Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «segundas intenciones». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 21 de octubre! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).
POR FAVOR, SOLO VOTOS REALES, SOLO SE GANA EL RECONOCIMIENTO, CUANDO ES REAL.
* Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor) y no han pasado procesos de corrección.
Veneno – miniconcurso de relatos
Una mañana, por los pasillos del sanatorio, “Mai broder Santi” iba dando saltitos, primero movía un pie al tiempo que levantaba la rodilla y luego el otro, mientras imitaba con los brazos el batir de las alas de las aves. A su lado “Lisensiado”, cogía primero carrerilla y luego se deslizaba y daba media vuelta. Iban cantando a todo pulmón -dame veneno que quiero morir, dame venenooo…- cuando de improvisto se abrió una puerta y salió a toda mecha el “Enfermero Cabrera”, con una bandeja de medicinas en las manos. El choque fue estrepitoso y el susodicho enfermero y las medicinas acabaron por el suelo.
-¡Corre Lisensiado, corre!-
-¡Raudo y veloz, Santi, raudo y veloz! –
– Ya os daré yo veneno – amenazó el Enfermero Cabrera desde el suelo.
Acabado su turno Cabrera empezó a rumiar su venganza.
-¿Qué es lo que haré?
¿Cómo me vengaré?
Envenenaré un turrón con cianuro
y se lo regalaré.
Tomad este presente
que aquí os traigo yo
para que veáis que soy bueno
y no os guardo rencor.
Gracias Señor Enfermero
ya tendremos ocasión
que estamos con el rosario
rezando nuestra oración.-
-Al día siguiente
Cabrera se despertó,
ya estarán bastante tiesos
haré la comprobación.
Se acerca sigilosamente a la puerta,
puerta de la habitación
le da dos vueltas a la llave
embriagado de emoción.
Oh sorpresa imprevista.
Oh mundo cruel
La pareja está más sonriente
que cuando van al burdel.
¿No os comisteis el turrón?
Verá señor enfermero,
yo soy más de polvorón
y “Lisensiado” de mazapán,
pero las palomas del patio
en la ropa, no volverán a cagar.
¡Corre Lisensiado, corre!
¡Raudo y veloz, Santi, raudo y veloz! –
PALABRAS ENVENENADAS, NO HIEREN, PERO DAÑAN,
Las palabras no poseen la capacidad de herir la parte física y superficial del cuerpo: la piel. Sin embargo, sobre una hoja, así como en la boca, las palabras adquieren lenguas, y éstas poseen pócimas: curativas o tóxicas, sutiles o violentas…, entonces sí que son capaces de dañar la parte inmaterial: la hiel, las entrañas, curando o envenenando lo más profundo de las almas.
Las palabras no hieren, pero dañan, embelesan, endulzan, amargan, mancillan, maltratan y, como el veneno, a veces, curan y, a veces, matan.
– ¿Estás bien?
Escuché un eco lejano que rebotaba en las paredes. No veía nada, todo estaba negro y las palabras retumbaban una y otra vez en mi cabeza.
«¿Estoy bien?» «Ni siquiera se dónde estoy…»
_ ¡Socorro!¡Estoy aquí! – me atreví a gritar por fin.
Noté caer una cuerda y volvieron a golpear palabras a mi alrededor.
– No tengas miedo, átate bien a esta cuerda y te ayudaremos a salir.
«¿A salir de dónde?» El miedo me tenía paralizada. Estaba asustada, nunca tuve miedo a la oscuridad pero si a lo desconocido y empecé a hiperventilar. «¡CÁLMATE!» Me dije a mi misma en voz alta para ser consciente de que no era un simple mal sueño.
Por fin conseguí moverme y me até como pude a esa cuerda.
– ¡Ya estoy preparada, sacadme de aquí por favor!
– Contaremos hasta tres y comenzaremos a tirar, no te sueltes.
Tras media hora larga de reloj pude ver la luz del sol de nuevo. Me habían sacado de un pozo abandonado, muy hondo y mugriento en mitad de un bosque con árboles pintados. «¿Acaso era el bosque de Oma?» «¿Por qué iba alguien a tirarme a un pozo allí?
La pareja que me sacó del pozo me enseñó una mochila, mi mochila. La habían encontrado por el camino y tenía una nota pegada a ella donde ponía que encontrarían a una mujer viva dentro de ese pozo.
Qué misterio, ninguno entendíamos que pasaba, pero agradecí de corazón que al menos alguien hubiera dejado aquel mensaje.
La pareja comenzó a curarme las heridas. Mi cuerpo era un mural de cicatrices y manchas de sangre. Al llegar a las heridas de la espalda se miraron horrorizados y no pudieron hacer otra cosa que desviar su mirada hacia el suelo.
– ¿Qué ocurre? – les grité muerta de miedo. – ¡Decidme qué narices está pasando! Debo saberlo… – Rompí a llorar.
Se miraron, intentaron decir algo pero las palabras no fluían y el terror de sus rostros me decía todo sin necesidad de saber más.
– ¿Voy a morir verdad? – mis palabras sonaron con más fuerza de la que creí que sería capaz.
De nuevo el silencio habló por ellos.
Me abrazaron y me acompañaron hasta que llegó la ambulancia y cuando me llevaban ya en camilla, la mujer se acercó y me dió la mano. Me entregó un papel y me dijo al oído que lo leyera cuando estuviera sola en el hospital, que debía saberlo.
Así lo hice y en cuanto pude, entre prueba y prueba, curas y gritos, leí aquella nota.
«Te gusta combinar arte y naturaleza, ver árboles pintados de colores que los llenan de vida. Hacer que el bosque se convierta en un lugar mágico donde respirar calma, paz y alegría.
Digamos que yo soy la antítesis y disfruto con el arte de envenenar a la vida para conseguir oscuridad y que broten las heridas del dolor y la tristeza, la pena y la impotencia. Esta es mi obra y tú has sido la elegida»
Cuando leí esas palabras mi cuerpo se estremeció. Algún fanático del arte se había pasado de rosca, o quizá algún psicópata me había utilizado para llevar a cabo sus locuras demenciales. Sea como fuere, allí estaba yo en una sala de hospital apagándome poco a poco y sufriendo en silencio. Mi asesino había logrado cumplir el objetivo de su obra.
Y mientras muero, ya es conocida mi historia, ya ha convertido mi lugar favorito, mi bosque encantado, en cenizas grises de recuerdos morbosos y tristes. Y ahora todo el mundo lo conocerá como el bosque de Oma, donde el veneno asoma y tiñe de negro los colores del viento.
El día a día de aquel matrimonio era un veneno.
Sólo ellos dos sabían lo que ocurría en casa.
Toda pareja sueña con tener cercano el hombro del cónyuge en donde abiertamente puedes dejar caer tus penas sabiendo de antemano que serás consolado por la persona amada.
Más e ahí que el amor de la pareja quebró al ser infiel uno de ellos.
Un aire envenenado y con fuerza violenta corría por la casa llevándose las palabras y azotandoles el rostro.
La situación en el hogar era de tormenta. Las cabezas del matrimonio enfermaban.
A la noche al ingerir el plato de la sopa uno de ellos estaba «condimentado» con veneno…
Tan pronto como puso un pie en la escalinata Thomas se dirigió a la biblioteca de su mansión con el paso enérgico que le caracterizaba.
Cerró la puerta y sólo entonces se permitió exhalar un suspiro.
Se acercó a un aparador con bebidas y se sirvió una copa de coñac que bebió de un solo trago . Ingirió otra con absoluta vehemencia y otra más y…
El calor de la bebida le infundió nuevos bríos a su cuerpo permitiéndole menguar el ligero temblor de manos tras escapar de aquel enjambre de gente ,lo que le provocó un intenso alivio.
Por suerte ,eso no ocurría con frecuencia ,por lo que quiénes le conocían siempre mencionaban que su aspecto era tan oscuro como su apariencia pero su «secreto» aún estaba a buen recaudo pensó con el ceño fruncido rumiando una maldición entre dientes.
Flexionó los dedos para relajar los músculos dañados y aliviarse un poco.
Cada día era más difícil
controlar su adición y es que ese «veneno» le estaba pudriendo por dentro.
Su mente no tenía la agilidad de épocas anteriores y su cuerpo temblaba como una gelatina si le faltaba el preciado líquido a la vez que todo ápice de tirantez le desaparecía del rostro como por arte de magia.
Thomas llevaba años simulando ser un hombre gentil y cabal sin aparentar gesto de fastidio alguno pero el tiempo se extinguía sin conseguir antídoto para el veneno ingerido.
El sueño intermitente de la noche le resaltaba profundas ojeras en un rostro apuesto.
Dio una cabezada al tiempo que una amarga sonrisa se le esfumaba del rostro…
_Despierte Sr Thomas,dijo el mayordomo …despierte señor.No se burle de este leal servidor por el amor de Dios.
Sin dilación llamó al doctor para que interrumpiera ese denso sopor de su señor.
Tras una interminable espera el leal mayordomo se acercó al amplio ventanal que le brindaba una vista privilegiada y apoyó la frente contra el cristal a la espera de lo que ya intuía.
_Siento comunicarle que su señor se ha marchado en paz.
Sir Dave Thomas se marchó en silencio y sin hacer ruido… agazapado en su escritorio de roble que irradiaba un aire de sencillez espartana y sólida elegancia.
Jacinta tenía la costumbre de ver las puestas de sol en el mar y esperar a que se hiciera de noche. Al principio lo hacía por rutina y luego porque le comía la curiosidad. En noches cerradas podía divisar una barca distinta de las otras conocidas cerca de la playa. Surcaba el mar despacio, pues ni tan siquiera se oían sus motores. Parecía como si solo la empujara el viento.
Sucedió una noche de luna. Puntual a su hora la barca se fue acercando, siempre despacio, siempre sin ruido. Agudizó Jacinta la vista pero no logró vislumbrar remero alguno, aunque sí unas sombras que se movían en cubierta con una copa en la mano. La mostraban y luego se bebían el contenido. Así una y otra vez cada cierto tiempo. Le escamaba aquella rareza. No era la barca de Caronte pero tenía con aquella mucha semejanza.
Estuvo tentada a preguntar, pero ¿a quién? Y aunque recibiera alguna información ¿podía fiarse? Había dejado de contemplar las puestas de sol y olvidado de la barca, cuando escuchó una tarde en el café del puerto esta conversación.
—¿Cuántos abandonaste en alta mar?
—La última noche un docena.
No necesitó saber más. Los viajeros de la barca eran personas que no deseaban vivir y se tomaban su ración de arsénico. Luego cuando el veneno cumplía con su virtud se lanzaban al mar para alimento de los peces. Jacinta ya no quiso saber lo que ocurriera después. Había tantos sujetos indeseables y tantos malvados que la barca no daría abasto.
Pero se equivocaba, no eran malvados los viajaban en aquella barca, no eran gentes hartas de vivir sino pobres desarrapados, gentes que echadas de todos los países se lanzaban al mar en busca de mejores horizontes, de una vida diferente y mejor.
—¿Qué te decían cuando les hacías beber el veneno que les atontara?
—Nada. Habían nacido para sufrir y no les importaba morir.
—¿Cuál era el veneno?
—El que da en pensar que existe allende los mares un horizonte de libertad.
EL VENENO DE LA CIUDAD
Desperté. Estaba atrapado. Las raíces de los árboles apretaban mis tobillos y muñecas. Traté de liberar mi angustia, y me vi desde otra perspectiva: la tela de araña se adhería a mi piel desnuda y ella aparecería de un momento a otro.
Cerré los ojos. Regulé mi respiración. Me concentré en aquéllos sonidos: las frecuencias emitidas por las distintas raíces. ¡Hablaban de convertirme en savia! Confié en ello. Olvidé la imagen de mi cuerpo físico, el aguijón venenoso de la araña a punto de hundirse en mi piel. Me transformé en néctar, y escapé con la frecuencia hacia otra dimensión, dejándome llevar.
Cuando desperté, cantaba. Sobre una rama, emitía cánticos que otros pájaros respondían. Enseguida entendí que tendría dos alas y podría volar, y que mi peso sería de algunos gramos, ya que la rama endeble se balanceaba sobre mis patas al canto de la libertad.
Tenía hambre. Vi unas moras grandes y negras al otro lado del río. Lo atravesé en un santiamén. Después de varios intentos, logré encaramarme a una rama más gruesa. Me lancé sobre las drupas arracimadas como platos sobre la mesa, y otros de mi especie vieron mi satisfacción y me acompañaron con el manjar. Al cabo de un rato, lo celebramos danzando por el aire, no sin antes haber dado las gracias a las decenas de zarzas que por allí se acumulaban.
Cuando desperté, estaba satisfecho. ¡Me había librado del veneno, transformado en savia tras escuchar a los árboles y finalmente un pajarillo feliz que disfrutaba comiendo fruta!
Subí la persiana y miré el asfalto. Los coches sucios y la gente asustada, con malos sueños. Miré hacia arriba: un cielo antinatural cortado con el filo de estelas blancas que descargaban aviones sin rumbo pero con objetivo. Parecían divertirse de los de ahí abajo, mientras ellos daban vueltas a través de una ruta imaginaria envenenada. Pero yo había sido pájaro hacía pocos minutos.
Yo ya sabía lo que había que hacer.
VENENO
Aquella mañana de un lunes de finales de octubre lucía el sol como ninguna desde hacía mucho tiempo. El sábado la había llamado su hermana, le había pedido que le hiciera una suplencia nocturna en el hospital. Lisa era enfermera como su hermana pero hacia meses que había decidido dejar el trabajo. Ella se negó pero su hermana insistió, su bebé tenía mucha fiebre y la canguro también estaba enferma, ninguna compañera estaba disponible, y si no ponía una suplencia tenía que ir ella, así que le dijo, o el bebé o el trabajo. De mala gana Lisa accedió a sustituirla para hacerle el favor.
Parecía que trabajar de nuevo le había ido genial. Después de dormir casi todo el domingo después de un turno de doce horas, aquella mañana de lunes estaba radiante. Se despertó descansada, se la veía muy feliz.
La rutina matinal de estos últimos meses había cambiado totalmente. Una ducha larga que disfrutó cantando, un poco de ejercicio, abrió su clóset y escogió sus mejores galas. Se miraba al espejo, reía, cantaba, se maquilló, algunas llamadas para poner al día, tras mucho tiempo, algunas cosas y después salió a comprar para cocinar sano y rico.
Al volver se sentó en su escritorio con un papel de carta y una pluma y empezó a escribir con una sonrisa en los labios y un semblante de felicidad y paz:
Amado Oliver,
Estoy súper feliz y contenta. Por fin lo he podido arreglar todo para emprender el viaje que me llevará hasta a ti.
Esta noche salgo para allá. Te aviso para que cuando llegue estés esperándome. Tengo unas ganas enormes de abrazarte y besarte. No te preocupes ya lo dejé todo preparado y todas las gestiones hechas para que mi hermana no tenga problemas con la casa y nuestras cosas. Estoy segura que donde estás tenemos todo lo que necesitamos. Te dejo que tengo que preparar el equipaje.
Te amo. Hasta muy pronto.
Hizo una foto con el móvil a la carta y la envió a una cuenta de Instagram que se llamaba Oliver&LisaLov. Había fotos de un joven apuesto y de Lisa también.
Se dirigió a su dormitorio y cogió una maleta en la que metió poca cosa, mientras iba tarareando una canción.
Después puso una alarma en su reloj.
Hizo una sugestiva y riquísima merienda cena que disfrutó casi como si fuera la última en ese lugar, y después se preparó un te. Se acercó a su cama y ese recostada sobre los cojines de la cama. Llevaba puesto el vestido rojo que tanto le gusta a Oliver, maquillada, bellísima, con el reloj y su maleta al lado, se tomó su té y esperó sonriendo el momento justo de emprender su viaje. Al sonar la alarma sus ojos se cerraron y en la mesita de noche al lado de la taza de te un pequeño bote con un extraño nombre científico reposaba vacío como único testigo del viaje de Lisa.
Eres el veneno que me mata poco a poco.
El cianuro que me envenena por dentro.
La toxicidad que cada día respiro.
El cáncer que cada hora alimento.
Cuando me alejo de ti me encuentro mejor.
Pero siempre vuelves sin ninguna razón.
Soy el cenicero de tu malvado corazón.
En el que esparces tus cenizas y con tu humo me aniquilas.
Eres un puto cilindro que domina mi mente.
Batallas de una guerra que dura ya demasiado tiempo.
Mataré por siempre mis ganas de fumar.
La última batalla está a punto de comenzar.
Y está vez la pienso ganar.
Tu amor es un veneno
derramado gota a gota,
la pócima de un deseo
que me quema lentamente
con los besos de tu boca.
Dulce veneno,
la pasión me mata
envolviéndome en tus brazos
y lastimando mi alma.
La esencia tentadora
y a la vez que peligrosa,
convirtiéndose en delirio
mis noches, libidinosas.
Néctar de miel
amor furtivo,
moriré entre tus brazos
si es mi designio.
Quiero arder en tu veneno,
pues no hay antídoto que cure
ni en la tierra, ni el infierno,
este amor loco.
VENENO (en pocas palabras, un cigarrillo)
Lleva a la deriva los sueños fracasados,
no se vuelven a tocar
ni a soñar.
Y con los sueños,
las traiciones y engaños
los que no se quieren recordar.
Distorsiona la cruda realidad,
y las risas nacen,
pero te está matando,
envenenando, penetrando,
te carcome hasta los huesos.
La pena por un rato desaparece
y la ansiedad yace
Por la pequeña chimenea
de un pequeño cigarrillo
se esfumó la momentánea tranquilidad,
y cuando este veneno se combinó con la atmósfera,
ya no hubo paz.
A las 4:30 de la mañana, los ojos del señor Monts se activaban de forma mecánica. Parpadeaba en par de ocasiones rápidamente y en la tercera hacia presión sobre sus ojos, los tallaba, tomaba impulso desde el abdomen y se ponía en pie. Al contoneo de su cuerpo, el viejo colchón se deformaba y temblaba cuál gelatina. Al sentirse perturbada del sueño, la señora Monts, decía su frase de cada mañana «hay jugo de naranja, para que te tomes tu vacío».
El señor Monts gemía asentando como un gruñido de un animal molesto.
Se levantó, preparó su pants, su playera deportiva y sus tenis para caminata. Trotó un poco en su mismo sitio y camino después hacia la cocina y refrigerador. Cuando tomó el cartón de jugo de la estantería del refrigerador, se detuvo al estirar la mano, su vida ¿acaso se hacía monótona y predecible? O más bien ¿era un hombre disciplinado que vivía aprovechando cada momento que su cuerpo le daría al máximo? Mientras filosófaba, su mano se enfrió y sus impulsos le hicieron salir de tan fría temporada.
Salió a trotar negándose a caer en un discurso único de vida, pero no derrocharia años de disciplina deportiva solo por una duda existencial, comenzaría su transformación poco a poco, por ejemplo, no tomando el jugo de naranja que le dejo su mujer en el refrigerador.
Esa mañana el señor Monts corrió más que lo normal de su paso en trote. Cambió su ruta por el circuito para motivar a su cerebro a buscar nuevos caminos y dejar una posible cita con el Alzheimer. Y al terminar su ruta de varios kilómetros decidió detenerse con un vendedor de jugos matutinos y comprarse un jugo diferente al de siempre. Tomó un jugo de zanahoria casi de un solo sorbo.pago su bebida y apresuró el paso para volver a casa, no obstante en solo un par de metros del vendedor de jugos el señor Monts cayó desplomado en muerte súbita.
Cuando los paramédicos se apresuraron a dar una respuestas e ideas de motivos de fallecimiento, algunos aseguraron que fue la nueva rutina que había agitado al señor, sin embargo la verdadera razón fue la alergia repentina a la zanahoria que el hombre ingirió.
El veneno no solo se encuentra en las adicciones que las personas tienen.
Se encuentra en ese padre que dice que quiere que seas independiente y aún así te quita el dinero que tú mismo ganas, se encuentra en es persona que recién empezabas a olvidar el daño que te hizo y en el momento menos esperado regresa, se encuentra en esa persona que admiras y de repente comete el peor de los crimenes.
Y es que lo que pensamos que es veneno no lo es veneno, porque siempre nos quejamos de aquellas personas que fuman o se drogan incluso de las personas que hacen grafitis pero nunca nos hemos puesto a pensar realmente por qué lo hacen, veneno terminamos siendo nosotros para la sociedad, veneno eres tú con esos comentarios e incluso con las acciones que tomas ¿crees que son lo mejor?, en vez de preguntar, ¿por qué? O si se encuentra estable? Tienes a criticarlo o golpearlo por qué piensas que de está manera lo aras más fuertes, terminas lastimandolos, y esta es la razón por la que empiezan a caer más y más en lo más profundo de su ser, y haces todo eso a sabiendas de que ellos lo hacen por qué es su manera de refugiarse y huir de este mundo, así como las peronas que escriben para contar sus problemas o les gustaría que fuera el mundo.
Cuando quise entrar el muchacho de seguridad me miró dudoso.
-¿Viene a buscar sus cosas?
-¿Mis cosas? Me reintegro hoy.
Subí con un estallido amargo en la blusa y tropecé con mi escritorio repleto de fotos que no eran mías.
-¿Y esto?
– Te esperan en la última oficina, soltó la voz gangosa de la piba, que ni siquiera se dignó mirarme.
Caminé arrastrándome y para mi sorpresa, Luis, con un tono venenoso sacó el prehistórico discurso del cajón: – todos sabemos que sos muy eficiente pero la empresa está buscando otro perfil.
Tragué aire, saliva, todo al mismo tiempo.
-¿Y después de veinticinco años se dan cuenta? solté con un hilo de voz.
-No la hagas más difícil. No me gustaría llamar a seguridad.
Lo miré despacio, desbordada y con asco.
– Te pagan para hacer el trabajo sucio ¿no? ¿O te ascendieron? Porque hasta lo que sé no sos mi jefe. ¿Marcelo está con alergia, acaso?
– Es legal este despido.
– No, no lo es. El alta es provisoria. Pensé que eras ingeniero y no abogado.
– No me obligues a llamar a Seguridad.
Me levanté despacio y di un portazo que se escuchó hasta en Singapur.
Dos años después el pobre se iba al otro mundo, con el mismo diagnóstico por el que me volaron.
Siempre pensé si ese trabajo sucio hecho a la fuerza por alguien tan bueno como Luis, no le habría envenenado de a poco la sangre.
O quizás fuera la antena que se comió la garganta de cinco compañeros más.
Quién sabe.
Veneno al dente.
Dulce veneno que ensalzas mi vida, sin darme cuenta. Eres como el azúcar que mi cuerpo necesita para vivir. Eres la droga que me sumerge en las profundidades del más allá, alejándome de la realidad. Me transportas a un mundo paralelo, que tan solo yo puedo flotar. Puedo pasarme horas, huyendo de esta realidad, de este mundo.
Gracias a ti puedo flotar. A ti, dulce veneno te suelen llamar. Tan dulce y poderoso, del cual no me puedo desprender. La droga más dulce que me hace ver, que me transforma la realidad en otra muy distinta. Enganchado a ti me encuentro. Lo sé. Te necesito como el aire que respiro.
Muchos intentan alejarme de ti. Dicen de ti que eres el veneno que me matará. Me dicen que estoy enfermo, que necesito ayuda. Cuando la ayuda que necesito la tengo cuando me aferro a ti. A tu dulce sabor, a la necesidad de tenerte, Necesito de ti. Sin ti no soy nada en este mundo.
Dulce veneno, eres la droga que me permite vivir para huir de esta realidad. Dulce veneno, eres la droga que hoy, sin yo saberlo, me harás flotar, para no regresar jamás.
Amanda abrió los ojos. Tumbada en una cama desconocida. En una habitación desconocida.
Casi a oscuras y sola. Sin ventanas. Una triste bombilla daba su pobre luz creando más sombras que claros.
Miró alrededor. La humedad dominaba cada una de las paredes. La pintura ya no tenía el vigor del que debió gozar antaño.
¿Dónde estaba? No recordaba nada. La última imagen que su cerebro guardaba era la del garaje donde iba a coger su coche. Los nervios comenzaron a apoderarse de ella.
Una puerta. Corrió hacia ella, estaba sobre unas escaleras. Debía tratarse de algún sótano o algo parecido. Subió los escalones, giró el pomo. Nada. Golpeó la puerta. Nada. Gritó. Nada.
¿Es que nadie podía oírla?
Comenzó a temblar. Un secuestro. La habían secuestrado. A ella. A La presidenta de industrias Sotavento S.A.
Un ruido en la puerta. Ella miró al instante. Las bisagras chirriaron con suavidad. Un hombre apareció en la entrada. Vestía un mono negro, en la cabeza un pasa montañas negro. En sus manos una bandeja con comida y agua. Con un gesto indicó a Amanda que se dirigiera a la cama. Ella le obedeció sin quitarle la vista de encima. Él hizo lo propio mientras bajaba los escalones despacio. Llegó a la altura de la cama y posó allí la bandeja. Amanda tenía su corazón palpitando con la fuerza de un caballo al galope. Tras dejar la bandeja se puso frente a ella, era bastante alto y parecía demasiado fuerte como para enfrentarse a él, desechó la idea. Observó como con uno de sus dedos él tocó su garganta por encima de la tela del mono.
—Deberías comer algo e hidratarte. Llevas unas diez horas sin probar nada.
La voz grave, distorsionada, sonaba por toda la sala. Unos bafles transmitían el irreconocible sonido de las cuerdas vocales de aquel hombre.
Miró la comida. Un par de hamburguesas y agua.
—No comeré la sucia comida de un secuestrador. ¿Sabes quién soy? Yo soy…
El levantó su mano y ella se calló sorprendida.
—¿Crees que te hubiese traído aquí si no lo supiera? Por mí haz lo que quieras, pero vas a pasar bastante tiempo aquí metida.
—Mi gente pagará el secuestro, o avisará a la policía. ¿Crees que podrás salirte con la tuya?
Amanda volvió a mirar la bandeja. Tenía sed. Bebió un poco de agua.
—Además, soy vegana. No comeré carne.
El hombre se encogió de hombros.
—Es tu elección. Ahora te volveré a dejar sola, pero antes dime una cosa. ¿Qué te hace pensar que esto es un secuestro?
Amanda se quedó quieta mirando a aquel desconocido. Pretendía asustarla, y lo había conseguido, pero sabía jugar a ese juego. Lo había hecho demasiadas veces para cerrar sus negocios. Sólo debía guardar las apariencias y no mostrar debilidad. Ella era Amanda Sotavento. Había hundido bastantes carreras y empresas, manejaría a este tipo.
El hombre fue hacia la puerta. Ella cogió valor y le amenazó:
—Desayuno cada día gente mucho más poderosa que tú. De una forma u otra acabaré contigo.
El hombre se detuvo pensativo junto a la puerta. Su amenaza parecía haber tenido éxito. ¿Cómo no? Ella sabía como lidiar en cualquier situación. Nada se interponía jamás en su camino. Sonrió mientras le miraba.
—Todo se puede arreglar con dinero. Aún estás a tiempo de salir airoso de esta situación. Si esto no es un secuestro como dices. ¿Cuál es tu plan? ¿Matarme? Creo que ya lo habrías hecho.
El hombre giró su cabeza y la miró.
—Estaba pensando… ¿Por qué eres tan engreída? Por no hablar de tu tendencia a la fanfarronería.
Amanda se sintió molesta. Aquel estúpido la hablaba con demasiada familiaridad y no parecía querer entrar en la negociación.
—¿Yo una fanfarrona?
—Dices que cada mañana desayunas gente más poderosa que yo, pero acabas de decir que eres vegana. No comes carne —Chasqueó la lengua tres veces —. Eres una embustera, pero también eres lista. No soy un asesino. No voy a matarte. Pero el veneno sí acabará contigo.
Salió y cerró la puerta.
Amanda recordó el agua que había bebido. Veneno. Ese miserable había puesto veneno en el agua.
Las siguientes horas vomitó varias veces. Al principio creyó que era el efecto del veneno, pero eran los nervios. Sola en aquel lugar se preguntaba una y otra vez ¿Por qué? Se decía así misma que debía ser fuerte, pero lloraba desconsoladamente. La puerta volvió a sonar. El hombre entró. En esta ocasión no bajó la escalera. Se agarró a la barandilla y se la quedó mirando.
—¿Cuánto tiempo me queda? —
El hombre miró la bandeja.
—A ese ritmo. Sin beber agua. Una semana.
La voz seguía distorsionada. Ella volvió a llorar. No le bastaba con haberla envenenado, ahora quería humillarla.
—¿Por qué lo haces? ¿Por qué me has envenenado?
Él hombre se río y comenzó a toser.
—¿Envenenarte? ¿Por qué piensas eso? Te dije que no era un asesino.
Amanda dejó de llorar. Miró al encapuchado. No comprendía lo que decía.
—Dijiste que el veneno me mataría.
—Recuerda bien las palabras, Amanda. Yo dije que el veneno “acabaría” contigo. Y eso es lo que pretendo.
El hombre se quitó la capucha. Amanda reconoció la cara de aquel hombre. Esteban Aguirre. Uno de los miembros del equipo de contabilidad. Sintió su garganta seca al verle la cara.
—¿Por… por qué?
Su aspecto estaba bastante desmejorado. Parecía haber perdido bastante pelo y su piel estaba demasiado pálida.
—No deberías hacer preguntas cuya respuesta ya conoces. Al menos me gustaría que me lo reconocieses a la cara.
Había combatido en muchas negociaciones, había acabado con muchos empresarios, pero ahora había sido derrotada. Aquel hombre había descubierto cuentas secretas en Suiza para evadir impuestos. Mucho dinero, demasiado como para que saliese a la luz. También acuerdos secretos con políticos de varios países para que favoreciesen su expansión en ellos. Y luego, las mafias. Demasiadas cosas como para dejar que aquel hombre no sufriese las consecuencias de su estúpida curiosidad.
—¿Cómo supiste que encargue tu asesinato?
—Bueno, es fácil cuando empiezas a notarte enfermo y tienes acceso a todas las cuentas de una empresaria corrupta. Siempre aparecen rastros. Supe a quién se lo encargaste e imaginé lo que me habían metido en el cuerpo. En fin. Te tengo tanto apreció que me pareció buena idea hacer que me acompañases en mis últimos días.
Amanda recordó lo que había sentido cuando pensó que ella era la que había sido envenenada, sería lo mismo que sintió él. Algo dentro de ella le hizo sentir compasión por aquel hombre. Sin embargo, era prescindible. Alguien que no contaba en su mundo.
—¿Cuánto te queda?
—Unas horas. Ya sufro hemorragias y dolores. No te preocupes, sabrás que todo ha terminado cuando me oigas dejar de gritar. Estaré junto a la puerta. La pregunta que te debes hacer es, qué ocurrirá contigo.
Salió y la volvió a dejar sola. Ella miró la puerta. “El veneno acabará contigo”, ella quedaría condenada en aquel lugar cuando él muriese. Al envenenarle a él, se había condenado a ella misma.
Horas y horas escuchando un interminable sufrimiento. Gritos y gritos introduciéndose en la mente de Amanda. ¿Arrepentimiento? Eso era para los débiles. Encontraría la forma de salir de allí y se reiría de aquel hombre con una copa de vino en la mano.
Los gritos cesaron. Todo había terminado. Buscó y buscó pero no encontraba nada con lo que forzar la puerta. Empezaba a impacientarse cuando la puerta hizo un ruido. Varios agentes de la policía bajaron por la escalera.
—Agentes, agentes. Ese hombre me tenía secuestrado. Estaba perturbado y…
—Señorita Sotavento. Tranquilícese. Todo a terminado. Podrá salir de aquí —Al decir aquello el hombre sacó unas esposas y se las puso. —, pero tendrá que venir con nosotros a comisaría. El señor Aguirre nos envió hace dos horas un documento en el que redactaba todo lo ocurrido. Nos llamó hace veinte minutos para darnos su ubicación. El fiscal tiene unas cuantas preguntas para usted.
Amanda no podía creer lo que ocurría. Subieron por la escalera, junto a la puerta, estaba en el suelo, Esteban. Después de todo tenía razón. Las palabras son importantes. “El veneno acabará contigo”.
Envenenaste mi piel con luz propia,
no existía madrugada más elegante,
que sentir el perfume que creaba mi propia muerte al amanecer,
sabiendo que nuevamente tocaba,
contar los días, horas, segundos,
para volver a tu cuerpo cubrir,
fundirse,
hacer estallar cada poro de mi ser,
más en mi droga te transformaste, de manera voluntaria,
cuando tus manos a base de caricias,
ternura,
lujuria,
y placer dibujan a imágen y semejanza toda mi silueta,
dejando aliento a mis labios para susurra..
envenename de ti,
de ti otra vez.
Vence mi sueño
libra mi agonía
serpiente aspis.
Estoy cansada
no puedo con mi pena,
me acorrala.
No por cobarde
estalla mi corazón;
no quiero seguir.
Es mi angustia
creciente desespero,
dolor, ausencia.
Nítido deseo
de trascender al edén,
es mi voluntad.
Óbito fatal
un viaje silencioso,
a la eternidad.
He decidido acabar con todo. Con todo mi dolor, con tu dolor. Tú no tienes la culpa, te conozco: te echarás la culpa. Pero ya lo hemos hablado cientos de veces. Ya no aguanto más, cada día noto como mi cuerpo me va abandonando, lentamente, sin darme un respiro. Ya no puedo pensar, solo me acompaña ese dolor que nunca cede. Ya ni la morfina me hace efecto, ese veneno que recorre todo mi cuerpo. Y te veo a tí; siempre a mi lado, sufriendo, sin vida propia, atado a mi cama. Te doy las gracias por ser tú.
Cuando leas esto yo ya no estaré aquí; he ido escondiendo medicación suficiente para partir. Te imagino llorando mientras me lees… pero escucha: vive por mí, vive por los dos.
Te quiero y sé que me quieres, no tengo dudas. Y como me quieres lo has de entender. Nos encontraremos en el infinito.
Hemos sido felices y eso siempre quedará, los momentos de plenitud en esta vida. Dile a todos que los quiero y que estaré bien, mejor que ahora seguro.
Te dejo…me estoy quedando dormida… quería decirte…
Recibí una oferta de un trabajo en una gasolinera. El dueño era amigo de mi padre y para no reventarlo más con negativas, le dijo que si, que me colocaría .
Este hombre pagaba ”na y menos», pero mi padre por tal de verme ”hecho un hombre» le daba lo mismo.
Yo había empezado a mantener conductas que no le agradaban a mis viejos.
Comencé por fumar porros.Me iba de botellonas y me había tatuado hasta el cuello.
Mis padres estaban cada día más locos y yo para desahogarme de sus frecuentes riñas y ataques no tenía más remedio que aumentar mi dosis de hachís.
La vida era una puta mierda, no tenía más palabras que esa para definirla, pero yo era joven y tenía que vivir.
El trabajo en la gasolinera me reventaba totalmente, estaba acostumbrado a levantarme a la hora de almorzar, sobre las 15h.
El cambio fue brutal, a las seis de la mañana tenía el despertador a toda pastilla,¡que triste!
Llegaba a la gasolinera amargado , con los ojos rojos y deseando que dieran las diez para desayunar.
Yo tomaba cola cao y una tostada y media con jamón York.
Me ponía del diez con ese desayuno.
Después, a llenar la boca a todos los vehículos.Algunas veces tenía poco trabajo y no sabía que hacer para que el jefe no me pillara sin hacer nada.
Esa historia de la gasolinera no se la desearía a nadie. Diez horas de mi vida tiradas al cubo de la basura.
Antes por lo menos era feliz con mis campeonatos de vídeo juegos y mis amigos virtuales .
Me había quedado totalmente vacío, por contra mis padres cada vez estaban más gordos y contentos…
Llevaba un mes trabajando y ya temía que me fueran a hechar.
Una tarde se acercó un coche, dentro estaba el director del insti , el que me había puesto la falta y expulsado hacía dos años.
Se me encendió el alma y no sabía cómo contenerme.
Él me dijo: hola Fernandillo , no sabía que trabajabas aquí, paso muchas veces y no te había visto.
¡Maldito!
Él tenía la culpa de parte de mis desgracias…no podía mirarlo.
Se me ocurrió una idea, como tenía que servirle la gasolina no estaría mal que se la cambiará por un ácido que habían traído a la gasolinera para limpiar un suelo que había hecho nuevo.
Fui dentro y cogí la botella de ácido,le añadí tres partes de esta y una de gasolina.
Cuando me pagó ví como se alejaba. Ese día fue el más feliz de los que estuve en el trabajo.
Que grande me ví, ni Napoleón.
Cuando llegué a mi casa comí mejor que nunca, se me había abierto el apetito. Mi madre tenía puesta la tele yo escuché cuando dijeron que un coche con matrícula de Badajoz había chocado en la carretera a49. Era su coche, no conocí enseguida, aunque estuviese totalmente destrozado..
¡Tremendo!
.Por fin me sentía orgulloso de haber hecho algo formidable. Soy grande, me debo una birra.
El dueño de la gasolinera no tardó mucho en echarme, habían puesto autoservicios y no querían mantener trabajadores.
De nuevo el gusano volvió a la habitación para hacerse de nuevo crisálida.
Yo nunca más quería salir de allí.
Unos colegas me dijeron qué en Japón millones de jóvenes se recluían en sus casas con sus máquinas de juego. Los llamaban hikikomoris
A mí no me pareció mal la historia. Desde hacía tiempo no mantenía contacto con nadie, nada más que a través de internet.
Yo también me hice uno de ellos, resisti con todas mis fuerzas todas las lágrimas de mis padres para que saliera.
Aún sigo vivo… pero mis padres no sé qué habrá sido de ellos.
Veneno maternal
Viajes purpúreos evaporados en mis suspiros,
trema incipiente de tu amor delirante,
sollozos de puñales enmudecidos,
buscan mi corazón coagulado y errante.
Bebí aquella pócima en una tarde de origami,
hecho con hojas de libro envenenado;
libro que escondía la verdad que escondías, tu a mí,
de un sino cruel de futuro emparentado.
Una sensación de letargo nos emborracho los labios,
fuimos dos almas inocentes tentadas por el diablo,
inyecté mi sabia amarga en tus pétalos dorados,
en el momento en que la luna titubeó menguando.
Nueve meses luego disipamos nuestra culpa,
la criatura etérea suspiró llorando,
con sus tentáculos yertos y su roja pulpa,
dislumbró el veneno de un incesto desgraciado.
Ahora estamos junto a este hoguera,
somos socios de muerte y nuestro cómplice es el viento,
que atice las llamas para que el niño, ya no fuera,
y nos libre de un oráculo y su azaroso movimiento.
VENENO
De su último viaje a Guatemala había traído una iguana en la esperanza de que se adaptara a un clima mesetario poco o nada parecido al tropical de su procedencia. A simple vista, aunque su aspecto no resultaba nada atractivo podría pasar por inofensiva. Su cuerpo escamoso y su sangre fría. Es vegetariana lo que no complica demasiado poder alimentarla. Trepadora y dormilona.
Guido llegó a su casa en el número 29 de la calle Bosque Verde, 5º, Iz …un portal que conoció tiempos imperiosos que acabaron transmutándose en un edificio venido a menos, acumulando desperfectos del tiempo acumulado que solo trae arrugas y averías, no solo al cuerpo, sino a todo lo que conforma el escenario de la vida. Dalmacia andaba a sus cosas en la cocina; medio sorda no escuchó el sonido de la puerta al cerrarse. Guido lanzó una llamada a sabiendas de su sordera para no asustarla.
—¡Dalmacia! ¡He llegado!
Dalmacia con sus noventa kilos acumulados y sus andares ondulantes sale de la cocina y ve a Guido al final del pasillo cargado con sus bártulos.
—Espere señorito que lo ayudo a desempaquetar. ¡Madre el amor hermoso que cargamento trae usted! Parece que viniera de alguna guerra perdida.
Guido con la precaución de no asustar a Dalmacia abre su mochila de la que primero con timidez asoma una cabeza, y acto seguido, todo un cuerpo lleno de escamas con su cola y su cresta…
—¡Ayyyyyyyyyyyyyyy! Pero ¿Eso qué es lo qué es? ¡Ay, dios, ay dios, ay dios!…
Dalmacia quiere correr a refugiarse en sus dominios, pero el susto la ha dejado pegada al suelo y no consigue mover un pie.
—No te asustes mujer, es inofensiva.
—Pues perdono usté señorito, pero por la pinta que tiene el bicho no parece que sea muy bonachón…si quiere que le diga…Una cosa le digo, yo, con ese bicho en casa me largo a la mía y aquí no pongo más un pie.
—De verdad que no tienes nada que temer. Admito que no es un animal bonito, pero te repito que no es peligroso.
—Ya, ya…por si las moscas yo me curo en salud…
Y cazar moscas cazaba, mucho vegetarianismo, pero la iguana cazaba al vuelo todo insecto volador atrevido a pulular por la estancia.
Guido consiguió convencer a Dalmacia prometiéndole que mientras ella estuviera faenando por la casa el «bicho» estaría encerrado en la urna adquirida con el objeto de que cumpliera la misión de poner a descansar en su interior al mal aceptado reptil.
Cuando Dalmacia entraba al cuarto de Guido, cubría el arca de cristal con una sábana: «¡Qué bicho más feo, me cagüen t’ó! Digo yo que igual un perro, un loro, no sé…¡Un loro! ¡Eso sí que alegraría la casa! …pero «esto». Gustos de señoritos, ya se sabe.
Cuando Dalmacia acabadas sus tareas colgaba el delantal se ponía su chaqueta de rayas deslucidas, agarraba el bolso de plástico recomido por las asas de tanto camino hecho durante años, Guido liberaba a la iguana, esta, recobrada la libertad parecía bailar por toda la casa trepando muebles y paredes, cazando mosquitos, moscas, hormigas voladoras…disfrutando como si supiera que esa libertad era prestada y caduca.
Dalmacia por esas cosas casuales o causales prende la televisión, tira sus malgastados zapatos al aire, se derrenga sobre el carcomido sofá con la intención de descansar un rato antes de la hora de cenar. En esos momentos se emite un programa sobre reptiles tropicales: «Recientes descubrimientos han mostrado que las iguanas, junto a otras especies popularmente tomadas como mascotas, son venenosas».
—¡Ni loca vuelvo yo a esa casa!
Agarra el teléfono, marca el número de la casa de la calle Bosque Verde, 29…y de inmediato cuelga el aparato.
A la mañana siguiente cruza el portal del 29 hacia el 5º izquierda.
—Buenos días, Domi, ¿Ha salido ya mi señorito? –Pregunta al portero.
—Hace rato que me saludó levantado la mano como es su costumbre: ¡Qué tengas un buen día Domi! Me dijo, y enfiló calle arriba.
—Gracias, Domi. Hasta más ver.
Dalmacia entra a la casa con la intención de llevar a cabo lo planeado en su cabeza en la extensión de toda una noche de insomnio. Va derecha al dormitorio de Guido. Abre la urna donde el bicho parece adormilado, circunstancia que le concede la ventaja de refugiarse en la cocina echando tras entrar en ella el pestillo. Una vez allí, espera, espera a que aquel demonio verde se dirija hacia el balcón abierto y tenga a bien fugarse para nunca más volver.
La iguana viendo abierta la puerta de su celda a hora desacostumbrada debió pensar que todo el monte es orégano y se lanzó a la aventura. Su natural de principio pacífico dio paso a una furia controlada que poco a poco fue transformándose en vendaval. Cruzó el pasillo hasta llegar al salón y descubrir el ventanal abierto. Una vez alcanzado, trepó hacia abajo y se lanzó a corretear por las aceras a la búsqueda de algo que llevarse al gaznate. Encontró fácil la presa adormecida sentada en un banco de la plaza con el periódico de la mañana medio caído sobre la pechera.
«Una iguana suelta, escapada al parecer del 29 de la calle Bosque Verde según apuntan las primeras hipótesis policiales, ha causado la muerte de un octogenario en el parque de la Buena Dicha y picaduras a unas veinte personas más. Por el momento no se conocen más datos que arrojen luz a este triste suceso. Seguiremos informando».
Dalmacia apaga la caja tonta, se prepara un café, prende la radio que en ese momento emite –casualidades del destino-: ‘Veneno en la piel’ de Radio Futura:
«Dicen que tienes veneno en la piel
Y es que estás hecha de plástico fino
Dicen que tienes un tacto divino
Y quien te toca se queda con él»…
Enfila para su cuarto canturreando…¡Mañana será otro día!
«Veneno invisible».
¿Era veneno? Del silencioso.Te va minando hasta la última víscera sin apenas percatarte de ello. Y si no lo controlas a tiempo y llega al alma es difícil encontrar antídoto; su toxicidad puede ser potente.
¿Porqué? Pregúntaselo a él que tuvo su alma rota mucho tiempo. Quizás te conteste que es el peor que existe; no es letal ni fulminante, no duele ni asfixa, te va zozobrando indefectible, hasta virar tu ser a las mareas revueltas de la conciencia más virulenta e irracional.Te rompe por dentro.
¿Qué color? No tiene. Al principio es diáfano, casi agradable, pero se va oscureciendo, haciéndose opaco si el juego de «toma y daca» se prolonga demasiado en el tiempo. Y ahí está el cepo; porque en este caso el que más resiste no vence si no todo lo contrario, está más expuesto a su tóxico.
¿Sabor? Amargo final siempre, no lo dudes, no lo pruebes; deleitoso finge ser, remata acibarado.
¿Dolor? Incógnito. Anónimo; terapeuticamente desagradecido. Fingidor de mejorías; simulador de esperanzas.
Y ahora, ¿qué? Esperarlo sin cagalera. Con respeto, que es noble. Y sobre todo sin rencor; que él mismo es. Y ya viene atiborrado.
El veneno que describo, no es el del efecto rápido, seguro, aquél que en un instante termina con la angustia. Éste, va matando lentamente. A veces, se presenta dulce , delicioso y otras, amargo como la hiel. El cuerpo se transforma bajo su efecto y cada célula comienza a morir. Con el placer de lo prohibido, se ingiere, y sos juzgado por quienes te rodean, sin saber de tus luchas internas, incansables.
Sabes que es letal, que el placer dura sólo un instante, pero lo tomas y lo haces tuyo.
Las ganas de luchar se disipan, muero de a poco, no tengo fuerzas para remediarlo. El ha ganado la batalla.
Ese veneno que me diste se quedó navegando por mis venas y no consigo sacarlo de ellas.
Es un dulce veneno que me acompaña desde el primer día en el que te leí, en el que intentaba descifrar tus galimatías, tus metáforas, intentaba descifrarte a ti.
Bebí cada sorbo de tus versos, me perdí en un laberinto de pasiones, más allá de lo que la razón concebía, soñé, amé y.. ¿Te perdí?
No, ahora es cuando me doy cuenta que vivirás en mi siempre, que tu veneno es el que me hace sentir, que sin él, mis letras no tendrían sentido, que la noria en la que un día me subí, agarrada de tu mano, sigue girando a nuestro favor, que las pasiones no se acaban, solamente permanecen somnolientas en un rincón del corazón, que tú, mi poeta favorito, siempre estarás aquí.
Hoy, me ha dado cuenta, que tu veneno me ha hecho vivir.
Mamá y yo siempre fuimos muy unidas, quizás porque papá murió cuando aún era muy pequeña. Ella amaba los caramelos y siempre llevaba consigo algunos. En casa tenía su caramelera especial que nadie podía tocarla. Decía que eran mágicos porque poseían el poder de eliminar los problemas de nuestras vidas.
Cuando mamá murió heredé los caramelos y la dirección de la artesana que los fabricaba. Junto con ellos me dejó una carta donde me explicaba para que servían y cómo usarlos, exhortándome a tratarlos con cuidado. Es muy importante, resaltaba, que mantengas el contacto con la artesana para cuando se te acaben, es una receta que también viene transmitida de generación en generación. Me contaba además que ella los había heredado de mi abuela, quién los había heredado de mi bisabuela … No sé cuándo había comenzado está herencia maldita, pero sin dudas nos había mantenido a todas unidas. Tampoco entendí como semejante asunto dependiera por tantos años de un tercero.
De todos modos, seguí sus indicaciones y me contacté con la artesana, quién me recibió entusiasmada comentándome que también ella había heredado el negocio de su madre no hacía mucho, me preguntó si sabía de qué se trataba y le expliqué lo de la carta. Sin embargo, le expresé que tenía una duda: ¿Cuántas personas sabían de esto? —En tu familia ahora solo vos, después existen otras involucradas, pero solo yo manejo sus nombres. Me ofreció un café y nos pusimos a charlar, le conté que yo también era emprendedora y que fabricaba aromatizadores con hierbas naturales, saqué un saquito que tenía en mi bolsillo y se lo obsequié. Ella lo olfateó profundamente y elogio su agradable aroma a campo.
—Me alegra que te haya gustado —le dije— y me puse a esperar el deslanase de esta historia que según mis cálculos tendrá lugar en tres, dos, uno, ¡listo!
Ahora les voy a pedir que me esperen un momentito porque me voy a la otra habitación para alejarme del cuerpo y les cuento cuanto tiempo hace que llevo envenenando los perfumadores para, al igual que mamá, eliminar los problemas de mi vida.
veneno hay en tus ojos
amor en tu mirada
poción mágica
buena
mala
por ancestros venerada
carnal deseo favor divino
venus romana
vanadis de Odín
calentadas sus sales
beben el té
de rojo carmín
receta desconocida
espurio polonio
cicuta maldita
cantarella borgiana
a la carta
a demanda
masas parduscas
viscosas
yerba de los ballesteros
en la ciencia de las flechas
armas de guerra
creadas
ni poco ni demasiado
ordalías del destino
brebajes
injusta fama
la dosis hace el veneno
el perdón regala calma
Guerreras Forjadas en sombra de ira,
Destierran princesas de frágil hostilidad,
Abatido en la razón el veneno del recuerdo,
La coraza en mi memoria conspiro,
Tras el sueño del ocaso destrocé,
Las cenizas arrebatadas de mis sombras,
A la ausencia de un debil Jekyll desperté,
Abrigado a los temores de mi Hyde,
Descosí la memoria atormentada,
Bajo un pensamiento roto,
Golpeé al verdugo infame de las preguntas,
Cuando las respuestas destrozaron mi coraza,
Me dormí en el regazo de los escombros,
Que dejaron los recuerdos olvidados,
Se pudrieron los grilletes de bilis con saliva,
Tejiendo un enjambre de versos rotos,
Aún me quedan las resacas,
El grafito de un viejo lapiz,
Y algunas hojas mal criadas,
Aún me quedan cicatrices en el alma,
Para seguir escribiendo jindamas,
Aún me queda el veneno de la vida….
Para que a su modo…siga tejiendo mi alma…
No todos los venenos son amargos,
Ni dulzura hay en los remedios.
No juguemos lo de adentro por la fachada,
Porque hay buenos libros con portadas feas
Y nichos bellos con un muerto dentro.
Dulce veneno con frascos de modelo,
Besos que te llevan al cielo y su destino es el infierno.
Cuerpos ajenos invitándote a su paraíso,
fruto prohibido que pondrá tu dignidad hasta el piso,
Veneno sin etiqueta de peligro,
Amigos que quieren verte destruido,
Fiesta, alcohol, banquete y risas,
Más cuando caes mal todos huyen deprisa.
Venenos letales sin caretas,
Pinchazos que hacen de tu vida una mierda,
Nicotina que va carcomiendo tus pulmones,
Bebidas que afectan a tus neuronas,
Y te hacen llevar una vida lerda.
Veneno el mundo está lleno de veneno,
Hasta en la comida que consumimos sabiendo que es suicida,
En las canciones que destruyen intelectos,
Hasta en estás letras que lo escribí con odio hacía el veneno.
No supe que eras veneno hasta que tu pócima en pequeñas dosis terminó por destruirme.
Consumida en el ácido néctar que producía tu esencia. Embriagada de sabores agridulces que producían dependencia hasta el punto de que olvidé mi propia identidad.
Al principio eran pequeños aguijones que penetraban en mi alma.
Cortas frases en voz alta, algún grito que estremecía mi cuerpo…
Luego llegaron esos argumentos largos que me hacían sentir culpable de lo que no tenía culpa, insignificante, poca cosa, ni siquiera persona.
Los dardos de veneno eran cada vez más grandes y su líquido inyectado recorrían con mayor furia mis venas.
Me poseías cuando te apetecía, aún a sabiendas que ya mi corazón yacía yermo y destruías los pocos vestigios de dignidad.
Ya nada quedaba de ti bueno, ni de mi sano.
El veneno era mentira y su efecto aniquilan te.
De las palabras mal intencionadas e hirientes pasaste a la etapa destructiva con la mano alzada y el puño apretado. Cada vez con más fuerza hasta que el último golpe apagó la luz de mis días.
Los dos perdimos por el maldito veneno.
¡Tu muerto en vida!
¡Yo muerta en paz!
GORRIÓN
Los erizos caídos de los castaños, alfombran el suelo de un campo vestido de otoño.
Fabián, entretenido en abrirlos, con un palo en la derecha y una cesta de mimbre en la siniestra, desposita las castañas perfumadas con el rocío de la mañana.
El piar de los gorriones, es interrumpido por el rumor lejano que se va haciendo cada vez más cercano, de un todo terreno subiendo la loma.
Este sonido, le hace estremecerse a Fabián, más que el lejano tronar de un trueno que anuncia una tormenta.
De reojo, observa como aparca, negro, señal de mal augurio, el coche todoterreno que estaba subiendo la cuesta de la loma, que le lleva a su caserío.
Cuatro figuras humanas, se bajan, como los cuatro jinetes del apocalipsis anunciando solo desgracias y dolor.
Oye las voces que le llaman, pero se hace el sordo, el desentendido, como pretendiendo que, adoptando una actitud de desinterés total, le dejen en paz, y se vayan con viento fresco por donde ha venido.
-¡Papa!, ¡papa!-una joven de aspecto elegante, con un conjunto campero de falda y chaqueta de pana, y botas de Valverde del camino, de engrasada e inmaculada piel marrón; fina cara ovalada, cubierta su tez pálida, con maquillaje caro oliendo a Loewe que raya lo apestoso, meciendo entre su andar sostificado y la brisa, una lisa melena negra, fronteriza con los hombros, sujeta por una pinza sujeta pelo de Carey-
-¡Marisa!-le increpa su marido, un barrigón cincuentón, con camisa mil rallas azules, finitas, con cuello y puños blancos, de Burberry, un pañuelo multicolor de ameba, al cuello, botas de media caña, Panamá Jack, y un estiloso conjunto verde guardia civil, de pana, igual que su mujer, rematado por una sombrero de fieltro, con pluma incluida, por su puesto, protegiendo del relente, su incipiente calva, con una frontera de pelo cano, cada vez más menguante, exiliándose hacia la nuca-¡No hace falta que vayas!, ¿no ves que nos ha oído?, ¡se está haciendo el tonto!, (maldito viejo inútil, tener que venir hasta aquí)-masculla entre dientes-
-¡Papá!, ¿nó nos has oído llegar?- le dice a su padre, cogiéndolo del brazo, a modo de reprimenda, reclamándole la atención-
-¡Ay hija!, ¡que ilusión que hayas llegado-dice, mal disimuladamente-perdona que no os haya oído llegar…estaba aquí entretenido cogiendo castañas…escuchando algo mejor que el coche ese, lo pájaros…-dice, malintencionadamente-
-Venga, papá, no disimules, anda, sube y entremos en casa, Adolfo y yo, tenemos que hablar contigo-
-Está bien-dice con tono de fastidio, haciendo una muesca-
-Además, ha venido tu nieta, que hace tiempo que no la ves
-Será porque tú no la traes…-responde, lanzándole un dardo envenenado-
-Papá, no empieces, y por favor te lo pido, no empieces a discutir con Adolfo, tenemos que hablar de una cosa muy importante contigo-le advierte-
-No será por gusto, el hablar con tu “marido”-recalca con retintín-
-¡Hija, saluda al abuelo-le dice a su hija, una quinceañera de sudadera tres tallas más grandes, pantalón roto, zapatillas “hueveras! Jhayber, color azul marino, melena rubia cortada a tazón, con los cascos inalámbricos incrustados en las orejas, con un iPhone última generación en la mano-
-Hija…!que saludes al abuelo!—le increpa a su hija, dándole una breve sacudida en el hombro derecho, para que se dé por aludida, debido a su estado de sordera por cascos inalámbricos y ensimismamiento por el tik tok –
-¡ah!, hola abuelo-responde sin dirigir mirada alguna a Fabián, levantando la mano, mecánicamente, a modo de saludo, sin quitar la mirada de la pantalla del Iphone-
-Hola….nieta, los mismos modales que el padre….de tal palo tal astilla-comenta Fabián, mirando desafiante a su Yerno-
-Hola Suegro-le dice el pijo de Adolfo a Fabián con desprecio-
-Hola “yerno”-le responde Fabián con sorna a Adolfo-
Entran los cuatro en la casa, donde, Fabián, mientras coloca una cacerolilla de esmalte rojo vino, en el fuego de leña, con un poco de leche, para hacerse el desayuno, y muele en un molinillo añoso, un poco de granos de café, que pone a hervir en una cajetera requemada por el culo, mientras se fija en la cuarta persona que se ha bajado del coche, momentos antes.
-Disculpe mis modales, pero no me ha dado tiempo hasta ahora presentarme-le dice a una mujer de unos cuarenta y algo, con traje de falda y chaqueta azul marino, básico, del Lefties, zapatos baratos del Carrefour, y un corte de pelo, con teñido caoba de una peluquería low cost-mi nombre es Fabián Ruiz, para servirla, ¿y usted es?.
-Buenos días, me llamo Sonia García, y soy del departamento de asistencia social, en la capital, y vengo con su hija, y su yerno, para hacerle una evaluación psicológica, para ver si está usted capacitado mental y físicamente para vivir solo…
-Yá, una loquera-responde con fastidio Fabián, cortando con la navaja, trozos de pan, al café con leche de la cacerolilla-bueno, antes de nada, permítame ofrecerle algo, ¿vino?, café?, espere, voy a sacar para “todos”-dice sarcásticamente- un queso y un chorizo, de los que en la capital no hay-abre una alacena, y saca una cuña de queso, que corta en pedazos, y un chorizo, que corta en rodajas, colocando todo, junto unas rebanadas de pan, sobre la mesa. De la fresquera, saca una botella de vino tinto, rojo como sangre de toro, y coloca tres vasos, que sirve con generosidad-Comer, comer, que de esto no tenéis, ¿Verdad, yerno?, ¿o de esto tenéis en los cluses esos tan de señoritingos?, come, ¿o te da repelús?-le lanza una mirada cargada de veneno, de odio-
-Verás papá, -empieza a hablar, su hija, con tono meloso-ya eres bastante mayor, para vivir aquí solo, hace un año que murió mamá y….
-Entierro al que no fuiste-le interrumpe con una mirada de furia y de desaprobación-
-Papá, ya hemos hablado de eso muchas veces….estábamos en Nueva York y….
-¡pues esas no son las noticias que tengo!, que aunque no lo creas, aquí me entero de todo, ¿o crees que no hay personal del pueblo que trabaja en la capital?- la vuelve a interrumpir, masticando con rabia el pan mojado en el café- que estabas en la casa de un menistro bastante importante….tan importante que no fuiste al entierro de tu madre…
-Papá, ¡ya basta!-responde con indignación de señora rica-, ¡dejemos ese tema de una vez!, ¡no es a esto a lo que hemos venido….
-¡sí!, será mejor dejarlo…porque como saque la mano a pasear…-responde furioso desviando la mirada hacia la cacerolilla, a la que le quedan las ultimas cucharadas, para no ver a su hija-
-¿Vé?- Adolfo, se ha llevado a un rincón de la sala, a la asistenta social, hablando entre susurros-es una persona agresiva, es un peligro para él y para los demás-comenta, tapándose la boca con la mano izquierda, cuyo brazo está apoyado por el codo, en el brazo derecho, doblado sobre su enorme barrigón-
-Ya…pero debería evaluarlo mejor en la consulta…tiene que solicitarlo su médico de cabecera….-responde prudentemente la asistente social-
-Pero todo tiene arreglo, usted, como funcionaria…o mejor…¿jefa de zona?-responde Adolfo, engatusando a la funcionaria-sepa que tengo ciertos conocidos que….podrían mejorar ostensiblemente su situación laboral…..¿entiende?, además, le hacemos un favor al viejo, le llevamos a pudrirse a una residencia, convierto esta choza en casa rural…y así ganamos todos, ¿entiende?-comenta con un brillo de codicia en los ojos-
-Bueno, en casos excepcionales como éste, podría realizar un dictamen de urgencia-responde interesadamente la asistenta social-
-Papá. Hemos venido a llevarte con nosotros a la capital, tú ya no estás en condiciones para vivir solo, unas fuentes, del pueblo, nos han comentado que llevas unos meses taciturno, agresivo….
-¿Fuentes?, ¡las únicas fuentes que conozco son las del pueblo!, y además, ya sé por dónde vas, pájara, que te has vuelto igual de mala que ése- señala con la cabeza a Adolfo, que sigue hablando con Sonia, la asistenta-tú y tu marido, habréis pagao a cuatro pelagatos y muertos de hambre del pueblo, para que la tipa esa, rellene un papel y me llevéis a la capital…
-Papá, no seas cabezón, es por tu bien-le dice con voz meliflua- así, que, coge todas las cosas que creas más imprescindibles, que lo cargamos en el coche, y nos. vamos a la capital.
Fabián, se levanta, aparentemente aturdido, coge su garrota, con su chuzo metálico, y da un tremendo golpe sobre la mesa, que tira los tres vasos de vino, y rompe en mil pedazos el plato de queso y chorizo, que se mezclan con los restos del plato hecho añicos.
Se hace un silencio en la sala.
Silencio antes de la tormenta.
-¡jamás!-grita furioso Fabián. Adolfo y la asistenta, le miran con incredulidad. Su hija, con miedo, sabedora de los arranques de ira de su padre. La nieta, con estupefacción-¡¿pero quienes os habéis creído que sois?-dice, con el bastón aún sobre la mesa-¡venir a mi casa a echarme para irme!, ¿a la capital?. ¿y tú, miserable? -mira furibundo a Adolfo-soy viejo, pero no sordo, ofreciéndole a ésa un “carguito”, para que firme un papelucho que diga que estoy mochales, y tú, convirtiendo esta casa, en una de esas para turistas, sacándoles los dineros….y pudrirme en un matadero de viejos de esos, de la capital….!escucharme todos!-dirige la mirada a todos y cada uno de los presentes-muchos de los que llamáis viejos, se los han llevado los hijos a la capital. Ninguno ha vuelto. Los viejos que vuelan a la capital, son como los gorriones, se mueren de pena en una jaula. ¿qué queréis?, ¿envenenarme poco a poco, en un rincón, sentando mirando hacia no se sabe dónde rodeado de viejos chochos, echando baba?.!largo!, ¡fuera de esta casa!, ¡y una cosa os digo mu serenamente!, ¡antes de sacarme del nido!, ¡lo quemo conmigo dentro!, ¡avisaos estáis!, ¡arreando que es gerundio!.
Un coche, baja raudo por la misma cuesta por la que ha subido.
Doña Cloe no terminaba de acostumbrarse a los potingues que hacía su marido. Ramón padecía de artrosis en la rodilla derecha y de unas continuas migrañas que lo obligaban a guardar reposo varios días en casa. Por otro lado, Cloe tenía hipertiroidismo y en su último análisis el médico le había informado que también le había subido el colesterol de forma preocupante. A ambos se le había pautado el tratamiento a seguir a base de fármacos, cambios en la alimentación y estilo de vida.
Cloe llevaba dos semanas adoptando de buena gana esos nuevos cambios y tomando de forma controlada su medicación, pero Ramón en la primera semana de tratamiento seguía con sus molestas migrañas y con la rodilla dolorida e inflamada por lo que sintiéndose desesperado empezó a investigar por su cuenta. Rescató de su estantería un libro de medicina natural que había pertenecido a su padre al que solía recurrir en alguna ocasión para consultar los beneficios y usos de algunas plantas en particular. Con la ayuda de las nuevas tecnologías también hacía sus búsquedas en Internet, leía algún artículo y seguía a médicos que apoyaban una medicina más natural e integrativa. La compra semanal había disminuido en alimentos procesados volviéndose en su lugar más rica en colorido, sabor y naturalidad. Ramón había sustituido los fármacos por plantas medicinales, frutas y verduras.
Una mañana Cloe llega a casa después de su clase de yoga, con su pelo rubio y rizado recogido en un moño alto, deportivamente uniformada y muy tipo “que todo fluya y nada influya”. Un extraño olor procedente de la cocina y encontrar a su Ramón absorto en la elaboración de un nuevo brebaje que ha descubierto para sus dolores de cabeza hacen que su estado de euforia y fluidez se vea alterado. Los extraños hábitos culinarios de Ramón la tienen desconcertada.
¬¬—¡Algún día te encuentro tieso y envenenado en la cama Ramón! —le dijo Cloe mientras dejaba la mochila en la silla de la cocina y se asomaba a la olla para ver que planta estaba hirviendo en esta ocasión.
—No te preocupes mujer, estas plantas no son dañinas, mira, lee—Ramón le acerca el libro y Cloe se ajusta las gafas para fijarse en la imagen—.
—Se llama matricaria, y esta otra que estoy hirviendo es valeriana. Tomadas en infusión dos o tres veces al día previenen y alivian los dolores de cabeza.
Cloe no se queda muy convencida, empieza a sentirse irritada, tiene miedo de saber que Ramón ha dejado de tomar sus medicamentos y pueda intoxicarse con alguna planta.
—¡Qué iluso eres Ramón!¡ Que paciencia me da Dios contigo! A nuestra edad ya no hay plantas que nos curen ni remedios milagrosos. Que nos hacemos viejos y para los viejos lo único que hay son pastillas y mucho sol para calentar motores. Que tus dolores y los míos son por el tocino acumulado y el azúcar blanco que se nos volvió veneno en la sangre. Que no hay semillas, tallos ni plantas que nos arrastre eso Ramón.
—Tú sigue tomando religiosamente lo que te ha recetado el médico y déjame que yo pruebe otras alternativas mujer—le contesta Ramón en tono disgustado.
—Perdóname Ramón, es que tengo miedo, confieso que andas mejor y ya no buscas el silencio y la oscuridad para aliviar tus dolores, pero no me terminan de convencer todos estos cambios ¿No es un poco tarde para nosotros? Además, echo de menos las comidas de antes, nuestro vino cuando la tristeza aprieta, nuestras cenicas de costillas de cordero a la brasa, la tostada con sobrasada y queso en el bar del Juanín ¡Ay Ramón! Que estos cambios, tus potingues y el yoga me están cambiando y algo en mí se resiste.
—Venga Cloe—suspiró profundamente su marido— Saca el vino de reserva que nos trajimos de Jumilla y las nueces, vamos a brindar por todos estos cambios, miedos y venenos que nos sacuden por dentro.
Continuará…
Doña Juana, era la curandero del barrio, le decían…La manosanta!
No había mal de amores que ella no curara, así decían sus seguidores.
Paola estaba enamorada de Don López, el farmacéutico del pueblo..Pero resulta que el estaba casado. Habían comenzado la relación una tarde en que ella fue a aplicarse una inyección, Don López le acaricio una nalga, como al descuido (tenía fama de ser muy mujeriego) Paola se dejó acariciar, hacía tiempo que le había hechado el ojo..Así sin más en la trastienda la hizo suya salvajemente..
Era un hombre buen mozo: alto, bien puesto, con esa mirada profunda que te volvía loca; Así empezó el romance, pero el le aclaró muy bien..
Mi esposa, es mi esposa, le había dicho una noche cuando ella le insinuó que quería ser algo.mas que amante.
– Más de esto no puedo darte.
Paola, trago las palabras y nunca más le menciono nada; Recurrió a doña Juana.
– Que te trae por aquí?
– Bueno…Yo.. yo estoy enamorada del farmacéutico.. Don López.. y quisiera que deje a su mujer, Ud me puede ayudar?
– Claro pero eso cuesta mucho.
– Por eso no hay problema.
– Bien, veni el viernes que te prepárate una poción.
Así fue que poco a poco, Don López hiba dejando de lado a su esposa y pasaba mucho tiempo con Paola.
Doña Juana cada vez exigía más dinero, y Paola quería algo más fuerte para que su amante dejará por completo a su esposa; Llegó el día que doña Juana no sabía que darle ante los requerimientos de su clienta y no quería perder el dinero que está le daba, decidió recurrir al brujo que vivía al pie de la montaña, él tenía mucho poder y le dio un veneno muy poderoso.
– Sólo tenes que usar una gota, de lo contrario puede ser mortal..o traer consecuencias, le advirtió al entregárselo, así le transmitió Doña Juana a Paola, por supuesto, recibió una gran cantidad de dinero a cambio.
Al llegar a su casa, prepara el ambiente para recibir a su amante, sirve dos copas, en una vertió la gota del brebaje, y se dispuso a esperar a Don López.. espera y espera y este no llega, nerviosa camina alrededor de la mesa, va y viene desde la puerta y nada…en una instante sin pensar toma la copa preparada para su amante con el brebaje (Que para asegurarse vierte más de una gota, sin pensar en la advertencia) y bebe de un sólo trago el contenido.
Cuando llega Don López, la encuentra inconciente, queriendo reanimarla le da de la botella preparada con la poción, al no poder hacer nada, llama rápidamente a la ambulancia al ver que Paola no vuelve en sí y sacude su cuerpo con movimientos compulsivos.
Pasó un largo tiempo..Don López sigue en la farmacia y feliz con su esposa…
Si pasas por el manicomios del pueblo, verás una hermosa joven caminando por el parque del mismo, con una hoja gastada por el tiempo, repitiendo una y otra ves lo siguiente…
Estoy inmersa,
En el néctar de tu veneno
Me tocas, me acaricias
Y nada más existe
Para mí
Te quiero así
Con todo tu poder.
Hundirme en tu piel
Prohibida.
No puedo mirarte
A lo lejos
Y no tenerte.
Me hace entrar
En la lujuria
Del veneno que me das
En los instantes
Que eres mío.
Cerrar los ojos
Sentir poco a poco
Como el veneno
Carcome mis sentidos
Y penetra lentamente
Por todo mi ser.
Déjame
Perderme lentamente
Una ves más
En la agonía
Del dulce veneno
De tu amor
Aunque me pierda
Sin poder regresar.
Ese loco amor que llega hasta la locura..a veces trasciende los límites de la razón..¿En que espacio del tiempo quedo la mente de Paola?
Sandalias de arena fina
Ellos seguían adelante, sin querer parar, por no recoger en fanegas ese tiempo de desperdicio.
Hasta que un buen día uno de los dos encontró un atajo, un trampolín, un desvío, que es como salir de escena, con lo que cuesta…
Y resultó que en vez de llorar, aprendió a hacer cabriolas al viento, libre, ignorando por completo dónde depositaría su estampa.
Salió una mañana descalzo, y pensó:
“ya me calzaré sandalias de arena fina.”
Huyendo de una vida anciana, para recuperar la edad de la aventura y del ansia de querer.
Y el otro entonces, desde dentro de sus enaguas, comenzó a fabricar veneno en un alambique de celos, y de orgullo en salmuera.
¿Duermes?
No, sufro de amor dolido. Creía en caricias en conserva y descubro entonces que hay que saber de la belle cuisine para tener el paladar embelesado. Y mantener tenso el paralelismo entre dos cuerpos, que tienden, por naturaleza, a la divergencia.
Ya abro mi maleta, y busco qué llevarme y qué dejar. Dejaré las tardes abrazados en el sofá, por no destrozarme al recordarlas.
Me llevo, sin embargo, tu mirada brillante enamorada, de tantos primeros encuentros, antes de que ya siempre estuviéramos. No pudo ser mentira aquella luz.
El veneno fabricado de momento me lo llevo…
Lo mezclaré con el tiempo.
Amor Envenenado
Paseaban por la feria del libro Jorge acompañado de su amigo Jaime, cuando en uno de los estantes de una editorial muy famosa se pusieron a ver leer algunas contraportadas de los libros que tenían apilados, casi todos eran de escritores conocidos, de gran renombre. Estaban muy concentrados, cuando a Jorge se le acerca una edecán para recomendarle algunos títulos, el seguía leyendo y no le puso atención, ella al sentirse ignorada, se pasó con Jaime que está a un lado, Jaime detuvo su lectura y volteó a verla, quedó enamorado al instante de los ojos verdes y hermosos como nunca los había visto, estaba como envenenado con su belleza, Jaime la oía pero no ponía atención sus palabras, solo decía si con la cabeza y después de un momento de sentirse aturdido reaccionó y empezó a atender lo que ella le recomendaba. Jorge seguía concentrado en su lectura. Jaime se acercó un poco más a ella y al ver que no había ninguna persona, le entregó a ella el primer libro que encontró y le dijo que lo quería comprar. Después de pagar, ella le obsequio un par de plumas como regalo, Jaime destapó una de ellas y le preguntó que si le podía dar su número de celular, ella le dijo que con gusto. Jorge estaba algo sorprendido de que Jaime hubiera comprado ese libro, nunca le gustó a él cocinar.
Salieron del stand de la editorial y Jorge muy extrañado de la actitud de Jaime y más de su compra de un libro de cocina, le preguntó a Jaime ¿compraste el primer libro que se ocurrió solo por la edecán? Le contestó Jaime con la mirada en el horizonte, la verdad sí, me enamoré de sus ojos verdes, sentí como un veneno que me hacía reacción en todo mi cuerpo al verla, es la mujer perfecta para mí. Jorge le dice: te la bañas, sí que te envenenaste con ella, hubieras comprado mejor el libro del que yo estaba leyendo la contraportada, estaba muy interesante. Jaime le dice a Jorge: si quieres nos regresamos para que lo compres y así vuelvo a verla, es hermosísima. Jorge le dice pareces adolecente enamorado.
Se fueron al departamento que compartían ellos, en el trayecto Jaime estaba añadiendo el número de celular de la edecán que llevaba por nombre Edna, pensando ojalá no lo haya apuntado mal cuando me lo dictó, sería un terrible error porque la feria del libro se acababa el día hoy y ya mañana no podría volver a buscarla. Dejó pasar unas horas y le mandó un mensaje a Edna, él estaba impaciente, pensó que bueno que hay estos medios de comunicación, porque solo de imaginarme a los abuelos cuando mandaban cartas, todo el tiempo que tenían que esperar para recibir contestación. Pasó unos minutos y ella lo aceptó con un simple hola, Jaime estaba muy contento, agrandó su foto de perfil para admirarla y solo le comentó que estaba checando su número, que sería mejor contactarla después, cuando estuviera más descansada, se despidió.
El fin de semana siguiente, Jaime se comunicó con Edna para invitarla a cenar a una pizzería de nombre Fidanza que conocía, era el lugar perfecto para platicar con ella, ese restaurant tenía fama de ser un lugar donde muchas parejas se habían hecho novios. Jaime llego puntual a recoger a Edna a su casa, ella se veía muy bonita, vestida con un vestido blanco con unos encajes verdes bordados muy elegantes, que hacia resaltar sus ojos. Se fueron al restaurant aunque era temprano para cenar, cuando llegaron les extraño que dos personas estaban discutiendo en la cocina del restaurant, no le dieron importancia, se fueron a un rincón y empezaron a platicar cada vez más juntos, hubo un momento en que ella pasó una de sus piernas encima de las piernas de él y siguieron la plática por largo tiempo, se acercaron sus caras y por fin se besaron tímidamente, el mesero cauteloso se acercó para pedirles la orden y Jaime se vio muy autoritario pidió una pizza grande con anchoas acompañada de 2 cervezas, no le pidió opinión pero como que quería no distraerse del bello momento que estaban pasando. La pizza se tardó en llegar, solo llevaron las cervezas, no les importaba, ellos estaban muy románticos sentados muy juntos, Jaime pensaba no me equivoqué en venir a este lugar en donde dicen que muchos noviazgos prosperan. Después de un rato, ellos se distrajeron nuevamente con otra discusión que venía de la cocina, se oía que se caían ollas. El mesero llegó con la pizza y les pidió disculpas por la tardanza y las discusiones que se habían suscitado. Ellos cenaron tranquilamente y se fueron del lugar a la media noche.
En el trayecto a dejar Edna, Jaime empezó a tener escalofríos y ella estaba más tranquila que cuando hacían salieron, Jaime pensaba quizás estaba algo mal en el queso de pizza por eso sentía medio mal. Se despidió rápido de Edna prometiéndole que siempre la buscaría, que había sido una noche increíble. Ella lo besó y entro a su casa. Jaime se estaba empezando a sentir peor, como que estaba envenenado, pensó quizás la discusión en el restaurant de los cocineros habían contaminado la comida por venganza. Llegó apenas a su departamento, Jorge le pregunto ¿cómo te fue, enamorado? pero Jaime no alcanzó a contestar, entro al baño enseguida, se sentía débil con un dolor muy fuerte en la boca del estómago. Salió del baño pálido y con ojeras en los ojos, Jorge asustado le dijo ¿pues qué comiste? pareces un papel de lo pálido que estas, nos comimos una pizza en el restaurant famoso de los noviazgos, se me hace que estaba mal el queso. Voy a recostarme. Jaime tomo su celular y le mando un mensaje a Edna para saber cómo se sentía, no contestaba, un rato después le contestaron que era la mamá de Edna que tuvieron que hospitalizarla porque estaba como envenenada, ¿Qué habían comido y dónde? Jaime no lo podía creer pero era lo mismo que él estaba sintiendo, se paró y le dijo a Jorge que lo llevara al hospital porque se sentía muy mal. Jorge lo llevó casualmente al mismo hospital en que habían internado a Edna y ellos se vieron en urgencia se tomaron de la mano y pero ambos estaban muy débiles, murieron un instante después, mirándose.
Los doctores del hospital decían que su muerte se debía a una intoxicación por haber ingerido alimentos en mal estado o envenenados, porque mostraba todos los síntomas. Tiempo después se supo que el cocinero del restaurant se había molestado con el dueño y contaminado las anchoas con veneno, lo que provocó la muerte de 10 personas esa noche, fue una locura todo lo que provocó, por romántico que pudiera parecer al principio.
«Soy veneno»
Quería dejar claro algo, por eso lo escribo en esta nota. No quiero más víctimas y sentirme mal por algo que he hecho. En realidad, no lo hago queriendo. Nací así, y crecí mezclado gota por gota, hasta crear el horrible asesino que soy ahora. Un veneno mortal, de lo más atroz y con vida propia.
Soy ponzoña, soy tú veneno, un cianuro en vida que te consume lentamente. Con cada pizca que vas probando de mi, en pequeñas dosis, chupito tras chupito. Solo con pensar en mí, con mirarme, sentirme, escuchar mi voz, leer una de mis palabras y tocarme, puedes sucumbir y envenenarte de mi toxina. Cuando te das cuenta, es demasiado tarde. Te quedas muerta en vida, como alma en pena. Enfermando tú corazón consumo tú esencia vital, hasta despojar tú alma.
El hombre de tus sueños y que siempre piensas en cada momento. Al dormir, al despertar, cuando desayunas y cuando estás más ocupada. Estoy envenenándote y no te das cuenta. Tomo tu vida, tu dolor, tus sentimientos, tu alegrías y tristezas, aferrándome en cada uno de tus órganos vitales.
Confieso que solo soy un pobre diablo, un cobarde del que no hay antídoto. Al que le toca probar de su propio veneno, mi propia medicina, para limpiar mis crímenes. Con cada mujer que sucumbe en mis brazos, pierdo parte de mi ser.
Sabes que me amas, porque soy bueno. No muestro ningún signo de maldad, soy silencioso, cariñoso y amable. Empiezo por gustarte, después te vas viciando, lo empiezas a admirar y amar, hasta quedar totalmente enganchada a esta droga que te envenena.
Sabes que no soy yo quien te hago llorar, no seré yo quien te haga sufrir, pero siempre estarás a mi lado, enamorada de mi y de mi toxina, o hasta que la muerte lo decida.
No obstante, os seguiré envenenando, para que sigan siendo mias.
Sabía, estaba segura del efecto que tendría y aún así corrí el riesgo y me entregué y me desnude el alma y después el cuerpo.
Tenía que hacerlo, necesitaba volver a sentirme viva y no me importó lo que pasaría después, lo importante era el aquí y el ahora.
Tenía miedo de que no hubiera un mañana y lo bebí, lo bebí de a poco, gota a gota el veneno de su boca y sus dedos lo introducía de apoco en mi cuerpo, siempre supe que al final me mataría; pero no me importó, yo lo amaba con los poro de mi piel, con las ganas insaciaciables de sus besos, hasta el día en que su veneno me mato lento de a poco, cuando lo busqué y ya no estaba, cuando queria tenerlo y ya no estaba y fuy muriendo por el veneno de su amor.
El veneno que la vida me insufló
Se esparció por mis emociones
Sueños e ilusiones.
Es sigiloso y está latente,
Día a día hace acto de presencia.
Quiere derrotarme,destruirme,
Más no le dejo.
Lucho contra él
Fuerte, muy fuerte.
Ha cortado mis alas en seco,
Para que no pueda levantar el vuelo.
Intenta apoderarse
De todo lo que fui, soy y seré
Más no le dejo.
Siento su ponzoña,
Recorriendo mi cerebro,
Como vil toxina se esparce …sin remedio.
No siento desconsuelo,
Porque a pesar de estar ahí,
El antídoto de mi ser,
Contrarresta el infame veneno.
TORTURA
En la comunidad de propietarios de la Urbanización Balboa, donde los chalés son todos iguales, pegados uno con otro, con un color verde predominante en los muros, la mayoría de los garajes son abiertos y su jardín de césped es artificial, ahí, los vecinos, frecuentemente se amenazan unos a otros con poner veneno.
Aquella mañana, en el grupo de WhatsApp de dicha comunidad, aparecieron mensajes que hicieron estremecerse a muchos de sus inquilinos:
GUILLERMINA: Estoy harta. Tus gatos entran en mi casa… ¡qué asco!
Escribió, adjuntando la imagen de un gatito sobre la encimera de su cocina, y siguió:
GUILLERMINA: ¡Venga, valientes de corrillo! Se que nadie va a decir quién es el dueño o la dueña del animal, pero que sepáis que quizás, desde hoy, voy a poner veneno en mi casa, que para eso es mía, y este cuento se acabó. Luego que no se le ocurra a nadie denunciarme, porque dentro de mi casa hago lo que me sale de ahí mismo.
Y es que esta amenaza ya se cumplió. Casi una decena de animalitos de aquella comunidad de chalés habían ido aparecieron muertos en los dos últimos meses. Perecieron convulsionando, espumando por la boca, característica principal del envenenamiento.
-No se te ocurra contestar -dijo el marido de Elsi quitándole de las manos el móvil-. Debemos tener más cuidado, solo eso.
-Es imposible evitar que se escapen por la puerta del garaje si Greta entra y sale continuamente al patio.
-Pues cuando salga a jugar los meteremos en una jaula.
-¿En una jaula? ¡Martín te has vuelto loco! Son animales, necesitan la luz del sol, explorar y jugar en el exterior…
-¡Pues ya me dirás como hacemos! Esa bruja es capaz de todo. Gracias a que vive en el otro lado de la urbanización y desconoce de quién son los gatos, sino tendríamos serios problemas.
-Tendremos más cuidado… ya verás como no pasa de una simple amenaza.
Por la noche tras la cena, Greta esperaba impaciente a que su madre le leyera un cuento, como cada noche.
-¿Cuál quieres que te cuente? -dijo Elsi abriendo una gran enciclopedia de cuentos para niños-.
-El de los tres cerditos.
Al terminar el cuento, Elsi se acurrucó junto a su hija acariciándole el pelo.
-Mama… ¿alguien malo va a hacer daño a Tiger, Glotón y Nemo?
-No cariño, ¿por qué dices eso?
-Es que… papá me regaño esta tarde. Me dijo que no podían salir conmigo al patio los gatitos, que podrían escaparse y les harían daño.
-Papá tiene parte de razón. Veras, si salen de casa pueden perderse, son muy pequeños. Solo los dejaremos salir cuando estemos contigo papá o mamá, hasta que crezcan un poca más ¿Qué te parece?
-¡Vale mama! Te quiero -dijo abriendo la boca para soltar un gran bostezo-.
-¡A dormir! ¡Buenas noches, amor! -susurró al verla con los ojos ya cerrados-.
Dos semanas después Tiger, el gatito atigrado amaneció muerto. En la mañana del domingo siguiente, Glotón, que últimamente apenas probaba bocado, fue encontrado exánime bajo la cama de Greta. Esa tarde Nemo el más pequeño de la manada, empezó con síntomas de gravedad, acurrado, inmóvil sobre el pecho de Greta, quien no dejaba de besarle y abrazarle.
Al caer la noche, Martín lo llevó al veterinario, pero estaba muy mal, y el especialista le dijo que no había mucho que hacer. Sobre las 3 de la mañana Martín salió del veterinario con el gatito muerto y un informe en el que el médico dejaba constancia de que el animal había muerto por envenenamiento, para así poner una denuncia por la mañana en la policía.
Al llegar a casa, le extrañó que las luces estuvieran encendidas. Elsi salió exhausta a la puerta, con Greta envuelta en una manta:
-¡Martín, tenemos que ir al hospital… está vomitando sangre! -gritó-. Empezó a quejarse en cuanto te marchaste. Decía que le dolía el estómago -explicó-. Pensé que era por la pérdida de los gatitos, pero a las dos de la mañana se despertó vomitando, hasta que empezó a salir sangre… -decía mientras la acariciaba llorando y pidiendo a Dios que no le ocurriera lo mismo que a los gatitos.
Mientras, la pequeña se retorcía de dolor, le daban convulsiones y no paraba de vomitar. Los minutos del trayecto se hicieron horas. Ya en urgencias de pediatría del Hospital 12 de Octubre, explicaron lo que le pasaba a Greta y lo ocurrido con sus gatos envenenados, por lo que la ingresaron inmediatamente.
Según los médicos, Greta, presentaba un envenenamiento que llegó a producirle una herida en el estómago, debido a la corrosión de la química del veneno. Un veneno que sus animales arrastraron hasta el interior de su casa, de su cama, de su ropa y que no era visible en los garajes, puertas, bancos del resto de los domicilios de la Urbanización Balboa, donde se envenenaron el resto de los animales.
Tras varios lavados de estómago, medicamentos y noches de hospital, Greta sobrevivió al veneno que mató a sus mascotas.
La policía hizo su trabajo y detuvieron a doña Guillermina, de la que descubrieron que consiguió el veneno a través de un veterinario, y aunque está a la espera de juicio por un intento de homicidio, mantiene que ella jamás haría daño a un animal, pero si a la irresponsabilidad de la gente que no hace caso de los mensajes de WhatsApp. Por otro lado la policía investiga la posibilidad de otros responsables.
A la familia de Greta la apoya la gente del pueblo, y aunque sus mascotas ya no regresarán, dan las gracias porque su hija sobrevivió, pidiendo el castigo del responsable y conciencia a los demás ciudadanos, para que la muerte de un animal por envenenamiento sea considerada TORTURA.
Bajando los peldaños del olvido
siento que mi vida ha sido una parodia.
Naufrago entre los angustiosos recuerdos de días soleados y gélidas tormentas .
Tu presencia se desvanece y caigo en un profundo sopor, que me adormece y me acuna
Abrazada al recuerdo que me queda de un pasado feliz.
Decaigo fatigada por el esfuerzo que rme supone sonreír
intentando ocultar las lágrimas amargas derramadas por tu indiferencia.
Veneno has sido en mi vida y con dolor me has intoxicado.
Mis yagas supuran tristeza al saberme utilizada.
Mi aliento apesta a soledad.
Mal amor que has corroído mi alma
Empujándome a un abismo infinito.
Te quise tanto que olvide mi coraza en la silla de tu cuarto al desnudarme
Te amé tanto que perdí mi esencia para saciarte a ti.
Despiadado libertino que me usaste como a una muñeca con la que jugar.
Desprovista de cordura, me dejé llevar por el son de tu baile de máscaras.
Disfraces que escondían la verdad.
Has sido veneno en mi piel.
Veneno
Verso circular
La mano saludó
a la mirada que se alejaba.
La lágrima caía de la pupila y era frío sobre llevar, la humedad sin niebla.
Las formas cambiaban como al despertar juraba que estabas aquí.
Era una ilusión
Era un viaje
Solo como veneno
Juré no verme
Así
Juré no ser
Lo que nunca
Fui
Juré mirarte
Soñarte y llegar
Al fin.
Te escapaste entre mis manos.
Te fuiste como nunca me imaginé.
Veneno.
Difícil elección esta semana. Por fin consigo leer todos los relatos sin que se me acumulen. Todos muy buenos y una participación muy alta. Enhorabuena a todos.
Mi voto es para Conce Jara.
Me han gustado muchísimo todos pero mi voto esta semana va para Nelson Martina Vega, me ha transmitido mucho y me ha parecido que utiliza vocabulario muy enriquecedor.
Mi voto una vez más es para: CONCE JARA.
Mi voto Gaia Orbe
Mi voto va para Gaia Orbe
Gaia…y María Rosa
Mi voto para Pedro Parrina y Neus
Voto para Conce Jara
Mi voto es para Tess lorente
Mari Cruz
Difícil de cada vez más. Mi voto para Sisi, J.J.serrano
Mi voto:
Coronado Smith
Gaia
Alexander
Curro
Mi voto: La liebre de marzo, Silvana Gallardo.
Uff, es complicado elegir. Todos están muy bien. Mi voto va para:
Benedicto Palacios Sanchez
Conce Jara
Lidia Fuentes
Gabriela Mota
Mi voto va para Pao López
Consuelo
Lidia
Nelson
Guadalupe
Me repito como mis antecesores. Complicadísimo elegir. Mi voto para Luis Arturo QR
Tess Lorente
Gaia
Voto a:
Consuelo
Sisi
Curro
Coronado
Gaia
No, no puedo decidir. Todos los relatos me han dejado una emoción y una enseñanza… todos todos son excelentes.
Conce Jara