Mi primera vez

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir con el tema “Mi primera vez”. Estos son los relatos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves día 28! (Solo un voto por persona).

*Todos los relatos son originales y no han pasado procesos de corrección.

OMAR ALBOR

Hoy es mi primera vez

Amor amor
quiero que acompañes tu
a caminar por la ciudad
mirar la gente pasar
La ciudad está
tan bella hoy
Nuestras miradas
se cruzan de veredas
sabemos, que donde
vamos, se respira solo
sexo y amor sin barreras
Amor amor
Quiero que sepas tú
que aunque
pase lo que pase
esta tarde, seré solo
Lo que quieras que sea
No me importará mañana
Solo me importaras TÚ
Hoy es mi primera vez
En el amor y aunque joven
Soy nunca te olvidaré.


LUISA ROJAS

Volver a recordar mis primeras infinidades, como el sabor dulce de las mandarinas y el ácido del limón.
Mi primera sensación de nostalgia al ver esa película de infancia.
Sentir ese cosquilleo por ese muchachito que conocí en el parque, ese primer dia de clases el cual estaba muy nerviosa pero ansiosa a la vez.
Esa primera decepción por el chico que me gustaba y no me correspodia, era tener mis muchos primeros, sentimientos y pensamientos no muy buenos.
Esa primera caida la cual también dejo mi primera cicatriz, todas esas primeras infinidades, me hacen ver y sentir. Lo valioso e importante de disfrutar cada primera vez como la última.


LURDES PEDREÑO

Recuerdo que tenía unos ocho años y que mis tíos, iban a menudo, pero nunca me llevaban porque decían que era muy pequeña y traviesa pero aquel día de verano para mi sorpresa dijeron que podía ir con ellos. Así que me subí en el coche con ellos dos, mi prima y su abuela y a medida que nos acercábamos a la costa lo vi, fue extraordinario, el mar… Me pareció inmenso y dije: cuanta agua con los ojos abiertos como platos, una sensación de inmensidad me invadió y me sentí muy, muy pequeñita


CARLOS ALBERTO MENDOZA LINARES

Es algo cursi lo que leerán, en este mismo momento me encuentro en un aeropuerto esperando el avión para regresar a casa de un viaje que hice con un amigo que conozco desde la escuela, debo decir que en este viaje emergieron todo tipo de emociones, entre ellos diversión y sensación de peligro por lo desconocido, pero muy aparte de esto es que conocí una chica que provocó en mi interior un mix de emociones, pero la más fuerte de ellas no la puedo describir, podría considerarlo amor, pero solo la conocí bailando salsa, con esa personalidad tan cálida, sentía que mentalmente eramos compatibles, nos entendíamos perfectamente, fue un momento tan corto pero muy intenso que viví en ese momento.

Se llama Emily, una chica de Estados Unidos pero de descendencia asiática, al principio solo quería bailar con quien sea de su grupo, pero cuando ella se cruzó y la invité a la pista de baile……. Es que de verdad sentí que éramos compatibles desde que empezamos a dialogar mientras compartíamos nuestros movimientos.

No haré más largo esta experiencia, solo diré que siento que arruiné el momento (es algo complicado de contar esa parte), todos cometemos errores, somos seres humanos, pero lo que me provoca un frío en mi pecho es el que no pude enmendar mi error, por más raro que suene sucedieron muchas cosas que impidieron mis intentos de arreglar las cosas, sucedieron cosas externas (las amigas de ella) que simplemente evitaron que ella pudiera escuchar mis palabras, es lo único que deseaba en ese momento, que me escuchara tan siquiera unos segundos, sin importar si me llegara a comprender o no, es feo el quedarte con la palabra que querías darle a una persona a quien te interesaba mucho, estoy a minutos de abordar mi avión mientras pienso en que ella ahora mismo debe estar en su casa, a kilómetros de distancia, les diré que esta situación provoca que mi viaje no sea del todo dulce, sin mencionar que no la volveré a ver en toda mi vida.

Pienso que éste es el momento perfecto para mi el compartirle algo a ustedes, vi que eligen un ganador pero eso no me importa mucho la verdad, solo quería soltar lo que siento, por lo que se me ocurrió hacerlo aquí, con ustedes, espero que nunca lleguen a sentir esa impotencia con alguien que aunque la conozcan poquísimo, sea para ustedes alguien especial, bueno iré a tomar mi avión ahora mismo, un abrazo para todos, chaup


LA XICUELA DE CORRIOL

Estaba escondida tras la puerta de la cocina. Hablaban de lo genial que había sido su experiencia y que la volverían a repetir. Todo tenía connotaciones eróticas, hablando del placer que se habían dado, mientras mi respiración se aceleraba, más por sofocón de escuchar conversación ajena que por la conversación en sí. Al final me descubrí yo misma, y lejos de sentir pudor, me regalaron varias onzas de chocolate para que probara y dijera qué tal. Fue mi primera vez experimentando todo el placer que puede darte el chocolate. Increíble sensación.


ÁNGEL MARTÍN

—Estoy muy nerviosa.

—Yo también.

—¿Lo hacemos?

—Venga.

Comenzaron con nerviosismo, sin saber muy bien qué hacer, ni cómo hacerlo. No había timidez en la atmósfera, pero sí una expectación eléctrica, energizante.

—Se supone que esto hay que meterlo por aquí.

—Vamos, hazlo. No, así no creo que entre. Prueba de lado. No, tampoco. ¡Ay! Me has hecho daño. Ten más cuidado.

—Lo siento, esto es nuevo para mí. No debería ser tan difícil, lo he visto hacer miles de veces.

—Una cosa es la teoría y otra la práctica. Concéntrate. ¡Mira, por fin parece que encaja! Ahora empuja. Despacio. Despacio. Así. Muy bien.

—¿Ha entrado del todo?

—No lo sé, desde aquí no lo veo bien.

Siguieron así durante un par de horas más, tanteando, avanzando poco a poco. Cuando por fin terminaron, intercambiaron una mirada de complicidad. Sus ojos brillando, sus rostros radiantes de felicidad.

—¿Lo activamos? —preguntó Eliza, ilusionada.

—Haz los honores, es tu bautismo de fuego —respondió Tea IV con media sonrisa en el rostro.

Eliza tomó el control remoto con delicadeza, como si fuera una pieza de coleccionismo frágil e inestable. Era probable que fuera lo segundo. Respiró hondo, se mordió el labio inferior y pulsó el botón de encendido. Los ojos del esbelto robot humanoide se encendieron con un fulgor dorado. No hizo ningún ruido, solo se irguió, miró hacia ambos lados, y preguntó con una agradable voz de tenor:

—¿Qué hay para merendar?

—Parece que funciona, aunque esperaba que su primera interacción con el entorno fuera diferente. ¿Qué tipo de IA le has puesto? —quiso saber Eliza.

—No le he prestado atención a ese detalle. Descargué la primera que encontré en el grupo de la Fundación Asimov. Si no nos gusta siempre podemos reiniciarlo.

—No me gusta cómo suena eso —intervino el robot—. Tampoco me gusta sentirme ignorado. Tengo la necesidad de llorar y hacer pucheros, pero mi rostro carente de movilidad y conductos lacrimales me lo impide.

—Estupendo, tenemos un robot llorón.

—Puedo oírte.

—Eso es lo de menos —dijo quitándole importancia Tea IV—. Lo importante es que funciona. Ahora solo queda ver si podemos programarlo para que cumpla las tareas que se le impongan.

—Estupendo, me habéis traído a este mundo para llevar una vida de esclavitud, ya me siento más humano —dijo el robot, logrando darle un matiz dramático a su voz.

—Vale. Robot —dijo Eliza—, ¿cuál es tu nombre?

—¡Eso! ¡Recuérdame que ni siquiera tengo una identidad propia, qué más da! Total, solo soy un ser artificial, no me va a doler, ¿verdad? —sollozó sin lágrimas.

—De momento te llamaremos Sensibot.

—No me gusta el nombre —se quejó Sensibot.

—Ahora vamos a darte un propósito, una razón para existir —continuó Tea IV, ignorándole—. Ve a por la escoba y el recogedor, y barre toda la casa. Luego te dejaré conectarte a la corriente para que meriendes.

—Está bien —respondió Sensibot, sin convicción—… Tampoco tengo nada mejor que hacer, porque no tengo nada que hacer, en sí.

Sensibot se levantó, y se dedicó a hacer lo que le habían pedido a regañadientes.

—No sé si funciona, o simplemente no tiene el carácter suficiente para negarse.

—Está obligado a obedecer. Es ilegal programarlos con libre albedrío —explicó Tea IV—, sería problemático como poco, en el mejor de los casos.

De fondo se escuchó al robot canturreando canciones infantiles de hacía más de cincuenta años.

—¡Oye, pues esto no está tan mal, podría acostumbrarme a ello! —dijo Sensibot entre estrofa y estrofa aumentando su volumen para que le escucharan.

—Me gusta, me lo voy a quedar —anunció Tea IV.

Eliza miró a su amiga sin decir nada. La inventora no solía mostrar interés hacia nada que pareciera mínimamente vivo, aparte de sí misma. Era mejor no estropear el momento.

—Me ha gustado trabajar contigo por una vez, Tea, pero…

—Tea IV.

—…Creo que esto no es lo mío. No me importa seguir ayudándote en la fase de experimentación de tus inventos, pero todo el proceso que le precede te lo dejo a ti.

Tea IV asintió sin decir nada. Cualquier otro día le habría hecho saber a la estudiosa que contar con ella no había entrado en sus planes en ningún momento, pero tenía la mente ocupada por Sensibot y la planificación de su futuro. Quizá así era como se sentían las madres.

En ese momento escucharon gritos procedentes del apartamento de al lado.

—¡Qué eres y qué haces en mi casa!

—¡Señor, no se asuste, solo estoy limpiando para ganarme una deliciosa descarga!

—Quizá haya que hacerle un par de modificaciones en las especificaciones del lenguaje —apuntó Tea IV.

—Quizá —admitió Eliza.


ROBERTO MORENO CALVO

Vamos a ver. Yo he decidido contar mi primera vez… mi primer contacto con la lectura, no vayan a pensar mal.

Lo primero que se me viene a la cabeza es la pregunta ¿Cuál es el primer contacto que uno tiene con la literatura?

Puede ser la primera vez que un libro cae en tus manos o la primera vez que decides abrirlo y leerlo o la primera vez que te regalan o regalas un libro o, porque no, en vez de un libro un periódico, una revista o un panfleto. También podría ser la primera vez que se te cayó un libro a la cabeza al intentar, de niño, escalar la estantería en busca de un juguete, un dulce o cualquier otra cosa.
Pero, la primera vez de la que yo voy a escribir es la primera vez que un libro me hizo sentir, y decir sentir es recibir estímulos en los cinco sentidos mientras lees.

Fue un verano. A escasos 30 centímetros de mis ojos descubría un mundo pasado e inexistente que me abstraía del real. Envuelto con el susurro de las olas, con su olor, mi lengua humedecía mi dedo que deslizaba hoja tras hoja haciendo avanzar el tiempo o retrocederlo.

Qué suerte descubrir que en la playa se puede disfrutar sin tener que mojarte. Qué hay otro tipo de vida más allá de los gritos de los niños jugando con las olas y los gritos de los padres para que tengan cuidado y no hagan eso o aquello.

El libro en si: Misericordia.
El autor: Benito Pérez Galdós.
La culpable: mi profesora de Literatura.
El resultado: aparte de un aprobado, el descubrimiento de una actividad: la lectura en la playa, de un género: la novela enmarcada en la historia y de un placer: el disfrutar de la lectura.


MÓNICA MEDL

Habían pasado 39 inviernos y por primera vez llegaba a mí como de sorpresa una primavera.
Había vivido de todo, veranos, otoños e inviernos.
Pero nunca, jamás, una primavera.
Era maravilloso descubrirla, pues despertaba sintiendo amaneceres nunca vistos.
Los rayos del incipiente sol, atravesando la cortina y aterrizando dentro del cuarto.
Te miraba mientras dormías y dibujaba paisajes en tu ser que no era imaginario.
Las aves cantaban encaprichadas, mientras mis cactus florecían en el jardín.
Había risas sin motivos, fuegos sin cenizas, música, baile, simplemente, tú y yo.
Vivimos juntos cuatro primaveras. Una a una, se fueron transformando en otoños.
Cayeron las hojas de nuestro amor al igual que las de los árboles que veía por la ventana.
Ya no éramos ni tú, ni yo. Mucho ruido a nuestro alrededor, hijas, hijos, familia y cosas de cada uno, justamente eso, no había nosotros.
Ese año llegó el verano y todo cambió.
Te fuiste y me quedé.
Ni siquiera pude acompañarte a tomar tu vuelo,
Un mes, se hicieron meses y no volviste.
A mi alrededor quedaron tus cosas, cárcel injusta para quién quiere olvidar y todo a ti le recuerda.
Y día a día fui volviendo a vivir en el invierno permanente al que estaba tan acostumbrada.
Pero una noche de tantas, soñé contigo y volví a sentir la primavera.
Tomé un vuelo por primera vez sola.
Salí de Buenos Aires una fría mañana de otoño que se sentía invierno, sería mi corazón helado casi sin latidos que buscaba tu calor que me empujaba a hacerlo.
Crucé el océano y 12Horas y 10.665 kilómetros después, estaba en Madrid, en plena primavera.
Temía no verte, no reconocerte, no encontrar lo que recordaba sentir.
Los recuerdos no son buenos, pensaba, distorsionan la realidad.
Ni bien pasé el puesto de la Guardia Civil, estabas allí.
Tan diferente, tan irreconocible, ¿Serías tú?
Claro que no, ni tú eras el que te fuiste, ni yo era la que habías dejado atrás.
Alcanzó un fuerte abrazo, sentir tu ser junto al mío y la primavera volvió.
Nuestros corazones latieron al unísono.
Unos cuantos meses después y muchos kilómetros de ida y vuelta.
Nos casamos.
Las estaciones del año siguen transcurriendo, pero nosotros seguimos juntos, recreando esa primavera de los inicios, solo para nosotros.


GABRIELA MOTTA

Romualdo y su primera vez en la ciudad.

De las primeras veces hay mucho de que prosiar*

pero, de esta metida de pata, nunca me he de olvidar.

Recién salido del campo, derecho pa’ la ciuda ya de entrada en el onibus* la embarre a no poder más.

__Dígame compañero __al conductor le expresé sin parpadear__ dígame cómo hago, pa’contra la pare* poderme sentar.

El hombre no salía de su asombro:

__¡Ventanilla! ¿a querido expresar?

__Po’ claro mi compañero, pare solo en el rancho las hay.

Así seguí mi camino y cuando por fin hubo que bajar, no supe cómo subir pa’ arriba en una escalera que se movía sin uno tocar, entonces dije pa’ mis adentros:
«Romualdo ya lo dijo su a’pa*; el gaucho* se hizo pa’ el campo ¡E muy complica* la ciuda!»

Ni les cuento cuando quise ir al baño y las manos me tuve que lavar, para mí estrañamiento* no había agua, ni canilla, solo un botón pa’ apretar, en el campo no hay na’ de esas cosas, ni modo, hubo que improvisar y mirando pa’ bajo, en la bombacha* las manos tuve que limpiar. Porque desde ajuera* y con mucho apuro me gritaban que me tenía que apurar, ahí me acorde de mi tata* «Romualdo a la ciudad no hay q’ir ni pa’ pasear, ahí todos están muy cansados, enojaos* y corren más que cusco asustao*.»

Jue* así que dije pa’ mis adentros de nuevo «Romualdo esto no va funcionar, la ciuda es grande y formosa* pero, hay que saberla domar, yo ya no estoy pa’ esas cosas, así que mañana me marcho pa’ el campo sin pensarlo más.»

Y así mi compañero es como recuerdo, mi primera ve’ en la ciuda, nunca más volví pa’ verla pero, en mis pensamientos ella siempre está, pa’ recordar a mis recuerdos que ahí no he de regresar jamás.

Gabriela Motta
19/06/18
Imagen extraída de Google a modo de ejemplificar el Gaucho.

*Términos utilizados por algunas personas del campo en Uruguay.

Prosiar: conversar

Onibus: ómnibus.

Pare: pared

A´pa: padre

Gaucho: personaje típico del campo uruguayo, son jinetes muy hábiles que se dedican a los trabajos rurales.

Complica: complicada

Estrañamiento: extrañamiento

Bombacha: La bombacha de campo es un pantalón ancho y resistente, parte de la vestimenta tradicional de los gauchos.

Ajuera: afuera

Tata: abuelo

Enojao: enojado

Cusco asutao: perro sin raza asustado

Formosa: bella, utilizada en las ciudades de frontera con Brasil.


LUCIDECES ROMUALDO RAMÍREZ

Aprender a matar.

Qué esperarán que suceda 
cuando se vuelvan mayores,
cuando descubran que a veces
la verdad y la mentira es lo mismo,
que hay preguntas que no podrán contestar.

Cómo serán sus miradas
cuando se sientan por primera vez solos,
y descubran que la verdad
no siempre se puede decir
delante de cualquiera.

Qué terrible dolor rescatarán sus lágrimas
cuando sientan el primer rasguño en su inocencia,
y cómo palpitarán sus corazones en el silencio
la primera vez que decidan permanecer callados
por miedo a mostrarse tal como son.

Qué sueños muertos de repente
dañarán su esperanza hasta ahora intacta
cuando muestren ante sus propios ojos
el filo de sus metales,
que alzarán con determinación
la firmeza de sus brazos,
y que sujetarán sus empuñaduras
con valentía
la fuerza de sus manos,
con el solo afán todavía de defenderse.

Pero qué sangre derramarán
cuando llegue ese día en que se sientan
seguros de lanzar por primera vez
con el acero un ataque,
y aprendan a matar,
y por consiguiente y sin piedad maten.

Qué esperaba yo que sucediese
por aquel entonces cuando solo era un niño…
ya no lo puedo recordar,
tan solo sé que un día
yo también maté
por primera vez,
a una cucaracha, sí,
pero también maté,
y la verdad es
que me sentí
mucho mejor
con aquel bicho aplastado
en la suela de mi zapato.


REBECA FS

La primera vez que te cuentan un secreto
“En boca cerrada no entran moscas”
Las amistades de la infancia comienzan a guardar pequeños secretos de la niñez o adolescencia. Es entonces cuando podemos trazar verdaderas amistades, cuando escuchamos las necesidades de nuestros compañeros de aula, y nos las quedamos para siempre en nuestra mente.
Lo cierto es que cuando somos pequeños ( 4 a 8 años), las cosas y escuchas que vemos y oímos se nos escapan en cuanto estamos en un “entorno seguro”. De esta manera nuestra familia puede adivinar si en lugar de contarles la verdad, estamos mintiendo. Pero si mentimos, seguimos guardando el secreto.
Es con la edad cuando empezamos a tragarnos los secretos que sentimos. Y nos preocupa lo que piensen de nosotros con nuestros actos, movidos por sentimientos. Es entonces cuando empezamos a tragar agua, ahogándonos en pozos y miramos al suelo mientras que caminamos a nuestras labores domésticas o laborales intentando que no nos descubran, como si fuéramos urracas que acaban de encontrar algo metálico.
Y así empiezas a pensar en los amigos que conservas como latas de sardinas en la despensa. Entonces lloramos, gritamos, reímos, nos emborrachamos, y hacemos los que nos da la gana sin guardar el “saber estar”, sin que nos vean los del “entorno seguro”.
La necesidad de expresar nuestros secretos continuará durante toda la vida, pero solo, solo nosotros, sabremos el secreto, antes de que nos rescaten como náufragos de algún océano.


JOSUE GONZÁLEZ

Solía ser tan torpe, pero ahí estaba, sosteniéndote entres mis bruscos brazos y sosegando tu primer día en este lugar.
Sospecha mi corazón que tendría que ser ahora el tiempo para enderezar el camino y seguir contigo y por ti.
Me inundaba de miedo, rabia, felicidad, ternura, ansiedad… Y Todos los Sentimiento encontrados, pues sabia que tú, aún no conocías lo profundo del mar y el infinito del universo (bueno, ni yo lo conozco). Pero ahí estaba, siendo mi primera vez, pensando ya en lo primero que debia enseñarte.
Te sentía tan frágil por las noches que, odiaba que el silbido de viento pudiera despertarte, que tu llanto me dolia en el alma, pero solo tenias ambre!!… Que tu sonrisa me confortaba la mala noche.
Yo no sé si debía enseñarte o tu a mi, pero sabia que lo haríamos juntos.
Aun sigo siendo tan torpe, como el primer día y seguro lo seré toda mi vida, pero siempre será como aquella primera vez que te vi, siempre haré lo mejor para ti; te amaré, te enseñaré, te reprendere , te guiare, te felicitarte, para que este lugar lo hagas mejor para ti.

️Con amor, Papá.


PEZ DE PECERA

Mi primer perro.

Cuando era pequeña siempre había deseado tener un perro. Y llegaste tú hecha un ovillo negro con tus patas de tamaño desproporcionado.

Recuerdo cuando eras un cachorro y las movías en sueños persiguiendo ve a saber que. No podía dejar de mirarte, te sususarraba mis secretos al oído.

Lo nuestro era complicidad, camaradería de verdad. Yo te pasaba comida por debajo de la mesa evitando miradas de adultos y tú disimulabas a la perfección con esa cara de no haber roto un plato.

Recuerdo tu mirada transparente. Podia ver tus miedos, tus alegrías, tus tristezas… Y tú podías oler las mías. Apoyabas tu pata en mi falda en esos momentos de melancolía adolescente diciendo: » ¡Ey!, estoy aquí para echarte una mano».

Cuando me fui a la universidad sabía que algún día pasaría. Sentía impotencia al verte envejecer a ti primero.

Siempre serás la primera querida compañera. La única que creció conmigo. En mis recuerdos soy una niña con su perro.


 

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10 comentarios en «Mi primera vez»

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