Mentes disfuncionales

 

Relato ganador:

Te invito (viernes 18/09/15. Resaca)

Sólo sé cocinar pasta, lo reconozco.
Pero, ¡ey!, me saldrá de puta madre, ¿no?
Fumo como un carretero y me gusta engullirme en bares de mala muerte, donde la música esté acorde con mi enfermo corazón.
Las paredes de mi habitación están llenas de historias,
Apenas se ve el blanco.
Los goterones que caen del techo y me despiertan por la mañana,
le da personalidad a mi habitáculo.
Bebo cerveza si pasa algo,
Y sino también.
Me gusta llevar de maquillaje las ojeras
y sentir en los poros de mi piel los problemas.
Soy un adicto al desorden mental,
Y al orden en el que me pongo las pulseras.
Llevo un piercing en la nariz,
Y 500 en el estómago.
Subo al monte para poder gritar,
Y cocino pasta en la cima.
Te he invitado a perderte conmigo 3 veces
de las cuales, dos y media han sido dadas de hostias.
¿Qué pasa con la otra media?
Huelo a perfume de mí
y ese perfume no sabe a quién huele.
No puedo invitarte a un restaurante caro
donde tengamos que ir de traje,
pero puedo invitarte a mis labios de Whisky
y emborracharte con mis ganas.
Puedo cerrarte los ojos,
y contarte al oído, qué digo contarte, hacerte entrar,
a un mi mundo perfecto.
Huele a quemado,
Será la pasta.
Yo que sé.
Me rasco los cojones con tus indirectas,
a mí me van las cosas de frente.
Tu frente en frente de mi frente.
Sudamos.
Te invito al cigarro de antes,
puede que también al de después.
Vierto el vino en tu ropa interior.
No te preocupes, te la lavaré con mi sufrimiento.
Después de eso, todas las lágrimas te sabrán a poco.
Puedo abrirme de piernas y dejar que me recorra el huracán,
de arriba a abajo, aunque mejor de abajo arriba.
Quizás sienta algún que otro orgasmo con el desconcierto.
Te pongo a los pies mi lengua,
pero poco te importa mi poesía.
Me corto la vena Aorta con tus pestañas.
Te empapo de sangre el cerebelo.
Vomito a carcajadas lo que pensé que me darías.
Te echo de mi cama.
Me tienen preparado otro chupito,
En el bar decadente donde siempre jodo al camarero contándoTE.
Tengo mil piercings en la lengua
y uno sólo en la herida.
Escarbo con las uñas la piel de mi polla,
a ver si ha quedado algo de tu saliva en ella.
Sequía neutro sexual.
Cocino pasta, pero esta vez, sólo pongo un cubierto,
Aunque quizás ponga dos copas.

CARLOS COSTA

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Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos el tema «MENTES DISFUNCIONALES». Estos son los relatos recibidos:

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La máscara neutra

Cuatro menos veinte de la mañana, whisky, cerveza, tabaco y de vuelta en el mundo real, ese en el que la información se encuentra a un mísero click de distancia de aquel que sabe buscar. Por desgracia se da el caso.

Ha sido una noche interesante, de principio a fin ha ido en un perfecto crescendo hasta acabar en un distanciamiento en el que la ostia de realidad la ha dado precisamente la falta de ostias, como una de esas piezas electrónicas que le gustaban tanto a los gafapastas de principios del milenio, hacen que quieras abrirte la cabeza contra cualquier cosa, pero no sabes muy bien por qué.

La cosa pintaba bien, un duelo de esgrima al uso, alguien ataca por instinto mientras alguien se defiende por amor y todos los credos del alma se reafirman casi por costumbre, casi como ir al cine. Luego, el hado de las casualidades decide que no es suficiente y decide cagar la suficiente gloria como para que el ex de tu ex venga a darte un discurso pasivo-agresivo sobre lo maravillosa que es ella. Magnífico, sencillamente magnífico. Y Copeau se sentiría orgulloso, de verdad, no es por tirarme flores, pero el summum de la neutralidad se habría sentido como Mario Casas tratando de ser actor a mi lado. La vida es un teatro, pero el dramaturgo no vale una mierda.

En ese momento, da igual si vas borracho o no, salta el automático y el mundo se convierte en una sucesión de ceros y unos traducidos en gestos y miradas, en un carnaval de Venecia con máscaras importadas del todo a cien. Y lo comprendes todo mucho mejor. Y no quieres comprender nada.

Jodido automático, daría mi reino por poder desactivarlo, total, no sería el primero ni el último en empeñar lo que no tiene en aquello que no puede conseguir.

Te sepulta la mierda, mierda y más mierda, y a cada paso que das tu sentidos se ven invadidos por el pestilente olor, la textura, el sabor…hasta que alcanzas a divisar un brote entre tamaña podredumbre, como un rayo de luz, sólo que viste completamente de negro, pero no importa, porque brilla con la luz de quién no sabía que ésto era un baile de títeres y salió con su propio rostro a la calle. Pero todo es cuestión de tiempo, ni siquiera hay que recurrir a la paciencia, en lo que tardas en liarte un cigarro ves cómo las lagrimas empiezan a resbalar y abre los brazos, casi suplicante, para recibir su porción de mierda.

Al volver a casa siempre asalta la misma pregunta:

¿Para qué cojones salí?

DAVID GUTIÉRREZ DÍAZ


Locuras al vuelo.

foto para argEs un día negado
para encender algún
verso perdido del campo.
Me encuentro
laberintos sin sentidos
para despedirte por todo lo alto.
¡Esos perros!
no puede ser,
tengo frío
y un amargo remate.
Vicio de tu figura
nos hace ser cazadores
de la literatura,
dos cuerpos y una misma locura.
Es un día negado,
tan sólo demuestro
las codornices del domingo
echando a volar por estos campos.
Codornices al vuelo
hacia el azul cielo
deciden tomar su rumbo.
Es un día negado…
Codornices al vuelo
luchando por ver
tus sueños realizados.

ARG


 

No agente, no llevo carnet, para lo que lo uso…

Me refería a que lo uso poco, no a que lo use para algo en particular.

Sí, estoy bien, es que he venido corriendo porque había quedado con el amor de mi vida, pero parece ser que no me quería y estaba esperando al bus para tirarme debajo, luego las responsabilidades me han abrumado y me he tenido que sentar.

No voy a acompañarles a ningún sitio. Pues entre otras cosas porque no me he duchado y tampoco recuerdo si llevo o no ropa interior.

No se va a infectar, la he limpiado bien con papel de periódico. No sé de qué día. Ah, hoy? Martes. O jueves, tampoco lo recuerdo.

Han llamado a una ambulancia. Esta maldita manía que tiene la gente de hacer favores que no se piden… he tenido que subirme para evitar más numeritos. En el hospital me han puesto tres puntos de sutura en la ceja y hecho unos análisis. Tengo mucha hambre. La psicóloga me hace un millón de preguntas, rellenar un millón de casillas y adivinar otro millón de dibujos, todos iguales.

Los análisis no han ido bien, he dado positivo en borderline. Habrá sido por lavarme poco las manos, estoy empezando a encontrarme mal. Espero que al menos me den una vivienda de protección oficial y si tiene una terracita, criaré tortugas galápago.

Ha venido un trabajador social. Le he pedido que me trajeran un bocata, por favor, y me ha dicho que no le pagan para eso, así que he salido al pasillo y me he tirado al suelo, haciéndome la muerta. Me han puesto una pastilla debajo de la lengua, yo quiero un bocadillo, así que vuelvo a hacerme la muerta. El de seguridad me acompaña a la puerta y al menos estoy en la calle. Vuelvo a casa andando, tengo que recortar gastos.

Voy a aprender a leer las cartas del tarot.

Qué bien se está en casa.

JEZABEL


 

Atrapado en una esfera clamorosa, donde la eternidad parece un momento tan efímero que el tiempo gira en espirales llevándote al borde del abismo, al filo de la navaja, a las fauces del lobo. A ese lugar al que ningún hombre quiere ir, donde te colocan una yunta individual, donde nada es lo que parece, donde una fina neblina oscura afila sus secretos colmillos para hacerte sentir honrado de haber venido, de recibir tal favor, de ser el próximo espectro ejecutado. Pero tu alma confusa observa impaciente el resquicio no nato de una huida rauda, sin replicas austeras, rudas o mordaces… solo silencio. Un amigo impenetrable, silencio confortable, fidedigno y al mismo tiempo desleal y engañoso. Te preguntas ¿muero o sueño?… pregunta que retruena en una incesante dualidad de calma y tempestad, tratando de encontrar la forma de desconectar la bruma biomecanica que ocupa tu cerebro, y dar a tu espíritu el tiempo de tranquilidad que la caprichosa tormenta deja disfrutar.

FRAN ROSE REVOLVER


Aun se recuerda aquel jueves. Una cena entre tres amigos, un telediario escupiendo borbotones de política y unas cervezas, tuvieron la culpa.

-Carlos, habla más bajo, por favor- insistió Jaime.

A pesar de la advertencia, Carlos, no solo no se calló, si no que aumentó la intensidad de sus gritos. Tenían la certeza de que la política le exasperaba, pero aquello sobrepasó los límites de lo aceptable.

-Por favor Carlos, estás en mi casa, soy el presidente de la comunidad de vecinos y me estás poniendo en un apuro- Jaime ya se estaba poniendo nervioso y preguntó con relativa calma

-Carlos, ¿te sigues tomando las pastillas?

Jaime sabía que Carlos, a sus 46 años, estaba jubilado por un transtorno diagnosticado de bipolaridad y necesitaba medicarse a diario.

-Mierda de pastillas, estoy perfectamente, no las necesito -gritó Carlos mostrando signos de que se iba a poner violento en cualquier momento.

Antonio intervino: -Carlos, tranquilízate.

-No tengo que tranquilizarme, estoy tranquilo.

Pero esas palabras, gritadas a pulmón abierto y sus gestos denotando agresividad, decían justo lo contrario.

Antonio y Jaime se abalanzaron sobre Carlos para inmovilizarlo y lo consiguieron, pero no era nada definitivo, en cuanto dejaban de hacer presión se revolvía e intentaba zafarse de malas maneras y seguía vociferando.

-Voy a llamar a la policía. Antonio, ¿puedes tú solo con él mientras llamo por teléfono?-Jaime ya había tomado la decisión.

-Claro -respondió Antonio-. Yo lo aguanto mientras llamas.

No habían transcurrido ni cinco minutos desde la llamada y se presentaron en la casa cuatro policías grandes como armarios roperos. En cuanto los vio, Carlos dejó de mostrarse violento, se incorporó e incluso habló animadamente con ellos.

-¡Buscad por ese mueble, está lleno de droga! -gritó ante el asombro inicial de Antonio y Jaime, convertido inmediatamente en acojono, porque estaban rodeados de policías y porque efectivamente, de vez en cuando, se fumaban algunos porros y los condimentos, estaban guardados en el mueble que señalaba con su dedo el traidor bipolar.

Unos segundos más tarde, siguiendo el protocolo de las llamadas al 112, se presentaron en la casa los sanitarios y eso les salvó de tener que dar explicaciones incómodas. Nada más verlos, Carlos pasó de lobo a cordero y se mostró tranquilo y relajado con ellos.

En cuanto todos se marcharon, Antonio y Jaime se miraron y no pudieron contener una carcajada de complicidad y alivio.

Jaime nunca le volvió a ofrecer cerveza con alcohol a Carlos, no en su casa, pero todavía se echan unas risas al recordarlo.

DAVID LIZANDRA


Mi hermana se hace selfies muy raros y luego se los envía a la gente junto con mensajes incomprensibles. A veces está bailando y de repente se enfada y grita. Se mete piedras en los zapatos y luego se queja de que no puede andar. No tiene carnet pero siempre quiere conducir ella. Saca toda su ropa del armario buscando algo que ponerse, y cuando el armario está vacío, se mete dentro.

Pero mi hermana no está loca, solo tiene 15 meses.

DIEGO


TUS RECUERDOS EN FACEBOOK

Un día como hoy, hace 3 años…

Para un testigo cualquiera aparenta ser una foto normal. Para mí es una epifanía, y daría los restos de mi alma por poder hablarla:

-¡Tú! ¡Sí, tú! ¡La chica que está a punto de cruzar la calle! Sí, esa, la que sonríe ante la cámara de su amiga.

Espera… Sé que no me reconoces ahora mismo. Pensarás que soy una histérica, pero no es del todo el caso, te lo prometo.

Necesito que me escuches: No salgas de tu casa hoy. Es más. Oh no…¡No cruces esa calle!
Siento haberte agarrado del brazo de esa manera, de veras que lo lamento, pero es por tu bien.
Si tomas el paso de peatones, y recorres el parque de Cánovas, tu amiga, la que acaba de sacarte la foto, recibirá una llamada telefónica de cierta importancia. Te mirará con esos ojos grandes y se disculpará por tener que marcharse. Prometerá llamarte luego, para contarte y quedar contigo por la noche. Le darás dos besos y mirarás hacia el final de Cánovas, considerando bajar a la Plaza Mayor para tomar un café. Optarás por dicha opcion, y buscarás una terraza.

Eligirás la mesa con periódico y, como de costumbre, este estará plagado de malas noticias, por lo que irás a tiro fijo a por los crucigramas. Cuando el camarero te atienda, encenderás un cigarro, para fumarte la mitad entre sorbo y sorbo de café. No habrás encontrado más de dos palabras cuando verás una sombra eclipsando la de tu mano y tu lápiz.

Al mirar hacia arriba le reconocerás. Es un «colega», que no llega a ser amigo, pues como mucho os habréis visto dos o tres veces de casualidad. Después de saludarte cordialmente, sonreirá hacia el crucigrama, admitiendo así que comparte tu afición. Tú le devolverás la sonrisa y le cederás tu lápiz, invitándole a buscar una palabra por ti.

El resto de la tarde se tornará normal. Llegarás a casa, te darás una ducha, hablarás con tu madre… ¡No cojas el teléfono!

Porque será tu amiga, invitándote a ir a aquel bar donde conocéis a la camarera, que hace unos mojitos de muerte. Por eso.

Caerán al menos tres copas per cápita antes de que le veas. Estará sentado en la barra, en soledad, bebiendo de su cerveza. Tú te acercarás a él para contarle algo tan nimio como el hecho de que al final dejaste el crucigrama sin terminar, y luego te sentirás como una idiota por acercarte a él con tal pretexto.

No recordarás gran parte de la conversación a partir del mojito número cuatro.

A la mañana siguiente, encenderás tu ordenador, y le escribirás un mensaje plagado de la inseguridad que te caracteriza, disfrazada de ingenio labrado hasta la última coma.

Te contestará que le pareces interesante, y entonces tu corazón dará un vuelco. No te esperabas esto, pero te gusta el Señor Crucigramas.

Vuestras conversaciones, y encuentros, ampliarán con el tiempo. Primero una cerveza en un bar que tú le enseñarás, que aprobará con un leve asentimiento indiferente. El te mostrará el segundo lugar de encuentro con mucho mayor entusiasmo. Te hablará de aquel director que le obsesiona, y con una seguridad aplastante te enumerará los motivos por el cual es «el mejor de su categoría». También estará ese disco que le encanta, el que por necesidad escucha al levantarse. Te salvarás por los pelos al revelarle que conoces una canción de ese disco. Te hará sentir momentáneamente especial al decirte que no es común encontrar tan siquiera a alguien que lo conozca.

Notarás que es algo pedante, pero harás caso omiso a tu intuición.

Sentirás que cada vez le echas más de menos, y te sorprenderás a ti misma cuestionándote con mayor frecuencia de la deseada si corresponde a tus sentimientos, y, con tu negatividad característica, la respuesta de tu Custodio interior siempre será No.

Te besará con tu canción favorita de fondo, y ese será el último detalle bonito del Señor Crucigramas. No repararás en el hecho de que el mérito será del DJ del bar, ya que él ni siquiera sabe qué canción es.

A partir de ahí, todo irá cuesta abajo.

No cruces esa calle. No lo hagas porque algún día ese hombre te dejará llamándote Loca. Lo acabarás superando, por supuesto, e incluso le olvidarás, pero ese cruce peatonal es el camino hacia dudar de tu cordura y de sentirte tremendamente estúpida cada vez que no conozcas a un director de cine.

SARA LÓPEZ


12011140_10207688502719025_4638872563008223763_n-Va, va, no me presiones. Por cierto, que tengo que hacerte un dibujo, así cambias la foto de perfil. No estaría mal, la cambiaste hace poco pero no te veías con una foto-foto.

-¿Quién es la chica de la izquierda?

-Con cariño, mujer, con mucho cariño.

-Me sudan las manos.

MIGUEL HERNÁNDEZ


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9 comentarios en «Mentes disfuncionales»

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