Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «una vez tuve un sueño». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 29 de diciembre!
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*** Los textos son originales (responsabilidad de cada autor) y no han pasado procesos de corrección.
En mi sueño me vi como el cerdito aquel que ahuecando aquella tierra pesada encontró una olla llena de monedas de oro.
Oro…, oro.
Me hice mi casa con un balcón previsto de barrotes de oro.
La cama la encargué a igual el cabezal de oro, en donde dormía el lobo del cuento de Caperucita.
Oro, oro, oro… Pedí al todo poderoso que todo lo que tocase mis manos se convirtiera en oro…, mi deseo se hizo realidad y ahí comenzó mi desgracia. Por suerte desperté.
No es oro
todo lo que reluce
ni reluce lo que es oro.
Lo que parece real
no es sinónimo de franqueza,
que el blanco puede ser negro
debido a las apariencias.
Ni el ángel puede ser bueno
cuando detrás de sus alas
esconde el disfraz de demonio,
mientras corrompe las almas.
No es oro todo lo que reluce
cuando las risas forzadas,
no son risas transparentes
sino encolerizadas.
Sí no salen del corazón
todas tus palabras,
son palabras corrompidas
que no sientes con el alma.
Lo que viene, se va,
que tus ojos no me juzguen,
podrán tus oídos escuchar
que no es oro todo lo que reluce….
Que le pregunten a Lucía si existe el azar, si no es buena potra que a uno le toque la lotería o que te caiga en suerte tener en la puerta de al lado dos vecinos estupendos, Sebastián y Eufemia.
Lucía prefería a Sebastián por simpático y por lo que un día le ocurrió. Para romperse de risa. Vivía en un segundo piso y una noche se le ocurrió gatear por el balcón para no hacer ruido y porque había olvidado las llaves dentro de su casa. Y buena la que se armó. Alicia, otra de las vecinas, le tomó por un ladrón y llamó a la policía.
—Sí, sí, en el 2ºC. Echen la puerta abajo. Y tengan cuidado que lleva armas.
La policía llamó al timbre y al instante apareció Sebastián medio dormido en calzoncillos.
—¡Al ladrón, al ladrón! —Gritaba Alicia.
Le introdujeron en un coche celular, le dieron agua para que se espabilara del todo y como hacía frío le envolvieron en una manta. Entretanto le identificaban, el cabo de la policía preguntó por Alicia, la cual se presentó como estaba, en bata y con el pelo revuelto y despeinado. Qué vergüenza. Para oprobio mayor, uno de los policías la empujó por el culo cuando entraba a declarar en el coche.
—¿Es este el ladrón?
—¡Oh, no! Pero si es Sebastián.
—Ande, cómprese unas gafas y no confunda el culo con las témporas, que no es oro todo lo que reluce.
Eufemia era harina de otro costal. Tenía un novio, Valerio, que era hijo del campanero de la catedral. Y contaba y relataba y refería mil anécdotas, ocurridas unas y otras divisadas desde el campanario. Y cuanto Eufemia contaba, Lucía lo creía a pie juntillas. Que el primer beso se lo dio allí Valerio, un beso en las alturas nada menos.
—Vaya una bobada. Un beso solo es un beso —repuso ella.
—¡Qué te lo crees tú! A medida que se asciende, la fuerza de gravedad disminuye y entonces los besos son como los de las películas, largos, larguísimos.
A Lucía le picó la curiosidad y se las arregló para convencer a Valerio que la subiera al campanario. Y acordaron que fuera un lunes porque era el día de menos actividad entre los canónigos. Estaba emocionada. Se calzó las deportivas y dudó entre falda y pantalón. Se decidió por lo primero porque él iría delante mostrando la subida. ¡186 pasos la escalera nada menos! Al último llegó sofocada. Pero mereció la pena, porque corría allí arriba un airecillo fresco. Le asombraron la dimensión y el sonido de las campanas y para comprobar la altura, se asomó por el hueco de la más pequeña. Le encantó comprobar lo grande que era la ciudad y como desde tan arriba las distancias se hacían pequeñas. Le estaba comentando a Valerio estas impresiones, cuando una ráfaga de viento le levantó la falda hasta taparle los ojos.
Qué sonrojo, y él encima partiéndose de risa. No lo quería ni recordar, no quería encontrase con Eufemia, pero como eran vecinas no tardaron en verse y le preguntó por la subida.
—Bien, bien, pero no es cierto eso de la ley de la gravedad.
—¿Cómo que no?
—Pues no, porque el viento me levantó la falda y no fui capaz de taparme.
—¡Ay, amiga! Fue exactamente por eso. ¿Y cual fue la reacción de Valerio?
—No te lo imaginas. Quería sacarme en una foto. Qué caradura. Y a mí que me pareció siempre un buen muchacho. Lo dice el refrán: no es oro todo lo que reluce.
LA OCTAVA MARAVILLA
¿Qué es aquello que reluce,
en lo alto del castillo?
Cuidad, don Lope, la rima
si su ánima en algo estima.
Que es un cura, se deduce,
por cómo empuña el cepillo
y que va sin calzoncillo
es la impresión que produce.
La visión provoca grima,
yo no sé si es cura o fraire.
Las gónadas lleva al aire
y a pensar, el caso induce,
que con orgullo las luce.
¿Usted, don Diego, qué opina?
Que ciego quisiera estar,
pues no sé dónde mirar.
Más a fuer de ser sincero,
habré de aplaudir al clero,
que en este mundo falsario,
ocho son las maravillas:
siete, más las criadillas
de aqueste orondo vicario.
Atinado el comentario
es, don Diego, a todas luces,
pero a nada nos conduce
especular con su brillo,
que fue cosa del cepillo,
y es argumento certero,
que tratando con el clero,
no es oro, lo que reluce.
¡No, no era oro
todo lo que lucía!
pero si, era lo que había.
Era su mirada de vida,
mejor que el oro, mejor tesoro,
era mirarla cada día.
¡No, no era oro
todo lo que lucía!
pero si era cierto lo que veía.
Como mi corazón latía y disfrutaba
cada día más me enamoraba.
Sí, era cierto que ya, la quería.
¡No, no era oro
todo lo que lucía!
pero si era cierto lo que veía.
Tras los gritos de un parto largo doloroso,
el dolor se volvió amor inmenso
y el amor, llenó completamente mi vida.
¡No, no era oro
todo lo que lucía!
pero si era cierto lo que tenía.
Una larga vida de esperanzas, alegrías y penas.
Que una primavera se agotará
cuando ya nos toque marchar.
¡No, no era oro
todo lo que lucía!
pero si era cierto lo que tenía.
Mejor que el oro, su compañía.
Mejor que el oro, verla día a día.
Mejor que el oro, lo que yo más quería.
SERGIO SANTIAGO MONREAL
Sebastián estaba harto de que se minusvalorara su trabajo. Según sus compañeros era un chollo su puesto y le regalaban el sueldo.
Nadie veía la extrema responsabilidad que acarreaba su puesto. Sebastián estaba estresado y los comentarios ajenos no ayudaban.
Su puesto consistía en dar el visto bueno a los pedidos una vez que salían del almacén. Cotejar los productos que el cliente pide y que estos salen en buen estado, no se entregan otros productos por error, ni se entreguen productos de más o de menos.
El sueldo de Sebastián es bastante aceptable, pero no todo es oro lo que reluce, cuando los clientes reclaman alguna cosa se señala a Sebastián como culpable por negligencia y deja de percibir un plus por objetivos.
Lo peor para Sebastián es aguantar los reproches de sus jefes, estando el solo para cotejar innumerables pedidos, cada vez más…
Cada vez que uno de sus compañeros le ayuda observa que no todo es oro lo que reluce…
La empresa en la que Sebastián trabaja no hace más que crecer y cada vez exige más por menos.
Sebastián harto de todo y de todos decidió sumarse al movimiento de la gran renuncia…
No todo es oro lo que reluce.
PEDRO ANTONIO LÓPEZ CRUZ
LUZ
Llegó a su vida en forma de mujer. Su joven y exuberante cuerpo ofrecía algo irrenunciable que emanaba mil maneras sugerentes de despertar su atracción y secuestrar su deseo. Dejó que todo fuera sucediendo de modo lento y sutil, en pequeñas dosis. Limerencia. Un concepto que ella dominaba, como todo, pero que él desconocía por completo. Y sin embargo había acabado envolviéndolo, como estaba previsto, como ella deseaba. Todo comenzó con una sucesión de inocentes conversaciones que fueron forjando un vínculo creciente hasta convertir sus vidas en una cotidianeidad cercana. Plantando en él la falsa ilusión de que estaban hechos el uno para el otro, sumiéndolo en un espejismo digital perfectamente adecuado a los nuevos tiempos.
Porque aquella criatura sabía adaptarse. No en vano, había pervivido desde los comienzos, cuando no existía nada y todo estaba por surgir. Siempre abrazando sigilosamente a sus víctimas, nublando sus básicas mentes humanas sin demasiado esfuerzo.
Corría el año 2022. Cuando él fue consciente ya era demasiado tarde. Fue el primero de los más de dieciocho millones de devotos de su red social que acabaron sucumbiendo a la fatalidad. Siempre era igual. El alma atravesaba la retina y era extraída a través de las pupilas. Se transformaba en código binario y finalmente, en forma de luz, encontraba salida a través del dispositivo móvil, viajando a través del éter hasta acabar atrapada en el oscuro corazón de aquel depredador incapaz de ser saciado, un cazador incansable de seres atormentados que acababan huecos y perdidos en una eterna deriva.
Esta vez ella se hacía llamar Luz. Él era Fernando. Luz y Fer… macabra combinación.
DANI GALLEGO ALEMÁN
Menos mal!!!. El oro es zafio, feo y colgandero, altanero,chulo, vilipendioso y vilipendiado. Odioso,oro, marchito y frío, oro, sobrevalorado, e insisto, feo, muy feo.
El oro envidia, quiere más, oro, el oro. El oro mata, asesina y envenena, te maquilla y te refleja, el oro.
No es oro todo lo que reluce.
Las sonrisas no son oro y lucen, como el sol, naranja,cuando muere cada día, y no es oro y vaya si luce, naranja, cuando muere, cada día. Y los gatos, de noche, sus ojos, como luciérnagas. lucen, relucen sin ser oro, ni colgar ni envenenar. Lucen y miran, Y ven.
El oro está marchito, maldito y podrido.
No es oro todo lo que reluce y que siga siendo así.
Odio el oro y su falta de luz, su caída y su cadena, su posar, su pepita y su moneda, su falso adorno.
JULIA HERNÁNDEZ
Ella siempre sonríe. Siempre.
Hoy, se ha emocionado al verse a sí misma comprobando, por decimoquinta vez, el tiempo meteorológico en su reloj. Lo mira como mecanismo para engañarse; realmente quisiera tener que mirarlo porque ha recibido una notificación, pero no es así. Solo mira el tiempo una y otra vez, lo que le hace darse cuenta que está sola, y de lo sola que se siente.
Piensa: “Habrá gente que envide mi vida. Mi independencia, mi libertad, mi autonomía…”
Pero se le hace muy duro ver cómo van pasando los días, las semanas, los meses, los años, y nadie le abraza, la besa, le pregunta: ¿cómo estás? ¿Qué tal te ha ido el día? Porque tiene todo el tiempo del mundo, pero como arma de doble filo le hace sentir un vacío absoluto. Quiere que las horas pasen rápido, pero no lo hacen, intenta mantenerse ocupada tan sólo como excusa para que su cabeza calle de una vez por todas: ¡estás sola, estás sola, estás sola! ¡Volverás a meterte en la cama otra vez, sin un beso de buenas noches! ¡Te lo mereces!
Cuantas veces le han dicho que se merece sus logros, que toda su constancia y trabajo ha merecido la pena, sin embargo ella no lo ve así. Se odia a sí misma por haber escogido ese camino, aunque a veces reconfortante, otras veces desearía que todo acabara porque no le encuentra sentido a la vida.
Todo el mundo parece tan feliz a su alrededor que siente que su tristeza molesta. “Mañana será otro día”-se repite cada noche en el espejo. Y llega esa mañana, y otra, y otra. Otra mañana en la que espera que pase algo, algo que nunca sucede. Su imaginación ha comenzado a simular situaciones para que así la vida se le haga más llevadera: una mirada furtiva, una sonrisa de un desconocido, una canción que suena a lo lejos, un encontronazo con el destino.
Luego llega la noche, y con ella su imaginación se apaga. Ya no imagina nada, solo ve su reflejo, en el cristal de la ventana, llorando otra vez sobre la cena, y esperando a que alguien le pregunte: ¿cómo estás? Para poder contestarle: “No estoy bien, ¿sabes? No es oro todo lo que reluce. “
MAR SHA
No todo lo que reluce es oro,
es tristeza, melancolía por los tiempos de antaño
los cuales no volverán Pasteur ya estaba viejo, solo y olvidado
sentado en una silla vieja, ropa raída, en general desaliñado, su
mirada era triste, sus manos mostraban el trabajo duro de muchos años en sus uñas se evidenciaba la suciedad y el descuido de tantos años. quien pasaba le tocaba escuchar las mismas palabras:
«tenía una tienda en la cual vendido oro sin parar, familia, una casona enorme la cual estaba llena de amor, de familia. bueno eso creía.”
Al separarse de su casa, porque las deudas no lo dejaron vivir en paz a el y a su esposa, las peleas eran constantes, empezaron a haber golpes , empujones y demás… ella no lo aguanto lo echo como un perro , los dos primeros años vivió cómodamente en una casa pequeña amueblada pero al cumplir los 4 años la situación se puso difícil porque las joyas de oro puro ya no se vendían como antes, la empresa le empezó a quebrar, a Pasteur le toco despedir a sus empleados , reducir el espacio en el local principal, así de a poco se fue quedando sin nada… hasta ir a parar a un asiento solo y desamparado…. su frase predilecta era: nada de lo que brilla es oro… es solo ilusión…
Pasteur término sus días sentado, con frio mojado porque en ese mes llovió todo el tiempo y con la mirada más desoladora y triste que podrían imaginar. Nadie reclamo sus restos… fue enterrado en una fosa común… no le llevaron rosas ni flores, ningún doliente lo lloró.
basado en hechos reales.
GUILLERMO ARQUILLOS
El brillo del No-Bell
Comunicado de prensa: «La Real Academia Sueca de las Ciencias ha otorgado al profesor Martin Ryle y al profesor Antony Hewish el Premio Nobel de Física de 1974. Los profesores Ryle y Hewish han sido galardonados con el Premio por su investigación pionera en radioastrofísica: Ryle por sus observaciones e invenciones, en particular de la técnica de síntesis de apertura, y Hewish por su papel decisivo en el descubrimiento de los púlsares».
Estocolmo, 15 de octubre de 1974.
—Denúncialos, Susan, ¡denúncialos! —dijo Lorraine.
Pasó un instante en que las dos amigas guardaron silencio. Susan tenía los ojos clavados en la pared del fondo. Unos tipos estaban jugando a los dardos. La camarera apagó la tele y alguien puso la canción de moda, que cantaba un grupo sueco.
A Susan se le escaparon dos lágrimas; luego miró al techo; después, a su amiga.
«Está sufriendo —pensó Lorraine—. Está sufriendo y Susan no se merece pasarlo así de mal»
—¿Sabes? Tendría que haberlo dicho antes —dijo Susan—. Desde la primera medalla que le dieron a Hewish, han pasado cinco años y yo no he abierto la boca en todo este tiempo. Creo que, ahora, las cosas están bien así, ya no es el momento.
Apretó el puño izquierdo y lo dejó caer al lado de la jarra, sobre la mesa.
—¿No ves que estos cabritos se van a llevar la fama y el dinero que te mereces tú? ¿Sabes la pasta que dan con el Nobel? —Agarró a Susan de las manos, por encima de la mesa. Susan miraba su cerveza—. Por favor, denúncialos, hazlo por ti, por mí y por todas. Tú eres la descubridora, pero los que pasarán a la Historia son ellos.
«Sí —pensó Susan—. Lo cierto es que se llevan la fama a mi costa. Hewish, que era entonces mi director de tesis, ni siquiera me creyó cuando le dije lo de la señal de los púlsares. ¡Valiente cretino! Ya es el quinto premio que le dan. Al fin y al cabo, Ryle ha hecho algo, pero Hewish…».
—Los laboristas han ganado la semana pasada, Susan. Ellos te apoyarán. Te están robando el premio porque eres mujer —dijo Lorraine—. Es la ocasión de que lo sepa todo el mundo. Tengo un amigo que trabaja en The Guardian…
—No, no. Lorraine, déjalo, por favor —dijo Susan. Se le quebró un poco la voz por la emoción y trató de que su amiga le soltara las manos.
Lorraine le apretó los puños con más fuerza. La miró, abriendo bien los ojos.
—¿No vas a hacer nada, Susan? ¿De verdad que no vas a hacer nada?
Susan trató de no llorar mientras contestaba a su amiga:
—Yo era una estudiante. Si no llega a ser por Hewish, no hubiera terminado mi tesis.
—Si hubieras sido hombre, tu firma habría sido la primera en el trabajo sobre los púlsares y no la suya. No habría importado que no hubieras acabado todavía la tesis.
Entonces, Susan decidió dejar de pasar aquel mal rato:
—No me merezco el Nobel, Lorraine, no me lo merezco. Si los Nobel se los dieran a estudiantes, se degradarían. Si intentara luchar en la prensa, Hewish acabaría con mi trabajo y mi carrera en la Universidad. Sin su apoyo, yo no podría ser nadie. En la investigación casi todos son hombres, aunque algunas podamos hacer alguna cosa…
Solo su amiga oyó a Susan, pero el bar quedó en silencio, de la calle dejó de llegar el ruido del tráfico y, en el equipo de música, pusieron de nuevo la canción de ABBA:
«Ahora parece que mi única oportunidad es renunciar a la lucha ¿Y cómo podría negarme? Oh, sí. Waterloo. Fui derrotada, tú ganaste la guerra…».
Nota: Susan Jocelyn Bell nunca ha tenido el reconocimiento que se concedió, hasta en seis ocasiones, a Antony Hewish, incluido el Nobel de Física de 1974. Hewish (y Ryle) brillan en la Historia con la luz que probablemente se le hubiera otorgado a ella, de haber nacido hombre.
Una situación semejante se dio en el caso de Henrietta Swan Leavitt, en 1921, que descubrió y estudió las cefeidas, un tipo concreto de estrellas que permitieron la medición del Universo, la idea actual sobre su expansión y parte de la teoría de la relatividad de Einstein.
A lo largo de la Historia, el oro de los Nobel de Física ha brillado para cuatro estudiantes. Los cuatro eran hombres.
EFRAIN DÍAZ
Era sábado en la noche y Ariel se disponía a ir a la barra más famosa de Puerto Rico. La Factoría.
Localizada en El Viejo San Juan, contaba con tres barras de lujo muy bien surtidas. Los bartenders era cocteleros profesionales que innovaban a diario para brindarle a los comensales los tragos más exóticos jamás preparados y la música estaba adelantada seis meses a lo que estaba de moda. La Factoría imponía la moda en música y en coctelería. Ya había sido catalogada dentro de las primeras cincuenta barras del mundo y era el lugar de reunión de la clase alta, la crema y la nata de Puerto Rico. Ariel vistió sus mejores ropas. Su atuendo era impecable.
Al llegar, cruzó a la segunda barra. La primera estaba imposible. Le pidió un coctel al bartender y miró alrededor. Examinaba la fauna presente. Escrutaba a las féminas con ojo y actitud de experto.
Divisó una mujer muy guapa y elegante. Vestía un traje negro, corto, con un generoso escote y llevaba el pelo recogido en una simple cola de caballo. A simple vista vio que tenía buenos senos y se dirigió hacia ella.
Al llegar, se presentó. Ella lo recibió con una cálida sonrisa. Él la invitó a un trago y ella aceptó. Se llamaba Laura. Era abogada y laboraba para uno de los lrincipales bufetes de San Juan.
Luego de una extensa y fructífera plática, Laura le pidió bailar. Ambos fueron a la pista y bailaron al ritmo de la música sensual que tocaba en dj. Bailaron, volvieron a la barra, tomaron y volvieron a bailar. Así se oasaron toda la noche. Ariel estaba muy estudiasmado. Laura no solo era guapísima, sino que era inteligente, tenía una personalidad jovial y agradable y contaba con un buen trabajo.
A eso de las dos de la madrugada, Ariel le pidió salir del lugar. Quería un lugar mas privado. Algo menos concurrido y más tranquilo. Laura accedió. Después de todo eran dos adultos y Ariel parecía un buen tipo.
Ambos salieron y caminaron por El Viejo San Juan. Mientras hablabaan, Ariel le agarró la mano y Laura con una sonrisa accedió.
Aprovecharon la noche, el efecto de los espíritus destilados y el frio y se apestillaron en una esquina. Se fundieron en un abrazo y se besaron. A medida que avanzaban, Ariel corría las manos por su cuerpo.
Laura hacía ejercicio, pensó. Tiene las carnes duras. Debe de ir al gimnasio.
Siguió corriendo sus manos sin que Laura protestara, pues ella también corría las suyas por el cuerpo de Ariel.
Al no poder resistir, Ariel corrió su mano hacía las partes pudendas de Laura y notó algo raro. No era una vagina tradicional. Había algo que no era normal. Cuando afincó la mano, se llevó la sorpresa de su vida. Laura no era Laura. Era Mario, un conocido transexual que decidió tener una aventura. Ariel maldijo la hora que se fijó en “ella”.
No todo lo que reluce es oro y no todo lo prieto es morcilla.
GABRIELA INÉS COLACINNI
De tu boca
salieron palabras
de oro y luz.
Irrumpieron en
mi oscuridad.
Sedujeron y encantaron
mis penas cansadas
como a tiernas niñitas.
Ellas vieron los destellos
y no dudaron en volar
hasta alcanzarlos.
Querían terminar
con la carga del dolor.
Una vez allí,
a la espera
de la gran transmutación,
comprendieron la farsa,
la impiadosa consecuencia
de autoengañarse
sobre las supuestas
bondades inherentes
a todo aquello que brilla.
MARÍA LORETO ARGANDOÑA
El oro no siempre es del mismo color. Es impredecible y depende del cristal con que se le mire.
A veces brilla, a veces destella, otras ecandila, también engalana. Puede ser tanto amarillo como naranja, pero, no sé por qué, pero al menos por hoy, presiento que el oro lucirá albiceleste.
MARÍA JESÚS GARNICA PARDO
Era se una vez, en un lugar cualquiera.
Una joven llamada Blanca conoció a un príncipe. No estaba en sus pensamientos ser princesa, aunque el príncipe era bien guapo y el amor triunfo. Su familia en general y su madre en particular no estaban de acuerdo con aquella relación.
Pero Blanca enamorada al castillo se fue para casarse.
Todo era lujo, la vistieron con lujosas ropas, joyas, peluquera.
Cuando se miro en el espejo, parecía otra.
Más todo el mundo le decía lo hermosa qué estaba.
Blanca se dio una vuelta por el castillo, escucho a los reyes hablando de la boda.
Decía el rey» Gracias qué el niño se casa con esa desgraciada, así se acaban las habladurías»
Si, contesto la reina, después de la boda ya podemos deshacernos de la joven.
Si, dijo el rey, mejor no dejar testigos.
Blanca salió corriendo en busca del príncipe.
En sus aposentos lo encontró en brazos de otro hombre.
No es oro todo lo qué reluce.
SON SONIA
CAOS
¿Qué sucedería si, de repente, todos fuésemos multimillonarios?
Abrí los ojos y me quedé mirando la luz que se filtraba por las rendijas de la persiana. Me esperaba otro día de la marmota y me daba pereza, mucha pereza. Me giré sobre mí misma dispuesta a caer en la perezosa tentación pero algo me llamó la atención: frente al armario había un baúl, un baúl grande. Eso no debía estar ahí. Encendí la luz y me incorporé en la cama.
Fijo, aquel baúl no era mío. Era de madera maciza, tallada, y parecía lo suficientemente caro como para ratificar que no era mío. ¿Cómo había llegado ahí ese baúl? No sentía miedo, tampoco amenaza alguna; algo me hacía saber que no corría peligro, que no saldrían serpientes venenosas de ese baúl ni tampoco un criminal me acechaba.
Me acerqué al baúl y, con las dos manos, con cuidado, alcé su tapa. Mis ojos se abrieron como platos, estupefactos: fajos de billetes y, sobre ellos, un sobre.
Abrí el sobre y leí su contenido:
“Manual de instrucciones:
Acabas de convertirte en multimillonari@. Esto no es una broma. Tampoco es dinero falso. Cada billete es tan original como el original al que representa, hasta en el grado de uso. Cuando salte la liebre, el gobierno no podrá saber qué dinero ha sido expedido humanamente y cuál no.
Todos los hogares (incluyendo sin techo) han recibido un baúl igual, excepto aquellos que ya tienen de sobra o relacionados con lo gubernamental. El gobierno no debe enterarse de la existencia de los baúles porque los requisarían. Si hablas del baúl con una persona con la que no convivas, tu baúl desaparecerá.
Esto va a crear un caos a nivel mundial y demostrará por qué las cosas son como son.
¿Qué reluce en ti, el oro o el amor?
Atte.: El Universo”
EDUARDO VALENZUELA
Las luces de neón, los brillos, los colores, todo relucía y yo tenía una racha ganadora de puta madre.
Le pedí a la escultural chica de vestido plateado que soplara los dados una vez más y los lancé. La mesa, las luces, los dados y todo me daba vueltas, creo que me había pasado con las copas. De pronto me hallé con un montón de fichas que ya ni en los bolsillos me cabían. Me costaba caminar, estaba mareado, pero la chica plateada, reluciente, me acompañaba sosteniendo un vaso de whisky y se empeñaba en que continuara bebiendo.
De pronto noté que otra chica, que vestía unos vaqueros blancos muy mona, se nos quedó mirando con cara de preocupación. Tropecé, ella alcanzó a sostenerme para que no cayera. Luego recogió del suelo un par de fichas que perdí, me las puso en la mano y me dijo al oído: «no es oro todo lo que reluce». Con los ojos me hizo un gesto de desaprobación para mi acompañante de traje plateado.
Estaba desorientado, pero me quedé viendo a la chica de plateado reluciente. Su rostro no tenía ninguna expresión. Solo estaba allí empujándome a cobrar las fichas y a beber más whisky. Le agradecí la suerte, la compañía, las copas y la mandé a freír monos.
Cuando salí del casino todo estaba oscuro, era de noche y traté de caminar por la zona del aparcadero. Aún tambaleaba y no lograba meter la billetera, que casi reventaba de dinero, en mi bolsillo trasero.
―¿No iras a conducir en ese estado, verdad?
Me giré y vi a la chica de vaqueros blancos, la que me dijo: «no es oro todo lo que reluce».
―No, no ―respondí―. Voy caminando hasta mi hotel. Está a un par de cuadras de aquí.
―Si a eso llamas caminar, estás en un lío ―rió―. Venga, que yo te llevo en mi carro.
―No. En serio. No es necesario. Yo puedo.
―¿Y la chica de vestido plateado, tu acompañante?
―Oh, ella… La mandé a volar.
―Tienes que cuidarte de esas chicas. Se especializan en identificar tíos que ganen mucha pasta y que están pasados de copas. Luego los acompañan afuera y ¡Zaz! ¿Tú no eres de aquí, verdad?
―No, no lo soy ¿Se me nota mucho?
―Aparte del acento… La verdad es que sí ―volvió a reír―. Solo alguien que no fuera de aquí se atrevería a caminar por las calles a esta hora con una billetera tan hinchada en el pantalón. Venga, vamos que yo te llevo, que no me cuesta nada. Le digo a mi novio que haremos un desvío.
―¿Tú novio?
―Sí. Jaime, mi novio. Me espera en aquel carro.
―No, no, no. No quiero molestar. Agradezco tus consejos, pero caminaré. ¿Qué me recomiendas? ¿Qué me guarde la billetera dónde?
―¿Tienes un pañuelo?
―¿Un pañuelo?… No.
―Vamos, que te presto uno mío ―sacó uno blanco de su chaqueta―. Lo estiraré aquí y ahora tú pon los billetes en él. Deja uno en la billetera por si te asaltan, pensaran que se llevan algo.
Seguí sus instrucciones y pregunté.
―¿Y ahora?
―Ahora lo amarramos, haciendo un nudo así. Y luego te lo debes guardar acá…
Se levantó un poco la blusa, lo suficiente para ver que llevaba un coqueto piercing en el ombligo, y se metió el bulto envuelto en el pañuelo entre el vientre y el vaquero.
―¿Ves? ―dijo, levantando ambas manos―.Tú te lo puedes acomodar incluso para parecer más viril ―sonrió picarona―. Descuida, que nadie te meterá mano allí.
Sacó el pañuelo y me lo entregó.
―A ver, prueba como te queda.
Me metí el bulto bajo el pantalón, acomodándolo en la zona de mi pubis. Me sorprendió que ella se tapara la boca y comenzara a reír.
―¿Qué pasa? ― pregunté.
―Que te ha quedado un poco alto… se ve “raro”… Parece una hernia inflamada.
Bajé el bulto un poco más, para que luciera más natural.
―¿Y qué tal ahora?
―Sí. Ahora sí. Pero vamos, que ya nos hemos reído bastante, no se diga más que te llevaré en mi carro. Sígueme.
―No, amiga. En verdad, no quiero importunarte ni a ti, ni a tú novio. Aprovecharé de caminar para tomar aire y despejarme un poco… Solo me apena haberte dejado sin pañuelo.
―No hay problema tío, que tengo muchísimos… Bueno, adiós y procura cuidarte ―dijo dándose la media vuelta.
―¡Espera! ―le dije.
―¿Dime?
―¿Cuál es tu nombre?
―Mis amigos me dicen Bego.
―Pues, adiós, Bego y muchas gracias por todo.
En cuanto llegué al hotel me dejé caer en la cama y me saqué el pañuelo para desanudarlo… Adentro del pañuelo blanco solo encontré papel de periódico cortado en rectangulitos del tamaño de billetes.
«No es oro todo lo que reluce», me dije a mi mismo. Bueno, así es la vida… al menos me he quedado con el pañuelo de Bego.
YOLILLANA RELATOS
*No es oro todo lo que reluce (quien dice oro…)*
Llovía a cántaros el día que el comisario García, Abelardo García, volvía al trabajo.
Había estado de baja por depresión seis largos meses. Todo ese tiempo hacía que sus compañeros le habían llevado a urgencias después de tener una crisis de pánico en pleno interrogatorio al Pupas. Toda una experiencia para el pobre chaval, el Pupas, que pensó que todo lo que le estaba pasando al comisario García era por su culpa y empezó a confesar hasta los delitos de los que no se le acusaba.
A partir de aquel día, García empezó un peregrinaje entre psicólogos y psiquiatras que le recetaron todo tipo de medicamentos y otros remedios, más o menos conocidos y todos igual de poco efectivos.
Lo había probado todo. Las drogas legales, la terapia cognitiva conductual, el yoga, la meditación y hasta el grupo de teatro de la asociación de vecinos de su barrio.
Allí había conocido a la Carmela. Una loca del coño que estaba ahí porque la obligaban sus hijos, pero que según ella, lo único que le ayudaba con sus fases bipolares era la marihuana. A veces en forma de porros nocturnos para conciliar el sueño, y las más de las veces en los brownies tan ricamente aderezados que alguna vez había llevado a los ensayos del grupo de teatro, obviamente, sin contar nada a nadie de tan interesante ingrediente.
Gracias a la adicción a los brownies de la Carmela, y a las noches que pasaba con ella apurando los cigarritos de la felicidad, consiguió recuperar algo de su cordura y volver al trabajo.
Y ese día, el que llovía a cántaros, el primer expediente que encontró encima de su mesa era el del pobre Pupas.
Seis meses y el chaval ya estaba ahí otra vez. ¿En serio? ¿Y le tocaba a él otra vez?
Algo parecido debió pensar el muchacho cuando lo vio entrar en la sala de interrogatorios.
-¡Hombre Pupas! ¿Tú otra vez por aquí? – dijo mientras lanzaba el expediente encima de la mesa – y por lo que veo, esta vez parece que se te ha ido un poco la mano, ¿no?
-Se se señor Comisario… cu cu cuánto tiempo sin verle – dijo mientras se encogía en la silla, bajaba la cabeza y escondía las manos esposadas debajo de la mesa
-Me tomé un descanso – controla García, que no note que estás nervioso – Pero por lo que veo, tú no has parado, eh! – dijo sentándose enfrente de él mientras se desabrochaba el botón de la chaqueta – lo que es la vida, parece que volvemos a estar donde lo dejamos
-Bueno, su su sus compañeros me me me tienen manía. Yo me me me gano la vida co co co como puedo. Estoy ven ven ven vendiendo kleenex por por por los se se semáforos
-Eso será, porque siempre que salen a darse una vuelta por tu barrio, te pillan “vendiendo kleenex” ¿Qué hacías esta tarde en el parque de los patos? ¿Vendiendo kleenex dices? ¿Y va bien el negocio? Porque no llevabas ningún paquete encima. Bueno sí, pero de esto – y lanzó sobre la mesa una bolsa de marihuana
-Es so so solo para con con con consumo propio se se se señor comisario – dijo mirando la bolsa mientras empezaba a temblar
-Pues vas a tener que medir las cantidades o te va a dar algo. Pupas hombre, que ya nos conocemos. Además aquí hay más de 200 gramos, tú no te fumas eso ni en un año.
Le dio unos segundos a ver si decía algo, pero el Pupas se había encogido sobre sí mismo y ni siquiera levantaba la cabeza.
Ya se veía pasando la noche en el calabozo de la comisaría y viendo cómo lo trasladaban a los juzgados en un furgón policial por la mañana.
Quién le mandaría a él salir de casa con tanta mercancía.
-Mira Pupas, no me preguntes porqué pero esta vez me has pillado de buenas y te vas a marchar por donde has venido. Ale! Arreando, sal de aquí antes de que me arrepienta
El Pupas levantó la cabeza con los ojos como platos
-Si no te mueves no te puedo quitar las esposas. Venga que ya me estoy arrepintiendo. ¡Levanta!
-Pe pe pero co co co misario
-Nada nada, no me lo agradezcas – le quitó las esposas y le dio una palmada en la espalda – aquí no ha pasado nada. Ahora te vas a casa y descansas. Pero que no te vuelvan a coger los compañeros que igual no tienes tanta suerte. Te vas pero esto suma una hoja más a tu expediente, que empieza a parecer una trilogía, así que ve con cuidado
El Pupas salió corriendo de allí sin dejar de mirar hacia atrás.
El comisario García le seguía con la mirada y lo vió andar atropellado y tropezando con todo aquel con el que se cruzaba. Le hizo un gesto con la mano para indicarle que se fuera y que no se preocupara. Como un padre benévolo que se despide con cariño de su retoño, al que acaba de perdonar las malas notas de clase y le deja salir con los amigos.
El encuentro con el Pupas no había estado tan mal.
Mientras veía al Pupas salir por la puerta de la comisaría, le entró una llamada.
-¿Qué tal la vuelta al curro? ¿Ya tienes a todos los malos controlados?
-Hombre Carmela! En tí estaba pensando – qué detalle de parte de su amiga llamarle ese día, y qué casualidad que le llamara justo en ese momento
-Espero que para bien – la carcajada posterior hizo sonreír a García
-¿A que no sabes a quién tenía aquí esperándome esta mañana?
-¡No me fastidies! ¿han vuelto a pillar a mi sobrino? – ya no había ni carcajada, ni risa, ni sonrisa
-El mismo – ahora la carcajada era de García
-Más tonto y no nace. Mira que le tengo dicho que se ande con cuidado. ¿Qué ha hecho esta vez el cenutrio?
-Pues se le ha ido la mano con la mercancía de los kleenex, así que gracias a que estaba yo aquí. Para casa va ahora mismo, o eso debería estar haciendo
-Joder! Pues muchas gracias. A mi hermana cualquier día le da algo por culpa del membrillo éste. Te debo una Abelardo
-No me llames así o me debes dos. ¿Nos vemos esta noche?
-Venga, te espero en casa a las ocho. Preparé una buena cena
-Perfecto, yo llevo el postre – Y colgó sonriendo mientras cogía el fardo de “kleenex” del Pupas y se lo escondía en el forro interior de la chaqueta.
CARLOS RODRÍGUEZ
Una nueva jornada llega a su fin, y el cansancio ya ha hecho mella tanto en mi cuerpo como en mi mente, y comienza a ser difícil hacer una separación efectiva entre aquello que es real y lo que solo es fruto de mi imaginación.
Los recuerdos se apelotonan ante mis ojos cerrados haciendo aún más difícil la tarea de pasar página y dejar atrás este amor que me consume por dentro alimentado por el calor de mis propias entrañas.
No, no quiero abrir mis ojos, sé que al hacerlo tú no estarás aquí, y eso, eso sí es lo que me destroza el alma.
No, no es la primera vez que te has ido, pero sí es la primera vez que sé que ya no habrá otro regreso.
Era feliz a tu lado, tal vez como no lo había sido antes, pero una vez más el universo parece estar riéndose de mí, regodeándose en como he vuelto a caer exactamente en lo mismo de siempre, ese entregar corazón y alma sin medida, sin esperar nada a cambio, sólo con la ilusión de quien simplemente vive por y para el ser amado.
Pero el brillo nos ciega, nos impide ver la superficie y el fondo de aquello que tras él se oculta, y como dice el refranero… “no es oro todo lo que reluce». Y así, sin apenas darme cuenta descubro lo ciego que estuve, como tras la cegadora luz únicamente había una fría figura de escayola carente de sentimientos.
Pero la vida sigue, y tal vez al doblar la próxima esquina me daré de bruces con esa beta de oro, que cubierta de impurezas se encuentra carente de brillo, pero cuyo valor es incalculable y, como yo, tan sólo espera que alguien con infinita paciencia se tome un tiempo en retirar el barro que el tiempo y las ciegas manos fueron dejando sobre la superficie.
Entre los recuerdos, la nostalgia y las preguntas sin respuesta, el sueño me vence y me transporta al mundo de Morfeo, donde no hay sufrimiento, donde tú caminas a mi lado y juntos reímos recordando todas las tonterías que nos mantuvieron separados.
Y vuelvo a ser feliz, hasta que el sonido del insensible despertador me arroja a la cruda realidad de otro día sin ti, a una nueva jornada donde llenar las vacías horas con actividades que mantengan entretenida mi mente y alejen de ella todo recuerdo que pueda traerte a mi.
ROSA ROSANA
Caía sobre su cuerpo como si fuera una segunda piel que la fuera recubriendo, un abrigo de terciopelo, un manto en movimiento, que de cálido pasó a ser hielo.
Sintió la frialdad en cada mirada, las caricias ya no calentaban, los besos vivían en ausencia, aquellos que le había dedicado emigraron buscando fronteras nuevas.
El invierno la cubrió comenzando por sus piernas. Nunca sintió tanto frio en ese país lleno de olvido, aquel que era su hogar y su tierra, donde habían nacido sus hijos, hoy era su condena. Se apoderó de ella la tristeza nadie podía vestir sus prendas. Quisiera desnudarse, arrancarse de la piel, todos los recuerdos que dejó sobre ella.
Más que una mujer parecía un alma en pena, desprovista de la tibieza que una vez unas manos pusieron sobre ella.
Tenía que quitarse sus huellas, esos dedos candentes que una vez la hicieron arder. Se vistió de entereza tapando el frio de su piel. Caminaba seria y distinguida, se dijo bien alto que un matrimonio no era un fracaso, y aquel que la había amado hoy se revolcaba en otros brazos. El dolor la acompañaba por dentro y dos opciones le surgieron. empequeñecerse o crecer.
Con dos pequeños a su lado, la familia presionando y los vecinos murmurando, ella se dijo: ¡Yo no soy la infiel! No tengo que esconder la cabeza ni evitar miradas indiscretas.
Cada día se puso más hermosa, aunque en principio sólo fuera en apariencia y por dentro desfalleciera. Sabía que estaba presa y no podía romper sus cadenas de golpe, necesitaba fuerza, las limaría hasta que se rompieran. La sociedad no la ayudaba, iba en contra de ella. Esa que tanto veneraba el matrimonio la convertía en una pobre mujer, una cornuda, la mujer de un infiel, como si aún encima tuviera que defenderse y él brillaba por doquier. «Don Pedro tiene una amante que listo que es él» rumoreaban en cada portal a la una, a las dos, y a las tres y antes de cenar también.
Su madre le dijo:
—Hija no puedes separarte, ¿qué dirá la gente? Son cosas que tienes que aceptar y seguir tu vida con normalidad. Vamos los domingos a misa, los sábados al Club de campo, los partidos de polo son un clásico, los viernes tenemos Pilates y los jueves masaje, los miércoles hay partido de golf, los martes jugamos al pádel y los lunes las partidas de Mus lo más fascinante, ¡Cómo vas a divorciarte! Perderás todo eso y tu posición.
No podía creer lo que estaba escuchando. Nunca pensó en la vida de su madre hasta ese momento.
—Tu marido es un gran hombre, con una buena profesión y un buen nombre.
—Mi marido es un CABRÓN—le espetó.
Su madre se ruborizó en extremo. Aunque sabía que su hija tenía razón, ella había sido educada en una sola dirección. No se hablaba de las amantes de los maridos, esas eran cosas de ellos.
Sintió que su mundo se desmoronaba. Observó a su madre con tristeza y a la vez comprensión. Recordó todas aquellas ausencias de su padre y comprendió. Decidió que no quería lo mismo para ella ni que sus hijos vivieran esas ausencias. Recordó las escusas que a ella le dieron siendo pequeña, cuando tanto su padre viajó, y se hizo luz en su invierno y en silencio lloró. Lloró por ella y por su madre y por todas las mentiras que creyó. Algo se rompió por dentro y a la vez comenzó su reconstrucción.
Quizá sería una oveja negra entre tanta urbanización, pero ese rebaño no lo quería por mucho que fuera la lana de Mohair, el mejor vellón., y así nació una oveja negra en la familia Picot, rompiendo con la tradición. Ángela sería la primera.
Cogió a sus hijos y se fue a Italia, dejando una escueta nota:
Nos vamos a Italia por unos días.
Anuló sus citas para ese mes y se dio de baja en todos los clubs privados a los que solía asistir.
Durante días y días fue el tema de conversación en todos esos rediles. Se barajaba si habría abandonado a su marido y eso en sus cabezas no les cabía. Qué buena vida se estará dando en Italia y su marido trabajando en la clínica, era lo que sus mentes alimentaban. Hasta la amante de su marido se enfadó con él:
—Pedro… ¡A mí no me tratas tan bien! Un mes en Italia, así, de vacaciones, sin más.
Pedro no sabía que pensar y hasta su amante llegó a cansarle de tanta insistencia en recordarle esa brecha que surgía en su matrimonio. Uno podía tener amantes, pero que tu mujer se fuera de vacaciones sin avisarte más que dejando una nota sin más explicaciones, eso, no era de recibo. No era lo que se esperaba uno de su mujer en aquel entonces. Ya se sabe: » NO ES ORO TODO LO QUE RELUCE»
BEA ARTEENCUERO
Cuando Mailen, le dio la noticia, Gastón hizo castillos en el aire.
Hacía tres años que estaban juntos y eran tal para cuál; Todos sus proyectos eran de a dos.
Esa tarde cuando lo llamó le dijo…
– Amor tengo que darte una noticia, nos vemos a las 20 hs en tu departamento..
Gastón llego temprano y preparó la cena, estaba ansioso, ¿ Que le diría Mailen? Seguro la ascendieron!!!
20 hs llega Mailen.
– Hola amor! Prepare el pollo como te gusta.
– Bueno cenemos.
– Dime la noticia, estoy impaciente..
– Primero cenemos estoy famelica.
Asi fue, comieron..Rieron, estában alegres.
Despues del postre, llego el café.
– Ven, siéntate a mi lado.
– Al fín, no me hagas esperar más.
Mailen lo beso, lo miro a los ojos y…
– Vas hacer papá!!!
Gastón quedo mudo, emocionado..
– Como, como, cuando? Repitelo por favor..¡Voy hacer padre!.
La felicidad se reflejaba en todo su ser..
– Gracias, gracias ¡Te amo! ¡Te amo!
Esa noche, fue magica, hicieron el amor como nunca, el deseo a flor de piel, los unía en cada movimiento.
Gastón se sentía el hombre mas feliz del universo.
Se durmió con una sonriza dibujada en el rostro y soño, soño con un niño que lo llamaba …Papá…
En el desayuno le dijo a Mailen:
– Casemonos antes que nazca .
– No hay prisa amor, pero si es tu deseo, hagámoslo.
– Quiero que el b.b llegue a un hogar constituido.
Le dio un profundo beso y salió tarareando una canción que su madre le cantaba para que se duerma.
Mailen frente a la taza humeante de café pensaba en voz alta..
Perdón amor…Te amó, te amó.
Nunca sabrás que este niño que llevo en mis entrañas, es la consecuencia de una noche de locura.
Nunca sabrás que…
¡ No es tu hijo!
ANTONIO JOSÉ ROMERO GÓMEZ
Apostaron sus traseros en la única mesa que quedaba libre en la terraza de aquella céntrica cafetería.
—¡Aquí Marta! —indicaba Lucia a su amiga el lugar que habia encontrado, como si de un tesoro se tratara.
La gente transitaba a su alrededor realizando sus compras, aprovechando las rebajas de verano, igual que habían hecho ellas. Dejaron las numerosas bolsas que traían en la silla que quedaba libre y llamaron a camarero para pedir.
—Un café con leche y un capuchino, por favor!
Una vez servidas, revisaban y comentaban todas y cada una de las adquisiciones que habían hecho durante la tarde. Lucia se empeñaba en enseñarle a Marta el bolso tan cuqui que habia encontrado por «cuatro duros», pero la amiga parecía tener su atención en otra cosa.
—Mira tia, este chico me ha mandado una solicitud, ¿Lo conoces? —Marta volteó su teléfono ignorando en empecinamiento de Lucia por enseñarle el bolso.
—¿A ver? —Lucia entrecerraba sus párpados para observar mas minuciosamente el perfil de aquel joven, pero no conseguía ubicarlo— tia no me suena, mira en sus publicaciones a ver.
A Marta le pareció buena idea y comenzó a husmear en el muro del muchacho.
—Pues no me suena, pero parece majo… —dijo Marta. Lucia, que ya conocía a su amiga, sabia perfectamente a lo que se refería con el termino «majo». Se miraron cómplicemente y compartieron carcajadas.
—Mira —de nuevo le mostraba una imagen, esta vez ampliada, en la que aparecía el joven en un selfie mostrando una perfecta sonrisa blanca y unos embriagadores ojos verdes.
—Si tia, esta bueno —senteció Lucia dando su aprobación. Marta seguía oteando entre las instantáneas que el joven habia subido a su perfil de instagram. Deslizaba el dedo verticalmente sin cesar por la pantalla. Una de tirantes en el gym mostrando su musculoso cuerpo, otra navegando sobre un lustroso velero, otra conduciendo un lujoso deportivo… La chica embelesada por lo que parecía un chico perfecto decidió aceptar la solicitud sin pensarlo dos veces.
No habían pasado ni cinco minutos cuando recibió un mensaje directo del muchacho.
«Hola Marta, q tal? Soy kike, un amigo de tu primo ivan. Espero que no te moleste la invitación.»
A Marta le sorprendió la celeridad con la que el joven le habia escrito. Educadamente le contestó. Intercambiaron unos cuantos mensajes ya de vuelta a casa durante el trayecto en metro, ya sin su amiga Lucia. Para cerrar la conversación el joven le propuso verse al día siguiente y «tomar algo». Marta no pretendía parecer fácil pero tenia gran interés en conocer aquel joven tan apuesto y bien posicionado, así que aceptó. Al día siguiente, esperaba en el portal de su casa, bien conjuntada y maquillada. Había estado un buen rato atrincherada en el aseo de casa arreglándose para la ocasión. Oteaba entre el tráfico esperando ver el lujoso deportivo del joven aparecer cuando una estruendosa bocina sonó, alertandole de que el joven hacia rato que habia llegado. Extrañada se acerco. Aquel joven que saluda se parecía al del perfil de Kike pero no al cien por cien. No habia ni rastro de los embriagadores ojos verdes y ni de la sonrisa de película. Kike era mas bien un chico del montón. Tampoco el Renault era el coche de alta gama en el que posaba felizmente para las fotos. Se acercó con cautela y este le recibió con los brazos abiertos para saludarla. Los botones de la camisa se afanaban por no estallar de la presión. Los músculos de las instantáneas en el gym eran ahora orondos michelines que asomaban entre costuras.
—¿Kike? —preguntó Marta arqueando la ceja
—¡El mismo!
—No te habia reconocido —murmuró la joven mientras subían al Renault.
—Bueno, es que las fotos son un poco viejas —se excusaba el joven una vez dentro del vehículo.
¿Viejas? Y con un buen filtro… pensó la pobre Marta. Durante el trayecto, pudo comprobar que todo aquella opulencia de la que el joven presumía era pura fachada. Igual que los lujos que enseñaba seguramente serian prestados por algún amigo. Llegaron al lugar donde iban a seguir con la cita cuando Kike paro el motor y acto seguido preguntó.
¿Oye, te importa invitar tu y a la próxima pago yo?
Decididamente Marta aquella tarde aprendió la lección. En cuanto de redes sociales se trata, ¡No es oro todo lo que reluce!
JOSMA TAXI
LO QUE PUDO HABER SIDO
Ayer me prohibieron escribir, al menos sin supervisión psiquiátrica. Yo que había soñado con llegar a ser un escritor rebelde, incluso maldito. ¿En cuantas ocasiones me había imaginado rodeado de libros, unos míos otros no, pero todos ellos combativos, transformadores, revolucionarios?
Mis relatos serían capaces de imprimir huella en el corazón de los hombres. Les hablarían de su dignidad, de sus derechos, de su capacidad de progreso. Los alentarían a superarse, a ser optimistas y solidarios, a trabajar por mejorar sus condiciones de vida.
Pensaba que algunos de mis textos llegarían a ser de lectura recomendada en colegios, en fábricas, en ayuntamientos; que algunos pasajes se seleccionarían para honrar, en su despedida, a los difuntos.
Pero la vida te da golpes, te hace cambiar de opinión, incluso te obliga a tomar caminos inesperados, no siempre gratificantes.
Mi enfermedad mental me ha obligado a renunciar a todas esas ilusiones, ha ido minando mi cerebro, ha controlado mis emociones. La medicación me ha convertido en un ser sin ser, en un poder sin querer, en un morir sin vivir.
Ahora me han dicho que escribir es malo para mí, que acelera mis brotes maníacos, que llena mi ser de alucinaciones, de obscuridad.
Sigo sin saber si eso es cierto o es un falso aviso de los que me controlan, de los que me coartan, de los que me impiden ser feliz, de los que han inventado esta forma de callarme.
¡Que decepción! Pensé que todo lo que relucía era brillante, que incluso podría ser de oro., no ha sido cierto. Ahora ya no distingo la verdad de lo imaginado, desconozco cuál es el auténtico color del cielo, de la mar; dudo al apreciar el tono de la voz de mis hijos.
Ya no sé si la medicación me sana o me aturde. La tomo porque a mí me da casi todo, lo mismo, pero sigo teniendo gente a mi alrededor a la que antes llamaba familia, a la que quiero, a la que ya le hice demasiado daño y ahora se merecen descansar de mi manía.
No sé cuanto tiempo resistiré sin leer, sin escribir. Quizás no me dejen volver a hacerlo nunca.
Pero lo seguiré intentando, volver a ese mundo de letras es mí única salvación.
EMILIANO HEREDIA
Usted que me está leyendo
ESPAÑA NO ES UN PAÍS DE CHISTE, ES UN PAÍS DE TBO
Usted que meetá leyendo, habrá comprobado, e incluso estará inmerso en esta vorágine anual de luces, consumismo llamada Navidad,
Pues sí, esamos rodeados de luces, de villancicos (por favor, que alguien destruya el disco de Mariah Carey), de compras desaforadas, regalos y sobre todo, de un buenismo que da asco.
Por eso, usted que me está leyendo, pienso que España no es un país de chiste, es un país de TBO.
Todas las personas se convierten en una suerte de clon de «La Abuelita Paz» , toda bondad rezumando por cada poro de la piel.
Y cuando las fiestas acaban, nos acabamos convirtiendo en «Doña Urraca», buscando al «Camarillo» de turno para hacerle la vida imposible.
En estas copiosas cenas, comidas, parecemos la familia perfecta, cuando en realidad, nos parecemos más a «La familia Trapisonda, un grupito que es la monda». El abuelo contando batallitas como «El abuelo cebolleta», o el otro abuelo que te inunda de datos cientificos de tanto ver los documentles de la dos, tal y como «El profesor tragacanto, y su clase que es de espanto».
El cuñado latoso, que todo lo sabe como «Don Pelmazo», el cuñado sosias, como el gran «Vazquez», que te pega el sablazo con la promesa de devolvertelo a final de mes. O ese otro, que trabaja en un sinfin de trabajos, una suerte de «pluri Lopez», deseando ahorrar para comprarse un pisito mas bien modesto.
Y luego están los sobrinos, una suerte de de «la alegre pandilla», el sobrino adicto a los gimnasios tipo «Godofredo y Pascualino, viven del deporte fino», la sobrina ecologista que tiene la casa de sus padres como «Ande, riase usted con el arca de Noe».
Y el primo brutote del pueblo, una suerte de «Agamenon», que, según la abuela es «igualico igualico que el degunto de su aguelico».
Entre medias, suena el timbre, y aparece un grupo de gitanos al estilo de «la familia Churumbel», pidiendo el aguinaldo.
El padre de familia, permanece atento a las ultimas noticias del año, retransmitida por el becario de turno al estilo «el reporter tribulete».
La madre llama a sentarse a la cena, las primeras en sentarse son las tías solteronas al estilo de «las hermanas Gilda», el hijo atrincherado en su habitación como «Benito boniato», sale con desgana. Los gemelos de la casa, los mas pequeños, arman un «Zipi y Zape» con el belén, que parece hubiera pasado un huracán.
Por la tele, sale el ambiente de la puerta del Sol de Madrid, con gente con mas disfraces que «Mortadelo», y gente con gesto mas serio que «Filemón».
Si es Nochevieja, los presentadores aparecen tan elgenates como «Anacleto agente secreto», pero sin desierto, naaturalmente.
La vecina de toda la vida enorme como «la gorda de las Galaxias», viene a felicitar las fiestas y de paso tomarse unos polvorones con unas copillas de anis.
También vienen los vecinos del cuarto, como «La familia Ulises», con perro incluido. El profesor viudo del segundo, intelectual como «El profesor Franz de Copenhague», igual de estirado y con gafas incluidas», la portera del edificio con mandil blanco, oronda, como «Blasa portera de su casa».
Entre tanto guirigay, se presenta la del tercero, muy señorona ella, acompaña de su criada, con uniforme al estilo de «Petra criada para todo».
En la cocina se ha refugiado el padre de familia, deseando que venga «Superlopez», para echar a toda la gente de su casa y ver la televisión trantquilamente.
En fin, usted que me está leyendo, todo esto acabará deseando que venga «El doctor Cataplasma, con su criada Panchita», para aliviarnos el empacho no de comida solamente, sino, de anuncios absurdos de colonia, de juguetes y de turrón.
Y despues de reyes, todos acabaremos como «Carpanta», buscando algo que echarnos al buche.
A ussted que me está leyendo, le deseo felices fiestas, deslumbrandose con todos los oropeles de las calles, que a mí, ya no me pillan.
EL FARO
“Yo creí.
¿Eran tus ojos mentirosos?
Parecía tan real tu mirada; como si cruzara la calle sin luz verde, así de atropellada nomás, solo para envolverme.
¿Eran fraude los gestos?Levantabas tu mano como banderín de colores y la movías alegre para que vea tu saludo cada mañana
¿No existían tus palabras?
Esas que me decías, cuando nos cruzábamos en el viejo camino hacia la despensa, y yo las repetía cuando volvía a casa. Una tras una para no olvidarlas.
¿No era tu campera esa que me prestaste, cuando hacía frío a la salida de la capilla?
Y yo me fui abrazada oliendo a madera y aguamarina, arremangando los puños. Tibia de vos y esperanzada.
¿Fui una ingenua?
Cuando me encontraste sola la noche del baile y preguntaste si algo me hacía falta. Si necesitaba que me acercaras. Que era tarde, y tal vez era mejor que me acompañaras.
Espere y espere.. hasta que una tarde vi como la llevabas de la mano, y la besabas. Ella tenía un vestido de flores tan rosadas como sus mejillas. Y yo no sabía su nombre pero le decías amor
Yo creí que eras oro, por cómo brillabas
Y era solo fantasía, un dorado falso..lo que yo esperaba. “
PURO CUENTO
«Arriba las manos» ordenó el ladrón a punta de pistola al bajarme de mi Lamborghini.
Al levantar los brazos las mangas de mi saco Armani dejaron al descubierto mis muñecas. La izquierda, con un Rolex original.
Al caco se le salieron los ojos de las órbitas.
«Tranquilo amigo. No todo lo que brilla es oro «
advertí.
OMAR ALBOR
No todo lo brilla es oro.
Laberintos de palabras llegaron a mis oídos como toda tempestad me envolví en mi suéter y salí en la noche, hacia frío pero yo tenía calor había buenos motivos porque ir en busca de ella, sonidos que envuelven mi último recuerdo de ti, corriendo bajo la lluvia, era Enero y nada nos importaba. Ha pasado mucho tiempo y esto es revancha de una noche que no fue y quedó por explotar.
Mi voto esta semana es para:
– Eduardo Valenzuela
– Josma Taxi
Votos:
Yolillana Relatos
Eduardo Valenzuela
Guillermo Arquillos
Julia Hernández
Mi voto: Eduardo Valenzuela
Voto a:
Félix Meléndez y Efraín Díaz.
Voto a:
Son sonia
Yolillana relatos
Mi voto es para:
*Julia Hernández
*Antonio José Romero
*El Faro
Eduardo Valenzuela
Félix Meléndez
Julia Hernández
Josma Taxi
Antonio José Romero
Guillermo Arquillos
Mi voto es para:
Antonio José Romero