Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «semilla». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 4 de agosto!
* Por favor, solo votos reales. No hay premio, solo reconocimiento real.
** El voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos. Si alguien vota a 3 relatos, se contabilizará 1/4 de punto a cada uno. Si vota a 5, el voto será nulo.
*** Los textos son originales (responsabilidad de cada autor) y no han pasado procesos de corrección.
Cuando Mr C despertó, no sabía bien ni donde estaba, ni que había pasado. Tenía solo recuerdos borrosos de los labios de Matanga Aserejé tirándole besitos. Por el trajín del camastro, calculó que estaba en un barco, cosa que se confirmó cuando a duras penas levantose y miró por una especie de ventana redonda que había en su camarote. Pasó un buen rato intentando recordar algo, hasta que se abrió la puerta del camarote y una figura esbelta y bien proporcionada apareció a contraluz. Él la reconoció de inmediato.
-¡La que faltaba en el cuento, Maesa Pesenia Anca! –
– ¿Sorprendido Meinster?-
– ¡No mucho la verdad, Dios las crea y ellas solas se juntan! –
La verdad es que estaba bastante sorprendido. Había conocido a Maesa Pesenia tiempo atrás, cuando ella intentaba vender arena de río en Matalascañas. ¿Como era su lema? ¡Ah, si…!
-Has mejorado desde la última vez que te vi en Matalascañas, “¡Arena de río, compre arena de la desembocadura del Orinoco en Teruel, a ella la broncea y lo pone moreno a él”, creo recordar.
– ¡Ja, ja, ja, que tiempos aquellos, ya ves ! Ahora estoy al servicio de la Condesa Harad, que paga bastante bien.
– ¿Y yo que tengo que ver en esto?, la condesa Harad y yo hace tiempo que acordamos “in pectore” una tregua.
– Eso era antes de que se corriese la voz de que eres el portador de la semilla, por si no lo sabes andan detrás tuya infinidad de gentes de toda condición y pelaje.
-¿Y no podríamos llegar a un acuerdo por los viejos tiempos? Comparto contigo mi semillita… y en paz.
– Lo siento pero tú sabes bien que a mí solo me gustan los albinos –
– No hay problema, precisamente tengo en mi mochila polvos de talco, me los echo por la cabeza… y… –
-Jus, jus, jus, tu y tus ideas, lo siento pero el morbo que me da descubrir lo que la condesa tenga preparado para ti, no tiene precio – añadió al tiempo que cerraba la puerta.
Mr C calculó que habrían pasado una o dos noches, o uno o dos días, según se mire, cuando el barco se detuvo y como media hora hasta que la puerta volvió a abrirse.
¡Horror, si son Pili y Mili! – exclamó al ver entrar a Picadilly y Monroe la guardia personal de la condesa, los cuales por cierto no lo estimaban mucho.
– Volvemos a vernos Meinster – dijo Monroe con una sonrisa que dejó preocupado a Mr C.
– A vernos volvemos- añadió Picadilly con otra sonrisa exactamente igual.
Mr C fue conducio rápidamente en presencia de la condesa Harad.
Harad Lid era la pentateuticatercera tropecientas condesa de Harad y como sus predecesoras, tenía ese porte altanero y descarado que la hacía encantadora, hasta que se cabreaba.
-Vaya, vaya, ¿a quién tenemos aquí? Si es Mesere C, aka Belleza Smith – dijo mirándolo de arriba a abajo.
– Siempre a sus pies Señora Condesa – añadió Mr C intentanto congratularse con ella – Si su excelencia me lo hubiese pedido, hubiese venido yo solo.
– Si, claro, ja, que sepas que los derechos sobre tu semilla me pertenecen, se los he comprado a la Gran Madre Chisssttt -.
-¡Pero que manía con mi semilla! -.
-¿No lo sabes verdad?, el gran «Mr C el sabihondo» no lo sabe, ja, ja, ja –
-¿Saber el qué?
– 6 partes de tu semilla, junto a 6 óvulos de Dilita y 6 gotas de smothie de remolacha, forman la formúla para clonar a Mr Monster. Solo hay que depositar la mezcla en el cáliz sagrado, esperar a que macere e inseminar a miles de doncellas y así tendré miles de Mr Monster a mi servicio. ¿Brillante verdad?
– Hombre, yo a miles… no me veo la verdad, pero si me dejas probar con un par de ellas…-
-¡Qué le callen la boca al tío “deslenguao” este! –
Automáticamente acudieron Picadilly y Monroe, mientras uno le sujetaba la cabeza por detrás, el otro le vertió un lingotazo de smothie de col en la boca.
-Y como vuelvas a hablar a destiempo haciendo una de tus gracietas, te inyecto en vena smothie de col de bruselas –
¡Preparad al invitado y que alojen mientras a la princesa en la suite nupcial! – ordenó Harad Lid.
– ¿A qué princesa se referirá? – pensó Mr C.
No tardó mucho en encontrar respuesta, pues sentada en un palio dorado cubierto de seda, era transportada la princesa…. Sí queridos lectores, sí… Matanga Aserejé.
– ¡Y no me libro de esta ni a tiros! –
¿SERÁ CAPAZ DE CONSEGUIR LA CONDESA LA ANHELADA SEMILLA?
¿PODRÁ LIBRARSE UNA VEZ MÁS MR C?
¿CONOCERÁ POR FIN VARÓN LA PRINCESA MATANTA ASEREJÉ?
ESO QUERIDOS LECTORES NUNCA LO SABREMOS, ¿O SÍ?, NO SE, YA SE VERÁ.
Os parecerá extraño lo que voy a contar, poro creerlo.
Lo vi, pero no sé si fue en sueño o despierta el caso es que lo vi.
Mi cerebro era un campo de tierra listo para sembrar.
Los surcos igual subían que bajaban, aquello me desorientó. Entonces comprobé que el monte tenía forma de cerebro, es decir de cabeza. La cabeza, es redonda, por lo tanto los surcos no pueden ser muy largos.
La sembradora era yo. En la bolsa que llevo en mis manos dentro está la semilla.
En el primer surco tiré la semilla de recordar en este caso si cerré o no cerré la puerta de casa.
En el surco que baja hacia el cocote eché la semilla con los nombres de mis padres hermanos, amigos y otros.
Al darme cuenta de lo importante de este trabajo me sentí dichosa.
Continuó.
En el surco que baja a la oreja izquierda lancé la semilla de mis nietos ocho preciosidades tengo, también la de mis sobrinitos Ufffff cuántos…
En la raya que parte las dos mitades del cerebro, ahí eché todos los recuerdos de mi paso por la vida.
Si el tiempo me acompaña voy a tener un sembrado muy bueno, la cosecha inmejorable como la semilla. Sembrada…
Podría ser a través de una letra si hubiera una forma sencilla y rápida que midiera el recorrido de una relación. De la que hablo, sería la M, con mayúscula. Cada trazo representaría un par de meses, por ejemplo. Con lo cual, trata de una relación de ocho. Un suspiro para un tipo que cree que cualquier semilla germinará para convertirse en un gran árbol. Aunque no está nada mal si en la olla de ese tiempo, se añadieron todo tipo de ingredientes —aunque cada uno de ellos con una cocción determinada. Al final, lo que salió de ahí fue incomestible. Al final, el último trazo de la letra M, cayó en picado.
Cuando se conocieron, buscaron en el brillo de los ojos una señal que indicara una conexión sublime, una carretera infinita que fuera serpenteando hasta el horizonte. Como cuadros, interpretaron la escena deseada y la trazaron con pelos y señales, deslizando los diversos colores y emociones. Lograron crear un museo. Uno privado. La serie de escenas fueron colgándose por las alas de los corredores. A veces se recreaban imitándolos, sabedores de su originalidad. A veces los replicaban para superarlos, como aquel día de sexo oral que produjo agujetas en la lengua de él y desencajó la boca de ella.
Hacia el intermedio, algunas de las lámparas de las distintas galerías fueron fundiéndose —y no se repararon. Se podían observar escenarios en penumbra, nebulosas atrapadas, las llamas del inicio; el final de una fiesta.
Salió del trabajo y llegó a casa. El pacto ni escrito ni hablado se había cumplido: un alma había volado. Por algún motivo, le pareció más propio abandonar el nido que perpetuarlo. La primera opción permite escapar y planear hacia cualquier lugar. Por destino, se quedó con la segunda. Por la noche, sin embargo, se hizo a la idea de uno nuevo: no quería vivir escuchando talones tras de sí. Pronto, emprendería una nueva letra.
El señor Torreblanca lo humilla. Porque está a su cargo, ha cometido un error en la contabilidad, y sobretodo, porque le cae mal. Lo humilla y lo insulta hasta que se aburre y le ordena volver al trabajo. El empleado obedece con la moral de una cucaracha moribunda y, tras finalizar la jornada, vuelve a casa arrastrando cada paso.
Al llegar y ver a su hijo de doce años jugando con el ordenador le brota una rabia reprimida y la emprende con él. Que si es un vago, que si no va a llegar a nada, que si va a tirar el ordenador. El hijo se hunde en su silla, avasallado por la reprimenda. A la hora de ir a la academia lo hace con coraje y, durante la hora y media que pasa allí empieza a meterse con el rubito de delante, que soporta las trastadas ante la indiferencia de la profesora.
A partir de entonces cada día que va a la academia se las ingenia para hacerle la vida imposible al rubito.
Meses después, suena el timbre en la casa del rubito. El padre abre y se encuentra a su hijo con dos agentes de policía, quienes le informan de que han pillado al chico torturando al gato del vecino. El señor Torreblanca se muere de vergüenza, y pasa el resto del día con la moral de una cucaracha moribunda.
SERGIO SANTIAGO MONREAL
Clavé semilla,
en tu vientre,
penetré tu alma
y tu espíritu.
Esa semilla,
creció,
en cigoto,
se convirtió.
La semilla
del amor
tu espíritu
conquistó.
Tu óvulo
fecundado,
albergó,
vida.
Una noche estival en vela por el calor, sudando sin cesar, haciendo de nuestra habitación un lugar inhóspito, nos abrazamos pese al agobio del clima y nos fundimos en mil caricias prometiendo amor eterno ante la luna llena que cumplió nuestro deseo alumbrando lo más bonito de este mundo, dando el regalo más profundo que puedes dar en tiempo, por eso al regalo le llaman presente, regalamos vida en un nexo de nuestro amor indisoluble prometiendo a las olas que rompían en la orilla del mar la perpetuidad de nuestra semilla que se convertirá en amor eterno.
Carne de mi carne y carne de tu carne. La semilla recorrió tu vientre hasta alumbrar los vástagos más bonitos que mis ojos habían contemplado en vida. Dimos vida. Pusimos la semilla.
JUAN MANUEL MARTÍNEZ LOPERA
JACK.
Ni te atraparon, ni supieron quien eras realmente. Apareciste, mataste y cuando quisiste te esfumaste. Te aliaste tanto con la niebla que la gente duda de tu existencia . Tan sólo 5 prostitutas muertas crearon una leyenda. Sabías que el hombre es un fiero animal y que otros querrían superarte.
Tú pusiste esta semilla en mi mano.
¡ Maldito seas Jack!
RAKEL VALDEARENAS MATE
Y de su semilla creció y de ella salió un hermoso ángel.
CÉSAR BORT
Me he estancado. No mejoro. Hace tiempo que lo noto; lo que escribo no me satisface. ¿Gusta? Puede ser, quizás, pero… no es lo que quiero escribir, no como lo quiero escribir. Hay una semilla de una gran novela en mi cabeza, hace tiempo que está ahí, plantada; esperando germinar, pero no brota. Para que lo haga necesito cambiar de estilo, crear uno nuevo. Veo el interruptor; sé que hay que accionarlo para encender la chispa, pero no me atrevo.
Seamos justos, dignos y veraces: tengo miedo. Miedo de caer a la fosa insondable de la creación sin barreras, sin tapujos, sin atajos. Miedo de perderme en lo que soy, en lo que creo y en lo que pienso. Miedo a conocerme, sabedor de que no estaré encantado de hacerlo. Miedo a los espejos. Miedo a quedarme solo; a herir; a decepcionar si me quito la careta y me muestro.
Y, sin embargo, deberé hacerlo. No soporto la sensación de estar atado; de ignorar las ideas, o mejor, de coartarlas; de impedirles que aparezcan; que ganen terreno; que se impongan a las almizcladas imágenes que presento.
Necesito adentrarme en el bosque sin migas de pan; en el laberinto sin hilo de Teseo; escalar la montaña sin enano a cuestas.
Debo renacer, reinventarme. Regar la semilla para que enraíce por todo mi ser.
¿Qué planta nacerá? Un engendro, sin duda y, también, espero que algo que me guste; me complazca; me contente.
Nos leemos cuando vuelva del abismo ignoto de las vacaciones.
RAQUEL LÓPEZ
Tersura que germina
de una matriz,
madre naturaleza
gravidez infinita
de muchas existencias.
Besos de tierra
surcos de enigma,
acunadas por raíces
fértiles de vida.
Poder insignificante
que de ser nada lo es todo,
sueños que crecen
milagro que no acaba
semilla que mece el viento,
mágica luz de esperanza.
EFRAÍN DÍAZ
Tenía unos treinta y dos años cuando llegó a su nueva parroquia.
Padre Sebastián era blanco, alto, cuerpo fuerte y fibroso, pues había sido atleta en su juventud y todavía conservaba la mala costumbre de ejercitarse cuando su ministerio se lo permitía. De sonrisa dulce y mirada profunda, sus penetrantes ojos verdes hipnotizaban a cualquiera.
Padre Sebastián era de verbo fácil. Antes de matricularse en el seminario, había sido un destacado estudiante de filosofía y letras. Sus sermones eran precisos y concisos. Tenían la palabra adecuada, por lo que sus misas nunca duraban más de cincuenta minutos con mensajes profundos y enriquecedores.
El padre Sebastián, como nuevo párroco, había causado sensación en el pueblo. Algunos lo admiraban por sus capacidades intelectuales y otras, por sus atributos físicos.
Amalia, a quien la misa llevaba tiempo aburriéndole, despertó interés en volver. Si su catolicismo avivó, fue gracias al Padre Sebastián.
Sus amigas le hablaron maravillas del nuevo cura. Al final, las susodichas apostaron cien dólares a que Amalia no se tiraba al recién estrenado párroco.
Amalia era de las que no rehuía de un reto y le sembraron la semilla de la lujuria en su cabeza.
Trabada la apuesta, un buen día Amalia pilló al Padre Sebastián en la sacristía de la iglesia. Recién terminaba unas clases bíblicas.
-¿Tiene tiempo para una confesión, Padre? Preguntó Amalia.
Al verla, como quien avalúa un bien de consumo, el Padre Sebastián no pudo evitar mirarla de arriba a abajo. De unos veinticinco años, Amalia era morena, pelo lacio, negro azabache, ojos negros, nariz perfilada, labios carnosos, senos grandes y firmes, caderas anchas y nalgas en su sitio. Era la perfección hecha mujer, la perfección hecha pecado.
Al contemplarla, el Padre tragó gordo, algo que Amalia no pasó por alto.
-Claro hija, para confesión siempre hay tiempo. Hay que purificar el alma, pues no sabemos cuando nos toca- dijo el Padre.
La invitó a sentarse, buscó su esclavina de confesión y comenzó el rito.
-Ave María purísima- dijo el Padre.
-Sin pecado concebida- ripostó Amalia.
-A ver hija, dime qué pecados tienes. ¿De que pecados te acusas?
-Bueno Padre- dijo Amalia de una forma sensual- me acuso de tener pensamientos y deseos impuros. Me acuso de pensar solo en sexo. Me acuso de fornicar y cuando no puedo fornicar, me masturbo hasta tres veces al día. Cuando no lo hago con los dedos, lo hago con un juguete que tengo.
El corazón de Padre Sebastián comenzó a latir aceleradamente. No solo por lo que dijo Amalia, sino con la sensualidad que lo dijo.
El Padre Sebastián sabía que tenía que terminar la confesión y pedirle que se marchara, pero no quiso. Pudo más el deseo de continuar escuchando.
-¿Ese comportamiento es recurrente, hija?
-Si padre. Todos los dias- respondió Amalia. No hay dia que no pueda pensar en sexo y termine fornicando o masturbándome.
Amalia se acercó un poco mas al cura, que no dejaba de observarla. El cura permaneció inmovil.
-Padre, una parte de mi me dice que tengo que cambiar, pero la otra es más fuerte y me incita, me lleva y me arrastra y termino sucumbiendo al placer y a la lujuria.
Habiendo dicho esto, Amalia se acercó y lo besó.
Aunque su corazón estaba a punto de salírsele por la boca, el Padre Sebastián se quedó tan quieto como una estatua de mármol. No le correspondió el beso, pero tampoco lo impidió.
Al verlo calmado, al no poner resistencia, Amalia volvió a besarlo. El cura no rechazó el beso. Aunque Padre Sebastián no le correspondía, tampoco lo impedía. Por lo que Amalia se envolvió en un continuo beso.
Derrumbadas sus defensas, el Padre Sebastián abrió la boca. Amalia introdujo su lengua y jugó con la suya, que permanecía tan quieta e inmovil como el mismo cura.
Amalia se levantó y se le sentó en la falda, de frente a él y lo abrazaba por el cuello mientras lo besaba. Pegó sus pechos firmes y sus pezones erectos al pecho del cura y sintió que su lengua se movió hacia el lado. Habiendo correspondido, Amalia se hizo una fiera y comenzó a besarlo con loca pasión y deseo. Le devoró la boca como muy pocas veces había hecho en su vida. Le exitaba la minada resistencia del cura.
Amalia rompió el abrazo y colocó su mano derecha en la verga del cura. La sintió dura, tieza y firme. Tan dura omo un madero. La agarró lo mejor que pudo por encima del pantalón y la apretó con malicia. Sabía que había rebasado el límite. Ya no habría vuelta atrás.
El Padre no resistió mas. La abrazó y comenzó a besarla apasionadamente. La besó con la misma lujuria que un dia juró combatir mediante el voto de castidad.
Con fuerza la levantó y la pegó contra la pared de espaldas a él. Suavemente comenzó a desnudarla, acto que Amalia permitió.
Sus manos le sirvieron de sostén a los abundantes senos de Amalia, los cuales acarició y apretó mientras rozaba su verga entre sus nalgas. Le besó el cuello y continuó besándola espalda abajo. Le abrió las piernas y de rodillas comenzó a lamer su sexo mojado y caliente. Cada lamida provocaba un gemido de placer en Amalia. La volteó de frente y siguió lamiendo mientras le acariciaba los senos.
Amalia lo levantó y continuó besándolo. Le quitó la correa y el pantalón. Vio aquella verga venosa y erecta. Dura. Se arrodillo y se la metió en la boca. Comenzó a chuparla, clavândosela en lo más profundo de la garganta. Lamía y chupaba como si fuera la más dulce de las golosinas.
El cura la levantó y la llevó hasta una silla. Allí la puso en cuatro patas y comenzó a penetrarla por detrás salvajemente. Amalia gemía de placer. Cada embestida provocaba placer en ambos. Continuó penetrándola por detrás mientras ella se acariciaba el clítoris con la mano. No quería que el cura se lo sacara.
En la pared, el Cristo de palo era testigo silente de como se consumaba el pecado de la carne.
El cura continuó penetrándola salvajemente hasta que eyaculó. Amalia sintió un volcán en erupción dentro de ella. Aquel semen caliente la llenaba por dentro. Ambos terminaron exhaustos. El Padre comenzó a vestirse de prisa mientras Amalia se lo tomó con mas calma. Había ganado la apuesta. Hizo sucumbir al Padre Sebastián a los placeres carnales.
-Padre, no me luce usted primerizo en estas artes, le dijo Amalia.
-Por lo que veo, tu no te masturbas tanto como dices, por lo que también tendré que absolverte del pecado de mentir.
-Nos vemos el domingo en misa, padre.
-Hasta el domingo, Amalia.
Amalia se quedó con deseos de más. La semilla de la lujuria no solo había sido plantada, sino que Padre Sebastián la hizo germinar. Complacida, Amalia fue a cobrar sus cien dólares. Los mismos cien dólares que Padre Sebastián le había dado a las amigas de Amalia unos días antes para el pago.
PEDRO ANTONIO LÓPEZ CRUZ
RECURSOS HUMANOS
— ¿Cuándo estaría dispuesto a incorporarse?
Esa era la cuestión final que acababa de plantearme, con voz tan firme como impersonal, la joven situada al otro lado de la mesa.
— Cuando ustedes quieran. Mi disponibilidad es absoluta.
Tras contestar, permanecí pensativo unos instantes, reflexionando sobre esa última pregunta que, aunque no aseguraba en absoluto mi futuro, resonaba en mi cabeza con un cierto tono de esperanza. Así concluían los casi más de cuarenta y cinco minutos de entrevista en los que, a diferencia de muchas otras, me había sentido extrañamente incómodo.
Ninguno de los aspirantes sabíamos exactamente cómo habíamos acabado allí, pero todos teníamos la sensación de que existía algún nexo común entre nosotros, un hilo invisible que nos unía. Por mi parte, he de decir que siempre había querido formar parte de LifeSeeds Inc. Y ahora, casualidades de la vida, estaba a un paso de conseguirlo. Lo realmente curioso es que el puesto no había sido ofertado a través de ningún anuncio. Eran ellos, la corporación, quienes estaban buscando, contactando y reclutando directamente y de forma personal a los mayores expertos en genética. Algo bastante comprensible a tenor del principal objetivo de la empresa: recopilar el más extenso catálogo de especies vivas, secuenciar y estudiar sus genomas completos y preservar muestras suficientes como para repoblar el planeta en el hipotético caso de una desaparición masiva. De ahí lo de semillas para la vida; un poético nombre para una de las más reputadas compañías mundiales dedicadas a la biotecnología.
Al llegar mi turno, nada más entrar, aquella chica impecablemente vestida con un elegante traje de chaqueta, se presentó como la directora general de recursos humanos, algo que me sorprendió sobremanera, teniendo en cuenta el tamaño de aquella corporación. Tras las presentaciones, y sin poder ocultar mi nerviosismo, tomé asiento y la entrevistadora se dedicó a realizar un rutinario repaso a toda mi trayectoria profesional, amén de formularme una amplia batería de preguntas mientras garabateaba una y otra vez sobre el panel digital. Y no solo escribía. Tenía la extraña sensación de que además completaba sus notas con dibujos y esquemas al tiempo que me observaba meticulosamente. En cuanto a las cuestiones, la mayoría eran las habituales de cualquier entrevista de trabajo. Sin embargo, las entremezclaba de forma súbita e inesperada con otras que me resultaban francamente extrañas. No sé si para evaluar mi nivel de atención o como parte de alguna novedosa estrategia de selección.
Sin faltar a mi profesionalidad, debo reconocer que me resultaba una mujer bastante atractiva. Sin embargo, había algo en su mirada, fría y reptiliana, que me producía cierta inquietud. Y no solo era la mirada. Era su actitud general, sus rasgos faciales, el tono de voz, el cómo me observaba. Por algún motivo, tenía la extraña sensación de que mi inteligencia y mi brillante y dilatado currículum no eran exactamente los motivos que habían despertado la curiosidad de aquella prestigiosa firma. Ni tampoco los de la chica que se encontraba frente a mí.
Concluida la entrevista, me pidió por favor que me pusiera de pie. De entrada, aquello ya me resultó algo extraño. Nunca antes me habían solicitado algo semejante tras una entrevista laboral. Pero accedí, aunque sin poder evitar sentirme frágil y desnudo. Comenzó a analizarme de arriba abajo sin mostrar el más mínimo reparo, girando a mi alrededor, hasta que finalmente observé un cierto gesto de aprobación en su rostro. Ella también se levantó, despidiéndome con un fuerte apretón de manos.
— Creo que es el candidato perfecto. Estoy segura de que pronto le tendremos entre nosotros. Mucho antes de lo que imagina.
Azorado y algo confuso por todo lo que acababa de ocurrir, cerré la puerta y me dirigí atropelladamente hacia los ascensores. El sonido de la campanita y el de la puerta al abrirse me sacaron de mi ensoñación. Pulsé el botón del vestíbulo y la cabina comenzó a descender desde la planta diecinueve, lentamente, mientras sonaba un agradable hilo musical. Respiré profundamente e intenté tranquilizarme. Todo había acabado. Finalmente, el número cero apareció en el panel. Pero el ascensor no se detuvo. Los números siguieron descendiendo en orden negativo, cada vez más rápido: menos uno, menos dos… Instantes después, un extraño olor inundaba la cabina y fue entonces cuando perdí el conocimiento.
No sabría determinar cuándo desperté. Ni donde. Podría estar en el subsuelo de aquel enorme edificio de cristal o en cualquier otro sitio. Tras echar un vistazo rápido, vi que me encontraba sobre una especie de camilla futurista, rodeado por todas partes de tubos, cables, electrodos y diferentes dispositivos. Una luz blanca y brillante envolvía por completo la enorme sala. Una estancia sin ningún tipo de columnas ni paredes que, a pesar de estar llena de máquinas, se hallaba en completo silencio. Un número incalculable de tanques albergando en su interior todo tipo de especies animales y vegetales se disponía en hileras hasta donde mi vista podía alcanzar. Efectivamente, allí había especies suficientes como para repoblar todo un planeta. Nosotros incluidos. Por toda la estancia se encontraba repartida una numerosa granja de seres humanos, desnudos, pálidos e inertes. Ensartados, al igual que yo, por tubos a través de los que circulaban diferentes fluidos.
De repente, aquellos enormes ojos aparecieron como de la nada. Y comenzaron a observarme fijamente, mientras el ser de piel escamosa comenzaba a pulsar repetidamente sobre un panel en el que aparecían todo tipo de símbolos en un lenguaje ininteligible. Entonces, en mi mente comenzaron a surgir pensamientos e ideas. Aquel ser había comenzado a hablarme.
GAIA ORBE
no habrá fruto
si
no hubo flor
ni habrá flor
si
no hubo pistilo
sostenido por un tallo
que haya nacido en la hoja
amanecida en el brote
si
semilla criolla
NEUS SINTES
La «semilla de la vida» es una símbolo de gran importancia espiritual y religioso. Se puede encontrar en muchos lugares alrededor del mundo y fue utilizado por varias civilizaciones antiguas. Las religiones antiguas utilizaron una forma con siete círculos para crear lo que ellos llamaron la «semilla de la vida.
la flor de la vida es un objeto de misterio que bien puede desbloquear los secretos del universo, ya que creen que contiene un registro de información sobre todos los seres vivos.
Por lo tanto, la flor de la vida es sin duda uno de los más poderosos símbolos antiguos de todos los que se encuentran en todo el mundo. El número 7 es un número místico del Universo, uno de los números más sagrados y juega un papel importante en la geometría sagrada.
Se forma a partir de siete círculos siendo colocados con simetría séxtuple, formando un patrón de círculos y lentes. Su creación es simple, pero los significados ocultos dentro de ella son complejos.
Muchos arqueólogos se pasaron toda su vida intentando averiguar que poderes ocultos se ocultaban en la llamada semilla de la vida. Tras muchas expediciones y muchos años de búsqueda, nunca hallaron pista alguna.
El padre de Tamara fue uno más del grupo de arqueólogos que fueron en su búsqueda y que por desgracia no regresaron con vida. Siendo apenas una niña, a sus siete años le dieron la mala noticia, junto a su madre, de que no volverían a ver a su padre con vida. Siete años tenía, siete era el número del que tanto había oído hablar. El número místico del universo, el número sagrado.
Cuando fue mayor, quiso investigar por su cuenta, llevando la curiosidad en las venas del por qué de la muerte de su padre y de las coincidencias de la vida misma, cuando todo había sucedido a sus siete años. Estudiaba por su cuenta, acerca de la semilla de la vida, del número siete, hasta que comprendió, que por mucho que investigara lo único que hallaría después de la vida, sería la muerte. Tal vez pensó, ése era el misterio oculto que había detrás de todo. El caminar por la vida, hasta que el camino llegaba a su fin.
JACINTO FERNÁNDEZ LOMBARDO
Tarde amarilla de septiembre. En el horizonte oscuro de nubarrones, crepita el sonido de los truenos. Un viento seco recorre el campo arado hasta topar en el pecho y cara del muchacho, quien esparce semillas a mano. El flequillo se mueve racheado, como queriendo limpiar las sensaciones nuevas que brotan en la piel aún por explorar. El pensamiento se desnuda y corretea tras el aire eléctrico que va tocándolo todo, arremolinando broza y levantando polvo. De pronto, el ruido amortiguado de las primeras gotas gruesas que caen al suelo carga el ambiente de un intenso olor a tierra mojada. La nariz inunda los pulmones de un aroma ocre, semiseco, que parece cortar la respiración. Corre el joven a resguardarse bajo el árbol distante y solitario. Llega con el pelo y hombros chorreando. El agua que azotó las rodillas escurre piernas abajo hasta los tobillos desollados. Un trueno enorme sorprende al muchacho y lo encoge contra el árbol. Otra chispa eléctrica en el cielo, veloz como el rayo, alcanza con estruendo la copa y parte en dos el tronco y un cuerpo abrazado. El olor a tierra mojada se diluye entre el humo negro y el olor a calcinado.
La tarde oscura se viste de noche. La tormenta se fue apagando camino de las montañas. Una madre se asoma a la puerta y otea el horizonte.
EMILIANO HEREDIA
Ji, Ji, Ji, Ji
Martes, 4 de abril de 1982, reunidos de esta parte, Don José Izaguirre Bengoechea, Director del colegio del Sagrado Corazón de Jesús, sito en el paseo de Alfonso XII, número 12, Don Felipe Santeaste Irigoyen, Vicedirector de dicho centro, y docente de la asignatura de religión, y por último, Don Jesús García López, docente de la asignatura de Ciencias de la naturaleza, de los niveles de 6º a 8º de E.G.B., ambos inclusive, a las doce y quince minutos hora peninsular, se acuerda lo siguiente, y subscriben y rubrican con su firma, lo siguiente:
Que se ha de aplicar y se aplicará con efecto inmediato, a fecha de 5 de abril de 1982, según la orden ministerial nº 1428/0004/1982, según el nuevo plan de Enseñanza General Básica lo siguiente:
“Quedan avisados todos los centros de enseñanza del territorio nacional, laicos, concertados o privados que a efectos de lo firmado en el último pleno de ministros del 5 de mayo que deben impartir sin excepción alguna por motivos de signo religioso, político u otra causa, en la asignatura de Ciencias Naturales, en el último trimestre del presente curso 1981/1982 la asignatura de “Anatomía reproductora, reproducción, ética y moral en las relaciones sexuales en la sociedad”. Se entregará a cada centro, unos impresos oficializados, donde los tutores del menor, autoricen que éste reciba dicha asignatura, quedando advertidos que, en caso de negación de éstos de que el menor asista a dicha sección de la asignatura de Ciencias Naturales, se le descontará un punto de nota media en la calificación general de la asignatura. Se proveerán a todos los centros, de todo material necesario para impartir dicha sección”.
Y para que quede constancia de todo esto que se ha comentado, doy fe, como secretario del Colegio del Sagrado Corazón de Jesús, Don Ignacio Satrustegui Loyola.
Se hace un silencio tanto incómodo mientras firman el acta de reunión en el despacho del director. Los asistentes, se dejan caer sobre el respaldo de las butacas donde están sentados, observando el papel que acaban de firmar, y el director, Don José empieza a hablar:
-No, si ya sabía yo que éstos rojo, iban a traer problemas, a ver ahora, que hacemos, no tenemos más remedio que cumplir, la ley es la ley, el problema, es a ver como se lo comentamos ahora a los padres, yo, por mi parte, Jesús (se dirige al profesor de Ciencias Naturales, qué quieres que te diga, no me gustaría estar en tu lugar, si tuviera….ejem si tuviera que enseñar toda esa porquería que nos ha traído el ministerio….unas caderas de mujer, y otra de hombre….con todos los atributos….ahí, a la vista, con todo detalle y color….. estos cuadernillos….
-Disculpa, José –interviene Don Felipe-es bien sabido que los padres de nuestros alumnos, son de natural, píos y cautos con la educación de sus hijos, y no creo que ninguno quiera firmar el documento para que su hijo o hija, vea toda….esta obscenidad promovida por los rojos-mira de reojo, a las caderas de resina, desmontables, para mostrar todo el aparato reproductor de la mujer y del hombre-además, creo no equivocarme que si hay que quitar el punto de la nota media….Jesús, no tendrá problema alguno, para equilibrar dicha injusticia….¿verdad?-se dirige a Jesús, el profesor de Ciencias Naturales-
-Si, …si, claro-responde titubeando-pero entiéndanme, y ante todo, que conste, que como ustedes saben, soy afiliado de Alianza Popular, y que todo esto que ha propuesto el ministerio de educación es un dislate, cuando, los que tienen que explicar la orientación sexual a los alumnos son los padres, pero claro, cómo se lo van a explicar, si a ellos nunca le explicaron nada los suyos, es decir, los abuelos de nuestros alumnos, vamos, no sé si me estoy explicando…-habla apurado, frotándose nerviosamente las manos-
-Como debe de ser de natural, obra de nuestro señor, el amor entre una mujer y un hombre, y lo dice la sagrada Biblia, es crear una semilla donde nacerán los hijos, y nada más, no se precisan libros ni cosas de esas….-señala una caja de diapositivas donde pone :”orientación sexual EGB”-
-Bueno, yo por mi parte-dice Jesús, levantándose, le entregaré mañana a los alumnos de entre 6º, 7º y 8º, los documentos, y recemos para que, como ustedes dicen, sea la divina providencia la que impida tal disparate, adiós, padres, vayan con Dios-
-Y con su espíritu-responden al unísono los tres hombres-
Sale por la puerta.
Vaya atajo de fachas, si supieran que me hice del PSOE hace dos años, me echaban a patadas, ojalá los padres de los alumnos, tengan dos dedos de frente y salvo algunos que yo me sé, la mayoría seguro que dejan que sus hijos vengan, total, con tal de no aguantarles una hora antes de comer, en casa, son capaces de todo, a ver qué tal –piensa, mientras baja por la escalera que le lleva al aparcamiento del colegio-.
El jueves, día señalado, después de entregar los documentos el día anterior, el patio parece un enjambre alterado, en todos los corrillos de chicos y chicas de entre 6º y 8º no se habla de otra cosa.
– ¿te ha firmado tu padre la hoja que nos dio ayer Don Jesús? – en un corrillo de cinco, de 7º, pregunta un niño gordito a sus amigos-
-Sí tío, mi hermano mayor me ha dicho que vamos a ver lo que una vez vio en una revista de esas para mayores, no es que mi hermano las compre ¿eh?, solo que las vio de un amigo suyo-dice apurado
En otro corrillo, de 6 chicas de 8º, también lo comentan
– ¡ay chicas estoy súper nerviosa!, mi padre me ha firmado la hoja, estoy súper emocionada por saber de dónde sacan los chicos la semilla esa que dice mi madre que le puso mi padre para nacer yo-
-Chica, pareces boba, eso es mentira, es un polen que, por lo visto, te sopla el hombre ahí que me lo ha dicho mi madre, se llama polución o algo así.
Suena el timbre, y los grupos A y B, de 6º,7º y 8º, suben al galope hacia el salón de actos.
-¡Don José!, ¡Don José!-Don Felipe, entra atropelladamente al despacho del director-¡es una catástrofe!
-¡tranquilizate Felipe!, ¡mantén la compostura!, un hermano de Dios no puede ir por el mundo con este disloque, tranquilízate y cuéntame que es lo que está pasando-hace sentar a Don Felipe-
-¡Los rojos!, ¡han ganado los rojos!-dice, llevándose las manos a la cabeza, apoyando los codos sobre la mesa del director-
-¡que disparates estás diciendo!-dice un poco enfadado y extrañado Don José-
-José, en el salón de actos, están todos los alumnos de 6º, 7º y 8º, al completo, salvo unas dos o tres ausencias por curso, están todos, ¡sígueme!, y eso no es lo peor-sale corriendo con el director hacia el salón de actos-
Cuando llegan una unidad móvil de Radio Televisión Española, está entrevistando a Jesús el profesor de Ciencias Naturales.
-¡Buenos días!, señores televidentes, nos encontramos aquí en directo, para mostrarles el transcurso de la primera clase de orientación sexual, en el ilustre y veterano colegio Sagrado Corazón de Jesús, que, como pueden ustedes ver, ha tenido una excelente acogida por parte del alumnado y de sus padres que, como ustedes saben, han tenido que firmar la pertinente autorización para acudir este trimestre a esta asignatura, y hablamos con Jesús García López, docente de la asignatura de Ciencias Naturales, y que ha tenido la amabilidad de mostrarnos cómo va a impartir ésta primera clase, por otro lado, histórica, por ser éste un centro religioso, cuéntenos Don Jesús, queremos conocer su opinión-le muestra el micrófono, una reportera joven, bien vestida-
-Jesús, llámame Jesús-responde, con una gran sonrisa a la cámara-pues es un motivo de orgullo y alegría el poder mostrar cómo este colegio en concreto, ha tendido la mano, a una educación moderna, libre….pero espera, quien mejor se lo puede explicar, es su director, , Don José Izaguirre Bengoechea, acompañado del vicedirector, Don Felipe Santeaste Irigoyen, ¡un fuerte aplauso niños para el director Don José y para Don Felipe
Los niños aplauden, a la vez que llegan jadeantes, Don José y Don Felipe.
-Buenos días, soy Ana García, corresponsal de Radio Televisión Española, y están ustedes dos en directo, cuéntenos, por favor, Don José, cómo han tenido usted y su vicedirector Don Felipe, la valentía y el arrojo necesario para acoger tan favorablemente la nueva ley del ministerio de Educación y facilitar su cumplimiento, facilitando al docente Don Jesús, el salón de Actos y los medios necesarios para enseñar los alumnos aquí presentes, la asignatura sobre orientación sexual.
Don José y Don Felipe, estupefactos, miran a la reportera sin saber que decir.
-Como director de esta institución, es un orgullo poder colaborar con las directrices que nos mandan desde el ministerio de Educación, con el ministro a la cabeza, para dirigir este centro a un mañana más moderno…y libre, eso, bueno, si no le importa, mi vicedirector y yo, tenemos que seguir con las tareas propias de la dirección, del centro, un placer saludarla
-Muchas gracias por atendernos-responde Ana, con una sonrisa-
-¡Ave María Purísima!-se Santigua Don José, entrando en su despacho, seguido por un abatido Don Felipe-¡nos ha visto España Entera!, ¡qué dirá el señor obispo!-saca de un armario, una botella de whiskey, Dyc, y dos vasitos, y le ofrece uno a Don Felipe, que sigue aturdido-toma, Felipe, bebe y repongámonos-
-¡silencio Chicos!, ¡Vamos a empezar la primera clase de Orientación Sexual!, a ver, cuántos de vosotros os han dicho que los niños vienen de una semilla?
Mayoría de manos levantadas.
-Como ves, Ana, Aquí se demuestra el escaso o nulo conocimiento que tiene el alumnado español, sobre orientación sexual, pero como verás, aquí tengo unas diapositivas para mostrarles, luces, por favor-en la pantalla blanca, sale una foto de una vagina y un pene-chicos y chicas, esto es lo que tenemos, los chicos y las chicas, y vamos a empezar la primera clase.
En la obscuridad del salón de actos, se escucha un generalizado…y nervioso
Ji, ji, ji, ji, ji, ji,
ALEXANDER QUINTERO PRIETO
Tu semilla
Me regaste cada día, con tu amor, tu luz y tu calor,
con tu tristeza y tu alegría, con tu voz al despertarme,
con tu llanto al consolarme,
con tu mano por una ciudad gigante.
Me aseguraste que la tierra era fértil, que no temiera,
que creciera, que floreciera; me crecieron ramas,
y las abejas vinieron al encuentro de mi néctar.
Llevo tu savia en mí, desde los pétalos de colores,
hasta la raíz triste que tambalea
buscando agua en lo subterraneo, en lo visceral,
en lo más atroz y en lo bondadoso.
Y cuando el sol de vida llegaba a lastimarme,
fuiste una sombra para refrescarme…
Y seguí creciendo con la seguridad de una enredadera,
conquistando el muro de los sueños.
Soy tu semilla más preciada y tú mi amada jardinera.
ARCOIRIS MORENO
MI PLAN
es ser mejor persona cada día.
Los fallos que hice ayer son mis maestros,
solo con ese afán miro el pasado,
no para castigarme, no para andar con quejas,
solo para alegrarme de haberlos superado.
Lo bueno, lo mejor, lo regular…
!por suerte nada malo!
Para mí, son las cosas que suceden lo que se cualifica,
jamás a las personas que en ellas se dan cita.
Todo lo que acontece, ya estaba programado,
y lo que en verdad cuenta es cómo reaccionamos.
Si ayer por tus desprecios me sentí triste y fría,
si usé palabras necias, y ofendí tu persona…
te pido me disculpes, el momento y la hora.
Yo ya me perdoné, y se borró la huella
que hubiera de tristeza, de decepción, de pena.
Guardo agradecimiento, y nada de eso olvido,
ya que hoy soy la suma de todo lo vivido.
Tener paz en el alma, la mente, el corazón,
ese es el equilibrio, por el cual lucho yo.
Arcoíris.
JOSÉ TAXI
LA SEMILLA DEL DIABLO COJUELO.
Desde siempre Amanda y Teresa, se sabían diferentes al resto de las niñas. Mientras que en la guardería todas hacían gamberradas y jugaban en el recreo, ellas se ponían a leer cuentos de Chejov, o de Kafka, algo raritas sí eran.
Amanda y Teresa no llegaron a conocer a sus padres, cuando tenían cuatro años fallecieron en un accidente de tráfico.
Las niñas eran gemelas. Tuvieron suerte y encontraron a una pareja que las adoptó.
Las hermanas siempre estaban juntas, iban a los mismos lugares, les gustaba la misma ropa…
Pero había algo que las diferenciaba, Amanda escribía relatos, publicaba un blog sobre temas literarios, le gustaban los escritores: Eva Monzón, Arturo Pérez Reverte, Juan Eslava Galán y por encima de todos ellos, al que ella consideraba el mejor; Eduardo Mendoza.
Teresa también era buena lectora, pero su auténtica pasión era la música, empezó tocando la guitarra, de oído, luego aprendió a tocar el flautín y la flauta travesera, finalmente, aprovechando que los papás se habían cambiado a una casa mucho más grande, consiguió que le comprasen una batería de segunda mano, más tarde sería solista del famoso grupo “Berenice Babea”, eran especialistas en música cubana bailable.
Al cumplir 17 años estaban algo ansiosa, las dos querían ir a la universidad, Amanda quería estudiar Psicología y Teresa Ingeniería Informática, tenían que conseguir unas buenas notas…
Un sábado a las 6 de la tarde fueron a tomar algo a casa de sus amigas: Abril y Naiara. La meriende estuvo muy bien, abundante y generosa, no pudieron acabárselo todo.
Al terminar Abril les propuso jugar a la Güija, las chicas– Amanda y Teresa no sabían nada de ese pasatiempo–. Al principio fue todo bien, hacían preguntas tontas y entre todas iban moviendo el vaso.
Pero en un momento determinado, la luz se encendía y apagaba continuamente, y Abril preguntó:” ¿Hay alguien ahí?” Si estás manifiéstate. Entonces perdieron el control del vaso, se movía el solito y dijo que era el espíritu del “Diablo Cojuelo”, que estaba allí para plantar en todas la semilla del mal.
Abril se quedó muy tranquila, como si hubiera hecho el experimento otras veces, las otras tres estaban bastante impresionadas.
Salieron de casa de Abril deprisa y corriendo alegando tener mucho que estudiar. Esa noche no pudieron dormir.
Pasaron los días, iban olvidando lo sucedido, aunque seguían durmiendo mal. Un lunes por la noche a punto de acostarse empezaron a oír voces que las insultaban. La frecuencia y el grado de intensidad de los improperios aumentaban.
Luego en ocasiones veían muertos.
Lo más torturante, lo más estresante, era ver un tipo calvo, con bastón, que las perseguía para leerles sus cuentecicos. Ahí se dieron cuenta de que el diablo les había implantado la semilla del mal.
Se que los últimos diez años han permanecido ingresadas en la clínica del Dr. Antúnez, sin ninguna mejoría.
Y Colorín, colorado, este cuentecico—no apto para miedosos, se ha terminado.
Jose Taxi.
EL FARO
“Crece gramilla en la circunferencia verde y fértil. En tu menudo vientre hermana. Avanza enredando con hilo sisal amor y alma.
Ya no es tu casa de la infancia, es otra casa..la hectárea donde abrigaste tu semilla; no obstante te recuestas cómoda al sol.
La grata vida.
Un lugar nuevo en el mundo, y tu hijo como cosecha.
El deseo es urgente; sin embargo será a su tiempo.
Late a su ritmo.
Florecerá tu nombre y otro nombre, y unos bendecidos pájaros vendrán a contarnos. El fruto de tu alegría.
Todo el cielo de tu huerta, se entintará de bienvenidas.
GUILLERMO ARQUILLOS
DOÑA HELIO
.
Doña Helio, la de la trescientos doce, se acaba de despertar.
«Ha habido suerte», piensa. «Yo creía que me moría».
Está ingresada por una obstrucción intestinal, imaginaos lo grave que puede llegar a ser eso, sobre todo cuando se trata de una persona de setenta y muchos años, «más cerca de la tumba que de los treinta», como le gusta repetir a ella cuando alguien le dice que está muy bien.
Doña Helio era maestra de una escuela rural, de esas donde le regalaban a la seño una gallina de vez en cuando; una gallina viva, con la pena que le daba a Doña Helio el tener que matar a un animal para hacer un buen caldo. Y si no era una gallina era un par de kilos de galletas, («que han sobrado en casa, señorita». «Hija, muchas gracias por el favor que me hacéis, que ya hay que tener mal cálculo para que sobren tantas galletas…», sonreía ella).
Eran tiempos en los que se seguía diciendo «pasas más hambre que un maestro de escuela» y era verdad, porque más de un día en la mesa de Doña Helio apenas había nada para cenar.
—Doña Helio, mujer, ¿cómo está usted?
—Pues agradecida, hija, agradecida porque he caído en buenas manos. Si me hubiera tocado algún otro médico, igual a estas horas estaría en un ataúd.
—No diga esas cosas, por Dios. Lo normal es que en una persona fuerte como es usted…
—¿Fuerte, hija? ¡Qué más quisiera yo que ser fuerte…!
Y la cirujana y la paciente se quedan mirándose con una sonrisa en sus rostros.
—¿Sabes, hija? ¿Sabes lo que es mejor incluso que las manos que tienes y que me han salvado la vida?
La doctora Carmen levanta sus cejas, muy rubias, muy jóvenes, muy cuidadas.
—Pues lo que más me ha gustado de todo es lo bien que me tratas. Y lo bien que tratabas a la otra mujer, la pobre —dice señalando con los ojos la cama que está más cerca de la ventana.
—Estaba muy mal, Doña Helio, pero que muy mal. Prácticamente no le funcionaba el hígado. Lo del infarto ha sido lo más compasivo que le ha podido pasar.
Un momento de silencio. Ambas piensan en lo fácil que es marcharse, en los ojos de la señora agonizante, y Doña Helio recuerda cómo esta doctora se sentaba, sin prisa, le acariciaba la mano y le regalaba unos momentos de cariño, unos instantes que le habían negado hasta sus propios hijos porque, por lo visto, tenían muchas cosas que hacer. O pocas cosas, pero mucho más importantes que acompañar a su madre.
—Eres un cielo, hija.
—Bueno, alguien puso en mi cabeza una idea, una semilla, a la que he intentado ser fiel toda mi vida: «Las personas olvidan lo que has dicho, lo que has hecho, pero nunca olvidan cómo les has hecho sentirse»
—¡Qué bueno! Esa frase la he repetido yo cientos de veces en mis clases, es de Maya Ange…
De repente, la anciana se interrumpe y se queda mirando a los ojos de la cirujana. Se queda sin aliento unos segundos y se le humedecen los ojos.
—Hija, yo te conozco, ¿verdad?
—¡Claro que sí, Doña Helio! Yo soy Carmen, la niña que apareció un día en la escuela con los dos kilos de galletas que le había hecho mi madre…
—Gracias, hija, muchas gracias. A ti y tu madre. ¡Ya decía yo que era muy mal cálculo para tanta galleta!
Y aprieta las manos de su antigua alumna, sin parar de llorar, mientras sonríe.
IRENE ADLER
EL VIENTO QUE AGITA LA CEBADA
Mi queridísimo Nikolai
No recibo respuesta ni noticias de tu parte. Nadie en el Ministerio de Agricultura atiende mis pesquisas sobre tu estado de salud. Ninguno de nuestros antiguos amigos ni colegas contesta a mis cartas, mis peticiones de ayuda, mi desesperado grito de auxilio.
Sólo obtengo silencio, desprecios, ausencias que hacen más honda y presente la tuya. Mi muy querido Nikolai.
Yuri y yo hemos vuelto al pueblo de mis padres, Saratov, el pueblo de mi infancia a orillas o a expensas del Volga. Nos hallamos bien, cultivamos un huerto y éso nos mantiene vivos, ocupados, juntos, casi felices. Ahora estarás sonriendo y pensando en lentejas, mi especialidad dentro del trabajo que hacíamos en el instituto experimental de semillas. Qué diferente es teorizar o estudiarlas, verlas como un desagravio o una esperanza de futuro para Rusia y para el mundo, a tener que cultivarlas para no morir de hambre.
Qué distintas las lentejas que hicieron de mí una botánica de prestigio, a éstas otras, que le permiten a Yuri crecer como un niño normal, a pesar de la miseria que nos rodea. Del hambre feroz que asedia a nuestro pueblo, a nuestros compatriotas, al mundo entero si la guerra no se acaba.
Mi queridísimo Nikolai, tú eras la esperanza que iba a cambiar éso. Tu reserva de 37000 semillas de especies diferentes, custodiada en San Petersburgo, evitaría la hambruna que le espera al pueblo cuando los alemanes se vayan o se rindan. Tu sueño, que la ambición y la envidia de Lysenko truncaron para siempre con injurias, con mentiras, está ahora desaparecido o en manos de los nazis. Perdido igual que lo estás tú y yo y los estudiantes del Instituto Pavloski. ¿Qué habrá sido de ellos? Eran los más leales, los más honestos. Olga, Alexander, Abraham…
Y tú, Nikolai Vavílov, traicionado por Stalin y encarcelado bajo cargos absurdos. El miedo de los ignorantes, la codicia de los ambiciosos, la envidia de los mediocres, te han llevado a esta situación. Encarcelado, ¿Dónde? ¿Por qué? ¿Durante cuánto tiempo? Olvidado por todos, excepto por tu hijo Yuri y por mí, que aún te espero, abrazada a esa semilla de esperanza que plantaste primero en mi mente y luego en mi cansado corazón. Te espero, y habré de esperarte siempre, allí donde el trigo está verde y el viento agita sin rencores la cebada.
Y ahora te digo, en la distancia o la muerte, pues no tengo más certeza que tu ausencia que me enerva y que me duele, mi queridísimo esposo, te digo lo mismo que una vez me dijiste tú a mí:
«Lo has hecho bien. Hay que sembrar fe, para cosechar esperanza».
P.D. Sigo enviándote paquetes de comida. No sé si los recibes, pero sería una horrible paradoja, permitir que el hombre que dedicó su vida a alimentar al mundo, muera de hambre.
Tuya siempre
Elena Ivanovna Barulina.
Saratov. Febrero de1943
*******
Ésta es la carta que Elena Barulina pudo haber escrito a su marido, Nikolai Vavilov, sin saber que su marido había sido trasladado al gulag de Saratov, el pueblo en el que vivían ella y su hijo Yuri.
Durante años, ignorante de su paradero, le escribió cartas y le envió paquetes de comida a Moscú, sin saber que Nikolai estaba a escasos veinte kilómetros de ella.
Nikolai Vavílov murió de inanición en febrero de 1943.
Sus alumnos del instituto experimental de semillas Pavloski, protegieron con sus vidas gran parte de la reserva de semillas durante el asedio de Stalingrado. Y siguiendo con coraje el ejemplo de su mentor, murieron de hambre en un sótano de la plaza de San Isaac rodeados de semillas de cereal que podrían haberles salvado la vida. Pero uno no se come la Esperanza.
Su sacrificio permitió paliar la hambruna posterior a la guerra.
Mi homenaje es para ellos: Nikolai Vavílov y los trece de Leningrado.
GLORIA ALBADALEJO AYALA
CRECEN POR LA NOCHE
Hola, me llamo Raúl, bueno, la gente me llama Raulito, pero a mí no me gusta, yo ya soy mayor, ya tengo ocho años. Hoy es domingo y además estoy de vacas. Mis padres todavía no, por eso nos hemos esperado hoy para irnos de excursión. Dicen que soy muy pesado y así termino más cansado y no doy la lata. Me van a llevar a un sitio donde hay muchos árboles y todo está verde. Me acuerdo cuando fuimos el año pasado y me lo pasé muy bien. Recogimos cosas del suelo; hojas, piedras…, este año quiero repetir.
-Mira Raulito, esto no lo vimos la última vez. ¿A qué es curioso? .
Mi padre ha encontrado algo y voy corriendo a ver que es. Mi madre tiene los ojos muy abiertos, parece sorprendida por lo que ha encontrado mí papá.
-Mira que bolita, creo que es una semilla.
-Es muy extraño. -dice mi mamá. -parece que esté vivo. ¿No será una cría de pájaro? .
-No mujer. -dice mi padre- jajaja. ¿No ves que no se mueve? Es una semilla, pero no sé de qué.
Yo lo quiero coger y sí que es raro. Cuando lo tengo en la palma de mi mano, parece que quiera abrirse, como si fuera una flor cuando está creciendo, pero de repente…
-Hijo, ¿ qué haces ? – se enfada mi padre- ¿por qué lo tiras? .
-Es que me quemaba la mano. No lo cojas, no me gusta.
-Venga, venga, no digas más tonterías. Es una semilla, como otra cualquiera. -dice mi padre divertido- Ya verás, de aquí saldrá una flor preciosa, ya verás Raulito.
Mi madre tampoco está convencida, pero a mí papá le ha gustado. Supongo que es porque es rara.
Yo sigo investigando con mis cosas. De repente, me ha parecido ver a alguien detrás de un árbol muy grande y con muchas ramas. Parece que tenga brazos y piernas, pero es un árbol. Creo que nos mira y voy a ver. No, no hay nadie, aunque me sigue pareciendo que sí que hay, pero ¿y mis padres?, no los veo. Los empiezo a llamar a gritos y no me contestan. Me he perdido y vuelvo a ver a ese que me vigila. De repente escucho a mis padres que me llaman, les contesto y voy hacia ellos corriendo, pero tropiezo con algo y me caigo. En el suelo hay algo raro, parecen esas bolas, como la que ha cogido mi padre. No me gustan, se mueven. Las esquivo y a ese que me mira todo el rato y que no puedo ver porque se esconde, también. Me está entrando mucho miedo y todavía corro más, pero me vuelvo a caer. Me hago daño en la rodilla, he dado con una piedra y mientras me miro la herida que me empieza a sangrar, alguien me coge por la espalda y me levanta. Yo grito aún más.
– ¿Qué te pasa hijo?, soy tú padre.
Cuando le veo, me pongo a llorar y entonces escucho algo detrás de mí, es un crujido muy raro.
– ¿Qué es eso papi?, ¿no lo oís? .
-El qué, yo no oigo nada, ¿y tú Matilde? .
Mi madre me mira con una cara muy rara, pero yo sigo escuchando algo detrás de mí. Parecen unas ramas moviéndose, pero no hace viento y además se está haciendo de noche.
-Me quiero ir a casa, por favor, vámonos. -estoy muy asustado, ese bosque no me gusta, esas cosas raras y ese hombre, o lo que sea, que siempre se pone detrás de los árboles, como si me estuviera persiguiendo. ¡Odio este sitio!, ¡no me gusta! .
Ya en casa, mi padre tiene muchas ganas de plantar eso. Al final lo ha cogido y luego pone la maceta en la ventana de mí habitación. Dice que en esa ventana hay más luz y crecerá mejor y más rápido.
Por la noche me siento un poco mareado. Mi madre dice que tengo fiebre y me da una aspirina, me voy a dormir. Creo que tengo pesadillas. Un hombre de negro y sin cara, está detrás de mí. Cuando lo miro, grito y desaparece y después el suelo del bosque, está lleno de bichos negros que crujen y se mueven por todas partes. Grito otra vez.
Me despierta mí mamá. Dice que estoy sudando, pero que ya no tengo tanta fiebre, pero como tengo mucho sueño, me vuelvo a dormir.
Debe ser muy tarde, está todo muy oscuro y no oigo a nadie. Creo que mis papás ya se han acostado. Tengo ganas de orinar y me levanto para ir al baño y también tengo mucha sed. Cuando estoy de pie, alguien me llama. -Raúl- Nadie me llama Raúl, aunque a lo mejor estoy confundido, se ha oído muy bajito, pero lo vuelvo a escuchar. -Raúl- esta vez más fuerte. Creo que hay alguien en la ventana. – ¿Qué?, ¿ qué es eso ? Ha crecido la planta, pero no es verde, es roja, parece tener manos y se mueve. Creo que me quiere coger, me atrapa.
Me despierto sudando otra vez. Me he orinado encima, me siento incómodo y me pongo a llorar, pero nadie me oye. Enciendo la luz y.…, la planta, ¿ qué es eso ? Se mueve, ha crecido mucho, parece de carne y es roja. Le empiezan a salir manos que me quieren atrapar y me llama por mí nombre. -Raúl-. Salgo corriendo de la habitación y voy en busca de mis padres. Grito más fuerte que antes. Están envueltos de esas cosas, atrapados. Les quiero soltar, pero no puedo, les llamo, pero no me contestan, tienen los ojos cerrados. ¿Están dormidos? Tengo que decírselo a los vecinos, pero me doy cuenta que hay cosas de esas por todas partes, hasta en la puerta de la salida y la planta de mí habitación, me sigue llamando por mí nombre. No sé a dónde ir, que hacer. Sigo llamando a mis padres y voy hacia ellos otra vez, pero esas cosas los tienen cubiertos del todo, no los veo. Quiero llorar, gritar, pero no puedo, eso me está agarrando, quema, duele y…
-Rauuullll…, venga, despierta que hoy toca excursión.
Creo que estoy sudando, tengo fiebre.
FIN.
NICOLÁS MUÑOZ
SEMILLA COSMICA
Le dicen Bing Bang
la gran expansión
los primeros pasos del espacio-tiempo.
Le dicen Huevo Cósmico
la primera eclosión
el origen de todo lo existente.
Le dicen la Creación de Dios
el gran arquitecto
el culpable del germen de la vida.
Le dicen la Creación sin Creador
el reloj sin relojero
el amor sin poder amar.
MIGUEL ARMANDO NÚÑEZ
AZAMI PRESTA SUS COLORES AL OTOÑO
Kenjiro extendió lentamente sobre la mesa los pasajes del tren, como los ilusionistas despliegan las barajas sobre el terciopelo. Azami sonrió con una mueca tímida, en esa mezcla de sorpresa por el amor renovado y certeza por las cosas que honran las pequeñas regularidades que hacen la vida más llevadera; una vida sobre rieles, los vagones ondulando su paso por las vías con rumbo hacia Hakone (1), como cada otoño.
Kenjiro mira el rostro de Azami y se remonta treinta años atrás, cuando la vio en el vivero del señor Saitoshi delimitando los pequeños montículos antes de esparcir las semillas. Sus manos guardan aun la misma gracia y esplendor, y así como han moldeado a lo largo del tiempo infinitos tallos de cerezos, Kenjiro se pregunta cuánto del hombre en que se ha convertido ha sido forjado por esas manos.
Azami toma el lugar de la ventanilla y el sol le bordea apenas la cara, casi la imitación de una caricia que se cuela por el ventanal, camino al Valle de Owakudani, esa zona de volcanes milenarios, con sus manantiales de agua caliente que rejuvenecen cada año sus cuerpos, que han dejado de ser jóvenes.
La mano de Kenjiro entrelaza los dedos a los de Azami, y deja libre el pulgar, que cubre suave el dorso de la mano, el jing y el jang en su juego de concavides y convexidades que se van intercalando, a medida que avanzan por el viejo camino de Tokaido, ya dentro del bosque de Hakone. Los pasos marcan un tiempo propio, un tiempo que no entiende de medidas, de estructuras, que construye sus cadencias de forma hermética, peculiar.
Azami y Kenjiro recorren el camino bordeado de arboledas; las ramas plenas de hojas forman túneles de color amarillo, como antes fueron verdes, como luego serán anaranjadas y más tarde rojas. Formas nítidas plenas de color, cambiantes como la sonrisa de Azami a orillas del lago Ashinoko. El lago refleja los pigmentos del otoño que abrigan la otra orilla, y allá a lo lejos el monte Fuji. Kenjiro mira el perfil de Azami, imagina sus senos bajo el sweater gris y sonríe en silencio. De tanto en tanto se detienen en algún banco y escuchan el sonido del agua cayendo hacia las fuentes, como caen las hojas, de a poco, como los días.
Azami permanece en silencio, Kenjiro piensa en el ciclo del bosque, ve las hojas en la tierra, el suave colchón que se forma sobre el suelo verde, allí donde en el verano se mecen las matas de susukis (2). Mira a la dama que lo acompaña, las mejillas de Azami tomando el color de las cerezas, las líneas sutiles apenas dibujadas en la frente, los pómulos redondeados como kentajis (3), los lentes que se asientan en el extremo de la nariz, la boca pequeña, la mano que busca acoplar el cabello en la nuca.
Kenjiro vuelve a mirar el lago, el contorno de la naturaleza preservado en el espejo calmo. Podría jurar que Azami presta sus colores al otoño.
Miguel Nuñez, bajo el heterónimo de Sumi Sokato
24-JUL-2022
(1) Hakone (japonés): Ciudad japonesa situada en el distrito de Ashigarashimo, prefectura de Kanagawa.
(2) Susuki (japonés): Miscanthus sinensis es un pasto nativo del este de Asia.
(3) Kentajis (Sumi nipón): panes amasados principalmente con harina de avena y aceite de soja.
OMAR ALBOR
Hubo
Recuerdo
De escalofrío
No pensé
Que sería
La primera vez
Que te vería
Florecer
Adoré verte crecer
Y Poder
Usar tus frutos
Para luego
Ver mil colores
más de los que mí
visión normal
me dejaba ver.
Sentir que la música
Era otra.
Y que mí habilidad cómo dibujante sería lo que en el futuro, abriría mil puertas.
Y todo comenzó.
Con vos una semilla.
JOSÉ ARMANDO BARCELONABONILLA
SEMILLAS DE AMOR
Lloré mucho, cuando murió Sultán, mi querido lanudo. Desde la cuna había estado en mi vida.
Me enseñó a gatear y me empujaba, suavemente, con el morro, evitando que me golpeara con los marcos de las puertas o las patas de las mesas. Era mi almohada preferida para las siestas y más tarde, cuando ya dormía sola en mi habitación, él, a los pies de mi cama, espantaba a los fantasmas de la noche y no dejaba salir al monstruo que vivía en el armario. Éramos mucho más que amigos.
Lo enterramos en el jardín. Mi abuelo Hugo excavó un profundo agujero en la tierra, con mucho cariño depositó en el fondo a Sultán, sobre su cuerpo, colocó una pequeña bolita roja y cerró la pequeña fosa con tierra.
–Abuelo, ¿qué era esa bolita roja? –pude preguntar cuando me lo permitieron las lágrimas.
–Una semilla de rosal –contestó.
–Un hombre sabio dijo una vez: «La semilla se niega a morir cuando la entierras, por eso se convierte en árbol». Así, cada primavera, algo de Sultán revivirá en la flor, para hacerte, de nuevo, compañía.
Otra vez, un incómodo nudo de angustia se apoderó de mi garganta y puso vidrio de llanto en mis ojos.
–¿Tú no te morirás, verdad, yayo? –pude articular a duras penas.
Me abrazó dulcemente, mientras reía divertido.
–¡Claro que sí, mi niña, como todo y como todos! –dijo mientras besaba mis húmedas mejillas.
–¿Pero ves el castaño? –señaló el frondoso árbol, que imponía su majestad en el modesto vergel–. Yo mismo planté su semilla hace muchos años, cuando era un muchacho, poco más que un niño; de manera que también lleva algo de mí en sus raíces.
–Cuando yo no esté –prosiguió–, su entrañable sombra te devolverá el abrazo, la caricia y el amor de tu abuelo. No lo olvides.
Ha pasado mucho tiempo. Sentada en el balancín, a la sombra del viejo castaño, veo, llena de ternura, corretear a mis nietas, Julia, Lía, que retozan incansables con Yola, nuestra peluda saltarina de ahora, y recupero, en el cálido abrazo del árbol familiar, la semilla de amor, el cariño y los besos, que el abuelo Hugo quiso que germinaran en su jardín.
ALMUT KREUSCH HOFFMAN
El regalo más hermoso que recibí de mi padre fue un semilla que plantó con amor, confianza y cuidado en el alma de su hija pequeña. Y no se equivocó, cayó en suelo fértil y pronto echó raíces.
Germinó en las noches de mi primera infancia. Me senté en la cama preparada para dormir esperando impacientemente oír los pasos suaves de mi padre en el pasillo. Sonreía al verme y llevaba un libro bajo el brazo. Todas las noche. Me leía los clásicos cuentos alemanes, algunos de ellos se tachan ahora de crueles, pero no creo que me traumatizaron porque mi corta edad aceptaba los hechos con inocencia infantil y porque eran sólo eso: Cuentos de hadas..
La planta creció y hasta convertirse en una robusta planta de tres ramas. La primera fue la de la lectura. Cuando aprendí a leer, el mundo literario se abrió ante mí en todo su esplendor y misterio Leía siempre que tenía tiempo, agotaba el número de libros permitidos de la biblioteca y por las noches leía a escondidas bajo las sábanas con una linterna. La lectura fue mi más fiel compañera en la vida.
Otra de las ramas era la de la curiosidad. Inolvidable es la imagen de mi padre, de pie e inclinado un poco hacia adelante, con un volumen abierto de una de sus enciclopedias en la mano. Consultó cualquier duda, cualquier pregunta, cualquier fecha olvidada. Yo me encuentro haciendo lo mismo. El ordenador es sin duda una herramienta inestimable, pero me pierdo buscando en diccionarios y enciclopedias.
Y la tercera ramificación era la escritura. Las letras y las palabras se amontonaban en mi cabeza, buscando una salida. Primero descubrí el gozo de escribir cartas, las más hermosas entre mi abuela y yo.
Más tarde, a las doce años, empecé a escribir diarios. Tengo todo un baúl lleno y no sé qué hacer con los testigos de cuarenta años de mi vida, no sé si un día tendré el coraje de enfrentarme a mi pasado.
Después de un larga pausa y durante la pandemia sentí la imperativa necesidad de volver a coger papel y lápiz. Me apunté a unos cursos online y tuve la gran suerte tener como profesora una mujer gallega, escritora y poetisa que despertó en mi el placer de contar historias y sentir el fuerte latido de mi corazón que siempre me acompaña cuando escribo. La escritura se ha convertido en mi mejor aliada en las horas de soledad, es testigo de mi vida, de mis emociones, de mis fantasías y siempre me será fiel mientras que no la abandone.
Gracias papá
RAÚL LEIVA
Germinando rencores
He fiscalizado el recuento de minutos, que me han robado las vacías promesas de los mercaderes de sueños envenenados con almíbar.
Transité descalzo los senderos sin norte de las noches sin calma ni alma.
Fui arquitecto del truco de magia que te hizo desaparecer de mis manos mucho antes de poner en marcha el irreversible mecanismo.
Borré con culpas cada una de las letras del guion del último texto que te iba a dedicar llegado el momento de una frustrada despedida que no fue.
Tiré por la alcantarilla de los perennes olvidos las semillas con las que iba a señalar el camino de regreso a tus recuerdos. Antes me aseguré de regarlas con los licores destilados de las penas y los gritos ahogados en las noches de rupturas.
Debo soltarte, sembrando los tan consabidos rencores en un balcón de un décimo piso, para poder mirar cada amanecer como crecen las malezas de tu mal pagado corazón.
MARÍA JESÚS GARNICA PARDO
Cientos de aviones por todo el mundo soltaron a la vez millones de semillas.
30 años antes.
Jaime se crió en el campo, vio sembrar, recolectar. Pero en unos años, entre pandemias y guerras, todo cambió.
Jaime empezó a trabajar en la Corporación, una empresa de semillas transgénicas.
Durante años vio como se quedaban con todo el mercado. Eran los qué mandaban. Ahora no hay trigo, ahora maíz.
Jaime conoció la resistencia o la resistencia lo conoció a él.
Jaime robó información durante años. Consiguió semillas no alteradas, la Corporación tenía guardadas.
Fue una operación rápida, la Corporación no se esperaba una operación así.
Ahora esas semillas caen sobre la tierra.
JAVIER GARCÍA HOYOS
HISTORIA DE UNA SEMILLA
La pequeña semilla cayó al suelo, quizá fue el viento, quizá la llevo un pájaro entre sus plumas, ¿quién sabe? El caso es, que la semilla germinó. Y de ella brotó un pequeño ciprés.
Al cabo de los años, el árbol se hizo grande. Su sombra daba cobijo del calor del sol.
Testigo inmóvil del paso de los días, vió como Sumu-Abum se hizo rey de Babilonia, pero en aquella época solo era un arbol más, sin nada especial por lo que fijarse en él.
Durante muchos, muchos, muchos días, el sol y la lluvia se ocuparon de su sustento. Impasible, veía como otros compañeros suyos dejaban de existir, pero su vitalidad y el afán por saber el destino de aquellos seres andantes que pasaban junto a él, lo mantenían en pie.
Fueron muchos los reyes que siguieron a Sumu-Abum, pero fue un tal Ciro ll el Grande quien sustituyó a todos los anteriores. Algo así le comentó uno de los pajarillos que solía posarse en sus ramas.
El ciprés no entendía de reyes, ni de reinos, solo de la tierra que le proporcionaba la vida; y se empeñaba en disfrutarlo como un buen arbol debe hacerlo, acercándose cada día un poco más al astro que le aporta la luz diaria.
Cuando menos se los esperaba, el viento, traía noticias de los hombres; ahora a aquellas tierras habían decidido llamarla Persia.
Un día un hombre de pelo rubio, y de gran poder a juzgar por el respeto que le tenían los que le acompañaban, decidió acampar cerca de él. No parecía como los demás y un gran águila, esta vez, le desveló que aquel hombre se llamaba Alejandro. Nunca más volvió a verlo. Oyó, a través de la tierra, que algo le había debido ocurrir muy lejos de allí.
Los partos llegaron después, y durante un tiempo largo, el ciprés parecía vivir tranquilo. Pero he aquí que las cosas volvieron a cambiar, y los hombres volvieron a pelear y mientras lo hacían, él temía porque su vida llegase a término. Se preguntaba si todo lo que había vivido y visto de todas aquellas personas, conduciría a algo.
Los siglos fueron pasando y nadie se fijaba en él, pero él lo veía todo desde su lugar. Al fin, tras cuatro mil años de vida, alguien se percató de su existencia y le llamó Matusalén. No entendía muy bien por qué ese nombre, pero no le disgustaba. Ahora era la gente la que le observaba con interés, pero no comprendían que él ya se había fijado antes en ellos, que cada una de sus ramas ya había vivido toda la historia de aquella civilización.
Una semilla cayó en la tierra hace cuatro mil años, y creo a uno de los mayores testigos de la humanidad.
GABRIELA INÉS COLACCINI
Promesa de futuro,
latido secreto,
milagro de vida.
En tu presencia
confluyen los tiempos
que fueron, son,
y serán.
Enseñás al Hombre
la virtud de la paciencia,
el disfrute del proceso,
el necesario
equilibrio de los elementos.
Tu presencia
recuerda que primero
han de suceder
el cuidado de la tierra,
la tibieza del nido
la pureza del agua,
después,
recién después,
el nacimiento.
Hornero
ARNION FROZEN THRONE
Tan solo en la madrugada me sentía abrazada por mi almohada entre sollozos, después de ser usada y tirada como basura por los brazos de cualquier monstruo calificado como hombre. No era la primera vez. Fueron muchas las veces que después de tener sexo y entregarme al completo con la sensación de ser por una maldita vez amada o querida por alguien, que cometía el error de entregarme a cualquiera por satisfacer mi apetitosa lujuria. Era tanto mi apetito, que era capaz de quitarme hasta el sueño. Ya lo había probado todo. El vino, el Martini y hasta una veintena de estimulantes sexuales que no sirvieron para nada.
Llegó ella; mi sobrina Elisabeth, hija de mi querida hermana Julia, que, con tan solo quince míseros años de edad, trastorno de un simple soplo mi locura de vida. <<¿Qué puede hacer una antisocial para cuidar de una puta cría?>>. No tuve más remedio que sacarla a pasear conmigo montadas en mi moto y llevándola a la discoteca donde había quedado con un polvazo días antes por Tinder. Allí, en medio de aquel montón de insectos drogados hasta el culo, apareció Raúl: moreno, metro ochenta, musculoso, ojos penetrantes, divorciado <<Eso no importa>>. Y la mejor sonrisa que nunca había imaginado. Bailaba con él, sin quitar los ojos de encima a mi sobrina en ningún momento. Me guio sin separarse de mis labios por todo el local, hasta acabar sin darme cuenta en su coche. Me bajaba desesperadamente las bragas, agitando mis nalgas y en posición, recordé a Elisabeth. <<¡Joder macho!>>. Le pedí disculpas y volví a la discoteca en busca de mi ahora extraviada sobrina, pero no estaba donde la dejé y no la encontraba por ningún lado. Salí desesperada, corriendo hasta el coche de Raúl, y allí la encontré. Justo en el mismo automóvil, donde unos minutos antes, podría haber sido yo la violada por ese monstruo. Aquella cosa ya no tenía forma humana, ni tan siquiera se parecía a él. En su espalda sobresalía una abultada protuberancia y de su trasero una alargada cola de color rojizo acabada en forma de flecha. Tenía el aspecto de un demonio, exhalando vapor por la boca y asfixiando con la cola enredada por el frágil cuello de mi sobrina. Grité golpeando las ventanillas y me miró fijamente a los ojos. <<¡Hijo de puta, devuélveme a mi sobrina!>>. Busqué nerviosa una piedra para romper el cristal del coche, pero cuando ya casi estaba quebrado, aquella cosa huyó dando gritos como un cerdo. Abracé desesperada a Elisabeth y noté que tenía una fuerte hemorragia con un flujo de sangre constante por la vagina. Hice una llamada al 091 y 061, que acudieron rápidamente al lugar, informándome en segundos la situación de mi querida sobrina. Aquel monstruo violador había sembrado el mal, cebándose con la virginidad de Elisabeth. Solo me usó para hacerse con una pobre chica donde colocar su semilla. <<Aún no me lo puedo creer, que podría haber sido yo la putísima madre del anticristo. No sé como le voy a contar toda esta parafernalia a mi hermana>>.
ARTZ SANCHO MAURI
La semilla conspiranoica
Año 2030, vivimos en un planeta en el que ya existe un punto de no retorno real e irreversible. El planeta se ha convertido en un gobierno global a causa de un ataque extraterrestre planeado por ellos mismos, mediante una tecnología holográfica dwde ultima generación jamás vista anteriormente.Ya no decidimos nada porque las grandes corporaciones se han apoderado de todos nuestros recursos y la economía está basada en como ellos deciden ejecutarla. Nos situamos en una dictadura tecnocrática en la cual existe un sistema de identificación y puntuacion para diferenciar los buenos de los malos ciudadanos; a menor puntuación menos libertades y derechos. En los cuerpos de policía y agentes del estado ya apenas se encuentran humanos y nos hemos visto invadidos por una serie de máquinas, –tipo the mandalorian, que ya no preguntan a la hora de disparar y se hacen cargo de la supuesta seguridad ciudadana.
A causa de las vacunaciones masivas, de la envenacion generalizada, -ya sea en agua, aire o en forma de alimento; y de la guerra bacteriologica apenas somos 300 millones de personas en todo el globo terráqueo, de las cuales solo 10 millones son varones.
Hace apenas medio año salió una ley sobre desechabilidad masculina la cual hizo legalizar la eutanasia en aquellos que no pasaran ciertas pruebas que consideraban como estándares de gente apta y cualificada para continuar generación tras generación con la raza humana.
La gente se distingue por quién usa la tecnología transhumanista por la que no y ya apenas quedamos 10 millones de caucásicos de los cuales solo 500.000 somos varones.
La gente más peligrosa es la que suele llevar un libro en la mano y suele reunirse para tomar decisiones revolucionarias todas las semanas en la biblioteca municipal la cual sufrió un incendio que arrasó con la gran mayoría de los libros, como ha sucedido en gran parte del planeta. A mi no se porque cualidad me aceptaron en ese grupo ya que yo realizaba lecturas selectivas y creía que la gente era muy superior a mi intelectualmente. La música en directo y cualquier tipo de arte estaban prohibidos, ahora sólo existía la denominada idioarte, la cual ponía en la cima de la cúspide a la gente más subnormal y manipulable posible. Yo como buen guitarrista errante vivía totalmente frustrado por toda esta situación. La única chica que me enamoro desde hace muchisimos años, después de trabajar en una cooperativa, ahora trabajaba en el banco global y se encargaba del sistema de créditos basados en la puntuación ciudadana. Yo tenía totalmente prohibido entrar ya que la gente con menos de 1000 puntos era la supuesta disidencia guerrillera y yo tenía menos de 500. La verdad que yo me sentía que la gente me miraba igual que en la época en la que me negaba a usar mascarilla allá por el año 2020.
Una mañana soleada de agosto yo me encontré con ella paseando por casualidad y noté un cosquilleo inexplicable por todo mi cuerpo; la semilla del amor que sembró en mi corazón había germinado tanto y el sentimiento de culpa que tenía hacían que el alma me dolíera tanto que está fue mi reaccion:
Hola! ¿Cuanto tiempo sin verte? ¿Que tal te va en el banco global?
Kaixo! Quizás han pasado once años sin verte. Tengo que confesarte algo muy importante.
Cuenta cuenta.
Resulta que el chip transhumanista de localización y el sistema de puntos lo tengo pirateado gracias a algunas personas del equipo informático del banco.
No me digas! Pensaba que estabas totalmente abducida como la mayoría de la población, yo ni siquiera tengo ese chip.
Resulta que tú desde el 2020 con tus mensajes y publicaciones me abriste los ojos, mandé a otra persona a vacunarse por mi.
Yo con ganas de ir al meoyo del asunto le comencé a preguntar por su vida sentimental:
-¿Que tal con tu pareja? Lleváis muchos años. ¿Al final tuvisteis hijos y te casastes?
-No! Con el tiempo me di cuenta de que la época más hermosa, divertida y enamorada la pasé contigo. Hace más de diez años que estoy soltera esperando volver a verte. Sembrastes algo tan bonito en mi que no he vuelto a sentir.
El ambiente se puso igual de raro que aquella vez que le di el primer beso. Ese beso que dura el tiempo justo tiene el toque de lengua determinado y fue tan especial para mí.
Hubo un silencio de unos 20 segundos bastante incómodo. Cuando ella fue a abrir la boca para decir algo… Zasca! Le solté un muerdo de órdago, seguido me derrumbe y le confesé:
-Cuanto te he necesitado y durante cuánto tiempo, estuve con otras mujeres pero era incapaz de borrarte de mi mente y todo mi ser. Si supieras cuánta destrucción me he causado a mi mismo tras haberte decepcionado. Cuántas espinas de esta rosa que no para de crecer dentro de mí me he clavado.
Me miró con media lágrima en el ojo y me contestó:
-Yo también he de decirte todo lo que he querido contarte en todo este tiempo.
Otro silencio incómodo y continuo ella:
– ¿Recuerdas el día que fuistes al restaurante antes que yo para dejar unas rosas que me entregastes al final de la cena después de regresar del baño?
-Lo recuerdo como si fuera ayer.
-Pues nadie me ha conseguido sorprender tanto ni hacerme tan especial.
El mundo siguió igual, pero mi pequeño mundo cambio por completo. Volví a verme completado y feliz, como si la rama de este amor hubiera florecido.
MAR SHA
La semilla que deja un ser humano a la naturaleza es de destrucción y desolaciones ser humano deja que esa semilla mala y áspera se instale en el corazón de la naturaleza. Por el contrario, los animales son sin malicia la semilla que dejan es cálida y cristalina como una hoja del árbol fuerte y clara como si jamás dejarían que desaparecía. Los seres humanos deberíamos aprender a regar una semilla positiva una semilla que sirva de abono para formar un árbol cuyas ramas crezcan fuertes y sanas, sus hojas sean verdes como el olivo y en su interior se formen nidos con pajaritos alegres, confiados de que nadie les hará daño ni los lastimara. Un prado donde las especies puedan correr libremente sin miedo ni temor.
Así como las semillas malas se riegan, las semillas buenas crecen y crecen esperando que un buen samaritano la riegue y la cuide como su mayor tesoro.
ZGGU ALLÍ TEXIS
Jamás voy a olvidar tu abrazos fuertes calurosos, llenos de energía, llenos de amor de magia.
Jamás voy a olvidar el olor de tu perfume, el olor natural de tu cuello al recorrerte, jamás voy a olvidar la primera impresión que tuve de ti, la primera vez que te vi, jamás te dejare de amar, nunca en la vida, disculpa si me recargo en ti, disculpa si a veces te hago sufrir, si a veces sientes que no me importas , me importas y mucho, de hecho me importas tanto que a veces le pongo tu nombre a mi depresión, a veces digo, «como es posible» como es posible que yo te importe a ti, aunque no lo pareciera más que lo que tú a mí, me confunde todo el entorno cariño, si tan solo hubiese un poco más de estrategia entre tú y yo, que tan solo nos pudiéramos conectar más , como aquella vez que plántamos nuestra semilla en aquella cuidad escandalosa, lo confieso desde aquel momento te siento más que antes, tanto que a veces siento que te persigo al grado de desequilibrarte.
Pienso; que a veces estamos al revés pero ..¿que es el revés?¿Cuál es la forma correcta? Hay diversas maneras…?¿Cuál es la ideal, la certera? ¿Cuál es la manera de entenderte ? ¿De llegar a ti sin lastimarte? LO ÚNICO QUE SE ES QUE ERES LA PERSONA MÁS BONITA QUE ME HE ENCONTRADO EN TODA MI VIDA.
NORA GUEVARA
SALTO AL VACÍO
Nora Guevara García.
MI PRIMER AMOR FUE UN AMOR DE ACRÓBATAS QUE SALTAN AL VACÍO. UN AMOR DE BESTIAS EN CELO, DE MONOS AULLADORES QUE GRITAN AGITANDO LAS RAMAS DE LOS ÁRBOLES. UN AMOR DE PRIMATES. UN AMOR TERRITORIAL QUE ORINABA CADA ESQUINA QUE TOCABAS.
EL NUESTRO FUE UN AMOR DE MONOS SEDIENTOS QUE SE ENCUENTRAN COMO SI HUBIESEN ENCONTRADO UNA GRANADA EN EL DESIERTO. UNA GRANADA DE ESAS QUE SE CHUPAN PARA NO MORIR. UNA SOLA GRANADA QUE ES UN MILAGRO EN EL DESIERTO. UNA GRANADA LLENA DE SEMILLAS ROJAS, DULCES Y JUGOSAS, QUE FUERON EL ALIMENTO DE NUESTRA SEXUALIDAD Y LA TRANSFORMARON EN UN MILAGRO QUE UNIÓ A DOS SERES SOLITARIOS EN UNA CONJUNCIÓN GOZOSA.
EL MÍO, FUE UN AMOR SIMIESCO, QUE TE TRAGABA ENTERO, COMO SI SE TRAGARA EL UNIVERSO. FUE UN AMOR DE MANOS, DE BOCAS, DE PIES. UN AMOR DE CUERPOS QUE EXPLOTÓ DE PRONTO Y SE HIZO SALVAJE, INSOLENTE E INSACIABLE. FUE UN AMOR INMORAL QUE OLÍA A POTO, A AXILAS TRANSPIRADAS, A VAGINAS HÚMEDAS Y PENES ERECTOS. UN AMOR QUE OLÍA A SEXO LAS 24 HORAS DEL DÍA.
EL NUESTRO FUE UN AMOR QUE SE DESATABA EN CUALQUIER PARTE Y EN CUALQUIER RINCÓN: EN EL BAÑO, AL LADO DE LAS TOALLAS Y EL PAPEL HIGIÉNICO; ENCIMA DEL ESCRITORIO EN QUE SOLÍA ESTUDIAR HASTA ALTAS HORAS DE LA NOCHE, SOBRE DE LOS CUADERNOS Y LOS LIBROS; EN UN CAMPO ABIERTO BAJO LOS ÁRBOLES. EL NUESTRO FUE UN AMOR TAN IRRESPONSABLE, ESCANDALOSO, INSACIABLE Y ARDIENTE, QUE TODAVÍA LO HUELO CUANDO NOS TOMAMOS DE LAS MANOS.
ESE PRIMER AMOR QUE NOS QUEMÓ LOS CABLES, QUE NOS HIZO PERDER LA CORDURA Y NOS TRANSFORMÓ EN BESTIAS, NOS HIZO LAS BESTIAS MÁS FELICES DEL PLANETA, PORQUE ERAMOS DE ESAS BESTIAS QUE DESCUBRIERON LOS SECRETOS DE LA VIDA Y SE ARROJARON SOBRE ELLOS COMO SE ARROJAN LOS CACHORROS, UNOS SOBRE OTROS EN SU PRIMER CELO, LLENOS DE VIDA Y DE VIGOR.
MI PRIMER AMOR FUE UN AMOR QUE ME CONVIRTIÓ EN BESTIA Y QUE ME ENSEÑÓ QUE PARA SABER AMAR Y PARA SER FELIZ HAY QUE AMAR INTENSAMENTE, SIN PENSAR NADA, SIN MEDIR CONSECUENCIAS, COMO LO HACEN LAS BESTIA
JUAN JOSÉ SERRANO
«El árbol de la vida»
Era un martes cualquiera, veintiséis de julio de dos mil veintidós; cuando cuatro científicos y exploradores experimentados, decidieron descender hasta aquel insólito descubrimiento. El descubridor; Jericó Magomed, con varios títulos universitarios importantes, de los cuales destacaba en geología y astronomía; buscó durante años, con ayuda de libros antiguos, el llamado árbol del mundo, también bautizado por otras religiones y mitologías como: el égig érő fa en la mitología húngara, Ağaç Ana en la mitología túrquica, Modun en la mitología mongola, Yggdrasil en la mitología nórdica, Irminsul en la mitología germánica, el roble en las religiones eslava, finesa y báltica, Iroko en la religión yoruba, Jianmu en la mitología china y el Ashvattha (una higuera sagrada) en la mitología hindú.
Jericó había fracasado en toda su trayectoria, pero el destino un día le llevó de la mano hasta un libro sagrado que se encontraba oculto en las ruinas de una antigua civilización de origen asiático no registrada hasta el momento y, en una de las excavaciones, encerrado por siglos junto al que se intuía, era el jefe o monarca de dicha población, sostenido por unos huesudos brazos, encontró la clave para el hallazgo más importante de su vida. El libro, que se encontraba en muy mal estado de deterioro, fue tratado por una nueva tecnología que, a través de fotografías, podía recomponer el noventa por ciento de todas las páginas y partes desgastadas. Después de unos últimos retoques informáticos, se recuperó el cien por ciento de las páginas y fue delicadamente estudiado por una universidad de lenguas antiguas para su completa traducción. Cuando por fin llegó en su totalidad a las manos de Jericó, navegó profundamente sumido en sus más de doscientas páginas y lo devoró, estudiándolo por completo en dos largos días sin descanso. Subrayó varias palabras fundamentales y lo que más buscaba con ahínco, que, por sorpresa, encontró minuciosamente detallado.
El Doha; como era llamado en el libro: era un árbol gigante y sagrado para las antiguas tribus humanas, que fue brutalmente cortado hasta la raíz por un antiguo Dios que, enfurecido, hizo que la raza humana quedará atrapada en la tierra hasta la eternidad y así nunca encontrar su verdadero origen desconectando este mundo de los demás planetas hermanos repartidos por el universo. Aquel suceso hizo que los humanos se ocultaran durante décadas en construcciones subterráneas o cuevas muy profundas por la inestabilidad del planeta que duró cien largos años, dando paso a grandes erupciones, largos inviernos, oscuridad permanente, subidas del nivel del mar y grandes inundaciones que acabaron cambiando todo el ecosistema y la formación terrestre. Tras los cien años de exilio, los humanos ocuparon diferentes zonas del planeta y con ello, se encontraron con otras tres razas supervivientes que con el paso de los años mezclaron su ADN hasta crear las diferentes razas existentes en la tierra. Guiado por las descripciones del antiguo mapa, Jericó, no estaba muy convencido del lugar exacto del gran árbol y la verdadera cuna de la vida en este planeta. Siguiendo las indicaciones en el libro marcadas, concluyó que el punto podría estar en lo más profundo de la actual Siberia, pero fijándose en otros mapas de la antigüedad, descubrió que este nuevo dibujado en el libro, no estaba correctamente y con la ayuda de un antiguo objeto usado por los primeros navegadores, obtuvo grandes resultados. Giró el mapa a unos ciento ochenta grados, haciendo una línea sobre el mapa ahora existen y más cercano a nuestra época, y este le indicó un punto sobre el sur de África y más cercano a la Antártida, justamente casi en el centro de océano Índico, donde probablemente se encontraba situado el gran árbol de la vida.
Tras el entusiasmo del hallazgo y posteriormente la publicación de la noticia en los medios, varios grupos de exploración, compuestos de los mejores equipos avanzados y hombres cualificados, mandaron una petición a Jericó, para ayudar sin problemas en la investigación. Jericó, sabiendo la repercusión que podría traer el descubrimiento de dicha cuna de la humanidad, escogió el grupo de tres grandes amigos conocidos y de los cuales, ya en otra ocasión, los acompañó en otras expediciones. Escrutando todas las pruebas en equipo por Skype, verificando las coordenadas como la profundidad que tenían que sumergirse hasta llegar a dar con lo que posiblemente quedaba por las alteraciones del planeta del enigmático árbol, acordaron el día del desplazamiento y la subsiguiente exploración.
Veintiséis de julio del año, dos mil veintidós; el clima parecía agradable, con los cielos despejados y un sol deslumbrante, que los acompañó durante todo el trayecto. La llegada al punto exacto y marcado por Jericó en el mapa surgió sin complicaciones y el equipo preparó delicadamente todos los utensilios necesarios para zambullirse. Los cuatro hombres: Jericó, Vladímir, Friedrich y Alexandre, se abrazaron con entusiasmo y posteriormente cada uno rezó y se despidieron de sus seres queridos poco antes de descender a las profundidades del océano. Ninguno estaba mentalmente preparado, ni tenía la menor idea de lo que iban a descubrir bajo la fina capa terrestre que, cuidadosamente estudiado, se creía cubría parte del gigantesco árbol, que aun así no se sabía el tamaño con exactitud. Llegando hasta pocos metros del objetivo, fueron sorprendidos por una corriente oceánica que los arrastró a varios kilómetros, siendo finalmente engullidos por un extraño remolino en la profundidad del océano. Aturdidos por las violentas vueltas y sorprendidos por la penumbra en la que se encontraban envueltos, prendieron rápidamente un foco, donde descubrieron algo tan insólito como sorprendente. Varias impresionantes pinturas rupestres y artísticamente pintadas en perfecto estado de conservación, les daba una bienvenida, junto a la gran escalera tallada en roca por alguna desconocida civilización. Sin una posible salida y desconociendo la manera de escapar de allí, decidieron seguir el camino descendente que les invitaba a seguir aquella extraña construcción arquitectónica.
Después de varios minutos de descenso, el equipo, distinguió una extraña luz parpadeante y de baja intensidad que provenía de lo más alejado del gran pasillo donde se encontraban. Dejaron parte del equipo para aliviar el peso y decidieron, entre todos, hacer una pequeña parada para ver si tenían alguna señal satélite con un equipo portátil y tomarse algún tentempié que guardaban en el traje especial. No paraban de hacerse la pregunta —¿Cómo nunca antes el hombre había descubierto este lugar? Parecían asustados e incómodos, pero igualmente, estaban deseosos de saber que les esperaba en el final de la escalera. Jericó fue el primero en retomar la bajada y seguido se animó Friedrich, los otros dos compañeros, sin más remedio, lo acompañaron en su aventura. No tardaron mucho en encontrarse de frente con el gran espacio que asombrosamente los esperaba para ser descubierto y científicamente estudiado. La gran extensión, que apenas podían abarcar con la vista, estaba repletamente cubierta de símbolos y una antigua escritura no encontrada y descifrada antes en la tierra. Por todo el piso, había extrañas señales y escritas de forma cuneiforme, palabras que Jericó, junto a Vladímir, trataron de traducir. Adentrándose a unos pocos metros de la posición por donde habían dejado la escalera, descubrieron una corriente de viento que fluía como una leve brisa de un extremo a otro por toda la estancia. Siguiendo la simbología de las señales que con esfuerzo Vladímir, había podido desvelar, y algunas palabras salteadas que Jericó tenía la gran certeza de haber traducido, constituyeron una serie de cánticos sagrados con la total similitud a las siete notas musicales. Alexandre, músico profesional, y con un oído más agudo que la mayoría de sus compañeros, fue guiado por las pequeñas brisas cambiantes, hasta dar con unas rocas cilíndricas, que emitían un leve susurró en la letanía. Con esfuerzo, cada uno de los presentes, giraban una de aquellas rocas hasta dejarlas en una posición en la que se miraban una con otra y al mismo tiempo todas emitían una sola nota.
Notaron como el suelo comenzó a temblar bajo sus pies y escucharon como un sistema de mecanismos se movía por el subsuelo cambiando la estructura central del gran salón. Sobre el piso emergió un arco circular de unos cinco metros de alto y cinco de ancho, creando una circunferencia perfecta que giraba lentamente hasta quedar finalmente anclado en el suelo. Todo el arco estaba tallado con símbolos y palabras escritas en la misma lengua que las anteriores encontradas. Vladímir, con curiosidad, las trató de descifrar rozando con los dedos el relieve de una de ellas mientras sujetaba una pequeña linterna con la boca. Estas, al entrar en contacto con los dedos, giraban por un eje, que cambiaba el dibujo y la estructura del arco. Entonces Friedrich, con prudencia por la formación que había producido ahora el símbolo, giró todas las piezas que componían el arco y formó así una cenefa que señalaba a una palabra escrita en la cima de la curvatura. Jericó, que era el experto en lenguas antiguas, tradujo la palabra con el nombre de Vanaham, que sin darse cuenta, se le escapó con un leve susurro por los labios. Vladímir de pronto dio un brinco hacia atrás y el arco comenzó a separarse hasta hacerse dos veces más grande y de entre las rocas talladas apareció un tubo de metal dorado que empezó a iluminarse con tono violeta hasta formal una cortina de luz azul celeste en su interior. Esto los atemorizó, pero al mismo tiempo sintieron un profundo asombro por la rareza del mecanismo. Alexandre, atraído por la curiosidad, se acercó al arco y tocó con un dedo el tubo metálico recibiendo una descarga eléctrica que lo lanzó brutalmente por los aires. Todos acudieron a su ayuda, pero por fortuna no había recibido ningún rasguño. Friedrich, viendo lo que había ocurrido con su compañero, y también invadido por la curiosidad, acercó la mano temeroso atravesando la cortina azul. Jericó, que estaba profundamente abstraído por la asombrosa prosecución que se había originado, observó a Friedrich, y sin pensarlo dos veces, saltó, introduciéndose por completo.
Jericó aterrizó con los ojos cerrados y al ver que seguía con vida, escuchando un sonido familiar y un olor agradable a flores, abría lentamente los párpados hasta quedarse perplejo y alucinado con todo lo que ahora le rodeaba. Entusiasmado, fue empujado por sus tres compañeros, que también atravesaron sin reflexionar aquella cortina, que los separaba de un punto al otro. Llegaron igualmente como Jericó, con los ojos cerrados y pidiendo a dios no estar muertos, pero mágicamente los invadió una calidez familiar y la brisa que atraía con dulzura el perfume de aquellas flores hasta sus fosas nasales. Parecían estar en el mismo corazón del Amazonas, o eso intuyo Vladímir, que no dejó de investigar cada una de las plantas que tenían a su paso. Decidieron crear un campamento con lo poco que tenían y recogieron por la zona, hasta encontrarse con vegetación desconocida y algún que otro animal, qué curioso, fijaba los ojos de entre la espesura a aquellos cuatro extraños invitados. Friedrich notó rápidamente la presencia de uno de ellos y decidió por si solo seguir su rastro, mientras los otros tres, buscaban ramas secas para encender una hoguera. Abandonó el campamento y se adentró por la selva en busca de ese animal que los acechaba, cuando, de repente, fue capturado por una red de lianas y cuerdas trenzadas por alguna tribu humana. Friedrich fue el primero en darse cuenta, cuando desde las alturas, podía observar que los árboles eran muy distintos a los de la tierra y sobre todo, aquellos seres herbáceos, si se podrían llamar humanos, para nada lo parecían. Los otros tres, llegaban cargados de leña hasta el campamento cuando se percataron de la ausencia de Friedrich. Por las marcas entre la vegetación, siguieron un rastro que los guio hasta donde había sido capturado, distinguiendo en una de las ramas, la red con la que lo habían apresado. Alexandre escuchó unas voces como de un grupo de personas que cantaban una especie de canción o ritual dirigiéndose hacia la parte sur oeste del bosque. No dudaron en seguir aquel cántico que se escuchaba en la letanía, sin hacer ruido y agazapados para no ser vistos. A pocos kilómetros de allí, contemplaron asombrados la ciudad de aquella extraña civilización profundamente oculta entre la frondosidad de la selva que ellos creyeron era amazónica.
Justo en la entrada había dos guardias que, por aspecto y similitud, parecían humanos, pero en realidad eran como una especie de árboles andantes. Vieron como llevaban atado a Friedrich y le apuntaban con unas lanzas, cuando fueron también sorprendidos por otro guardia, que ahora les apuntaba a ellos por la espalda.
—¡Umber! Gritó el guardia indicando a los otros seres, que no tardaron en llegar, que había otros tres más escondidos en el bosque. Jericó, que no dejó de poner atención a la lengua con la que se comunicaban, fascinado, advirtió a sus otros compañeros de que no estaban en casa y qué probablemente, tras pasar ese extraño y brillante portal, habían llegado de forma inexplicable a otro desconocido planeta. Desconcertados y terriblemente asustados, pedían clemencia a aquellos seres, que en ningún momento trataron de comunicarse, arrastrándolos hasta el fondo de una oscura celda a través del hueco de un árbol. Tras un tiempo encerrados, con una dieta de insectos y frutas, Jericó ya conocía un ochenta por ciento del lenguaje y trato de comunicarse con la chica que les daba de comer y beber. Esperaban el momento a que alguien abriera la tapa que los separaba de la superficie y poder por fin hablar con ellos, cuando ocurrió lo que menos se imaginaban. Una otra civilización de la cual llamaban una y otra vez Umber, estaban atacando una parte de la ciudad y con ayuda de la chica, fueron dejados en libertad para que no murieran calcinados por las llamas. Los Anax, como era llamada la tribu de los bosques, tenían un ancestral enemigo íntimo llamado Umber, hombres de las profundidades, que salían en la noche para cazar, asesinar, violar y destruir la armonía vital de todos los seres del planeta. La chica los condujo hasta un lugar secreto en medio de la selva y allí estableció contacto con ellos. Jericó, con lo que había aprendido en todo este tiempo, no dudó en hacer preguntas y saber el nombre del mundo en donde se encontraban.
—Sentimos haberles asustado, importunado y mucho peor, haber dañado vuestros bosques, pero nosotros venimos de otro mundo y no conocemos nada de este. Si me lo permite, quisiera saber su nombre y el de su planeta.
—No es necesario disculparse, mi nombre es Doha, igual que nuestro gran árbol guardián de la vida y también sé un poco de vuestro idioma, aprendí escuchando y se parece al lenguaje de los Umber. Como son tan parecidos, creímos que eran Umber enviados para dañar el bosque, pero no se parecen tanto, ellos son salvajes y parecen monos sin pelo.
—¿¡Monos!? ¿Existe el mono en este mundo?
—Sí, nuestra civilización está conectada con toda la vegetación y fauna de este planeta, llamado Vanaham. Según los textos sagrados, este planeta ha tenido varios renacimientos con varias civilizaciones distintas, pero el Doha, guarda una semilla con la que vuelve a renacer y dar la vida a otra generación.
—Interesante, pero… ¿Cómo llegó a este mundo los Umber?
—Los Umber ya vivían en este mundo desde hace milenios, pero destruyeron todo lo que tenían y generaron con ello una inestabilidad que duró por cien largos años, lo que tardó el Doha en crecer y con ello dar paso a nuestro nacimiento y la nueva era.
—¿Qué otro nombre tenía este mundo?
—Escrito en textos antiguos y en ruinas de la antigua civilización ancestral de los Umber, este mundo era llamado tierra.
—¿¡La tierra!?
Todos estaban prestando atención y quedaron paralizados con la expresión de Jericó.
—Jericó, ¿Qué ha dicho sobre la tierra?— preguntó Vladímir.
—No os lo vais a creer, pero supuestamente estamos en un mundo paralelo a nuestro planeta, o lo que más me estoy temiendo, en un futuro próximo y nuevo renacer de nuestro mundo— contestó Jericó.
—Entonces, esos tal Umber…, podrían ser…, descendientes vivos de los humanos— dijo Friedrich, titubeante.
—Sí, me temo que si lo son. Pero lo que más me temo, es que sean totalmente salvajes y contengan algún problema mental por alguna contaminación creada por ellos mismos o una guerra nuclear mundial, que acabó casi con gran parte del mundo y dejó con suerte algunos supervivientes— concluyó Jericó.
Terminada la batalla, unos guardias apuntaron con sus lanzas a los cuatro amigos y los condujeron por el bosque hasta llegar a otra ciudadela oculta.
—Tranquilos, no os harán daño, ya hablé con el líder y la guardiana sacerdotisa Deliantha, pero tienen que seguir encerrados hasta que determinen que hacer con ustedes— dijo Doha, que no se despegaba en ningún momento de los apresados.
—Quisiera hablar con vuestro jefe, ver ese gran árbol Doha y si me es posible, buscar la guarida de los Umber y entrar en contacto con ellos— pedía educadamente Jericó.
—Lo intentaré, pero hay algunas complicaciones. Según los guardias, están diciendo que os van a enjuiciar porque creen que son los culpables del ataque de los Umber.
—¡No! Tienes que convencerlos de que no tenemos nada que ver con ellos y que venimos en son de paz.
—Ya te dije que lo estoy intentando, no teman, os sacaré de vuestro exilio.
Amanecieron en una nueva celda algo más estrecha e incómodos, rendidos por el largo viaje entre la gran espesura del bosque. Viajando pudieron ver, con fascinación, la diversidad de flora y fauna que se ocultaba libremente por la selva, con gran similitud a la de la tierra, pero estos, habían cambiado parte de su pelaje por un grueso manto de hojas o cuernos que nacían por diferentes partes como ramas. Un lobo extraño con una melena de flores y pequeñas hojas, hasta un ciervo con ramas, donde antes tenían una dura cornamenta, se mostraban tan cercanos a estos seres herbáceos con forma humana, que los acariciaban y en ocasiones, el animal se postraba frente a ellos realizando una reverencia. <<¿En qué hemos fallado durante siglos los humanos?>>. Se preguntó Jericó, mirando con desconcierto los movimientos de las plantas y la cantidad de animales, que mostraban un máximo respeto a esta nueva civilización. Jericó seguía ensimismado con todas sus teorías, cuando unos guardias los sacaban a la fuerza para obligarlos a comparecer frente a un tribunal de la aldea donde se encontraban.
—Por las reglas de nuestros ancestros que me han sido otorgadas y las sagradas leyes de nuestro pueblo, hemos llegado al veredicto, de dejar en libertad a los prisioneros junto a las laderas de las zonas áridas, si son Umber, encontrarán el camino para llegar a su hogar, si, por lo contrario, no lo son, morirán de hambre y sed en poco tiempo— gritó el líder Anax, llamado Heldril, a la multitud de seres herbáceos que se encontraban allí presentes.
—¡Jericó! ¿¡Qué ha dicho!?
—¡Jericó, despierta!
—¿Qué pasa?— preguntó Jericó ante los gritos desesperados de sus compañeros.
—¿Qué ha dicho esa cosa?— preguntó Vladímir.
—No lo escuché muy bien, pero creo que ha dicho que moriremos en un lugar desierto— contestó Jericó.
—Pero…, ¿¡Cómo!? Tienes que impedirlo, ¡Haz algo ya!— exclamó Alexandre.
Jericó, ante la presión de sus compañeros, empujó con fuerza al guardia que sujetaba la cuerda que los tenía presos y arrastrándolo unos metros, se arrodilló frente al Jefe.
—¡No…!— gritó en la lengua de los Anax. —Somos Humanos, pero no Umber. Hemos llegado por sorpresa a este mundo y no sabemos si verdaderamente venimos del pasado, no somos asesinos, ni voladores y tampoco tenemos la rabia. Solamente necesitamos encontrar la manera de llegar a nuestro hogar y ver de nuevo a nuestros familiares, solo pedimos eso. Si nos dejan ver el Doha, podríamos encontrar la manera de salir de aquí.
Todo se quedó en silencio por unos segundos, hasta que la gran multitud gritó desesperados «Muerte a los Umber». Jericó, viendo que no había servido para nada su explicación, agarró la mano de Heldril.
—Por favor, se lo suplico, no estoy mintiendo. Si no me quieren creer, deja ir a mis compañeros y matarme a mi, si con ello pagamos nuestra culpabilidad. Se lo pido por favor— suplicó Jericó abatido.
—Sé que no están mintiendo, nunca un Umber ha conseguido hablar nuestra lengua en tan poco tiempo, pero la voz es del pueblo y yo no puedo hacer nada en contra de mi gente— dijo el jefe Anax.
—Pues explica eso mismo a tu pueblo.
—No me escucharán, no, porque han cometido un grave error. Nadie, absolutamente nadie, si no es un elegido, puede entrar en el árbol sagrado de la vida y ustedes son tan ingenuos que han considerado poder pasar como si nada, ja, ja, ni tan siquiera un líder Anax puede entrar si el Doha así lo decide.
—Te propongo un trato: Si el Doha, se abre junto a nuestra presencia, dejaremos en paz a tu pueblo marchando para siempre de este lugar, pero si no, dejaremos hacer lo que pidan con nosotros— pidió Jericó como último recurso.
Heldril, miraba a la multitud por un largo rato, pensando la propuesta de Jericó, cuando una flecha atravesó el público en dirección a los prisioneros, que terminó recibiendo Doha por desgracia en su pecho. Todos miraban atemorizados y desconcertados, dejando un horrible silencio tras la caída de la chica al suelo.
—¡Doha…, no!— gritó Jericó afectado.
Se acercó hasta la joven y sostenida entre los brazos, suplicó una y otra vez que no le dejara. La chica sonrió apartando el cabello de Jericó y le susurró con esfuerzo un leve adiós mientras se descomponía transformándose en polvo y las hojas que crecían por todo el cuerpo se marchitaban. Cuando acabó por desaparecer ante un ligero soplido del viento, Doha, dejó en las manos de Jericó, una especie de semilla extraña en forma de bellota.
—¿¡Quién ha sido!?— gritó el líder Anax.
Saltando de liana en liana y moviéndose con rapidez de entre los árboles, apareció un joven Anax enmascarado que huyó rápidamente ocultándose entre la espesura.
—¡Guardias…, apresar al asesino! Ustedes cuatro vengan conmigo— indicó Heldril.
Guiados hasta un gran salón, el líder, despojó a todos de sus grilletes y dejados en libertad, pidió que tomarán asiento. Explicó la situación en la que estaban y como podría recompensar todo el daño que les había causado, brindándoles la confesión de que Doha, verdaderamente, era su hija. Estaba consternado y bajo el dolor que sufría por la valiosa pérdida de su querida hija, decidió ceder a su último deseo. Doha había suplicado ayuda a su padre con la intención de salvar a los extranjeros y llevarlos frente al gran árbol, que también intuyó, era la única forma de devolverlos a su planeta de origen, pero sin creer que eso podría ser posible, le negó la posibilidad de salvarlos y llevarlos hasta el Doha.
—Lo sentimos mucho— dijeron todos al pobre padre dolorido.
—Tenéis que partir en la noche hasta la ciudad principal, allí os encontraréis a la guardiana sacerdotisa del Doha, Deliantha y la única Anax hasta el momento con posibilidad de entrar en él.
—Sé que no es el momento, pero…, ¿Por qué al morir un Anax, su cuerpo se desvanece y deja a cambio esto?— preguntó Jericó mostrando la semilla de Doha.
—Todos los Anax, después de morir, dejan el cuerpo terrenal transfiriendo su alma a la semilla que porta como corazón— contestó el líder. —Cuando un Anax es viejo o sabe que le queda poco tiempo para morir, viaja hasta el Doha y se une a él, para dejar su alma junto al gran árbol. Si un Anax muere asesinado, o de forma extraña, otro Anax toma su alma y viaja hasta el Doha, dejando la semilla junto al gran árbol.
—Es algo sagrado y la misma vez que hermoso eso que tiene como rareza vuestra raza— dijo Jericó.
Jericó entregó la semilla de Doha a su padre y este se negó a tomarla. Heldril, pidió a Jericó que fuese el quién la dejara junto al gran árbol y con ello, cuando por fin se hayan marchado, todo quedaría en el olvido. El líder, creyó tener la esperanza de que los cuatro hombres podrían volver a su hogar con la ayuda de la sacerdotisa, dejando una nota escrita y un amuleto como ofrenda en manos de Jericó.
—Anunciaros ante el Jefe de la gran ciudad y solicitar ver a la guardiana del Doha, ofrecer esta nota a Darial y este amuleto a la sacerdotisa Deliantha.
Prepararon todo para la marcha y se despidieron de Heldril con un amistoso estrechón de manos. Los cuatro amigos partieron junto a dos guardias que los guiaron en su travesía por la oscuridad del bosque. Caminaron durante toda la noche y Alexandre, fue el primero en ver el esplendor de la gran ciudad Anax. Jericó volvió a quedarse perplejo por la maravilla arquitectónica que habían creado durante siglos los Anax en medio de la selva. Una gigantesca ciudad se presentaba ante sus ojos mostrando la evolución y gran sabiduría que estos seres herbáceos, habían logrado sin ayuda electrónica. Todos los componentes que se usaron para la creación de grandes casas, como también puentes, eran simples rocas, ramas, lianas y hasta grandes hojas de los árboles. Fueron invitados a pasar por una gran puerta de entre dos árboles que formaban un fantástico arco con enredaderas custodiado por dos fornidos guardias con escudos y lanzas. Justo en la entrada, esperaba el jefe de la ciudad Anax, llamado Darial, y los recibió de manera afable. Jericó entregó la nota escrita por Heldril al jefe y este los guio hasta el santuario de la sacerdotisa Deliantha. Se adentraron por una fisura en forma de puerta a través de un enorme árbol y todos, con asombro, quedaron fascinados con la diversidad de flores y estanques, por donde bajaban unas humildes cascadas de agua cristalina, creando un ambiente relajante y apacible. Al fondo se podía escuchar un cálido canto siguiendo en armonía el compás de una acogedora arpa. Alexandre, controlado por la mágica atracción que producía la melodía, buscaba torpemente entre las enredaderas de flores que formaban una cortina de una estancia a otra, hasta dar con la habitación donde reposaba recostada en un diván, la sacerdotisa Deliantha. Jericó pidió disculpas y hurgo por los bolsillos en busca del amuleto que Heldril le cedió para entregarlo a la guardiana. Sostenido entre las manos, la sacerdotisa se levantó con la ayuda de unas criadas y mandó parar la melodía.
—¿Por qué eres poseedor de esta reliquia?— preguntó con preocupación Deliantha.
—Siento la molestia, me llamo Jericó y venimos de un lugar muy lejano. El amuleto me lo entregó Heldril para pedirle que nos ayude a entrar en el Doha y con ello tener la posibilidad de volver a nuestro hogar.
—Sí, ya sé quienes son ustedes y de donde vienen, me lo dice todo el espíritu del bosque. Pero lo que no entiendo es, como Heldril os confío una reliquia familiar a ustedes.
—Dijo que era la última voluntad de su hija Doha, para convencerla así con ayudarnos a entrar en el gran árbol.
—Doha era una buena chica y el espíritu la había elegido como mi sucesora, lástima que murió en vano por salvar a unos simples extranjeros. El gran árbol se abrirá hoy una sola vez, si el Doha lo decide, serán guiados por mi hasta su interior.
—Se lo agradezco de todo corazón, estamos ya deseosos de volver con nuestra familia.
—Vuelvo a repetir; que solo podrán entrar si el Doha lo decide.
—Tenemos la certeza de que así será, porque ya hemos venido desde nuestro mundo por el mismo árbol. Si no es así, ya le dije a Heldril, que estamos a vuestra disposición siempre que ustedes lo deseen, es nuestra única esperanza.
—Ustedes los Humanos son muy confiados, creen que todo es cuestión del azar cuando hay una energía universal que rige el destino de cada uno de nosotros. El Doha es quien rige el equilibrio de este mundo tomando la energía del centro de Vanaham en sus raíces y las de todo el universo en su copa, devolviendo a todos los seres vivos la sabiduría ancestral y cósmica desde hace milenios.
—En nuestro mundo el Doha, según la leyenda, fue cortado hace siglos por un dios y maldijo así a los humanos a vivir desconectados para siempre de todo el universo.
—¡Qué horror! No es de extrañar que los Umber se volvieran así de salvajes y hace décadas ellos mismos se autodestruyeran los unos a los otros.
—El humano es dominante y siempre persigue con la avaricia tener lo que no puede, si así tuvieran que matar o pasar por encima de cualquier familiar para conseguirlo.
—¿¡Incluso los de su propia sangre!? Creo que esa maldición os guió al desconocimiento y la destrucción. Los Anax, vivimos en armonía con todo lo que nos rodea y todo es nuestra familia, animales, plantas, todos venimos de un mismo ser y espíritu que está conectado al Doha. Os llevaré junto al gran árbol, no podemos esperar más.
—Le estoy enormemente agradecido, por brindarnos su sabiduría y ayudarnos sin tener nada que entregaros a cambio, en volver a nuestro anhelado hogar.
—No me lo agradezcan a mi, si no, al Doha. Él es quien decide quien entra y quien no en sus entrañas.
Los cuatro hombres felices de que por fin volvían a casa, se abrazaron e inclinaron frente a Deliantha dando las gracias. Guiados por varios guardias y la sacerdotisa, caminaron hasta el gran Doha contemplando su gran magnitud. El árbol era tan grande, que solo podían ver una gran raíz que rodeaba casi toda la ciudad y no podían distinguir el final que atravesaba libremente el cielo azul con su copa. Llegaron hasta una puerta sellada por la flora del lugar y la sacerdotisa se inclinó frente a él, suplicando en varias ocasiones su apertura. Un enorme tañido resonó con fuerza por todo el paraje, creando el temblor del terreno mientras se abrían lentamente las enormes puertas que conducían al interior del Doha. Entraron juntos al mismo tiempo siguiendo los pasos de Deliantha encontrando frente a ellos una larga escalera de piedra de forma descendente idénticos a los primeros escalones, por donde desgraciadamente entraron por sorpresa en la expedición. Todos miraron perplejos la similitud que tenían las pinturas y señales con las de la vez pasada. Esperaban impacientes llegar a la gran sala donde creían encontrarían el portal para volver a casa. Una vez distinguieron la estancia, Alexandre, buscó desesperadamente las rocas cilíndricas para activar el mecanismo del portal y combinó rápidamente una frente a la otra al dar con ellas. El piso nuevamente tembló bajo sus pies y un arco similar al de la otra vez, sumergió ante sus ojos, devolviéndoles la felicidad y la esperanza de que pronto volverían a casa. Activaron el portal de la misma manera y Jericó, pendiente de la palabra que esta vez figuraba sobre el arco, pudo traducir el nombre de Alfheam, confundido y preocupado por si volvían a vivir lo mismo que en Vanaham, Jericó, andaba pensativo alrededor del arco y observando el nombre que figuraba tras el arco, distinguió el nombre de Tierra Media o Midgaram. Cuando Jericó leyó esto, comprendió que el portal tenía dos entradas, una a un mundo descendente y otra a otro superior en diferentes épocas y eras o mundos paralelos a la tierra.
Convencido de que Midgaram era el nombre con el que llamaban a la tierra, los cuatro amigos, agarrados uno a otro de la mano, decidieron entrar por él y dejar Vanaham por siempre como un sueño vivido que no iban a contar en la vida. Igual que la vez pasada, todos cayeron uno encima del otro con los ojos cerrados y descubrieron que estaban de nuevo en su hogar por la similitud del arco por donde la primera vez habían viajado a Vanaham, allí en el suelo quedaban restos del equipo que llevaban antes de entrar por el portal. Tomando sus cosas y buscando las que dejaron en la escalera antes de entrar en aquella enorme sala, empezaron a tomar conciencia de algo que los perturbó a todos. Los dispositivos móviles, como también las linternas y otros aparatos electrónicos, estaban completamente sin batería y no tenían la forma de pedir ayuda al exterior. Subieron la escalera hasta el hueco por donde habían entrado y buscaron alguna apertura o fisura para salir, sin éxito. Golpearon en varias ocasiones la zona obstruida cercana al hueco por donde cayeron y de repente, fueron sorprendidos por una gran tromba de agua que los absorbió empujándolos hasta la superficie. Observando que todos habían salido ilesos, Jericó, percibió que no todo estaba como antes, el océano donde se encontraban había mermado y el agua tenía una temperatura no muy común en ese lugar. Justamente al lado, había un gran islote y desde allí, distinguieron una gran niebla que parecía cubrir gran parte de la tierra. No tardaron mucho en darse cuenta de que la niebla en realidad era tóxica y cada vez les costaba más respirar en la superficie. Friedrich empezó el primero a tener síntomas de vómitos y una tos frecuente, la piel parecía estar cambiando de color y comenzó a perder el pelo. Seguido comenzó Alexandre y tras él, Vladímir. Jericó, viendo lo ocurrido y notándose en mal estado, observó tras él un caza de guerra con la bandera blanca, azul y roja, que flotaba a la deriva con el piloto carbonizado en su interior. Saltó al mar y nado sin fuerzas hasta el avión para ver los niveles de combustible y buscar una forma de comunicarse con alguna torre cercana. Cuando Jericó forzosamente ocupó la cabina del piloto, observó que la fecha en la que dejó de funcionar el caza, era en el dos mil treinta y cuatro, doce años después de que ellos hubieran dejado la tierra. Mirando los niveles de radiactividad, distinguió que estaban al límite, concluyendo que habían llegado a la tierra en el momento exacto en que el humano, había destruido para siempre su mísera existencia. Dando un último esfuerzo, miraba atónito como dos compañeros agonizaban sobre el islote y Vladímir, se acercaba lentamente flotando muerto sobre el mar. Sin fuerzas y casi a punto de perder la conciencia, recordó a Doha entre sus brazos y la semilla que, por descuido, no habían dejado junto al árbol. Sostuvo la semilla entre los dedos y sonriendo antes de morir, la besó y la lanzó al mar, donde terminó perdiendo la vida, pero no la esperanza.
Autor: Juan José Serrano Picadizo
Nota de autor: Dejo escrito, que yo también casi lloro y se me escapó una lágrima escribiendo el final. Espero que lo hayas disfrutado, a pesar de lo mal escritor que soy, como yo también lo he disfrutado escribiendo esta historia que ya tenía como dos años intentando escribir, pero por no estar muy avanzado en la escritura, ha permanecido guardada con recelo en mi corazón, gracias.
BEA ARTEENCUERO
Un día de primavera, siendo un joven voy a casa de mis abuelos, como lo hacía siempre y más asiduamente en vacaciones. Era una hermosa granja, con muchos animales y un extenso parque; mi lugar preferido era un gran árbol que había al costado de la casa, pasaba largas horas sentado en su tronco bajo su sombra, se veía todo el valle desde ese lugar.
Cierto día al sentarme en una de sus raíces, se quiebra una rama en la que me apoyo, grande fue mi sorpresa cuando escucho una voz que me dice:
– ¡Ay! Ten cuidado ya estoy viejo y mis gajos se rompen con facilidad (No puede ser, mis pensamientos responden con palabras ¿escucho bien?
– Soy yo, él árbol, quien te habla.
– ¿Tu hablas?
– No siempre, solo cuándo alguien de buen corazón está a mi lado, y vos hace muchos años que te sientas bajo mi sombra, yo te espero año tras año, he oído tu risa, también tu llanto; Se que te llamas Julian.
– ¿Si ? Sabes todo eso?
– Claro, los árboles también tenemos corazón y a medida que crecemos nos vamos formando, nuestra raíz según el agua que recibe se desarrolla y así también, ramas, hojas, flores, frutos.
Yo estoy en mis últimos años, mi función fue cumplida…He dado sombra en los días de calor, flores en primavera y mis semillas han recorrido muchos lugares esparcidas por el viento, así que hay retoños por doquier.
– ¡Oh no!
– Voy a extrañarte mucho.
– No te angusties, yo seguiré siendo útil, seguramente me Transformare en algo. Cuando regreses si no estoy, no estarás solo, encontrarás una sorpresa.
Me fui muy triste pensando si realmente toda esa conversación había sido real o solo estaba en mi mente.
Al año siguiente cuando regrese a la granja, corriendo me dirijo hacía donde estaba el árbol (No había olvidado el suceso )Y al llegar, en el lugar solo había un rugoso tronco, muy triste me senté en una de sus viejas raíces y grande fue mi sorpresa al ver pequeños retoños verdes creciendo por todos lados, recordé lo de las semillas esparcidas, allí estaban regresando a la vida.
Escucho una voz muy tenue..
– ¿ Tu eres Julian, verdad?
Si, contesto sin ver a nadie.
– Nuestro padre nos habló de ti, nos dijo que vendrías cada verano a sentarte en nuestras ramas y raíces, así que te esperamos…
¡El regalo! La sorpresa…Era esta.¡.Sus hijos!
Riendo y llorando me abracé al viejo tronco ..
– Solo dije…Gracias.
Comprendí que donde hay amor todo es posible.
Pasaron los años y aún me siento bajo la sombra del frondoso árbol…
A veces me pregunto.
¿Fue mi mente? la que escucho hablar al árbol aquel día de primavera y siempre me respondo lo mismo.
Fue la semilla del amor..
MÓNICA ALTAMIRANO
El invierno era frío y gris. Los que lo sabíamos y podíamos, emigrabamos al sur. Conocíamos el camino por generaciones anteriores que nos precedieron. Era nuestra impronta, nuestro legado. Sin esa sabiduría, hubiéramos perecido hace mucho tiempo.
Pero otros se quedaban. Desarrollaron técnicas de supervivencia, también legado de sus ancestros, pero el invierno era cruel y no todos aguantaban.
Algunos sabían refugiarse muy bien y otros no, pero muchos comprendieron que cosechar el grano y guardarlo antes de la llegada del invierno, suponía una estrategia vital que no podían ni delegar ni tomar a la ligera.
Unos guardaban para no salir y otros, para poder hacerlo y tener alimento en sus rutas de exploración.
El trabajo de cosecha ocupaba todo el verano.
Pero aquel año, aquel final del verano sentenció a los que se quedaron. El incendio lo arrasó todo, la vegetación, que daba sus semillas para ser cosechada, los árboles que daban su espacio para guardarlos, las matas que daban sus frutos para mantenerlos…todo desapareció.
Lo guardado se quemó y los que no emigraban sabían que tenían pocas esperanzas sin sus cosechas.
Pero el instinto por querer vivir tiene un poder enorme y se dieron cuenta, en seguida donde había grano en grandes cantidades. Solo había que tener valor para cogerlo.
En esos graneros siempre había grano, muchas semillas recolectadas y almacenadas, montañas de ellas.
Pero también había quienes la custodiaban, asalariados a coste de especia o de lo que fuera que entrara a robar el preciado botín.
Difícil pasar desapercibidos y más cuando eran muchos los que a diario hacían incursiones para poder comer.
Tantas semillas allí les hacía olvidar su vulnerabilidad y muchos eran cogidos sin piedad.
Pero no por Benjamín.
Pronto se dieron cuenta que su presencia en aquel granero ahuyentaba a los gatos y, además descubrieron que siempre había un plato lleno de semillas sobre la viga cercana a la ventana de ventilación por dónde entraban. Allí los gatos no podían subir y muchos roedores y pájaros silvestres lograban sobrevivir el invierno con aquel acto de generosidad y comprensión.
Todos los inviernos, el ya viejo Benjamín repetía su costumbre de dejar semillas a los animales del bosque, para que llegada la primavera, estos le regalaran su compañía y sus cantos.
Benjamín ya no está pero junto a la ventana de aquel granero viejo ha crecido un roble y los lugareños dicen que todas las primaveras se llena de pájaros, más que en ningun otro lugar del pueblo.
M ADELA CID
¨Sementes Gaio¨.
Del Album Historias de mi Aldea.
Era una familia de buenos hortelanos. Sus ¨Leyras¨ eran ¨vastas¨ y no podían estar mejor cuidadas. El hijo mayor: Juan ¨gaio¨ llegó a ser el único (mas bien el primero) que se hizo de un tractor y muy orondo, como el hecho lo amerita, usaba el artefacto para todo trabajo posible, en aquellos campos propios y en los de los vecinos de mente abierta, que no resultaron reacios al cambio y para muchas faenas mas, como llevar y traer leña, ¨toxos¨, las cosechas de temporada y el abono , que de aquellas era puro estiércol, recogido directamente en los campos y en las ¨cortes¨.
El trasto solo llegaba hasta aquellos sitios donde se podía mover, que no eran muchos, pues no estaban todos los caminos preparados para ello y no en todas las cuestas y sitios de montaña era mas útil, por lo peligroso, que un buen mulo.
Juan ¨gaio¨ era ya desde muy ¨mozo¨ bien parecido, gallardo, musculoso y alto, muy alto. Como todos en su familia se distinguía por tener una abundante y negra cabellera, producto de la influencia de los genes de una ¨avóa¨ proveniente de Jerez de La frontera y los ojos verdes, de su padre, del verde de las olivas hechas. Estos atributos lo colocaron en la mira de no pocas ¨mozas¨ que bebían los vientos por él. En cambio él, se podía decir que era un ¨mozo¨ tímido en exceso, entregado a ser un próspero agricultor.
Las ¨mozas¨ del pueblo lo buscaban y competían entre ellas por ganarse su atención. Algunas le jugaban las bromas mas alocadas, con la connivencia de sus madres, que lo consideraban uno de los mejores partidos del pueblo.
Una vez acostumbrados al ruido del motor y a su viajar por las ¨ruas¨de las aldeas, todos los aldeanos llegaron a admitir que el tractor era una cosa positiva, tanto para el que pudiera tenerlo como para sus vecinos, trajo prosperidad a la aldea, aligeraba las labores y facilitaba el transporte para llevar y traer las mercancías los días 8, día de la feria mensual de San Roque de Crespos.
Cada mes, los de la aldea, se servían del tractor que halando su carro, previamente lavado hasta perder cualquier olor y cargado a tope, encabezaba la comitiva que iba a la feria. Bajaban en grupo, como antes, solo que ahora detrás de un carro de motor con la ventaja de que podían llegar bien temprano y colocarse en los buenos puestos, con pleno tiempo para hacer las ¨mercas e vendas¨, sin apuro.
Los animales para la venta iban con sus dueños andando detrás, portando las cargas menos pesadas, y uno de los ¨rapaces¨ ¨gaio¨ caminaba (mas bien correteaba) delante, para apartar cualquier rama batida por el viento o rocas que hubieran rodado hasta la ¨estrada¨.
Llevaban a la feria mercancías y encargos ya previstos , que eran desde ¨liño¨, lana, artículos ya confeccionados a partir de los mismos como ropa, mantas, calcetines, etc, cestos de madera y fibras, leña, las cosechas de temporada, hasta tejas de barro o/y piedras trabajadas. A la vuelta lo mismo, con las compras del mes.
Mucha gente hábil vivía en estas aldeas. Todo lo que necesitabas podías encontrarlo en la feria. Las ¨ruas¨ de Crespos se llenaban de transeúntes vestidos de salir. La feria era el acontecimiento social de cada mes, después de las misas, las fiestas patronales y los entierros.
Era mayo y Manolo ¨gaio¨ compró semillas de melón. Quería ser el primero en cosechar melones en la comarca. Hasta el momento no se habían sembrado tales en las zonas altas. así que compró muchas y pensaba ¨sementarlas¨ en las cercas de las ¨leyras¨ y llenar algunas de ellas, las más ¨ladeiras¨ de las ¨corgas¨ donde quedaran en lo posible ¨agarimado¨ del viento y el frío y tuvieran ¨regos¨ que le garantizaran buena cosecha. Podía ser un negocio ventajoso, dado el precio de tal vegetal exótico en la zona.
—
—Manolo, anda ¨lévame¨ a tu lado en el tractor que no te molestaré para manejar —le dijo Marilola, que se había estrenado un vestido floreado de verano sin mangas y con un gran escote.
A Manolo no le gustaba la idea, aun no dominaba bien el timón y temía ponerse nervioso debido a la falda de escándalo batida por el viento y a las miradas incómodas del resto de las ¨mozas¨, además de los inevitables comentarios y habladurías.
—Debes cuidar de tus hermanos, Lola —respondió, tratando de ser lo mas correcto posible, —que se han subido ya tres veces al carro y por segunda vez han derramado las ¨sementes¨, además tienen al burro del Indalesio al borde del espanto.
Dos ¨rapaces¨, de los más alborotados, en ese mismo instante, saltaron del lomo del burro, que trotaba al lado, a la plancha del carro del tractor, cayendo sobre las cestas de semillas.
—Ehhh, Ehhh, Indalesioooo, ataja a estos rapaces que no van a dejar una cesta sana —chilló la Carmen de los ¨cangas¨, que venía justo detrás.
Entretenido con tanta bulla, Manolo ¨gaio¨ ni se dio cuenta cuánto aumentaba la velocidad, ya iba casi a 30km/hora y en el recodo de la fuente del trasno cojo, donde el agua mana constantemente, algunos días con mas fuerza que otros y mantiene mojado permanentemente el camino, una rueda atrapó una raíz, haciendo saltar el carro, que luego derrapó con el agua y el lodo de modo que casi cae y hace caer el tractor consigo, ladera abajo. Las semillas de las cestas saltaron, como las tortillas cuando se tiran para voltearlas en la sartén. Muchos chillaron del susto.
Pero Manolo ¨gaio¨, una vez más, logró dominar la situación y detener el vehículo, justo a tiempo. Algunos respiraron aliviados, otras suspiraron admiradas y Carmen ¨canga¨ se persignó, como la situación lo precisaba.
—Esto es obra del trasno, Hay que pasar por el sitio con respeto. Sin duda atrapamos un ¨meigallo¨. Hay que pedirle a la Diosa, a Deva y ponerle una ofrenda en la fuente —dijo Carmen¨canga¨ , —tenemos que hacer el conjuro de…
—No estoy para cuentos de viejos —la interrumpió Manolo ¨gaio¨. El era un mozo moderno.
Las mozas se apresuraron a recoger todas las compras, las posturas y las sementes derramadas por el piso del carro y hasta por el suelo y los rapaces escaparon a la carrera para evitar la merecida ¨mallada¨.
Y la comitiva; una vez recolocado el carro en el camino gracias a la fuerza del Manolo, tres voluntarios más y del burro del Indalesio; retomó el camino, sin más percances.
—
En Los campos germinaron las ¨sementes¨ y las nuevas plantas ya tenían muy buena pinta.
Fue ahí, que las vecinas que, ¨casualmente pasaban por allí¨, María, la Rosa y la Palmira, fueron a echarle un ¨ollo¨ a las plantas del Manolo ¨gaio¨.
—Pero si lucen como las calabazas —exclamó Palmira.
—Son calabazas —sentenció Rosa.
—Pero el Manolo dice que son melones —dijo María
—Sí, sí, con sabor a calabaza —concluyó Palmira.
—Ya sabes: ¨Cando chove e hai lúa, o trasno anda pola Cruña¨.
—
El descubrimiento fue muy desafortunado para el tímido Manolo y no solo en lo que a economía respecta.
Manolo ¨gaio¨ comenzó a creer en los druidas, sus historias ¨viejas¨ y a venerar a Sucellus.
La fuente del trasno cojo fue tapiada.
¿Te gusta leer? ¿Quieres estar al tanto de las últimas novedades? Suscríbete y te escribiremos una vez al mes para enviarte en exclusiva:
Un relato o capítulo independiente de uno de nuestros libros totalmente gratis (siempre textos que tenga valor por sí mismos, no un capítulo central de una novela).
Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar tu experiencia de navegación y realizar tareas de análisis. Al continuar navegando entendemos que aceptas su uso.Accepto Puedes cambiar la configuración u obtener más información sobre nuestra Política de Cookies Leer más
Politica de cookies
Privacy Overview
This website uses cookies to improve your experience while you navigate through the website. Out of these, the cookies that are categorized as necessary are stored on your browser as they are essential for the working of basic functionalities of the website. We also use third-party cookies that help us analyze and understand how you use this website. These cookies will be stored in your browser only with your consent. You also have the option to opt-out of these cookies. But opting out of some of these cookies may affect your browsing experience.
Necessary cookies are absolutely essential for the website to function properly. This category only includes cookies that ensures basic functionalities and security features of the website. These cookies do not store any personal information.
Any cookies that may not be particularly necessary for the website to function and is used specifically to collect user personal data via analytics, ads, other embedded contents are termed as non-necessary cookies. It is mandatory to procure user consent prior to running these cookies on your website.
AVISO FESTIVOS: La semana de Navidad solo se harán envíos el lunes 23 y el viernes 27. Descartar
Mi voto para:
Bea Arteencuero
Juan Jose Serrano
mi voto es para:
JUAN MANUEL MARTÍNEZ LOPERA
Mí voto es para Vea Arteencuentro
Mi voto para Juan José Picazo, un relato muy currado.❤
Juan José Serrano Picadizo. Hay como me lío con los nombres.
Mi voto es para Guilermo Arquillos.
Mi voto para:
Alberto Medina Moya.
Voto por Mónica Altamirano
Mi voto: Guillermo Arquillos y Gabriela Colaccini
Jose Armando
Raquel Lopez
Mi voto para :
José Armando Barcelona
Raúl Leiva (por los dos)
Efraín Díaz
Juan José Serrano Picadizo
Bea Arteencuero
José Armando Barcelona Bonilla
Guillermo Arquillos
Mi voto es para:
Alberto Medina Moya
Bea Arteencuero
Lo siento, le pulsé sin querer a publicar por culpa del niño, jaja.
Añado también a Gloria Albaladejo Ayala
Neus Sintes
Raúl Leiva
Mejor dejó uno limpio y borra los otros.
Neus Sintes
Bea Arteencuero
Gloria Albaladejo Ayala
Raúl Leiva
Hola, lo siento. Siempre me olvido de votar y casi no entro al face. Mi voto es para Juan José Serrano.
Juan José Serrano Picadizo
Alberto Medina