Todo lo que no sé sobre el papel

Hoy voy a hablar de algo que no sé. Tal vez estaría mejor callada (seguro que no faltará quien así lo corrobore en comentarios), pero confío en que al menos este artículo sirva para sacar a la luz las dudas que tenemos muchos sobre el tema del papel.

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Papel reciclado

Cuando empecé en este mundo de las editoriales, hace más de una década, se me ocurrió preguntar si podríamos hacer libros con papel reciclado. El editor que entonces era mi jefe me explicó que ya apenas se usa el papel reciclado. El motivo era que el papel «normal» (el de fibra virgen) ya venía con un sello ecológico. Este sello (FSC: Forest Stewardship Council) consiste en la certificación de que el papel procede de bosques no naturales (cultivados para este fin), que la producción es sostenible, que no se utiliza cloro ni otros productos químicos contaminantes en su blanqueamiento, etc.

Hoy en día (2019), todas las imprentas trabajan con este tipo de «papel ecológico» (al menos en Europa). En cambio, la producción de libros en papel reciclado (y la producción de papel reciclado en general) va en continuo descenso.

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El debate del papel

Hay quien se atreve a afirmar a que la producción de papel sostenible desde cero contamina menos que reciclarlo, y que además el papel no es un producto contaminante en sí mismo sino que se degrada con facilidad, por lo que no merece la pena reciclarlo. Sobre esto he encontrado afirmaciones contradictorias, incluso entre las diferentes ONG ecologistas.


Algunas de ellas critican las plantaciones forestales porque suelen ser árboles de rápido crecimiento (normalmente pinos o eucaliptos) que degradan el suelo y que tienen, según dicen, efectos nocivos al punto de ser conocidos como «desiertos verdes».

Por otro lado, para que estas desventajas no se nos vayan de las manos, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha elaborado unas directrices para la ordenación de los bosques plantados. El objetivo es favorecer la biodiversidad en estos «bosques», fomentar la conservación de la naturaleza y contribuir al desarrollo económico, tratando de llegar a un consenso entre las partes interesadas. ¿Consiguen que sean sostenibles de verdad? Ni idea.

En contraposición a sus detractores, otras voces dicen que estas plantaciones en ningún caso reemplazan a los bosques naturales, que proporcionan hábitat a los insectos y pajarillos y que su adecuada gestión reduce la presión sobre los bosques naturales.

Esto último creo que es indiscutible: mejor sacar papel (y madera) de un bosque plantado que destruir un ecosistema primario. Y el papel se va a seguir necesitando… ¿o no?
Un dato curioso: el consumo de papel se considera un indicador de desarrollo de un país (fuente: Greenpeace y Ecologistas en Acción).

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¿Entonces?

Nosotros nos quedamos con la frase final de El hechicero del trampal, el libro de Juan Miguel Márquez:

Que todos los árboles que se han cortado para poder fabricar este libro sirvan para que nos demos cuenta de que debemos seguir plantando muchos otros.

Cuantos más árboles, más libros, cuantos más libros, más ideas, y cuantas más ideas, más árboles plantaremos y más mariposas revolotearán a su alrededor.

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