Cuando Dani (de Leyendo hasta el Amanecer), me sugirió que me encargara del (apartado) «Me sangran los ojos» de esta semana en su podcast, lejos de acobardarme lo vi como una oportunidad de desahogarme tras mis casi diez años ya trabajando como editora y correctora de textos.
Y entiéndase que ni mucho menos quiero criticar a quienes no tienen por qué saber ciertas normas ortotipográficas o estéticas, pero sí que hay errores que se repiten una y otra y otra vez en la práctica totalidad de los libros que me llegan. Y de eso quiero hablar hoy, de esos errores que NO va a detectar el corrector del word y que, en caso de aparecer en un libro publicado, delatan una corrección poco profesional.
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Los 3 errores mas comunes en la redacción de un texto
Leismo/loismo
El error número uno es el famoso trío: leísmo, loísmo y laísmo. Y es que tiene su intríngulis, no os creáis. A grandes rasgos podríamos decir que «lo» y «la» sustituyen a un complemento directo y «le» a un indirecto. Pero toda norma tiene sus excepciones, como en el caso del complemento directo masculino singular, que acepta la forma «le», o el llamado «leísmo de cortesía» cuando se trata de usted al interlocutor.
Así, hay casos y casos, y la gravedad del delito depende de su obviedad. «Me le dijo» chirría a más no poder y, sin embargo, en determinadas zonas (concretamente estoy pensando en algunos pueblos del norte de Cáceres), se habla así.
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Palabras incorrectas
Pero si hay un error difícil de sobrellevar para el lector es el derivado de usar palabras que no se conocen. Sí, sí, el querer fingir cierto cultismo, que además de dejar en evidencia la falta de naturalidad del texto, tiene el peligro de hacerte meter la pata hasta el fondo. Esto va desde la utilización de palabras equivocadas (como «infringir» por «infligir») hasta palabras inventadas, como «fusilánime», que os juro que lo he leído.
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Incoherencia textual
Y si el anterior era el error más chirriante para un lector, este es sin duda el peor con el que se puede encontrar un corrector; un error tan básico como común.
¿Recordáis a vuestra profesora de 5º de EGB explicándoos que el sujeto debe concordar en género y número con el predicado? Pues mucha gente, no. Y tres cuartos de lo mismo pasa con la primera y la tercera persona, y con el presente y el pasado. Una de las situaciones más frustrantes que se puede encontrar un corrector es precisamente esta: que cambie el tiempo verbal a mitad del relato. ¿Y ahora qué hago? ¿Cambio todo lo anterior a presente o cambio todo lo escrito a partir de este punto a pasado? ¿En algún momento volverá a cambiar? En todo caso, hay que volver a empezar desde cero…
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Pero dicho esto, y después de haber acomplejado a todo el que me esté leyendo, también tengo que decir lo contrario:
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¡No os cortéis, que para eso estamos los correctores!
Nosotros mismos hemos publicado historias maravillosas que han partido de manuscritos imperfectos. ¡Y menos mal que el autor no tuvo complejos a la hora de enviárnoslo!
Otro día sigo, con más y mejor. Pero de momento, si te has quedado con ganas de más, te invito leer «Lo que nunca debes decirle a un corrector de textos».
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