Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «puertas». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 18 de noviembre! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).
POR FAVOR, SOLO VOTOS REALES, SOLO SE GANA EL RECONOCIMIENTO, CUANDO ES REAL.
* Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor) y no han pasado procesos de corrección.
Tras cerrar la puerta me hallo en el terrado de la casa y, convertida en pañuelo tendido.
El aire me azotaba con su fuerza en movimiento, queriendo arrancarme del hilo de tender.
Yo, sugeta a mis dos pinzas de madera,aguantaba la ventolera que me estaba haciendo pedazos(bueno es un decir)pedazos no pero alguna raja ya tenía .
Fue entonces cuando una hoja de olivo se incustro en mi tela fina de algodón y, a igual despega un avión de la pista, salimos los dos surcando el cielo como si nos persiguiera el diablo. Las cuatro puntas de mi pañuelo miraron hacia abajo y vieron la puerta del terrado cerrada. Le hoja del olivo me habla y me dice que tiene que volver con los suyos.
Entonces se me ocurrió que ya que estaba en la atmósfera me quedaba allí y me acoplaria a los vientos del hemisferio Norte o Sur y así en esa altura el sistema me llevaría tras otra puerta de la ilusión.
Lo mismo me da, que me da igual, que ponga TIRAR o EMPUJAR, porque siempre que me enfrento al dichoso cartelito colgando de una puerta, me surge el mismo dilema:
¿Tirar o empujar?
¿Tirar para dentro o tirar para fuera?
¿Empujar para fuera o empujar para dentro?
Aún hoy no lo tengo nada claro, en absoluto, acostumbrado a escuchar:
“-Fulanito de tal- tira pa’fuera que no sé lo que te hago…, y no vuelvas a entrá hasta que no se haya secao lo fregao”.
Asín que, tirá pa’fuera o tirar para fuera significaba: salir.
O al contrario:
“-Benganito de cual- tira pa’entro que ya está bien de tanta calle y tanta que calle que paece que te da la vida estar fuera de casa”.
Asín que, tirá pa’entro o tirar para dentro significaba: entrar.
En mi pueblo, empujá, siempre ha significao pa’entro, sin embargo en esas dichosas puertas de la capital, empujar es para fuera.
Y en ese mismo pueblo, el mío, no sé si también en el tuyo, tirar, siempre ha significado pa’fuera o hacia fuera, sin embargo, en las puertas de la capital significa para dentro, es decir: hacia ti.
A este dilema de cómo entrar, en general, en un bar, en un restaurante, en un hotel, etc…, hay que añadir otro más específico: dónde o en cuál puerta entrar. Porque los dichosos dibujitos, símbolos o letras que aparecen en las puertas de los lavabos; baños; aseos; toilettes; retretes; wáteres y uveces (WC.s), etc…, aparecen letreros informativos como este:
-H- –M-
Que puede convertirse en un verdadero problema. El dilema surge cuando necesitas ir urgentemente al baño, vamos que “tienes un apretón”, que “te estás yendo patas abajo”, que llevas la cabeza de la tortuga asomando por entre el caparazón e intentas contener la respiración mientras aprietas las nalgas para que la tortuga no salga. Y de repente te encuentras los cartelitos colgando de las puertas:
H – ¿Hombres o hembras?
M – ¿Mujeres o machos?
No solo tienes que decidir, o más bien intuir, en cuál de las dos te corresponde entrar, sino que además… ¡oh sorpresa, necesitas un código de acceso!
-Corriendo desesperadamente a la barra- -Por favor ¿Cuál es el código de acceso para entrar al baño?
-El que aparece en el tique de consumición-
Pero tú no te has guardado el tique, por supuesto, así que, tienes que regresar a la mesa, mientras aprietas las nalgas, donde estabas hace un rato tan tranquilamente, a buscar el tique de consumición y buscar el código de acceso, en tanto en cuando la tortuga ha comenzado a respirar, tú intentas aguantarla apretando las puertas de salida “las nalgas” para obligarla a meterse pa’entro, pero ella se niega.
Por favor, por favor, ¡qué vergüenza si no me da tiempo a llegar al baño! –Piensas- mientras por fin, cierras la dichosa puerta por dentro, te relajas y se resuelve el dilema. O no…
El bar hasta la bandera.Se jugaba el clásico Real Madrid us Barcelona club de football y en sólo unos minutos una multitud de jóvenes abarrotó el poco espacio que quedaba.
Ufff!! Qué sensación de estrechez pareciendo necesitar altavoces para ser oídos.
La garganta áspera de tanto esfuerzo ….
_¡Vámonos de aquí ya!No puedo soportar tanto ruido.
_Darme un minuto que voy al baño.
_Te esperamos en la cafetería de al lado y vamos cogiendo sitio no vaya a ser…
_Ok.Ahora os veo.
Tras ingerir unas cuantas cervezas el mero hecho de aliviar la vejiga es un absoluto placer que aunque sólo se dilata unos segundos merece un uffff! Qué agusto me quedo!
_ Esta dichosa puerta no abre.Tirador a la derecha ,tirador a la izquierda y nada…no se mueve ni a la de tres.
Sigo forcejeando con calma pero a medida que transcurren los minutos y no consigo salir se apodera de mi una sensación claustrofóbica que me hace perder fuerza ,el sudor frío me recorre el rostro y siento flojear mis extremidades.
_Holaaaa…¿alguien me oye?
Nadie tiene la necesidad de evacuar … socorro…help!
Recuerdo de inmediato coger el móvil.
_ Con lo que yo habré despotricado del maldito celular y ahora será mi salvación.
Si es que me tengo que comer mis palabras…Rebusco en mi bolso con nerviosismo para llegar a la conclusión que lo había dejado encima de la mesa con absoluta seguridad..
¡Maldita sea!
Y…nadie viene al baño.Es increíble y mis colegas pensando que estoy dándole a la lengua con algún jovenzuelo pro Madrid porque claro …del Barsa poca empatía y es que me conocen muy bien.
Goooollll….alá Madrid ,alà Madrid!!
_Socorrooo! ¿Alguien me oye?
… Y la maldita puerta atascada.
Desesperada me pongo en cuclillas atrapada por una crisis respiratoria que me impide gritar …el sudor frío me invade el cuerpo …cierro los ojos y oigo voces en la lejanía…despierta , despierta! ¿Hay algún médico aquí?esta joven se ha desvanecido y su cuerpo está frío como el mármol.
_ Dejen espacio para que respire.Sra,sra…vamosss!! La cara enrojecida de tanto guantazo…al parecer.
Despierto rodeada de un montón de curiosos mirándome con morbo y estasiados…el clásico quedó relegado a un segundo plano.
Al menos he acaparado el protagonismo de la noche, dije para mis adentros reconcomida por la bochornosa situación de cien cabezas en mi derredor…pero ¡qué protagonismo!
Hace cuatro días, ya cinco, Leonardo di Caprio se pegó una vuelta por mi barrio.
Lo supe por las noticias, sin embargo, yo esperaba ese día el camión de las basuras que no vino.
Me preguntaba justo si Greta Thunberg tiene que ver y digo que sí, porque se ha reunido unas cien mil personas en la plaza central, lo que quiere decir a cuatro escasas millas de mi casa. Entiendo pues que los servicios de recogida han tenido mucho jaleo.
Ahora no estoy tan segura, igual ha sido el lobo Leo.
Les hará gracias, pero a mi ninguna. Quería un erizo para mi jardín orgánico y encima me confirman que viene bien. Pues 400 vuelos que han aterrizado de sopetón, han asustado el oxígeno que no veas, ríete tú de mis dos años de esfuerzo y compostar naranjas. Y luego barajan tres décadas de sostenibilidad. Ejem, por ahora están codeándose con efusión delante de sus micrófonos.
Hasta el 23 de noviembre o tiro las basuras al Clyde/Río, o las amontono delante de la puerta en señal de protesta.
Doña Eloisa, la profesora de Lengua, no se conformaba con que los alumnos realizáramos los ejercicios en la clase, sino que ponía deberes de fin de semana. Escribió en la pizarra: Redactar cuanto os sugiere la palabra puerta. Y advirtió que nadie recurriese a decir que por ellas se entraba y se salía. Advirtió también que en cualquier diccionario nos sería fácil encontrar distintas acepciones o sentidos de esta palabra. Que las explicáramos. Yo me referí a las siguientes acepciones.
Es notorio que los alumnos copiaban si podían en los exámenes y que existía la espontánea inclinación de hacer el vago. Nos viene dado por naturaleza y nadie puede negar lo natural, no se pueden poner puertas al campo.
Me enfadé un día con mis padres y por más que me hicieron razonar, yo no me apeé de uno de mis caprichos: salir con mis colegas después de las doce de la noche. Mi madre me dijo entonces que si no cedía en lo que tanto deseaba, la puerta estaba franca.
En cierta ocasión quise conseguir que Ángel, uno de mis colegas, me prestase dinero para hacer un regalo a Celia. Me puso como condición que debía devolvérselo con la próxima paga. Le puse mil excusas por si no podía cumplir y él me replicó diciendo que yo quería entrar por la puerta trasera.
Logré aprobar todas en un trimestre. Para celebrarlo mi madre hizo una tarta con mi nombre. Yo me sentí como torero que sale por la puerta grande.
Hacía un frío que pelaba y mandó mi padre que cerrara porque a la puerta le olía el aliento.
Me explayé luego explicando que acompañé a Celia una tarde a su casa, como lo hacía otras veces, pero que aquel domingo habíamos visto una película bonita y muy romántica. Nunca me había dejado cogerle la mano. Aquella tarde solamente un poco. A llegar a su casa, puso la llave en la cerradura y como hacía frío nos metimos en el portal. Celia me besó y me desabrochó la camisa y yo intenté soltarle los corchetes del sujetador y le levanté la falda. Lo bueno ocurrió detrás de la puerta.
Doña Eloisa se echó unas buenas risas cuando leyó mi redacción y me dio un tironcillo de orejas, pero solo me puso un cinco.
—Pero ¿qué más quieres sacar? Si ya hemos acabado…
—Mmm, no sé. ¿Tu crees que ya no hay nada más?
—A ver, juraría que está todo, pero ya me haces dudar…
—Bueno, deja la puerta abierta por si acaso.
—¿En serio?
—¡Sí! ¿Quién te asegura que no querrás volver? ¿Tienes claro que ya no me quieres?
—…
—…
—Vale, dejo abierto…
—Genial.
[Hola lletraferits! Supongo que, después de los 300 años de mi desaparición ya nadie me recordará Me he convertido en opositora. Una condición que nos hace desaparecer a los que la sufimos… pero necesito escribir de vez cuando para no morir tan rápidamente. Y, ¿Qué mejor manera que escribir en los retos semanales de este, nuestro querido grupo? A ver cuánto me dura la iniciativa…
Espero que todos/as estéis de maravilla espacial ]
Lo invocó porque desde primeros de marzo, frente a su ventana, fueron desvalijando poco a poco la fábrica. Empezaron con el desmantelamiento de la pesada maquinaria. Al día siguiente, despojaron las rejas de las ventanas y después el pesado y enorme portón que tragaba camiones pequeños. Aquel acceso disponía de una puerta enrejada que al chico se le antojaba de rastrillo, como la de un misterioso castillo. En su interior, creía que la sabiduría ancestral le esperaba para informarle sobre los secretos de la vida.
Durante todos sus años, escuchó los ruidos de golpes de brazo, vehículos descargando, hombres carcajeando y chillando, máquinas que cortaban el hierro haciendo saltar virutas incendiarias que iluminaban los sucios cristales de inviernos fríos y veranos sofocantes. Y, de repente, un día, todo ello empezó a morir. Como la nieve de la temporada anterior, que permaneció por unas horas de vida para sucumbir fácilmente por la lluvia posterior. El chico se asomaba a la ventana una y otra vez, buscando cualquier indicio de reposición en aquella edificación solitaria con techo de uralita. Pero ya no escuchó ni vio nada. De un día para otro, la cerrajería del barrió exhaló para siempre.
Le preguntó a su padre por la antigua fábrica, y él respondió que ya podían haberse ido antes. Su padre solía trabajar en una habitación de la casa, acondicionada con todos los enseres de su profesión, la de relojero. El chico había aprendido en la escuela una nueva palabra. Se la asignó a su padre. Siempre le veía abstraído en su trabajo, aun cuando su padre tratara de enseñarle las distintas piezas de su taller. Desde luego, no quería provocar su ira si le dijera que en la cerrajería la maquinaría era más grande y útil para el mundo que la suya—al menos era lo que pensaba. No le diría que deseaba visitar y conocer a la gente de allí, a los que su padre consideraba palurdos. No le diría que de mayor aprendería a hacer puertas, ventanas, escaleras, vallas y todo tipo de piezas que él habría soldado y colocado en una bonita casa que, en un futuro, construiría con sus propias manos. Pero, de la noche a la mañana, todo aquello se derrumbó.
Durante días, no bajó a jugar con sus amigos, mientras le chillaban mentiroso por la ventana al decir que tenía fiebre y se encontraba mal. Su madre quería saber de algún problema con sus amigos, y su hermano mayor se reía de él cuando leía un libro de la biblioteca de la escuela.
El libro narraba aventuras de los dioses del Olimpo. Ahí buscó la respuesta el chico. En el libro, quiso saber qué había sucedido con la cerrajería y dónde aprendería a manejar sus manos. Se lo preguntó a Crono, pensando que era el dios adecuado. Le invocó cientos de veces, hasta que le visitó.
Estaba tumbado en la cama pensando en él, y fue entonces cuando apareció. No se asustó. Las ilustraciones del libro le familiarizaron con su aspecto Esperaba verle con tres cabezas, pero solo vio la del humano. Como si fuera uno más, aunque con un aspecto totalmente diferente. Algo extraño, desde luego. Charlaron en voz baja durante un buen rato —por la tarde, todo el mundo estaba en casa y cualquiera entraría en la habitación, aun habiendo pegado la mochila de libros junto a la puerta—. Crono le escuchó, y supo desde el primer instante que le concedería el deseo. Al fin y al cabo, para eso era el dios del tiempo. Le dio instrucciones al chico.
Le dijo: «Cuando abras la puerta del armario, accederás al futuro. Allí verás la casa que has construido. Pero no te entretengas. No quieras conocer cómo será tu vida porque eso lo tendrás que forjar, como tu casa. ¿Lo has entendido?». El chico asintió y miró hacia la puerta, y fue entonces cuando Crono, tras deseo concedido, desapareció.
– ya te veo, ¿por qué no pasas en lugar de avisar que estás?
– porque no se si hay alguien al otro lado
– ¿al otro lado? Al otro lado solo estás tu.
– pero eso es imposible porque yo estoy aquí
– ¿acaso no recuerdas? Tú me creaste, a mi, y a mis compañeras, pero sólo soy producto de tu imaginación.
-¿que quieres decir?
– ¿no lo recuerdas?
– no se a que te refieres
– tuviste una experiencia que viviste con rabia, angustia y miedo a la soledad. Te entregaste a un amor que soñaste sin contar con ella. Le prometiste que sería el amor de tu vida y que si no era ella no habría nadie más, pero no contaste con ella. Creaste la ilusión de que ella sentiría lo mismo que tu, pero jamás le preguntaste. Y no fue así. ¿Lo recuerdas?
– no, pero si así fue, era mejor olvidarlo…
– ya, pero aquel día nos creaste…
-¿os cree?
– Si una en tu mente con siete llaves que tiraste al olvido para no pensar en el amor. Una que te quemaba en tu espalda y así te impedía llegar a tus brazos y tus manos evitando las caricias y los abrazos. Una de frío hielo en tu garganta que no permitía que salieran palabras cálidas de tus labios. Y yo..
– ¿Y tu?
– Si yo, a mi me colocaste en tu corazón. No pusiste ninguna llave, y como ves, me creaste de madera, sencilla y fácil de atravesar, es por eso que no entiendo porqué sigues golpeándome.
Con los ojos llenos de lágrimas contestó:
– porque mi mente olvidó, el amor, mis labios la suavidad de una palabra dulce y mis brazos y mis manos la calidez de un abrazo y la ternura de una caricia, y llevo mucho tiempo golpeando mi corazón para sentir sus latidos.
– Deja de golpear, sólo somos una ilusión que tu creaste, simplemente abre tu mente, tus brazos y tu corazón y cruza el umbral. Allí te hallarás dispuesto a ganar, dispuesto a perder de nuevo, dispuesto a VIVIR.
SERGIO SANTIAGO MONREAL
Nos obligaron a cerrar todas la puertas,
en una catarsis sanitaria sin precedentes.
Solo nos dejaban abrir las puertas,
para cosas imprescindibles.
Tras las puertas,
pasaban los días.
Tras las puertas,
crecía la incertidumbre.
Tras las puertas,
se palpaba ansiedad.
Poco a poco se abrieron las puertas,
con el daño ocasionado.
Qué no vuelvan a cerrar las puertas,
sobre todo de nuestros corazones.
Qué no vuelvan a cerrar las puertas,
ni arrebatarnos nuestras almas de pena.
Qué no vuelvan a cerrar las puertas,
ni hagan que anhelamos nuestra libertad.
Qué no las vuelvan a cerrar,
imploro en cada verso.
TESS LORENTE
Sin llegar a meter las llaves en la cerradura, me detuve al escuchar cierto bullicio en el interior de mi apartamento.
Acerqué la oreja con cautela y de pronto todo quedó en silencio.
Hacia un mes desde que oímos en el informativo comarcal, que se habían cometido una serie de robos en la ciudad, y esa información regresó a mi mente, rauda como el aleteo de un colibrí.
Giré muy despacio las llaves, intentando no hacer ningún ruido. Dejé mi bolso y la chaqueta en la puerta de entrada, para que no me estorbaran. Me dirigí sigilosa hacia la cocina y cogí el cuchillo jamonero, que siempre se encontraba en el mueble auxiliar.
Volví a oír una especie de murmullo y de nuevo el angustioso silencio.
Crucé el pasillo que me llevaba al salón y al abrir la puerta, una sombra vino hacia mí. Era enorme. Mucho más grande que yo. No podía distinguir una forma determinada, porque todo estaba a oscuras. El miedo se apoderó de mis sentidos y solo pude empuñar el cuchillo delante de mi ombligo, preparándome para defenderme del intruso. No iba a permitir que me atacara, así que al ver cómo se iba acercando hacia mí, cerré los ojos con fuerza y lo incrusté, sin dilación, en el centro de la amenazadora sombra.
La hoja, sumamente afilada, seccionó las entrañas del asaltante, con una extremada facilidad. Mi mano acompañó el mango del cuchillo hasta que topó con el cuerpo mullido del ladrón. El sonido gutural que escapó de su boca me advirtió de mi acierto y al momento sentí como se iban humedeciendo mis dedos con algo caliente y viscoso. El sonido del desplome de ese cuerpo sin vida significaba que estaba a salvo. Ya podía respirar.
Un flash, cegó mi vista. De pronto se encendieron todas las luces del salón.
—¡Sorpresa!!!!
Gritaron todos al unísono.
Toda mi familia y mis amigos se encontraban tras la mesa del comedor, perfectamente dispuesta con las copas de cava servidas y una enorme tarta con cuarenta velas, esperando ser prendidas.
Mi marido yacía ante mis pies, con el cuchillo clavado en su vientre y en mis dedos su sangre, de un oscuro color carmesí.
EFRAIN DÍAZ
Soy cazador de historias y esta es la historia de Juan y Teresa.
Juan tenía veinticinco años. Tenía un buen trabajo y un mar de inseguridades. No solo tmía a la soledad, sino al abandono. No era guapo y mucho menos apuesto. Decir que era feo era un halago. Sin embargo, era un hombre bueno y leal. Debido a todas las inseguridades que arrastraba, había fracasado en todas sus relaciones sentimentales. Por eso buscó refugio en Teresa. Teresa era cuatro años menor. Regordeta y muy poco agraciada físicamente, tampoco había tenido suerte en el amor. Juan le vino como anillo al dedo.
Comenzaron una relación que culminó en matrimonio. Contrario a Juan, que había tenido experiencia en el amor, para Teresa, Juan había sido su primera vez en todo. El matrimonio prosperó y a su manera eran felices. Teresa comenzó a trabajar como secretaria para una empresa y Juan continuaba trabajando en el periódico local.
Teresa se desvivía por Juan. Mas por temor a la soledad que por amor. Con el tiempo y para agradar a Juan, con sus ahorros, Teresa visitó a un cirujano plástico y se hizo la nariz y los senos. Con un nutricionista comenzó a perder peso. Primero perdió unos 15 kilos y luego 10 kilos mas. Teresa se puso atractiva. Las inseguridades volvieron a Juan. Comenzaron los celos y las discusiones. No era lo que Teresa esperaba. La estética comenzó a abrir una peligrosa fisura. Juan la celaba, la seguía y la acechaba. Sus inseguridades llegaron a dimensiones insospechadas. Mientras dormían, Juan la observaba. Teresa había cambiado. No solo física, sino emocionalmente. Mucho mas delgada, destacaban su busto recién hecho, sus caderas anchas y sus nalgas. Su autoestima había subido considerablemente y mostraba una seguridad absoluta. Juan estaba aterrado. Perdió el apetito y el sueño. La idea de que Teresa lo abandonara por otro no lo dejaba vivir.
Los cambios físicos en Teresa no pasaron desapercibidos en su trabajo. Su supervisor inmediato le puso el ojo. Comenzó a coquetear con Teresa y Teresa que no era tonta, no le daba esperanza pero tampoco lo rechazaba. Simplemente le sonreía de forma pícara.
Un buen día, su supervisor no pudo mas y la invitó a unas copas. Teresa se quedó pasmada. La idea de ser infiel le rondaba la cabeza. Traicionar a Juan nunca estuvo en sus planes. No quería abrir esa puerta. Con todas sus manías e inseguridades, Juan la amaba y no era un mal hombre.
Para evitar cualquier problema, Teresa pidió un cambio de departamento.
Juan no cedió en sus celos e inseguridades. La cosa fue de mal a peor.
En el nuevo departamento conoció a Raúl. Un tipo apuesto y divertido. Soltero clásico, Raúl rehuía del matrimonio, cosa que interesó a Teresa. Poco a poco se fueron compenetrando. Poco a poco y con la excusa que tenía que trabajar horas extras, Teresa comenzó a llegar tarde. Las horas extras las cumplían en el departamento de Raúl. Teresa tenía muchas curiosidades. Habiendo sido Juan su primer y único hombre, tenía muchas curiosidades por experimentar.
La fisura que las inseguridades de Juan abrieron en su relación, llevaron a Teresa a acostarse con Juan. El sexo fue maravilloso y Teresa quedó fascinada. Descubrió cosas que jamás había experimentado en su vida y quedó prendada de Raúl y sus habilidades en la cama y fuera de ella. Las horas extras fueron en aumento y el sexo también. Teresa se había enamorado de Raúl, pero no quería romper con Juan. No quería romperle el corazón.
Cuando Teresa llegó a su casa, Juan la estaba esperando en la sala. Con rostro sombrío y apesumbrado, le recriminó a Teresa su relación con Raúl. Lejos de violento, estaba triste. Teresa no pudo negarlo. Su relación con Juan se había roto y no había vuelta atrás. Juan le dijo “si vas a marcharte, hazlo rápido. Así duele menos”. Teresa recogió sus bártulos y se marchó. Alquiló un departamento pequeño y compartía sexo con Raúl en departamentos distintos.
Cada día Teresa estaba mas enamorada y Raúl no tenía en mente nada mas que sexo. Un buen día Teresa le sugirió a Raúl mudarse juntos. Raúl no quería vivir con Teresa pero tampoco quería cortar el sexo, por lo que accedió. Teresa cambió la decoración del apartamento de Raúl, le reorganizó sus cosas y comenzó a controlarle la vida. Teresa estaba obsesionada con Raúl. Teresa estaba experimentando las mismas sensaciones e inseguridades que experimentaba Juan. Raúl le estaba dando de su propia medicina. Teresa estaba descontrolada.
Ahora era Teresa quien seguía a Raúl. Lo acechaba, lo acosaba y cuando llegaba a la casa, lo interrogaba. Teresa temía que Raúl le hiciera lo mismo que ella le hizo a Juan. Raún, cansado del patrón de acoso, terminó la relación y botó del apartamento a Teresa. Teresa se derrumbó. Entró en una profunda depresión. Tuvo que acudir a un psicólogo, pues no soportaba el sentimiento de angustia y soledad. Temía causarae daño. Ahora su vida transcurría entre el trabajo y el diván. Sin Juan y sin Raúl, estaba sumida en el mas profundo sentimiento de soledad y desesperanza.
El psicólogo no tuvo mas remedio que decirle a Teresa que el que a hierro mata a hierro muere. Teresa, le dijo el psicólogo, hay puertas que nunca deben abrirse.
OLINTO RODRÍGUEZ ATENCIO
Cuando éramos niños nos encerraron en la catedral porque los demonios aparecerían al anochecer. Cuando comenzaron a clavar las puertas y a sitiar el lugar fue cuando entendimos que nosotros éramos los demonios.
RAQUEL LÓPEZ
Cerré las puertas al mundo
escondiéndome y temblando,
dejé mi alma al desnudo
como un ángel, trémulo, de mármol.
Invisible ante sus ojos,
transparentes como el agua,
ante las puertas del cielo
siento, que mi vida, acaba.
La muerte me está buscando,
¡ábreme la puerta niña!
con su guadaña en el hombro
gritándome, en la noche fría.
Empellones de azada en la tierra,
suenan bajo el cielo gris,
el viento agitado resopla,
sin que me escape de ti.
Después de la azarosa noche
en un silencio sepulcral,
la muerte ya se recoge,
otro día, volverá…….
NEUS SINTES
Me encontraba en el Hotel en el cual me habían dicho que se realizaría la reunión. Según los datos que me dieron se trataba de un agente Francés, bastante importante llamado Adrien, cuyas reuniones las solía hacer en el Hotel que frecuentaba conocido como: «Le Gardien Noir».
Era una de mis primeras reuniones de negocios en el extranjero.
Me encaminé al vestíbulo donde me atendieron con unos modales exquisitos y muy sofisticados. En Francés me indicaron que el Señor Adrien me esperaba en la habitación 666.
Sostuve la tarjeta de entrada y les dí las gracias. Mientras notaba que el ascensor ascendía hasta el sexto, un escalofrío recorrió mi cuerpo sin saber porqué…la curiosidad me embargaba. El ascensor paró en seco entreabriendo las puertas de par en par, y mis pies empezaron a andar por el pasillo mientras rebuscaba el número indicado.
Mientras andaba, me percaté de la elegancia y de la sofisticada estancia en la que me encontraba, recordando que nunca había posado los pies en un Hotel de tan alta categoría.
Por primera vez en años tenia la posibilidad de poder gozar de una experiencia cómo la que estaba recurriendo. El viajar a un país extranjero, desconocido por mí y adentrarme en una reunión con un privilegiado e importante cliente en el que intuí en la recepción que lo conocían de ser uno de los clientes más frecuentados.
Dejé mis pensamientos a un lado para poder gozar y tocara de esas paredes doradas que parecían de otro mundo. Anduve por el largo y estrecho pasillo, percibiendo el tacto suave de la alfombra hasta que llegué al final del pasillo donde una última puerta parecía esperar mi llegada. indicaba el número de habitación que me habían dado en recepción.
La puerta era de color dorada, reluciente a la vista de cualquiera. Con una placa en la que aparecía el nombre de Adrien, Le Gardien. No entendí el significado pero supuse que eran sus apellidos pero reconocí la puerta por su Nombre, era evidente.
Levanté los nudillos de la mano para avisar de mi presencia cuando la puerta se entreabrió sola. Dando lugar a que entrara. De nuevo un escalofrío recorrió mi cuerpo. Mi mente se paralizó por segundo cuando una voz melodiosa y agradable susurró desde dentro mi nombre, dejándome paso a que entrará.
-Bienvenue Miss, Dunia – dejándome entrar en la habitación.
Había aprendido algunas palabras en francés y me guié por mi intuición, mientras entraba en la amplia habitación con apenas mobiliario más que el suficiente para dar amplitud a la estancia en la que me encontraba. De entre las sombras, un apuesto caballero de dulce mirada celeste y cabellos dorados como los de un ángel me dio la bienvenida, dejándome aturdida.
Vestía un traje negro, que le daba una elegancia varonil que dejaría embelesada a cualquier mujer que se le acercara, incluida a mi. Me miró con una amplia sonrisa de finos labios, haciéndome pasar al vestíbulo principal.
-Belle Demoisselle – Me alagó, haciendo sonrojar. – Mientras me sostenía una de mis manos y me la besaba a modo de saludo.
-Enchantée – Encantada dije en mi escaso francés.
No solo era un hombre encantador, sino también muy educado, demasiado incluso. No sé si fue aquello que me cautivó, pero había venido a hablar de negocios, no era un viaje de placer. Con elegancia se desprendió de mi chaqueta que sopesaba encima de mis hombros, dejando entrever mis hombros al descubierto.
En un perchero cercano al recibidor dejo mi chaqueta y mi bolso-mochila. Me acercó una silla y empezamos a hablar del asunto en cuestión… – Después de una hora reflexionando sobre el temas decidimos tomar un descanso.
Cansada del viaje y de haber dado vueltas al tema del trabajo, sin darme cuenta apoyé la cabeza en el respaldo del sillón dejando entrever a la vista de Adrian un cuello largo a sus ojos y boca sedienta de sed.
Lentamente, sin hacer ruido alguno se acercó a mi. Con sus largos dedos me acarició el rostro, hipnotizada a sus encantos. Llevaba unos leguiss negros junto a una camisa blanca veraniega. Sus ojos no dejaban de mirarme. Hipnotizada a su encanto no pude articular palabra cuando sus finos labios, saborearon lentamente y con placer mi cuello que sobresalía de mis hombros al descubierto.
Al oído me susurro como un cántico celestial unas palabras que me sobresaltaron aunque apenas tenia fuerzas para huir de él, presa de la atracción que me atraía.
-Je te donnereai l’inmortalité, mon amor. – Te daré la inmortalidad, Amor mío. – susurró mientras de sus comisuras sobresalían dos colmillos, que me transformaron en su vampiresa.
GAIA ORBE
atorado en la puerta de salida
veo desvanecer
perderse en la locura
la biografía de un quién soy
aros
llaves
lentes
flotando en la corriente
se disparan entre el campo minado
átomos perdidos
la cabeza anudada
ovillos
neuronas
placas
disuelto el grafito luminoso
se pierde entre las palabras conocidas
sin sustrato estable de la mente
ni refugio perfecto
escucha
huele
saborea
descumpliendo los años
se sonríe entre las confusas formas
amados abrazos del pasado
renacidos en fotos
babea
caga
grita
el reloj de la niñez que lo acompaña
se mueve entre las sombras
recluido en su cuerpo
engullido por recuerdos
atorado en la puerta saturada de la vida
veo desvanecer
perderse en la locura
¡pronto muerto!
LA LIEBRE DE MARZO
Monique estuvo expectante de la luz a través de la mirilla. Era una niña, la imaginación se expandia como chicle en bomba de aire, estiraba, crecía con las sombras deambulantes dentro de la habitación de la cabaña 16. Se apresuró entre las sábanas hasta el pie de la cama y hacia la puerta marrón de madera.
Giró despacio la manija y empujó con leve rechinido a causa de las oxidadas bisagras. Su ojito izquierdo apenas era un halo contraste con la oscuridad mórbida que terminó con la luz que la pequeña vio a través de la puerta.
La pequeña se atemorizó, vió de lado a lado girando su cabecita repetidas veces. En un momento se sintió dentro de la ballena monstruo del cuento de Pinocho, saliendo de la oscuridad para entrar a otra negra oscura entraña salvaje.
Quiso volver a su cama pero se extrañó al ver borradas sus huellas para regresar a su sitio, en su recuerdo se desdibujo la camita y su frasada, su almohada y osito desaparecieron. Cuando más confusa estuvo, la figura redondita de su abuelita apareció de repente. Traía consigo un paraguas, por qué afuera llovía. Vió a la niña descalza y fue caminando lento a su encuentro pesadillesco, le abrazo y le puso una pequeña telita de terciopelo en el rostro para limpiar gotitas de lágrimas. Le abrazó y la llevo de nuevo a su cama.
Le dió un beso en la mejilla de la niña, apenas sensación de calor la llevo al sueño. La abuelita cruzó la puerta del cielo, vino a ver a su nietecita descalza.
JUANA CASTILLA
La puerta de mi jefe vivía cerrada. Antes de que llegara Internet intentaba un viaje astral para adivinar su enojo. Y si no lograba sumergirme en otra dimensión, apoyaba un vasito discreto para oir voces y evitar interrumpir su silencio adormecido.
Veinte años trabajando juntos. Cuándo la gentil casa central se dignó diluirlo por teléfono lloré cinco horas seguidas.
Después de tan grato aviso aparecieron unas brujas envueltas en túnicas verdes, para asegurarse de que no se llevara ni la hoja del potus, que yacia asombrado sobre su escritorio.
Llevo esa tarde grabada en mi estómago, como un tatuaje doloroso e inútil.
Me miró con los ojos mojados – él siempre tan distante y combativo – y en un murmullo sopló: – te queda poco Juana. Te van a volar en dos o tres meses. Andá dedicándote a la literatura o al Reiki, porque acá ya no te quieren. No quieren a nadie que haya trabajado conmigo.
El muchacho de limpieza preguntó despacio si necesitaba algo.
Movió los hombros silenciosos.
– No, gracias. Suerte Esteban. Tenga, para su pibe que cumple años el lunes.
Esteban se secó la frente húmeda.
Las brujas verdes volvieron a revisar la oficina vacía.
– Hay cámaras, grité furiosa, y además el ingeniero es un señor: no se llevaría ni una hoja.
Mi jefe extendió su brazo larguísimo. De los nervios apenas si podia sostener la notebook. Intenté abrazarlo y retrocedió.
– Buscá trabajo Juana y avisáme si necesitás algo.
Antes de mi próximo llanto bajó como saltando la escalera y Esteban tuvo que sostenerme.
El pibe que lo reemplazó esa misma tarde puso un desconcertante rock a los gritos, sin decir siquiera: buenas tardes.
BEGO RIVERA
La puerta roja
«Alejandra se quedó quieta mirando la puerta roja que tenía delante. Había atravesado los arbustos y esquivado los árboles que rodeaban la casita.
Estaba tan expectante y con tal subidón de adrenalina que no era consciente que su brillante melena castaña estaba cubierta de briznas y demás hojas arbóreas que acumuló hasta su llegada allí.
Desde que tenía uso de razón le llamó la atención. Por fin entraría en el que sería su nuevo hogar.¡ Tenía la llave!»
Alejandra no sé encontraba cómoda en casa de sus abuelos. Acababa de cumplir diecisiete años y la convivencia con su abuela era martirizante para ella. Su abuela nunca la quiso, se dio cuenta muy pronto. Era una mujer sería, resentida y autoritaria, sin rastro de empatía excepto por su hija Laura.
Laura se quedó embarazada de Alejandra a su misma edad, con diecisiete años, antes de nacer ella su padre las abandonó, y lo que lo hace peor es que se largó con la mejor amiga de Laura, Carol. Laura nunca lo superó. Aún hoy su madre solo con treinta y cuatro años no había vuelto a tener pareja que se supiera.
Sus abuelos se hicieron cargo de la situación desde el principio, vivían en un chalet enorme en una urbanización de lujo. Su abuelo era empresario, de la pequeña empresa que le dejó su padre él supo gestionarla de tal manera que ahora tenía sedes de sus negocios a nivel internacional.
Así su madre pudo seguir estudiando. Más tarde, cuando finalizó los estudios se puso a trabajar con su padre mientras ella era criada por el servicio y por su abuelo al que quería más que a nadie. Con su madre no se llevaba ni bien ni mal, simplemente apenas la veía, estaba todo el día trabajando y cuando llegaba a casa se metía en su habitación.
La casa de los abuelos tenía la piscina detrás, a la derecha un gran almacén, pasando la piscina se entraba en un bosque, justo a la izquierda a la entrada de este se encontraba la casa de invitados.
Desde que era pequeña quiso ver la casita, no recordaba a ningún invitado usarla, la casa estaba cerrada y aunque pidió verla en múltiples ocasiones siempre le fue denegado por su abuela. Le decía que ese era su retiro y donde pasaba tiempo para ella sola. Alejandra sabía que su abuela le echaba la culpa a ella de la mala situación psicológica de su hija, por venir a este mundo sin permiso. En alguna ocasión cuando la ira se apoderaba de ella le llegó a decir que era culpa suya y que veía la imagen del desgraciado de su padre en su rostro.
Con el paso de los años los árboles envolvieron la casita, las copas de los árboles caían sobre el techo cubriéndolo y los arbustos y la maleza llegaron a rodear la casa, alguien que no supiera que estaba ahí…no la vería; tenías que fijarte. Para llegar a ella se tenía que atravesar la espesa vegetación.
Alejandra un día hablando con su abuelo le dijo si sería posible que le dejara la casa para independizarse en cierta forma, seguiría con ellos pero haría su vida y podría estudiar más relajada. El abuelo era consciente de la situación de su nieta, su mujer andaba siempre detrás de ella para mal. Le dijo que hablaría con la abuela, no le prometía nada. Alejandra eufórica besó a su abuelo.
Sin poder contener la emoción decidió ir a ver la casa, su abuela seguro que diría que si a su mudanza con tal de no verla. Sabía dónde guardaba la llave la abuela desde que era pequeña, la siguió entoces y la vio ponerla en un pequeño jarrón de uno de los salones. La cogió.
«La puerta estaba despejada de vegetación y malas hierbas, eso era porque la abuela iba por allí, las ventanas tenían las persianas cerradas siempre; metió la llave en la cerradura y entró. Todo estaba oscuro y olía a cerrado, encendió la luz y enseguida le gustó. Un salón bastante amplio pegado a una cocina bastante cómoda, siguió el pasillo a la izquierda para buscar el baño y se encontró con otra puerta roja, intentó abrirla y no pudo, tenía cerradura, lo intentó con la misma llave de la entrada y se abrió. Unas escaleras larguísimas hacía abajo parecían no tener fin.
Bajó y al final una tercera puerta roja, volvió a meter la llave y abrió. La luz estaba encendida, Alejandra quedó en shock, en esa habitación, en ese sótano…se encontraban un hombre y una mujer encadenados a sus respectivas camas. Ellos la miraban sorprendidos también, estaban muy delgados, pálidos, parecían estar enfermos. Ninguno dijo nada.
Alejandra se fijó en la medalla de la mujer que tenía grabado un nombre, Carol.»
CONSUELO PÉREZ GÓMEZ
LOS ALMARIOS CERRADOS
El almario de puertas ventiladas, de puertas abiertas de par en par, oxigenadas a cada paso del minutero, dio cerrojazo a cal y canto después de la última tormenta.
Caminos recorridos en busca del cerrajero mágico que aliviara con su maestría ese rincón y lo dejara cerrado para siempre. Un almario abierto al mundo hasta el día en que no puedo recibir más inquilinos; un almario generoso, pero tacaño para sí; un almario siempre acogedor se transformó en la antesala del desafecto, cubierto por la capa de hielo bajo la cual yacía un sentir pretérito y ahogado ya, sin pugna por salir.
A las puertas blindadas del almario se acercaron a llamar, pero el frío que se había apoderado del inconmovible almario no escuchó más llamada que la de un corazón sin alma, el suyo, transformado por la gracia del uso y abuso en el causados por seres carentes de generosidad.
El alma no tiene corazón…
KATA MAR
Marianela escuchaba ruidos detrás de la puerta, no estaba segura si abrir o dejar así Y de nuevo dejarlo pasar, esto pasaba todos los fines de semana, tenía miedo de descubrir de lo que ya sospechaba hace algún tiempo, que su pareja le era infiel. ella no tenía trabajo, no se había preparado con ninguna carrera por que le creyó a una promesa que realizaron los ancianos de su religión, «él te sostendrá, y te será fiel hasta el final de sus vidas», luego de recordar esto con grandes lágrimas en sus ojos se preguntaba a sí misma: ¿Fui mala esposa? ¿En qué le falle durante 15 años?
Sus amigas trataban de consolarla, estaban con ella día y noche, pero…. quería estar sola acompañada solamente por sus recuerdos y su soledad, aunque a veces deseaba tener a alguien con quien llorar, que fuera su paño de lágrimas… pero lamentablemente sus » amigas» estaban ahí para ver cuál sería el próximo chisme del mes… claro era » Roberto le fue infiel a Marianela» solo venían a ver y a burlarse secretamente de como sufría.
Solo había una persona la cual veía todo, no la juzgaba, se compadecía de ella, esta era su recuadro enorme de su amiga mayor, la cual extrañaba enormemente sus platicas tomando té con galletas, cuanto la añoraba, sus noches eran largas, tenía conversaciones toda la noche con la luna y las estrellas, hasta lloraban con Marianela.
Al final de la jornada aprendió a vivir son la zozobra y la duda. no se atrevió a abrir aquella puerta debido a que consulto con los ancianos, los cuales le dijeron que confiara ciegamente en su esposo, que dudara de sus propias dudas, no le hiciera caso a su intuición de mujer, eso era un espejismo solamente.
SILVANA GALLARDO
Piso el umbral
de lo desconocido,
paso a paso.
Universo luz
oscuridad incierta
dolor, sorpresa.
Eje incierto
me absorbe o lanza,
vida o muerte.
Rara ansiedad
loca incertidumbre,
Cerrar o abrir.
Tirano albur
libertad, encierro
total zosobra.
Abre tu brazo
ciñe mi espiritu,
mi tranquilidad.
EMILIANO HEREDIA
MANOLO….
Hoy, hace un día vestido de invierno.
Los árboles se han vestido de boda y el césped de los parques son la cola finita del vestido.
El viento silba la marcha nupcial y las hojas bailan un vals.
El sonido de un timbre irrumpe el pitido del vapor de una cafetera que crea un río de café que desemboca en el mar de una taza blanca.
-¡Ya va!-responden-(¿Quién será a éstas horas?)-murmura entre dientes.
Al abrir la puerta, el quicio de ésta se convierte en el marco de un cuadro en el que el personaje principal es la pura esencia del hambre, la tristeza y la desesperación.
-¡Manolo!-exclama atónito-¡¿Qué te han echo!-le rodea con los brazos y le conduce al interior-¡pasa,pasa!
Manolo, un hombre de setenta pasados, con un tercio de pelo cano que firma en la nuca. Demacrado, con ropa tres tallas más grande, reliquia de tiempos mejores; una corbata flácida yace sobre una camisa desarrapada, huida en su mayoría por encima del muro del cinturón.
Cinturón agujereado por el punzón del hambre, que sostienen a duras penas, unos vaidos pantalones, que casi ocultan la vergüenza de unos zapatos remendados y reparados, envueltos como bocadillos en fino papel de polvo.
-¡Me han pegado Rogelio!, -dice sollozando!, ¡Me han pegado!-saca un pañuelo translúcido por el uso, de uno de los bolsillos interiores de una americana rota por una manga, víctima colateral del enfrentamiento-¡Mira, estoy sangrado por la nariz!-se limpia con el pañuelo-
-¡Por Dios Manolo!,¿Quiénes han sido los cabrones que te han echo esto?-pregunta Rogelio, alarmado, haciendo sentar a Manolo en una silla-
-¡Unos canallas!, ¡Unos sinvergüenzas!-responde furioso Manolo, rechinando los dientes, dando un puñetazo en la mesa-
-Por favor, vete al baño y te aseas, mientras te preparo un café y algo de comer-inquiere Rogelio-
-No, no, no, de ninguna manera, -responde Manolo, sacudiendo negativamente la cabeza, levantándose para irse-
-¡De eso nada!-le ordena Rogelio-¿es que no tienes hambre?.
-No, de verdad, no quisiera molestarte, no tengo hambre-un rugido del estómago descubre la mentira. Manolo, avergonzado, mira al suelo-
-No rechazarás un café a tu amigo,¿No?-le responde Rogelio, poniendole la mano en el hombro izquierdo de Manolo-
-No, no, -responde con vergüenza Manolo-
Manolo, se va al baño. Mientras se limpia la sangre seca, solloza.
Mientras se remete la camisa, solloza.
Se pasa la mano por la manga rota, solloza.
Dando un respingo, se recompone, y acude a la cita que, la invitación del aroma de un café recién hecho, le ha enviado.
Sobre la mesa, Rogelio ha dispuesto una pequeña merienda.
-¡Arriba ese ánimo!-le dice Rogelio-mira que merienda te he preparado
-Gracias-responde Manolo, enjugandose las lágrimas con el dorso de la mano-no tenias que haberte molestado-
-¡Na!, no es nada-le responde Rogelio-, cuéntame qué te ha pasado-
-Veras, -empieza a hablar Manolo, devorando un trozo de pan con jamón-, disculpa, es que llevo dos días sin comer-le dice a Rogelio, que le está mirando con preocupación-, como sabrás, fui el primero de mi promoción en la escuela oficial de comercio.
Los años setenta, fué el boom de las enciclopedias, me fué bastante bien, y me pude comprar una casa, modestita, pero era mía. En los ochenta, las ventas fueron cayendo, por culpa de los delincuentes y el paro que creó el sinvergüenza del presidente ese del PSOE, -devora una magdalena mojandola en el café-sufrí muchos robos, lo sabes, ya casi nadie habría la puerta, y las horas a pie de calle eran más. Llegaron los Noventa, y con el presidente ese del PP, no cambió nada, nos freian a impuestos a los autónomos, la porquería esa del internet,. cerró la editorial, ya sabes, intenté vender de todo, pero los trabajos eran cada vez más esporádicos-da un suspiro de resignación-, y con las leyes de los nuevos gobiernos que vinieron, ya sabes, después de cuarenta y cinco años trabajando a pie de calle, puerta a puerta, me quedó una pensión miserable de cuatrocientos euros. Lo que más me duele, amigo Rogelio, es que no pude cuidar a la pobre Luisa, que en paz descanse,-lanza una triste mirada al vacío comiéndose un poco de pan con lomo-. Ésta semana, estaba vendiendo Christmas para la Navidad que está próxima. Cinco Euros el lote de 10. Y entonces…-empieza a sollozar otra vez-
-Tranquilizate, amigo-le dice Rogelio, cogiéndole la mano-
-Entonces, en uno de esos bloques nuevos del final de la calle, me han abierto unos niñatos que me han echo pasar adentro…y con la esperanza de que me iban a comprar algo ….y como tenía frío, he pasado. ¡Y me han pegado amigo Rogelio!, me han robado los diez euros cochinos que llevaba ganados desde las nueve de la mañana en la calle-llora silenciosamente-y los Christmas.
-No te preocupes, Manolo, a partir de ahora, no vas a llamar a más puertas, ni soportar los insultos de nadie
-¿Cómo dices?-dice Manolo mirando interrogativamente a Rogelio-
-Pues eso, que tú, a tus setenta y siete años, ya has llamado a suficientes puertas. A partir de Ahora, la única puerta a la que vas a llamar, es a la mía, hasta que te haga la copia de las llaves.
-No, no, Rogelio, por favor-Manolo se levanta diciendo que no-
-Manolo, nos conocemos de toda la vida-le mira a los ojos-insisto.
-Rogelio, no sé qué decir…
-Con decir si, es suficiente.
FIN
ALIKE FERSAN
Claramente en la vida de todos las PUERTAS tienen un lugar relevante y revelador, tal vez no nos detenemos a pensar en ellas, pero y si te dijera que es de las cosas con más significado de nuestra existencia.
Las puertas se abren y se cierran, el resto son giratorias; estas últimas podrían emular a los momentos en los que nos encontramos en bucle, cuando perdemos el rumbo, no sabemos dónde dirigirnos o seguimos buscando el proceso hacia dónde nos lleva nuestro destino.
Desde que nacemos y hasta el momento de nuestra muerte nos acompañan las puertas, ya sean reales o de forma metafórica
Atravesamos una puerta para llegar a este mundo ( el alumbramiento ) La gente que nos quiere y viene a conocernos atraviesa una puerta para llegar a nosotros, cruzamos la puerta de la expectación el primer día de escuela, la puerta de la incertidumbre cuando vamos al médico, la puerta de la superación en una entrevista laboral, la puerta de la desesperación e impotencia cuando vamos a un tanatorio.
Damos un portazo cuando se apodera de nosotros la ira, cerramos la puerta al dolor del pasado, cerramos puertas cuando aquello que anhelábamos se desmorona.
Asimismo abrimos la puerta del amor el primer día de convivencia con nuestra pareja, abrimos la puerta de la generosidad incondicional en la habitación de nuestros hijos, abrimos la puerta de la ternura cuando visitamos a nuestros mayores, abrimos la puerta de la alegria cuando nuestros amigos pican al timbre.
Abrimos y cerramos puertas constantemente, en ocasiones hasta las dejamos entreabiertas con un continuará, un quizás o un por si acaso, y en todo ese devenir las dos que tenemos fijas y en común son las del principio y el fin, las puertas que uses durante el trayecto solo dependen de ti.
Escoge de forma inteligente y las que te hagan feliz, superarte, amar, reír, mimar, cuidar, soñar…no pierdas las llaves incluso intenta hacer copias, las otras…las del daño, el rencor, la envidia, el odio, la humillación, los celos, la venganza… esas, dáselas a Matarile y que las deje en el fondo del mar.
Este ha sido un año de muchas puertas extrañas, desconocidas, de puertas cerradas para marcar distancia…de nuevas puertas de comunicarse y relacionarse.
Así que este año el espíritu navideño cobra más sentido que anteriormente y estando a las puertas de la Navidad solo puedo desearte que estos días encuentres PAZ, AMOR Y ESPERANZA en cualquiera de sus versiones, que el 2022 nos devuelva un poquito de lo que el 2020/21 nos han robado , que los que seguimos aquí aprendamos un poco de lo vivido y cambiemos la irascibilidad por una sonrisa a flor de piel.
FELICES DÍAS A TODOS!!
CURRO BLANCO
Esa puerta estaba muy fácil de cruzar. ¿ Demasiado? Bueno solo era cuestión de empujar, a simple vista podías saber que ni cerrojos ni pestiños la custodiaban.
Siempre que pasaba por ella, pues casi todos los días, y si no hacia por pasar, le invadía el deseo/ambición de cruzarla. Saber qué podía encontrar le obsesionó. ¿Y eso?, quizás porque hasta ahora todas las puertas con las que se había encontrado estaban bien pertrechadas en guarda y custodia; cerradas a cal y canto.
«Y claro una vez que doy con una fácil», qué dices facil, facilona: vamos con un empujoncito del dedo meñique abierta, pues claro se hacía muy pero que…. irresistible.
Entró/accedió. Cejas arrugadas suspicaces; a ver a ver… Pupilas expectantes; que voy, que voy… ¿Alguien ahí? Nadie. Nada. Vacío. Qué quieres encontrar, demasiado fácil, ¿no?
Pero algo le decía, ¿quién?, no sé, algo, intangible, inapreciable, pero que sentía de alguna manera, que no se fuera que esperara, que paciencia, que ya verás.
Y es que la puerta de la felicidad está más cerca de lo que creemos; tanto y a veces es tan fácil cruzarla que la subestimamos/menospreciamos. Me cago en diez.
JAVIER GARCÍA HOYOS
DULCE DESAYUNO.
Abrí la puerta de casa y entró por mi nariz el agradable olor de los churros con chocolate. Eusebio, el dueño del bar de enfrente, acababa de inaugurar, en mi opinión, la estación más feliz del año, el otoño churrero.
Cierto, hace frío y la humedad penetra en el cuerpo hasta el interior de los huesos. Las manos se entumecen impidiendo mover los dedos con agilidad. Pero la sensación de coger una taza de chocolate, y notar como las manos vuelven a la vida con su calor, equilibra las cosas.
Por supuesto, no pude resistirme a entrar en el bar y pedir ese maravilloso desayuno de fin de semana. Eusebio me sirvió una taza de chocolate y seis churros. La siguiente media hora sería para disfrutar. El sabor de aquel espeso líquido negro me trasladó a mi infancia. Me imaginé a mismo, de niño, con una sonrisa impaciente por acercar al paladar esa dulce joya de la gastronomía.
Y luego estába el clímax. Los churros. Esa masa aceitosa bañada en azúcar que, al morderse, rompe cualquier silencio impuesto, con el leve crujido de su superficie. Un sabor sublime, solo superado por su mezcla con el chocolate.
En definitiva, salí por la puerta de casa para entrar a la puerta del placer.
FIN
BEA ARTEENCUERO
Cerrar la puerta.
Levantar los muros
Guardar el suspiro
Que escapa del alma
Un instante, tan sólo
Un instante bastaría
Para amarte.
Cerrar los ojos
Y pronunciar en silencio
Tu nombre.
La magia no está
En lo que perdemos
Sino en lo que tenemos
Es la fuerza
Que sale de adentro
La que mueve
El amor
Más allá
De la voluntad del ser.
La fuerza del destino
De lo inevitable
La fuerza del amor.
Yo tan sólo
Quedaré inerte
Masticando este amor
Que se escapa
Del pecho.
Cerrar la puerta
Tirar la llave
Sin mirar atrás.
Seguir mi camino
Y no regresar.
ALBERTINA GALIANO
Cuando el humo de la sopa se desvanece entre las rendijas del anochecer, cruza el espacio que le separa de un lado al otro del día.
¿Quién se esconde tras la puerta?
Pasos alocados compiten sin tregua, la noche es ruidosa cuando falta la palabra que mitiga.
¿Quién se esconde tras la puerta?
¿Dónde están papá y mamá? ¿Quién vigila mi vigilia? ¿Quién sostiene mi pesadilla?
Y él se encoge acurrucado, huyendo de un fantasma amenazante con un hacha entre las grietas de madera.
¿Quién se esconde tras la puerta?
Es el padre enojado, el deber no cumplido, la cama mojada, la envidia que le hizo hurtar el permiso.
¡Fue mi otro yo, que yo no he sido!
Es el miedo inoportuno a que un insecto más grande que su propia imaginación se le cuele en el oído.
¡Yo no he sido, yo no he sido!
Es su pequeño inquilino, el que habita en su interior, que se siente abandonado si los mayores se van… en la entrada del mercado esperando a su mamá: no te muevas, que ahora vuelvo. Sólo voy a por el pan.
¿Y si no vuelve, y si se va? Y si no me quiere más, y prefiere a otro pequeño que aparece sin que nadie lo esperase…
¿Quién se esconde, quién me espía?
Una lágrima, un alarido, un latido espeluznado, un silencio enloquecido, o ese lugar al que te llevaré si en un rato no te has dormido..
Tiene portones de hierro y altas vallas de alambrada. Tiene frío en las entrañas y embadurnados camastros. Y camisas que aprisionan los brazos contra la espalda.
Y si te cierran la puerta, mi precioso querubín, aprieta los ojos y despacito cuenta hasta mil corderitos.
No te apures, pronto llegará mañana.
Recién concilies el sueño,
entrará el sol por la ventana.
NAN KITTY
Marisol solía estar cansada cada vez que regresaba de buscar trabajo lo que le levantaba el ánimo para regresar con su mamá cada tarde era entrar a esa hermosa pero deliciosa panadería que era la belleza en cuatro paredes. Doña Marcelita era la dueña y todos los días veía el esfuerzo de Marie por encontrar una oportunidad por eso siempre le decía que el pan que le vendía era de la mañana porque sabía que podía darle más, Marisol era muy agradecida que siempre le llevaba ramos de flores para decorarle su local. La mamá de Marisol siempre tenía la esperanza de que su futuro cambiaría y la bondad de Marisol era tan grande que aunque era recién graduada trabajaba de cualquier cosa, se iba a trabajar en el campo, granja, cuidaba niños en fin se ganaba el corazón de todos, te abres las puertas de nuestros corazones querida niña le decían muchos.
Un día Marcelita tuvo un accidente y no pudo levantarse por quince días y Marisol sin pago alguno le fue a ayudar, hasta que un día Marcelita falleció. No tenía familia, y cuando leyeron un testamento secreto…
Marisol había heredado la panadería
Mí niña nunca cierres las puertas de tu corazón cuida de mí tienda y hornea lo más hermoso que tenga tu alma.
MANUEL ALBÍN
No sé lo que hay detrás de esa puerta, pero tampoco quiero saberlo.
Tiene aspecto diabólico, sin pintar, deteriorada, da un poco de miedo, mi corazón me dice que empuje la puerta y pase, mi interior todo lo contrario, que me vaya. ¿Que hago?. No sé si volver cuando me sienta más osado o cerrar la puerta para siempre, mi instinto de detective me dice que la deja abierta para volver cuando lo vea oportuno.
Volví a otro día con mi alma eclipsada por el enigma que se ha formado en mi corazón. Toqué la puerta abriendo despacio, con un sonido que daba pavor, entré y todo lleno de telarañas parecía un palacio de Drácula, daba miedo, me encontré de frente con otra puerta, pensé en entrar o irme, pero ya que estaba allí entré. Era una habitación opaca, que me hizo retroceder unos pasos, volví al salón y vi o me pareció ver una sombra, se fue por otra puerta, con mi adrenalina a tope la seguí y cual fue mi sorpresa que no había nada ni paredes ni techo, nada de nada, entonces cerré la puerta y marché sin mirar atrás.
ALEXANDRA MARTA IONA
Si hay una llave, existe una puerta o una mente, para abrir y cerrar.
El mes pasado, empezó a quejarse por su falta de voluntad para dejar de fumar. Después de descartar varios métodos, decidió intentar con sesiones de hipnosis. No encontraba remedio para su adicción al tabaco y pensó que unas cuantas sesiones la podrían ayudar para dejar de fumar. A mi no me pareció demasiado acertado, le lance un par de pensamientos, pero, sin éxito.
Llegado el día, caminamos hacia la consulta. Ella iba fumándose un cigarro, con pasos firmes e intentando convencerme de que ese iba a ser su ultimo pitillo.
A los diez minutos la veo sentada en una butaca, mas o menos limpia, con los ojos cerrados y escuchando las instrucciones que le iba diciendo el profesional.
– Voy a contar tres, dos, uno y con el chasquido de mis dedos vas a caer en un profundo y placentero sueño.
Sorprendentemente, fue lo que paso.
– ¿Qué estas viendo? ¿Dónde te encuentras?
– Estoy de pie, delante de una puerta verde. Debajo de mis pies hay un felpudo.
– Mira debajo del felpudo. Coge la llave y abre la puerta.
– Vale. Ya la he abierto. Pero al meterle la llave en la cerradura, se ha vuelto de color rojo.
– Interesante… sigue. ¿Qué ves? ¿Qué hay detrás de la puerta?
– Tengo miedo…
– Recuerda que tienes la campanita. Moviéndola sales enseguida de cualquier lugar. Estas a salvo.
– Una librería infinita… veo una librería de madera repleta de libros de todos los tamaños, más gordos o más finos y con el titulo bordado en hilo dorado.
– Interesante… vale, no tengas miedo. Estas en tu cabeza. En tu memoria, tus sueños y tus pesadillas… todo lo tienes estructurado en volúmenes, en libros. Tienes que encontrar el que tenga por título “tabaco” y salir de allí, cerrando con llave. ¿lo has entendido?
A mí, la conversación de ellos dos me parecía que menos, surrealista. ¿una cabeza llena de libros?
– Ruby, hay algo muy importante que debes saber. No puedes alterar el orden de lo libros. No toques nada en absoluto. Busca el titulo que te he dicho y sal de allí. Cualquier alteración puede tener consecuencias devastadoras en tu mente.
– Lo entiendo. Se exactamente lo que tengo que hacer. Amiga mía, es hora de que me deshaga para siempre de ti. Una ves mas has caído en mi trampa. ¿de verdad pensabas que quería dejar de fumar? Que inocente… demasiado buena para mi gusto.
No entendía nada. ¿qué era lo que estaba pasando? No puede librarse de mi… yo soy su…
– Infancia, terror nocturno, sexo, comida, trabajo, recuerdos…. Aquí esta, lo he encontrado, “conciencia”.
Nooo!!! ¡¡¡Vas a cometer un grave error!!! El médico te ha dicho que lo que vayas a sacar por esa puerta, lo vas a perder para siempre. Lo vas a borrar de tu mente. ¡¡¡No lo hagas!!! Yo he muerto por ti, por ser una contigo… amiga…nooo
– Doctor, ya tengo el libro entre mis manos. Voy a salir. Acabo de cerrar la puerta con la llave. La puerta no ha cambiado de color, no se ha vuelto verde, sigue de color rojo.
– Interesante, Ruby… muy interesante. Toca la campanita y vas a volver de tu sueño.
– Ya…
– ¿Y bien? ¿cómo te encuentras?
– Me encuentro fantásticamente liviana… me ha ayudado usted en quitarme un gran peso de encima. ¿no tendrá un cigarro, ¿verdad?
Definitivamente, hay puertas que no se deben abrir nunca. Demasiado poder para solo diez dedos.
GABRIELA MOTTA
Cuando cruzó el umbral de aquella puerta lo que conocía como realidad se desvaneció, dejando al descubierto un corredor con millones de puertas posibles. Se perdió entre las puertas de aquel laberinto. En su mente resonaba la idea de que debería llegar al centro, pese a que sería mejor encontrar la salida, en fin, fuera como fuera necesitaba encontrar una explicación a todo esto. Se desesperó y comenzó a cruzar puertas, corriendo, cerrando, abriendo, saliendo, perdiendo, llorando, riendo, sufriendo, rompiendo, siendo. Luego de un tiempo que no pudo medir cuanto, exhausta soltó el control, ya que cada vez que intentaba aprehender lo incomprensible de aquellas puertas ellas se hacían cada vez más confusas, más puertas, más reales. Entonces soltó y aceptó que no sabía cuál debía abrir para llegar al centro o encontrar la salida. Era imposible gobernar ese lugar, no se dejaba controlar.
E instintivamente comenzó a adentrarse entre las puertas disfrutando de lo que encontraba en cada una de ellas y paso a paso casi sin intuirlo llegó al tan deseado final.
Al encontrarse ahí fue sorprendida con dos nuevas puertas, en una estaba escrito salida y la otra centro.
—¿Y ahora? —se preguntó— ¡ahora sí debo elegir!, sin embargo, otra vez no tenía idea, volvió a recurrir a la imagen del laberinto como herramienta y aunque se vio tentada a abrir la puerta del centro, escogió la salida porque deseaba verse fuera de ese laberinto.
Y fue como se encontró parada en el umbral de aquella primera puerta que esta vez no desdibujaba su realidad.
ZOE EMM TEXIS
Siempre me ha parecido curioso como una puerta puede separar, una habitación de otra, es decir abres una puerta y puedes acceder a una habitación, puedes descubrir lo que hay en ella, lo que contiene, puedes ver como es, sus cortinas, si tiene brillo, el sofa, o todo lo que hay allí dentro, puedes ver quien está y como están, lo mismo pienso que pasan con los libros, existe un separador, el cual te dirige a donde se quedo la lectura, abres el libro en la página exacta para proseguir con el guion del texto, asi mismo pasa en el cerebro, persivo que el cerebro tiene puertas y subpuertas, una puerta te dirige a una habitación en tu mente, donde se encuentra una subpuerta que te lleva a un pensamiento, un recuerdo o un acontecimiento, es como un edificio, la puerta es el zahuan principal y las subpuertas los departamentos, abres la puerta principal de dicho apartamento y puedes apreciar las subpuertas la cocina, de las recamaras etc, a veces me pongo analizar que las puertas son como los cajones pero en sentidos opuestos, esta el ropero quien es la puerta principal y los cajones que son como los compartimientos, analizo que el cerebro tiene puertas como un apartamento o cajones como un ropero, que hay información valiosa en cada uno de nuestros hemisferios, dichos hemisferios, nos conectan con lo que queremos o lo que aborrecemos, dependiendo de que puerta o cajón se este abriendo, hay una puerta en la mente que te lleva a una subpuerta donde se encuentra Morpheo, es la subpuerta de los sueños, que abrimos todas las noches, que veces cerramos de golpe, por eso no se recuerda nada, otras más la olvidamos cerrar así pudiendo recordar que es lo que nos conecta con nuestra paralelicidad, una amiga que recuerdo hoy día y todos los días me ha dicho la importancia de abrir sin olvidar cerrar.
¿Te gusta leer? ¿Quieres estar al tanto de las últimas novedades? Suscríbete y te escribiremos una vez al mes para enviarte en exclusiva:
Un relato o capítulo independiente de uno de nuestros libros totalmente gratis (siempre textos que tenga valor por sí mismos, no un capítulo central de una novela).
Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar tu experiencia de navegación y realizar tareas de análisis. Al continuar navegando entendemos que aceptas su uso.Accepto Puedes cambiar la configuración u obtener más información sobre nuestra Política de Cookies Leer más
Politica de cookies
Privacy Overview
This website uses cookies to improve your experience while you navigate through the website. Out of these, the cookies that are categorized as necessary are stored on your browser as they are essential for the working of basic functionalities of the website. We also use third-party cookies that help us analyze and understand how you use this website. These cookies will be stored in your browser only with your consent. You also have the option to opt-out of these cookies. But opting out of some of these cookies may affect your browsing experience.
Necessary cookies are absolutely essential for the website to function properly. This category only includes cookies that ensures basic functionalities and security features of the website. These cookies do not store any personal information.
Any cookies that may not be particularly necessary for the website to function and is used specifically to collect user personal data via analytics, ads, other embedded contents are termed as non-necessary cookies. It is mandatory to procure user consent prior to running these cookies on your website.
AVISO FESTIVOS: La semana de Navidad solo se harán envíos el lunes 23 y el viernes 27. Descartar
Pedro Parrina, se lleva el punto, y todos sin excepción: Felicidades. Muy buen nivel
Mi voto para:Alike Fersan y Consuelo Perez
Jamás haría un auto voto. Mi voto va para Pedro Parrina.
Mi voto: Tali Rosu
Mi voto compartido entre Pedro Parrina y Tali Rosu.
Pedro y Tali
Voto a Pedro
Mi voto es para Tali y cuentos del alma.
Voto a Coronado y a Sergio
Mi voto es para Bego Rivera y Cuentos del alma
Mi voto para zoe emm texis 😉
Mi voto es para Zoé Emm Texis
Mi voto es para Zoé Emm Texis
Javier García- Dulce desayuno
Carlos Taboada- La cerrajería
Mi voto es para JAVIER GARCÍA HOYOS
Mi voto es para: Zoé Emm Texis
Raquel
Cuentos para el Alma
Carlos Taboada
Curro
Cada vez es más difícil decidir
Sergio Santiago y Raquel López