Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «rienda suelta». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 3 de marzo!
* Por favor, solo votos reales. No hay premio, solo reconocimiento real.
** El voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos. Si alguien vota a 3 relatos, se contabilizará 1/4 de punto a cada uno.
*** Los textos son originales (responsabilidad de cada autor) y no han pasado procesos de corrección.
Liberar de mi corazón,» No a la güerra comenzada hace dos días, es mi propuesta,»
En los años en que vivimos de prosperidad en donde hay personas que viajan al espacio , la güerra es una locura. Como puede ser que un ser poderoso llamado Puti, vuelva a invadir como se hizo en la segunda guerra mundial a un país con bandera de libertad ciudadana de nombre Ucrania, sembrando en sus gentes el miedo a la muerte que les lleva a refugiarse en buques y metros.
No quiero alargar mis palabras escrita pues quien son yo …, Con lágrimas en los ojos digo en voz alta.»No a la güerra,»
Se acabó el sosiego, la tranquilidad y la paz.
Sé acabó nuestros paseos frente al río Dniéper y nuestras visitas a la catedral de Santa Sofía, donde encontraban lugar nuestras plegarias.
Se acabó nuestras rutas por esas montañas boscosas, llenas de vida, de aire puro, del rocio de la mañana.
Se acabó su aprendizaje en el colegio. Ese lugar donde daba rienda suelta a su imaginación. Donde los lápices daban color a sus días y las canciones de números y letras ritmo a sus extremidades.
Su mochila ha quedado colgada en el perchero de su habitación. Esa cuyas ventanas ya no se abren, por cuya persiana ya no entra la luz del sol. Donde su cama ha quedado desnuda.
Se acabó jugar en el parque. Sus domingos comiendo chuches en ese banco mientras obseva los pájaros volar. Las tardes con sus amigos.
Se acabó su infancia felíz.
Hoy los sótanos son la única estancia de las casas que se pueden habitar. Y desde ahí solo se escucha el estruendo de los proyectiles lanzados para provocar dolor.
Hoy la gente no sonríe. La alegría ha dado lugar a la tristeza. La calma ha desaparecido para dejar emerger la angustia y la preocupación.
El cielo ha cambiado su traje azul para vestirse de gris, naranja y rojo. Y el sol ha dejado de brillar.
Hoy ya no revolotean las aves. Esa bóveda solo la surcan grandes pájaros de hierro cargados de odio, mucho odio.
Hoy la vida dejó paso a la guerra. Una guerra para el beneplácito de alguien que ha sufrido una rabieta al ver que sus exigencias no fueron atendidas. Una guerra que regará nuestros campos con sangre, que destruirá nuestras calles y nuestras vidas.
Pero hoy, para ese «alguien», lo único que importa es enseñar al mundo entero su poder de destrucción. Y mientras, él se regocija de imponer su terror viendo cómo otros que no se conocen se matan entre sí.
Doña Lolita haciendo scrolling en IG. Se para y lee:
Manifiesta lo que quieras en tu vida.
Sssh!, desliza el dedo. Se para y lee:
Deja ya de ponerte límites, los límites están en tus pensamientos.
Sssh!, desliza el dedo. Se para y lee:
No permitas que nadie te límite, tu tienes el poder de crear tu vida.
Sssh!, desliza el dedo. Se para y lee:
Da rienda suelta al poder de tu mente, se consciente de que lo que tu crees puedes manifestarlo, puedes crearlo.
Después de un tiempo haciendo más de 4 horas diarias de scrolling y leyendo este tipo de mensajes, doña Lolita decide dejar a su marido después de 35 años de casados porque ya no lo aguanta más, ni su machismo, ni sus impertinencias ni su falta de respeto.
Algunxs dirán: «Bravo por Doña Lolita».
Doña Lolita ahora vive sola y dada su avanzada edad y soledad necesita constantemente de la ayuda de su hija.
Juan un becario de 30 años con una conducta y gustos casi idénticos que la doña, empoderado decide hablar con su jefe para arreglar su situación laboral y por fin consigue un puesto y sueldo dignos.
Muchxs dirán: » Bravo por Juan».
Juan tiene ahora a sus órdenes dos becarios de 33 y 34 años respectivamente.
Elena, también tenía los mismos gustos respecto a lo que leía haciendo scrolling que la doña y Juan.
La enterraron hace dos semanas. Estaba harta de que la hicieran volver a casa pronto, se marchó de casa, tenía 20 años. Para celebrar su libertad dió rienda suelta a sus deseos de fiesta. Al volver a casa, ebria, tuvo un accidente con el coche.
El Sr. Lupin,, tiene un gran poder en sus manos, gestiona toda una nación, y también tiene los mismos hábitos y gustos que nuestros personajes.
El Sr. Lupin cree y ha manifestado que tiene que salvar a algunos de sus vecinos, pero la realidad es que cree que puede ser el amo del mundo. Y ha iniciado una guerra.
Ninguno de ellos, nuestros personajes, paró en su scrolling ante un texto que decia:
Tenemos el Gran poder ilimitado de dar rienda suelta a nuestra mente y crearlo con nuestros actos, que maravilla!. Pero no olvidéis que todo gran poder tiene que ir acompañado de una gran responsabilidad, pues nuestra libertad tiene que tener en cuenta la libertad de lxs otrxs.
Se quedó desconcertado Elías cuando vio desde su ventana que dos operarios tapiaban una zona próxima al colegio donde estudiaba. Le extrañaba sobremanera porque no había arroyo ni regato alguno en las cercanías. Y como no había manera de averiguar el motivo del vallado les preguntó sin más de qué se trataba.
—Es que han aparecido huesos y dicen que son humanos —le contestaron.
La respuesta no solo no calmó su curiosidad sino que le provocó un sinfín de dudas acerca de lo allí oculto, que imaginó un enterramiento clandestino. Se preguntó por ejemplo si serían de personas de la guerra española, opción que rápidamente descartó. ¿Acaso de la época medieval o tal vez más antiguos? A lo mejor eran una sucursal de Atapuerca. Habría de averiguarlo. Tendría que conocer primeramente si el colegio se asentaba sobre restos antiguos, sobre una muralla romana quizás, porque cerca de allí se habían encontrado cerámicas y mosaicos. Preguntó al profesor de historia. “Sí, el colegio fue hasta mitad del siglo pasado un convento.”
Fue como una iluminación, un relámpago, el trozo del puzle que faltaba. Había visto en la televisión El Nombre de la Rosa y se imaginó una escena parecida a la de la mujer accediendo de noche a la abadía. Los huesos hallados pertenecerían por consiguiente a mujeres que se servían de la oscuridad para visitar a los monjes a cambio de un gallo capón, porque el hambre no entendía de moral y los monjes de entonces gozarían además de licencia y bula. Hasta podrían escoger entre la clientela. Luego, satisfecha la concupiscencia, despeñaban a las pobres mujeres.
Qué satisfacción experimentó tras haber resuelto de manera tan sutil aquel misterio, si bien aún quedaba un resto por decidir: comprobar que los restos encontrados eran de mujer.
Leyó el periódico local y logró enterarse de que no eran restos fósiles sino un lugar de enterramiento sin especificar la naturaleza de los huesos. Nada nuevo por lo tanto. Mucho le tentaba preguntar otra vez al profesor de historia, pero ¿cómo disimular la curiosidad por saber si eran esqueletos de mujer? ¿Qué cara le pondría? En nada distinta de la que le puso Luzmila, la compañera de pupitre, que le miró a los ojos preguntando si tenía fiebre, porque estaba desquiciado e histérico.
—Tengo un problema. ¿Tu sabrías decirme si los huesos de un esqueleto son de hombre o de mujer?
— Qué pregunta tan tonta. Los hombres y mujeres tenemos algunas diferencias biológicas. Tú y yo no somos iguales, pero tenemos el mismo número de huesos.
—Sí, ya sé que eres muy lista, que sacas las mejores notas y eres muy guapa.
—Habrá más diferencias, digo yo. —Y giró pícaramente sobre sí misma haciendo un remolino con la falda.
—Claro, claro, que llevas falda.
Luzmila desdeñó otras experiencias, porque Elías desconocía a estas alturas de la fiesta dónde le mordía el zapato.
Se mordía, eso sí, las uñas. Sabía que la pelvis femenina era más ancha, y menos la caja torácica. Se planteó saltar la valla que tapiaba los restos y hacerse de una cinta métrica, porque tendría que comparar aunque no sabía con qué. Si Luzmila se prestase, pero él no era un modisto. Se burlaría si le pedía que se dejara medir el contorno. Buena le esperaba si ella daba rienda suelta a esta empresa tan disparatada. Sería el hazmerreír del colegio. Convencido de que no era el método acertado, mudó propósito, metió los avíos en una mochila y se dispuso a saltar de la otra parte. Tenía medio cuerpo sobre la pared cuando apareció un guarda.
—Alto, ¿dónde vas?
—A medir unos huesos. Estoy haciendo un trabajo.
—¿De qué?
—De osteología.
—¿Hostiología? Tú no estás bien de la cabeza. Anda, lárgate de aquí y pregunta al cura.
Vas a decir
que no tengo razón,
ya conozco tu juego.
Vas a mentir
para quedar bien
y satisfacer a tu ego.
Pero no podrás
esconder
las cenizas de tu fuego
Te atrapará
el remordimiento
y me suplicarás luego.
Siempre seré
ese tonto,
que escuche tu ruego.
Condenado estoy,
a arder
en tu infierno.
Vas a decir,
pero no podrás,
te atrapará el remordimiento.
Me suplicarás,
y caeré
de nuevo en tu juego.
Condenado estoy,
a arder
en tu infierno.
Siempre seré
ese tonto,
que escuche tu ruego.
Y por fin
daré,
rienda suelta al desenfreno.
Y por fin
haré,
una hoguera con tu infierno.
VENGO DEL OTRO LADO
Me han traído las mareas,
a este lado.
Y me llaman refugiado…
Tengo el pelo rizado,
color oscuro, ojos redondos,
labios carnosos, sonrisa grande.
Vengo herido, quemado y solo,
con hambre, mucha hambre.
Vengo del otro lado mundo.
Con otros modos y costumbres
fuegos y lumbres.
Vengo a quedarme,
contigo un tiempo,
a ser tu amigo.
Tu vecino.
Qué me prestes
cariño, abrigo y lumbre.
Me enseñes a estar contigo,
siendo amigo fiel y testigo
de mi cruel destino distante.
Me han traído mareas del mar,
me llaman Inmigrante.
Vengo de otras tierras distantes,
donde el agua se ha escondido.
Errante y desconocido,
son los caminos vividos.
Me encuentro totalmente perdido.
Vengo de la otra orilla,
donde solo crece,
el hambre y la guerra.
Sólo he traído los bolsillos rotos,
y mil problemas.
Confío en vosotros,
en vuestra ayuda.
En vuestra cena.
Vengo más allá, del mar,
me llaman refugiado…
Estoy lleno de heridas,
de miedos, de hambruna.
Me han traído las mareas,
a este lado, entre brumas del mar.
Y me llaman refugiado.
Tengo el pelo rizado,
color oscuro, ojos redondos,
labios carnosos, sonrisa grande.
Vengo herido, quemado y solo,
con hambre. Vengo
del otro lado desterrado.
Vengo a quedarme contigo,
a ser tu amigo. Tu vecino.
Qué me prestes cariño,
abrigo y destino.
Me han traído las mareas,
y me llaman Inmigrante.
Traigo una mano atrás,
y la otra delante. Vengo
de la otra orilla errante,
donde solo crece,
el hambre y la guerra.
Sólo tengo los bolsillos rotos,
y mil problemas, no son pocos.
Confío en vosotros,
en vuestra ayuda.
Vengo más allá del mar,
me llaman refugiado,
lleno de heridas, de miedos,
aterrado, a vuestro lado.
Me han pasado malos tiempos,
duros los caminos
sin zapatos y sin comida,
los he andado.
Sin cariño y solo he llegado.
Dejando atrás a tantos hermanos.
Vengo del otro lado
hambriento y sediento
y me llaman refugiado.
Tengo el pelo rizado
y soy amigo del sol, del viento.
Huyó de la guerra y el momento,
tengo que parar en algún lado.
Soy persona, me llaman refugiado.
SERGIO SANTIAGO MONREAL
Como cada sábado me dispongo a dar rienda suelta a mi creatividad sobre un tema semanal propuesto y lo plasmo en esta hoja en blanco, la tinta dará rienda suelta a mi pensamiento y mis musas serán invocadas en un nuevo acto artístico que realizará mi pluma con su raudez habitual. Mientras doy rienda suelta a mi imaginación y saboreo el aroma de cada letra que se anexiona con otras y forman palabras que desembocan en el mar de mi relato como aguas turbulentas que cuyo flujo no para y desborda los ríos por su exceso de caudal.
Dando rienda suelta a mis preocupaciones, la verdad es que escribiendo se me olvidan las susodichas, y me sumerjo en un mundo nuevo que creo cuyo nudo y desenlace sólo yo conozco y nadie entiende el final. Sólo quiero escribir y la estética en estos momentos me da igual. Si creo una historia o la dejo inconclusa, eso ya se verá. No obstante, soy un experto en contar sin contar.
Y ahora que ya he dado rienda suelta a este escrito y me encuentro fenomenal, no puedo parar de pensar en cuál será su final. ¡Me da igual! Punto final.
PEDRO A. LÓPEZ CRUZ
DEATH VALLEY
La escena comienza con un primer plano a ras del suelo. Un escorpión agita al aire su letal aguijón en busca de una víctima invisible, mientras las abrasadoras ventoleras de arena caliente soplan entre un bosque plagado de Joshua trees. La temperatura no suele bajar de los cuarenta y nueve grados. El sofocante calor impregna toda la escena acompañado de un inquietante silencio, solo roto momentáneamente por el movimiento nervioso de los crótalos de alguna serpiente de cascabel. Un sol implacable y mortal cae como una losa sobre el desierto, en uno de los peores veranos que se recuerdan en América.
Lentamente, las gotas de sangre van cayendo, segundo a segundo, sobre el polvoriento salpicadero del Pontiac Firebird rojo, aplastado bocabajo contra dos enormes rocas después de haber dado varias vueltas de campana a gran velocidad. En su interior se retuercen dolorosamente los cuerpos moribundos de nuestros protagonistas, dos modernos Bonnie and Clyde cuyas vidas están a punto de expirar en aquel recóndito paraje perdido del desierto de Nevada tras haber vivido en primera persona la más vertiginosa e increíble aventura de sus vidas. Todo se ha precipitado desde el momento en que decidieron romper sus cadenas y vivir a rienda suelta. El valle de la muerte… profético e irónico nombre para el lugar donde aquellos dos infelices han ido a dar con sus huesos sobre la arena, una tarde cualquiera de un día cualquiera. En un verano cualquiera.
Tan solo unas horas antes, el fin de semana ha sido interminable, tórrido e intenso. Ella por fin se ha decidido a escribir el epílogo a un largo infierno de continuos maltratos. Su juventud y sus ansias de llegar lejos de manera precipitadamente fácil le habían llevado a casarse con aquella bestia humana. Ahora, el tirano magnate de Hollywood que había sido su marido, yace inmóvil y rígido sobre el frío suelo de mármol negro de Portoro, mientras ellos, muy lejos de allí, se ocupan de dilapidar varios maletines repletos de billetes de los grandes, arropados por la eterna y mágica noche de Las Vegas. Ambos se dejan arrastrar por un vendaval de alcohol, drogas y sexo desenfrenado, como si no hubiese un mañana, intentando recuperar un tiempo ya perdido, pero que ellos creen tener aún por delante.
Las mesas de blackjack bullen repletas de todo tipo de personajes ataviados de smoking, brillos y pedrería. Parece ser el uniforme oficial en aquel ambiente de lujo y oportunidades. Los ríos de monedas son escupidos continuamente por las bocas de las máquinas tragaperras, mientras miles de cámaras escrutan minuciosamente los enormes salones de juego y otros tantos miles de ojos lo vigilan todo, en continua comunicación por el circuito interno de radio, observando cada detalle, cada persona y cada movimiento.
En primer plano se escuchan las continuas risas de nuestros protagonistas, entremezcladas con húmedos besos y algún torpe movimiento de mano que intenta deslizarse por el interior del vestido de ella, aprovechando la soledad de un rincón donde ellos se creen a resguardo de las cámaras. Preludio de lo que les espera más tarde en la habitación del hotel. Pero cada cosa a su tiempo.
Mientras, la policía realiza sus investigaciones. En California las cosas se mueven muy rápido, en todos los sentidos. El cadáver ha sido descubierto temprano, por el jardinero, y a partir de ahí, se ha puesto en marcha toda la maquinaria. Aaron Chandler no es una persona cualquiera. Su prestigio como uno de los más afamados productores en el mundillo del estrellato cinematográfico le preceden desde hace décadas. Todo ello, unido a su fama de intachable filántropo han hecho que nadie, ni siquiera en su círculo más cercano, haya sido capaz de percibir, ni remotamente, al monstruo que se esconde tras aquella falsa máscara de éxito.
De repente, la puerta de la habitación se abre de manera súbita e inesperada. Una decena de policías entran gritando, flanqueados por el director del hotel. Pero ya es tarde. Horas antes, él ha recibido una llamada que le ha alertado. Sus tentáculos se extienden por todas las esferas, y sus contactos en la policía le han dado esas horas de ventaja, suficientes para emprender la huida a través del desierto, sin rumbo fijo, pero con el objetivo de alejarse de allí a la mayor velocidad posible para continuar su periplo a lo largo y ancho de varios estados y finalmente cruzar la frontera.
Es mediodía. Apenas han tenido tiempo de coger nada para comer, absortos en su precipitada maniobra de escape. De repente, él aparta la mirada momentáneamente para encender un cigarrillo. Ella aprovecha para quitárselo de la boca e introducirle su húmeda lengua cuando aquella roca se interpone en su camino de forma imprevista, haciendo saltar el viejo y enorme coche a una velocidad endiablada y provocando el accidente fatal que los deja tendidos para siempre en aquel caluroso e inhóspito valle, a merced de los buitres que aguardan su esperado momento.
BEGO RIVERA
Acaba de pasar otro tren, sigo mirando las vías sin saber si me atreveré a hacerlo o no. Llevo tres horas aquí sentada en el andén, mirando los raíles, mirando mi posible futuro. Estaba decidida a hacerlo esta mañana cuando llegué, pero siguen pasando los trenes…y no me atrevo ¿ Porqué?
Miro a la gente entrar y salir de los trenes:la mayoría con prisas, gente de todas las edades ¿ Qué tendrán en la cabeza? Será alguno feliz plenamente? No lo creo. ¿ Cómo aguantan? ¿ Soy la única rara?
Si yo falto…el mundo seguirá igual. Imagino que no estoy aquí: en el metro, ni sentada, ni escribiendo. Es fácil imaginarlo porque llevo mucho tiempo aquí y nadie se ha fijado en mí: no soy nadie.
No es la primera vez que lo intento, igual me falta valor…¡ No! Valor tengo, es la conciencia que no me deja, doy rienda suelta a mi imaginación y mi lado más oscuro pero de pronto emerge por un pequeño resquicio por el que se cuela. Me habla, me recuerda a mi familia y amigos: » lo pasarán mal» me grita. Yo le contesto: será momentáneo. El tiempo lo cura todo y pasa rápido: vuela, desaparece, se desintegra.
La incomprensión que me invade por parte de los demás no la logro comprender. La falta de empatía cada vez la percibo más. Soy muy sentida: a lo mejor es un error. Como no tengo bastante con lo mío… No puedo con las injusticias y estoy rodeada de ellas. Lo peor, casi no puedo hacer nada. El mundo es un caos yendo a peor. La buena gente- que la hay- se siente impotente, como yo.
No hay solución.
Va a llegar otro tren, lo escucho…¿ Lo hago?
Llega el tren. Lo miro, me levanto.
Quemaré la carta, como las últimas veces. Quizás me atreva la próxima vez.
Nota autora: Mi pequeño granito de arena para que se tome más en serio la gran lacra que nos invade que es la salud mental.
ANGY DEL TORO
Actuaron los necios y dieron rienda suelta a su enojo, la guerra ha comenzado. La palabra no basta, hemos de servir a los perversos, a los que en desenfrenada carrera destruyen cuanto ven a su paso. La persona enojada comienza sus pleitos, y obedecer a sus órdenes nos regresa a un pasado de dolor y muerte que parecía olvidado. Ciencia, religión, justicia, nada es suficiente para detener el desenfrenado giro de violencia y destrucción que nos arrebatará el dulce sueño de perseguir quimeras.
IRENE ADLER
Vladimir Litvinenko. Ex espía del KGB. Asesinado en Londres en 2006 con polonio 210.
Boris Nemstov. Opositor político. Asesinado en 2015.
Yuri Shchekochijin. Diputado y periodista. Asesinado con talio en 2003.
Paul Klebnikov. Periodista. Asesinado en 2006.
Anna Politkovskaia. Periodista. Asesinada a tiros en Moscú en 2006.
Yulia y Serguei Skripal. Ex agente doble ruso y su hija. Envenenados con Novichok, un gas nervioso, en Salisbury, Reino Unido, en 2018.
NOVICHOK
Los ha estado observando durante días: sus largos paseos al sol descafeinado de Bath; el trayecto entre su casa y la Universidad; las rigurosas visitas a la iglesia ortodoxa de la Dormición, que pretenciosamente aspira a emular a la que hay en el Kremlin. Quizá sean malos rusos, pero son buenos cristianos. Seguirlos ha sido fácil, casi aburrido. Actúan como cualquier pareja al borde laso de la jubilación. Zoya es un ama de casa entregada al marido y a las tareas de la comunidad. Toca el piano. Va a la peluquería del barrio dos veces por semana. Los viernes por la noche cenan en un restaurante del centro. Vladimir da largas y tediosas conferencias en la Universidad de Bath sobre geopolítica, un trabajo cortesía del gobierno de Su Majestad. Los miércoles por la tarde toma el tren a Londres, y un coche sin distintivos, lo recoge en la estación de King’s Cross y lo lleva hasta un edificio eduardiano en Belgravia. Podría ser un club masculino, una casa de putas de lujo, un nidito de amor clandestino y carísimo. Pero es una casa segura del Ministerio del Interior. Vuelve a Bath en el tren de las 10:47, a tiempo para tomarse un Oporto con Zoya y cenar frente al televisor.
Podría rociarles la casa con Novichok o ponérselo en la botella de Oporto, pero es sucio y poco confiable. Recuerda la última vez, cuando resultaron más perjudicados la interna filipina y el gato, que los objetivos. La filipina murió tres días después y al gato lo encontró la policía sufriendo un episodio psicótico y tuvieron que sacrificarlo. Le han exigido precisión, discreción, eficacia. Y él ha dado rienda suelta a su imaginación, (porque a la impunidad ya se la dieron), y ha encontrado la manera perfecta de asesinarlos rápida y limpiamente, no como los últimos chapuceros del GRU, que tiraron a la basura el frasco de Channel n°5 donde camuflaban el Novichok, y un tonto lo recogió y se lo regaló a una señora de Amesbury. Éso es amor, y lo demás cuentos. Un regalo cutre, rescatado de la basura, pero una muerte de primera plana. Los caminos del reciclaje son, en verdad, inescrutables.
Él no lleva ningún frasco de perfume, sino un aerosol corriente, similar a ésos mentolados que sirven para refrescar el aliento. Estas cosas, desde luego, no viajan con uno en el equipaje de mano, ni facturadas en las maletas. Demasiado peligroso: los equipajes se roban, se extravían, siempre hay algún agente de aduanas con exceso de celo, estupidez o ambición, que le da por rociártelo a dos centímetros de las narices, y claro, no es seguro. El suyo ha entrado en el país por valija diplomática, y lo recogió en una ventanilla del consulado como quien retira dinero del cajero o los papeles del paro. Sin más.
En esta mañana de sol descafeinado, los ha seguido hasta la falsa iglesia de la Dormición, ha entrado tras ellos, se ha sentado en el último banco, sin reparar en los iconos y las vírgenes de mirada triste y bizantina, que parecen apiadarse de los tres antes de tiempo. Zoya y Vladimir se acercan, como siempre, al altar mayor, y un cura barbudo con una mitra oscura les acerca a los labios, como siempre, una aparatosa cruz ortodoxa dorada. Y ellos, como buenos cristianos, la besan. Él observa, se asegura de que los labios rozan el pan de oro, que seguramente estará frío y será suave, y luego los sigue con la mirada hasta su banco. Anoche roció esa cruz con Novichok, bajo la atenta mirada de las vírgenes tristes de los iconos bizantinos. Cuando el sacerdote se da la vuelta, y empieza el salmo, él inicia, moviendo los labios como si rezara, la cuenta atrás.
Sesenta. Cincuenta y nueve. Cincuenta y ocho. Cincuenta y siete…
LA GATA LÓPEZ
MEDUSA.
Medusa, era una joven sacerdotisa del Templo de Atenea ( diosa de la sabiduría). Su belleza cautivó a Poseidón ( dios del mar) que se enamoró de ella, al no ser correspondido tomó a la joven por la fuerza. Esto provocó rabia y vergüenza hacia la joven por la diosa Atenea, que convirtió su hermosa melena en un nido de serpientes, mitad humana mitad criatura, Medusa se escondió de la vista de todos en una profunda cueva con la maldición que si algún hombre volvía a mirarla a los ojos quedaría convertido en piedra.
Años después, Perseo dio muerte a Medusa porque necesitaba su cabeza para derrotar a Cronos.
JOSÉ ARMANDO BARCELONA
¡PUES NI TAN MAL, OYE!
«Amelia, sé que esta carta nunca te va a llegar, pero ya me conoces, tengo querencia por documentarlo todo, qué sé yo, en alguna vida anterior debí ser policía, registrador de la propiedad, notario… quién sabe.
Si no te lo han dicho ya, has de saber que esta noche no iré a cenar y no guardes la tortilla de ajetes para mañana, porque tampoco podré pasarme por casa. ¡Qué quieres, hija, estoy muerto!
Al menos eso me ha dicho un funcionario muy sieso, que estaba loco por cerrar la ventanilla y largarse a casa. A lo mejor su mujer también le había hecho tortilla de ajetes, ve tú a saber.
No sé, chica, ha sido una cosa muy extraña, para no creérselo. Yo es que no recuerdo nada, solo ir por la acera de Carrica, casi en el cruce con Moratín, a la altura de la droguería, la de los botijos talaveranos, ya sabes cuál te digo; pues oye, fue sentir un golpe seco, rápido, como una toba en el cogote y luego nada. Pero nada, o sea, nada. No sé como explicarlo. ¡Nada! Muy raro.
He recuperado aquí la conciencia, o la cordura, o la madre que me parió, ¡yo qué sé! –cuando digo aquí quiero decir en esto, o sea, como decirte, el más allá o como lo quieran llamar–, haciendo cola, en una oficina enorme, aséptica, fría, como la del paro; con cara de gilipollas y el tique del turno en la mano. El ciento tres, llevaba, y en la pantalla iban por el catorce, imagina el panorama, y todo el mundo en la inopia, como pasmarotes, nadie sabía de qué iba el asunto. Le preguntabas al segurata –porque aquí también los hay, de PROFÉMUR, pone en la chapa, un gorderas bajito, con uniforme negro y cara de llamarse Anselmo–, y el tío: «que tranquilos; que un poco de paciencia; que ahora, cuando os toque, seréis informados…».
Resumiendo, que cuando me ha tocado el turno, va el funcionario, el sieso ese de antes, y me suelta que estoy muerto; que debe ser un error, porque mi expediente no aparece en el sistema, pero que siendo viernes y hora de cerrar, hasta el lunes no pueden hacer nada; que me busque la vida.
Y a la puta calle que nos han echado a todos, Amelia, como te lo cuento, porque detrás de mí quedaba la tira de gente por atender. La administración pública funciona como el culo en todas partes; hazme caso.
Qué quieres que te explique, mujer, esto es más o menos como allí: calles grises, casas sin gracia, gente a lo suyo… encima está lloviendo y parece todo como muy desangelado. Igual con sol es otra cosa. Pero algo sí te digo: venir aquí de propio es tontería; no sé yo que le verán los suicidas a esto, la verdad.
En la puerta del juzgado, o lo que sea la oficina esa, una legión de abogados estaba repartiendo tarjetas a los que íbamos saliendo —como ya te he dicho éramos unos cuantos—, porque parece ser, que cuando se muere uno puede pleitear, ir a juicio, poner un recurso de apelación, y si te sale bien, pues eso, que te mandan otra vez para abajo, a seguir con lo tuyo tan ricamente. Por lo visto, casi todo el mundo recurre y hay un atasco en los juzgados de la leche.
A mí me ha dado su tarjeta uno, que en vida era de Calatayud, paisano, Ramiro se llama; muy agradable el chaval. Se mató con la moto subiendo el alto de La Perdiz y aquí se gana la muerte ejerciendo en un bufete de abogados, al parecer muy conocido. El tío se enrolla divinamente y me ha dicho donde quedarme este fin de semana; hasta me ha traído en su coche, ¡más majo!
El sitio se llama Jacob’s y es como un centro comercial a lo bestia, un complejo hotelero del copón, que tiene de todo: suites –aquí no hay habitaciones normales–, teatro, cines, sala de fiestas, restaurantes, pub, discoteca… la caraba, Amelia, un lujazo macareno, tía, y completamente gratis. ¿Te lo puedes creer? Aquí pasan estas cosas, según se ve.
Resulta que todo esto es de un tal Jacob Yitzchak, que tenía en arriendo la posada de Belén allá por el año cero. Parece ser, que este es el tío rata que le negó alojamiento a José, cuando su mujer estaba a punto de parir; ya conoces el cuento. Pues bueno, como castigo por su avaricia, está condenado a regentar el mesón más grande del universo, donde todo es pijería carísima, de la mejor, sin poderle cobrar un euro ni a Dios, bueno, a ese al que menos. ¿Cómo lo ves?
Ramiro se quedó a cenar conmigo. El chico se mató muy joven y no tiene a nadie aquí, solo a sus bisabuelos, pero como no los conoció y parece que mueren muy lejos, allá a tomar viento, en la otra punta del más allá, que es enorme, como que no les tiene mucho apego y los ve poco.
Comimos unos bocatas y luego nos acercamos al pub a tomar unas copas, porque este, que conoce a todo dios, me quería presentar a gente guapa de la zona. Por lo visto, aquí el personal es viciosete y las noches están muy animadas.
El local se llama «El 69», así lo anuncia un sicodélico neón que corona la entrada. Por dentro desinfla un poco; esperaba más, pero es normalito, al estilo de estos sitios, nada especial: luces indirectas, mucho plástico, sofás y sillones bajos, metacrilato en las mesas y en un rincón un pequeño escenario, con piano, para las actuaciones en directo.
La música en su punto, deja hablar; cuando entramos sonaba «Have I Told You Lately», en la versión de Van Morrison, y el ambiente era agradable, tranquilo, la gente dialogaba, tomándose sus copas sin alborotar, todo muy apacible; solo un grupo algo más numeroso, que ocupaba una especie de zona vip, al fondo del establecimiento, se dejaba sentir un poco más, pero no en exceso. Hacia allí nos dirigimos, porque Ramiro los conocía a todos.
Eran como una docena, de apariencia hippie, pero en plan Miu Miu, Louis Vuitton, Dries Van Noten, Prada o Balenciaga, muy World Family Ibiza, para que me entiendas. Me los fue presentando: Juan, Mateo, Lucas, Santiago, Andrés… no recuerdo todos los nombres, ya te digo que eran bastantes; solamente había una chica, Magda: monilla, ella, morena, melena larga, más que guapa resultona y se nota que es el rollete del jefe, el líder del grupo, al que todos llaman «maestro». Ricardo me lo presentó como Jesús y yo, ahí, empecé a atar cabos. ¡Alucina tía! ¡Me pinchan y no me sacan gota!
En esto, que se acerca a tomar la comanda el mismísimo Jacob, el dueño del cotarro, ¿te acuerdas?, sí, ese. Vino así en plan muy colega, vacilón, sonriente y chistoso, pero en los ojos se le notaba nerviosete, amoscado.
—¿Qué vais a tomar, chicos?
—Agua para todos —se adelantó Jesús, y una mueca de dolor crispó el semblante del pobre Jacob.
—¡No me jodas Emmanuel, hoy no, que me está matando la úlcera desde el punto de la mañana! —gimoteó lacrimoso el posadero.
—Tira, tráete seis o siete botellas grandes; pero que sean de marca y sin abrir, mangante, que te conocemos y eres capaz de rellenarlas en el grifo.
Para no alargarlo más. Seis botellas de Perrier, nos trajeron y en un decir «Jesús» —nunca mejor traída la tontería—, se convirtieron en media docena de frascas de «The Glenallachie, 10 years old, batch 4» —un single malt espectacular, que brinca de los 300 euros la unidad—, que a buen seguro tenían al señor Yitzchak atiborrándose de antidepresivos en la trastienda del establecimiento.
Se habló de lo divino y de lo humano. Jesús se ofreció a mediar en lo mío, porque a pesar de que no se lleva demasiado bien con su padre —no sé qué dijo de pérdida de valores, aburguesamiento y entreguismo ideológico; cosas de familia, supongo—, conoce a todo el mundo y aquí tiene mucha mano. Nos dieron las tantas, porque el maestro aún pidió otra ronda más de agua, y para cuando terminamos con la última gota de aquel elixir divino y salimos de «El 69», andábamos todos un pelín perjudicados y arrastrando peligrosamente las erres.
Pero esta gente no se rinde nunca, se nota que se curran esto del parrandeo, así que alguien dijo de ir a hacerle escrache a un tal Pedro —que debe ser un alto cargo en materia de seguridad ciudadana, una especie de ministro del interior o algo así—, «por vendido, esquirol y lameculos». Sin embargo, yo me borré del asunto aduciendo que había llevado un mal día y estaba para las mulillas. Lo entendieron.
Y por hoy pliego, reina, me voy a dar unas burbujas en el jacuzzi, para relajarme, y luego a la cama, que de verdad estoy fundido. Además, Ramiro quedó en venir mañana, para enseñarme los tres distritos que conforman el sitio este; porque aquí, lo mismo que allí, parece que lo de la lucha de clases lo siguen llevando por el libro y hay barrios muy buenos, regulares y chungos. Ya te contaré.
Besitos, corazón y comete tú la tortilla de ajetes, porque me da que tengo aquí para unos días.»
LINOSKA BARANDA
Las bombas
no tienen nombre,
y la muerte
es su sino.
De nada sirven las voces
contra la guerra,
ni el llanto, ni los gritos
de millones de pacifistas,
ni los brazos alzados
con fotos de palomas,
de todos los humanos
de la tierra,
cuando se ha dado
rienda suelta
a la ignominia.
De nada sirve el pavor
en el rostro de los niños,
ni las imágenes del éxodo
triste y angustioso,
de los que han tenido
que dejarlo todo.
¿Qué será
de los huérfanos
de esta guerra?
Y de las madres,
¿Qué será de ellas?
¿Y de los soldados,
peones,
en el juego macabro
de la guerra?
¿Qué será de los viejos
que perderán a sus nietos?
¿Quién se ocupará de ellos?
¿Qué será de los padres
que quedarán sin hijos?
¿Qué será de aquellos
que matarán y dejarán
a sus hermanos,
muertos?
Las bombas
no tienen nombre,
y la muerte
es su sino.
EFRAIN DÍAZ
Les juro que no rebasé ese letrero de “PARE”.
No señor. Soy un hombre de ley y de orden. No violento la ley y pago mis impuestos. Nunca miento. Mentir es cosa de cobardes. Yo acepto las consecuencias de mis actuaciones, como debe ser.
Pero con una risa burlona, el policía insistía que yo había rebasado el “PARE”.
Si hay algo que me hierve la sangre es que acusen de algo que no hice. Y encima, su risa burlona me resultaba antipática.
Intenté razonar con él. Explicarle que no había rebasado el “PARE”, pero en su despreciable ser no había espacio para razonar. Insistía mientras reía, que había rebasado el “PARE”.
Cuando fue a remover la matrícula del frente del vehículo, dí rienda suelta a mi imaginación y a mi automóvil y allí quedó tendido. Arrollado.
ROCÍO ROMERO GARCÍA
hace semanas que la literatura
descansa conmigo
y las maderas se han vuelto más pesadas
de soportar la voz resonada
y reeditada de los escritores que marcaron
la guerra y la hambruna
de tiempos que me resultan familiar;
cada día leo menos por placer
y más por necesidad,
el corazón no duele
pero últimamente arde
por la mayor ruptura
entre el mundo y mis intenciones.
quería ser grande
y llenar plazas
con quejas de una vida fácil,
con las sombras chinescas
que proyecto en las paredes
de mi cabeza,
y pasar a la historia
en el completo desequilibrio mental
que marca a mi generación;
escribía poemas en filosofía
y en historia ordenaba los versos,
he vivido en enfermedad
y en corrupción,
en la venganza que la tierra
ejerce sobre artistas frustrados
como nosotros,
en la violación de derechos
y mujeres
donde el amor pasó a ser una cuchilla
de doble filo,
nunca me gustó el futuro
que me prometieron.
el mundo que espero
no me espera a mí,
quería ser alguien
sin hablar del bombardeo
que no escucho pero sé que está ahí,
como estrellas caídas
sobre el pueblo que ha olvidado
un sacrificio,
ya no hay dioses
y los reyes sobran,
los dictadores arderán
como la brujas que quisieron
cambiar los tiempos
como una profecía de nostradamus,
somos la última gran disnatía
que el mundo no deseó tener;
la salvación está ahí fuera,
pero no en espíritu y alma
si al hombre le faltan.
soy egoísta
y poco optimista,
quién lo iba a decir,
pero me alegra saber que nunca
tendré descencia a la que contar
todo lo que parece fruto de la ficción
y la fantasía de esos malos sueños
que recuerdas a todas horas,
aceptaré mi papel de escriba
y me disculparé a los autores clásicos
por no ser mejores;
habrá días buenos
y veranos más crueles,
hablaré de muerte
y me parece trivial,
quizá la miseria me alcance
y sea la viva imagen de mi abuela
en un futuro que debía ser joven.
por todos los niños
que no podrán ver el mar
y los adultos que no despertarán mañana,
por lo que la guerra quita
y nunca devuelve,
por la sangre que forma ríos
de traumas acumulados y hombres del saco;
mi vida es el único refugio
y es triste pensar eso,
la oscuridad se cierne
y el mundo está lleno de refugios
que nunca llegaremos a ver.
JACINTO FERNÁNDEZ LOMBARDO
Ajena a las miradas furtivas que espiaban en las ventanas de enfrente, Verónica, recostada a lo largo del suelo rectangular del balcón, leía tranquila mientras tomaba el sol completamente desnuda.
Yo la observaba con embeleso desde el interior de la habitación, contemplando la manera en que humedecía la punta del dedo entre sus labios cuando iba a pasar la página, viendo el porte de su mano al sostener el libro sobre su pecho moviéndose al compás pausado de su respiración, o mirando el modo en que, distraída, sus yemas acariciaban el cuello detrás de la oreja al apartarse el pelo de la cara.
La luz amarillenta de la tarde la envolvía casi entera cuando, ensimismada, cambió de postura y se puso de lado, sin advertir siquiera que los hilos ensortijados de su pubis que antes doraba el sol ahora volvían a oscurecerse por la sombra de su cadera y la del suave balanceo de sus pechos… y sin darse cuenta de que sus nalgas quedaban ahora expuestas al aire soleado de la tarde entre los barrotes que se asomaban a la calle.
Un poco después cerró el libro con delicadeza y lo colocó en el suelo fuera de la esterilla, sacó crema de un bote y comenzó a aplicarse una fina capa por todo el cuerpo hasta donde le alcanzaban las manos. Fue entonces cuando se giró dulcemente y mirándome a los ojos con su sonrisa de ropa blanca me pidió que le echara un poco de crema en la espalda.
A horcajadas sobre su cuerpo tendido boca abajo a lo largo del balcón, mis palmas se recreaban al moldear cada centímetro de cuello, hombros y espalda… y amasaron con suavidad su bonito culo asegurando que los muslos se separaban lo suficiente para que los dedos que sobrevolaban su línea rosa se posaran con mimo y abrieran despacio el hueco donde los labios habrían de encontrarse y besarse un instante más tarde…
A partir de ahí, los cuerpos se fueron comprometiendo y enredando… labios que besan labios, pezones que besan bocas, lenguas que exploran la piel y sus recovecos donde palpitan universos de licor… deseo y lujuria que se funden y bailan a ritmo acompasado, frenético y lento.
La perfecta combinación del amor y el deseo de aquellas dos mujeres en el balcón se extendió por toda la calle, larga y angosta, donde los gemidos se arremolinaban hacia arriba y después caían sobre la acera como pétalos al viento… vistiendo al atardecer de una inusitada luz cálida y rosácea.
Los espectadores que asistieron atónitos esa tarde jamás experimentaron un placer igual en otros cuerpos.
RAQUEL LÓPEZ
Sandra era espectacularmente mágica ,poseía un aura que la hacia ser especial.
La sutileza para poder comunicarse con los animales era muy particular.
Cuando estaba en casa,se imaginaba que estaba en un castillo ,subía al desván que consideraba la torre donde la princesa estaba prisionera y allí afloraba toda su magia entre libros de aventuras, de princesas y castillos.Y dando rienda suelta a su creatividad se disfrazaba de soldado con su espada de madera y enfrentándose a su gato,que observaba plácidamente en su sillón ,Sandra hacia aspavientos con su espada ante él.
-Creo que te queda mejor ser princesa..
-¿Quién habló?pregunto Sandra.
-El mismo al que estabas batiendo en duelo.
-¡Mixi,eres tú!.
–Miau…
Sandra le dio un achuchón tan grande que Mixi apenas si podía respirar.
-¡Ya basta!noe gustan tantas adulaciones.
-Te mostraré mis libros de aventuras,hay muchos dibujos-dijo Sandra.
-¿Aventuras?Para aventuras las de mi abuelo,el gran gato con botas.
-¿En serio?¡Que ilusión, cuéntame!..
Sandra y Mixi pasaron una tarde genial y llena de aventuras que se desvanecieron con la llamada de su madre..
-¡Sandra!la llamo mientras se dirigía al desván .
-Es hora de marcharnos Mixi.
-¿Con quien hablabas?
-Con nadie,respondió Sandra.
-Ay hija mía ,como sigas teniendo tanta imaginación ,cualquier día te veo hablando con Mixi.
Sandra y Mixi se miraron y ambos se encogieron de hombros, desde ese día,hubo muchos más días divertidos en el desván.
Y….la verdad ,no se si Mixi al final hablaba o era producto de la grandiosa imaginación de Sandra que daba rienda suelta a cualquier cosa transformándola en inolvidable.Verdad o no…fue divertido.
RAMÓN CORREA
A la no guerra! ¡a la no concupiscencia!.
La guerra no hace si no conducirnos al preludio y la concupiscencia al epílogo.
Si; de la nada se nos dió la vida y prolífera se extendió por el mundo;
Ahora de angustia conmovida desanda el camino con paso moribundo.
Poco a poco se ha ido absorbiendo su esencia entre vicios y falacias,
Sus tormentos han ido creciendo como crece la cizaña.
Pero ésa mutación nos traerá el descanso…
La zozobra ya no carcomerá nuestra alma
Porque en éste caótico lugar florecerá la paz espiritual que nos llenará de calma;
Pero antes,a esta estancia decadente,
De maldad plena,llena de sarcasmo,
La cubrirá un negro crespón de espanto….
Y vendrán jueces divinos con bálsamos y mantos para enjugar nuestro llanto.
Y como frágil hoja que el viento eleva,
La concupiscencia quedará marchita,
A otro mundo sin saber nos lleva el atroz pecado que nos esclaviza….
Repletos de gloria y de radiantes halos recibiremos las sentencias con justicia de aquél sinigual maestro y sus cortesanos….
Libres seremos almas miríficas.
Ya no hará falta la plegaria humana que libra y acendra el corazón;
Nos basta sólo entreabrir la entraña,
Reclinar los ojos y clamar perdón.
Si;ahora quiero recapitular mis pensamientos para que los demás tengan sentimientos
Y PUEDAN SOÑAR.
Sabemos, que los que no tienen conciencia,desechan la obediencia
Y NO SABEN OBRAR.
que los que no ciñen sus actos a lo substancial,serán excluídos del entorno social
Y TODO LES TURBARÁ.
porque el hombre heredero del mundo,
Tiene que entender que lo inmundo
LO EXTERMINARÁ.
que no puede el odio y el terror,paralizar en nosotros al espíritu creador
PORQUE NO NOS DEJA GUERREAR.
que lo singular de la divina verdad es vivir en unidad
PARA EL ÉXITO LOGRAR.
por ésto hay que depurar en nuestro corazón a las bajas pasiones y entrar en razón
PARA EL ALMA SUBLIMAR…..
o,si no, todo será desolación,inseguridad,
Porque sin ley no hay prosperidad.
Y ÉSA SERÁ LA SEÑAL.
Que ésa conciencia personal séa el lema que nos corone con una preclara diadema
TRAYÉNDONOS LA PAZ
Que nuestro ideal sea un faro de perfección en el puerto de la comprensión
PARA EL ERROR ENMENDAR.
que el tiempo,verdugo implacable como un huracán irrefrenable
NOS HAGA CAMBIAR.
para que el hombre,empuñe con ansiedad el valor de con vertir el mundo con frialdad
EN UN Paraíso terrenal.
Porque sólo él tiene el tiempo en futuro en nuestro presente inseguro
PARA LA GLORIA ALCANZAR.
Pero el empeño tiene que ser eterno en éste grotezco infierno
PARA QUE NO SEA BANAL.
Por éso los invito a la naturaleza y al hombre respetar;
A ser honestos en el vivir y en el amar
ANTES QUE LLEGUE EL FINAL.
JOSÉ RAMÓN CORREA A.
SILVANA GALLARDO
BRUJAS EN LA SIMA.
«Cuando una bruja encarna el amor propio,
su energía se vuelve magnética
y su sentido de posibilidad
se vuelve contagioso».
Autor anónimo.
En cualquier lugar de este mundo, donde se encuentran las nostalgias, las tristezas, los dolores tatuados a la piel, los pedazos de vida regados por los caminos que nos impone el destino. Se pueden respirar sonidos de esperanza para acallar la miseria humana que hace de sus víctimas seres fantasmales. Palabras que germinan en la conciencia de seres llamados mujeres que a pesar de su aparente debilidad perciben la grandeza de su espíritu guerrero.
Alessandra, es una mujer de clase media, obligada a trabajar jornadas de doce horas, por las circunstancias de pobreza en que vive. Sus horarios cambian según las exigencias del restaurante, a veces trabaja en el día, otras la requieren por la tarde y hasta altas horas de la noche. Es mesera, tiene treinta y cinco años. Su condición de madre soltera la obliga a vivir con sus padres, quienes se hacen cargo de sus pequeños hijos, de dos y cuatro años respectivamente, mientras trabaja.
Luz tiene dieciocho años, estudia la preparatoria, es alumna sobresaliente pues posee una privilegiada inteligencia. Desea ser abogada. Ella vive con su hermana y su sobrina, quien recién cumplió los quinces años. Se apoyan entre las tres; elaboran delicadas manualidades de macramé que por fortuna han gustado a sus clientas y obtiene buenas ganancias por tratarse de trabajo artesanal, lo que les permite solventar sus gastos de ropa, comida y vivienda.
Mayor que ellas es Gloria, de cincuenta y dos años, mujer preparada y exitosa, creó una empresa de alimentos, para apoyar a familias de escasos recursos, en virtud de que ella en su niñez, padeció en carne propia la pobreza y el hambre, razón por la cual su misión la tuvo bien definida, ayudar a la gente que más necesita.
Grazia trabaja de conserje en una escuela secundaria. Tiene dos hijas de doce y catorce años y su hijo de diez. El esposo la abandonó y le dieron autorización de vivir en uno de los salones de la escuela que era designado para guardar material de reciclaje. Se le acondicionó de la mejor manera para vivir allí.
A raíz de la primera marcha de mujeres, para alzar la voz y exigir el cese a la violencia de género, año con año se siguen llevando a cabo. Han cambiado las cosas a las alturas de este siglo en dicha actividad. Ahora se han vuelto reactivas, asisten a ellas, mujeres, incluso hombres y familias que coinciden con los ideales de esa lucha. Un grupo reducido de mujeres que se diferencian de las demás, en su tipo de vestimenta, generalmente de color negro; encapuchadas, se cubren el rostro «Ellas han sido para un Gobernador insensible quienes encarnen la “lección” que se pretende dar a las movilizaciones, esa advertencia que amenaza: si ejercen sus derechos, serán imputadas de delitos irreales, y serán perseguidas como si fueran los verdaderos criminales.»
Fue precisamente en una de esas marchas, que se conocieron estas mujeres. Traían demonios escondidos en su alma, provocados por la justicia impune que levanta un gran muro y genera la falta de credibilidad en las instituciones y en la democracia. Con lozas de enojo, furia y coraje en sus espaldas, dan rienda suelta a sus historias y a sus emociones contenidas.
En secreto se reúnen sintiéndose afrentadas por una sociedad machista, comparten sus historias. Se animan entre sí para no sucumbir a los obstáculos que les impone su situación de clase y de género. Es un escape que les permite la sororidad, para entender su papel en el transcurso de su existencia.
-Alesaandra, cuéntanos ¿porque te incorporaste al grupo?-
-Por supuesto. Una noche salí casi de madrugada del restaurante donde trabajo. Abordé un taxi, no podía darme ese lujo, pero era mi seguridad y además ya no había servicio en el transporte público. Observé que el chofer hacía una llamada, habló en voz baja. Fue muy breve, mi intuición me puso en alerta y le hice cambiar la ruta. Amablemente me dijo que sí. Me baje una calle antes. cómo sospechar que facilité mis momentos de terror a dos hombres que me interceptaron, precisamente en el mismo punto que pedí para bajarme.
Entre los dos empezaron a tocarme y me maniataron, su intención era violarme. Existen ángeles en la tierra, porque la voz de un vecino me llamo por mi nombre y eso alertó a los hombres que me atacaban; uno de ellos me hizo una herida en el cuello, intentó degollarme antes de huir. No fue grave y fui atendida muy rápido gracias a ese vecino, con quien ni siquiera cruzaba el saludo. Dios lo puso en mi camino, por algo.- Concluyó así, con voz quebrada como si hubiese revivido esos angustiantes momentos.
Gloria, Luz y Grazia se levantaron para abrazarla y consolarla.
-Es tu turno Luz, recuerda que estamos para apoyarnos-.
-Ay, amigas, me hierve la sangre de coraje, recordar las circunstancias por las que estoy aquí. Mi sobrina fue secuestrada, desapareció por dos meses, durante los cuales no paramos de buscarla; mi hermana no dormía ni comía, solo tenía en la mente encontrar a su hija. La autoridad hizo caso omiso a su denuncia en los momentos vitales y cuando la encontraron, estaba muerta, envuelta en una bolsa de plástico con huellas de tortura y violación, y además mutilada. A mi hermana le surgió la sed de venganza y por cuenta propia, empezó a indagar como una detective nata para encontrar al desgraciado que no solo mató a mi sobrina, sino que destruyó nuestras vidas, haciéndonos presas del miedo. Sin descanso, ella se guió por varias pistas, su intuición de madre la iluminaba, hasta que un buen día dio con él, he hizo que lo metieran preso.
La condena para el asesinó eran varios años de prisión. Sorprendentemente salió libre mucho antes de cumplir su pena y lo primero que hizo al salir del reclusorio, fue buscar a mi hermana y la mató. Aún tengo miedo, porque anda por ahí libre.-
-¡Cómo nos juzgan por lo que hacemos en las marchas! No somos malas, estamos llenas de rabia y muchos no lo entienden y nos tachan de revoltosas, dicen que nos pagan por hacer desmanes y no sé qué tantas mentiras más inventan para denostarnos de la manera mas vil.- Comentó Gloria, dando un golpe con el puño en la mesa, donde compartían y departían momentos de catarsis.
-Pero, ¿qué pasó contigo? cuéntanos querida amiga. Saca todo lo que te lastima- Le pidieron a Gloria.
Ella, sintiéndose en confianza, empezó a narrar su desventura lastimosa, cruel e hiriente:
-Hace algún tiempo, no sé cuánto y ya no me interesa, me divorcié de un monstruo, un hombre que me mantuvo atemorizada el tiempo que duró mi matrimonio. A pesar de esa mala experiencia, encontré un hombre quien me orientó para que el divorcio se llevara a cabo sin problema. Me enamoré de él, quien quedó viudo haciéndose cargo de su único hijo y decidimos vivir juntos. Nunca imaginé que viviría el peor de los infiernos con esos dos despreciables hombres. Un día entraron los dos a la recámara, ebrios, oliendo a alcohol, me atacaron y ambos me violaron de la forma más horrible que puedan imaginarse. Pasado esos momentos, no sé cómo me dejaron con vida y fui a denunciarlos. Jamás me creyeron. Huí de mi casa, porque ahí vivíamos y empecé a luchar por que se hiciera justicia, no solo por mí, sino por todas las mujeres que hemos sido violentadas de tal manera.-
Todas permanecieron calladas por unos momentos, asumiendo cada una su duelo personal en la intimidad de sus almas.
Grazia recordó haber conocido a un hombre y cometer el error de enamorarse, si es que enamorarse es un error o solo se dejó arrastrar por la necesidad de tener un hombre a su lado, que fuera la figura paterna para sus hijos.
-Era un hombre aparentemente bueno, trataba muy bien a mis hijos, especialmente a las dos niñas y me sentía respaldad, parecía que ellos lo aceptaban por los detalles que les demostraba. Pero un día, tuve que salir por una situación del trabajo y él se quedó con los niños. Me fuí muy tranquila con la idea de que mis niños estarían seguros. Cuando regresé ya era de noche. Al entrar, la escena que se presento ante mis ojos hizo que mi corazón latiera muy acelerado y no tuve ninguna fuerza que me motivara a reaccionar de alguna manera, el infeliz estaba violando a mis niñas. El volteó a verme y me dijo que yo ya estaba vieja y que él necesitaba carne fresca, por eso las había hecho sus mujeres: Me amenazó con llevárselas si pretendía denunciarlo, así que un tiempo soporté esa situación hasta que ya no pude más, pues a mi niño lo había convertido prácticamente en su sirviente, además de que nos hacía comer a él y a mí de la basura y lo que yo ganaba me lo quitaba.
Se llevó a mis hijas, las embarazó y tuvo hijos con ellas. Las encerró y un día, a una de ellas la descubrió asomándose por la ventana, se los tenía prohibido, así que la golpeó tanto hasta quitarle la vida, su bebé lloraba y él se lo acercaba para que lo amamantara y al no responder también mató a la criatura. Los embolsó y les echó cal para evitar el mal olor que desprende la descomposición de un cadáver y los escondió bajo una cama. Al no soportar ya el fétido olor en su casa, tomó la bolsa con los cadáveres y lo fue a tirar a la orilla de una solitaria carretera. Hice la denuncia demasiado tarde, pero aún así actuaron en consecuencia y lo metieron preso. Yo fui señalad como cómplice y decían cosas horrendas de mi. Me metieron presa, poco tiempo después me dejaron libre, con la vida y el alma rotas pero con la esperanza de encontrar un buen camino por mis otros hijos.
Se volvió a hacer un silencio total y todas se abrazaron con lágrimas en los ojos.
Fueron de todas esos momentos aciagos, y encontraban allí una esperanza para tener una mejor calidad de vida y un trato digno como seres humanos, pero con la rebeldía para seguirse manifestando, pues sabían que sus historias no eran las únicas, que hay muchas más que rompen el corazón de las personas nobles a quienes les pueden esas situaciones.
Siempre se preguntaban por qué, aunado a los insultos y vejaciones de que eran objeto, las llamaban brujas. Compartían en común vivir en medio de un mundo lleno de prejuicios, fanatismo religioso, todo ello, provenientes de lo más oscuro de la Edad Media en pleno siglo XXI.
En sus reuniones clandestinas, solían planear su asistencia a futuras manifestaciones no obstante ser perseguidas y juzgadas como lo peor de la sociedad. Leían y comentaban, intercambiaban opiniones y se retroalimentaban en los conocimientos adquiridos. Su lucha no cesaba.
Se convirtieron en mujeres de carácter impetuoso y seguro, se atrevieron a vivir bajo sus propios códigos, y a no existir para los demás, sino para sí mismas. Se rebelaron contra la educación de carácter patriarcal que se ejercía en sus casas pues era de estigmatización y castigo.
Este pequeño grupo de mujeres que gritaron su enojo, que les decían violentas por romper vidrios en las marchas, por protestar haciendo pintas en monumentos públicos, que escapaban del yugo patriarcal, soñadoras y ansiosas de levantar el vuelo en busca de sus ideales para reconstruirse, recoger los pedazos de su ser aplastados por la maldad, por la impunidad y la indiferencia. Todas estaban rotas, tenían las cicatrices del dolor más agudo que pueda sentirse en todos sus sentidos, en la piel, en los huesos, en las entrañas, quemándose por dentro.
Generalmente se reunían en ese lugar, aparentemente secreto, para no ser descubiertas mientras compartían lecturas, que para sus victimarios eran subversivas, como si estuvieran conspirando a hurtadillas en contra de un régimen, y efectivamente, así era, se rebelaban en oposición a un sistema social que las sometía.
Cierto día, el hijo del hombre con quien en mala hora se juntó Gloria, las sorprendió y creyéndose todo un misógino macho, se acercó a ellas con prepotencia, pues reconoció a su víctima, a quien nunca ayudó la autoridad para castigar su despreciable delito, y con su pose de soberbia y aparente poder, no soportaba que una mujer fuera inteligente, sabía que tenían un poder incontrolable y aún así las enfrentó.
-¿Qué haces aquí estúpida, creíste que jamás te encontraríamos? Pero ¡qué pequeño es el mundo!- dijo esto dirigiéndose a Gloria. -Te vas a arrepentir de habernos denunciado. Deberían aprender que ustedes solo están para servirnos y hacer lo que les ordenemos, viejas brujas. Revoltosas de mierda.-
Dicho esto intentó agredir a quien abrió las puertas de su casa para hacer una familia y encontró en él y su padre la desgracia de su vida. La tomó del brazo con violencia, como sintiéndose dueño de ella para lastimarla, al mismo instante en que todas reaccionaron y se abalanzaron contra él, con tal fuerza que lo hicieron caer al piso, y desahogaron en él las bestias contenidas. Lo patearon, lo escupieron. Ese miserable ser, representaba para ellas, a todos los hombres que las lastimaron, denigraron y las despojaron de lo más sagrado, su libertad, su tranquilidad, sus vidas.
Quedó tirado en el piso, inconsciente, sangrando por las heridas ocasionadas por los golpes que le propinaron, que en nada se semejaban a las heridas invisibles que ellas traían a cuestas como maldición desde tiempos inmemorables.
Allí lo dejaron y cambiaron su lugar de encuentros. Nada ni nadie impediría jamás su emancipación.
Precisamente comentaban en esos momentos, sus sueños de superación, de alcanzar la cima de la prosperidad, del respeto, la equidad, pero sobre todo, la justicia, pues no cesaban las noticias de los feminicidios, de la discriminación entre otros delitos donde, generalmente, las mujeres y los niños son las víctimas.
Sabían que no existía diferencia entre aquéllos tiempos en que perseguían a las mujeres acusándolas de brujas por contravenir órdenes impuestas para someterlas, y en los tiempos actuales en los que siguen enfrentando las adversidades; se rebelan ante las normas injustas establecidas por los hombres. Los roles eran muy rígidos sólo eran las esposas, las madres, las monjas o las prostitutas, ello obedecía entonces a llamarlas brujas cuando evadían dichos roles.
Todas ellas tuvieron que huir de sus casas, solas, con sus pasos sin rumbo fijo, abrazadas a su propio yo, con esa carga pesada sobre sus hombros, la violencia en sus hogares, el hostigamiento en las calles, el supuesto amor de hombres que maltratan; el dolor de su existencia.
Se hicieron amigas del viento y de la tierra; del fuego y del agua. Extendieron sus brazos y el viento las hizo ligeras; con el propio sonido de su libertad y el ulular de sus pensamientos. Fueron semilla germinada en la tierra para enriquecer su mundo, arraigadas a sus anhelos y a sus sueños.
Sus miedos fueron consumidos, antes de que ellas fueran dilapidadas por el fuego de los prejuicios que extinguirían su ser. Renació en ellas, un hermoso ser, con el coraje desde su vientre y su garganta; atorado por tiempo infinito en la boca de su estómago. Y en la sima de sus desventuras vomitaron toda la furia, la rabia, la impotencia y el enojo contenidos por mucho tiempo bajo el yugo de la injusticia.
Se dejaron llevar y fluir por el agua para sentirse limpias. Los sonidos suaves que percibían sus sentidos, alimentaron sus espíritus; se rodearon de fantasía y su ser, extrañamente se convirtió en universo, en el que habitan las brujas, ¡Sí!, todas aquellas mujeres empoderadas, bellas, libres, misteriosas y valientes.
Se volvieron guardianas del tiempo, se resguardaron en aquella mística barraca, en la sima donde la corriente atraviesa las estaciones de la vida. Abrazaron la causa de todas las mujeres, tomaron el cetro, no de reinas, sí de brujas, las que con su magia transforman la naturaleza porque la conocen, porque extraen de ella todo lo que cura, lo que sana el cuerpo y el espíritu, las que dan a luz, las que aman y se entregan intangibles a su lucha, para contener las bestias que las habitaron a través de los tiempos en su historia, en su pasado .
Serán las brujas de todos los tiempos, las perseguidas, las que murieron en la hoguera, las que expiraron en manos de sus verdugos. Las que quedan, honrarán sus ausencias y escalarán con hilos de oro, los senderos de la dignidad para alcanzar la cima y conquistar su cielo.
ALFONSO FERNÁNDEZ PACHECO
Nochebuena en casa de los Pérez Pérez
Lola y Charly Pérez estaban especialmente atareados. Era Nochebuena, y Carlos, el único hijo del matrimonio, estaba a punto de llegar a cenar, acompañado de su flamante novia, la insustancial Chispi, que aún no había tenido el placer de conocer personalmente a sus futuros suegros.
Charly, en su juventud, fue mecánico de motos vocacional, con la fortuna de haberse podido ganar la vida dignamente con el taller que heredó de su padre. Siempre tuvo ese deje típico de macarrilla simpático de barrio, que todavía mantenía. Ahora, ya jubilado, se dedicaba a arreglar cualquier tipo de vehículo que se le averiase a un amigo, sin cobrar nada por ello. Por su parte, Lola no había cambiado nada desde que se conocieron y tuvieron aquel flechazo instantáneo. Seguía siendo la misma hippy pacifista y soñadora. Como única novedad reseñable, estaba su asistencia a clases de Full Contact, de las que volvía a casa, diariamente, perfectamente magullada.
Carlos, como era de esperar, les salió serio, responsable, estudioso y bastante pijo, todo lo que no le inculcaron jamás. Con sus padres compartía la afición a la música, pero con un gusto muy distinto. Mientras Lola se pasaba la vida apagando el radiocasete de Charly, en el que invariablemente sonaba AC/DC, para poner en la minicadena a Janis Joplin o Joni Mitchell, Carlos escuchaba música clásica por los auriculares.
―Charly, guapito, no te me hagas el longui y ayúdame con los canapés macrobióticos de quinoa a la esencia de pachuli.
―Eso no se lo come ni el gato, ¿sabes cómo te digo?
― ¿Qué sabrás tú de comida sana y espiritual, alma de cántaro?
―Solo de pensarlo, me ha entrao un apretón. Ahora mismo vuelvo, churri.
Charly fue al baño a toda prisa, temiendo no llegar a tiempo, y se encontró con la puerta cerrada. Intentó abrirla por todos los medios y, de pronto, desde dentro, alguien le habló.
― ¿Es que no ves que está ocupado? Un poco de paciencia, hombre. ¡Qué presión, por Dios! ― protestó una voz ronca y profunda.
―Pero… ¿quién coño…? Lola, tía, hay un tipo cagando en el baño, y huele.
― ¿No te insistí en que no bebieras antes de la cena? Es que eres de lo que no hay. Anda, ve a abrir la puerta, que serán Carlos y la novia esa.
― Buenas noches, Charly. ¿No habrás visto a Nico por aquí? No le encuentro y nos ha dejado con todo empantanado ―preguntó el clásico elfo navideño.
―Lola, corre, ven, que estoy que lo flipo tó.
―Y, ahora, ¿qué pasa, dime? Qué cruz…¡¡¡Aaahhhh!!! ―Lola cayó desmayada cuan larga era.
― ¡Andá mi vieja, que le ha dao un chungo! ―Charly se lanzó a ayudar a Lola.
En ese momento salió Papá Noel del baño, abrochándose los calzones y entró en el salón como quien no quiere la cosa.
―Lola, Looola, la, la, la, la, Looola, qué mareo… ―otro al suelo.
―Chicos, venid, rápido. Al ataque con la cena, antes de que se despierten estos remilgaos ―incitó Santa a los elfos y a los renos, que no pusieron ninguna pega.
Carlos llamó al timbre y, al no abrirle nadie, usó su llave. Al entrar, vio a sus padres sin sentido, abrazados con ternura y toda la casa hecha un asco.
―Uy, uy, uy, qué familia más rara, yo me largo ―Chispi puso pies en polvorosa.
―Mamá, papá, ¿qué pasa aquí?, ¿qué es esto?
Charly y Lola despertaron algo aturdidos ante los gritos de su hijo. Se quedaron mirándole durante un instante sin pronunciar palabra, hasta que, por fin, la madre arrancó.
―No vas a creerlo, se nos han aparecido Santa Claus, que tenía diarrea, y un enano de orejas puntiagudas. ¡Mira, aquí hay una nota!
“Gracias por la cena. Aunque le faltaba grasilla, estaba todo muy rico. Los canapés perfumados los hemos dejado en el baño, nos ha sido imposible encontrar un ambientador, y algo había que hacer”.
―Charly, despierta, que nos hemos quedado traspuestos. Hay que preparar la cena, que vienen Carlitos y su novia.
―Qué fuerte, tronca. He soñado con Papá Noel, una cosa alucinante. Hay que ver lo que hace la imaginación cuando le das rienda suelta.
―Mira tú, yo también. Cómo están las cabezas, ay…
―Oye, ¿qué es eso que hay al lado de la puerta?
―Pues, si no me confundo, una cagada de reno de toda la vida.
―Ya te digo…
―Ay, Dios…
FLOR RODRÍGUEZ
Dejala ser libre, si total ¿qué te importa, después de todo?
Hace mucho decidiste irte, le hiciste las mil y una. Ella se banco tus destratos, llegadas a cualquier hora, hasta que le gritaste delante de todos y ni hablemos de las marcas.
Tiene derecho a empezar otra vez, vos te fuiste con una nena a recorrer el mundo, porque según vos está ciudad te quedaba chica.
Un año te borraste y ahora querés reclamarle anda saber que cosa.
Hacerte un favor y quererte un poco, tené algo de dignidad. Hace como hizo ella que cuando al fin la dejaste, le encontró sentido a su vida, ahora pinta que da calambre, todos matan por sus cuadros y encima se consiguió un loco que si la respeta, que la pone primero siempre y que la ama por lo que es. Porque yo no busco cambiarla, la ame cuando estaba toda rota y la amo más, ahora que está entera.
LOLI BELBEL
Agonizo por las esquinas
de tu alma
de mi alma
perdiéndome en tu imagen
ladeada en mi retina
mojada de lluvia de sombras
y de oleaje desbocado…
¡Cuán difícil es amar con
un único y solo corazón…,
necesitaría tantos
para hacerte feliz!
Pero desgraciadamente
solo tengo uno
débil, roto, insuficiente,
pero lleno de intención
de amor
de ilusión
y de certidumbre…
Podrás dejar de amarme.
Podrás también olvidarme…
Y yo daré rienda suelta a mi vida
e intentaré reinventarte.
NEUS SINTES
Cerré los ojos y di rienda a mi imaginación, mientras imaginaba que cabalgaba veloz sobre la llanura, encima de mi yegua salvaje. Percibí la brisa acariciando mi piel, con su suave tacto, meciendo mis cabellos hacia a un lado de mi rostro…Sentía la llamada, la llamada de la libertad. Aspirando el aire puro en mis pulmones. Cada bocanada de aire me llenaba el alma
El coche frenó bruscamente, me hizo regresar a la realidad. A una realidad de la que no me sentía completa. Sin mediar palabras, baje del coche, en silencio y sin mirar atrás, avance hacia el lugar llamado libertad. Fui alejándome del vehículo, a pesar de oír el eco de una voz llamándome para que regresara. No lo hice.
Esta vez seguí mis instintos, dejé dar rienda suelta a mi libertad. El camino que iba a emprender iba a ser difícil pero no imposible. Mis pasos se hicieron más rápidos a medida que avanzaba, deseando dar rienda suelta a mi vida.
BEATRIZ ÁNGEL
Aquellos tacones ridículamente finos y altos resonaban a su paso en la oscuridad del pasillo que llevaba a la galería. Las paredes de piedra maciza, producían una especie de eco que envolvía cada una de sus pisadas. Mi respiración siempre se acompasaba al ritmo de su caminar inconscientemente; podía oir como el aire entraba y salía de mi boca, agitada, entre suspiros y jadeos. Hacía horas que me habia dejado alli.
Siempre esperaba unos minutos en la puerta antes de pasar, sabía que la paciencia no era mi fuerte y disfrutaba del otro lado del sonido de mis ataduras al moverme impaciente por recibir mi dosis de evasión total de la realidad.
No sé porqué razón, pero cada vez que llegaba a ese lugar no podía evitar recordar la primera vez que estuve allí, tan patética y tan inexperta, tan perdida. En definitiva, solo era un ser humano buscando una salida que no fuera el suicidio.
El lugar lo encontré de casualidad, con los años me ha dado por pensar que fue el sitio el que me encontró a mi y no al revés. Llovía a cántaros, era una de las peores tormentas que había visto nunca, intentaba caminar bajo la incesante lluvia pero a penas veia nada a menos de cincuenta centímetros de mi cara, aceleré el paso buscando refugio y de repente, todo quedó fundido a negro. Me desperté en una habitación oscura en todos los sentidos, todo alli era negro o metálico, algunas cosas ambas, un voz a lo lejos murmuraba y otra que podía sentir más cerca de mi avisó a la otra, – Mira Penelope, parece que ya despierta. – Vaya ostia te has pegado bonita.
Asi fue como conocí a Penelope, la mujer que salvó mi vida y la misma que entregó mi alma a los demonios de la carne y el dolor.
Después de explicarme con todo lujo de detalle lo que hacían allí abajo y proporcionarme un vaso de agua y una sonrisa constante, me dio su tarjeta y se despidió de mi guiñando su hipnotizante ojo azul, y me dijo que nos veríamos pronto.
Y así fue, no pude dejar de pensar en todo lo que me habia contado, en como ayudaban a muchas personas a lidiar con su dolor, su vergüenza, su abandono o su culpa, ay, la culpa…
Dos dias después esperaba sudorosa y desconfiada en la misma habitacion en la que me habia despertado después de la caida. Penelope estaba delante mía vestida con un ajustado vestido negro de látex y esos hilarantes zapatos de tacón de aguja que solo ella podía llevar, me habló de claves, de límites, de categorías y de montón de utensilios y aparatos que así vistos desde mi, aun inocente perspectiva, daban mas miedo que cualquier otra cosa, pero contado por ella no parecía que alli dentro nada pudiera hacerme daño, no como en el exterior donde todo era hostil e incierto.
Ya no distinguía que era la realidad y que era fantasia, mi vida giraba en torno a un agujero negro por el que sentía que estaba a punto de precipitarme constantemente y la habitación de Penelope era lo unico a lo que podía aferrarme para no caer por él.
Cuando acabó su discurso perfectamente coreografiado se inclinó ante mi y me dijo: – Aquí lo único que tienes que hacer es dar rienda suelta a tus pensamientos mas oscuros, porque solo de la oscuridad nace la luz que andas buscando.
TESS LORENTE
Me fuerzas a elegir entre un YO o un NOSOTROS.
Cambias de planes con la ligereza con la que el viento arrastra las hojas de un lado al otro.
Juegas con mis sentimientos sin importante nada.
Me utilizas a tu antojo como un juguete viejo.
Egoísta, eso es lo que eres.
Pero yo ya estoy de vuelta.
Voy a coger por primera vez las riendas de mi vida
Dirigiré mis pasos hacia un nuevo horizonte
Donde cada paso me lleve a un nuevo camino.
Donde todos mis pasos me acerquen a un YO mucho más feliz y realizado.
No quiero que me acompañes
De hecho, prefiero que no estés
Porque estoy decidida a galopar a rienda suelta
Hacia un futuro mejor.
Sin ti, sin esperas ni desilusiones
Sin mentiras ni rencores.
Solo YO y un nuevo futuro sin un NOSOTROS.
Solo YO sin TI.
BEA ARTEENCUERO
Bajos Instinto.
Raúl, director de una empresa multinacional, llegó a su casa con un ramo de rosas rojas para Irene, su esposa; Era feliz en su matrimonio, sólo había algo que no lograba concretar…Sus fantasías sexuales, Irene era demasiado formal, a pesar de los años de matrimonio y del amor que se tenían, no lograba romper esa barrera que se interponia cada vez que hacían el amor, que por cierto eran esporádicas, no por él por supuesto; Preparo una noche especial y romántica.
– Hola amor.
La saluda con un beso pasional y le da las rosas.
– Reserve en el Moment’s…Quiero una noche especial, hoy hace 10 años que nos conocimos.
– Amor, creí que no recordarias la fecha, pero sabes tengo jaqueca, no seré buena compañía hoy.
– No…No aceptó excusas, ponte bonita y salgamos.
– Bueno te complacere, tomaré algo, para el malestar. No se hizo esperar.
– ¡Estas bellísima!! Como siempre.
Fue una cena muy agradable, Irene estaba radiante y complaciente.
Al llegar a su casa Raúl propuso tomar una copa ( No quería cortar el buen clima creado)
Así lo hicieron…Bebieron, bailaron…
Llego el momento de las caricias Raúl estaba excitado, todo hiba como lo planeó. Llegaron al dormitorio, siguieron con los juegos, cuando llegó el momento…
– Amor, no te enojas si lo dejamos para otro momento ? Tome demasiado; Raúl hizo caso omiso y siguió, estaba demasiado exitado..
– Raulllll No, para…para.
– Pero..pero
– Te compensare
A regañadientes se puso el pijama y se acostó. Su miembro estaba erecto, para calmarse se masturbo.
Irene dormía plácidamente.
Raúl no sabía que hacer para despertar la pasión de su mujer, cada día la sentía más fría y el era puro fuego; A los 40 años se sentía pleno, tenía muchas oportunidades, era muy apuesto, pero amaba a su esposa, de seguir así no sabía como terminaría.
Cierto día, se encuentra con la vecina del 2do.piso, una bella morocha de cuerpo exuberante.
No sabe como, se encontro
desnudo sobre la alfombra, al calor de los leños junto a ella.
Sintió los pechos firmes de ella bajo sus dedos, lamio sus pezones que al instante se levantaron…duros, firmes…Estaba exitado, sintió correr
su sangre como lava por sus venas, se besaban intensamente, sus lenguas exploraban los lugares más profundos, nada era prohibido; La pasión corria libre, se mordian e inventaban juegos cada ves más osados para exitarse mutuamente, cuando llegó la penetración fue un éxtasis incomparable, cabalgaron de todas las formas, nunca sintió tanto placer, del mismo infierno sentía el fuego por todo su cuerpo, los deseos más oscuros fueron complacidos, nada era suficiente.
La mujer debajo de su cuerpo, con gritos le pedía…
Más…más, dame más, así…así.
Los cuerpos desenfrenado, vibraban al unísomo, nada le alcanzaba para complacerse y llegar al orgasmo; Rodea el cuello de la mujer con las manos, gritan los dos y…
Se despierta mojado en transpiración, desnudo, jadeando.
Se levanta, se da una ducha, no puede dejar de pensar en lo que vivió, nunca había tenido un sueño tan real, donde dio rienda suelta a sus instintos más bajos
Al despertar a la mañana, aún seguía con las imágenes del sueño en su mente.
Las noticias digeron…
Inexplicable muerte de la esposa de Raúl Fabian Fosko ledesmo, Director de la empresa Multinacional Edik Compang !!!
Se investigan las causas que la produjeron.
KATA MAR
Parte del resultado de dejar volar la imaginación es precisamente investigar que cosa o situación puede hacer que esta se eleve tan alto que sea imposible después bajarla de donde este. Los seres humanos tenemos la gran ventaja sobre las plantas de contar con una imaginación increíble, ellas no son inertes, aunque responden a él tierno hablado de una abuela desesperada por la soledad que no le queda de otra que hablarle a ese ser, a quien cuida y se siente agradecida por que, aunque no es correspondida siente que ella la quiere.
El ser humano a lo largo de la vida se provee de múltiples imágenes las cuales dan paso a la imaginación infinita, olores, colores, recuerdos, música, texturas lugares y demás elementos que el cuerpo se vale para que esta parte del cerebro funcione.
en donde dice que el ser humano no puede imaginar desde un deseo reprimido por años. en la biblia? ¿en un periódico libro o enciclopedia? … el individuo puede y debe siempre que pueda darle rienda suelta a imaginar lo que quiera, no hay límite de llegada darle rienda suelta significa quedarse pasmado ante un recuerdo, sonido o imagen por horas y horas hasta que un pequeño hilo de agua empieza a deslizarse por su frente… no no es de placer sexual. para nada, es de placer cerebral cuyo propósito es llevarlo a lo más alto de la imaginación, claro está que esto ocurre rápidamente cuando se inyectan morfina restoril, heroína drogas con distintas funciones, pero rápidas y letales si se mezclan, no se sabe cuál desastroso puede ser el resultado.
Lo que recientemente la imaginación trajo a la mente del ser:
¿si las plantas tuvieran la capacidad de imaginar que imaginarían?
¿harían volar su imaginación tanto o mas que el ser humano?
GUILLERMO ARQUILLOS
SIN DESCANSO
Se levantó a las siete, como siempre. Néstor no se acostumbraba a dormir en media cama vacía. «Cuando se ha querido tanto a una mujer, cualquier desencuentro puede terminar en una tragedia», pensó.
Ducha, servicio y desayuno habitual. Aury, en el salón. Mujer con cara de cabreo.
Él hizo una mueca con la boca y movió la cabeza como respondiendo de manera negativa a una pregunta imaginaria que nadie le había hecho.
—Buenos días, Aury, ¿cómo estás hoy?
—Enfadada, ya lo sabes.
Mujer sin «buenos días».
—Vale, vale. Ya sé lo que quieres, ya me lo has dicho muchas veces estos tres meses.
—Y más que te lo voy a decir hasta que lo hagas. Cada uno tiene que asumir las consecuencias de sus acciones.
—Venga, no empieces otra vez. Echa la cabeza y te haces la dormida. Déjame en paz —dijo Néstor—. ¿Sabes? Creo que jamás te lo has tenido claro: no te necesito.
—Nunca me has querido.
—Al contrario. Te he querido mucho, pero te he querido mal. Cuando lo descubrí todo, la decepción fue infinita. Nuestros siete años juntos se fueron al garete. Después de aquello, ya todo me da igual. Te voy a ser franco: te pido que desaparezcas de mi vida. ¿No te importa marcharte y que no te vuelva a ver nunca más? Sería todo un detalle.
Nueva discusión. Otra más: no has sabido nunca entenderme, no te has esforzado por darme lo que he necesitado, no sabes hacer feliz a una mujer. ¿Es que una mujer necesita vivir a rienda suelta para ser feliz? ¿De qué te sirve a ti todo lo que ganas? ¿Yo lo gano para que tú lo despilfarres en fiestas, lujos y caprichos?
—Solo piensas en ti mismo. Como siempre.
—¡Déjame en paz, Aury, no quiero volver a verte!
Néstor dio un fuerte portazo y se marchó a trabajar.
Para Néstor, Aury era una desleal que había dilapidado sus ahorros. No se sentía culpable. Y ahora ni se le pasaba por la cabeza hacerle caso a lo que Aury le exigía. Ella era la que había vivido estos años de fiesta en fiesta, a rienda suelta, con lujos inconcebibles, muy por encima de lo que se podían permitir. Él se había engañado diciéndose que amarla significaba respetar aquella vida y no ponía objeciones a que fuera a aquellas fiestas.
Él, en cambio, llevaba una vida tranquila de trabajo, de lectura, de deporte,… Luego, en los encuentros que tenían en el dormitorio, ambos saboreaban el goce del amor físico y se descubrían, una y otra vez, como una pareja de recién enamorados. Siempre distintos, siempre apasionados.
Estaba teniendo y un día de locos. Uno de los empleados había llamado diciendo que estaba enfermo. Le habían dado una semana de baja. Algo de la espalda. Néstor estaba trabajando el doble: como dueño que era, y como empleado de aquella enorme tienda, sustituyendo al enfermo. A media mañana, entró en el almacén para revisar algunos libros.
Allí estaba Aury.
—¡Mira que eres coñazo, tía!
Ella no respondió.
—Déjame trabajar en paz. Si no queda más remedio, luego hablamos en casa. ¿No te parece que es lo mejor? Yo tengo que ganar dinero para mí y para mis empleados. Tengo que vivir.
—Y yo, ya te lo he dicho, quiero que te quites la vida.
Hizo un silencio y prosiguió:
—Es lo justo. Si pudiera, te mataba yo misma.
—Que sí, que sí. ¡Déjame en paz!
Estaba aburrido de escuchar aquella cantinela.
—Sabes que hablo en serio. Tú eres responsable de todo.
—No, perdona, guapita, de ninguna manera. Si tú simplemente hubieras vivido tus fiestas, aunque me hubieras arruinado todo seguiría lo mismo que antes. Pero nada puede ser igual cuando el marido descubre que la mujer se la está pegando con sus compañeros de juerga. Y con algunas compañeras, ¿no?
—Vale, es cierto. Pero eso no justifica lo que me has hecho.
Nueva discusión: que quién tuvo la culpa, que unas cosas llevan a otras, que la humillación y la vergüenza son insoportables. Que te suicides, por favor, suicídate.
—¡Vete a la mierda!
Por la noche, Néstor volvió a casa. Se preparó cualquier cosa de cena. Y Aury estaba de nuevo en el salón. «¡Mierda! Si es que no puedo más. Si es que me tiene frito…».
—Aury, si no hubieras vivido la vida con ese desenfreno, con ese lujo, con ese desprecio por todo, yo no te hubiera reprochado nada. Teníamos una vida razonablemente feliz, pero todo tiene un límite. ¿Entiendes?
—No quiero oír tus explicaciones. Ya no me engañas. Llevo tres meses diciéndote lo mismo: deseo que te suicides. Es lo adecuado.
—Ni hablar. Aunque estés toda mi vida rogándomelo.
—Eres un cerdo de mierda.
—No. La infiel fuiste tú. A mí nadie me puede reprochar nada. Hace tres meses hice que aquello pareciese la sobredosis de barbitúricos de una mujer que vivía sin freno ninguno, a galope tendido.
—Quiero que te suicides, Néstor. Es lo justo. Y seguiré apareciéndome a ti toda tu miserable vida hasta que lo hagas.
Y añadió:
—Quítate la vida. Me asesinaste y mi espíritu no descansará hasta que lo hagas.
ANDREA ROSSI
RECORDAR A RIENDA SUELTA…
Íbamos en sulky, a rienda corta, no sacaré cuentas para saber cuántos años pasaron, sólo entro en la transparente polvareda del camino de tierra, aflojo la rienda… y a rienda suelta vuelvo a ser feliz.
Estoy en un cruce de caminos con la forma de la letra K, la ruta principal que une a este pedacito de paraíso con el resto del cielo, el camino que va directo, sin curvas ni bajadas, a Eva, Adán y toda su prole, donde el árbol del fruto prohibido hace tiempo sirvió para cocinar un buen puchero y la serpiente que va y viene está aburrida; y éste otro camino sobre el terraplén que me invita.
Primavera, sol y brisa, ¡a caminar por el terraplén! Bajada a derecha e izquierda, izquierda ya no sé quiénes viven allí, derecha nadie, años luz éramos muchos los que corríamos por allí, nos gritábamos, reíamos, ¿feliciábamos?, ¿no existe esta palabra? ¿porqué?, deriva de «ser felices».
Torbellino en mi cabeza, y algo de ese tango » …volver… con la frente marchita… » Carlitos dejémoslo en …volver… y le agregamos «…nostalgia de sentir…» ¿ que te parece?
Si no bajo, si sigo derecho «pateamos», como diría el chochamu del gotan, el puente, así se dice ¡el puente sobre el río!, atravesamos y estaremos en las islas, nada de cocoteros o bananeros, puro blanco y rosa y verde de almendros, nogales, cerezos, perales, amenizado por un mugido por aquí, un relincho por allá, cloqueos, ronroneos de tractores, lo dicho ¡el paraíso!
Bajo a la derecha, camino de tierra, olvidado por vialidad nunca por mí.
El murmullo del río me saluda.
El membrillar y los tamariscos siguieron con sus vidas y se ven fuertes y frondosos, los nísperos también, los rosales no dejaron más que su recuerdo, las viñas se arrastran y se pierden en la tierra polvorienta.
Las dos casas están mustias, mudas, dormidas.
Voy hacia la ribera de nuestro, ¡sí! nuestro río, y nosotros éramos de él, cada paso es como voltear las páginas de un libro y las hojas de los miles de cómics que compartíamos y disputábamos, cada paso es como darlo entre nubes que no son de vapor son de recuerdos, figuras, voces, música, risas, miradas, olores, sabores.
Y aquí, el siempre festejado tanque australiano, había un motor enrme que chupaba el agua del río al tanque, todos en punta de pie apoyados en su borde esperábamos viendo subir el agua turbia, se apagaba el motor y… ¡adentro! Sublime, y como diría una gran amiga de mi madre «un puema», y uno de nuestros vecinos allende Los Andes «ya, compadre», y nuestro héroe preferido «¡huija, canejo!», y todos chapoteando.
Los eucaliptos siguen iguales, amigos inseparables del río. Los plantó mi abuelo. Lo imagino llegando, buscó el río, como lo hicieron por miles de años nuestro ancestros, agua y fuego, su brújula interior lo guió atravesando el océano Atlántico y lo trajo aquí, hizo suyo un trozo de tierra, que lista esperaba sus manos para florecer y frutificar. Mira a su alrededor, a ver, a ver, sí, a la izquierda va bien y a la derecha mejor, transpirado y polvoriento sonrió, bajó hasta el agua, se refrescó, se recostó, suspirando cerró los ojos; y la nube de los recuerdos por nacer lo envolvió con el jolgorio, las risas y dimes y diretes, se estiró satisfecho porque la semilla del sueño de su vida germinaba.
ROCÍO GONZÁLEZ
Forma de vida,
y te llaman loco,
insegura, ingenua,
inmadura,
que ni el tiempo ni la edad te hacen poner los pies en el suelo, jajaja!!
disculpen que me ría,
no estoy loca,
tampoco deseo ser normal,
salto cuando me apetece,
río cuando se me antoja,
lloro cuando el alma me apretados tan fuerte que mi voz se hace insonora,
Estoy triste cuando los recuerdos se agolpan,
y soy feliz cada minuto que abro mis ojos y puedo gritar un día más,
sigo de pie,
apesar de los golpe,
y doy rienda suelta a los segundos, minutos u horas,
que la vida me permite disfrutarla,
soñar, ilusionarme, cometer mil errores, pedir perdón, caer, y volver a darme cuenta,
que levantarse es la mejor opción,
dejó que fluya todo a mi alrededor sin intención de controlar lo incontrolable,
llamemen loca jajaja!!
disculpe que me vuelva a reír,
sea lo que sea soy yo ante todo,
dando libertad,
riendas sueltas a mi forma,…
mi forma de vivir.
SARA MARTÍN
Mírame a las hojas
que quiero comerte a versos,
voy a acariciarte las sílabas
hasta llegar al soneto;
y cuando estés en plena estrofa
y se te escape una rima,
las palabras le darán la vida
al orgasmo de la prosa.
Muérdeme los adjetivos
hasta conjugarme los verbos,
da rienda suelta a tus sinónimos
y llena el folio de adverbios.
EMILIANO HEREDIA JURADO
En un camino de tierra de un pueblo cualquiera de la meseta castellana, se recorta la delgada figura de una adolescente en tejanos, camiseta blanca y deportivas, hablando por el móvil que tapa una negra y lisa melena una cuarta por debajo de los hombros.
-Que siiii mamá, no seas pesada, que te prometo que no iré a la fiesta del pueblo de al lado…que siiii mamá, que me quedaré con la abuela…-va a paso decidido dirección al pueblo de al lado-¡Otias!, a la verga- exclama sorprendida-no mamá, no me ha pasado naaaada, que siiii, que me he dado sin querer con una piedra, que siiii, perdona, siento haber dicho tacos, bueno, mañana te llamo, besos, mua.
-que pesada-piensa, mientras observa a su abuela en el cruce del camino que va al pueblo de al lado, con una vecina, charlando-
-Le digo yo, Angustias, que mi nieta tiene que pasar por aquí camino a la verbena del pueblo de al lado, se cree que me chupo el dedo, pero me he hecho la dormida, y la he adelantado por el atajo del abrevadero, sólo hay que esperar, que está al caer como fruta madura, ahora, que la que le va a caer encima, va a ser minina, por embustera, ya verá ya, Angustias.
-Ya le digo, Engracia, y ahora que lo comenta, me ha parecido ver a alguien por el camino.
-A ver, a ver-Dice la abuela, poniéndose la mano de visera-pues yo no veo nada de nada, Angustias.
-No sé, habrán sido figuraciones mías-responde Angustias-
-Miralas, ahí plantadas-piensa la nieta-tengo que ir por otro lado, a ver…. sí, cruzando por la finca de la casa abandonada de la condesa, puedo ir al pueblo de al lado-piensa para sí misma-
Agazapada, se dirige a un hueco de la desvencijada tapia de la finca, un trozo de lienzo caído por las lluvias y el tiempo.
Se encuentra con un aspecto desolador. La maleza y la zarzamora se han adueñado del lugar, los chopos macilentos entrecruzan las pobladas ramas, dejando entrever las ruinas de un enorme caserón donde las contraventanas tabletean por los dedos invisibles que a su vez, barren la hojarasca del suelo.
-Menudo sitio-dice para sí misma, susurrando-da asco, pero bueno,
es cruzar por ese camino hasta el final, y llego hasta el pueblo del al lado, cruzando el puente.
Camina con un poco de aprensión, teniendo mucho cuidado al caminar, y se imagina la fiesta que la espera, para darse ánimos.
Un ligero aire, como un leve soplido en la nuca, le pone la piel de gallina y le hace girarse.
-Hola-le dice en un suspiro, como un quejido, un niño desnudo,de unos diez años, mirándola con infinita pena, con la cuenca de los ojos vacía de éstos pero llenos de una neblina gris. Los huesos del cuerpo amoratado, están cubiertos por una fina piel, como una gasa.
Pero lo que más le aterra a la chica, es un agujero, limpio, a la altura del esternón, del grosor de una moneda de dos euros, por donde se puede ver nítidamente el otro lado.
Asustada, sale corriendo, y entra por el hueco de una puerta sin ésta, que yace en el suelo, a una especie de recepción, con un montón de papeles tirados por el suelo.
Se asoma por el ventanuco de la pared, para ver si está el niño.
De repente, siente como algo o alguien, le coge el pelo, que flota el aire.
Una mujer de unos cincuenta y algo, también desnuda, tiene entre sus huesudas manos, como enredados en retorcidas ramas, un manojo de pelo, resoplando como un fuelle viejo, le dice:
-,Tienes un ggggsssss un pelo precioso gsssssss, yo tenía un pelo como tú gsssssss, ahora sólo tengo gsssss mechones que se caen, mira-se arranca un mechón que apenas puede cojer. Unos pelos podridos
La chica da un alarido y sale corriendo hacia el fondo del pasillo que ha visto a través del mismo agujero que tenía el niño
Entra una habitación polvorienta.
Descubre con pavor, cómo unas pisadas, que se distinguen nítidamente por el polvo del suelo, se dirigen hacia ella.
Sale despavorida hacia la salida.
Un grupo de cinco personas, tres hombres y dos mujeres de entre treinta y sesenta años, la rodean, mirándola con las cuencas neblinosas, todos los cinco, con un nítido agujero en el esternón por donde se ve a través de el, el otro lado, y con sus cadavéricos dedos, le dan toquecitos en el esternón de la chica.
Ésta, va reculando hacia atrás, intentando zafarse del grupo apartando los huesudos dedos para que no la toquen. Los cinco, gimen como gaitas viejas.
Sin darse cuenta, se cae al vacío por un hueco que da al sótano.
Las urracas graznan arropando el grito de la chica.
Se hace el silencio.
El chirriar de unas poleas, y el gemido de unas cadenas en movimiento, inundan la estancia.
La chica, ve su propio cuerpo, cómo sube, enganchado por la espalda, por un enorme gancho, que le sale por el esternón.
Se mira, y descubre un enorme agujero que la atraviesa.
Una neblina gris, lo invade todo.
-Angustias, vámonos, que aquí no pintamos nada, si mi nieta quería ir de jarana, tenía que venir por aquí y no ha aparecido.
-A no ser, Engracia, que haya atrochado por la finca de la condesa-se persigna-
-No creo que mi nieta, haya sido capaz de meterse ahí, tan solo me da un repelus…-se persigna,-
-Cuentan que, cuando era un hospital para la tuberculosis, eran tantos los que morían, que los bajaban y subían con una cadena y unos ganchos para cerdos.
-¡Calle calle!, no venga ahora con esas historias, seguro que mi nieta, le ha entrado por una vez la cordura, y no ha Ido a la verbena, y está en casa tan ricamente, ande, vamos, Angustias, que está anocheciendo.
Dos mujeres, bajan por un camino que lleva a un pueblo cualquiera de la meseta castellana.
MARÍA JESÚS GARNICA PARDO
El hombre se escondió de la muerte, pero cada vez tenía menos sitios donde esconderse. Sintiendo la próxima se metió en la frías aguas del río. La muerte lo acorraló al fin.
Dando rienda suelta a su instinto aniquilador.
CONCE JARA
MANICOMIO
Dejé de mirar la cara de la gente. Me hastiaba. Día tras día crecía mi repulsa hacia cualquier ser humano. Mi tono de voz siempre vivo y algo elevado se consumió, convirtiéndose en un susurro de indiferencia.
Solo usaba el pijama y el uniforme de Galerías Preciados, que había crecido dos tallas. No me lavaba. Mi pelo apestaba y escondía la roña en un apretado moño.
Un día mi jefe me mandó al botiquín para el examen anual. ¡Mentira! Habló con el médico de la empresa, quien, en consulta, tras explorarme, dijo:
—Creo que tiene depresión. Así no trabajará. Necesita hacer higiene de sus hábitos y, sobre todo, acuda a este especialista.
Al salir tiré la nota donde había apuntado el nombre de un psiquiatra.
Mi madre me acogió en su casa, pero a cambio recibía sus continuos reproches sobre mi inexistente alimentación, aseo, actividad. No entendía que solo quería estar a oscuras en mi habitación, bajo las mantas.
Una mañana entró en mi cuarto, levantó la persiana, abrió la ventana y me arrancó la ropa de la cama, obligándome a gritos a levantarme.
La luz de la mañana, el frío de la calle, mi imposibilidad para arroparme y las voces, hicieron que mi cerebro explosionara y la onda expansiva destrozase todos los muebles de mi cuarto. Mientras, mi madre llamó a la Policía Armada.
Forcejeé hasta que consiguieron engrilletarme. Me bajaron por las escaleras, en volandas y detrás mi madre que lloraba ante el asombro de los vecinos.
En la calle esperaba una ambulancia. Me revolví de nuevo, pero acabé dentro del vehículo. Sin verlo venir, sentí un pinchazo en el brazo.
Desperté. Una luz tenue atravesaba los barrotes de la ventana. Debajo, una tabla empotrada a la pared y una silla. A mi derecha una taquilla y a la izquierda la pared hacía un recodo. No podía moverme. Estaba atada con correas.
El líquido del pinchazo me sumía en un duermevela, que, a ratos, me permitía ver cómo las luces del exterior se proyectaban sobre la pared, esbozando tétricas sombras. A lo lejos, oía gritos de ultratumba, carcajadas rotas en llanto, portazos…
Me despertó un sanitario enorme, acompañado de una enfermera, que llevaba una bandeja en las manos.
—Vamos a desatarte —dijo ella—. Te pondremos un pijama limpio y cenarás aquí.
Me desnudaron y colocaron un enorme pijama. Después, sentada frente a la tabla, la enfermera me daba cucharones de sopa espesa, grasienta, insípida. Empecé con las arcadas, por lo que ella desistió. Antes de salir del cuarto, le dijo al ayudante que me pusiera a hacer pis.
El aseo, sin puerta, quedaba en el recodo de la pared, junto a la salida. Sobre el inodoro, agarrada al lavabo, inicié la micción, con el enfermero vigilante.
Después me acostó y volvió a atarme. La enfermera apareció con un gotero que accionó tras pincharme en el brazo. Me observaron inmóviles hasta que perdí el conocimiento.
Desconozco cuánto duró aquella situación, pero agradecía el sueño que me inducía el contenido de la bolsa del cuentagotas.
Una tarde me visitó el psiquiatra. Tras su examen, dictaminó que podía unirme al resto.
Vivíamos con el tiempo tasado. A las ocho en pie, ducha, fila para el desayuno (única comida decente del día), medicación, corta visita al psiquiatra, gimnasia, manualidades, tiempo libre, fila para la comida, tiempo libre, fila para la merienda, paseo para los que recibían visitas familiares o tiempo libre, fila para la cena y tiempo libre que se desarrollaba siempre en la sala de actividades.
Aquel lugar, en teoría níveo, presentaba las paredes manchadas de heces, vómitos, en el suelo orina, basura. La luz entraba por varios ventanales de doble reja. Mesas y sillas dispersas, algún sofá apolillado, la librería poblada de juegos incompletos y algún libro deshojado, raído. Allí estábamos todos. Hombres y mujeres. Cada uno con una patología. Algunos hablaban solos, otros gritaban, otros inmóviles, como yo.
—¡Venga, todos fuera! —gritaba el enfermero de turno—. ¡En fila y al botiquín!
Aun sobremedicados, alguno se resistía, pero lo sacaban a golpes, colocándole la camisa de fuerza para recluirlo, maltrecho, en la habitación acolchada.
Para el resto: pastillas, zumo, pijama y sueño.
Dejé de tragar la medicación, no quería dormir profundamente. Temía que alguien se colara en mi cuarto con solo correr el cerrojo exterior.
A las once y media se apagaban las luces. Desde la cama distinguía algo gracias a la luz del exterior. Durante mi vigilia oía pasos cerca de mi puerta, susurros, algún grito ahogado, pero al final me vencía el sueño.
Una noche desperté. Algo se movía en el cuarto. Era el vigilante de turno, que con un trapo me tapó la boca. Me ató, dejando al descubierto mis pechos. Se subió a la cama y de rodillas se sacó el pene. Mientras se masturbaba me magreó eyaculando sobre mí. Después me limpió amenazándome con pasar mis días incomunicada si hablaba.
Se lo conté al médico, quien, para mi asombro, explicó que aquello era un sueño producto de la medicación.
No me levantaba a la hora, no comía, no me lavaba, dejé de colaborar… Me arrancaban de la cama, la ducha helada, me pellizcaban para que tragase la comida, me revolvía, y acababa en aislamiento. Entonces empezaron a violarme.
Me visitó mi madre. Se lo conté. Me llamó mentirosa. Dijo que no me sacaría de allí, que conocía mi mal comportamiento y que todo era una treta para salir.
No vino a verme a mí… La esperaba el psiquiatra:
—Se trata de una operación fácil y eficaz conocida como lobotomía—dijo el médico convincente—. Atravesaremos sus lagrimales hasta llegar al lóbulo frontal, para inyectar alcohol en esa zona del cerebro. En poco tiempo se reducirá la intensidad y frecuencia de los desórdenes psiquiátricos de su hija.
Mi madre convencida, firmó el consentimiento.
***************
A la atención del Defensor del Pueblo
Señor, soy la madre de Cristina Menéndez Gracia, paciente fallecida tras dar a luz a una niña, de ahora dos meses, en el hospital psiquiátrico Santo Ángel de la Guarda de Navacerrada (Madrid).
Mi hija llevaba recluida en ese centro desde hacía dos años. Nunca se le permitió la salida.
Hace un año se le practicó una lobotomía, operación que le provocó la pérdida total de la consciencia y movilidad.
Antes de la operación mi hija me confesó que varios enfermeros del hospital la estaban violando.
Sobre todos estos hechos, he dado debida cuenta ante las fuerzas del orden, pero aún sigo sin contestación.
Le ruego encarecidamente que me ayude.
Atentamente,
Elena Gracia
MERCEDES MEDIANO
Plantearé mi semilla en tu mirada,
plantearé mi semilla en tus mensajes
para que cuando por la noche te acuestes
y bajes la guardia,
apagues las barreras y te duermas…
Sueltes las riendas
y me liberé tu subconsciente,
me hagas la reina de tus sueños
mirándome con fantasía,
besándome con el alma,
queriéndome con locura
soltando la fiera escondida
hasta que te despiertes
y vuelva a la cárcel de tu mente,
donde levantarás de nuevo las barreras
agarrando las riendas fuertemente
y seré prisionera hasta la noche.
RAÚL LEIVA
Mariela
de Raúl Leiva
Estaba sentado frente a la tumba de su hija cuando se disparó en la sien.
Ernesto salió esa mañana con un sólo propósito: reclamar justicia para su hija.
Ella era la policía más joven de la ciudad y había sido abatida de un tiro en la cabeza, en un confuso robo simple a un almacén del barrio. Era su única familia, un cáncer de útero de su esposa y un accidente de tránsito habían hecho su trabajo llevándose a todos los demás.
Mariela estuvo tres meses en coma hasta que Ernesto tomó la decisión más difícil de su vida, desconectarla.
Le dolió el disparo a su hija.
Le dolió apagarla con solo pulsar un botón.
Le dolió el tecnicismo que dejó libres a los ladrones.
Le alivió saber que Mariela había salvado a mucha gente y aún después de su muerte seguía salvando vidas.
Quiso la vida o el destino, que el corazón de Mariela fuese donado a una joven que esperaba un milagro.
Le dolió la noticia de saber el destino del pequeño corazón de 22 años.
Su cabeza, le dio rienda suelta a sus instintos más primitivos y tomó la justicia por sus manos.
Esa tarde el asesino de su hija le abrió la puerta de su casa.
Ernesto le apuntó a la cara, justo dónde Mariela recibiera el tiro.
Una mujer salió de una habitación con su pequeño hijo en brazos y gritó.
Estaba preparado para todo menos para esto.
Sin dejar de apuntar al muchacho se acercó a la joven que no paraba de temblar, le apoyó su mano en el pecho y pudo mirarla a los ojos.
Era su hija latiendo asustada dentro de otro cuerpo.
No era un hogar limpio para ese corazón puro.
Una hora después, estaba sentado frente a la tumba de su hija y el arma le pesaba más de lo que imaginaba.
Nadie hizo nada por frenarlo.
Solo unos jóvenes lo filmaron con sus celulares.
Son tiempos de mierda.
Y el mundo sigue girando para todos.
Y lo podés ver en Tik Tok.
LOLY MORENO BARNES
¡Universo, detén este mundo desbocado!
Te lo pido desde mi cara blanca de luna , como bandera de paz.
Universo:
¡Alinea tus planetas y galaxias para que se cumplan las plegarias de los inocentes!
Que se acabe el sufrimiento y triunfe la sensatez.
Universo…
Somos parte de ti, pero a este mundo le falta armonía y sensatez .
No todos los humanos valoran la vida , los amaneceres ni el tiempo de paso entre nacer y marchar.
Hay algunas mentes que provocan terror .
¡Son tiempos difíciles!
Intento iluminar sus noches cuando el astro rey descansa para que las almas no estén rodeadas de tinieblas , pero a veces la oscuridad está en su interior.
Universo
¡No dejes las riendas sueltas !
Este planeta aún no encuentra su lugar a pesar de todas las maravillas que le has entregado.
Universo:
Átalo en corto con tu sabiduría para parar sus guerras y ofrécele la paz de la estrellas para que solo el amor sea su luz.
Voto para Sara Martin
Sara Martín
Quiero votar a Sara Martín
Sara Martín
Mi voto para:Mercedes Mediano
Silvana
Linoska
Neus
Mi voto para:
Benedicto Palacios
LINOSKA BARANDA
“Guerra”
Mi voto para:
Sara Martín
Rocío González
Sara martin
JOSÉ ARMANDO BARCELONA
Voto a Sara Martin
Mi voto: Neus y Linoska
Mi voto es para Sara Martín
Mi voto es para Bego Rivera
Mi voto es para
José Armando Barcelona y
Linoska
Mi voto para:
José Armando Barcelona
Conce Jara
Bego Rivera
Mi voto
Loly Moreno
Irene Adler
Conce Jara
José Armando.
Voto a Raquel López.
Mi voto es para MCarme DBEBES y para Coronado
Voto por: GUILLERMO ARQUILLOS y PEDRO A. LÓPEZ CRUZ
Mi voto para Pedro A. López.
Todos muy bien
Me gustan varios. Son geniales todos, pero me decanto por el de Jose Armando Barcelona
Me gustan varios pero me inclino por el de KATA MAR ¿ si las plantas tuvieran la capacidad de imaginar que imaginarían? muy ingenioso.
Voto por Tess y Flor Rodriguez. Todos geniales!
Mi voto para Neus Sintes
Voto a:
Neus
Guillermo Arquillos
Neus
Lata Mar
Mi voto va para:
Irene Adler
Bego Rivera
Guillermo Arquillos
Tesss Lorente