Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos el tema “Viajes”. Estos son los relatos recibidos. Puedes votar por tu favorito en comentarios antes del próximo jueves día 8 (solo un voto por persona).
*Los relatos son originales y no han pasado procesos de corrección
VERÓNICA FERNÁNDEZ LISI
Como todas las mañanas de domingos, deposito mis ganas y mi sueño en el tren que me llevara al próximo ensayo. Gritos de niños y vendedores ambulantes se arremolinan ante mi, aun cuando mis enormes auriculares intentan acallar la bulla externa y de mis pensamientos….placentero es ver las grandes extensiones de campo verde, los arboles que me despiden de mi amado pueblo vestido de ciudad…..la lentitud del tren mece suavemente mi viaje, reconfortandome en un efímero sueño….las voces de los vendedores del tren, los niños y la gente a viva voz me arrullan en mi viaje a criaturas fantásticas, visiones de niña y praderas hermosas, que no he de visitar jamas….suaves abrazos de tardes perfectas se tejen en mi sueño….y en un movimiento me despierto. Vaya! Solo fueron unos minutos…..unos minutos que acariciaron mis ganas de volver a casa.
ROCÍO ORTIZ GARCÍA
Un lugar llamado Roma.
«Tierra de nadie,mundo de todos,donde hubo mucha vida y ahora solo queda silencio,te juzgaban con un solo gesto de dedo y las fieras dejaban de ser foraces para pasar a ser huellas,las piedras describen historia y su paraje te deja volar la imaginación.
Gran coloso romano,donde su majestuosidad no tiene medida,su historia nunca acabo de estar escrita,hogar de viajeros y casa del extranjero,si cierras los ojos su belleza te embriaga y eres capaz de sentir toda su esencia antigua.
Volvia a cargar mi maleta,volveria a viajar para aterrizar en aquel bello lugar,pisar sus verdes jardines,observar como el sol desvela su belleza y sentirme en hogar de todos y tierra de nadie.»
OLGA LUJÁN
VIAJE A NINGUNA PARTE
«Nunca pierdas la esperanza porque todos los días suceden milagros». Esas fueron las últimas palabras de mi madre. El milagro se hizo realidad, aunque no para ella.
Habíamos subido al tren muy temprano, no recuerdo la hora ni el día, para una niña de seis años es difícil prestar atención a esas cosas. Más aún cuando, por fin escapábamos de una realidad opresiva en busca de un futuro que creíamos liberador.
Cada uno de nosotros, mi padre, mi madre y yo, llevaba en una maleta todo aquello que nos permitieron poseer. En ella, algo de ropa, un par de zapatos, fotografías… En la mía además, una muñeca de trapo. En la de mi padre, escondido en un doble fondo viajaba un libro.
Me sentía feliz. Nos dirigíamos a un lugar nuevo. Estaba cansada del encierro que sufrimos en nuestra casa. Mis padres decían que era mejor cumplir las normas y no empeorar la situación. Estaban preocupados y yo no entendía el porqué.
El tren continuaba con su lento traqueteo. Los campos, los pueblos, las gentes pasaban por delante de mi ventanilla. Mi madre se mantuvo todo el viaje en silencio, excepto al llegar. Al descender al andén me dijo aquellas palabras de esperanza. Después me besó, acarició la estrella que yo llevaba colgada y se le escapó una lágrima.
-Mamá no llores, por fin somos libres- le dije. -Mira el cartel que hay sobre la puerta: «El trabajo os hará libres». ¿Lo ves?. Seguro que en Auswitch todo irá mejor.
BENEDICTO PALACIOS
LA MALETA DEL DIRECTOR
Faltaba una semana para que el curso finalizara y sentado en una terraza del Grande, en Ávila, trataba Elías de memorizar qué libros debía guardar en la maleta. Estaba empezando a anochecer y terminando de hacer mentalmente la selección, apuntaba los que consideraba imprescindibles. Llamó la atención del camarero y le pidió la cuenta, pero sin tiempo para pagar se sentó en la misma mesa que él ocupaba una señora.
-¿Es usted periodista? Cómo le veo tomando notas en una libreta…
-Ya
-O si no policía, tampoco le va mal a su cara esta profesión.
-Lleva camino, a la próxima acierta.
-Ah, entonces director de cine. Además tiene pinta de ello. Se lo digo por la manera como se ha sentado en la silla.
No se le hubiera ocurrido ni en sueños. Desconocía por supuesto que el director tuviera un modo especial de sentarse.
-Pues sí, director. Tengo los personajes pero me falta el lugar donde trascurre la acción.
-En un tren y con una maleta.
-Me ha dado la idea.
-Deje entonces que le explique.
-Pero con brevedad.
-Sube usted al tren y busca su número de asiento. Coloca la maleta y sale al pasillo a fumarse un cigarrillo.
-Eso está muy visto.
-Aguante. Una señorita acaba de entrar en el mismo departamento con una maleta semejante o igual a la suya.
-Gracias, no me adelante el final. Seguro que la maleta se extravía.
De vuelta al apartamento que compartía con Magda, encendió mecánicamente la televisión, preparó una mesa con algunas viandas y un jarrón de agua y esperó porque Magda estaba a punto de llegar. También ella en cuanto se anunciaba el final de curso, llenaba una maleta de libros, subía al tren de Salamanca, los dejaba en casa de su madre y volvía de nuevo a Ávila. Como no acostumbraba a moverse del asiento cuando viajaba, abría un libro de su especialidad, francés, y se pasaba el trayecto leyendo. Todo sucedió a la vuelta. Había metido una muda y un par de faldas en la maleta y continuó con la lectura del libro que había interrumpido en el viaje anterior.
Cuando abrió la puerta del apartamento, Elías estaba viendo una película en la televisión.
-¿Cómo vienes tan sofocada?
-Es por la maleta.
-¿Por la maleta, no la traes vacía?
-Uf, calla que me he confundido y vengo con una parecida.
-¿Otra vez?
A Magda, que era una mujer muy atractiva, el dueño de la maleta le había tomado por una actriz, y eso le puso nerviosa. No había otra explicación. Hasta le pidió un autógrafo.
-Se lo darías.
-Qué remedio.
-¿Recuerdas sus rasgos, tenía pinta de millonario?
-¿Cuál es esa pinta?
-Observa cómo es Robert Redford en ‘una proposición indecente,’ que da ahora la televisión. ¿Se parecía?
-Es que no le recuerdo ¿por qué lo preguntas?
-Piensa un poco, si es millonario, algo de valor llevaría en la maleta. Si dices que pesa…
-Ya diamantes. ¿Y si fuera un policía?
-Me lo pones mejor, ya tengo el argumento para la película.
Entonces Elías le explicó lo que acababa de sucederle en una terraza. Qué peliculón imaginando que una maleta viajera contuviese un tesoro y una mujer la confundiera con la propia. La policía rastrearía y le seguiría los pasos.
– ¿Jugamos a las adivinanzas? Yo digo que contiene collares y perlas.
No les dio tiempo a imaginar más, porque sonó el teléfono. Preguntaban por Magdalena Martínez.
-Soy Mariano, el dueño de la maleta que usted ha confundido con la suya.
-Perdón, perdón, soy una despistada, me puse nerviosa, me desconcertó.
-Es imposible, pero si la suya no pesa.
-Sí, es verdad.
-Pues no lo comprendo.
-Tampoco le convencería mi explicación. ¿Dónde se la envío?
Mariano le dio unas señas de Madrid y antes de despedirse preguntó si no tenía curiosidad por saber lo que había dentro de la que tenía delante.
-Si acierta lo que contiene, le invito a comer en mi casa de la calle Alcalá.
Se lo comunicó a Elías y entre ambos le siguieron el juego. Cien ocurrencias lo menos. Y a todas contestaba Mariano frío, frío, y luego reía a carcajadas. Magda se cansó de jugar a los acertijos. Entonces dijo solemnemente Mariano: “soy director de cine. En la maleta van los parlamentos de los actores, un traje, un quitasol plegado y mi silla en miniatura de director. Es una historia de viajes. La protagonista debe ir de acá para allá, de un país a otro.”
Elías arrebató el teléfono de las manos de Magda y preguntó:
-¿Busca usted una actriz?
-Había pensado en quien cambió de maleta. Creía que lo había hecho a propósito, no de manera involuntaria.
-¿Qué importancia tiene?
-Parte de la acción se desarrolla en Egipto. Imagine los problemas con las pirámides.
-Lo comprendo.
-No se llevaría una confundida en la maleta.
-Una pirámide no, tal vez un camello.
MARÍA RUBIO OCHOA
Era un viaje muy soñado y las emociones estaban deseando salir. La primera parada era Segovia para ver la casa Museo del gran Antonio Machado, imaginarlo escribiendo allí sentado, durmiendo y soñando……….Después seguir el camino por la 110 hacía Soria. Parar en Burgo de Osma donde se respira historia al divisar sus murallas, sentir las brisas sorianas y donde El Cid y su Romancero de conquistas castellanas.
Siguiendo la vera del río y su arboleda que era tal como la describió Machado y poder ir por la senda literaria de sus poemas que sonaban en mi mente. Recordé : Álamos que ayer tuvisteis ruiseñores en vuestras ramas, llenas de viento perfumado de la primavera. Álamos del amor cerca del agua, que corre, pasa y sueña……
Llegar a Soria ciudad donde el poeta vivió 5 años dando clases de francés, donde se casó con el amor de su vida y escribió su obra más importante Campos de Castilla. El Duero una inagotable fuente de inspiración para Antonio Machado.
Por fin había hecho el viaje que muchas veces imaginé y las emociones se multiplicaron al sentir y ver el paisaje castellano que me había imaginado y soñado despierta.
FUEN CALDERÓN ROMEO
Cuando consiguió meter la última prenda de ropa que quería llevarse y cerrar aquella enorme maleta le temblaban las manos. Ya sólo faltaba coger su caja de recuerdos con algunas fotografías de sus hijos y todo aquello que tenía algún valor sentimental para ella. Treinta años de matrimonio. Treinta años de su vida en una maleta y una pequeña caja que metió en una bolsa de viaje. Miró el reloj. Aún quedaban tres horas para que, el que era su ex marido desde hacía dos semanas, volviera a la casa que todavía compartían. Decidió escribir una nota para no poner en jaque a toda la familia o se les ocurriera avisar a la policía:
“Necesito estar sola unos días y pensar qué quiero hacer el resto de mi vida. Estaré bien, no me busquéis”
Ana echó un último vistazo al que había sido su hogar durante más de la mitad de su vida. Cogió sus maletas y, dejándolas en el descansillo, cerró la puerta a su pasado. El taxi la estaba esperando.
De camino a la estación de trenes iba pensando, dando vueltas
– ¿Estás segura de lo que estás haciendo? Estás a tiempo de dar la vuelta y nadie se dará cuenta. Estás loca, ¡muy loca!
Había comprado dos billetes para el coche cama que la llevaría a Lisboa. No deseaba compartir esa noche con nadie, sólo pensar, pensar si esa locura era precisamente lo que deseaba. Subió el poco equipaje que llevaba y se acomodó en la litera de abajo. Desconectó el móvil. No quería hablar con nadie. No quería hablar con su ex marido y que la pudiera convencer para que volviera. No quería hablar con su madre. No quería hablar con sus hijos porque sabía que si ellos se lo pedían se bajaría inmediatamente de ese tren. No quería hablar con José. José… Llevaba una semana en Lisboa esperándola, pero aún no le había dicho que iba de camino. Necesitaba pensar. Pensar…
– ¡Madre mía! Con tres hijos y un nieto…¿Dónde narices voy?
Y se quedó dormida con la tensión vivida las últimas horas mecida por el suave traqueteo del tren.
Se despertó sobresaltada con la llamada en su puerta del revisor. Estaban llegando a Lisboa. A esta hora ya todos se habrían dado cuenta de su marcha. Estuvo tentada de encender el teléfono móvil para ver si tenía llamadas pero lo guardó dentro de la maleta. No. Este tiempo era para ella. Cogió otro taxi para ir hasta el Hotel donde había reservado una habitación y, después de darse una ducha, sacó el papel con el itinerario que se había programado para hoy. Primero el tranvía número 28 que la llevaría por Lisboa para tener una idea general de cómo era la ciudad y subir al Miradouro do Sao Pedro, Torre de Belém, Castelo de Sao Jorge, bueno, lo que la diera tiempo. Por una vez podía ir tranquila, a su ritmo.
¡Hermosa Lisboa!. Cansada después de un día agotador donde se había limitado a contemplar la belleza de aquella ciudad y no pensar, se sentó en las escaleras de la estatua de D José I en la Plaça do Comércio. Se sentía bien. En realidad se sentía como hacía mucho tiempo, como nunca quizás se había sentido: ¡libre!. Y allí, mientras la suave brisa del mar acariciaba su cara, tuvo una revelación. No, no quería estar con José. No ahora, no en ese momento. No, tampoco quería volver con su ex marido. Echaba terriblemente de menos a sus hijos. Cogió el teléfono y marcó el teléfono de casa a sabiendas de que a esa hora no habría nadie:
– Hola chicos, soy mamá. Estoy bien. Como me dió mucha envidia vuestra semanita de viaje con el colegio he decidido marcharme unos días yo también. Cuando volváis yo ya estaré de vuelta. Os quiero. Un beso
Cuando colgó ya no la temblaban las manos. Y se echó a reir:
– ¡Soy libreeeeeeeeeeeeee!- gritó con el sonido de fondo de un Fado que algún artista callejero cantaba cerca de ella:
«O Fado nasceu um dia,
quando o vento mal bulia,
e o céu o mar prolongava
na amurarada dum veleiro
no peito dum marinheiro
que, estando triste, cantava,
que estando triste, cantava…»
Aún tenía una semana para disfrutar de esa soledad como nunca lo había hecho. Y decidir e improvisar. No sabía qué iba a hacer con el resto de su vida y tampoco tenía que pensarlo ahora ¿verdad?. Y mirando aquel mar inmenso pensó
– Próxima parada: Oporto
Y, simplemente, sonrió.
MARÍA JT
Un viaje… al centro del alma del que maltrata, para ver qué puede haber detrás de tanto odio, de tanta rabia, de tanta agresividad, qué niño fuiste, qué mamaste, qué poco amor te dieron. Conductos vacíos, sangre negra, corrompida, fosa séptica.
No dejes que no te quieran, no dejes que te hagan daño, saca los dientes y gruñe, no te hagas pequeñit@, no te quedes en un rincón lamiéndote las heridas, engañándote, no seas seas la sombra de lo que un día fuiste, eres grande, vales mucho, puedes salir de este estado diabólico y tenebroso y viajar a la vida, a volverte a mirar al espejo y decirte “merezco más, merezco vivir”.
Mereces que te quieran, que te acaricien, que te abracen, que te amen, mereces brillar.
Párate de este ten a ninguna parte y vuela.
Feliz viaje a la libertad.
LUISA VÁZQUEZ
La idea no surgió de mi pues era un país que nunca había pensado visitar.
Yo había buscado una semana relajante en un precioso balneario en el Valle del Jerte. Pero mi compañera de viaje había recibido una recomendación especial y me hizo cambiar de opinión.
Así que ese verano salimos hacia Polonia. Para mi, gran amante de todo lo relacionado con la Segunda Guerra Mundial, era un viaje casi espiritual. Iba a visitar lugares de los que había oído hablar, de los que había leído millones de veces.
Sabía que Varsovia había sido completamente destruida por los bombardeos alemanes al principio de la guerra. Pero la reconstrucción hecha en los años 50 es espectacular.
Yo llegué con la idea de ver la típica ciudad de un país del éste pero, y afortunadamente, los polacos han conseguido preservar su país de esa arquitectura oscura y deprimente que los soviéticos no consiguieron imponerles.
Varsovia es un lugar luminoso, colorido, lleno de vida, de música, de arte.
Pero, sobre todo, destila historia, recuerdos, homenajes.
En cada esquina, en cada calle, en cada iglesia encuentras el reconocimiento de sus conciudadanos a las víctimas de los bombardeos. Al valor de los primeros soldados que intentaron defender la ciudad de atacantes que eran estratosfericamente superiores a ellos. Y a la resistencia después, que intento minar la fuerza de sus invasores con su guerra de guerrilla.
Casi puedes sentir a los resistentes corriendo a tu alrededor. Te dejas llevar, inevitablemente, por la plasticidad, por el movimiento de estos monumentos.
Pero lo más curioso es que te sientes poseído por un fantasma desde que llegas a la ciudad. Notas la presencia constante de un lugar que desapareció poco antes de la liberación, destruido, quizá por la vergüenza de sus propios creadores. El Gueto de Varsovia.
Y digo que no existe pero no es verdad. En el antiguo cementerio judío se conserva un trozo del muro de esta gigantesca prisión, que no fue más que un campo de exterminio disfrazado de barrio, donde los alemanes encerraron a más de 400.000 personas para que murieran de hambre, de enfermedades, de miseria. Para mi, el Gueto, era un lugar de culto. Por tanto, tocar ese trozo de muro y pararme y ¡¡rezar!! (no lo hacía desde pequeña) en mi idioma, con mi religión, fue mi pequeño homenaje a esas víctimas inocentes que no fueron asesinadas solamente, también fueron torturadas de una manera que ninguna mente sana puede imaginar.
Y me quedan dos lugares por comentar de este viaje mediático para mi.
El primero se encuentra en Cracovia. Se trata del edificio donde estaba ubicada la fábrica de Shlinder. Reproduzco mis propias palabras:
«1 de septiembre de 1939, hace 78 años.
Lo explico como lo vi, lo explico como me lo contaron. En Cracovia se conserva el edificio donde se situaba la fábrica de Shlinder. Ahora es un museo dedicado a la invasión de Polonia.
A través de las fotos podemos seguir lo que pasó aquel día.
Los polacos aprovechaban los últimos días que quedaban para ir a la playa, a pasear por los parques, de picnic. Un jornada de fiesta feliz como otra cualquiera. De pronto, los barcos alemanes aparecieron delante de la costa de Varsovia. Todavía, la población y sus dirigentes, eran ignorantes de lo que el ejército alemán pretendía. Estos mintieron a las autoridades aduciendo que eran maniobras y se acercaron lo más posible a la ciudad.
A partir de ahí empezó un bombardeo constante y despiadado, apoyado por la aviación, que solo concluyó cuando Varsovia, una de las ciudades más bonitas de Europa, quedó destruida hasta los cimientos.
Entonces empezó la invasión terrestre. La famosa caballería polaca no pudo hacer nada ante los tanques y las ametralladoras. La ciudad se quedó esperando la ayuda de sus aliados rusos sin comprender todavía la enorme traición de la que habían sido objeto.
A partir de aquí comenzó la época más dramática y más oscura de la Europa del siglo XX, la Segunda Guerra Mundial.»
El segundo fue, después de haber viajado mucho y visitado muchos lugares, con diferencia, donde recibí el impacto emocional más grande de mi vida.
Si, por supuesto, se trata de…
Auschwitz!!!
Nunca pensé que un grupo de edificios rodeado de muros y vallas electrificadas pudiera contener tanto dolor, tanta tristeza. Se te pega a la piel, al alma y te dura toda la vida. La imágenes están vívidas en mi memoria como si las hubiera visto ayer, al igual que las sensaciones.
No voy a hacer un recorrido aquí porque mi vocabulario es demasiado pobre para poder expresar lo que se puede ver allí. Solo diré que, en determinados espacios, la angustia y el llanto me hicieron salir sin poder acabar el recorrido.
De todas maneras, creo que es una visita que todo ser humano debería hacer para ver como el hombre es el peor enemigo del hombre. Que la crueldad del alma humana supera cualquier otra cosa que la naturaleza nos pueda mostrar. Que asistimos a la repetición de los comportamientos psicópatas y nos son indiferentes porque, la distancia, no nos deja sentirlos en toda su extensión, en todas sus consecuencias. Por eso, la visita a Auschwitz es fundamental para que sintamos de cerca el miedo, la desesperación y el dolor que el sacrificio de nuestros semejantes provoca.
JOSUE GONZÁLEZ
Ella era tan atrevida, solía vestirse de noche
Desgarro su piel blanca en un mar de heroína, si, en un mar de heroína.
Escucha chica alguien te ama mucho, este no es tu tren.
Ella un día sostuvo mi mano y corto el primer cartucho, y disparo,
Disparo al fondo de mi soledad, disparó tan profundo que aún escucho su llanto.
Ella siempre tenía una sonrisa brillante y un cigarrillo entre los labios.
Desgarro su piel blanca y supe que había sufrido tanto.
Escucha chica sé que alguien no te merecia, sostuve su mano y grite,
Grite con fuerza a su corazón, pero alguien más ya había arrancado su alma.
Ella ya dormía bajo las rosas de un jardín, podría ser libre.
Escucha chica ahora serás famosa en el paraíso, ya no necesitas más de esta mierda.
Aun la escucho con emoción aquí abajo, donde nos conocimos y también nos despedimos.
Espera chica, pronto jugaremos juntos.
Y ella ya no sufre, ya no está sufriendo, ella ahora es polvo.
FELIPE IGNACIO
¡Shht!
Debo haber dormido una semana, no recuerdo haberme ido a casa, en realidad no recuerdo mucho de… ¿¡Qué diablos?! ¿¡Tengo las manos atadas!? ¿Dónde estoy?… Parece que son autos esos que pasan silbando, traqueteo, piso duro… la parte trasera de un camión, sí. ¿¡De un camión!? A ver, tranquila, haz memoria… Estaba en un pub, con los chicos de la oficina, sí, me estaba tomando un, un… ¡ron! Sí, un ron, y luego… luego… no, no recuerdo. Y que no había tomado tanto… No tomo más, sabía que tenía que comer algo antes.
¡Auch! ¡Estúpido, aprende a manejar! Como si no fuera suficiente ya… Ay dios mío, hasta aquí llegué… o me violan, o me matan. Por algo nunca acepté sus invitaciones, ¡sabía que no podía confiar en ellos! Me vieron borracha, se olvidaron de mí y, claro, el primer psicópata que pasó por ahí, me secuestró.
Si por lo menos pudiera ver dónde estoy, pero… ya, el aire está más limpio, o sea, ya no estoy en la capital… Calma Yolanda, calma. Piensa, piensa. El camión no cambia de velocidad, ni se detiene… una carretera… Sí, mi boca está libre.
-¿Hola?… ¡Hola!
-Shht – me responde alguien.
Okey, no sólo es el conductor, calma Yolanda, calma.
-¿Puede decirme, dónde estoy?
-Shht.
Le hablaré más bajo entonces.
-Sólo quiero saber eso, dónde…
-¡Shht! – me responde cortándome en seco.
Okey… no llores, Yolanda, no llores. No ganas nada. Está bien, unas lágrimas están bien, sólo eso, nada más, calma, calma.
Okey, estamos doblando, saliendo de la carretera.
-¿¡Adónde me llevan?! ¡Respóndame! – exijo llorando.
¡Ay no! Un cuchillo.
-Shht – repite.
-Okey, pero no me…
-¡Shht! – me calla acomodando el cuchillo en mi cuello.
El camión se detuvo, se detuvo… Podría gritar por auxilio, podría ¡auch! Sí, ya lo sé señor secuestrador, tengo un cuchillo en mi cuello. Parece que… sí, un camino de tierra y, sí, hay sombra, entonces hay árboles. ¿Y ese olor? Lo conozco de algún lugar, es como… tierra mojada con boldo, sí.
¡Auch! Ese ruido fue cerca. Unas personas se suben al… Mierda, hasta aquí llegué. Dios ayúdame por favor, sálvame. Que me dejen ir, por favor, que me dejen ir. Qué será de mis gatos, de mis padres.
-¡Suéltenme! ¡Suéltenme! ¡Los voy a denunciar si me llegan a…!
-¡Shht! – me responden por lo menos tres personas.
-¡No me voy a callar! ¡Auxilio! ¡Aug!
-¡Shht!
-¡No je jagán con ga juya!
¡Mierda!, ahora no puedo hablar… ¡Auch! ¡¿Qué no saben cargar una persona?! Ahora a los matorrales, es mi fin, lo sé… ¿Un lugar abierto? Ya no hay sombra, el sol me llega en… ¿¡De qué se ríen!? ¡Enfermos psicópatas! ¡Psicópatas!… ¡Suéltame, mierda! ¡Suéltame! ¡Suéltame!… Me tienen de pie, es mi fin.
-¡Coarej! ¡Higoj gue uda! ¡Gue uda! ¡Udaaaa!
-¡Shht! – me dicen riéndose.
-¿¡Gue qué je guíen, higoj gue uda!?
¿Me están sacando la venda? ¡Qué hijos de puta! No les basta con todo esto, además quieren verme sufrir. ¡Por dios, háganlo luego! Lo que tengan que hacerme, ¡háganlo luego, por favor!
-¡Sorpresa! – gritan unas personas borrosas al frente.
Parece que… nooo, no lo puedo creer.
-¡Iogaj! ¡Qué gueen que ecán hajiego! ¿¡E fueen jagar eco gue ga goca?!
-Ah, verdad – dice Marco.
-Gracias… ¡Idiotas! ¿¡Qué mierda creen que están haciendo!? Porque si piensan que es gracioso, ¡no lo es!
-¡Ay, Yoli! No le pongas tanto, si es una broma no más – me dice Paula como quien cuenta que fue a comprar el pan.
-Además, tú querías experiencias extremas, ¿no? – pregunta Raquel sacándole una risa a los demás -. Quisimos regalarte una, aprovechando el feriado.
-¿¡Se dan cuenta?! ¡Casi muero del susto! Imaginé lo peor, ¡lo peor!
En eso, Edgardo se lleva una mano a la cabeza.
-Tal vez, se me pasó un poco la mano con el cuchillo… ¡Pero no te callabas nunca, mujer! Si te hablaba sabrías que era yo, ¿qué iba a hacer?
-¿No secuestrarme? ¡Idiota!
-Buen punto… – dice Marco llevándose una mano a la barbilla -. Bueno, como podrás ver, Yoli… te trajimos a pasar el día al pueblo donde creciste.
-Gracias… ¡Enfermos de mierda!… Si, ríanse, ríanse, ya la pagarán. Ahora mejor suéltenme y denme algo para la resaca, que se me parte la cabeza.
GABRIELA MOTTA
De lejos lo vi sentado debajo de un árbol, me le acerqué y me dijo:
– Ven, toma esto, dame la mano y viajemos.
Lo miré con la cara de quién ve a un desconocido por primera vez y le pregunté:
– ¿me hablas a mí?
– Sí, respondió.
Confundida, pero con curiosidad de saber a dónde podríamos llegar tomados de la mano, le dije:
– Viajemos, dámelo, toma mi mano y llévame lejos.
Al tomar, me teletransporté a otra realidad, no sé cómo explicarlo, pero era como una alucinación. Viajamos durante horas, la realidad se hacía lejana e intensa a la vez, mi cuerpo estaba ahí, mi alma, ¡NO! De inmediato y como si estuviera en un sueño me despertó el ruido de una puerta abriéndose por el viento. El sonido agudo e intenso no me permitía comprender lo que estaba sucediendo. Tenía mucha pereza para caminar hasta ella y cerrarla así que intenté acostumbrarme a su persistente melodía.
Inmediatamente y como si fueran cómplices de una conspiración para no dejarme volver, escuché en la pileta de un baño el poic, poic, poic de unas insistentes gotas de agua que luchaban para no extinguirse.
Comenzaba a ponerme nerviosa, me pregunté ¿dónde estoy? ¿qué hora es? Y enseguida me arrepentí; porque escondido en el silencio de la noche estaba el tictac del reloj que hasta ese momento no había sido advertido por mis sentidos.
El silencio había abandonado por completo mi tranquila noche y en su lugar había una orquesta de sonidos cotidianos, que con la luz del día pasaban desapercibidos, pero ahora en la noche y con el efecto de «eso» se volvían armas masivas de polución sonora.
Desposeída por completo de mi realidad, cerré mis ojos y en mi cabeza hice danzar cada uno de ellos como si fueran notas musicales, construyendo una sinfonía sin fin.
Y me dejé llevar por ese trance inimaginable, por cada uno de esos sonidos hasta que desperté nuevamente en mi realidad, más específicamente en la jefatura de policía, escuchando esta vez la enojada vos de una amiga que me decía:
– Es la primera y la última vez que te vengo a buscar en la mitad de la noche, te encontraron tirada en la vía pública con un desconocido ¿en qué estabas pensando cuando tomaste esos alucinógenos?
Yo desconcertada y aún escuchando en mi cabeza esa extraña sinfonía le respondí:
– No, en realidad, no pensaba en nada, él me dijo viajemos y yo pensé ¿por qué no? Y lo increíble es que no sé cómo, pero viaje a un mundo de sonidos perturbadores y tranquilizantes a la vez.
Mi amiga, me miraba con cara de no dar crédito a lo que yo le estaba diciendo, me observaba, y estoy segura que pensaba que había enloquecido; yo en cambio sabía que había sido una locura el dejarme llevar por la invitación de un extraño, pero no comprenderán mis razones si me pusiera a explicarlas, así que me las guardaré y atesoraré este episodio en mi interior, como una anécdota de un viaje que pudo haber sido sin retorno.
LAURA MERCEDES
LUEGO DE LA CRISIS Y EL CAOS
Volverme a parir luego de un tsunami que arrasó los huesos, las células y las neuronas. De eso se trató mi génesis en ese momento. De sentir cómo los escombros post estallido vuelven a armar el cuerpo muy lentamente. Y casi como un esqueleto re-formándose, recuperando (y redescubriendo su anatomía (nueva) así fue ese verano. La estación donde todo está florido y continúa floreciendo en miles de gamas, yo también logré florecer.
[Ese tiempo fue cuando decidí sanarme y soltarme y eso hice]
Conocer las sierras y respirar el aire que ellas exhalan me limpió mucho más que los pulmones y el organismo. Se me abrió el alma a despertar (más aún) en un ambiente donde la luz del día fuese más duradera y más leve la noche oscura (sin tornarse fulminante). La naturaleza me invadió toda para comenzar ese camino de limpieza. La magia de una ciudad por descubrir que finalmente sería pronto un hogar, EL lugar en el mundo, la casa donde gestar ese futuro tan anhelado y soñado (también despiertos) de a dos.
[Al retorno la casa ya estaba lista]
Para ser mudada desde el cuerpo y el alma. Los cuerpos y las almas. Y ya nada sería igual. Ya nada tendría sentido en esa urbe lejana a nosotros, a la esencia, aún habitándola. Ya no sería LA CASA, porque ese hogar nos estaría aguardando a más de 300 kilómetros de la casa de origen. Un antes y un rotundo después colmado de caminos para recorrer, para bailar al son de melodías suaves, para cantarlas con la voz que sale de los labios pero también con la que permite expresar al alma en el blanco del papel que espera ser empapado por todas esas letras que allí habitan vívidas y firmes.
[Entonces comprendí en ese viaje que EL VIAJE recién emprendía]
Y no era un simple viaje de vacaciones, fue el inicio del viaje hacia mi auto-sanación, mi resurrección desde los escombros de aquella sacudida que me llevarían a esta necesaria mutación y este renacer en compañía del ser amado.
KAREN ROSADO
LO QUE QUEDA DETRA
-Solo hazlo, es como si de un cigarro normal se tratara
-Está bien pero…cuídame
-Ja, ja, ja no te va a pasar nada nena
-Ya se, ya se… pero no quiero perderme
-Te necesitas relajar y esto te ayudara
-Bueno… allá vamos
En un instante ya estaba creando una realidad alterna aunque esa no sea la palabra indicada,
Me encontraba perdida en una dimensión que no era la mía, si no la nuestra
Miraba de lado a lado y veía como de su piel tan blanca emanaba frio
Sus ojos eran profundos y no distinguía cuando parpadeaba, su voz era lejana…
No tenía conciencia alguna, pero no dejaba de pensar en que sus rizos negros eran como una peculiar cascada,
Aseguro que tenían vida propia, me enredaban, ataban…giraban la galaxia completa.
-Que dijiste?
-Nada, creo que alguien ya empezó el viaje sin mi
-No se cómo me siento, creo que en realidad no puedo sentirme
-De eso se trata, tu solo disfruta
Prendió el televisor y puso una película cual titulo no recuerdo, era una película de culto que por alguna extraña razón se enterró en mi subconsciente y no quiere salir de allí.
-Es una película de esas raras que te gustan
-Eso es lo que veo, tiene colores muy bonitos y no se si soy yo o se están repitiendo los diálogos
-Los diálogos se están repitiendo
Mientras servía una ronda mas de whisky…
Hablamos de todo un poco, sobre todo de que en el amor éramos unos completos extraños pero la amistad perduro por el gran cariño que ahí existio, existia, existe…
Y recostada sobre un sillón ya no sentí que “hiciera tierra”, de pronto dejo caer su cabeza sobre mis piernas y eso me pareció sumamente lindo, una vez más ahí estaba esa conexión espiritual que nos unía a través de las enormes distancias.
No supe en que momento me quede dormida, desperté y tenía en el cabello un listón con una rosa negra que aunque el desvelo me destrozara no dejaba de verme linda.
-Estoy haciendo pasta
-Quieres que te ayude?
-No, hoy yo soy el chef
-Amo estas vacaciones…
Mientras lo abrazaba por la espalda con tanto afecto
-Pero te encanta estar en la puta ciudad…
Mientras sonreía maliciosamente y continúo diciendo:
-Siempre he pensado que este pueblo no es para ti, así que ve y sigue haciendo lo que haces y cuando estés como ayer, sabes a donde venir, aunque siempre te resistes
-Lo sé…
Nos sentamos a comer y pensé que era el mejor anfitrion, recorde cuando éramos novios…
Me metí a la ducha mientras escuchaba música de fondo, sabía que se trataba de la música de mi despedida, pues siempre lo hacía mientras se ponía a cantar a todo pulmon, yo solo pensaba en que quería que ya fuera la siguiente vez, pues siempre teníamos una aventura diferente y el siempre tenía un ritual restaurador para mi alma
.
Al principio no sabía porque si de la misma persona se trataba, las cosas siempre daban giros de 360°.
Desde ahí entendí que el viaje son las personas, nunca el lugar…
ROCÍO ROMERO GARCÍA
SIETE HORAS.
Julia se había levantado a las seis de la mañana para llegar puntual al aeropuerto, tenía que coger un avión en dirección a Nueva York por trabajo.
Llegó al aeropuerto a las siete y media, justo a tiempo, el avión salía a las ocho.
Hugo se había levantado a las siete, vivía más cerca del aeropuerto. Su avión también iba rumbo a Nueva York por temas de trabajo.
Llegó al aeropuerto a las siete y media, justo a tiempo, el avión salía a las ocho.
Una vez en el avión, Julia buscó su asiento. Lo encontró, estaba al final del avión, pegado a una ventana.
Hugo hizo lo mismo, y también lo encontró. Su asiento estaba al final del avión, al lado de otro asiento donde se encontraba, según él, la mujer más hermosa que jamás habría visto.
Él se sentó a su lado y la saludó.
Ella sonrió, algo tímida.
Hugo la observó con atención, pero también discreción. Sus ojos eran de un azul el cual el cielo tenía envidia. Su melena, recogida con un moño alto y algo desenfadado, tenía diferentes tonos de castaño.
Julia le observó con cautela, de reojo. Tenía el pelo del color del carbón, despeinado y sus ojos eran tan castaños y adictivos como el café.
Juraría que era el chico más guapo que jamás había visto.
Entonces, se puso nerviosa. Muy nerviosa.
Tenía a un chico muy atractivo a su lado y ella iba algo descuidada. Ni siquiera se había molestado en peinarse bien o en arreglarse un poco.
Hugo notó lo incómoda que estaba aquella chica. Le preguntó si se encontraba bien, a lo que ella respondió con nerviosismo que sí.
Obviamente, Hugo no la creyó.
— ¿Es la primera vez que montas en avión?
— ¿Qué? ¡No! ¿Y tú? — preguntó Julia, con un tono nervioso.
— Oh, no. Soy comercial, estoy en constante movimiento.
— Pues como yo. Soy reportera gráfica.
Julia no se atrevía a mirarle a los ojos. Todo lo que decía lo decía en un tono bajo y con la cabeza gacha. Y Hugo se había dado cuenta de que seguía incómoda, así que decidió presentarse para eliminar esa tensión.
— Me llamo Hugo, por cierto.— dijo él, tendiendo la mano.
— Yo me llamo Julia.— dijo ella, estrechándosela.
Decidió alzar la vista, y solo por un segundo, todos los nervios, inseguridades y preocupaciones desaparecieron.
Por un segundo se sintió en paz, como en casa.
Vio en él todo lo bueno, cómo todo cobraba sentido. Vio cariño, protección, humildad.
Vio noches bajo las estrellas donde ellos brillarían más.
Vio amaneceres infinitos y desayunos con diamantes.
Y él vio en ella todo lo desconocido.
Lo inexplorable, el lado más tierno de la dulzura, el lado oculto de la Luna y su hermosura.
Vio aventuras, verdades y atrevimientos.
Vio las mil y una noches que nunca llegaron a conocer el sol.
Y entonces sonrieron, como si se conocieran de toda la vida.
Y la vergüenza, la timidez y cualquier otro impedimento, desaparecieron.
Solo estaban ellos. El mundo giraba y existía por y para ellos.
Eran siete horas de viaje, y en cinco de ellas, se contaron sus vidas.
Rememoraron tiempos pasados que juraron no volver a recordar.
Se contaron sus secretos, sus mayores miedos y los más diminutos deseos.
Hablaron del amor y el destino, sintiendo cada palabra que decían, comprobando que estaban hechos el uno para el otro.
En sus cabezas imaginaron un mundo nuevo, mejor y más hermoso, porque ellos estarían juntos.
Imaginaron futuros inciertos, palabras que nunca se dijeron y se las llevó el viento, «te quieros» que son obras de sus más dulces sueños, creyeron sentir besos bajo la lluvia.
Se sintieron como Adán y Eva. Cómo Romeo y Julieta.
Pero esas realidades paralelas fueron interrumpidos por una fuerte sacudida.
El avión estaba sufriendo turbulencias.
El piloto les advirtió que estaban atravesando una zona de tormenta y que pronto todo volvería a la normalidad… Aunque no fue así.
Se oyó un fuerte estruendo, un rayo había partido un ala y los pilotos había perdido el control de los mandos.
Lo intentaron todo, pero no lograron nada. Lo único que podían hacer era informar sobre lo sucedido y rezar por que ese no fuese su último viaje.
El avión caía en picado hacia el mar entre truenos, lluvias y nubes que creaban oscuridad.
Julia miró a Hugo con miedo.
Hugo miró a Julia con desesperación.
Ambos temieron por sus vidas mientras se les partía el corazón ante la posibilidad de no volver a verse nunca.
Se agarraron de la mano de la manera más fuerte que sabían mientras las mascarillas de oxígeno salían disparadas.
Julia lloraba y apretaba con fuerza.
Hugo se repetía una y otra vez que todo iba a salir bien, apretando su mano como si ella fuese su salvación.
Ambos se miran y sonríen lo mejor que pueden.
Julia se inclina hacia él y Hugo no la detiene.
Ambos se funden en un hermoso beso antes de que el avión se estrelle.
Después de aquellos, todo se vuelve negro y Julia despierta sobresaltada.
Su corazón va a mil por hora, mira a su alrededor y comprueba que está en su habitación. Que todo ha sido un sueño.
Mira el reloj, las seis. Debe levantarse para coger el avión.
«Seguramente», pensó ella, «ese sueño haya sido fruto del estrés, de pensar en todo lo que tengo que hacer nada más llegar a Nueva York».
Se lo repitió varias veces hasta que se convenció.
Hugo se despertó sobresaltado, nervioso y mira el reloj. Las siete. Debe prepararse para coger el avión.
No pensó demasiado en el sueño, creyó que era una tontería, fruto de la emoción por ir a Nueva York.
Julia llegó a las siete y media, justo a tiempo,el avión salía a las ocho.
Hugo llegó a la siete y media, justo a tiempo, el avión salía a las ocho.
Una vez en el avión, Julia buscó por su asiento. Lo encontró al final del avión, pegado a una ventana y un sudor frío recorrió su cuerpo. Justo como en el sueño.
Hugo también buscó por su asiento, y lo encontró. Estaba al final del avión, al lado de otro asiento donde se encontraba una chica. Todo le resultaba muy extraño, era justo como en el sueño.
Cuando se sienta al lado de aquella chica, sus miradas se encuentran, y sin poder controlarlo, los sentimientos afloran.
— Hugo…
—Julia…
El avión despega y ambos no paran de mirarse, sabiendo que esa será la última vez que se vean.
MARTA TORRES
El viaje….
Era una niña solitaria, callada , tímida, que siempre pasaba de imprevista para todos. Pero lo que nadie sabia que era una niña fantasiosa y siempre tenia una historia en su mente , siempre soñaba que conocía otros países y otras personas era tan profundas sus fantasías que de cierta forma se trasportaba al lugar . hacía unos viajes tan increíbles que solo ella los podía disfrutar ….. A pasado el tiempo y sigue soñando que algún día de viajé se ira……
EMILY RUIZ
Viajes Peralta (¡?)
Canción de sirena
En algún lugar del océano hay una canción irresistible, quien la escucha está condenado a su perdición, ya sea hundiéndose en el fondo del océano o enloqueciendo al perseguir su eco. No sabemos cómo ha llegado su leyenda hasta nosotros, tal vez quedó un sobreviviente al canto de la sirena y lo narró con sus últimos momentos de cordura. Si su poder ha atravesado las épocas y flota en las arenas del tiempo es, especialmente, porque todos desean cantarla. En una isla muy pequeña, de acuerdo a un mito de la tribu de los Tiwi, hay un pájaro que entrega el canto a quien lo atrape y logre quedarse con una pluma de su penacho. Un turista lo escuchó en plena celebración, gracias a la confidencia de un aborigen que había bebido de más. Para sonsacarle cómo ir a la isla y atrapar al pájaro, tuvo que invitarle un par de copas: Debes entrar en el río con una canoa, ser arrastrado hasta el mar y superar las olas solo con la corriente, si fracasas en este punto y sabes nadar es probable que puedas regresar a la isla, si superas las olas debes dejarte llevar a aguas más profundas y esperar que los tiburones no reconozcan en tu sombra a un ser vivo; por último, lo más difícil, sobrevivir al calor hasta que encalles en la isla donde vive el pájaro. Si superas todas estas penalidades, te advierto que nadie sabe cómo atraparlo, no hay ninguna historia que lo describa, nadie ha llegado tan lejos. Al turista, en primera instancia, aquella secuencia de imposibilidades, arrojarse a la suerte de esa forma, le causó repulsión; le quedaban tres días para regresar a casa. Desde hace una década viajaba por diferentes rincones del orbe, buscando la aventura y ahora, que tenía una gran aventura frente a sus narices, miraba la canoa del hotel apoyado en el borde de la piscina. ¿Quién tiene la osadía de arrojarse al mar por un rumor? ¿Quién sigue tan ciegamente sus instintos con la posibilidad de perderlo todo? Los hombres, todos y todos los días, doblan en una esquina por una aroma a comida, se encariñan con un perro que los guía por una calle que nunca antes habían visto: Los hay que encuentran el amor, los hay que encuentran la muerte, los hay que simplemente pasan ignorando lo cerca que estuvieron.
Cogió un cuchillo, una sombrilla, provisiones y unas botellas de agua, tomó la canoa del hotel y salió a buscar a Tutuki, el nativo. Lo encontró borracho sobre una hamaca. Lo llamó por su nombre. Le dio algunos golpecitos en el hombro. Antes de que sus ganas de aventura decayeran lo hizo caer de la hamaca para que reaccionara. Al verlo medianamente despierto, le pidió algún consejo para enfrentar a los tiburones. El nativo, conmovido por su valor, fue hacia unos arbustos y arrancó algunas hierbas, le indicó que si veía algún tiburón cerca las mojara con agua de mar, se las frotara y las arrojara amarradas cerca de la embarcación. Le advirtió que tendría una ligera picazón en la piel, pero era un bajo precio por mantener alejados a los tiburones. Ciertamente existía una planta con esas propiedades, si el nativo hubiera estado ligeramente más sobrio habría podido reconocerla. Tutuki se acercó emotivo a despedirlo y le tiró un golpe en el estómago, lo que significaba para los Tiwis admiración y buenos deseos; lamentablemente el turista no lo sabía y le respondió con un gancho en la mandíbula que lo dejó inconsciente. Fue al río con su carga completa, puso la canoa a flote y se acomodó. Los moquitos, tábanos y otros bichos acompañaron su salida al mar. El repelente que se había aplicado copiosamente estaba vencido y, en vez de alejarlos, los atraía. Las olas agitaron la canoa hasta hacerle perder gran parte de su carga, solo le quedaron las hierbas y el cuchillo. Tras superar las olas, cuando la sed, el calor y un sube y baja constante lo tenían mareado, surgió una aleta como el filo de un hacha. Presuroso mojó las raíces, se las frotó y las soltó amarradas por un lado del bote; tal como le habían indicado. Le brotaron unos chupos como tomates por todo el cuerpo, perdió la visión y apenas podía respirar. El tiburón dio unos saltos acrobáticos e hizo los ruidos que hacen los delfines, era un delfín y tras asustarlo se fue por donde vino. A la deriva, ciego y adolorido, se tendió en la embarcación como si fuera su propia tumba. Con la noche, una brisa fresca le dio algo de alivio a sus llagas.
Al amanecer la corriente lo dejó en otra isla; si era la del pájaro no le importaba, había recuperado un poco de visión y se moría de sed, divisó unas palmeras y se dirigió hacia ellas en busca de sombra, además encontró cocos maduros; con ayuda del cuchillo y una piedra pudo beber su contenido. Bajo el cobijo de la vegetación cogió un profundo sueño libre de angustias. Despertó restablecido al día siguiente, menos hinchado y más tranquilo y decidió explorar por la isla. En su caminata encontró unas frutas que nunca había comido, dulces, carnosas y jugosas como mangos. Desde una cima divisó todos los límites y vio otras muchas islas diminutas. Sentado en una piedra, recapacitaba sobre la imprudencia que había cometido, cuando se quedó mirando un ave muy extraña comiendo los restos de pulpa que había dejado a unos metros: Tenía pico de pato, patas de gallina y era rechoncha y compacta, sin cuello; un penacho exuberante, brillante y colorido, sobresalía de su cabeza en todas las direcciones. Armó una jaula con ayuda de ramas y lianas y la camufló con hojas de palmera. Puso de cebo la fruta que había comido. No tardó mucho en atraparla y arrancarle una pluma, después de unos minutos intentó cantar. Durmió varios días con la pluma y volvió a intentarlo. Se comió al pájaro asado y seguía sin entonar una sola nota. Después de un par de días pasó un barco y escuchó su nombre desde un altavoz. Se acercó gritando a la orilla, recuperando en el corazón lo que se había resistido a dar por perdido… Una vez a bordo, avergonzado, contó la historia del nativo, cómo llegó a la isla y todo lo que hizo. Los que lo escucharon se arrojaron al mar y comenzaron a nadar hacía la isla, abrazando la pluma en su corazón con más deseo que razón: Unos fueron presa de los tiburones, otros no sabían nadar, otros envejecieron en la isla; ninguno supo entender que el pájaro no es para los que lo buscan, solo se presenta a los que se dejan llevar y no tienen intenciones de encontrarlo.
Voto a Olga Lujan
Voto a Fuen Calderón Romeo.
Benedicto Palacios
Voto por MARÍA JT.
Voto por Rocío Romero.
Olga Luján
Veronica
Esta vez, me voto a mí mismo. Un saludo para Loly y sus sobres.
Maria JT
Voto de parte de Benedicto:
Medio a Emily y medio a Rocío Romero.
Olga , definitivamente .
Voto por Olga..
Olga Luján, pero sin duda alguna.
Olga lujan