Relatos cómicos / situaciones ridículas

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos cómicos sobre situaciones ridículas. Este ha sido el relato ganador:

Estábamos yendo a esquiar a Andorra con dos amigas, en el coche de una, y en eso que vemos en el arcén un chaval haciendo señas para que parásemos. Nos pregunta si sabemos poner cadenas, que está empezando a nevar otra vez y no sabe ponerlas. Pues nada, le explicamos y sigue sin entenderlo mucho, a lo que yo (echá p’alante que es una…vamos!) le digo «va, que las ponemos en un plis!» Empiezo a colocarlas, me ayuda una amiga y no podíamos, se pone la otra a ayudarnos y colocamos la primera. Vamos a poner la segunda y el tío, en vez de decir «ya lo hago yo», nos miraba con cara de besugo. Y le suelto (bocachancla que es una…) «oye tío, que hace frío y tal pero no se te van a caer los dedos porque nos eches una mano, eh!??». Se saca un guante y le faltaban DOS DEDOS!!! Y en la otra mano, uno.

EVA BLU

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Al ritmo.
Fiesta de cumple de nosequien en un piso por el gancho. Varios invitados, entre ellos una zagala interesante con voz de haberse chutao toda la cazalla de Galicia, vamos que podría haberse llamado Terminaitar.
En un cruce de pasillo y miradas me animo y le entro: «¿que tal? Vaya juerga la de anoche, ehhh? Lo digo por la voz…» se hace un silencio de cuatro segundos y alguna décima y me contesta: «si, desde que me operaron de la tráquea…es lo que tiene»
Esa noche camine solitario una vez más.

CHABI SÁNCHEZ


Era una tarde otoñal con la pasión a flor de piel. Eric y Lucy estuvieron todo el día muy acaramelados. Hubo desde mimos, caricias y ternura hasta sexo salvaje, una buena parte del kamasutra y sexo oral. Gastaron tanta energía que quisieron bajar a cenar algo puesto que el amor del momento les cegó y las horas pasaron sin darse cuenta.
Pero una inesperada visita les esperaba en la cocina: La suegra de Eric. Resoplaron aliviados al haber decidido bajar con la vestimenta medianamente apropiada para la ocasión en que ahora se encontraban.
Después de los saludos previos mientras las palabras de ambos se atropellaban con los pensamientos de reproche por no haber cerrado la puerta de la casa con llave, pasó algo que no olvidarían jamás.
La madre de la sonrojada Lucy, levantó la mano hacia el tenso cuello de ella donde minutos antes se había manchado con los flujos de su esposo, y le rascó con las afiladas uñas añadiendo: ¡¡¡Se te está descamando la piel cariño, deberías hidratarte más!!!

SARA RIBOT


Abril del 2012
Una pareja de recién casados disfrutando de su luna de miel, llegan al último punto de su viaje, la Costa Amalfitana, donde pasarán un par de días disfrutando de los pueblecitos y viandas de la zona. Dentro de dos días, habrá que volver a Roma a coger el avión rumbo a la realidad.
Pero antes, sigamos en Amalfi; ella, tumbada al sol en la terraza del hotel de lujo. A lo lejos, Capri.
Él, en el gimnasio del hotel con vistas al mar.
A mediodía hemos reservado en Da Constantino en Positano, para degustar los manjares propios de la zona.
Después de una comida tranquila y muy agradable, nos apetece dirigirnos hacia Sorrento en nuestro ya querido Fiat Panda, que nos lleva acompañando desde Venecia.
Sorrento está a unos 20 kilómetros de carretera de doble sentido abismal, llena de sinuosas curvas que nos regalan en nuestro sentido a la derecha la montaña, salpicada por pueblecitos pequeños que distribuyen sus blancas casas en escalones, y a la izquierda, el mar.
Hemos llegado a Sorrento y, cuando parecíamos ya irremediablemente inmersos en una película romántica italiana, él abre la puerta del coche y vomita. Vomita sin parar toda la velada en Da Constantino. Ya no buscamos una cafetería para tomar un capuchino y un helado, buscamos una farmacia.
Ella busca una farmacia. Él sigue vomitando.
En un perfecto españolo, le explica al farmacéutico que su marido vomita y que necesita algo para que se reponga. Después de media hora, paracetamol se dice igual.
Parece que mi película romántica va tomando tintes cómicos. No pasa nada. Lo divertido viene ahora: volver a Amalfi por la serpenteante carretera.
Ella conduce. Él vomita.
Una vez llegados al hotel, ya no habrá cena ni noche romántica. Ella ve la Rai, él ahora ya no sólo vomita, ha cambiado la cama por el váter.
El día siguiente más de lo mismo, esto ya claramente es una comedia romántica? con mal olor.
Se disponen a hacer la maleta: mañana volvemos a Roma para terminar nuestro viaje. Él se da cuenta que con tanto cambio de muda por el malestar, no le quedan calzoncillos. Ella sí tiene un par de mudas aún: un tanga negro y unas braguitas culotte de lunares verdes y naranjas de algodón. Él elige las braguitas. Se le salían los pelillos por delante y los cachetes por detrás. Cuando ella lo miraba de lejos al ir al facturar, se tocaba el pantalón a «lo Rafa Nadal».
«Se me sale un huevo»- se quejaba él en el avión.
Y así llegamos a España, con el estómago vacío, enamorados y con un huevo fuera.

MARÍA JT


Todo empezò a los cinco años, cuando los payasos del circo me señalaron:
-Te dicen a ti, venga cariño, sal!
-Vamos niña, que estamos todos esperado!
(La niña sale por fin, centrifugando un quesito en el carrillo derecho)
-Còmo te llamaaasss???
(Niña mira fijamente al payaso, el payaso lo intenta varias veces màs, sin èxito)
-Què niña tan tìmida, bueno, pues saca un papelito de este sombrero… mete la manita y coge un papelito… vamos, es muy facil… solo mete la manita…
…Y despedimos a esta niña con un fuerte aplauso, a ver, ese niño de ahì, ese que tiene cara de listo!
(La niña vuelve con sus padres, sin haber dicho su nombre, sin sacar el papelito y dando màs y màs vueltas al quesito)
Media vida despuès:
El jueves ha salido una animaciòn como payasa, no me coincide con otros bolos ni con el curro en el bar habitual, es un garito en la zona pija, con suerte no me encuentro a nadie, somos tres, incluìdo el payaso jefe cocainòmano. Nos cambiamos y maquillamos en el garito, poca cosa, un par de sorteos, vacilar a la peña dentro y fuera, bebida gratis…
Dos y pico de la madrugada. En la calle, jefe payaso cocainòmano a payasa borracha:
-Date una vuelta màs y en diez minutos nos cambiamos, os pago mañana, que voy muy ciego.
Jurarìa que no tardè mucho màs de ese tiempo, aunque recuerdo pararme a charlar con una señora sin dientes que vendìa chupachups, el caso es que cuando volvì al garito para cambiarme, estaba cerrado. Del todo. Y yo, disfrazada y maquillada de payasa, borracha, sola, abandonada, sin dinero, sin telèfono, sin llaves, sin dignidad.
Milagrosamente, recuerdo que mi hermano està currando en la Sala Z y le puedo pedir llaves y dinero para un taxi que me libre de tanta humillaciòn. Tras media hora caminando por el centro con mis zapatones del 52, aguantando pitadas de coches y crápulas borrachos, llego, entro y me encuentro, como buen jueves de madrugada, a media faràndula de la ciudad y tres cuartos de sus hosteleros, incluìdos mis jefes del bar habitual. Algunos estuvieron años llamàndome «La Payasita».
Mientras, en el bar habitual:
Enciendo las càmaras, la caja registradora, las luces de colores, pongo mùsica, echo serrìn, ambientador, abro la persina del todo. Van llegando los primeros clientes, me dirijo a la barra pequeña para ponerla en marcha y me encuentro con una rata de dos palmos o más, agonizando en el suelo. Y salgo gritando como una loca a buscar ayuda indeterminada con rumbo indeterminado, dejando un garito de moda con capacidad para cuatrocientas personas, abierto de par en par, en modo «barra libre».
Aùn abandonè el barco otra vez màs, un día en que a mi compañero de barra le estaban dando una somanta de palos contra la máquina del Tetris y el subnormal que tenìamos de portero se había pirado a beber chupitos. Salí corriendo a por los porteros de los garitos de al lado, aunque esta vez dejé, custodiando la barra, al Momias, un chiquillo que no podía beber alcohol porque era epiléptico, pero que cada dos por tres se nos quedaba medio muerto en el bar porque se bebía los culos de los vasos que la gente dejaba por las estanterías.
Teníamos un rollo fantástico entre compañeros, sobre todo desde el día en que entré al almacén y me los encontré con las chorras fuera, haciendo pis en unos botes de zumo. Esas cosas, unen mucho. Y quedarse encerrados por dentro porque se nos ha partido la llave en la cerradura de la persiana, tambièn.
Paro ya, porque esto se me está yendo de las manos.

JEZABEL

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7 comentarios en «Relatos cómicos / situaciones ridículas»

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