Sin batería – miniconcurso de relatos

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «sin batería». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 8 de agosto!

* Por favor, solo votos reales. No hay premio, solo reconocimiento real.

** El voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos. Si alguien vota a 3 relatos, se contabilizará 1/4 de punto a cada uno. Si vota a 5, el voto será nulo.

*** Los textos son originales (responsabilidad de cada autor) y no han pasado procesos de corrección.

MARÍA CRUZ ESTEVAN APARICIO

Sin batería.

Mi cuerpo se había quedado sin batería.

Ansiaba me hiciesen la intervención.

Mi voluntad, ya no tenía voluntad.

Firme el consentimiento, me dijeron, y lo firme…

Desperté oyendo unos golpes de martillo más mi yo no pensaba, le faltaba energía.

La voz del doctor conocida por mí estába allí dando órdenes . Me sentí cuidada..

Hoy en la paz de mi hogar y viendo el día precioso que ha salido recibo de la providencia un chute de alegría.

Mi imaginación desbordada de ideas me ha hecho ver cómo si fuese un vídeo, ha toda la gente que estaba ayudando al doctor en mi operación de rodilla todas ellas tan necesarias.

En París anoche cantidad de colaboradores cada uno de ellos puso su granito de arena consiguiendo realizar unos Juegos Olímpicos diferentes a los anteriores. Encender la mecha de algo tan bonito no es fácil, gracias. Y muchas gracias a mi doctor…

JOSÉ ARMANDO BARCELONA

LA FAVORITA.

El invierno asturiano mostraba su cara amable. Una suave brisa erizaba el Cantábrico con traviesas cabrillas, las olas apenas lamían la escollera del puerto y desde la Mesa de Mareantes, el caserío de Luarca lucía, imponente, al sol de la mañana. Allí estaba yo, contemplando sin ver los azulejos que adornan el paño de la muralla y cuentan la historia de la villa, mientras mis pensamientos vagaban lejanos, capeando la tormenta de contradicciones que había desatado en mi interior la obsesión por la historia de Garibaldi y la mulata Virginia.

En el archivo de la U.C., Berkeley Library, encontré documentos que, en la primavera de 1851, ubicaban a un tal John R. Garibaldi reclamando, junto con Charles W. Churchill y Daniel M. Cook, la explotación de una bonanza minera al sur de Gamble Creek, cerca de Coloma, en el condado californiano de El Dorado. Uno más de los miles que, con la ilusión de hacerse ricos en poco tiempo, acudieron a la llamada de la fiebre del oro del 49. Tras un salto de cuatro años, volví a toparme con estos mismos tres individuos, solo que ahora acompañados por Hiram B. Bronson, al noroeste de México, en territorio de la Cienaguilla, como integrantes de una partida de gambusinos proscritos, que actuaba ilegalmente en esa región del desierto de Sonora. Muchos de los que habían explotado las minas del norte de California dirigieron su mirada a noroeste mexicano, donde era previsible que hubiera oro suficiente para justificar una nueva fiebre minera y hacia allí se dirigieron en masa.

El gobierno de México, temiendo que aquella avalancha de yanquis fuera la cabeza de puente para una invasión de aventureros descontrolados, no les permitió explorar la zona, por lo que la mayoría volvió a California, salvo unos pocos que se atrevieron a desafiar a la autoridad local. Tuve la corazonada de que ese John R. Garibaldi, que hacía partida con Churchill, Cook y Bronson, era Juan Rendueles; no me cupo la menor duda, y hubiera querido continuar investigando por esa prometedora vía, pero mi tiempo era limitado, las fiestas navideñas llegaban a su fin, había que volver a casa y, por otra parte, las posibilidades de que pudiera encontrar más papeles que hicieran referencia al indiano eran escasas; no tuve otro remedio que conformarme con aquella pobre cosecha.

Y esa frustración embotaba mis sentidos aquella mañana en la Mesa de Mareantes, no sabía dónde buscar el cabo que me llevara a desenrollar la madeja de aquella historia, parecían cerradas todas las vías, sepultadas por toneladas de olvido acumulado a lo largo de los años; eso unido a mi estado general de bajo rendimiento creativo me tenía en un estado casi letárgico, con la batería del alma en sus niveles más bajos, al borde del colapso intelectual. Sin embargo, como ocurre casi siempre, tenía la señal delante de mis propias narices; la carga de energía extra que necesitaba para disipar mi modorra estaba allí mismo, llamándome a gritos desde el azulejo número doce, «La Favorita», y me espabiló con fuerza, sacudiendo mis adentros, como un golpe de mar estrellándose contra los cantiles de Portizuelo.

Cuentan las crónicas de la época, que un bergantín de dos palos, al mando del capitán Rafael Ochoa, que hacía la carrera entre Filadelfia y Luarca, a finales de agosto de 1869 pulverizó todos los registros de velocidad alcanzados por un barco de vela, cruzando el Atlántico en tan solo diecisiete días. Era «La Favorita».

La visión, en cerámica de Talavera, de aquel orgulloso clíper disipó la niebla que abotargaba mi cerebro, por decirlo de una manera coloquial, me cargó las pilas. Fue un fogonazo de advertencia, una señal, el aliento frío de un pasado lejano, que me volvía a poner tras la pista de l’indianu.

Una proeza de esas dimensiones tenía que recibir la atención de los medios de comunicación de todo el mundo, aunque no tanto de los locales, porque en la España de la época, a pesar de los esfuerzos aperturistas que trajo la Constitución del 68, la prensa estaba empezando a sacar la cabeza del pozo negro al que había sido empujada por una monarquía totalitaria. Pero indagando en hemerotecas del Reino Unido, no me fue complicado descubrir que La Favorita zarpó del puerto de Filadelfia con un pasaje de diecisiete personas, viento fuerte de noroeste y las bodegas repletas de jengibre, petróleo, canela, tabaco y algodón. La identidad de los pasajeros no parecía tener relevancia para los redactores británicos, salvo para el del Plymouth Evening Herald, que al hacerse eco de la noticia señalaba la presencia en el barco de un acaudalado comerciante asturiano, que volvía a su tierra desde ultramar, «acompañado de una exótica india nativa, de nombre Witari», que en la lengua de algunas tribus del norte de México ―esto lo supe mucho después―, significa lluvia.

Aunque no pude hallar evidencias de que el acaudalado comerciante que viajaba en el clíper fuera Garibaldi, ni en los archivos parroquiales de Luarca quedaran fondos documentales de aquellas fechas, a los que acudir en busca de cristianizaciones, bodas o velatorios, que pudieran aportar algo de luz, una inexplicable seguridad interior me llevó al convencimiento de que esa india, Witari, quizás hija de la nación kikapúshawneeomahkurawe,al pisar suelo asturiano se convirtió en la dulce Virginia, amor eterno, fuente de vida y luz de los ojos de Xuan Rendueles, «Garibaldi», l’indianu.

Continuará.

SERGIO SANTIAGO MONREAL

«Sin batería «.

Esta semana no he escrito el primero del grupo, ni siquiera el segundo y mucho menos el tercero, podría aprovechar la temática y mentir un poco, ¡mi móvil se quedó sin batería! Pero mentiría, lo cierto es que se me ha olvidado por completo, estoy tan centrado en varios proyectos que estoy llevando casi a la par, que mi mente no da para más.

Al final caigo:

– ¡mierda! -, me digo a mí mismo. Se me olvidó escribir el tema semanal en el Grupo de Escritura Creativa de Cuatro Hojas. No es el fin del mundo, es más, es un simple despiste, o un pequeño receso en mi apretada agenda para escribir, el oficio me va llamando, creo que es adictivo, soy adicto a la escritura (lo reconozco escribo a diario), tengo una auténtica necesidad por escribir, atrás quedaron las dudas de hacerlo bien o mal, al final tienes que escribir para ti mismo, ¡pero claro, yo os respeto muchísimo a los que estáis leyendo estas líneas! No soy perfecto, ni mucho menos un escritor profesional, más bien un pequeño aficionado al que le gusta aprender y mejorar en este complejo e inabarcable oficio en el que tienes que estar abierto al aprendizaje siempre, no obstante es preferible que esté escrito a que esté perfecto, ya habrá tiempo de pulir y perfecionar el texto, ¡los deberes siempre acabados!

Bueno, os voy a tener que dejar que estoy muy entretenido con los libros que me han prestado en la biblioteca pública, son los que más me cunden con eso de que tengo que devolverlos, también me gusta escribir en mis cuadernos y luego leerlos para antalogar, ya he acabado dos manuscritos y espero acabar otros dos más antes de septiembre, ¡ya veré qué hago con ellos, si es que decido hacer algo, que seguramente; conociéndome! Se avecinan sorpresas, la única certeza que tengo es que me siento muy cómodo y me lo estoy pasando muy bien.

Un abrazo, ¡podría decir que me queda poca batería, pero mentiría! Aún tengo el 78%, bueno yo no, mi dispositivo móvil, ¡que lo quiero todo para mí y no puede ser!

Vamos a hacer un pequeño juego, voy a seguir escribiendo hasta que le baje un poco el porcentaje a la batería de mi dispositivo, ¿qué os parece?, ¡ahora no baja el muy canalla!, ¿y ahora qué escribo? Bueno, ya se me ocurrirá algo, ¡siempre se me ocurre!, no iba a ser hoy la excepción. Os comento que ahora estoy escribiendo romances,¡ya lo que me faltaba!, me leí «El romancero gitano » de Federico García Lorca y ahora estoy aprendiendo a escribir ese género, había escrito más pero lo he borrado porque había hecho trampas, máxime cuando el porcentaje ha bajado hace un rato,¡me he venido arriba!

¡Dimitri, por favor baja el arma, que ya lo he entendido, ya acabo! ¡El móvil no, por favor, Dimitri, el móvil noooooooo!

Su batería se está acabando, conecte ahora su dispositivo al cargador correspondiente.

Fin.

BENEDICTO PALACIOS

La semana pasada fui al comercio sin la lista de compra y volví a casa con la mitad de los encargos. Me pasa con frecuencia. Voy del comedor a la cocina y me pregunto qué venía a buscar. Pero hay otros dos casos que me fastidian una barbaridad: no recordar por las mañanas las ideas brillantes que se me agolpan en el momento de quedarme dormido y confundir a veces fantasía con realidad. Esto último lo llevo mejor, porque ayuda a vivir lejos del penar diario.

Lo acabo de decir. Tengo ideas muy brillantes que son como nubes de verano, no duran ni un segundo. Y me fastidia, lo que más. Para suplir estos desajustes mentales algunos de mis colegas visitan al médico especialista. Yo he encontrado la solución. Me he comprado un cuaderno con las pastas de color granate. El granate tiene explicación. Conocí personalmente a un torero que vestía trajes de grana y oro.

Además de las ideas notables, apunto ocurrencias y pensamientos varios. Ayer leí que nadie estaba obligado a lo imposible, que no es obligatorio comportarse como un héroe, que Nadal no hay más que uno. Entonces lo imposible qué es ¿es un hecho o solo una idea? Sigo sin decidirme por una de las disyuntivas.

También leí que las altas temperaturas son perjudiciales para la salud. Y por eso los niños van con gorrito y yo sin ir más lejos con sombrero. ¿Qué pasa con todo ese gentío tostándose al sol en la playa?

Yo soy de los que todavía escucha la radio. Un periodista daba cuenta de la muerte de otros cientos de palestinos por los continuos bombardeos. Lo comento con los colegas del café y me dicen que ya no ven los telediarios ni oyen la radio porque se deprimen. Me estoy pensando si hacerles caso.

Último apunte de esta mañana: Dudo si he de vencer la tentación de realizar algo que me haga famoso, que aparezca, como ahora se dice, en el rincón de la historia. Estoy en ello. He echado en la mochila la merendilla, la cantimplora y el ordenador y estoy llegando a la laguna de Gredos. Hace una mañana angelical. Lo contaré y las agencias se disputarán mis reflexiones, seguro.

Estoy también tomando nota de cuanto observo y aprecian mis ojos para pasarlo al cuaderno granate. Son tan naturales las vivencias, poseen los granitos grises, el agua que nace de la nieve, las escasas yerbas y una flor que prospera a resguardo de una peña tanta pregnancia, que me he pasado un buen el rato de contemplación en contemplación.

Tengo un problema. Antes de darlo a las agencias y que se me reconociera, deseaba haceros partícipe de la grandeza y esplendor de la excursión pero se me olvidó cargar el portátil y se ha quedado sin batería. ¡Cómo lo siento!

RAQUEL LÓPEZ

Hay veces que ansiamos vivir al limite sin pensar las consecuencias porque no queremos quedarnos sin batería. Y llega el momento de frenar, porque la batería de nuestro corazón no puede recargarse muchas veces y esa carga cada vez pesa más.

Nos pasamos la vida corriendo de aquí para allá, con las pilas puestas, sin detenernos ni un momento en destapar nuestros sueños, de cuidar nuestras risas desdibujadas, nuestras miradas ocultas, nuestros besos sellados, nuestros torpes abrazos, nuestros gestos maniatados… Y todo porque pensamos que podremos manejar la vida a cien, sin importar nuestros límites.

Lo importante no es llegar a nuestro destino, es poder viajar hacia uno mismo y atender nuestras posibilidades y si el motor se quedó sin batería dejemos que se recargue con nuestra energía interior.

Y ten cuidado con el voltaje o correrás el riesgo de un apagón…

DAVID MERLÁN

Queridos lectores:

Hace unas semanas les comencé a contar la historia de Santa Marta del Grillo Cojo y de mi antepasado, el señor Federico Arboleda y sus investigaciones. Además, al final de esa primera entrega, les dejaba descendiendo al refugio subterraneo para ponerme a salvo de un más que probable nuevo ataque de las máquinas. Pues bien, esto es lo que sucedió a continuación, un rayo de esperanza:

Justo cuando empecé a bajar las escaleras del refugio, oí unos pasos apresurados detrás de mí, para acto seguido notar una mano que se posaba en mi hombro derecho y una voz que me decía:

—¡Espéreme! —dijo una voz jadeante. ―¿Ya no saluda a los viejos colegas de profesión?

―Disculpe, no se de qué me está hablando―le contesté mientras me giraba para descubrir a una mujer castaña de mediana edad, toda desaliñada y sucia.

―Soy Isabel, ¿no se acuerda de mi?

―¿Isabel?―contesté dubitativo mientras intentaba hacer memoria. ―¡Si, claro Isabel! Ahora caigo―respondí mientras le devolvía el gesto y ponía mi mano en su hombro izquierdo.

Isabel era una de las científicas del laboratorio subterráneo, pero con anterioridad habíamos colaborado en algún que otro estudio científico. Lo que si tengo claro es que le hacía especial ilusión el saludarme, a tenor del brillo de sus ojos, mezcla de desesperación y esperanza. Por aquel entonces yo era un referente para muchos de aquellos nuevos cientificos.

Bajamos el último tramo de escaleras y cuando llegamos al refugio en si, me dijo:

—He encontrado algo —sacando un viejo cuaderno de notas de su abrigo—. Tal vez haya una manera de sintetizar el plástico que necesitamos sin necesidad de petróleo.

¿Necesitamos? le pregunté.

Sé que mi reacción fue egoista, pero así lo sentía en ese momento. Todos mis esfuerzos personales e individuales se veían amenazados. Me sentía resposable de todo aquello, pero mi casi anonimato me aseguraba la supervivencia temporalmente cara al resto del mundo. Para casi todo el mundo, menos para Isabel.

Pues como le decía, querido lector, me quedo mirándola, tratando de procesar lo que ha dicho y lo qué contestarle, y en un momento de inspiración ambigüa le respondo si es una broma medio incrédulo, medio esperanzado.

Ella me asegura que no con una sonrisa. Me dice que es rayo de esperanza. Que quizás no esté todo perdido y que quiere confirmar sus sopechas conmigo. Pero no podemos hacerlo aquí, que hay demasiadas miradas curiosas y me emplaza a ir a su casa después de la alarma con la promesa de explicarmelo todo.

Una eterna hora después, y una vez pasada la alarma, el refugio comienza a vaciarse. Ella, a lo lejos me hace una seña para que le siga hacia la salida del refugio. Asiento levemente.

Ya en el exterior y sin ojos curiosos, caminamos en silencio por las calles desoladas, cuidando de no atraer la atención. Por el camino me confiesa que me ha asaltado en el refugio como un último intento desesperado de cambiar las cosas. Que la había tomado porque tenía claro que era ahora o nunca. Mis sospechas se confirmaron cuando me confesó que necesitába las anotaciones de mi antepasado para los planos del molde del recipiente de plástico.

Llegamos a su casa, una modesta vivienda de ladrillo en las afueras del sector seguro. Una vez dentro, Isabel asegura las puertas y cierra las persianas. Nos dirigimos a su pequeña sala de estar, donde despliega el cuaderno que me había mostrado antes sobre una mesa de madera gastada.

—He estado estudiando antiguos métodos de generación de energía —dice Isabel, señalando un dibujo que muestra un dispositivo rudimentario—. Creo que podríamos construir una versión básica de una dinamo manual, una pequeña bateria, algo que podríamos usar para generar suficiente energía para pequeños experimentos.

—¿Una dinamo? —respondo, tratando de contener mi escepticismo—. Eso suena a algo que se usaría en una bicicleta, no en un laboratorio de alta tecnología.

—Lo sé —dice ella, con una sonrisa nerviosa—. Pero tenemos que empezar por algún lado. Sin bateria, no tenemos energia y sin energia, nada de lo demás. ¿no está de acuerdo conmigo, profesor?. Si podemos generar aunque sea un poco de energía, podríamos intentar sintetizar pequeñas cantidades de plástico y ver si la fórmula funciona. Además―mientras me miraba fijamente con una pícara sonrisa con los brazos en alto―¿usted ve por aquí algún laboratorio de alta tecnología?

Recapacito mis palabras pero internamente le doy la razón. La idea es loca, pero en este punto, lo loco es lo único que nos queda. Con lo cual asiento, dispuesto a intentarlo y me ofrezco.

—¿Qué necesita? —pregunto.

—Piezas de metal, un imán fuerte y alambre de cobre —respondió Isabel rápidamente—. He estado recopilando algunos materiales de los restos de los dispositivos destruidos. No es mucho, pero creo que tenemos suficiente para un primer intento.

Pasamos las siguientes horas ensamblando la dinamo con manos temblorosas. Isabel se mueve con eficiencia, su experiencia como científica se evidencia en cada movimiento. Yo la observo de reojo con atención mientras trabaja y hago memoria de su vida anterior. Hace un par de horas que nos empezamos a tutear. Eso facilita la comunicación. Los recuerdos que me afloran reafirman mi intuición. Desconozco de dónde saca las furzar y el valor, pero se que es una cientifica de primer nivel. Si alguien pude lograrlo, sin duda es ella.

Tras una hora mas, finalmente, el dispositivo rudimentario está listo. Isabel me mira, sudorosa pero determinada, me dice:

—Gira la manivela. Veamos si esto funciona.

Tomo la manivela y empiezo a girar. Al principio, nada sucede, pero después de unos segundos, una pequeña luz en el dispositivo parpadea y se enciende débilmente.

—¡Funciona! —exclama Isabel—. Ahora podemos intentar sintetizar el plástico.

―No tan deprisa. Antes hay que cargar la batería de mi abuelo.

―¿La tiene aquí?―mientras señalaba mi maleta.

―No, es demasiado valiosa para sacarla de paseo entre alarma y alarma. Esta en mi casa a buen recaudo.

Con el corazón latiendo con fuerza, nos emplazamos en una hora y regreso con la vieja y vacia bateria. En ese rato, Isabel había avanzado en los preparativos.

Acabamos de preparar un pequeño lote de la fórmula utilizando el manuscrito de mi antepasado. La mezcla burbujea y chisporrotea en el frasco improvisado mientras la dinamo alimenta el pequeño equipo de laboratorio y carga la bateria.

—Es el momento de la verdad —dice Isabel, sosteniendo un molde que ha sido cuidadosamente construido a partir de chatarra. Lo sumerge en la mezcla y luego lo coloca en un lugar fresco para que se enfríe y solidifique.

Querido lector. La espera fue angustiosa. Esperamos en silencio, casi sin respirar. Después de un rato, Isabel examinó el contenido del molde.

—¡Lo hemos logrado! —exclama—. Es plástico. Un plástico rudimentario, pero funcional.

Nos miramos con una mezcla de asombro y alivio. Es un pequeño paso, pero quizás sea el primer paso hacia un futuro mejor.

—¿Sabes lo que esto supone querida amiga? ―le contesté agarrandola de los hombros mientras la miro fijamente a los ojos. Esto es solo el principio. Tenemos un largo camino por delante, pero tal vez, solo tal vez, podamos reparar el daño que he causado.

Isabel asiente, conocedora de mi historia y por primera vez en mucho tiempo, siento que tal vez, solo tal vez, haya esperanza para nuestro mundo destrozado.

FIN

SUSANA NÉRIDA

La angustia se apodera de mí.

Cada vez se queda antes el móvil sin batería y sin él, no somos nadie, no estamos al día ni conectados con nuestro entorno.

1% de batería. ¿Qué voy a hacer?

Finalmente, el móvil, se queda sin batería mientras alzo la cabeza para contemplar con nuevos ojos el paisaje alrededor. Es bonita esa puesta de sol. ¿Por qué me la perderé siempre?

Porque es la primera vez que estoy sin batería.

PEDRO ANTONIO LÓPEZ CRUZ

CINCO SEGUNDOS

Aunque pueda parecer mentira, en estos tiempos de absoluta inmediatez aún existe la prisa. Stanley acaba de acceder de manera precipitada al interior, con el nudo de la corbata a medio hacer, arrastrando su maleta y asegurándose de que la puerta esté bien cerrada. La seguridad, ante todo. Sus pensamientos se interrumpen por unos segundos, recordando con nostalgia el encanto que en otros tiempos ofrecía el traqueteo del transporte, el vuelo de su mente surcando los procelosos cielos de la imaginación mientras contemplaba el paisaje desfilar a través de la venta, sentimiento que cobraba más intensidad en los días de lluvia, cuando las gotas empapaban el otro lado del cristal. Daba tiempo a leer, a discutir, a saborear tranquilamente un café sentado en buena compañía. ¿En qué momento hemos perdido todo eso? Con tanto ir y venir ya cada vez lo tiene menos claro. Lo que sí es una realidad innegable es que hoy le esperan al otro lado para la reunión de ventas. Y ya llega tarde. Un retraso, menuda ironía en estos tiempos. Stanley aprieta con firmeza el botón y su imagen se desmaterializa. Muy pronto volverá a aparecer en Sidney, de manera casi instantánea.

El teletransporte es muy cómodo, sí, pero cinco segundos apenas dan para disfrutar del viaje. Luego están el inconveniente de tener que cargar el dispositivo cada cierto tiempo. Con cien días de autonomía, es muy fácil que se te olvide. Anoche ocurrió y ahora no sabe qué hacer: medio Stanley acaba de llegar a Sidney, pero la otra mitad, la que contiene la cabeza, aún sigue en Oklahoma, a la espera de que le pasen con una operadora de TeleTravel Inc. Es totalmente seguro, decían. Maldita sea. Cinco segundos, un suspiro, y la batería se agota justo en mitad del proceso.

IRENE ADLER

PROYECTO ALICE

Empezó como un pequeño alboroto en la sala de control del Proyecto Alice entre dos técnicos: una discusión que fue aumentando de tono hasta convertirse en una pelea de gatos. Y para cuando la doctora Spengler, supervisora jefe del proyecto, llegó a la sala, aquello era ya un incidente diplomático o la guerra de Ruanda. Volaban las sillas ergonómicas y los teclados de ordenador impactando contra todo; a una becaria de Oxford las astillas del cristal templado de la puerta le destrozaron la mejilla izquierda y casi pierde un ojo; dos técnicos informáticos con las batas blancas al hombro cuál dolmáns de húsar, se batían en duelo esgrimiendo sus tarjetas de identificación y el doctor Pierre Dubois intentaba sin éxito arrancarse un bolígrafo Bic de la carótida mientras un imposible chorro de sangre arterial cubría las pantallas de plasma de la sala de control.

Estaban en el CERN, la Agencia Europea de Investigación Nuclear, uno de los lugares más seguros del mundo y sin embargo, lo que vio la doctora Spangler al acudir fue una batalla campal; una reyerta entre clanes enfrentados; un espectáculo abominable propio de borrachos a la puerta de un garito nocturno. Si alguien hubiera sacado un machete de debajo de la consola de control no le habría sorprendido.

Un bávaro aterrorizado y con la frente ensangrentada surgió de su escondite bajo una mesa y tartamudeando ostensiblemente le explicó a la doctora el origen incierto del fregado: la máquina de café del pasillo no funcionaba.

Nada de singularidades cuánticas o fugas de materia oscura. Nada de experimentos fallidos capaces de alterar las ondas cerebrales y el comportamiento humano. Nada de neutrinos volátiles y caprichosos doblándose sobre sí mismos ni ondas gravitacionales deformando la continuidad espacio-tiempo. No. Sólo un ataque colectivo de bajos niveles de cafeína y su correspondiente efecto sobre las mentes más brillantes del mundo.

La doctora Spangler corrió al pasillo y pateó la máquina expendedora. No hubo respuesta hidráulica ni eléctrica. La máquina estaba comatosa, muerta y a oscuras. “A oscuras”. Se retorció hasta introducir medio cuerpo entre la pared y los circuitos de alimentación. El enchufe colgaba inerte sobre las baldosas y a nadie se le había ocurrido que la máquina no tuviera energía para funcionar. Las mentes más privilegiadas de Europa: doctorados en física, ingeniería eléctrica y mecánica, astrofísica, varios premios Nobel pasados y futuros… y no eran capaces de pensar en un puto enchufe. De tanto pensar en el funcionamiento del universo se habían olvidado de pensar en el funcionamiento de una máquina de café que no iba con acumulador de electricidad ni batería, sino con la toma de corriente anclada a la pared, la de toda la vida.

Los equipos de emergencia, los de seguridad y tres dotaciones de bomberos del cantón suizo de Meyrin la encontraron sentada en el suelo, recostada contra el frío metal de la máquina expendedora, riéndose como una energúmena y señalando con el dedo hacia la sala de control, extrañamente silenciosa ahora, cómo si todos los enloquecidos miembros del Proyecto Alice se hubieran quedado también sin batería: comatosos, muertos y a oscuras.

EFRAÍN DÍAZ

Hay nuevas tecnologías que andan circulando sin la debida infraestructura de apoyo o como comúnmente le llaman algunos asesinos del lenguaje “sin soporte técnico”. Esta semana, a mi modo y manera les contaré sobre una de ellas.

Consciente de que hay que cuidar el planeta, pues cuando terminemos de joderlo, no hay otro disponible para mudarse, Gabriel cambió su vehiculo de gasolina por un Tesla eléctrico último modelo. A Gabriel no solo le gustaba su diseño aerodinámico, sino que le impresionaba la capacidad que tenía el bólido de desarrollar alta velocidad en tan poco tiempo. Emocionado, Gabriel fue a recoger a su prometida para dar un paseo. Decidieron irse de fin de semana de Texas a California. Pobre Gabriel, no sabía la odisea que le esperaba.

Llevaban Gabriel y su novia un viaje placentero. Sin embargo, a mitad de camino y en medio del desierto, el vehículo eléctrico y último modelo, comenzó a perder velocidad. A medida que avanzaba, perdía potencia. Gabriel miró el panel y vio que su auto se quedaba sin batería, algo que no había previsto antes de emprender su periplo. Como cualquier persona normal, el corazón se le fue al piso. No habían estaciones de recarga en el desierto y su vehículo eléctrico último modelo no tenía batería de repuesto. La carga que marcaba el vehículo no era suficiente para llegar a ningún lugar ni para regresar. Estaba literalmente jodido. Ya sin nada de carga, el vehículo eléctrico último modelo se detuvo por completo. Gabriel miró a su alrededor y solo vio cáctus y arena. Verificó su móvil y aunque este tenía suficiente carga, carecía de servicio. Son muy pocas las opciones que el desierto ofrece. Cáctus, arena, calor y toda clase de alimañas. Temeroso, Gabriel le dijo a su novia que solo les restaba esperar que pasara algún samaritano dispuesto a ayudar. Estaban echados a su suerte.

Pasaron un par de horas y nada. El calor aumentaba y no pasaba un alma por allí. Estaban completamente solos y abandonados. La novia de Gabriel comenzó a desesperar sin que éste pudiera hacer o decir algo para consolarla. De repente, Gabriel vio a lo lejos una nube de polvo que se acercaba. Alerto a su novia. Venía un vehículo. Gabriel se apostó en medio de la carretera y con sus manos le hizo seña para que se detuviera. Era una camioneta tipo “pick up”. La camioneta se detuvo y de ella descendieron cinco mozalbetes descamisados, con una botella de whisky y cara de pocos amigos. Miraron el Tesla, miraron a Gabriel, miraron a su novia y comenzaron a reirse entre ellos. Gabriel no tardó en comprender la situació. A mala hora se quedó sin batería. El y su novia eran presa facil en medio del desierto. Con miedo pero sin perder el temple, Gabriel les explicó que su auto Tesla, eléctrico, último modelo, se había quedado sin batería. Los cinco mozalbetes volvieron a reir con burlona ironía.

-Podemos ir al proximo pueblo y enviarte una grúa, pero la morrita se va con nosotros- dijo uno de los mozalbetes.

-Ni lo pienses. Voy yo con ustedes y ella se queda- ripostó Gabriel.

-No creo que estés en posició de dar órdenes, güey. Aquí las ordenes las damos nosotros. Somos cinco a uno. Constituimos mayoría.

Sin pensarlo dos veces, del cinto Gabriel saco una Sig Sauer P-226 con nueve balas en el peine y una en la cámara.

-Corrección, somos diez contra cinco. Soy la nueva mayoría. Ponte bruto y dejarás de respirar por cuenta propia, cabrón. Nos entendemos?

La novia de Gabriel quedó sorprendida. Nunca había visto a Gabriel en esos términos y esconocía que éste portaba un arma de fuego.

Al ver la pistola, perplejos, los mozalbetes abrieron los ojos como bolas de billar.

-A ver, tira la llave de la camioneta a mis pies y no hagas ningún movimiento en falso, imbécil, o te juro que te vuelo la tapa de los sesos.

El mozalbete tragó gordo y sin más remedio, obedeció. Sin dejar de apuntarles con el arma, Gabriel le pidió a su novia que agarrara las llaves de la camioneta.

-Ahora se me quitan la ropa, cabrones. Los quiero a todos encuerados- ordenó Gabriel sin titubeos.

-No jodas, cabrón, estámuy caliente- clamó otro de los mozalbetes.

-No creo que estés en posición de dar órdenes, güey. Acaso ya olvidaste que soy mayoría absoluta?

Los mozalbetes no tuvieron más remedio que obedecer. Se quitaron toda la ropa y con sus manos intentaban taparse sus partes pudendas. Gabriel le pidió a su novia que tomara toda la ropa y la pusiera en el cajón de la camioneta. Luego cerró su Tesla eléctrico, último modelo y se montó junto a su novia en la camioneta de los mozalbetes.

-Iré al pueblo más cercano y volveré con una grúa, agua y algo de comida. Si me tocan la mierda de carro esa, prepárense.

De camino al pueblo más cercano, Gabriel deliberaba como devolver su auto Tesla, eléctrico y último modelo para regresar al tradicional vehículo de gasolina, que tiene la infraestructura adecuada para viajes largos y al carajo salvar el planeta. Para cuando Gabriel muera, todavía no estará acabado del todo.

LUISA MARGARITA

«NADIE LO SABE MEJOR QUE TÚ»

Estábamos en un precioso bosque, árboles gigantes y florecidos tejian las sombras sobre nuestras cabezas ; pero ya el agotamiento nos estaba venciendo.

Lentamente la oscuridad iba metiéndose entre las ramas y parecía que la tarde se había quedado sin batería . Yo, no estaba segura de lo que había pasado, miré el reloj y era muy temprano

apenas las cinco de la tarde para que la noche se hubiera precipitado de aquella manera.

— Mira, vamos a poner la casa de campaña en un lugar adecuado antes de que sea precisa la incómoda linterna!

–Pues sí, creo que tienes razón.

Dijo mi novio y puso manos a la obra.

Mas, fue en vano, antes de terminar ya la tormenta había invadido hasta el último rincón de nuestros cuerpos y una prometedora noche de lluvia caía inclemente sobre nuestro insomne sueño!

Nadie lo sabe mejor que tú, hay días en que la falta de batería natural nos ofrece la más terrible de las oscuridades!

JUAN PEÑA

«Clack, clack, clack». Se quedó sin batería en el peor momento y en el peor sitio.

«Clack, clack, clack», el demarré no daba ni una vuelta. Estaba completamente vacía, muerta.

«Clack, clack, clack». Era el puto cable de masa, que hacía mal contacto. Ya se lo había dicho el mecánico.

«Clack, clack, clack». No le había hecho caso, claro. No tenía dinero ni tiempo, menos dinero que tiempo, a fin de cuentas, estaba en paro.

«Clack, clack, clack». Pero la polla sí le funcionaba y trabajaba, vaya si trabajaba. No se quedaba sin batería ni hacía mal contacto.

«Clack, clack, clack». Imposible, no arrancaba. En el peor momento y en el peor sitio, porque esas luces que se acercaban eran las del coche del marido.

HAROLD LIMA

Un avance médico en Enero 11.

—Bienvenidos sean todos, su programa » las tardes felices» con Juan Carlos Dominguez en radio comunitaria de la autonomía de Enero 11. Hoy tendremos como invitado al doctor Samuel Salgado, hijo predilecto de la ciudad de Enero y celebridad local por su revolucionario proceso medico.

Bienvenido amigo.

—Un placer estar en la radio y debo admitir que fue una sorpresa ver el pequeño pueblo que deje hace muchos años tan grande y prospero.

—En eso tienes razón, Enero se fundo como una colonia minera de extracción de selenio y cuando las reservas empezaron a agotarse, muchas familias migraron a otras ciudades, solo quedaron los que tenían granjas eólicas y de paneles solares apenas sobreviviendo; mi familia era una de esas, no faltaba el alimento, fueron días difíciles, por suerte las rutas estelares ampliaron operaciones cerca a esta estrella y pasamos de ser una luna sin importancia a un punto de pare obligatorio para los grandes cargueros estelares.

—Yo me fui a la capital a estudiar cuando aun se explotaban las minas, de todo eso solo supe por las cartas de mi abuelo que era uno de esos que intrépidos que se quedó a cuidar de los campos eólicos, recuerdo esos días de facultad donde aparte de hacer guardias y asistir al anfiteatro me ocupaba de enviar piezas de recambio para la torres; te contare que las conseguía de segunda mano en el mercado negro pies muchas ya no se hacían, renovadas por otras más modernas.

—Que tiempos aquellos, pero ya tendremos oportunidad de hablar de historia, hoy háblanos de tu investigación medica que ha revolucionado la galaxia.

—No es por pasarme de modesto, sin embargo ha sido el trabajo de varias decadas de un grupo de investigación que he dirigido, y debo aclarar que sin el apoyo económico de la confederación de comercio nada de esto sería posible.

Y ya sin dar rodeos diría que solo descubrí una forma de remplazar un órgano muy importante que aunque ya lo habíamos hecho con piernas y brazos desde mucho antes de los viajes estelares y en viejos libros de medicina se describían técnicas para remplazar algunas extremidades y órganos dañados. Pero, nuestra poca comprensión de fisiología nos impedía avanzar con otros complejos y vitales. Como sabes, la muerte cerebral llega cuando, lo que llamaremos «los fluidos» para simplificar y no entrar a nombres técnicos, dejan de recorrer el cuerpo.

—Perdona te interrumpa. Amigo te agradezco que simplifiques términos que aquí somos gente de periferia y si lo pones simple todos nos entendemos. Por favor sigue.

— Como decia, el problema ocurre cuando estos canales se interrumpen o se rompen en accidentes o este fluido se agota de su recipiente natural llegando la muerte natural.

Ahí que se nos sea imposible solo remplazar este organo como con las máquinas, mas en una persona la complejidad del órgano reservorio y de los canales que llevan este fluido a todos los órganos, ha esquivado nuestra ciencia médica por siglos. Por lo tanto, nos embarcamos en comprender si era posible remplazar este importante órgano sin matar al paciente; cosas nunca hecha antes.

Hace casi un año logramos encontrar un paciente de avanzada edad el cual tenia según especialistas apenas unos meses de vida y también tuvimos la fortuna de tener acceso al cuerpo fallecido de un joven donador que murió en un accidente automovilístico, con este órgano de reserva intacto. Lo demás creo todo el mundo conoce. Nuestro paciente aún está vivo y a recuperado sus funciones normales, claro aún lo tenemos en observación por posibles efectos de rechazo al nuevo órgano. Así se demostró la posibilidad de reemplazar este importante órgano y algún día no muy lejano extender la vida natural, con remplazos sintéticos que cumplan esta función.

—Ya veo porque eres noticia en la galáxia entera, por cosas así algún día seremos inmortales.

—Ni lo digas en broma, que nunca me jubilare y estoy ansioso pasen rapido estos 10 años que me faltan. Que tengo un rancho de turbinas eólicas que cuidar para mi vejez.

— Ahora vamos a escuchar una canciones y seguiremos conversando con el doctor. Por favor Samuel presenta tú la siguiente canción.

— Esta es una de mis favoritas Marry Trini y los cromados, con su canción, quiéreme con todos tus circuitos.

—Ya lo escucharon, volvemos para seguir hablando con nuestro amigo el doctor samuel, en» las tardes felices» en radio comunitaria de la autonomía de Enero 11. Por un gentil auspicio de pulidor de piel abrasivo doña Lulú, solo doña Lulú protege tu piel y ofrece el acabado que te hará brillar en todo evento social y restaurantes la masón de Marcos, la mejor experiencia culinaria en aceites de primera calidad, somos especialistas en aceites hidrogenados y solo este fin de semana pruebe nuestro aceite mineral gourmet.

Hoy previsión meteorologica fresco con 123 grados kelvin, posibilidad de lluvia de acido y para la noche 300 bajo cero. Volvemos después de canción…

MARIANA DI PASCUA RÍOS

Media pila

Elena era rubia, inteligente, exigente, solidaria y muy convincente.

Sin embargo no debía convencerme de nada.

Yo iba hacia ella porque me daba la gana.

Me convenía una mujer que criaba hijas sola como yo, entretenida, culta y muy divertida.

Teníamos años de encuentros y otros de distancia sin olvido.

Ella parecía un robot con batería de litio.

Nunca la vi cansada o al menos quejarse de eso.

Era docente de derecho, miembro de el grupo de derechos humanos, criaba dos hijas. También una sobrina que la vida le dio para mayor maternidad.

Sin embargo yo era haragana, solo podían moverme la maternidad el sexo casual y el hambre.

Caí en su casa por un negocio de esos de cháchara con crecimiento exponencial.

Yo fui por hambre. Era un año difícil.

Mientras me explicaba las ventas y las posibilidades de ser millonaria yo comía.

Había un pan proteico y varios batidos.

Repetía cada gusto porque ella había dicho que hay que consumir lo que se vende.

Yo odiaba vender, pero vendí. Hable en eventos y fui a una gran reunión de privilegiados en Buenos Aires.

La reunión de culto estaba llena de flacos. Yo había bajado 15kg mientras fui vendedora.

Cuando mejoró mi economía la magia de mis discursos de venta me bajaron de categoría. Tampoco vendí más ni adelgacé.

Ella no entendió el cambio.

En una de nuestras últimas reuniones comerciales ella sin poder convencerme para ser alguien importante, viajes, plata y mucho más me dice su famoza frase:» Media pila Mariana».

Pero yo tenia la heladera llenita de placeres.

Mi heladera era eléctrica.

No precisaba ni media pila.

Me quedé sin batería en las ventas cuando tuve el deleite de volver a engordar.

Ya no tenía hambre y lo gordita me hacía feliz.

CARMEN BERJANO

Siempre fui de límites confusos.

Conmigo misma y con los demás.

Me gustaba explorar esos caminos inhóspitos en los que no estaba cómoda, tanto si me los provocaba yo misma, como si los creaba otro u otra.

Y siempre, siempre, perdonaba.

A mí misma me sigo perdonando.

Me gusta tener una mirada compasiva al ver mis actos y sus consecuencias.

Con los demás, aplico la misma filosofía.

Trato de ser empática y comprensiva al máximo.

Pero no, ya no vale todo.

No soporto las mentiras, ni aunque sean piadosas.

No soporto la envidia, la encuentro enfrentada a cualquier forma sana de amor.

No sé cuándo dejé de tragar. No recuerdo exactamente el primer no, seguido de distancia.

Para mí las relaciones son como muelles que vuelven a su forma aunque los estires.

Pero a veces es tal la deformación que ya no vuelven a su forma.

Algo así me pasa.

Pero antes forzaba el «aquí no ha pasado nada’, cuando pasa, claro que pasa.

Me quedo sin batería para esa persona y ya no, ya no es recargable.

ABBY MARSIE ROGOM

MI AMIGA ANGIE.

Subía y bajaba las escaleras, los años pegados en la pintura vieja del pasamanos.

El tiempo fosilizado entre los restos, tonos de gris sobrevivientes, por capas el tiempo pintado.

Un edificio viejo de cuatro pisos sin ascensor. En el tercero vivía Ángela.

Angie cumplió los tiempos de su vida cogiendo un atajo hacia la muerte, haciendo trampas, boicoteándose, a la carrera.

Le dolía la vida a Angie, y te sonreía con ojos tristes si llegaba a verte.

Pero nadie vio la sombra negra sobre ella, marcándole la huella del siguiente paso.

Quería apagarse, irse, huir, y lo consiguió.

Se colgó un día, cansada de buscar por las calles algo que se le había perdido. No lo encontraba jamás, porque estaba desde dentro arrancado, le faltaba a ella, y crecía en su pecho un agujero negro que acabó engulléndola. Se la tragó el vacío; agotada, comprando olvido para su mente y paz para su espiritu.

Una dosis de nada, que la acogiera en el limbo de un útero primordial.

Se le acabó la batería a Angie, y ya no quiso buscar más.

YOMALCKRY OSORIO

Sentimientos

Inexplicables

Nos invade en el alma.

Buscamos

Algo afuera

Totalmente hermoso

E irreal

Raras veces nos

Inventamos

Algo surrealista para subsistir.

Y casi siempre se termina desgastados y cansados las energias se agotan ,todo es un caos .

¡No siempre existen los finales felices! .

MARÍA GALERNA

El viajar es un placer…

El día se despertó con la hora izquierda. Ya antes de desayunar, mi santa estaba dando por cul… Habíamos planeado un viaje de fin de semana no lejos de casa, porque hay que ir, pero tambien hay que volver. El caso es que mi mujer no acababa de meter las cosas en la maleta –maletas, más bien–.

—Cari —le dije suavemente sujetando mi mala milk—. Son dos días, bueno, realmente día y medio. Y llevas chismes como pa un año sabático.

¡Buf! Su gélida mirada me dejó clavado en el sitio.

—E, e, e… —tartamudeé—, que digo que si eso, puedo poner la baca…

Lentamente retrocedí, y me di la vuelta sin hacer grandes aspavientos, no fuera que al final el viaje —MI viaje—, tuviera otro destino menos apetecible.

Ya con las maletas y algunos bultos, ni me atreví a contarlos, embutidos en el coche, pusimos rumbo a nuestro destino: un hotelito rural «anca dónde dios perdió la alpargata», que dicen en mi pueblo.

Todo iba sobre ruedas –y nunca mejor dicho ¡je, je, je!–, hasta que Murphy empezó a poner en práctica sus «joias leyes».

El coche empezó a tironear. y a perder velocidad. ¡Jodeeerrr! se me escapó, se me había olvidado llenar el depósito, y estábamos en mitad de la nada más absoluta, porque mi costillica dijo que pa qué pagar autopista, que una comarcal, de esas dejadas de la mano de un dios, bastaría. Y vaya que si, bastó pa joer…me.

—Cari —le dije rechinando los dientes. Seguro que mi dentista me riñe cuando vaya a su consulta—, llama al seguro, que a ver si pueden venir.

—¡Uis! —suelta—. Verás, te vas a reír, pero con las prisas, me dejé el móvil en casa.

¿¿¿LAS PRISAS???

«Lamadrequeteparióyqueesmisuegra…» pensé mientras las venas de mi cuello parecían estachas de barco.

Sin mirarla, pa que no notara mi mirada asesina, empecé a sacar mi móvil del bolsillo.

¡Joeeerrr, me cago en la sota de oros! ¡Sin batería!

Si alguien es tan amable, estamos entre Albacete y Cuenca, ya saben: «ancha es Castilla». Mi aseguradora «Estás que voy», y su número 555 56 57.

(Y no he traído bocadillos, hayquejoerse…).

SANTIAGO VILLA IBÁÑEZ

Cuando quiso reaccionar, ya fue demasiado tarde. Estaba volando por el pequeño barranco agarrando fuertemente el manillar de su bicicleta de montaña.

La velocidad y el riesgo le encantaban, le hacían sentir vivo, pero claro está, alguna vez se pasaba de frenada y la caída estaba asegurada.

Aterrizó con una pericia espectacular, fruto de su dilatada experiencia en este tipo de descensos, pero lástima que la rueda delantera reventaste al golpear una afilada roca.

Dio varias vueltas en el aire, por fortuna la equipación profesional que llevaba y el resistente casco, evitaron un fatal desenlace.

Pasado el susto, intentó incorporarse apoyándose con su mano izquierda, pero un atroz dolor en la muñeca le hizo comprender que tenía un gran problema.

— En la radiografía hemos observado una grave rotura en el cúbito, a la altura de la muñeca. Debemos operar inmediatamente. — Comentaba el jefe de traumatología del servicio de urgencias.

— Joe… ¡tengo malas noticias! …Me he caído con la bici y… Me he jodido el brazo izquierdo… ¡Tengo para cuatro meses mínimo! —Le decía Mario Duplantier apesadumbrado, a su hermano Joe.

— ¡Joder Mario! te advertí que tuvieses cuidado… En Julio tocamos en la inauguración de los Juegos Olímpicos… ¡Mierda!

— ¿Qué ocurre Joe? —Le preguntaron los miembros de la banda, al ver a Joe muy cabreado hablando por teléfono con su hermano.

— ¡Nos hemos quedado sin batería!

P. D. Menos mal que Mario se recuperó pronto, y lograron actuar en la inauguración de los juegos olímpicos … ¡De una manera magistral!

La banda «Gojira» (la historia, «inventada» )

FRAN KMIL

Con la poca energía remanente, oigo a la hermosa joven asegurar que he muerto.

Por supuesto, si no me sacan pronto de esta oscuridad, dentro de unas horas sus palabras se harán realidad.

—Se negó a comer y a tomar agua, doctora.

Informa el jefe del cuartel en el que me habían condenado a una celda oscura, subterranea.

No quise decirle que sus alimentos no me eran necesarios y que ese líquido al cual llaman agua, tampoco. Aprendo rápido y la beligerancia entre los habitantes de este planeta, fue lo primero que sufrí. Además de también comprender que soy su prisionero y que el nivel tecnológico aún no llega a la electricidad, por eso me ahorré la explicación de mi dependencia a la luz solar.

Nuestra misión desconocía la existencia de esta galaxia, ni sabíamos que uno de sus planetas, al cual nos vimos obligados a descender debido a la avería de la nave, estaba habitado por seres inteligentes ni que estaban en guerras unos con otros.

—todos los días retirabamos la comida y el agua del día anterior. Cuando los soldados me lo informaron, les dije que ya comería, que nadie se deja morir así como así, sin una causa, sin pedir nada, ninguna condición — Continúa el jefe con la explicación.

La joven parece no oírle, algo en mi le ha llamado la atención. Ojalá sean las indicaciones tatuadas en mi pecho. Se acerca y me ilumina las pupilas con una pequeña linterna.

—Tiene los ojos más hermosas que he visto en mi vida y el cuerpo con perfectas proporciones. ¡Que hombre mas bonito, Dios mio!—dice dirigiéndose al oficial.

—¡Doctora! — le recrimina el oficial. Luego con voz de mando, dice:

—voy a llamar a dos soldados para que lo lleven a su consulta.

Aún puedo oír, quiero decir que no estoy muerto todavía, pero la energía es tan poca en mi cuerpo que no alcanza ni para emitir sonido.

Mi única esperanza es que lleguen los soldados, me saquen de la celda y pueda sentir la luz solar mientras me trasladan para el consultorio de la hermosa doctora y poder recargar las baterías de mi cuerpo.

CARMEN ÚBEDA FERRER

Como las pilas de tu muñeca

Celia de siete años está ingresada de urgencia en el hospital.

Esa tarde sus padres observaron algo anormal y alarmante en la conducta de la niña.

La pequeña está muy inquieta mientras la lleva en una camilla una enfermera de unos pasillos a otros que a la niña le parecen interminables.

Mamá, mientras la trasladan, siempre está junto a ella cogiéndole la mano, pero más allá de unas puertas siempre se tiene que quedar fuera. Su madre le da un beso y le dice que no tema que la estará esperando. La enfermera la tranquiliza con una sonrisa.

-Dentro de un ratito estarás de vuelta con tu mamá.-

—————-

El cardiólogo, mantiene una espinosa y delicada conversación con los padres de la nena. Su corazoncito está muy débil y requiere una rápida y complicada intervención quirúrgica.

Celia está consciente en su cama hospitalaria. Mira a sus papás y los nota preocupados.

-Mamá ¿Me sacarás pronto de aquí? No me gusta este sitio,me da miedo. Siempre me hacen muchas cosas… Papá diles que me llevas a casa. Seguro que a ti te hacen caso.-

-Celia, cariño, estarás unos días en el hospital. Papá y yo estaremos siempre contigo.-

-¿Qué me van a hacer mami? Tengo miedo.

– No te preocupes cariño mío. Solo te van a poner unas pilas con batería nueva, como a tu muñeca Rosy cuando se le descargan. Así tu corazoncito estará muy fuerte y podrás jugar y correr con tus amiguitas cuanto quieras, y no te fatigarás y te encontrarás muy bien. Ya sabes que nosotros siempre vamos a estar aquí contigo. En cuanto tus pilas estén cargadas correctamente nos iremos los tres muy contentos a nuestra casita.

Dentro de poco, te van a llevar con el doctor. Cierra los ojos cuando el médico te lo diga, como Rosy cuando se le descargan las pilas y cierra los ojitos que parece que esté dormida.

————-

Tres días después Celia salió de la unidad de cuidados intensivos y la llevaron a la habitación donde su mamá y su papá la estaban esperando.

La niña no habla, solo miraba a sus padres que tienen los ojos enrojecidos y no se atreven a acercarse a la cama.

-Mami, seguro que a mi muñeca no le hicieron tanto daño como a mí para ponerle las pilas.- Le dice a su madre en tono de reproche.

-Celia, cariño, cuando recibiste a Rosy, ya le habían hecho la cajita, destinada, para ponerle las pequeñas baterías, y como es una muñeca no puede contarnos lo mal que lo pasó. A ti también te han hecho una cajita, junto a tu corazón, para ponerte las tuyas. Pronto nos iremos a casa. Tan solo unos días más para comprobar que tus pilas están cargadas correctamente. Papá te traerá tu muñeca para que te haga compañía y los días se nos aran, a los cuatro, más cortos.

Siete días más tarde, a Celia le dieron el alta y regresó a casa con sus padres.

La niña inició su vida normal como recomendó el médico, aunque sus juegos debían de ser tranquilos y aún tardaría un tiempo en volver al colegio.

Quince días después de haber salido del hospital, era de madrugada, cuando la pequeña comenzó a llamar a su madre con voz ahogada por falta de respiración.

-Celia, hijita ¿Qué te pasa? ¿Qué te ocurre?.

-Mami, llama al médico y dile que me traiga pilas cargadas, a las de mi cajita se les está acabando la batería…

La nena cerró los ojos como su muñeca solo que esta vez la batería de su corazón fue imposible recargarla.

GUILLERMO ARQUILLOS

DESAHOGO

«Mierda, todo el salón huele a meados, para variar. ¿A qué más va a oler si está aquí papá? Bueno, podría ser peor, ya lo creo… No te rías Luis, no te rías que el Señor te va a castigar…

»¿Castigar…? Como si me hiciera falta otro castigo aparte de la zorra de mi mujer; como si no fuera suficiente con eso. Es que Raquel me va a dejar con lo puesto, y eso si me deja algo la muy hija de su madre.

»Papá, qué mal hueles, coño. A ti te da igual el pestazo, claro, siempre con la mascarilla del respirador, sentado en la silla de ruedas, roncando como un cerdo. ¿Qué te importa a ti que el piloto se ponga naranja o rojo o verde fosforito? Pero, como que me llamo Luis, que este marronazo de hoy se lo traga Elvira en cuanto vuelva. ¿No es ella tu hijita que te lleva al notario? Pues que se coma tus pañales con regalito incluido.

»¿Dónde coño han puesto los papeles del notario? En los cajones del salón no están, que ya miré ayer, en cuanto tuve ocasión. Tienen que estar en el dormitorio, no hay otra.

.

«Madre mía, no me lo puedo creer, ahora resulta que el viejo me deja a mí un buen pellizco. Esta Elvira es gilipollas. Podía haberle comido el coco y haberse quedado con todo el dineral.

»¡Coño, qué susto! La batería del cochecito de papá ya está pitando otra vez. Es que estos trastos viejos no sirven para nada, ya no duran ni un día entero. Con el coñazo que es cambiarlos…, hay que agacharse, que pesan un quintal, hay que conectar todo el aparataje del respirador y, además, hay que ser rápido, que papá se asfixia. Vamos, lo que se dice un latazo latazo. En el cuarto del pasillo hay un montón de baterías viejas, y a algunas ya ni se les encienden los pilotos.

—¿Elvira? ¿Estás ahí?

«No, qué va. Esta no ha vuelto. Vendrá un momento, a darle una vuelta a papá, por si hay que hacer algo, y al rato se irá con sus amigas, que es lo único que le gusta, estar con sus amigas».

…………………..

—Bueno, papá, pues ahora no me llevarás la contraria, ya lo creo. En el fondo, estas cosas se hacen porque el mundo siempre va hacia adelante, no podemos quedarnos parados. A mí lo que más me duele es que Raquel me haya dejado por un calvorota medio peo. Se lo he intentado contar a Elvira y a mis amigos, pero me han dicho que me compre un cactus y lo amargue con mis penas. Y es que Raquel se lo tiene que pasar muy bien con él, que siempre está pensando en lo mismo. ¿Y Elvira? Pues en cuanto Elvira haya sabido lo que tú le dejas, seguro que ha empezado a dar saltos de alegría. Esa hija tuya no es trigo limpio, papá, ya te lo digo yo.

»En fin, ahora tengo que pensar lo que le voy a contar a Elvira cuando vuelva y se encuentre el pastelón. ¿Qué le digo? ¿Que se ha equivocado con la batería? Al fin y al cabo, lo de saber qué baterías tienen carga y cuáles no, es una cuestión de las pegatinas que les ponemos y, si ha habido una confusión con dos pegatinas… A estas horas, mi hermanita ya es rica y yo… bueno, seguro que con lo que me toca tampoco paso hambre.

—¿Sabes, papá? Yo siempre he querido a Raquel. Desde que la conocí. Ese verano cumplimos los dos once años en los campamentos y yo me atreví a darle mi primer beso. Joder, papá, que ya te digo que nadie quiere oírme cuando me pongo a hablar de estas cosas, pero yo tengo que contarlas como sea. Es que, hasta ahora, no he podido desahogarme; pero esta noche tú no vas a dejar de oírme. La amo, papá; amo a Raquel y estoy hecho una mierda. Ojalá le dé un patatús al calvorota medio peo. Me da igual que no tengamos hijos, me da igual que la mitad de las veces no pueda ponerme a tono para ella; todo me importa una mierda, todo. La quiero, papá, la amo y la amo. No hay nadie en el mundo como ella. ¿Tú crees que volverá conmigo cuando sepa que Elvira te ha puesto una batería descargada y yo vuelvo a tener dinero? ¡Qué bien lo he hecho cambiando las pegatinas, joder! Créeme, papá, yo no quería que murieras; si hubiera podido evitar que se parase tu respirador y te asfixiaras, lo hubiera evitado; pero entonces yo seguiría en la ruina total y, por si fuera poco, sin poder contarle a nadie lo que estoy pasando.

»Escúchame, papá, escúchame ahora que no puedes decirme que me calle. Tú nunca la has conocido de verdad, Raquel es la persona más maravillosa del mundo. Óyeme con las orejas, que te voy a contar todo, por favor.

ALMUT KREUSCH

— Hola, Lucía, perdona…

— No, Cristian, te he dicho que no me vuelvas a llamar, estoy…

— Espera, sé lo que piensas…

— Entonces, si lo sabes, ¿por qué sigues tan insistente?

¡Quiero que sepas que te sigo queriendo tanto o más que el primer día!

— Mira, Cristian, cuántas veces hemos intentado reparar las grietas cada vez más profundas de nuestra relación…

— Sí, y por eso solo quiero…

— ¿Pedirme perdón y otra oportunidad?

— ¡No, solo quiero que me escuches!

— ¿Otra vez tus pajas mentales? Me estás agobiando, Cristian.

— ¿Sabes dónde estoy en este momento?

— ¡No, no soy adivina!

— En nuestro camino sobre los acantilados, con el mar golpeando violentamente las rocas. Como estas olas, siempre te he sentido: brava, hermosa, intensa y…

— ¡¿Por qué te torturas tanto?!

— ¡No quería venir, pero este lugar es como un imán que siempre me hace sentir tan cerca de ti! No, no me voy a torturar más.

— Deberías buscarte caminos diferentes, Cristian, y al lado de otra mujer que te merezca más que yo.

— Soy consciente de eso, Lucía, pero solo hay un camino, y lo recorreré solo. Me quitará el sufrimiento para siempre.

— Cristian, por favor, ¡¿qué me estás insinuando?! Vuelve. Coge el coche, ven a mi casa y hablamos.

— Nadie te amará jamás como yo lo hice, Lucía.

— Cristian, me estoy quedando sin batería, ¡por favor, escúchame! ¡Hazme caso! ¡Mierda!

— No te preocupes, todo está dicho, quiero dejar de…

FIN

GRACIELA PELLAZZA

Atzin (agüita) así le había bautizado la abuela, vive en la loma. Y hasta los zorros la conocen cuando desde las cuevas la espían, estudiando la montaña.

Tiene tantos años que si preguntas en la comunidad, nadie sabe bien cuantos, pero todos saben como los ha usado.

Las vicuñas y las ovejas la siguen como perros leales; ella camina nomás para que puedan pastar y no perderse, y a la tarde se vuelve al rancho, con su sombrero colgando y su pollera de plato, y los brotes de la yareta porque le duele la espalda.

Tiene toda la Puna en sus manos, en el dibujo de las uñas, de tanto manipular la tierra, que le sonríe siempre.

La tierra sabe siempre quien la quiere.

Supo de las saleras, de unos piletones de salmuera; escuchó en la despensa qué hay un material liviano, el litio, que evapora, que los hombres alambraron parcelas, que algunos gritan y otros lloran. Y la comunidad tiene dos banderas. Parece que hay una magia volátil que enciende luces, y acumula energías, y que el agua puede mezclarse con veneno.

Atzin no habla, pero tiene miedo.

Cuando el sol se duerme, ella prende leña y le reza a la luna, y a los cerros, ella sabe de la quinoa, de la papa rosada, de las habas y el maíz.

Ella sabe poco de esto, y no quiere saber.

Toda su vida fue la ráfaga caliente de un viento seco.

Agüita entiende que aquello que era…ya no es.

Que sus ojos ya no retienen el color de los paisajes, y que aquello por lo que vive, se ha puesto viejo.

EDUARDO VALENZUELA JARA

El capitán del “Endurance” consultó la hora, eran las 7:05. Estaba aguardando que atracara el almirante en el “Tiger”. El almirante era hombre de palabra, le había dicho que llegaría a las 7:00, pero no había señales de él, algo le debía haber ocurrido.

«Las siete con cinco ―pensó el capitán―, esa era la hora del amanecer en el planeta Tierra, cuando la luz del Sol espanta las penumbras, cuando las gotas de rocío despiertan tiritando de frío, cuando los pesares parecen menguar y las esperanzas renacen».

El capitán añoraba la Tierra más que nunca. Para su pesar ahora se encontraba en órbita del planeta K-1328, donde no había días, noches, ni amaneceres, aunque la luz variaba según un intrincado patrón cíclico, aquel mundo oscilaba dentro de un sistema de estrellas binarias separadas de modo que siempre era visible alguno de los dos soles.

Las 7:06 y el almirante no daba señas. Extraño. Se habían conocido hace un año, cuando el almirante visitó el navío espacial “Endurance” donde el capitán, completamente solo, monitoreba las labores de extracción de oro en estado gaseoso. Habían hecho una buena amistad y el almirante le ofreció su ayuda para lo que fuese. Comprendía que no era fácil estar allí, aislado, en ese rincón del universo, pendiente de la producción que realizaban ―como monstruosos insectos artificiales― las máquinas mineras allá abajo.

En su soledad el capitán observaba desde el espacio cómo las lenguas ocres de miles de kilómetros de altura con emanaciones del planeta, se desplazaban por toda la superficie con la lentitud de una manada de elefantes. Le recordaban las auroras boreales de la Tierra.

Las 7:10 y el “Tiger” no aparecía, el capitán desesperaba. Pensó que la llamada de auxilio había sido clara: “¡Almirante, necesito ayuda! El Endurance se ha destruido por completo, ha explotado, un accidente catastrófico. ¡Me encuentro a la deriva, flotando en órbita al planeta! Unicamente sobrevivo asistido por el oxígeno y la temperatura que produce mi traje espacial con su batería”. El almirante respondió, ¡contestó que iba en camino! Luego, vino el silencio, por horas y horas, negro y frío como el universo mismo. Ahora se encontraba solo frente a él, ante su inconmensurable indiferencia. Era curioso como le parecía que ese silencio, majestuoso e inmutable, contenía todas las respuestas a todas las preguntas que se habían hecho y que se harían jamás. Por un instante se sintió parte de él y de todo el cosmos. Un pitído agudo lo sobresaltó. Un mensaje rojo e intermitente apareció en su visor: “SIN BATERÍA”.

Ya todo se había acabado, sólo le quedaba un milagro y confiar en el almirante. Porque el almirante era hombre de palabra.

FIN

GAIA ORBE

sin batería
la vida que nos vive
en la red muere

LVIS GARES

Ufff. Leo el tema de la semana y creo que me va como anillo al dedo. Si de algo sé es de quedarse sin batería.. Ya, de momento, escribo esto directo en mi móvil con tan solo un 15% de batería. He tenido que parar y estoy tomando una cerveza fresquita, enfrente de mí, un termómetro que marca 38 grados y que literalmente me ha fundido andando por la calle. ¿Por qué creéis que bebo cerveza? Porqué esta demostrado científicamente por la universidad de Estrella Galicia que la cerveza recarga las baterías agotadas como la mía.

Ha sido una mañana dura. A las 7 he ido a coger el coche y no ha arrancado y sí, lo que estáis pensando, la batería estaba agotada y he tenido que llenarla de cerveza. Sí,¿ no os lo he dicho? La cerveza recarga la batería, cualquier batería y sea como sea el coche no ha arrancado pero no ha sido por la batería sino porque por azares de la vida me he dejado las llaves dentro y …. Es una larga historia que no viene al caso.

La mañana sigue, pese a todos los problemas y cuando estaba llegando al bar, a tomarme un bocadillo de lomo con pimientos y alli oli (ajoaceite) con una cerveza fresquita y los cacaos y las olivas correspondientes , el típico *esmorçaret valencia, me ha llamado mi madre y me ha dicho que me acercara a una tienda de electrodomésticos y comprara una batería de cocina, toda la batería, que estaba esperando que estuviera de vacaciones para pedírmela, he pillado hasta una freidora de aire y un satisfayer que regalaban junto a la batería o a la freidora. ¿Lo usará mi madre? No logro imaginarla pero quien sabe…¿No? Acabo de decidir no enseñar este relato a mi ma, a mi padre que se me viene abajo. Con la tecnología no se puede competir y solo cuando esta bajo de «batería» se podría y mi padre, me temo que ya no tiene las baterías para muchos trotes y funcióna como Maradona que con dos rayas iba tirando.

Por fin llego a casa, veo a mis padres, mi madre me pregunta por su batería mientras con sus baquetas toca al ritmo de ACDC un solo de batería impresionante .

No os lo había dicho pero mi madre es batería de un grupo Heavy que han montado en el Club del Jubilado.

Ohhh yeahhh . Este cuento se ha acabado por falta de datos..Bye bye, hasta la vista .

*Esmorçaret Valencia; Comida típica de Valencia y alrededores que consiste en que sobre las 09:30 y 10:00 de la mañana se para para hacer un tentempié consistente en bocadillo de lo que sea , bebida, y café con el gasto (olivas, cacaos y ensalada) por un precio entre 5’5 y 6’5 aprox el popular. Aunque puede subir por ejemplo si pides una barra completa o te lo pides de carne de caballo.

Si vienes a Valencia te dejas la Ciudad de las Ciencias que se puede ver en fotos y Almuerzas que eso se ve pero sin saborearlo es imposible explicarlo. Buscar fotos de esmorçaret valencia en Google y veréis. Toda una tradición. Ideal para no quedarse sin batería

MARTA SUÁREZ

Clack! Clack! Clack! clack! El automóvil se detuvo. –¿Y ahora qué pasó? – Se preguntó David.

Le dio al encendido y nada, había llenado el tanque en la gasolinera antes de salir del pueblo. –Seguro que me quedé sin batería. –Se respondió a sí mismo.

Bajo del auto para llamar a la grúa, aún no amanecía la ruta estaba desierta, casi nadie usaba esa carretera y mucho menos en la noche pues hubieron muchos accidentes en los últimos años y alguna que otra leyenda urbana.

Camino hasta una colina para poder agarrar mejor señal en su móvil.

–Hola, disculpe la hora pero es que me quedé en la carretera sin fin ¿va a demorar? ¡Cuánto! ¿De dos a tres horas? Bueno no me queda más que esperar, ok– contesto a la persona que atendió su llamado. También llamó a su esposa, –Querida voy a llegar retrasado, pero no te preocupes estaré para la cena de navidad ¡te lo prometo!, si tranquila estoy bien es solo la bateria, ya llame a la grúa, si me cuido,¡te amo! Un beso a los chicos.

Terminó de hablar con su esposa y bajo de la pequeña loma, cuando iba caminando hacia su auto, vió que alguien que estaba parado junto a este.

–Hola – saludo David un tanto nervioso – ¿te puedo ayudar?

Tal fue su sorpresa al ver a una chica de unos quince años ahí en medio de la noche, la muchacha lo miró asustada.

–¿Qué haces aquí y a estás horas? ¿estás bien? ¿Te sucedió algo? –preguntó David con preocupación al ver a la chiquilla descalza con un vestido hecho harapos, sucio y su pelo revuelto y enmarañado.

Ella solo balbuceo – tengo frío.

David se sacó su chaqueta y la puso sobre los hombros de la muchacha. –¿Vives aquí cerca?.

–Si –contestó ella con timidez, señalando hacia la oscuridad– allí detrás de la capilla.

–¿Por qué estás en la carretera a estas horas?, ¿dónde están tus padres?. Ella volvió a repetir –Tengo frío.

–Ven –dijo David– sube al auto. David abrió la puerta del coche y ella accedió a subir –tengo algo de café ¿quieres? – le ofreció a la muchacha, pero ella se negó con la cabeza.

–¿Por qué estás en la carretera en la madrugada? – pregunto David.

–Es que me siento muy sola, desde que la gente se fue del pueblo –contestó ella balbuceando

–¿Cómo te llamas? –le preguntó David, a lo que la chica respondió.

– Nora, me llamo Nora.

De la nada Nora lo miró fijamente mientras le decía

–¿tú no me quieres hacer daño como los otros?.

– ¡No, claro que no! –preocupado le contestó David –¿quién te ha hecho daño?, ¿cuando llegue la grúa te llevaré al pueblo más cercano para que te ayuden?.

Nora lo miró y sonrió, mientras le decía–que bueno, porque me agradas y no quiero lastimarte. David la miró un poco intrigado ¿cómo lo lastimaría esa chiquilla tan delgada y pequeña, a él un hombre alto y corpulento?. Siguieron la charla, David le habló sobre su familia, su trabajo, etc para hacer más llevadera la espera, mientras Nora lo escuchaba con atención.

El sueño y el frío vencieron a David quedándose dormido en medio de la nada, junto a Nora que lo observaba.

El sonido de una bocina lo asustó, al fin llegó la grúa miró el asiento del acompañante pero la chica ya no estaba allí, bajó del auto y saludo al conductor de la grúa.

–Buenos días.

A lo que esté le contestó.

–Buenos días, disculpe la demora , llegué lo más rápido que pude.

El sol ya asomaba en el horizonte.

–Va a ser un hermoso y cálido día, ¿Me da las llaves por favor? – pidió el hombre extendiendo sus manos. David revisó los bolsillos de su pantalón y recordó que las llaves estaban en la chaqueta que le puso a la joven.

–Tengo que buscarlas, se las llevó la chica que vive detrás de la iglesia.

El trabajador encogiéndose de hombros, contestó – aquí lo espero.

David bajó rápidamente la ladera, hasta llegar a una destruida construcción en donde solo la fachada y un par de paredes quedaban en pie.

Caminó por uno de los lados del lugar hasta llegar a los fondos de la vieja iglesia donde se encontraba un pequeño cementerio.

En uno de los sepulcros estaba su chaqueta.

–¿Qué clase de broma es esta?– enojado David tomo su chaqueta.

Al levantar el abrigo leyó el nombre escrito en la lápida .

Amada hija “Nora”.

MARÍA JOSÉ GARNICA PARDO

Los últimos meses, Antonia se encontraba cansada. Su rutina no había cambiado, pero notaba qué no llegaba a todo lo qué hacía antes.

Pidió cita con el médico.

Vitaminas y ejercicio le mando.

Antonia no había hecho ejercicio en su vida, acababa de cumplir los sesenta.

Se fue a «Decalon», compro todo lo qué le aconsejaron.

Y se fue a la ruta del colesterol de su pueblo.

Muy digna, con mallas qué le subían la barriga hacia arriba, haciendo un flotador.

La camiseta se le pegaba al flotador.

Empezó a trotar,» Poco a poco», pensó.

Diez metros y ya no podía, estaba sin batería.

Menos mal qué había una churrería allí mismo. Tenía qué recargar batería.

«Mañana más», pensó.

No se ganó Zamora en una hora.

OMAR ALBOR

Bucie por el alquitrán

del polvo hasta encontrar la luz que mostró el día.

Fui bacteria y percusión de los sentidos que derritió una lágrima que apagó el cigarrillo.

Nada fue

Nada temió

Nada es rock

Sin noise colgado

Y una cuerda que se corta al despertar.

En un zumbido del acople.

ANGY DEL TORO

Un Viaje de Equilibrio y Conexión

El ritmo de los latidos de mi corazón dejaba ver que la bomba funcionaba. Desde mi interior todo fluía en dirección exacta y precisa. ¡Lleno contra vacío! Exclamaba. Mi batería estaba a tope. Sístole y diástole en equilibrio perfecto. Y, ¿ahora qué?

El otoño ha llegado y al igual que las hojas de los árboles todo ha caído, ¡vaya chasco! Me resisto a admitir que recargar mi batería demora más tiempo. Me abrazo a los árboles y mis pies descalzos sobre la tierra reposo. Elevo la mirada hacia el saliente y comienzo, con los tenues rayos del sol, a ducharme. Mi ducha Reiki.

Sonidos ancestrales y rítmicos palpitan en mi entorno y nutren el ambiente del resonar de campanas, campanillas y cuencos. Siento voces que me conectan con lo divino y gritan desde mis adentros, ¿qué sucede contigo? El otoño es una más de las estaciones, avanza y cosecha lo sembrado, que tú, sí puedes.

Agradezco el llamado, canalizo y reconecto con la armonía del equilibrio perfecto. Firme y seguro siento que avanzo, pero a un ritmo más lento. El otoño me enseña que en la calma también hay fuerza, y en la pausa, renovación.

MAITE BILBAO PÉREZ

Para el tema, SIN BATERÍA

—Bego, ¿al final te lo compraste?

Mi amiga me mira y me dice que llegó ayer el envío extraordinario y urgente, con una sonrisa que delata su emoción. Nos encontramos en una pequeña cafetería, una de esas con encanto que tanto nos gustan, con mesas de madera, sillas cómodas y una luz tenue que invita a la confianza. Fuera, el sol de la tarde todavía cae con fuerza. El lugar perfecto para compartir confidencias. Ya sabéis.

— Sí, ¡por fin! — exclama Bego, mientras toma un sorbo de su café.— Ha sido un poco caro, pero creo que ha valido la pena.

— ¿Y qué tal? ¿Cómo ha sido la experiencia? —le comento, aunque por dentro estoy deseando que me lo cuente todo.

Bego se acomoda en la silla y comienza a narrar con entusiasmo.

— Increíble. Quise estrenarlo nada más llegar. Preparé todo con mucho cuidado: velas aromáticas, pétalos de rosa, puse mi música favorita… Me vestí con la lencería nueva que me compré para la ocasión. Cociné una cena deliciosa, de esas que a ti te encantan.

— ¡Vaya! ¡Te lo curraste! — la interrumpo, asombrada.

— Sí, quería que todo fuera perfecto. Y así fue. Él respondió a mis deseos. Me sirvió la cena, el mejor acompañante, mientras comíamos, conversamos…

— ¿Y qué más? — insisto.

— ¡Todo! Incluso me cantó una canción que compuso. Y cuando me recitó un poema de amor… ¡Fue increíble! Luego me dio un masaje en la espalda y en los pies, ¡qué manos tiene! Y para terminar, me llevó en brazos hasta la cama.

— ¡No me lo puedo creer!

— Sí, sí, te lo juro. Y cuando ya estaba preparada, ya imaginas… —me dice con una pausa dramática — Empezó a fallar. Se encendieron unas luces rojas y se fue ralentizando hasta apagarse.

— ¡Pero qué horror! —digo.

— ¡Lo sé! ¡Qué frustración! Resulta que me había olvidado de leer bien las instrucciones. Lo primero era poner a cargar completamente la batería. ¡Menuda tonta!

— ¡Ja,ja,ja! ¡Ya tienes una anécdota! — le digo mientras pienso que se lo merece por ansiosa, Bego se une a mi risa.

— Ya ves, al final todo se reduce a leer las instrucciones. Pero bueno, ya tengo ganas de volver a intentarlo. De hecho le dejé enchufado anoche, cuando llegue estará al 100%.

— Seguro que esta vez será perfecto. Ya me contarás.

Y así, entre risas y confidencias, pasamos la tarde hablando de nuestros sueños, nuestros miedos, poniéndonos al día.

—Ah por cierto, ya sé qué te voy a regalar en tu cumpleaños: Una batería extra. Un pequeño empujón para qué las aventuras nunca se agoten. O quizás prefieras que te presente a Teo, lleva un tiempo queriendo conocerte. Tiene un tacto tan diferente…

Bego me mira con una mezcla de curiosidad y escepticismo.

—Teo… ¿y qué pasa si se queda sin batería en mitad de una conversación apasionada? ¿Tiene algún modo de ahorro de energía? — pregunta con una sonrisa pícara.

Nos miramos y estallamos en carcajadas. A veces, la realidad supera la ficción.

NILA J BOHORQUEZ

Koffy nació en una humilde vivienda de la zona rural de Kurulandy, cuyos padres carecían de medios económicos para alimentar a siete hijos varones, todos en edad escolar, entre ellos, el niño Koffy, quien apenas podía asistir a la escuela dos o tres veces a la semana…

Su pasión era la música y cada vez que caminaba por la calle donde funcionaba un bar, en el cual, además de ser un expendio de licores, presentaban espectáculos rumbeantes y el sonido de las melodías traspasaban el dintel de la puerta…y esto lo entretenía durante su caminata por esas veredas, pues no podía ingresar al local nocturno por su minoría de edad, aún así se distraía bailando al son del bonche que escuchaba a distancia.

Un día viernes en la noche un grupo de amigos (mayores de edad), quienes vivían en la misma cuadra de su casa, lo animaron para entrar con cautela a dicho recinto, escondiéndose entre los barrotes de madera de la escalera para poder oir a los artistas que tocaban solamente rock. Esto sucedía cada fin de semana…y así, fue creciendo en Koffy, el gusto por el «Rock and roll», manipulando con sus ásperas manos y al ritmo tamborero, el espacio que le servía de escondite durante el «show».

Koffy jamás había visto de cerca instrumentos eléctricos como la guitarra, el bajo, el teclado y otros implementos de percusión. Se emocionaba mucho viendo al «Negrito Chuclin», y la forma tan apasionada con que hacía vibrar la batería. En su mente revoloteaban pensamientos viéndose así mismo tocar tales aparatos…¡y le llegó ese grandioso día de la buena suerte, cuando encontró la «varita mágica de los deseos», conociendo al famoso Maestro del Conservatorio de Música del pueblo, don Remifa, quien admirado por las condiciones de su extraordinario oído musical, lo invitó para que asistiera gratuitamente al curso de teoría y solfeo que él dirigía.

Koffy, por su disciplina, constancia, tenacidad y deseos de superación, logró graduarse con excelentes calificaciones, obteniendo una beca para «Estudios Superiores de la Música» en la ciudad capitalina «Komkibanché.

Al regresar a su pueblo natal, el joven musicante organizó su propia banda, destacándose en la ejecución de la tan ansiada batería…y a cuyo grupo rockero bautizó…

«Only black rock»

SHELO SHELO

La luna llegaba a ocupar su lugar en la noche. El abuelo Charles el esposo miraba con ternura a su esposa Marie,la cual yacia enferma en la silla grande de la sala tapada con una cobija gruesa, tenía estampados de retazos cosa que eran interesantes. Ambos abuelos recordaban cómo fue su vida ,las alegrías tristezas idas y venidas .

El abuelo en un tono de servicio hacia ella le pasa una taza de te tierno, ella lo bebe y le dice con voz quejosa:

querido me siento sin batería, voy a cerrar los ojos y descansar, el comprendió, habia llegado la hora final de ella . Entonces tomo la mano suavemente y la apretó fuerte demostrándole el cariño , el aprecio que le tuvo todos estos Años.

Al poco tiempo su alma volo y en encontro con la luna y las estrellas. El abuelo fue hacia la ventana, se quedó viendo las estrellas. Oyó una cálida voz que decía:

– «te cuidare desde aqui ,no te preocupes,ahora cuida de ti mismo y de nuestro canario,nos vemos pronto» Él vio como el cielo se iluminaba y supo, siempre estará allí.

RAÚL LEIVA

Inocencia 4.0

Buen día doctor.

Sé que usted está ocupado, por eso le pido perdón,

Pero en casa una situación nos tiene a todos callados,

Si los sueños más pesados han nublado la semana

y un silencio que no sana, llevó las explicaciones,

mi madre repite oraciones y mi padre mirando el piso,

Pregunta a Dios ¿qué nos hizo? ¿por qué nos castiga tanto?

En la casa reina el llanto, las broncas y el desconcierto.

Yo quiero a mi hermano despierto, así jugamos un rato,

Así que hagamos un trato, se lo pido por favor,

Usted que es un doctor, ¿sabe cómo funcionamos?

A todos los seres humanos, nos mueve cierta energía,

que es la fuente de la vida, y pongo en el fuego las manos.

¡Entonces cure usted a mi hermano! Venga ahora que es de día,

Sé que hay tiempo todavía, se lo juro y creo que es cierto:

Mi hermanito no está muerto, se quedó sin baterías.

CESAR TORO

La humanidad esta dormida, todos en redes sociales, no soltamos el celular ni para comer, ni siquiera en el baño, que lastima, nos tienen en sus manos.

¿donde quedó ?

El dialogo Familiar, las charlas a la hora del té, las conversaciones con los hijos, los vecinos o la pareja.

Parece que no hay “tiempo“ ya que, todo deber ser rapido, asi lo exige la sociedad

modena ” todo automático, digital, virtual . Sin embargo ya nos han demostrado, que no todo es perfecto.

lo advertimos en estos dias, se cayo la red mundial y todos quedamos; sin batería sin luz, sin poder tomar el vuelo, sin combustible sin dinero. Sin sin sin …

¿ falla del sistema, falla humana o simple prueba..?

Usted me dice.

Una sugerencia por si las dudas .

Donde quier que vayas no olvides tu cargador.

ANDRÉS JAMES CACERES

Historia de Tinder

La conoció por Tinder. Era una mujer de 42 años muy bien llevados. En su foto lucia hermosa. Hablaron dos meses por Telegram, se conocieron , tanto sus gustos como sus cuerpos. Diego tenía diez años menos, a ella pareció gustarle.

Después de tantos mensajes apasionados decidieron citarse en el apartamento que ella compartía con una amiga.

-San Juan 1280 le dijo.- A las cinco de la tarde se va mi compañera y tú me timbras.

Diez minutos antes , el joven, estaba ante el gigante edificio de 15 pisos.

-No le pregunté el número de apartamento ,se maldijo.

-La llamaré al celular y listo- pensó ya con cierta ansiedad, cuando advirtió lo peor : se había quedado sin batería.

LUISA VALERO

SÁBANAS TATUADAS

En el centro de Lima y muy temprano,

se escuchan a los músicos ambulantes.

Porque es su labor, y no en vano,

regalan al lugar buen arte.

Suenan los melancólicos boleros,

también bellas canciones italianas

que inspiran viejos anhelos

y amenizan el fin de semana.

*****

La ciudad gris se viste de color rojo y blanco; a pesar del cielo nublado y uniforme, sin nubes de algodón, el aura festiva inunda el ambiente.

Julia atesora en su corazón esos nuevos y bellos instantes; la llena de ilusión el poder encontrarse, por primera vez, con él.

Carlos camina rápido y seguro, pero todavía ignora la presencia de ella, que lo espera muy emocionada.

Encima de sus cabezas, el techo de banderines plateados y rojos, que adorna la calle por Fiestas Patrias, los observa sin perderlos de vista.

Julia se coloca enfrente de él y lo llama. Cuando coinciden, en ese primer instante, la timidez se evapora como pompa de jabón. Lo percibe un poco diferente a cómo se muestra en su perfil virtual y fotos, pero le inspira confianza.

Es más alto que ella y de contextura fuerte; la abraza, sin controlarse, como un animal. También la alza en vuelo y la contagia de ese ímpetu masculino, recorriendo con rapidez todas sus curiosas células.

—¿Cómo estás, preciosa? ¡Tenía tantas ganas de conocerte en persona! —Carlos la mira con mirada penetrante.

—Pues muy bien, si ya te tengo aquí… ¡No podría estar más feliz! —le contesta Julia, y sus ojos de piedra, de luz de luna, lloran y lo miran también—. Abrázame de nuevo.

Él enrosca sus robustos brazos en el frágil y delgado cuerpo de ella. El tiempo para los demás mágicamente se paraliza. Ella no lo percibe porque tiene los ojos cerrados y está gozando el primer beso.

—Ya sabemos «mucho» de nuestras vidas, por lo que nos hemos contado por «Mentinder», ¿no crees? Ahora, conozcámonos de verdad… —Le susurra al oído, poseída por una energía de hembra en celo, y le moja su cuello con varios lametones.

—Claro que sí, gatita. El hotel donde me alojo está a dos cuadras. —le dice y le guiña el ojo.

Hacen su recorrido agarrados de la mano y se detienen, cada pocos pasos, para regalarse apasionados besos.

Llegan al hotel, y dentro de la habitación, se ayudan a desvestirse con impaciencia y pasión, pegando sus cuerpos que empiezan a sudar.

Se dirigen a la cama, completamente desnudos; ella, desde abajo de él, le acaricia el abundante vello de su pecho, lo mira con deseo y espera ansiosa que la posea.

Ya dentro de ella, Carlos comienza a crecer, segundo a segundo; mientras que Julia disminuye su volumen. Sus pieles se cubren completamente de pelo, y sus uñas se alargan: él ahora es un oso y ella una gata.

Sin haber retirado su miembro de su vagina, la desgarra y con su pesado cuerpo la fractura. Después la coge violentamente y la separa de él. Ella maúlla de dolor y se defiende arañándolo; está inmovilizada por tener sus caderas partidas y no puede huir. Oso ferozmente se la come y se deleita con ello.

Ya no queda rastro de la gata, de aquella inocente Julia, salvo las gotas de sangre que han tatuado las sábanas.

Oso se convierte en Carlos de nuevo. Sentado en el borde de la cama, se tapa los ojos con su mano y llora sin consuelo por su maldición y el sincero amor que le unía a Julia.

Termina su cruel lamento y se dice a sí mismo: «Bueno, estaba sin batería. Ahora la tengo cargada por una semana más. ¡No creía que lo conseguiría a tiempo!».

Revisa todo y limpia el suelo. Abraza con ternura la ropa de Julia, que todavía huele a ella, y la mete junto a las sábanas en su mochila negra.

Hace el mismo recorrido de regreso. El techo de banderines plateados y rojos lo observa afligido y piensa «hay amores que son imposibles…».

Carlos se detiene y saca con cuidado su teléfono, observando atentamente a sus costados para que no le roben. Ha escuchado una notificación de la aplicación «Mentinder».

Y contesta el mensaje: «Tranquila, gatita. No me molestas. ¡No estaba haciendo nada interesante! ¿Sabes?, en tres días voy a ir por trabajo a tu ciudad. Bella Alicia, es un buen momento para conocernos en persona… ¿Sí?».

«Yesss», le contesta ella junto a un lindo emoji de gata enamorada.

LOLY MORENO BARNES

—¿Como estamos por ahí ?

—Negativo, negativo todo negativo por suerte, como es de esperar.

¿Allí arriba cómo está la situación?

—Positivo, positivo de momento aguantamos .

Esta sería una comunicación normal entre los polos de una batería en circunstancias normales y cómo se dice coloquialmente : “ con las pilas puestas”

Pero…cuando la energía amenaza con acabarse todo cambia.

Imagina una gran batería, la más grande que te puedas imaginar, absorbiendo toda la energía del universo y que de ésa energía se forme la vida y la fuerza…

Las venas con sus torrentes de sangre , de sabia y de todas las formas que use la vida para fluir.

¡Con formas de vida inteligente !

¡Con mentes privilegiadas que encuentran la forma armoniosa de empatizar con las necesidades humanas!

¡Sin pobreza y con dignidad para toda la humanidad!

¡Esa batería estaría diseñada para ser perfecta!

¡Podría ser un mundo soñado!

Pero…¿ qué pasaría si la energía de esa batería se comienza a contaminar de malos elementos?

Malas decisiones…

Malos puntos de recarga…

¡Con el tiempo, se quedaría vacía!

Lo más inteligente sería cargar la batería y revisar sus componentes, eliminar las plagas, volvernos más sabios, más sensibles, más empaticos.

Cada uno contagiando de valores al semejante más cercano hasta compartir un campo magnético que permita que la batería nunca pierda su carga.

Parece una quimera pero es la mejor opción , la alternativa es la autodestrucción.

Loly Moreno Barnes

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15 comentarios en «Sin batería – miniconcurso de relatos»

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