Fiestas – Miniconcurso de relatos

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema “fiestas”. Estos son los relatos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves día 10 de enero! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).

*Todos los relatos son originales y no han pasado procesos de corrección.

 

ALBERTINA GALIANO

Y en mi interior se quiebra algo.
Mientras salto como una loca fuera de mí misma, queriendo expulsar lo que me aprisiona.
Una imagen antigua, procedente de muy lejos, cuando unos zapatos a estrenar eran un trampolín hacia el cielo.
Y una mirada, como un bien robado, abría el aparador de mis sueños.
Con música, siempre con música de cualquier género, y una multitud que al final confluía en dos, alguien más, sólo uno más que yo.
Los codos entre ambos, que se relajan, que ceden según avanza el baile, y los pechos se unen al fin.


ROCÍO ROMERO GARCÍA

RAMÉ.

Nueva York deslumbraba bajo las luces artificiales y frías provenientes de las farolas, renacida y desnuda ante un nuevo año marcado como 1950. Las calles estaban más vivas que nunca, las voces se fracturaban y llenaban cada callejón oscuro.
Los deseos y las expectativas de un nuevo año lleno de promesas nublaban la vista. La llegada de un nuevo año, la oportunidad de reescribir los errores y las sonrisas, de enterrar el dolor y lo innombrable bajo la nieve y olvidar. Por un minuto esa inocencia tan irreal parecía mágica y posible.
Todos los pisos estaban iluminados, la música se escapaba por las ventanas, tumultos de mujeres con sus mejores galas, de hombres arreglados riendo y bebiendo mientras sostenían un cigarrillo entre sus dedos.
En el inmerso universo que esos pisos conformoban brillando como estrellas se encontraba Chloe.
Chloe, con su melena castaña marcada por debajo de la barbilla y sus ojos claros de cervatillo; con una de sus sinceras sonrisas rojas dibujada en el rostro y su vestido tan negro como el cielo nocturno.
Sus manos sostenían una copa de vino, sus mejillas empezaban a enrojecerse por el furor del alcohol.
Sin poder evitarlo, sin quererlo, desvió su mirada a un rincón de la sala.
Fue un movimiento rápido producto de una distracción que duró más de lo permitido.
En aquel rincón con la mirada perdida en la Luna se encontraba la mujer más peculiar que Chloe jamás había visto.
Su cabello era igual de corto que el de Chloe, aunque este se teñía de un color granate.
La blusa blanca y vaporosa que lucía caía despreocupadamente por sus hombros.
Sus pantalones negros definían mejor sus caderas que cualquier vestido que pudiese llevar, y sus botas de tacón daban sensación de seguridad y poder.
Sus dedos sin pintar, delgados y alargados sostenían un cigarrillo.
Sus labios rojos inspiraban el humo y lo exhalaban formando pequeñas nubes alrededor de su cabeza. Fumaba con la elegancia y la clase con la que un hombre lo hacía. Aunque de forma más sensual y femenina, más personal y definida.
Era una ente un millón. Era única en aquella sala… Y su nombre también lo era.
Exótico y extravagante, el nombre de Nina estaba grabado en su comportamiento como un tatuaje.
Chloe se encontraba ensimismada mirándola, admirándola como si de una criatura mística se tratase.
El vinilo ya no producía sonido, las estrellas y la Luna habían comenzado a precipitarse y el Universos había dejado de expandirse.
Sus ojos se dilataban más en cada pestañeo y sus mejillas comenzaban a arder como aquel cigarrillo que se consumía en los labios de Nina.
Su sangre hervía y el corazón le quemaba, su cuerpo empezaba a paralizarse y sus huesos temblaban.
Chloe era inteligente, sabía que en esos escasos minutos algo dentro de ella estaba cambiando. Algo dentro de ella había despertado y eso le provocaba incertidumbre y curiosidad… Pero sobretodo miedo.
Sabía lo que significaba sentir aquello, lo que supondría mirar a una mujer desde los ojos de un hombre.
Su garganta se redujo a un nudo que quería estallar en tormenta.
Bebió algo de vino y respiró como si todo el oxígeno del mundo fuese a terminar.
Sí, no cabía duda. A Chloe le gustaba Nina.
«Quizá no estoy pensado con claridad» se dijo a sí misma para calmarse.
«Eres demasiado inocente para su tiempo y ella demasiado adelantada para el tuyo» se volvió a decir. Necesitaba una excusa para ahuyentar aquellos sentimientos.
Pero su mirada siempre volvía a ella y su corazón volvía a arder. Quería ser aquel cigarrillo, consumirse en sus labios y descubrir las carreteras infinitas que formaban sus lunares.
«¿Por qué yo?» «¿Por qué a mí?» se preguntaba una y otra vez.
Terminando su copa de vino se despidió de sus amistades tras la excusa de que estaba cansanda. Debía dormir, dejar de pensar, convencer a la almohada de que aquello no era lo correcto.
Antes de salir y sin poder evitarlo, queriendo, dirigió su mirada hacia ella.
Para su sorpresa Nina también tenía sus ojos posados en ella. Sin apartar la mirada la una de la otra Nina termina lo poco que queda del cigarrillo y sin deshacer aquella pícara sonrisa libera el humo.
Chloe sonrió, involuntariamente, rindiéndose. Entonces algo dentro de ella floreció, algo completamente nuevo y diferente: la sensación de que algo hermoso y caótico al mismo tiempo había nacido en su interior.


ROSA MARÍA JIMÉNEZ MARZAL

Irnos de fiesta? Contigo sé cómo terminan esas reuniones sin fecha ni localización…. porque eres una embustera patológica,te has creado un mundo paralelo donde una mentira se hilvana con otra en un entramado malsano de decadencia .
No es una fiesta ver cómo te quedas con todos fingiendo ser otra persona,quedas en entredicho porque para mentir hay que ser inteligente y tener memoria. Yo ya perdí la cuenta de las vidas vividas, de las familias y trabajos…salir contigo es ir con varias personas en una…y sabes, yo ya estoy cansada. Tienes un problema, ignoro si fue un trauma infantil, acoso escolar,falta de atención de tus padres o celos de tus hermanos. No sé en qué momento te quebraste,dejaste de ser tú para ser ellos…pero ya no hace gracia. Te estás quedando sola porque nadie soporta lo que acarrea la falsedad: engaño,estafa, difamación, suplantación de la personalidad…y los que te queremos deseamos volver a salir contigo, con la auténtica que no precisa del alcohol y las drogas para divagar y recrearse
No quiero ir a más fiestas histriónicas,no deseo seguir tus bromas, ni ver cómo engañas a los demás.
Si quieres hablamos, me gustaría conocerte en realidad …. comprender


REBECA FS

Simplemente de la fiesta, recuerdo que al salir, por la acera, cantando y quizá con algún decibelio de más… nos tiraron huevos.
Por cierto, no dieron ni uno en la diana. (Quizá regresaran de otra fiesta)
Pobres huevos…
si fueran padres, no comerían huevos al día siguiente. 
O eso, o quizá tuvieran una granja.
Otros tiran los tejos, y a nosotras nos tiraron huevos…😆


FRANCISCO BALLESTER

Cuando me senté en aquél horrible trineo de cartón y vi que media docena de renos de plástico de tamaño casi natural me enseñaban descaradamente sus culos con sus ridículos rabitos blancos apuntando al techo, fue cuando me hice la pregunta…

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!No!, No me la hice al levantarme de noche aun de la cama …creo que la resaca no me dejó…Tampoco cuando me vestí con aquellas ropas que me habían proporcionado en el centro comercial que y olían a mil sudores…!No!, Ni siquiera cuando me vi reflejado en la luna de aquel enorme escaparate mientras cruzaba la calle como un enorme tonel rojo andante..

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La pregunta me la hice cuando me senté y aun jadeaba por el esfuerzo que había tenido que hacer para entrar en aquella cosa mientras una barba blanca y espesa que apenas me dejaba ver me impedía la respiración. En la megafonía sonaba sin parar el gingle bells . Acababa de subir a la sección de juguetes del tercer piso mientras todas las miradas se centraban en mí :! Un Papa Noel que subía por las escaleras mecánicas como un cliente mas !..

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Fue entonces, al sentarme digo…cuando en voz alta pero amortiguada por el barbón me oí decir:

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¿ Como ha permitido Dios..que a mis 65 años yo haya acabado aquí ?.

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La respuesta llegó a mi cerebro casi a la vez que me hacía la pregunta… Creo que Dios me quiere llevar al límite.Creo que aun me ama y solo quiere que toque fondo para que, dejando el alcohol en el fango oscuro del pozo, solo me quede una dirección en la que nadar…! Hacia arriba !

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Soy católico, de navidad recogida…de figuritas de Belén…de villancicos y de reyes magos, y a pesar de que me he convertido en un puto borrachín, creo en Dios y por eso llevo peor este horror en que se ha convertido ahora la navidad:

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Una fiesta pagana de consumo y excesos empleando como excusa el nacimiento de Jesús, pero bajo el ídolo de ese ridículo obeso de Papa Noel rubicundo que es una especie de payaso anglosajón y cuyo ingles cerrado no deben entender ni sus renos porque en vez de lengua tiene una tarjeta de crédito.

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A veces pienso que esos norteamericanos protestantes que no se confiesan ni hacen penitencia, nos la hacen hacer a los demás cristianos enviándonos cada navidad sus extravagantes costumbres de llenar las fachadas y los árboles de luces, ver un puñado de películas lacrimógenas llenas de calles nevadas y milagros de opereta, que nos hagan pensar que por éstas fechas, aún nos queda algo bueno muy en el fondo de nuestras renegridas almas.

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! Si !, ! Estoy aquí por el Alcohol !… Mientras todo me fue bien en la vida yo era una persona normal, con su trabajo y su familia. Pero Dios me había hecho vulnerable a los demás, y cuando mi vida se torció por la salud y perdí el trabajo, todo se me derrumbó y no pude soportar como las actitudes de todos ante lo que consideraban un fracaso, me herían y me destrozaban la autoestima, que es la esencia de la dignidad de un hombre, hundiéndome tanto que incluso pensé en quitarme la vida mientras nadie, ni siquiera en navidad, trató de ayudarme. Era mas fácil pensar que era un borracho vicioso.

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Cuando Dios me envió al Amigo Alcohol y me abracé a él sin culpa, hice de la taberna mi casa y mi refugio.

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Si, el alcohol es un raro amigo al que le tengo aprecio porque que me ha permitido sobrevivir y es verdad que autodestruye, pero te destruyes tú mismo, que con mucho, es mucho menos doloroso que permitir que te destruyan los demás con su desprecio y su desdén.

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!Si!, yo le doy las gracias….mi amigo «el graduado» como yo lo llamo con sorna, cuando me cito con él ya al amanecer. El sabe destruirme igual los demás, pero tiene el buen gesto de hacerlo sin humillarme, aliviando mi pesada carga con algún espejismo de realidad y yo le doy las gracias como se le dan al médico que te ayuda a bien morir.

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Ahora… solitario y abandonado como un leproso solo espero una señal de Dios …, un camino que me separe de mi amigo embotellado, porque si me lo envió para resistir, ahora, me gustaría creer que me debe tener algo mejor reservado para llegar al final de mi vida con un poco de dignidad y aun espero su señal.

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El griterío de los niños que habían formado una enorme cola para pasar de uno en uno por mis rodillas para pedirme sus deseos, me sacó de mis oscuros pensamientos y me devolvió a la realidad. Miré a la chavalería, era una masa multicolor de gorros bufandas abrigos y guantes en la que, como un baile de luciérnagas, moviéndose sin parar, se veían cientos de ojitos brillantes e ilusionados.

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Suspiré…, e intenté cargarme de paciencia para atenderlos como se merecían porque esos chavales, no tenían la culpa de nada.

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Uno a uno, fueron pasando por mis rodillas, hoy me había abstenido de beber para no ofenderlos con mi aliento de borracho viejo y ellos, me fueron explicando expresiva y exageradamente su pequeño e inflado curriculum de buen comportamiento y los grandes méritos alcanzados a lo largo del año…Luego, pedían los juguetes…bueno…, mas bien una sarta de modelos y especificaciones técnicas que a veces llevaban apuntadas con su letra infantil, pidiéndome atención para que no me equivocara y no les trajera ese otro modelo que era parecido pero que no llevaba tal o cual cosa….

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Al final de la tarde, poco antes de cerrar el establecimiento y cuando ya estaba agotado y algo inquieto echando de menos un copazo de aguardiente, dirigí mi mirada la cola y vi que solo quedaba un pequeño de unos cuatro años sucio y despeinado. De su naricilla salía una estela de mocos secos y su delgadez agitanada hacía que sus ojos de cervatillo le ocuparan media cara. Definitivamente sus rasgos parecían claramente magrebíes.

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A una indicación mía, el «pequeño morito» vino hacia mí con la duda en la mirada como si se preguntara si él también tenía derecho a acercarse como el resto de los niños y se sentó en mis rodillas con miedo infinito y casi temblando. Apenas hablaba nuestro idioma y yo, le dije para tranquilizarlo lo que a todos los niños : ¿ Cómo te llamas guapo ? ¿ Alí? ! Que nombre tan bonito ! .¿ Qué quieres que te traiga Papa Noel ?

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El niño tras un silencio en el que buscaba las palabras en su cabecita rizada, me dijo en voz muy bajita mirando ceñudo al suelo: Necesito que me traigas un Papá porque el mío, se murió al caer de la patera al mar y yo y mi mamá que trae un hermanito dentro no tenemos quien nos cuide.

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Joderrr…! Que nudo se me hizo en la garganta !

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Joderrr…Cómo me saltaron las lágrimas chorreándome hasta la barba blanca!

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Joderrr…¿Qué le podía decir yo a aquella criatura?.

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De repente…! Vi la luz !…!Si!…! Aquello era la señal !, la señal que le había pedido a Dios…

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Puse al niño en el suelo, me levanté, lo prendí de la manita y le dije: ! Llévame con tu mamá Alí ! y el niño obediente y en silencio me llevó hacia abajo por aquellas escaleras mecánicas que debía conocer de memoria de vagar todo el día por allí.

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Salimos fuera atravesando el gentío de la puerta principal y caminamos por delante de los escaparates iluminados hasta que al final, en un rincón bajo una pared desconchada, la vi.

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Alina, aun con sus ropajes bereberes, estaba acurrucada y aterida de frío en el pavimento húmedo con el rostro casi tapado por una raída bufanda que solo me permitía ver unos ojos sin brillo y unas oscuras ojeras. Frente a ella, tenía un pañuelo extendido donde reposaba un bote oxidado con algunas monedas.

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! Qué extraña es a veces la comunicación humana !

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! No hicieron falta palabras!…Solo extendí la otra mano hacia ella que recogiendo sus cosas se levantó y la cogió en silencio sin reserva ni temor. Tal vez pensó que por malo que fuera no podía ser peor de lo que ya era…

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Me los llevé caminando hasta la tienda de alimentación que hay en el bajo de mi destartalada casa donde me gasté los cincuenta euros que me quedaban…ya no podría beber…no tenía para alcohol…y tampoco bebería mañana, ni pasado, ni al otro…porque aquello era la señal de Dios.

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Los alojé en el cuarto de la cama grande y mientras Alina aseaba la habitación como un pájaro acomoda el nido, me senté cansado en el sofá aun vestido de Papa Noel y Alí vino al cabo de un rato hasta mí buscando de nuevo sentarse en mis rodillas.

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Entonces le dije: ¿ Sabes Alí ? A Dios no le quedaban papás este año, se le han terminado. ! Pero has tenido suerte de que aún le quedaran abuelos!..

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No sé si me entendió, pero el niño me sonrió con dulzura.


FLAVIO MURACA

Doña eduviges, el tio jacinto y las fiestas de la buena vencindad

A estas alturas del año, es fija que nos encontramos con personas que a priori parecen motores de formula uno, corriendo una carrera adversa contra el tiempo y la desesperación por encontrar las cosas que hacen falta para las festividades, todos atropellando, chocando y con mal genio, pergeñando oscuras tramoyas para salirse con las suyas.
Se colan, aceleran volteando a otros congeneres, todo por encontrar la oferta del momento que nunca termina siendo oferta y que después uno se da cuenta que te empomaron con una sonrisa por necio e ignorante; y claramente por dejar todo para lo último.
Llega el momento cruel del año donde la mayoria, lobos, se visten con piel de cordero incitando los buenos augurios de aquellos a los que jamás les importaron pero que de la boca para afuera necesitan hacerlo para quedar bien con dios y con el diablo.
Infames seres que pululan por las calles de los barrios chusmeando y sacandole el cuero a quien sabe cuantos, cuando no son capaces de mirar su propio ombligo porque se asombrarian de lo sucios que los hallarian.
Los que esperan ansiosos que el tio jacinto palme de una vez para quedarse con lo poco que dejara y sacarse de encima el calvario de ir a buscarlo y llevarlo para las fiestas.
Donde aparece la parabola de doña eduviges, esos vecinos incordiosos, mal encarados y mal paridos, que a las espaldas critican todo pero se transforman con la llegada del niño dios y saludan con una sonrisa de oreja a oreja deseando nuestros mayores exitos…
¡Fayutos!-diria china zorrilla en esperando la carroza.
Las fiestas de fin de año son en suma la metafora de la buena vecindad del chavo del ocho donde todos ponen una cuota de esfuerzo para que se realize pero en el fondo lo hacen a regañadientes y seguiran siendo y haciendo las mismas cosas luego de que pasen.
Lo unico rescatable todavia, es la inocencia de los chicos que esperan ansiosos la llegada del gordo barbudo y capitalista Papa Noel- no, no es un sindicalista- regando el arbolito de juguetes y haciendolos felices por un instante, todavia recuerdo cuando creia que santa vivia en la luna… ¡Que inocente Palomita!
Pero en fin, las fiestas de fin de año también son buenas en cierto sentido, si las festejas es porque estas vivo un año más, además es un buen momento para recalcular y revalorar todas esas cosas que pasaron, para pensar en lo que salio mal y las enseñanzas que nos dejaron y; claramente para hacer borron y cuenta nueva de muchas otras cosas.
No queda más que darse cuenta que a pesar de que son un dogma impuesto hay que festejarlas, aún cuando en realidad lo que habria que festejar es a la vida, que pasa volando y sin darnos cuentas.
Por lo bueno y por lo malo, por esto y por mucho más…
Felicidades.


JOSÉ MANUEL PORRAS

En la fiesta de Blas

Cualquiera que hubiera conocido a Blas nunca hubiera dicho que fuese un niño marginado, pero Blas se sentía así. Aparentemente, Blas era un niño que se integraba a la perfección con sus compañeros, y que no podía ser objeto de burla o mofa: jugaba al fútbol, no era gordito, no tenía gafas y tenía buena reputación en su clase. Pero todo se desvanecía en un momento específico del año, y ese momento no era ni más ni menos que el día de su cumpleaños.

Como si de una maldición gitana se tratase, era un hecho que pasaba año tras año en el día de su cumpleaños. Ya lo había comprobado; nunca fallaba. Todos sus amigos recibían felicitaciones y regalos por doquier, montaban fiestas y hasta los profesores les daban ciertos privilegios en aquel día. A todos menos a él. Realmente sufría. Sentía que cómo la tristeza lo embargaba desde que se levantaba por la mañana, notaba cómo su estómago se encogía al ver que pasaban las horas sin que nadie le felicitase en aquella cita tan especial e incluso lloraba cuando nadie más lo veía. Intentaba asumir esa irremediable condena, pero nunca podía. Nadie le dijo nunca que nacer el veintinueve de febrero iba a ser uno de sus mayores lastres de su vida.

Pero todo ello se esfumó en cuanto su infancia pasó. Conforme fueron pasando los años, su nivel de aceptación de aquella circunstancia aumentó exponencialmente, tanto fue así que llegó incluso a gustarle. Ser un bicho raro también tenía sus ventajas y él comenzó a percibirlas. Empezó a sentirse especial, a pensar que por él no pasaba los años e incluso a creer que eso le confería cierto atractivo. Y no le iba nada mal. Aparte de usarlo como excusa para quitarse años y hacer bromas, también lo usaba para ligar…Y curiosamente funcionaba. «Quién me iba a decir que me alegraría de nacer un veintinueve de febrero hace unos años», pensaba Blas cuando conseguía llevar a una chica a la cama.

No obstante, sabía que ya no era un chaval. En su cuerpo ya pesaban notablemente las treinta y nueve primaveras que acumulaba. Las arrugas ya eran más que visibles en su rostro y sus rodillas de jugador de fútbol habían pasado a la historia junto con su equipación y los entrenos. Pero eso no era lo peor. Lo peor sin duda era que en menos de dos meses tendría cuarenta años en sus espaldas y no lo llevaba nada bien. Cada vez que lo pensaba, intentaba romper algo sin mucho valor para dar rienda suelta a su ira. Blas siempre se había considerado un chaval y madurar era algo que definitivamente no entraba dentro de sus planes. Toda su vida había sido un espíritu libre, sin ataduras, ni responsabilidades y ya era demasiado tarde para asumirlas. Pero al mismo tiempo, no podía evitar pensar que su vida estaba llegando a la mitad y eso no le dejaba dormir en paz. Su único consuelo era su fecha de cumpleaños inexistente para los demás.

Cansado por la extenuante jornada laboral, Blas llegó a su casa aquel día con el firme propósito de tomarse una copa para olvidar su cumpleaños y descansar. De esa manera, aparcó frente a casa, abrió la puerta, accionó el interruptor de la luz de su apartamento… y allí pasó algo que nunca hubiera esperado: sus amigos empezaron a gritar sorpresa y salieron de detrás del sofá. Paralizado por el shock, Blas no pudo reaccionar. La mezcla de nerviosismo, ira y tristeza se hizo esperar unos segundos hasta que se cristalizó en un ostensible tic nervioso que empezó a apoderarse de su ceja izquierda mientras intentaba articular palabra sin mucho éxito:

—¿Qqqué hacéis aquí?

—Felicidades, Blas, estás hecho todo un carroza—dijo uno de sus amigos en tono jocoso.

—¿Quién os ha invitado? —preguntó de nuevo Blas más serio.

—Es tu cumpleaños y queríamos celebrarlo. No todos los días se cumplen cuarenta “palos”—continuó diciendo su amigo siguiendo la broma.

—¡Responde a mi pregunta! —dijo Blas gritando

—No te pongas así. No es para tanto —dijo su amigo tratando de tranquilizarlo

—¡Que me respondas a mi puñetera pregunta te digo! —gritó Blas mientras golpeaba la mesa

—Es tu cumpleaños y queríamos celebrarlo dándote una sorpresa. Ya está

—¿Una sorpresa? ¿Una sorpresa? —preguntó Blas mientras alzaba la voz

—Sí, tranquilo, hombre. Disfruta de la fiesta

—¿Que disfrute de la fiesta? ¿Estás gilipollas o qué te pasa? No he invitado a nadie y quiero pasar mi puto cuadragésimo cumpleaños solo, bebiendo whisky. ¿Está claro?

—Vamos, anímate. No seas un carroza

—Me estás empezando a tocar la moral. A ver si lo he entendido bien: no me habéis felicitado ni un puto año de mi existencia y venís a mi cuarenta cumpleaños a tocarme los cojones y a recordarme lo viejo que soy. Es eso, ¿no?

—Hombre, tampoco es eso…

—¿Entonces, ¿qué es? Explícame exactamente qué es

—Era una coña para pasar un buen rato

—Para pasar un buen rato a mi costa quieres decir, ¿no? ¿Sabéis qué? Quiero que os vayáis ahora mismo por dónde habéis venido. Dame las llaves que te presté y largaos ahora mismo

Luis, otro de sus amigos, se acercó y empezó a susurrarle:

—Blas, no nos vamos a ir. Vamos a celebrar esta fiesta y vamos a disfrutarla juntos.

—¿Qué? Quieres que te arree, ¿no?

—Tranquilo, chico. No es para tanto

En ese instante, Blas cargó el puño derecho y empezó a golpearle en la nariz hasta que sangró. Los demás intentaron pararle, pero Blas se había vuelto completamente loco. A todo el que se acercaba, intentaba atizarle con jarrones y todo tipo de objetos que tenía a su alcance, causando numerosas heridas entre sus amigos. Así, uno de ellos salió del piso y llamó a la policía para frenar la sangría:

—¿Policía? Hola, le llamó porque se está produciendo una pelea con numerosos heridos en el piso 3ºC del número 32 de la calle Eustaquia

—Sí, dígame su nombre y vamos para allá enseguida

—Sí, mi nombre es Alberto.

—Muy bien, Alberto. Vamos de camino

—Gracias. Hasta luego

—Adiós

Al cabo de diez minutos, la policía apareció aporreando la puerta y Alberto, que salió indemne de la trifurca, la abrió para evitar más problemas. Los agentes de policía, armados con porras y escudos, empezaron a decir:

—¿Qué está pasando aquí?

—Es Blas, se ha vuelto loco y ha empezado a golpearnos sin control —dijo Alberto con cierto temor.

—¿Quién demonios es Blas?

—Yo, señor —dijo Blas mientras miraba al suelo arrepentido

—Ven aquí. No hagas las cosas más difíciles y acércate

Blas caminó hasta la puerta donde se encontraban los agentes y lo esposaron. Justo después de ello, todos los invitados de la “fiesta” salieron de la casa cerrando la puerta y Blas fue llevado al calabozo hasta que saliese el juicio rápido por el incidente.

Quince minutos después, llegó a la celda de prisión preventiva, observó aquel deprimente cubículo con ratas corriendo por los rincones y un bigardo de dos metros dormido en la litera oxidada…y allí se dio cuenta: era una señal; era el amargo castigo que simbolizaría el declive de su vida desde aquel momento hasta su muerte.


JOSUE GONZÁLEZ

Ven!, quiero invitarte a la fiesta que hay dentro de mi. Dices que necesitas un poco de color en tus labios, vamos a movernos entre la música. Quizá nuestra cabeza explote, pero estaremos bien sin mentiras. Podras decir que me amas, si es que lo recuerdas. No hay problema aquí no hay huecos y el tiempo no pasa…. siempre lo tienes que recordar. Ven! Vamos a dejarnos caer al abismo, la idea es un poco tonta si lo hago yo solo. Esta fiesta debe ser de dos.
Yo también lo estoy intentando de nuevo, es normal que quieras devorarte el mundo, eres joven, estas excitado y la sangre estalla en tu piel.
Ven hasta aquí y jamás descansarás, envíale besos a tus padres y despidete.


LUCIDECES ROMUALDO RAMÍREZ

Vestigios de una época de fiesta y Heavy Metal

I

No eres tú quien busca la fiesta,
es la fiesta quien va detrás de ti
siguiendo el sonido de tus tacones.

Tus ojos rebosantes de serpentina,
tus gestos esparciendo el confeti.

No eres tú quien vive en la noche,
es la noche quien se cierra
bajo tu vestido, iluminándote con sus estrellas.

La altura sostenida de tus pechos,
la desnudez implícita de tu espalda.

No eres tú quien llama al deseo,
es el deseo quien te cubre
con un manto lujurioso de miradas ajenas.

La piel del color de la luna,
el pelo largo descansando sobre tus caderas.

Tampoco eres tú quien me busca en la madrugada,
soy yo quien te persigue con urgencia
esperando que un día me mires de otra forma.

La sombra extensa de la amistad,
la senda desconocida que conduce hasta tu ropa interior.

II

Yo era un rey…

y ella siempre conseguía
con su forma de andar,
que los chicos del Metal
se apartasen y abrieran un camino
para que yo la siguiese
sin ningún tipo de problemas…

Lo malo era que ese mismo camino
se cerraba tras nuestro paso,
cuando yo ya sólo quería
escapar de allí…
y quedarme a solas con ella.

Pero yo era un rey… os lo juro…

y ella solía lanzar su melena
contra las canciones de Barón,
y entonces su pelo largo
se quedaba sostenido en el aire,
solamente para que yo sintiese
la fuerza de los vientos
cuando son seducidos
por el Heavy Metal.

Aquella imagen me excitaba
como ninguna otra antes,
por eso quizá
empecé a alimentar mi deseo
con los gestos
que marcaban su rostro,
cuando nadie más que yo
en el mundo la seguía mirando
y entonces descubrí también
lo que había al otro lado del silencio.

Pero os lo juro,
yo era un rey a su lado…

¿ella?… como un riff
de guitarra de Black Sabbath,
no demasiado rápido,
tampoco excesivamente lento,
pero siempre muy marcado
y muy profundo,
como una danza infernal
que todo el rato
quiere ir agarrada
al anillo de su cintura,
y sostenida sin saber cómo
sobre las curvas de sus caderas.

Pero yo fui un rey,
aunque ella no fuese nunca mi reina…

III.

Ángel de detrás de la barra,
alguna que otra vez viste
el principio del final de alguno
de los chicos,
cómo se perdían en el lavabo
o naufragaban en algunos
de los rincones.

¿Cuántos vinieron hasta ti
y te entregaron su sueldo
a cambio que le sirvieras
la evasión tan necesitada?
tú lo has visto,
cómo eran antes
y cómo son ahora después
de pisar tu templo.

Ángel de detrás de la barra,
dime si no es verdad
que se transforman mientras
las copas se vacían,
y termina el alcohol
quemando la garganta.

Las canciones metálicas
que eliges que escuchen…
formarán parte de la banda sonora
de su decadencia.

Ángel de detrás de la barra,
luz que huele a ron y a whisky,
a vino y a absenta,
también a tequila,
que arrebata de las sombras
nombres que no quieren escuchar,
y momentos que desearían
que nunca hubiesen ocurrido…

Ángel de detrás de la barra,
señor de la noche,
caballero del Rock and Roll
y del Metal…
desvélame qué cara
pusieron cuando perdieron
la fe en si mismos,
y luego mírame a los ojos
y confírmame si puedes…
que todavía no me confundes
con uno… de ellos.

IV

Alguien te miró desde la nada
de una noche apetecible,
se abrió paso entre la bruma
y te hizo señales para que
te acercaras,
y tú – Diosa de los Desconocidos-
¡cómo no! te acercaste.

De sus labios dejó caer una promesa
cuando dijo esas palabras
que yo nunca supe pronunciar,
y creíste su mentira,
y entonces vi cómo
descendías unas escaleras.

Ahora le sigues por la superficie,
entre los vasos vacíos de la fiesta
y la sensual oscuridad de las alcobas,
y dejas que calme tu soledad,
y permites que suavice tu dolor
con sus traficantes manos.

Mientras tanto, él te abraza
sin cerrar los ojos
pensando a qué barranco
te llevará para arrojarte,
tramando la forma
en que se desprenderá
de ti, cuando su marihuana
y sus trapos sucios
dejen de necesitarte.

 

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6 comentarios en «Fiestas – Miniconcurso de relatos»

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