminuta puerta, le hizo ver que eran las tres de la mañana.
Se levantó a tientas y llevó su séptima tasa vacía al lavaplatos, abrió el refrigerador, y busco algo para prepararse de comer.
Cuando cerró la puerta, vió, junto a él, a una figura muy conocida, pero nada apreciada:
Era la Muerte.
La espectral imagen le arrebató el sueño en un instante, lo miró fijamente, y le dijo con voz tenue pero gruesa y demandante:
¿Sabes a qué he venido?
Él asintió con la cabeza y dijo:
– Sí, lo sé, ya es mi hora.
Confundida, la muerte preguntó a su víctima:
– ¿No vas a llorar?
¡Todos lo hacen!
Eres el séptimo que visito hoy …
Y todos se arrodillan, suplican, juran que serán mejores…
Me ruegan por otra oportunidad; mientras que túuuu….
Tuuuuu!!!
Aceptas mi llegada con resignación, y valentía .
Temeroso aún y con un nudo en la garganta, Gabriel respondió:
¿De qué serviría?
Nunca me darás otra oportunidad…
Se que tu , solo haces tu trabajo.
La muerte le contestó:
Tienes razón, yo solo hago mi trabajo.
Gabriel preguntó con la ligera esperanza de recibir un sí:
– ¿Puedo despedirme de mi familia?
La muerte le dijo:
Tú has dicho que solo hago mi trabajo…
Ten en cuenta que no decido la hora ni el lugar, y mucho menos los detalles en los que debo llevarte .
Gabriel respondió:
Lo siento.
La muerte nuevamente contestó:
No tienes que disculparte, poca gente piensa en su familia mientras está en vida …
Pero ….
Al llegar este momento, todos piden lo mismo, y hasta algunos la ponen como pretexto,para que no me los lleve .
Gabriel le contesto con tono de reproche :
¡Tú no lo entiendes!
Perdí a mi padre cuando tenía 7 años, y mi sufrimiento fue muy grande..
Y ahora mi hija menor tiene tan solo 7 años también…
Por favor…
Solamente déjame decirle que la amo…
La muerte le recalcó:
Tuviste 7 años para decírselo..
Tuviste muchos días libres….
7 cumpleaños..
7 fiestas…
Y miles de momentos en que pudiste decirle a tu hija que la amas…
Pero…
¿Por qué solo pensaste en tu hija?
Gabriel contesto con un tono de suma tristeza:
Mi hijo mayor, no me creería!
Mi esposa, bueno…
A ella no creo que le interese si la amo o no…
Nos hemos distanciado mucho.
Justo en este momento , cumpliríamos 7 días sin hablarnos…
Pero mi niña..
Ah, ella es diferente…
No hay un solo día que entre por la puerta y no esté ahí para recibirme con un beso…
La muerte lo interrumpió:
Deja de hablar, se hace tarde.
Pero mmmmm….
Bueno …
Pero, ¡ hazlo rápido!
¿Sabes?
Justo este momento, hace que mucha gente haga conciencia de cómo vivió su vida.
Lástima que lo hagan demasiado tarde…
Gabriel se separó de ella un instante, fue al cuarto de su pequeña , la arropó por última vez , le dio un beso en sus mejillas y su frente , y le susurró al oído :
Te Amo mi princesa , nunca olvides que tu Padre , siempre estará a tu lado ..
Le dio un ultimo beso en su frente y regreso a cumplir con su cita …
Un instante después, ambos salieron de la casa…
Un extraño tren aguardaba en la calle…
Ella le señalo un vagón y juntos lo abordaron.
La muerte comentó:
No todo es aburrido en la muerte , no puedo decirte lo que pasará al llegar, pero te propongo que juguemos una partida de Ajedrez …
“Para matar el tiempo”.
Gabriel le respondió esbozando una sonrisa:
– ¡Qué curioso!
Creí que no tenías sentido del humor.
Pero La Muerte noto que , detrás de esa sonrisa fingida , su rostro estaba cubierto de lágrimas…
El juego se inició.
Gabriel no lograba calmarse, aunque comenzó ganando.
Consiguió un alfil y un caballo.
Pero era obvio que eso no lo alegraba…
Así que , para romper un poco la tensión de Gabriel, La muerte le preguntó:
– ¿A qué te dedicabas en vida?
Gabriel le respondió:
– Soy….
Es decir, era un simple empleado en una fábrica de calzado.
La muerte le cuestionó:
– ¿Obrero?
Ah….
Supongo que te encargabas de ver si faltaba algún producto, o dinero.
Gabriel respondió:
– Sí, en parte así era.
La muerte le dijo:
– Hay algo que no entiendo..
Y Gabriel respondió:
¿Qué es lo que no entiendes?
La muerte le dijo:
Por qué ustedes teniendo tantas cosas buenas por hacer, se encierran en el trabajo, se olvidan de los sentimientos, no les importan los demás, se vuelven egoístas y violentos..
Pero…
Cuando los visito yo..
Entonces demuestran ternura, humildad, tristeza, miedo, e incluso…
Lloran!
¿Por qué esperan a que llegue yo?
¿ Si ya nada de eso podrán hacer en mi presencia ?
A lo que Gabriel rápidamente respondió:
No lo sé!
La muerte le comentó:
En cambio, yo soy un simple “Peón”…
Solo hago lo que debo hacer y nada más.
No comprendo cómo ustedes siendo dueños de su propia vida, no son capaces de decidir qué harán con ella..
Siempre piden una oportunidad más …
¿Y para qué?
Si sabemos que su decisión más común es desperdiciarla viviendo sin manifestar cariño y amor.
Gabriel comentó:
Te creí más cruel.
La muerte Respondió :
¡Nada es lo que parece!
El silencio reinó por unos instantes mientras Gabriel ponía en jaque a la Muerte…
La muerte le preguntó:
– ¿Qué pensabas cuando te casaste?
Daniel respondió:
Pensaba en ser feliz, con la mujer que amo , en formar una linda famili….
Y formar parte de la alta sociedad.
La muerte le preguntó:
– ¿Y lo lograste?
Daniel le contestó:
Lo dices en broma…
¿Verdad?
Me encontraste solo en la cocina, durante la madrugada, y te pedí despedirme de mi hija.
Es obvio que no lo hice.
Si hubiese mostrado más amor a mi familia, la solicitud de despedirme no hubiera sido necesaria.
Las lágrimas se habían secado en el rostro de Gabriel y de pronto, exclamó suavemente:
¡Jaque Mate!
La Muerte sonrió y dijo:
– ¡Felicidades!
Daniel suspiró y respondió:
Es una pena que no sirva de nada…
No me importaba ganar, de todos modos ya estoy aquí.
Un simple juego de ajedrez no aleja mi mente de mi familia, de mis Hijos, y de mi Esposa.
Las lágrimas brotaron de nuevo en el rostro de Gabriel y se lo cubrió con ambas manos.
Mientras él sollozaba, la Muerte exclamó:
– ¡Llegamos!
Gabriel intentó calmarse..
Pero un repentino mareo se apoderó de el , solo sintió como si un enorme espiral se lo estuviera devorando ..
Cuando abrió los ojos ..
¡No podía creer lo que veía !
El estaba de nuevo en su viejo sillón….
Eran exactamente las 7 de la mañana….
Y en lugar de gritar…
¡Estoy vivo!
Como lo haría cualquier otro,salió al patio y con la voz más tenue y agradecida que pudo dijo:
-¡Gracias Muerte mía!
Entró a la habitación de su hija y la besó desesperadamente.
Después fue a la de su esposa ..
Y sin pensarlo …
La abrazo , la beso y desesperadamente le grito:
Te amo !!!
Perdoname !!!
Después , entró al cuarto donde dormía su hijo mayor, le hizo cosquillas en los pies, y le dijo:
Hijo, despierta…
¡Hoy es domingo!
¿Papá, me despiertas para decirme que es domingo?
– ¡No hijito, te desperté para decirte que te amo!
Y ese día , Gabriel hizo el desayuno , y se lo llevo a su Esposa hasta la cama, no le permitió que ella lo hiciera , le llevo una enorme y preciosa Rosa , dentro de una cúpula de cristal , con un papel que decía :
Eres el Amor de mi vida !!!
Te amo demasiado, y todo lo malo que he sido con ustedes , cambiará, solo dame la oportunidad de demostrarlo …
Ella al leerlo solamente pudo abrazarlo fuertemente, ya que las lágrimas recorrían totalmente su cara y no podía hablar por qué sentía un nudo en su garganta ..
Ese Domingo fue el día mas feliz que hubieran tenido Gabriel y su familia…
Y llegó la noche ..
Y con ella un sueño profundo para su esposa y sus hijos…
Justamente faltando 7 minutos para las 3 de la mañana , Gabriel se despertó sobresaltado , retiró muy lentamente el brazo de su Esposa , quién después de más de 7 meses de no hacerlo , estaba durmiendo abrazada de el …
Se levantó lentamente, y fue hacia la cocina , tomo un vaso con agua y fue a sentarse en su sillón favorito…
Misteriosamente las luces se apagaron totalmente, y un frío extremo invadió todo su cuerpo ..
Gabriel volteo con miedo y había una sombra que asomaba por la puerta …
La sombra entro y dijo :
Hola Gabriel…
El la vio y volvió a sentarse , esta vez no sentía remordimiento.
Y contesto con una voz alegre y tranquila..
Hola Muerte !!!
Muchas gracias por este día !!!
Me hiciste vivir y sentir…
!Todo lo que no puede, en toda mi vida !
Estoy listo para acompañarte ..
Y la Muerte le contesto :
Calla Gabriel, que no quiero que despiertes a nadie con tus gritos ….
Porque si alguien sale, tendré que llevármelo…
Gabriel se puso pálido , y dijo susurrando:
Nooo….
!Por favor !
¡A ellos no !
Y la Muerte le contesto :
Tu me ganaste en la partida de Ajedrez , y tu premio será una pequeña extensión de tu vida ..
! Yo regresaré por ti !
No sé si en 7 horas…
7 días…
7 meses …
7 Años…
O tal vez en 70 …
Pero solo te diré una cosa Gabriel…
Y la Muerte lo señaló con un dedo enorme y descarnado …
No desaproveches está oportunidad , o vendré y me llevaré todo ….
Y al decirle eso..
Ella…
Solamente desapareció …..

EFRAIN DÍAZ

Y habrá guerras y rumores de guerras. Señales arriba en los cielos y abajo en la tierra. El sol se tornará en tinieblas y la luna en sangre. Habrá terremotos en diversos lugares. Los mares se saldrán de sus límites y aparecerá en el cielo la gran señal del Hijo del Hombre.
Eran las señales del fin de los tiempos. Decía el libro sagrado que aparecerían los falsos profetas predicando por todos los rincones de la tierra.
Todo esto leyó Martín en el libro del Apocalipsis y sonrió.
Si el mundo, tal y como lo conocíamos, iba a terminar, Martín se encargaría de terminarlo con clase y estilo. Con una gran fiesta.
Ya había guerras y uno que otro terremoto. También hambrunas y ríos saliendo de su cauce.
Era tiempo de comenzar los festejos y la diversión, la bulla y la algarabía.
Para ello, Martín se convirtió en uno de los profetas. Falso o verdadero, eso le corresponderá juzgarlo a usted, querido lector, según su filosofía y escala de valores.
Los tiempos habían cambiado. Antaño, la iglesia, que jugó un papel muy importante en la vida de la gente, iba en franca decadencia. Ya la gente ni los mandamientos guardaba. Sus adeptos eran ancianos a punto de cruzar a la otra orilla donde los esperaba Cancerbero.
Con el pasar de los años, avanzó la tecnología y con la llegada de la tecnología, llegaron las nuevas tendencias y las recientes generaciones fueron perdiendo la fe. Las religiones cristianas perdieron la mayoría de sus seguidores. Enquilosadas en una tradición puritana y conservadora, ya nadie quería seguirlas. La gente se entregaba cada vez más al uso, goce y disfrute. A los placeres de la vida y de la carne.
Utilizando el número 7, bíblico y símbolo de la perfección, Martín promovió su nueva religión.
Siete fueron los días creados por Dios. Seis de trabajo y uno de descanso. Siete fueron los pecados capitales creados por el hombre para controlar y manipular a la humanidad. Justamente los necesarios. Un pecado capital para cada día de la semana. Era cuestión de organizarlos y acomodarlos. Habría público para cada pecado. Habría público para cada día de la semana.
La iglesia tiene sus santos, pensó Martín, así que asignaría un demonio para cada pecado capital.
El domingo será el día que creó el Señor para el descanso. Será el día de la pereza y será representado por Belfegor. Estará siempre sentado y haciendo lo menos posible.
El lunes será el día de la gula. Será representado por Belcebú. Tendremos un gran banquete y todos comerán y beberán hasta la nausea. Deberán estar bien alimentados para el martes.
El martes será el día de la lujuria. Será representado por Asmodeo. Tendremos toda clase de espíritus destilados y música erótica. Todos se entregarán en el templo a los placeres de la carne. Sin inhibiciones ni restricciones. A follar y a follar jasta desfallecer.
El miércoles será el dia de la envidia. Será representado por Leviatan. Los miércoles evangeizaremos al mundo. Le explicaremos nuestra religión y filosofía. Lo venderemos como una sociedad secreta y mística. De ese modo causaremos curiosidad. Será la envidia del planeta y llenaré mis templos de fieles.
El jueves será el día de la avaricia. Será representado por Mammon. Promoveremos la riqueza en nuestra congregación. Todos tenemos derecho a ser ricos y a disfrutar de la buena vida. Aquella que solo puede darte el dinero. Hacernos ricos a toda costa y a cualquier precio. Mientras más rico ellos se hagan, más rico yo me hago.
El viernes será el día de la ira. Estará representado por Amón. Predicaremos en contra de ella. Alguna virtud tenemos que demostrar para enganchar a los indecisos. Después de todo, la ira nunla el pensamiento y aquí habremos de estar con la mente clara para lograr nuestro objetivo.
El sábado será el día de la soberbia y estará representado nada más y nada menos que por Lucifer. El lucero. El ángel de luz y de inteligencia. El mejor de todos. Después de todo, mi religión será la mejor. Tendré el mayor número de seguidores que religión alguna tuvo jamás. Por qué aspirar a menos si siempre se puede aspirar a más.
Con esto en mente, Martín se puso manos a la obra. Trazó su plan y estableció metas a corto y largo plazo. No sabía de cuanto tiempo dispondría, así que no tenía tiempo que perder.
Hubo culto todos los dïas. Cada día un pecado capital distinto y cada día un público distinto. Sus templos de multiplicaron como arenas en el mar o como estrellas en el cielo. Cada día más y más gente se unía a la nueva religión.
Martín se hizo rico. Muy rico. Se dio la gran vida. Dinero, mujeres, comida y bebida. Que más podía pedir? Su religión se extendió por todos los confines de la tierra. Se hizo el predicador más famoso de su tiempo. Sus posesiones eran incontables y su riqueza inmesurable.
Murió a los 85 años y aún viendo los signos, no vio el final del mundo. Solo vio el suyo y vio que había sido bueno.

ALMUT KREUSCH HOFFMANN

7
El 7 de julio estaba a la vuelta de la esquina. Desde tiempos inmemoriales y solo una vez al año, nuestras siete amigas se reunían en el «Club de los Pecados», un hermoso lugar alejado de la civilización, rodeado de verdes praderas, ríos y árboles centenarios y con acceso restringido para quienes tenían acreditación, la cual había pasado de padres a hijos durante siglos, todos ellos víctimas de las fechorías de las siete.
Este encuentro era sagrado para nuestras amigas y a menudo suponía una interrupción de la tarea que cada una de ellas cometía en ese momento en algún lugar de la inmensidad del planeta y que consistía en infectar a sus víctimas con cualquiera de los siete pecados capitales que cada una de ellas representaba.
La verdad es que no daban abasto porque los débiles, viciosos, egoístas, inseguros y ambiciosos aumentaban a un ritmo vertiginoso de año en año. Un hecho que dio a nuestras amigas una enorme satisfacción perversa. Observaron con gozo los frutos de sus esfuerzos, como las guerras, la corrupción, los vicios, los agresores sin escrúpulos, y también la pereza, las indecisiones y la vagancia. Provocaron baños de sangre y hambrunas, prostitución sin límites y abundancia a cualquier precio.
Un solo día al año, el día siete de julio, se les permitía tomar forma humana para disfrutar de los placeres de los mortales, reforzar los lazos de amistad que les unía, compartir experiencias y desarrollar estrategias aún más sofisticadas.
En El club de los Pecados se sentían como el pez en el agua, cómodas e importantes. La gente les admiraba, nadie les reprochaba sus idiosincrasia a la que daban rienda suelta. Formaban un grupo ruidoso, cada una era tremendamente vanidosa, presumían de número de víctimas que habían conseguido sin miramientos y sus risas y gritos no pasaron desapercibidos.
Gozaban de la comida y de las bebidas, eligieron a los hombres más fornidos para sus orgias, discutían entre ellas por el puro placer de la contradicción, eran arrogantes y altaneras , orgullosas y soberbias.
Y como en el cuento, a la medianoche dejaban su cáscara humana y se esfumaban en el infinito del universo.
El día siete de Julio del siguiente año, la única evidencia del Club era un trozo del cartel luminoso en el suelo que decía «Pecados».
El entorno idílico se había transformado en un Gomorra. El campo estaba sembrado de cadáveres humanos y animales en descomposición , muchos de ellos mutilados, los árboles centenarios arrancados de cuajo, el agua cristalino del rio se había transformado en una espesa masa amarilla pestilente, las praderas verdes eran ahora campos estériles, el sordo silencio quedó aplastado por un cielo gris plomizo. Todo estaba sin vida.
Las siete amigas contemplaron horrorizadas el panorama desolador y decidieron cambiar de lugar. Pero allá donde iban encontraban el mismo paisaje. Pero más que eso. Con cada contacto que tomaron con la tierra se volvían más frágiles, sus estructuras humanas de un día se debilitaban en cuestión de horas, se volvían más transparentes, y sin poder evitarlo, las siete amigas poco a poco se fueron disolviendo y en el mundo y el universo no quedó más que el silencio….

EMILIANO HEREDIA JURADO

QUERIDA JEFA
NO ES LO QUE PARECE
Llevaba varios días recabando pruebas como los detectives. Ordenándolas como si de piezas de un puzle se tratase. No en vano, ya había pasado por una experiencia similar, y todo se repetía exactamente igual que entonces, como el patrón de un traje barato.
Por más que la cabeza, le quisiera vendar los ojos para ocultar lo indudable, era inútil negarlo. Las evidencias se agrupaban como pinceladas en el lienzo de su realidad, para mostrarle un grotesco dibujo de aquello que no quería ver porque le producía un dolor moribundo.
Un perfume desconocido para ella, adherido como la sal al agua de la mar, encendió la bombilla de sus sospechas, alumbrando en lo más hondo del trastero de su corazón, tapada por una sabana de olvido, una soledad que creía olvidada.
Unas salidas, disfrazadas con absurdos antifaces fabricados con banales excusas, esas esperas a un anhelado regreso, como el campo reseco y agrietado espera la tan deseada lluvia.
Los diálogos al teléfono móvil, con el tono de voz de un confesionario, alejándose a otro lugar, para ocultar la conversación como se oculta un libro prohibido. Un “adiós guapa”, un “te espero”, volando en el aire fugazmente como ascuas que se escapan de su hoguera.
Tenía ya cincuenta y tantos, nunca fue especialmente guapa, acaso resultona, ni tampoco graciosa, un poco simpática. Se miraba desnuda ante la luna de la puerta de su armario, y en su cuerpo, se notaba el efecto del tiempo, como el agua de un rio esculpe el caz por donde discurre.
Mira por la ventana, y siente que el amor se le escapa por su alma agujereada, huyendo a ráfagas, con el viento de la calle, llevándose todos los besos montados como jinetes, en las hojas secas que invaden el camino.
Saca una maleta, y abriéndola la coloca encima de la cama. Saca toda su ropa, sin rabia, sin furia, pero con una melancólica tristeza que perfuma cada prenda, que coloca dentro. Cuando acaba, la cierra, y siente que su vida también se va dentro de ella. Pesadamente, la coloca ante la puerta, y con un silencio propio del condenado que espera su ejecución inminente, se sienta en una silla, mirando la entrada, cabizbaja, contando cada minuto, cada segundo.
Suena el ascensor, y el ruido de la puerta al cerrarse, se mezcla con unas risas simultáneas de un hombre y una mujer. Se nota que son felices. El ruido de la llave al introducirse, la sobrecoge, como el pitido del tren que se ha ido, y ve como se aleja, en el andén.
Ahí aparece. Y tiene la poca dignidad y vergüenza de presentarse con la otra (piensa, con el alma ahogada con una mano de rabia, y otra de tristeza). Madre mía, si parece su hija, mona, he de reconocerlo, pero el, a su lado, hace el ridículo, la típica fulana, que se junta con un carcamal, para sacarle los cuatro duros (sentencia mentalmente, mirando a su rival, de arriba abajo).
-¡hola cariño! –Se acerca, y la agarra por los hombros tiernamente, para darle un beso-
-¡nó, nó!, ¡ni se te ocurra acercarte a mí! – Se aleja bruscamente, como el fuego huye del agua, haciendo negaciones con la cabeza, poniendo el brazo extendido, como una barrera impenetrable para que él no se acerque -¡ahí, ahí tienes la maleta!,! ya te puedes marchar por el mismo sitio por el que entraste con esa, con esa…!- no puede seguir hablando, porque el llanto le ahoga las palabras en su mar infinito-.
El, se acerca y aunque ella se resiste, él le pone una cajita en la mano, y le dice mirándola con cariño a los ojos:
-Cariño, no llores, mira, te presento a mi sobrina, abre la cajita y sabrás porque está conmigo, anda, no seas boba.
Con los ojos vidriosos, abre con las manos temblorosas, la cajita, muy mona, de terciopelo rojo, con el anagrama de una joyería cercana, y dentro, aparece una sortija de compromiso, con un pequeño y modesto brillantito. Levanta la cara con incredulidad, mirándole a él, fijamente, le dice balbuceando:
-¿y…, y….esto?
-Veras, llevo planeando todo esto durante dos semanas, mi sobrina es concejala de aquel pueblo tan bonito de la sierra donde nos conocimos, y…., bueno, -sonríe, pasándose la mano por la nuca-, nunca he hecho esto…
La coge amorosamente las manos y mirándola a los ojos, le dice:
-mi amor, ¿te quieres casar conmigo?
Ella, le responde con un dulce beso, como si un rayo de sol se hubiera juntado con la primera gota de rocío del amanecer.
-¡anda, si tienes ya mi maleta echa!, ¡estás en todo, mi amor!
-sí, – le dice abrazándole- es que las mujeres tenemos que estar encima de vosotros, que seria la vida sin nosotras.

NORA A. FIORANI

Era el primer año que lo organizaba.
Para noviembre faltaban dos meses, tiempo suficiente para hacer lista, elegir, comprar y ver si agregaba alguna actividad extra.
Era consciente que los adolescentes podían cambiar de planes de un momento para otro, su madre se lo había anticipado.
Durante varios meses, él no les había fallado a ninguno y ese viernes, la última hora en clase de Educación Física, previo pedir autorización al profesor, repartió veintiocho planos de su domicilio y les explicó que camino era el más conveniente. Por ese entonces no había celulares…
– Los espero mañana a las 9, les dijo. Todos respondieron – ahí estaremos!
La gran mesa del patio estaba preparada, la música, las luces y
la noche de casi verano no podía fallar.
Su madre y su padre trabajaron durante dos días, casi sin dormir, haciendo toda la comida, hasta su hermano menor colaboró, entre los cuatro prepararon la gran fiesta del cumpleaños número trece de Nahuel y todos los compañeros del 2do año de la Escuela Nacional de Comercio.
La emoción mezclada con ansiedad lo tenían muy nervioso como presintiendo algo…
Esperaron hasta las 11 de la noche y nadie más llegó, mamá, papá, su hermano, tres compañeros y él. Nahuel no se sentó a la mesa, lloró y mucho, se encerró en su cuarto, su madre con amor lo convenció que volviera al patio, a pesar de todo la noche estaba hermosa. Un compañero se acercó lo abrazó, los otros dos no sabían que decir ni que hacer, luego de un buen rato pudieron tener un pequeño festejo.
Sólo 7 personas en la gran mesa, sólo 7 y la fiesta duró mucho menos de lo que había soñado.
Al día siguiente todo se ve de otro color, recordó las palabras de su madre «mirá que los chicos pueden cambiar de planes» y los entendió, pero los veinticinco traidores nunca fueron olvidados.

EL FARO

“En un hogar desordenado, yo tenía siete años y no siempre quería.
Los andamios a veces son débiles, paredes frágiles; y construir es un arduo y largo trabajo. No siempre se es bienvenido.
Subsistir requiere de convicciones, de amor propio, de voluntad y de saber esconderse.
No era dúctil todavía mi cabeza para organizar cuadrículas y colocar el sentimiento en otra parte.
A los siete, eres un buscador.
Lauchita de laboratorio, decía mi madre. Ese era mi sobrenombre.. marcando así una especie que iba a servir para experimento.
La virtud de la paciencia soluciona los marcados destinos y ese era mi perfil más destacado
Lo intenté todo; lento, pero constante.
No llegué a rata.
Como un roedor resistente, arruine todos los vaticinios; no era mi rumbo fijo morir en la cloaca.
Decía sí para que no se desmoronen los afectos (la astucia infantil del principiante) y elegí insertar la sonrisa donde estaba programada…
Eso implicaba el esfuerzo titán de una rata más grande.
El éxito del perseverante.
Ya no doy vuelta en la calesita para que me miren.
Pito catalán en la ronda de los adultos. La niña rata se aprendió los siete pecados capitales.
Ahora digo No!..es el reverso.
Lo importante y prolijo del dobladillo.

MARÍA JESÚS GARNICA PARDO

7
Siempre
Imaginé
Estar a
Tu lado
Eternamente.


ARITZ SANCHO MAURI

El 6+1

Multiplico tu valor, veo y lo sumo,
en uno al poder oculto del seis.
Hirviendo el arte, me alzo como humo,
Inhibo tu sonrisa, me levanto, te presumo.
Como la semana, a domingo que crucificásteis.
Indago tus pecados, me miras, te abrumo.
Salgo al ver la luz, como caeis,
trampeo, tus finos labios, suspiro, me consumo.
Es flor todo angel sagrado que olisteis.
Sacá tu furia, como jinetes del apocalipsis.
Unifica tu fuerza, conviértela en buen jugo.
No desistas a tentaciones, atrae tu metamorfosis.
Siente tu piel erizarse, no seas besugo.
Indico el número en palabras como prognosis.
Eres héroe de tu historia y verdugo.
Ten sartén por el mango en dosis.
Enciende velas, ignora sombras de poder ignifignífugoEncadena rincones de tu piel por osmosis
Número en verso que le dio plugo.
El no cuenta y lee en neurosis.
Labios te callan, con páginas las arrugo.
A la herida de mi gran apoteosis,
le sangro vocablos, una mente que centrifugo.
Mía quisiera que fueras sin usar hipnosis.
Avancemos juntos, podremos alcanzar al que madrugo.

EDUARDO VALENZUELA JARA

Volvía de las compras midiendo cuidadosamente cada uno de sus pasos, porque tenía la certeza de que el universo entero podía acabarse allí mismo si cometía el error de pisar alguna de las líneas de división de la losa en la acera. Era una sensación desagradable, angustiante, que calmaba un poco contando los pasos en grupos de a siete. Un, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete… Un, dos, tres… De todas formas, en la calle se sentía expuesto, incómodo,… vulnerable… y últimamente, con este asunto de Laura, todo se sentía aún mucho peor.
La discusión que tuvieron el domingo pasado fue la más fuerte de su relación, desde entonces no volvieron a hablarse. «¡Eres un maldito enfermo!», le había dicho ella y él apenas y podía argumentar, porque su tartamudez torturaba cada una de sus palabras hasta hacerlo enmudecer.
Cuando divisó la puerta de casa se sintió más aliviado. Era terreno conocido, familiar. Solo debía coordinar sus pasos para que la secuencia de siete coincidiera con la puerta. Un, dos, tres, cuatro, cinco…, seis.., ¡siete! ¡Por fin! Entró. Cerró la puerta, le puso doble llave, giró el pomo de la cerradura y tiró de él para asegurarse de que la puerta estaba bien cerrada. ¡Sí!… pero no era suficiente. Quitó la doble llave, giró el pomo para abrir la puerta, luego la volvió a cerrar, puso doble llave, giró el pomo… y así, hasta completar la secuencia siete veces.
Después de la discusión del domingo no había vuelto a dirigirle la palabra a Laura. Estaba profundamente herido y de seguro ella también. El lunes la vio, pero no quiso hablarle. Ella, por su parte, tampoco hizo ningún intento de diálogo. La situación de verla sin hablarle se repitió martes, miércoles, jueves y viernes.
La casa estaba en silencio, vacía. Llevó las bolsas con las compras hasta la cocina. Allí, verificó que la llave de paso del gas estaba cerrada (aunque ya lo había hecho siete veces antes de salir) y la abrió para poder calentar agua y preparase un café. Miró el reloj de la pared. Faltaban cuatro minutos para las siete de la tarde y se quedó allí inmóvil, observando los pasos de la delgada aguja del segundero, hasta que dieron las siete en punto.
Hoy era sábado, sería el séptimo día desde que discutió con Laura, y en el fondo de su corazón no podía negar que la extrañaba. Pero también sabía que aquello no tenía vuelta atrás. Resignado, después de beber el café, llevó las bolsas con las compras hasta el patio trasero y esperó hasta que anocheciera para visitar a Laura por última vez.
Exhausto, bajo el manto de la noche, dejó la pala a un lado, junto a las bolsas con cal que había comprado, y secó el sudor de su frente. En un rincón del patio trasero había abierto nuevamente la fosa donde yacía el cuerpo de Laura. Retiró la mortaja que cubría su rostro para confirmar, por séptima vez, que estaba muerta. No podía ser de otra forma con el hueco que él le había abierto en el cráneo y con el que concluyó su última discusión. Esta era su última oportunidad para hablarle…, pero no lo hizo. Cubrió la cabeza muerta con la mortaja y volvió a sepultarla por séptima y última vez.

MARI CARMEN CANO REQUENA

Por mas que lo intento no consigo entender como has llegado a tu séptima vida intacto, con algún que otro rasguño por todo lo que has pasado intentando salvar tus 7 vidas pero entero…. gato del demonio!! y aún sigues aquí, a mi lado rozándome la pierna cada vez que quieres que te den mimos. Mi madre me contó en una ocasión que los gatos nacen marcados con un 7 oculto en su cuerpo, son sus 7 vidas las que un día les concedieron al hacer un pacto con una luciérnaga, una luciérnaga? Si si, como lo oyes…..
Cuenta la leyenda que un gato blanco merodeaba siempre por las casas del lugar más alto del pueblo, pues por allí el aire era más puro y limpio que por otra zona por lo que era más fácil encontrar a estos insignificantes insectos brillando en plena oscuridad. El felino se entretenía cazando luciérnagas corría tras ellas hasta cansarlas y finalmente la que menos aguantaba era su presa. Una noche y en plena cacería corría y corría tras una de ellas, al parecer la luciérnaga intentaba apartarlo de las demás y llevarlo lejos hasta el remanso del rio, la luciérnaga se apagó, pues necesitaba toda su energía para manifestarse ante el.
Porque nos persigues?…. una voz dulce y fina se escuchó en el más absoluto silencio con el susurro de fondo del agua del rio. El gato que andaba muy despacio intentando agudizar su olfato al no ver la luz de su presa, se quedó inmóvil y respondió…. Querida amiga sois la visión de mis ojos por la noche, pues la luz que desprendéis es mi salvación para cazar, sin ella no vería de noche venir a mi enemigo. Lo que a la luciérnaga contestó…. Si te concedo 7 deseos dejarás de perseguirnos por el resto de tus vidas?… – vidas? preguntó el gato, yo solo tengo una vida bonita y no puedo desperdiciarla. – te concedo el deseo de tener 7 vidas las cuales tendrás que aprovechar bien y no desperdiciar por la codicia de cazar, el gato sonrió y muy sutilmente le preguntó….. – que me pides a cambio, susurro de la noche? – Tu alma en tu ultima vida, no sabrás cuando llegará el momento de arrebatártela…. El gato con la codicia de tener 7 vidas asintió haciendo una reverencia y aceptó el pacto. Desde entonces el monte de Sant Cipriano brilla con un resplandor digno de ver. – En cuanto a ti, gatucho del demonio, es cuestión de espera…….

JOSÉ ARMANDO BARCELONA

A VUELTAS CON EL SIETE.
Nací sietemesino, que era un eufemismo utilizado en aquel tiempo para edulcorar el hecho, de que mis padres me encargaron un poco antes de pasar por la vicaría, algo frecuente en la historia de la humanidad, pero que entonces quedaba feo.
Mi madre era hija única, pero mi padre tenía siete hermanos, todos varones, de manera que tuve siete tíos.
Vivo en la séptima planta, del número siete de la calle Siete de Julio y siempre que compro lotería pido que termine en siete. Nunca me ha tocado otra cosa que reintegros, siete veces.
Fueron siete, mis novias. Por suerte para ellas no cristalizó la cosa con ninguna.
Mi carta de la baraja preferida es el siete de copas, porque los cartománticos la asocian con una persona soñadora, que vive en un mundo lleno de ilusiones y le gustaría tener una vida ideal, llena de buenos sentimientos, emociones y esplendoroso futuro; nada que ver con el codicioso siete de oros, el traicionero siete de espadas o la pulsión camorrista del siete de bastos.
Me va la moda setentera y he cumplido siete decenios.
Según Hipócrates: «El número siete, por sus virtudes ocultas, tiende a realizar todas las cosas; es el dispensador de la vida y fuente de todos los cambios, pues incluso la Luna cambia de fase cada siete días: este número influye en todos los seres sublimes.»
El misticismo que los creacionistas atribuyen al número siete, se apoya en que dios creó el mundo en una semana.
No soy creyente, quizá por eso, solo he podido disfrutar tres de los siete pecados capitales: lujuria, gula y pereza; eso sí, con una dedicación digna de encomio.
En muchas culturas, el número siete está asociado a la perfección e incluso a la divinidad.
Pero soy muy maniático con esto de la numerología y me molestan cosas, como que Los Siete Niños de Écija fueran catorce; me pone de muy mala leche, que Fernando VII, «el rey Felón», fuera el más aborrecible rey de la dinastía borbónica –eso, y el hecho de que sus legatarios no mejoraron sustancialmente la genética, es la causa de mi republicanismo impenitente–, y que de las siete maravillas del mundo antiguo, únicamente quede en pie la Gran Pirámide de Guiza.
En fin, que estoy un poco cansado del siete, me aburre y no me ha aportado nada en la vida. Como número misterioso, cabalístico y literario queda bien, pero para todos los días, qué quieres que te diga, empacha un poco.
Porque me pilla mayor y con las hormonas en retirada, que si no me plantearía cambiar de número hechicero, no sé, el seis, el ocho, el nueve, o mejor aún, el sesenta y nueve, que es plásticamente capicúa. Ese sí que molaría, ¿no crees?.

JUAN MANUEL MARTÍNEZ LOPERA

SEPT-ENCIA:
Las autoridades españolas fueron bastante amables cuando me permitieron llegar como especialista en antropología y sociología a la ciudad de Ceuta y deambular por los montes que la rodean hasta encontrar el sitio que estaba buscando. Etimológicamente Ceuta viene de SEPTA, que para los griegos significaba siete colinas, porque era en este lugar dónde Hércules con su hacha separó a Africa de Europa construyendo la séptima columna que marcaba el plus-ultra de la mitología, el más allá que marcaba los límites del mundo conocido.
Aquí he concluido tras 7 años de esfuerzo, que la clave de todo está precisamente en ese número. Los antiguos astrónomos persas y griegos hablaban del 7 como el número que marcaba el fin porque sólo eran capaces de observar a 7 planetas del sistema solar, en el Egipto de los faraones el gato divino no podía tener más de 7 vidas, en la Biblia se marca al 7 cómo el del último día de la semana y si seguimos hablando de la Biblia el libro del Apocalipsis es el número 27, indicando que la Humanidad tendría dos únicas oportunidades para evitar el temido final. Y sí,es cierto, ya que el símbolo de las legiones romanas era una cruz gamada formada por varios 7 retorcidos y los romanos consiguieron extender su civilización para extender una cultura jamás conocida que cuando empezó a unir a los pueblos sufrió las tensiones que la llevaron a su final tras una resistencia de cientos de años; y todos recordamos la segunda oportunidad en el siglo XX tras la derrota de las legiones de la cruz gamada nazi, en la que todas las naciones juraron no volver a repetir nunca los mismos errores en los que vamos cayendo una y otra vez con el paso de las décadas; llámese guerra comercial, fría ó informática.
El 7 tiene la forma que la Humanidad ha dado a su evolución, iniciándola en una línea recta que parece querer despegar para reaccionar finalmente en un descenso en retroceso que nos llevará por mucho que queramos al final ¿Qué es lo que pasó tras la conquista a principios del siglo XX del continente Antártico? Que una vez alcanzado el sexto continente, la tecnología se desarrolló a pasos acelerados para dirigirnos al séptimo continente que es el omega de los tiempos.
Traa estos 7 años de investigación, he averiguado la última señal. Después de la caída de los nazis, el año 2022 (2+0+2+2=6) marca el instante antes, y después…después llegará el año del ‘7’ (2+0+2+3=7) y por tanto el del momento en que la cuenta atrás se detendrá.
Hoy es 24 de diciembre de 2022, quedan tan solo 7 días y tengo únicamente dos opciones: ó lanzar el mensaje al mundo para que intente prepararse ó bien confiarme a una de las 7 balas del cargador de mi revolver.

RUTH MARÍA GUERRERO HERNÁNDEZ

“¿Eso es un siete?”
Un sol tímido en un azulado cielo lanzaba sutiles haces de luz sobre la pequeña, atareada, dinámica y recién amanecida ciudad.
Una mar de gente desfilaba a pie, a paso apresurado, o en buses públicos, apoyadas las cabezas en los cristales de las ventanas, con mirada desganada.
Otros cabeceaban en los asientos de las paradas, deformaban la boca en grandes bostezos o se tomaban el cafecito que, con la prisa, no pudieron beber caliente en sus casas.
A la sombra de un roble florido caían constantemente florecillas blancas sobre la cabellera de una muchacha y en derredor suyo.
Esta muchacha, delgada, de rasgos faciales dulces y delicados y de mirada con un rayito de luz efectuaba con gracia el estiramiento de sus adormecidos miembros. «Quitada la pereza surge la destreza» estas aladas palabras de su madre volaron hasta la memoria de la joven.
Una ojeada fugaz a su reloj la puso al corriente de por qué minutos del día se deslizaba el tiempo. Eran las 7: 05 a.m. Una hora temprana en general pero para ella tardísima. Ese día debía presentarse a una competencia de baile en la que, de ganar, su vida daría un giro de 180° y su familia desbordaría orgullo.
Luciérnagas se encendían en su imaginación cada vez que vislumbraba sus pies efectuando pasos impecables, precisos, elegantes, mientras el jurado asentía asombrado. Y luego las luciérnagas se apagaban desterrada la luz de la esperanza por el presentimiento de que terminaría dando un paso en falso que arruinaría su oportunidad de oro.
A la vista de Yeis, su primo y otro de los participantes de la competencia de baile sonrió.
—Se te pegó la sábana o qué —lo riñó en un tono dulce que no enmascaraba la menor aspereza por su impuntualidad.
—El tráfico está hoy más pesado que nunca —replicó el aludido a modo de disculpa.
Sonrió a su vez. «Las sonrisas de Liz eran imanes que se atraían otras muchas sonrisas» así lo creía Yeis desde siempre.
Yeis observó que hacía un magnífico día. «Favorable para el éxito» enfatizó animado.
Liz gracias a sus observaciones amistosas pudo relajarse un poco y agradeció con mirada chispeante su voz y palabras reconfortantes.
Inesperadamente un mensaje hizo vibrar el celular de Yeis, un mensaje que al leerlo trastornó su rostro.
—¿Qué sucede? —preguntó Liz preocupada.
—Asuntos familiares —dijo por toda explicación —. Nada serio, pero debo irme ahora.
‹Lo siento, no podré indicarte el lugar de la competencia. Pero no te preocupes Liz, queda cerca. Tú solo busca un establecimiento que tiene un siete en la identificación de la fachada, justo al lado será la competencia›.
Y con brusquedad salió disparado entre la multitud, perdiéndose en la tumultuosa ciudad.
Liz se quedó incapaz de reaccionar pero pronto se repuso de la noticia y manos a la obra inició la cacería del siete.
Recorrió toda la manzana con ojos atentos, que intentaban atrapar al siete escurridizo que parecía esconderse de ella. Fijó su mirada en puertas, ventanas y porches sin lograr atrapar a ese niño empecinado en no salir de su escondite que parecía ser el siete.
Agotada de su búsqueda se sentó en la acera y con las manos se cubrió el rostro acalorado. Ni siquiera una ráfaga de brisa fresca que le despeinó los cabellos consiguió consolar su ánimo abatido. A esas horas la competencia estaría finalizándose casi con toda probabilidad.
Miró distraídamente un establecimiento que tenía enfrente, del cual llamó su atención la identificación: Bienvenidos al café L.
Le pareció un nombre curioso e inusual para un café.
Entonces del edificio contiguo a este salió un grupo de muchachos, entre los cuales reconoció a Joe y a Sandra, quienes eran participantes de la competencia de baile. De la confusa entrevista que sostuvo con ellos sacó en claro que la competición ya había terminado y que la oportunidad de su vida había pasado. Le dolió tener esta convicción.
Abrumada llamó a Yeis.
—¿Crees que una L es un siete? —preguntó con una nota de reproche vibrando en su voz.
—¿Qué? —preguntó Yeis confuso—¿Encontraste el local con el siete….?
—No, tarde y con ironía a un siete de cabezas —contestó sonriendo a pesar suyo.
Y colgó bruscamente.
«Fabuloso. Parece que el siete se cansó de ser realista y ahora vive en el país de las maravillas»
Tenía ante sus ojos un conflicto que el humor no resolvería y la curiosidad iba en aumento ¿Cómo un siete se convertía en una L? Ya lo averiguaría.
Cruzó velozmente la calle que la separaba del café con el siete invertido y educadamente preguntó por el dueño.
—Me busca a mí —contestó un viejo calvo—El dueño soy yo.
—Podría usted explicarme si es un siete o una L lo que dice en la identificación del local .
—Es un siete, por supuesto —contestó un poco intrigado el viejo —. Un siete labrado en bronce.
—Algo me dice que si ahora echa un vistazo a la identificación de su local cambiará de opinión —dijo Liz con un ligero guiño en la mirada. Después de todo comenzaba a hacerle gracia la metamorfosis del siete.
El dueño desconcertado pero solícito alzó la vista y no pudo evitar exclamar al ver el siete invertido:
—¡Caramba! Si parece una L.
En seguida se apresuró a soltarle una regañina a los atolondrados niños que habían llegado a la conclusión de que él, Lorenzo, había decidido poner de nombre al café su inicial y por lo tanto habían recolocado al caído siete con una L.
—El café se llama siete —aclaró con agrado el propietario —por dos sencillas razones. Una es que el siete significa perfección y quería sugerirle a mis posibles clientes un servicio y una calidad inmejorables. La segunda jóvenes es que abrimos los siete días de la semana por dicha razón el siete nos representa bien.
Liz risueña descubrió que la vida podía darle muchas sorpresas y que los eventos de sus días podían ser tan inusuales y curiosos que aceptó con resignación sus frustrados proyectos. Incluso pensó con optimismo que quizás hubiera echo el ridículo en la competencia de presentarse y sin embargo aquí estaba ahora sonriendo ante la visión de un siete de cabezas. Un siete que rompiendo mágicamente la barrera implícita que a través de los tiempos había dividido números y letras demostraba una conexión olvidada.

MAR SHA

7 son las maravillas del mundo, lo paradójico es que pocos las ha visto … otros solo la han soñado.
7 son los colores del arcoíris, se ve tan normal que se olvidó lo maravilloso que se ven los colores juntos en un arco, dicen dios los creo … otros dicen que es la combinación de la lluvia con la nubla de las nubes… y otros afirman que es una señal de un buen presagio.
7 son los días de la semana a cuyas horas le faltan minutos para ser de 24… horas que pasan demasiado rápido como para ser contadas por los más expertos.
Se dice que 7 son las vidas del gato, más sin embargo cuando se enferma gravemente muere dejando escapar sus demás vidas, cuyas habría podido disfrutar a todo su expendedor.
7 elementos hay en la tierra, lo curioso es que pocos los conocen bien, se enfatizan en solo 4 el resto los obvian para no recibir preguntas incomodas de los curiosos.
7 son las plagas de Egipto, estas acabaron con una dinastía entera, de ahí el 7 es para algunos el numero de mala suerte, o de buena suerte, según las vivencias de su interlocutor.
7 son los pecados capitales, que de capitales no tienen nada se les deberían llamarse los pecados mundiales, por que ocurren en todos lados.
7 sen las verdades que no se dicen menos 7 mentiras que se cuentan a diario en las noticias, periódicos, hasta las más altas.

GUILLERMO ARQUILLOS

LA SÉPTIMA MALDICIÓN
—¡Pobre Raifa! —dijo Saitu.
—¿Era bonita, abuelo?
—Era hermosísima, la más bella de mis mujeres. No sabéis cuánto.
Al anciano se le saltaban las lágrimas cuando sus nietos le pedían que les contara la muerte de Raifa. Habían pasado muchas crecidas del gran río y los hombres de todo el país habían decidido inventar aquella historia para ocultar la humillación que había tenido el ejército a manos de un grupo de esclavos malnacidos.
«Nosotros, como dueños y señores de sus vidas, deberíamos haberlos exterminado en vez de enfrentarnos con ellos y morir. Fue un error de estrategia del Faraón, Horus en la tierra».
—Y, ¿por qué se fueron los esclavos?
A Saitu, le había resultado incomprensible.
—Los primogénitos tenían el privilegio de dormir en las plantas bajas. Vino una pestilencia del norte, unos efluvios pesados, pegados al suelo. Anubis decidió llevarse a los que descansaban sobre Gueb, dios de la superficie de la tierra, y murieron los que dormían abajo. El dios de la muerte se llevó a todos los herederos de las casas de los nobles, los sacerdotes, los militares, los trabajadores y los simples siervos de nuestra raza. Incluso los primeros nacidos del ganado también fallecieron.
Los niños agacharon sus miradas. Preferían oír la grandeza del Faraón y de sus ejércitos dominando a los pueblos extranjeros, conquistando las llanuras del Mediodía, capturando cientos de prisioneros para el servicio de las casas o la construcción de los templos. No querían escuchar que un pueblo de despreciables esclavos no había reconocido su majestad y lo habían considerado un simple mortal. Era como si de él no dependiera el sustento del país, porque bendecía el río para que las aguas crecieran y las cosechas fueran abundantes.
—¿Y la abuela? —preguntó el nieto.
—Raifa murió el día de la séptima maldición.
Una esclava nubia se encargó de rellenar las copas del amo y los niños. Al fin y al cabo, ya tenían doce años y podían tomar cerveza. Al antiguo sacerdote de Osiris le escanció la bebida que el dios había inventado: una copa de magnífico vino del sur. Saitu, en agradecimiento, le acarició brevemente la espalda.
—Hubo diez maldiciones: sangre, tinieblas, ranas, tábanos… la última que lanzaron aquellos dos hermanos fue el exterminio de nuestros primogénitos. Pero vuestra abuela había muerto antes, durante la séptima plaga.
Se le saltaron las lágrimas.
—Los sacerdotes conocíamos muchos de los prodigios que utilizaba aquella pareja de malditos esclavos y los repetíamos al momento. Pero su magia era cada vez más poderosa. La séptima maldición consistió en que llovió fuego y granizo del cielo y, así, quedó exterminada toda la vida que no estaba a cubierto. Fue horrible.
Ahora, también los niños estaban llorando y la esclava nubia, en un rincón, comenzó a sollozar bajo una antorcha que iluminaba los jeroglíficos y las imágenes de la pared.
—Raifa venía con un pequeño séquito del palacio porque al Faraón le agradaba vuestra abuela; bella, elegante, con un cuerpo perfecto y una mirada infantil que la hacían más deseable —dijo Saitu.
Pensativo, se fijó en la niña.
—¿Sabes, Leti? Tú te pareces a tu abuela. Dentro de poco serás una mujer y quizá agrades al Faraón para yacer contigo, como lo hizo con Raifa. No puede haber un honor más grande para una familia que el Faraón decida yacer con la esposa.
—¿Y llegó a casa, abuelo, o murió por el fuego que llovió? —dijo la nieta.
—Nunca logró volver. Ella, los porteadores de la litera y el séquito murieron cuando los golpeó el granizo ardiente.
Mentía. Saitu guardaba silencio y revivía los gritos de su mujer, en medio de la tormenta: varios esclavos salieron a su encuentro y los acuchillaron. La sangre quedó por todo el camino y formó numerosos charcos encarnados.
La mente de Saitu se había llenado de cólera con las horribles carcajadas de su esposa. Lo llamó gusano y le dijo que lo abandonaría para ser una de las concubinas del Faraón. El sacerdote había sido la verdadera séptima plaga para Raifa, ese era su secreto.
Después, mandó cortar las lenguas de los esclavos que habían cumplido sus órdenes, para que no pudieran contar nunca lo que había sucedido. El ansia de sangre de Saitu quedó colmada aquella tarde. Al fin y al cabo, los dioses yacen con las esposas de la misma manera que lo hacen los simples mortales.
Su crimen quedó oculto para siempre por la séptima maldición.

SILVANA GALLARDO

La numerología (Tema de la semana)
Dice Victoria que hay magia en los números, no es mística, ni astrologa pero en su pequeño mundo filosófico, espiritual, esotérico y real ha descubierto que tienen insondable misterio. Nunca le gustaron las matemáticas y a fuerza de necesidad sabe sumar, restar, dividir y multiplica; con ello tiene las base fundamental para llevar a cabo tareas cotidianas que parecen insignificantes; pero los números parecen un racimo de espinas que le dejan picor en el cerebro cuando de hacer cuentas se trata.
Tiene que contar cantidades de ingredientes para una receta, por ejemplo, de un pastel, saber cuántos minutos deberá hornearse, para cuántas personas alcanzará… en fin, los números siempre presentes.
Una noche que no podía dormir, contaba ovejas. Siempre contaba siete y ahí le vencía el sueño.
-¿Por qué siempre llego al siete para poder dormir?- se preguntaba con un gesto de intriga en su rostro.
Entonces, se obsesionó por el número en cuestión. Varias noches, durante sus insomnios analizó que sus amados padres, engendraron catorce hijos: siete hombres, siete mujeres y ella es la séptima.
-Es muy curioso, algo presagia en nuestras vidas esta cifra- Pensó con cejo de preocupación sin dar mayor importancia.
Todas estas situaciones la movieron a investigar sobre la numerología y descubrió cosas muy interesantes aparentemente insignificantes: La semana tiene siete días. Uno de sus hermanos estudia música y siempre lo escucha vocalizar con las notas musicales que también son siete. Cuando llueve con el sol regalando sus rayos, se forma un hermoso arcoiris que tiene siete colores.
En una charla con sus hermanos, cuando uno de ellos molestó a otros diciéndole que comía mucho y se dejaba arrastrar por la gula, pensó: la gula es un pecado capital. Recordó los siete pecados capitales atribuyéndoselos a los otros hermanos, que según su personalidad les correspondía y en tono de broma dijo:
-Armando, eres la soberbia andando, Consuelo, la avaricia es tu sello, José, eres un lujurioso apenas faldas, Alexandra, das miedo con tu ira, Ana, eres una envidiosa cuando alguien te supera y tú Michel, das flojera cuando te miran, pues te cargas una pereza que no puedes con ella.- Todos empezaron a reír con las ocurrencias de Victoria.
Si alguien pudiera predecir las cosas diría que algo importante, trascendental pasaría en esa familia. María dijo: -Hermanos, sus chakras están todos desalineados, traten de vibrar positivo y déjense de tonterías.
-Oh! me acabas de dar otro dato- le dijo a su hermana. Según los esotéricos cada persona tiene siete chakras. ¡Ven como este signo nos rige!
-¡Estás loca!- le dijeron todos y se alejaron para realizar sus actividades personales y la dejaron dubitativa.
Intrigada por la maravillosa numerología, decidió hacer sus propias conjeturas al respecto y se puso a jugar con los números tomando como referencia a sus padres. Hizo lo siguiente:
Sumó el día de nacimiento de sus padres con el número de hijos que tuvieron: 8+2+14=24; la suma de los dígitos (2+4) da como resultado 6, la mitad es 3. Luego 19 (1+9=10)+12 (el mes)=22, la suma de estos dos dígitos nos da 4, Sumó el resultado de la primera ecuación (3) con la segunda (4)= 7. Después sumó el día en que su padre falleció: 18 (1+8=9)+7(mes)=16-(1+6=7). Sorprendida de ver que en sus resultados siempre aparecía el siete, optó por continuar con otro ejercicio, con el pensamiento en un hermano: nació un día 5 del séptimo mes, 5+7=12 (1+2=3); murió un día 3 del mes 10 y suma 13- (1+3=4). Ambos resultados, al sumarlos, nos da ¡siete!
En verdad que Victoria hizo un muy buen ejercicio matemático y quedó perpleja de lo que descubrió, lo que la motivó a reflexionar en otros acontecimientos: de la muerte de su madre a la muerte de su padre, transcurrieron siete años. Siete años después falleció su hermano. Extraño, místico, ¿coincidencias? no sabe. Pero siguió escarbando entre polvos de recuerdos, para descubrir que tuvo una relación de noviazgo que duró siete años.
Siempre pensó que la pareja que escogió tenía en su sino también la influencia del número siete, pues en plena pandemia, desafortunadamente fallecieron tres de sus hermanos con un intervalo de tiempo de siete meses entre cada uno. Triste situación.
-No cabe duda- reflexionó Victoria -que los números vienen acompañados de historia y el número 7 parece ser mágico, pues hay un número sagrado que es el 3 que representa la Divina Trinidad (dios padre, dios hijo y dios espíritu santo) y otro terrenal el 4 (los elementos: agua, tierra, fuego y aire, además de los cuatro puntos cardinales) y según se dice erigen un puente entre el cielo y la tierra. Y pensó, sorprendida aún más, que es posible que el 4 y el 3 representan la perfección y en suma la totalidad del universo.
Con todas esta situaciones surgidas de la reflexión, Victoria no pudo menos que sentirse extasiada por lo que descubrió, a pesar de que muchas de las vivencias que coinciden con su vida en relación con los números, no han sido del todo halagüeños.
Una noche que no podía dormir, salió a tomar el aire. Dirigió la mirada al infinito, contempló una bella oscuridad tapizada de luces y astros en la lejanía, hasta donde alcanzó su mirada y desde sus adentros reconoció que nos rige el maravilloso universo.

RODOLFO ALBERTO MICCHIA

No soy yo, es el entorno.
Se la conoce como la comezón del séptimo año, aunque para algunos es la crisis del mismo lapso. Esa etapa que atraviesa la pareja cuando la rutina llega a su punto más alto, claro que no a todos les pasa, pero en este caso quien les comenta y Antonia, mi mujer, estábamos atravesando un período en que las emociones se pierden, por lo tanto, nos encontrábamos a un roce de encender un fósforo.
Y claro que era difícil, imagínense ustedes, llegar agotado al hogar después de un duro día de trabajo y que se largue a llover ¿Que qué tiene eso que ver? Bueno, en primer lugar, dentro de la casa se llovía más que afuera y, por otro lado, mi hija había decidido presentarnos un pretendiente y, no es que estábamos en contra de eso, es que en realidad, la casa no estaba en condiciones de recibir visitas. Uno quería arreglarla, pero había otras prioridades, como por ejemplo, la supervivencia.
El grupo familiar está compuesto por seis a la mesa, bueno, cinco y Sigmund, el pichicho de mi madre que a esta altura era una boca más que alimentar. La carcomida billetera era devorada por los alimentos y los impuestos. La abuela Irene contaba con una magra pensión la cual le alcanzaba para la lana. Sí, su cable a tierra era el crochet y, se la pasaba tejiendo todo el día. Sentada en su mecedora decoraba cada cosa con una carpetita, hasta para ornamentar el mate había entrelazado diferentes colores logrando así, que cada dos por tres, al apoyar la infusión en uno de sus volados, se incline desparramando la yerba sobre el mantel de hule, pero bueno, no le íbamos a sacar su único entretenimiento.
Recuerdo de chico cuando mi padre decía:
—Hoy vamos a la casa de la abuela Irene, hagan caso y pórtense bien.
Lo primero que se escuchaba al entrar era:
—¡Chicos, usen los patines que está recién encerrado.
Y ahí, caminando como presos encadenados a los tobillos, mi hermano y yo cuidábamos el no rallarlo para no perder el postre.
Otra remembranza fue el día que llegó Sigmund, mi madre dijo:
—¡Me dijeron que mucho no crece!
Después me enteré de que lo había pagado casi cien verdes y en ese momento era guita. El tema fue que el cachorro era hermoso, pero… ya a la semana su escroto era más grande que el mío.
El ambiente estaba tenso, posiblemente para cualquier mortal sería un día relajante, pero, en este en particular, el tintineo de las cacerolas crispaba los nervios del más sosegado.
Sobre el modular se encontraba el jarrón del abuelo, bueno, mejor dicho el que contenía las cenizas del abuelo. La luminosidad de su parduzco brillo, presentaba en su superficie una similitud a las cenizas recién cremadas. Claro que mi madre no escondería por ningún motivo la urna de su padre, quien estuviese presente debía compartir la mesa con el familiar digamos de una manera… Presencial.
Mi mujer observó el cielorraso, ojeo el reloj y mirándome exclamo:
—¡En una hora viene Gustavito! ¿Te acordaste no?.
Asentí con la cabeza como resignado y en ese preciso momento, un trueno combinó su retumbar con el timbre de la casa. Efectivamente, ustedes pensaron lo mismo, se adelantó la visita.
El segundo trueno logró lo que menos esperaba, un apagón masivo. El barrio se entintó de oscuridad y al abrir la puerta, la silueta de Gustavito horrorizó el ambiente, a la luz de las velas se veía más tétrico, pero al levantar mis lentes y observarlo, creo que estaba más asustado que yo.
—¡Adelante muchacho! —comenté— ¡Qué tiempo loco eh!
—Muchas gracias, sí, no pronosticaban lluvia, pero… estos del pronóstico a veces no pegan una.
Y ahí más o menos entablamos el primer diálogo. Muy formal saludó a cada miembro de la familia, mientras tanto, Sigmund se paró en dos patas pendulando su saco de espermas y compitiendo con mi hija para ver quién lo abrazaba primero.
Pese a todo la cena fue amena, una vez finalizada la misma comenzaron las preguntas de rigor.
— Y bien joven ¿A qué se dedica?
—Bueno, en realidad trabajo con mi padre.
En ese momento pensé en un tipo acomodado, que solo vivía de arriba, sin embargo, al escuchar el añadir de la charla, me dejó con la boca abierta y continuó…
—Casualmente, estamos terminando una obra de ciento ochenta metros cuadrados, somos especialistas en filtraciones y veo que acá están teniendo un problemita.
Realmente no sé qué pasó, pero creo que al mismo tiempo se escuchó un coro de ángeles canturreando un aleluya. La luz volvió y hasta la urna del abuelo brilló con más intensidad.
Había que cuidar al nuevo yerno a como de lugar.
Mi mujer y yo nos miramos y en silencio nos enviamos un te amo, mirándolo a él le dije lo mismo, aunque de la emoción me expresé en voz alta.
… Y así fue que, al tiempo la casa comenzó a secarse, gracias a la nena no tuvimos que pagar nada, vaya uno a saber como arreglaron.
Gracias a eso, la comezón del séptimo año fue solo un cosquilleo.
Hoy nuestra adorable hija trajo un nuevo noviecito, Gustavo ya fue, susurró.
El nuevo candidato dijo ser veterinario y, al ver a Sigmund con tal magnificencia; confirmó que estábamos ante una mina de oro.
—Un semental como este les puede dar una moneda —comentó entusiasmado.
Claro que había que convencer a mi madre para que deje que a Sigmund lo expriman un poco.

RAÚL LEIVA

Siete caballos

Cuando era un niño se los regalaron: eran siete pequeños caballos de distintos colores. Cada uno de ellos tenía un encanto particular, los había recibido y criado con mucho amor por toda su infancia, donde todo era juego y diversión.
Con el correr del tiempo tuvo que sujetarlos con una soga suave para que no se lastimen, tenía miedo que se escapen y perderlos para siempre. Los amigos del muchacho dejaron de visitarlo ya que les dedicaba gran parte del tiempo a los caballos. Estos se empezaron a sentir incómodos, la soga les empezaba a apretar el cuello y no se sentían libres de ir a donde querían. El joven los amarró a una columna que sujetaba el techo de su casa con sogas cada vez más resistentes. Era el punto más fuerte que encontró para asegurar que los animalitos no se vayan.
Revisaba a diario las sogas, ya que de tantos tirones y mordiscos corría serios riesgos de perder a alguno de ellos.
Una tarde. Los caballos descubrieron que, si tiraban todos juntos para el mismo lado, podían llegar a liberarse en su totalidad. Ya poco les importaba el amor del joven, era mejor recompensa correr por el mundo que seguir sujetos a algo bello y cargado de un amor patológico. La columna donde estaban atados empezó a crujir y una tarde, un ruido seco anunció el momento previo a la rotura definitiva. El muchacho corrió a intentar sujetarlos y en un acto desesperado tomó el arma de su padre, pero la estructura cedió y el techo se desplomó inevitablemente.
Al otro día el diario publicaba esta noticia:
“Un nene de 12 años que en la noche del domingo se disparó en la sien usando el arma de su padre, un sargento de la Policía de Misiones, falleció este martes a la mañana en el Hospital de Pediatría de Posadas. Su tío asegura que el menor era víctima de bullying escolar, pero en la institución educativa lo niegan.”

GAIA ORBE

“arriba está el peligro
la obediencia abajo”.
Las siete edades
sin hablar llora
en la teta revela
manjar de madre
*******
cantos en juegos
los egos caprichosos
aprenden a volar
*******
romántico amor
suspira por las noches
baladas tristes
*******
el bien contra el mal
arremete el coraje
cruenta batalla
*******
sabias máximas
dueña de las verdades
siente el vacío
*******
entrada en días
en la confusión grita
por qué estoy acá
********
las ramas en viñas
corambre de los sueños
intenso es vivir

MARÍA JOSÉ AMOR PÉREZ

Parece ser que el número 7 tiene un significado cabalístico para los judíos: los 7 días de la Creación, las 7 plagas de Egipto y no recuerdo si hay alguno más.
En el catecismo estudiamos los 7 pecados capitales con su contraposición de 7 virtudes.
Pero no solo el número 7 es un símbolo o lo que quiera llamarse religioso, ya que los Enanitos que acogieron a Blancanieves, también eran 7. Y hasta incluso eran 7 los mandamientos que tenían loa animales en la genial obra de Orwell “Animal Farm” (The seven comandaments).
Sin embargo a mí y a toda mi generación, el número 7 nos trae a la memoria un cuento que tantas y tantas veces escuchamos en los programas infantiles de la radio (entonces no había televisión).
El tal cuento, no recuerdo el autor, explicaba lo siguiente:
En clase de Aritmética tocaba estudiar la “tablas de multiplicar”. Y, por supuesto, según la metodología de entonces, se aprendían mediante un soniquete que aquí no puedo reproducir, muy criticado después, pero que, por artículos leídos recientemente, era una manera muy útil para que los nombres y conceptos quedasen grabados en la memoria.
Cada día se estudiaba una nueva y se repasaban las anteriores. Y, por supuesto, el profesor llamaba a una serie de niños para que las recitasen.
Y aquel día le tocó salir a Pepito.
-A ver Pepito, dime la tabla del 7- dijo el profesor.
Pepito empezó a cantar:
-Siete por una es siete, siete por dos, catorce, siete por tres, veintiuna…-pero ¡ay! Llegó a:
-Siete por nueeveeee- y no le salió
Volvió a repetir:
-Siete por nueeveee- y tampoco. Y así unas cuantas veces más.
El profesor, nada compasivo y dado que no se la sabía bien, iba ya a ponerle un cero.
Pepito con horror vio la mano del “profe” cogiendo el “boli” para ponerle la mala nota y este hecho, como un rayo, hizo que viese claramente la solución yacabó cantando a plena voz:
-Siete por nueve sesenta y tres
Y el que no lo sabe
Ese tonto es.

ARCOIRIS MORENO

VERSOS EN 7 COLORES
***Por Arcoíris Moreno***
YO CREO:
en el dolor, en la poesía,
en el amor, en la alegría…
Yo creo en la vida;
este juego caprichoso
que nos va transformando
a golpes y caricias.
En todo lo que somos
y nunca más seremos,
en el dolor, en la poesía,
en el amor, en la alegría…
Yo creo.
……….
Así comenzaba este libro poemario, donde catalogados según el carácter del poema, con el significado de cada color, se daban cita el amor, el desamor, la esperanza, la alegría, la dicha y lo transmutable…
La idea rondaba mi vientre desde meses atrás, pero, el empujón definitivo para conseguir la alquimia entre la idea y la manifestación palpable fue precisamente el anuncio – ejercicio-creativo de la semana primera de septiembre 2022.
Siete – 7.
Celebrando el séptimo aniversario de Editorial Cuatro Hojas.
Un rayo multicolor iluminó mi glándula pineal, y el deseo infrenable de escribir, revolver archivos, bucear en todos los baúles y en la larga lista de quince años de asidua escritora en facebook, donde a modo de cuaderno, y casi siempre improvisando, nacían los más bellos poemas, pensamientos, incluso algún que otro cuentecillo… Ahí, en ese mar de letras, lágrimas, risas y confesiones múltiples pasé noches, tardes, madrugadas, días… hasta conseguir un archivo que al formatearlo, aún siendo todavía muy elemental… ya prometía ser una gran obra.
El 7 del 12, de 2022, recibía este «manuscrito» la editorial
Cuatro Hojas.
Tardaron 7 días en hacerme llegar la tan esperada respuesta: Admitido!! Le damos la enhorabuena. Nos pondremos en contacto personalmente para redactar el contrato de publicación.
Yupiiii!! el sueño de niña a punto de hacerse realidad…
Ya tenía un par de libros publicados, pero, al ser autopublicación, no parece que sea tan relevante.
El libro fue acogido con cariño, con simpatía, y con gran interés popular llegando a ser lectura cotidiana en colegios, institutos…
Siendo traducido a varios idiomas, y premiado en concursos, dentro y fuera del país.
Así fué como el 8 del 8 del 2023, octavo aniversario de Editorial Cuatro hojas, se celebró una gran fiesta a la cual fuimos invitados todos los simpatizantes de esta prestigiosa editorial, especialmente autores y autoras dados a conocer bajo esta maravillosa editorial, a la que muchas debemos la gratitud de un sueño hecho realidad.
Y colorín colorado… éste cuento, no ha acabado.

ARACELI GALERA RUIZ

Siempre asociamos algún número a la mala suerte y también a la buena suerte. En mi caso, los viernes 13 son fatídicos. Habitualmente hay algo penoso que me pasa ese día. Se dice que el número 7 es el de la buena fortuna. Pues precisamente ayer, que fue día 7, fue malísimo para mí. Me acompaña la desventura. Es posible que sea solo cosa mía, pero así lo veo yo. Espero que a los demás les traiga mucha felicidad y buenaventura.

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18 comentarios en «7 – Miniconcurso de relatos»

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