Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el tema «favores». Estos son los textos recibidos. ¡Vota por tu favorito en comentarios antes del jueves 11 de noviembre! (Solo un voto por persona. Este voto se puede dividir en dos medios o cuatro cuartos).
POR FAVOR, SOLO VOTOS REALES, SOLO SE GANA EL RECONOCIMIENTO, CUANDO ES REAL.
* Todos los relatos son originales (responsabilidad del autor) y no han pasado procesos de corrección.
Mai broder Santi y Lisensiado miraban atentamente por la ventana de la sala de calderas. La noche era cuando menos terrorífica, rayos por doquier, seguidos de relámpagos que preceden a los truenos, pues como es bien sabido la velocidad de la luz es mayor que la del sonido.
Esperaban la última señal que había predicho el Profeta Enano en sus escritos universales sobre el advenimiento del señor de la oscuridad.
Ya habían acaecido las seis señales anteriores, a saber: resurrección de la momia, la confluencia de los ríos Eresma y Clamores se habían convertido en DYC, un toro de Osborne había nacido ya con las banderillas puestas, Marta Sánchez había puesto letra al himno, Árevalo había vuelto a editar chistes en casettes y Sánchez Dragó había devuelto el premio planeta. Estaban expectantes esperando la séptima y última señal cuando de pronto apareció en una nube como por arte de magia, el rostro de… ¡El enfermero Cabrera!
¡No puede ser!
Esto es una pesadilla.
¡Pues yo prefería a Lola Flores!- añadió Lisensiado
Y yo a Antonio el Pescailla- contestó Santi.
En esos momentos sonaron en la puerta unos golpes secos, como de aldabonazos, que en el silencio de la noche sonaron casi a sacrificio.
Mi persona necesitaba ayuda para cuidar a mi marido enfermo de Alzheimer.
Por su madre supe que el joven de 19 años de su hijo por circunstancias que no se ni quiero saber no salía de casa.
Conocía a esta familia ya que el padre estuvo una semana en mi casa pintando.
Un día me atreví a dar un consejo a la madre.Tu chico tiene que salir de casa.Ves al centro cívico del barrio y lo explicas
Más se me ocurrió una solución.yo necesitaba a alguien un par de horas a la noche. Un rato para que mi marido camine y una persona le de las manos para habitar la caída. Mas tarde, después de darle la cena ayudarme a meterle en la cama.Este trabajo se ha llevado a cabo dos días jueves y viernes.
Lo contento que ayer salió el chico de casa con el dinerito ganado me llenó de alegría.
Yo intenté hacer un favor en realidad es él con su juventud el que no lo va hacer a nosotros mayores. La fuerza de la persona con la edad se agota.
Le estaba haciendo un favor a la relación, a ella, a mí, y, también, al resto del mundo.
Conocía el restaurante por otras buenas ocasiones, y como sabía que ella no se levantaría para gritarme ni tampoco para echarme la bebida a la cara, pues se lo dije. Entre la gente, las camareras, la música de fondo, y la separación adecuada de nuestros asientos respecto a la mesa, se lo dije.
Al terminar de pedir un par de postres, le dije algo así: «Es mejor que lo dejemos».
Había levantado la copa de agua. La de vino, la de ambos, agonizaba manchada de un rojo intenso que parecía haberse secado y agrietado con el paso del tiempo. Más o menos como los labios que puso. Apenas titubeó, dejando la copa sin beber donde antes. Me dijo algo así: «Yo también te lo iba a decir, pero después del polvo».
Creo que la miré intensamente, tratando de buscar la verdad en sus ojos. ¡Mentira!, me dije. Pero me callé, esperando otra relevadora frase.
Pero Jandra levantó la mirada y llamó a la camarera. Yo desvié la mirada hacia la puerta de salida: quería salir de allí pitando. Afuera, quizás gritaría de alegría. ¡Maldito encuentro fortuito que tuve hace meses con una chica del colegio!
Pidió para llevarse un segundo plato de carne —«¡Me ha encantado!», le dijo a la camarera— y unos postres variados para que los probara la niña —así le dijo. ¡Una niña de veinte años que tenía en casa! Después, volvió a levantar la copa de agua y, antes de beber, me pegó un pequeño sarcasmo. Me dijo algo así: «¿Ya te has cansado de mí? ¿Te has divertido lo suficiente? Qué pena ¡No sabes lo que te has perdido! Has sido otro cualquiera… Etc, etc. A cada frase que dijo, le asigné en silencio una respuesta. ¡No iba a decirle que aborrecía su música, su Facebook lleno de recetas, las series de tv que comentaba sin parar, sus tetas caídas y sus mamadas insufribles!
Al final, cayeron otro par de favores. Los dio por hecho. No creyó que fueran favores. Ni siquiera dio las gracias por ellos, pero, al fin y al cabo, consideré —y considero— que fueron favores.
-No obtuvo respuesta-, aunque deseaba responder: sí, por favor, y deja las llaves en el aparador antes de cerrar por fuera la puerta.
Llegaba un momento en el que se colapsaba, callaba y aguantaba en silencio a que pasase la tormenta que él mismo había iniciado. Por mucho que le dijera no entendía nada, o más bien, era incapaz de procesar tantos reproches y tantos ejemplos de los últimos años, pues si algo tenía en su contra era la prodigiosa memoria de su pareja, la capacidad de éste de mantener rayos y truenos durante tanto tiempo. Siempre era el otro quien tenía la última palabra.
Mientras callaba, su cabeza solo daba vueltas a dos peticiones, ruegos o exigencias: por favor, no vuelvas, y: por favor, no te vayas. Y ambas dos las deseaba y las descartaba a la vez, pues tendrían muy diferentes consecuencias.
Se sentía incapaz, al menos en aquellos instantes, de sopesarlas y concluir cuál de ellas sería la correcta o, quizás, la más conveniente, no solo para él, sino también para su pareja, pues en ningún caso deseaba que el otro sufriera –estaba enamorado hasta las trancas-. Por otra parte, sí que ansiaba quedarse a solas, procesar lo que había, y habían, pasado, relajarse, pensar y concluir desde lo más profundo de su corazón que fuese otro mal entendido, otro: ¿por qué hemos empezado?, otro: vaya tontería de discusión, otro: ¿tú te crees que es normal llegar a estos límites por el hecho de decidir si…
-Para ti no será importante, pero… para mí, sí que lo es.
Bien era cierto que, el otro, era un gran estratega; usaba su enorme capacidad de memoria en su favor y a la contra. Lo bombardeaba con datos y fechas: ¿recuerdas de aquella vez que dijiste que…? y ¿qué pasó…? te acuerdas, no? pero vamos, que si quieres lo dejamos aquí, ahora, una cosa si te digo, si salgo por esa puerta no volveré a pisar esta casa, así que tú verás, tú decides pero, piénsatelo bien antes de darme una respuesta…
Era una relación de amor si–amor no -odio nunca-, de tiras y aflojas, de ver quién de los dos podía más en aquellos momentos de discusión, de quien aguantaba más tiempo sin perder la compostura, una vez que ambos habían puesto los huevos sobre la mesa, y teniendo capacidad de reacción para contestar con razonamientos consistentes, sin dejarse llevar por las emociones y los sentimientos que solo florecían en aquellas horas de discusión, luego desaparecían y volvía a resurgir la calma, el amor.
Finalmente terminaban sobre el mantel ambas propuestas para el desayuno, a parte del sempiterno café: pan con tomate y aceite, huevos revueltos y tortas de avena.
Damián había contemplado un programa de TV que lograba hacer de los trastos viejos objetos útiles. Y como era una persona muy habilidosa, se puso manos a la obra, porque en su casa del pueblo no había ducha y estaba harto de lavarse por partes en el caldero. Decidido, registró en el almacén y comprobó que disponía de todos los elementos menos de la alcachofa. Compró una, colgó de un gancho una cántara, la agujereó y tendió un trozo de manguera hasta una escarpia, a la que luego sujetó el mango de metal del que pendía la alcachofa. Como la obra acabada estaba a vista de cualquiera en el patio de casa, improvisó un biombo. Hasta el pueblo no llegaría un dispositivo capaz de fotografiar desde arriba. Pero había un problema: el agua no caía con la fuerza requerida. Lo solucionó añadiendo un fuelle para propulsarla. Qué placer la ducha. Pensó incluso patentar el invento.
Aprovechó las fiestas del patrón para mostrar aquella novedad y muchas fueron las alabanzas. No se hablaba de otra cosa en la verbena. Y la mayoría de las chicas de su edad le invitaron a echar un baile y que contara. Se lo agradecía, pero es que Damián deseaba bailar con Ángeles y esperó que fuera ella la que decidiera. Se miraban de reojo y nada, porque ella seguía entre los brazos de Julián. Se armó de valor y en cuanto empezó una nueva canción, se acercó a la pareja y pidió bailar con Ángeles valiéndose de la fórmula habitual ¿hay favor? A esta solicitud hasta las parejas de novios solían acceder, porque el baile era público, pero Ángeles respondió con un no, no hay favor.
Los padres de Ángeles habían encargado a Damián que preparase en su patio una ducha idéntica a la suya, pero con agua caliente. No fue difícil. Puso un barreño con agua en el fuego de la cocina y tendió una tubería hasta la otra cántara, la del agua caliente. Luego fijó dos llaves de paso, una roja y otra azul. Pero hizo trampa. La de color rojo era la fría.
Harto contenta, se metió Ángeles en la ducha para probar la virtud de aquel invento. Se colocó bajo la alcachofa, abrió la llave roja y empezó a caer sobre su cabeza un torrente de agua helada. Desnuda como estaba, entró en casa gritando y maldiciendo.
Al día siguiente, hecha un basilisco, golpeó el llamador de la puerta de Damián. Llevaba un recipiente con agua, hielo y restos de comidas con intención de lanzárselo a la cara. Pero Damián, que esperaba una reacción parecida, no le abrió la puerta. Le insultó, le dijo que no se acercara jamás a ella y que le odiaba. Luego arrojó contra la puerta el contenido del recipiente
Cuando se alejaba, Damián le dijo sonriendo burlón que un favor con otro favor se paga.
SERGIO SANTIAGO MONREAL
Eloy era una persona altruista, le encantaba hacer favores sin necesidad de que se los devolvieran, simplemente por la satisfacción de poder ayudar a alguien. Para Eloy era suficientemente gratificante pese a que en la mayoría de los casos, las personas ayudadas no mostraban ni un ápice de gratitud y ya parecía su obligación.
Un día Eloy tuvo que priorizar sus acciones, ya que su hijo menor Juan, enfermó con una grave otitis en pleno estado de alarma, cinco días después de decretarse en España, donde Eloy residía junto con su familia. Eloy estaba casado con Cloe y tenían dos hijos. Lana, la hija mayor de seis años de edad y Juan, el hijo menor de tan sólo dos años de edad. Residían en una humilde vivienda de protección oficial en la pequeña pero preciosa provincia de Guadalajara.
Eloy era miembro en su trabajo del comité de empresa. Su empresa tras el estado de alarma decretado por el gobierno español en marzo del 2020 entró, como muchas otras, en expediente de regulación temporal de empleo, más conocido por las siglas ERTE.
EL aluvión de llamadas y mensajes de compañeros de Eloy para explicarles los detalles fue enorme, pero Eloy en esta ocasión tuvo que pensar en su familia y adherirse a una reducción de jornada cien por cien para poder cuidar y ocuparse de Juan, además de Lana, ya que las escuelas habían cerrado, supuestamente para evitar contagios y no se recomendaba e incluso se prohibía que los niños fueran cuidados por sus abuelos, así pues en un real decreto, primero de los venideros, el gobierno puso una serie de paquetes y medidas para paliar la gran crisis que se avecinaba e impedir supuestamente que se perdieran puestos de trabajo. Entre esas medidas se encontraba la reducción de jornada cien por cien. Cloe llevaba medio año trabajando así es que Eloy decidió de forma unilateral acogerse a su derecho, el cual por supuesto no fue bien visto ni por su empresa ni por sus compañeros. A pesar de ello Eloy seguía cumpliendo sus obligaciones como miembro del comité de empresa y seguía informando y ayudando a sus compañeros que lo necesitaban.
Todo cambió cuando Eloy necesitó que le devolvieran esa cadena de favores, ya que los demás miembros del comité le dejaron de lado y aprovecharon su ausencia para verter pestes sobre el, a sus espaldas, demostrando lo cobardes que eran. Eloy tuvo que apagar su dispositivo móvil ya que recibía vía wasap infinidad de improperios por parte de sus supuestos «compañeros», los cuales no se retractaban de ellos pese a que Eloy lo pidió con vehemencia.
Eloy tuvo que dimitir de su cargo de delegado arrastrado por la hipocresía y falsedad del resto de «compañeros» del comité, afortunadamente arreglo sus asuntos y cobro en septiembre hasta el último céntimo que le debían tanto su empresa cómo el sepe tras arduas tareas burocráticas. Eloy pese a que en verano su empresa volvía a tener trabajo decidió acojerse a una excedencia por cuidado de su hijo menor de tres años, para poder estar con su familia y recuperarse de las traiciones recibidas a sus espaldas por parte de sus » compañeros».
Tras la vuelta a su puesto de trabajo, Eloy decidió no implicarse en temas sindicales, pese a saberse convenios y estatuto de trabajadores a la perfección. Los compañeros de Eloy seguían pregutando a este por asuntos legales, pero Eloy les comunicaba que ya no entraba entre sus labores informarles de ellas.
La cadena de favores se rompió cuando Eloy necesitó de un favor y no pudo hacer otro favor pese a los mil favores realizados con anterioridad de las circunstancias acaecidas.
Eloy se dio cuenta que su verdadera felicidad y su verdadero altruismo debía depositarlo única y exclusivamente en su vínculo familiar.
FIN.
OLINTO RODRÍGUEZ ATENCIO
«Después de tanto caminar le pedí el favor de llevarme en su barca. Caronte extendió su mano huesuda exigiendo una moneda…»
POZO POZO
No estoy acostumbrada a pedir favores, no porque no me atreva, sino porque sé que no me lo van a hacer. Tontas como yo, no hay muchas. Me gusta darme a la familia a la gente y a los hombres.
Hace poco conoci a un tipo, de estos que te partes el culo riéndote. Un tío gracioso y muy divertido.
Me contó infinidad de historias. En aquel tiempo yo estaba súper aburrida y lo tomé como algo más que mío.
Este hombre tenía bastante éxito con las mujeres y no había escaecído nunca de tener una al lado.
Una de las historias que más me gustaron fue una relación que tuvo con una tal Eufemia. Esta mujer era una buscavidas: cocia y alquilaba habitaciones.
Mi amigo había sido de poco trabajar. Le gustaba poner demandas y defender sus derechos, pero trabajar… cómo que prefería pasar olímpicamente, aunque no tuviera para vivir desahogadamente.
Eso sí, el tipo era bastante ahorrador.
Cuando conoció a Eufemia, está hacía unos meses que se había quedado viuda. El marido era mucho mayor que ella y no le había dado lo que ”necesitaba».
Mi amigo se lo dio, todo lo que quiso y más. Pero él tenía un gusto muy personal, le gustaba que las mujeres le hicieran la cabra.
Eufemia recibía su dote todas las noches en la cama a cambio de este favor.
Yo no llegué a hacer la cabra con mi amigo, pero se, porque con el tiempo me lo dijo, que todas las mujeres no tuvieron ninguna objeción de hacérselo. Por lo visto el las recompensaba bastante bien.
Yo no sé cuál será la última cabra que tendrá mi amigo, pero imagino que tendrá la misma dinámica: el que nace cabrón no cambia de condición.
CONSUELO PÉREZ GÓMEZ
LA LETALIDAD «JERSEISIL»
Allá por el siglo trece, catorce, quince…este dato no es importante para el tema que nos ocupa, resulta que en las islas del Canal dependientes de la corona británica: Jersey y Guernsey, por aquellos entonces decía, ya existía la tradición de prendas de punto, que no creáis que estamos inventando algo… ¡Si está todo inventado! Bueno, como iba contando, a unos pastores les dio por inventar el crowfunding que no es otra cosa por muy inglés que se sea y la palabra de lugar a malos entendidos, que una intención subyacente de hacerse con los maravedíes para establecer el business; como se puede comprobar no les debió salir tan mal cuando se ha propagado hasta nuestros días. Se lo montaron para que la Corona británica les otorgase el permiso de importación de lana desde el Reino Unido, al parecer paradigma de las lanas merinas a cambio de obsequiar a los «reales» con estos artículos. De lo que se deduce: una cadena de favores en toda regla que se extiende de este a oeste, de norte a sur por los siglos de los siglos amén, al que eufemísticamente se denomina «favor» porque capitalismo queda menos glamuroso.
Desconozco si está documentado, pero cuesta creer que los «reales» utilizaran el jersey, prenda destinada a trabajadores y como consecuencia sin atractivo alguno para tan selecta tribu. Quizá en esa cosa del ocultamiento –ahí seguro que eran más diestros- la llevaran oculta bajo sus ropajes, ejemplo que avala esta teoría son las medias de lana que llevaba María de Escocia para la ceremonia donde perdió la cabeza y con ello, claro está, el ser y el estar.
He pedido a propios y extraños a lo largo y cada vez más ancho recorrido de mi vida que si de verdad en algo estiman mi amistad, jamás, digo ¡JAMÁS! con mayúsculas, tengan a bien hacerme a través de prebenda alguna, obsequiarme (ellos lo llamarían favorquetehacemosparaquenopasesfrío), con esta aberración, que no tengo ropajes reales bajo los que ocultar este horror, que cuando veo a un valiente con la prenda incrustada, los sudores los sufro yo. Tanto da si es de «pura merina virgen, de angora o de plexiglás»…Es un invento de lesa humanidad junto con la bomba atómica y otros males que no voy a relatar aquí.
Hacia finales del siglo XIX empezó a popularizarse su uso dentro del ámbito deportivo, pasando entonces a llamarse suéter (derivador de sweater– en inglés – que significa ‘el que suda’). No confundir con «me la suda» que eso pertenece a otro contexto.
Háganse un gran favor himself y por propio amor de uno mismo ¡NO SE PONGAN NUNCA UN JERSEY!
(Por favor les pido tengan a bien disculpar mi inclusión en el idioma inglés al que también debo ser alérgica o algo, porque no me entra…no me entra…)
RAQUEL LÓPEZ
Angel era un chico deportista, activo, optimista… Estaba estudiando en la universidad, pero en su tiempo libre se dedicaba al voluntariado, cosa que le enorgullecia el poder ayudar a los demás desinteresadamente.
Un día fue a un hospital a visitar enfermos que no podían valerse por sí mismos y entre ellos había una chica, Pilar, era joven como él a la que le fueron amputados ambas piernas por un accidente de tráfico.
Cada día, Angel, iba a visitarla para poder compartir cosas con ella y a medida que pasaba el tiempo forjaron una gran amistad.
De repente, todo se nubló para Angel, mientras iba en bicicleta sufrió un mareo que le hizo caer inmediatamente al suelo. Su corazón, quería dejar de funcionar y necesitaba urgentemente un donante, a la espera de ello, estaba en el hospital, triste por no poder ver a Pilar, su gran amiga y con una maraña de cables por todas partes.
El médico le dio la noticia de que encontraron un donante y se realizó el trasplante tan pronto como fue posible.
En cuanto se recuperó y cogió fuerzas, salió del hospital contento de ser una persona nueva, dirigiéndose a ver de nuevo a Pilar a la que tanto echaba de menos, en el camino, compró un ramo de flores para regalárselo. Al llegar, vio que su cama estaba ocupada por otra persona, preguntó a varias enfermeras y una de ellas le comunicó que había fallecido y que le había dejado una carta para él.Desolado, sin saber como calmar su dolor, leyó lo que Pilar le escribió :
-Querido Angel, has sido y serás siempre la persona que más feliz me ha hecho en este mundo gracias por haber compartido conmigo momentos, en agradecimiento, te regalo mi humilde corazón para que tu puedas vivir y yo pueda estar contigo, espero que tú seas el ángel de la guarda de muchas personas..
Un favor que nunca olvidará, Angel, pues se hizo donante de órganos para que otras muchas personas, puedan gozar de la vida y como dijo Pilar, sea el «Angel de la guarda» , continuando la cadena de favores, que muchas personas necesitan.
JUANA CASTILLA
Mi viejo se la pasó haciendo favores. A su primo electricista le pidió cambiara los cables de ese castillo en ruinas, que tanto le gustaba. A su hermana la iba a ver con 40 grados a la sombra, sin que sus notables hijos – que nadaban en oro – se dignaran enviarle un taxi.
A Elina le regaló un lote y la última vez que la vi miró hacia el infinito. Al sobrino Pablo le encargó un trabajo que terminará en año bisiesto. Al hermano de Pablo le abrió las puertas y hasta las ventanas de su oficina y cuándo uno le pregunta de dónde solpla el viento murmura algo sobre el GPS.
La lista es inmensa. Como los egipcios lamento no haber hecho una copia de tantos favores, para colocarla al lado de su última sonrisa. Lamento.
ROSITA MISKY
Para mi hay todo tipo de favores, los verdaderamente desinteresados.
Los que sin pedirlo lo recibes y en ambos casos sientes una gran alegría en el corazón.
Los que estas obligada a pedirlos y te duele el corazón pedirlo.
Los que te solucionan rápidamente pero sabes que será un regalo envenenado que te lo cobrarán con creces.
Los que a cambio del favor te quedas endeudad@ para siempre.
Los que pides y te rechazan una y otra vez.
Y también existen esos que por hacer un favor te ganas enemigos para siempre y sales perdiendo.
La raza humana es complicada
GAIA ORBE
a tres personas
cadena de favores
otras personas
la buena obra
alegría del alma
cuando sucede
mira el mundo
en el hombro la mano
son mil alientos
caricia al alma
las cosas son como son
la gracia de hacer
honrar la ayuda
aligera la marcha
pasión divina
BEA ARTEENCUERO
Estoy navegando en aguas profundas, mi barca se tambalea en medio de la nebulosa de mi mente.
Una luz brillante surca el espacio, o no, no..es una nave, esas que parecen un plato gigante llena de luces, que vienen de otros planetas, sus tripulantes! ¿Como serán? Tal vez, seres bajos con un sólo ojo y brazos muy largos, y cuando lleguen seguro me entenderán, dicen que leen la mente y saben los pensamientos del humano, si es así me dirán lo que no logró entender; Un día no hace mucho tenía todas las respuestas.
Mira, mira…Un ruiseñor contándole al amor.
¿El amor que es?
Es ese sentimiento que te hace feliz y de pronto te hunde en un profundo abismo y te encuentras con las manos vacías. ¿Cómo es eso?.
¿Y si me voy a volar en un cometa?
Tal vez no podría.
A veces recuerdo un lugar, en una imagen fugaz, me veo corriendo por el prado, persiguiendo una mariposa.
Señor.. ¡Una moneda por favor!
Recoge la gorra con algo de dinero y se aleja, caminando despacio, repitiendo una y otra vez…
Yo…yo Tengo aquí y ahora, los favores del universo…
Una estrella, un pedazo de cielo, el azul del mar y la luz de la luna…
Bea.
NEUS SINTES
Antes de pedir un favor o hacer uno de ellos, hay que pensárselo muy bien. Soy una persona que no le gusta pedir favores. Eso no significa que no acepte una «ayuda», en un momento dado. Aunque sea pequeña existe gran diferencia. Un favor, lo tienes que devolver. En cambio, aquellos favores que se hacen voluntariamente, sin pedirlos, son los peores, con los que uno tiene que ir con más cuidado.
Los favores voluntarios, inofensivos a nuestros ojos, pero no tenemos consciencia de qué peligrosos pueden llegar a ser.
Caroline, tuve que vivir en primera persona, como recibía un favor que no había pedido, pero aún así, lo recibió y ésta lo aceptó. Sin saber, en las consecuencias que en un futuro, podría ocasionarle.
Se convirtió en madre a sus 24 años. Cuando la maternidad se le terminó, Caroline, pensó en apuntar a su hija de cuatro meses a una guardería, cerca de donde trabajaba. Pero entonces intervino su madre, que voluntariamente se ofreció para cuidar de nieta, a pesar de que Caroline, le había dicho que lo tenía todo arreglado.
-Yo te haré el favor de cuidar de tu hija; mi nieta – fueron las palabras de la madre de Caroline.
Aún así, Caroline, consiguió trabajar 6 horas en vez de 8, con tal de que su madre, no tuviera a su hija. No por mal, sino porque, a pesar de que ella se había ofrecido. Caroline, no había tenido muy buena relación con ella durante su vida. Pensaba en su interior, que cediendo un poco, las cosas se solventarían, aunque fuera un poco.
El tiempo trascurría y en una conversación con su madre. De la boca de su propia madre surgieron las palabras que le rompieron el alma.
-Yo te he cuidado a tu hija, mientras tú trabajabas. – le reprochó ésta, mientras discutían acaloradamente.
Caroline, apunto de inmediato a su hija a la guardería. A partir de ese día, comprendió que los favores voluntarios, no son para tirarlos en cara. Un favor si se quiere hacer, se hace de corazón. Sin pedir nada a cambio. Los favores son devueltos, sí, pero con el alma de la persona, sin un tiempo límite. Ningún favor y menos voluntario, debe echarse en cara.
EFRAIN DÍAZ
Vivía en una de las ciudades mas importantes de mi país. Su nivel de eficiencia, su grado de desarrollo y su rango de productividad la había convertido en el mas importante centro de comercio. Pero como no hay felicidad completa, los políticos que la corrían decidieron llenar sus arcas personales a costa de la ciudad y sus habitantes. El saqueo fue tal, que de ser la mas productiva, la habían convertido en un monumento a la miseria. De tener calles limpias y resplandecientes, eran un triste espectáculo de basura. Los edificios llenos de grafitis y un fétido hedor que te obligaba a utilizar mascarilla no por el covid, sino para no contaminarte los pulmones por la pestilencia. Cambiaron los ejecutivos trajeados con maletines caros y zapatos de marca por malolientes pordioseros que buscaban comida en los zafacones y cuyos hábitos higiénicos eran tan paupérrimos como ellos.
Un dia caminando pasé por el lado de Laura. Una ex asistente de farmacia cuyo proceso de decadencia comenzó robando narcóticos de la farmacia de la cual trabajaba a pedidos de su pareja. Se metían el narcótico y satisfacían su lujuria. Una noche a su pareja se le fue la mano en la ingesta y no se sabe si se le reventó el corazón o el cerebro. Laura se quedó sola y adicta. Fue despedida y terminó en la calle prostituyéndose por droga. La falta de alimento, sumado al exceso de sexo por droga aceleraron su proceso de descomposición. De lo que fue una hermosa y robusta joven, no quedaba ni sombra. Un esperpento en eterna noche de brujas.
Un día le pasé por el lado y me dijo “hazme el favor y dame cinco dólares”. Le dije que no podía darle el dinero porque era para droga. Me contestó “si no me vas a ayudar a vivir, por lo menos ayúdame a morir”. Le hice el favor.
NAN KITTY
Es un regalo invisible,
Un micro detalle que parte de dos almas,
Para quien lo pide es un enigma que descifra el corazón de alguien y para quien hace un favor siempre es porque está dispuesto a colaborar por muy pequeño que sea.
A mí parecer va de la mano con la confianza y la certeza.
JAVIER GARCÍA HOYOS
Ayer miré el buzón y vi una algo insólito: Una carta.
Bueno, en realidad, lo particular de este hecho era que no se trataba de una factura, y que además estaba escrita a mano.
No venía remitente.
Decidí abrirla. Dentro había un papel escrito también a mano.
«Querido amigo, no me conoces, o eso crees. Sin embargo te escribo para hacerte un favor, el único que puedo hacerte:
Darte la garantía de que mañana volverá a salir el Sol para que tengas la oportunidad de construir un mundo mejor, una nueva esperanza para que este planeta deje de volverse tan gris poco a poco.
Espero que cuando veas amanecer mañana, comprendas que este mundo no os pertenece, que podríais estar de paso y el sol seguiría saliendo, los árboles creciendo y los animales viviendo.
Aprovecha este favor que te ofrezco, de todo corazón.»
Hice una pelota con la carta y la tiré al cubo de la basura. Debí imaginar que sería propaganda.
Me senté en la butaca del salón, cogí el mando de la tele y la encendí. Estaban dando las noticias. Cambié de canal, justo cuando lo hice, el presentador dijo algo que no llegué a escuchar bien:
«…Y las misteriosas cartas enviadas a millones de personas en todo el mundo…»
KATA MAR
Estando todavía en el manicomio la mente de la chica bohemia Buscaba esa espiritualidad tan anhelada por años que no encontró para nada en las iglesias, llego a su mente el recuerdo de su amada abuela quien le decía:
– Mija no se le olvide que las animas benditas hacen favores, y se cumplen- dijo ella.
Un buen día paso por el cementerio, fue a donde esas señoras que vendían oraciones cerca a los cementerios, compro una de esas, se adentro dentro. Se arrodillo y pidió el favor deseado, el cual era que pronto saliera de ese oscuro lugar del manicomio.
A las dos semanas se le cumplieron; los primeros meses era juiciosa, cumple con la promesa que le había hecho a aquella alma, con devoción le rezaba cada noche una oración, pasaron los días, meses y años ella continuaba pidiendo y pidiendo, pero esta ves sin cumplir lo que prometía, ya que con el tiempo creyó que con la primera ves que cumplido la promesa ya era suficiente, no necesitaba más, antes llego a pensar que al contrario las almas alas cuales pedía le debían favores a ella.
Una noche fría ella estaba en su casa sola viendo la luna iluminada cuando de pronto alguien golpeo la pueta, ella asombrada abrió, se alegro al ver a uno de sus pocos amigos, lo hizo pasar ella se fue a la cocina por un vaso de agua, pues este se veía cansado, cuando regresó este ya no estaba, ahí y en su lugar estaba tremendo fantasma en forma de humano, ella del susto suelta el vaso, le pregunta:
– ¿Qué quiere?
– Cumple tus promesas, nosotros no te debemos nada a ti, déjanos seguir nuestro camino hacia la divinidad.
Ella quedo petrificada del susto, al rato le prendió una vela, nunca lo volvió a ver, pero aprendió a que las promesas se cumplen.
Tal fue el estado de shock que tuvo problemas para socializar con los demás puesto que veía esa alma
En todas partes quien le recordaba que las promesas se cumplen siempre.
CONCE JARA
Hoy vuelve a amanecer nublado, y es que desde hace tres días no para de caer agua. En la parte sur hubo zonas anegadas por la lluvia, pero sus ocupantes hoy no se han quejado. ¡Por favor hoy que no llueva! A ver si no van a poder venir. No sé cómo estarán las carreteras. ¿Será mucho pedir, que, tras tanto preparativo ahora no se fastidie la fiesta? ¡Para una vez al año que puedo verlos a todos!
No podía imaginar que un par de semanas antes de casarme me quedaría mi-rando boquiabierta frente al ordenador, pero allí estaba su cara sonriente en medio de un mar de fotos de penes e imágenes porno en una página para fo-llar. Resultaba increíble que un hombre tan listo, hubiera resultado tan estúpi-do.
La ruptura fue rápida, a pesar de sus mentiras:
– Solo estaba ahí para ver porno, ¡es la verdad! -decía mientras yo le se-ñalaba en la pantalla como empezaba su perfil… “Principalmente busco sexo”-.
Y entonces él fue quien rompió.
Me quedé sola, con el perfil que había creado para descubrir a mi ex, y decidí hacer lo que habría hecho cualquier mujer joven, soltera y con la sangre calien-te: mirar perfiles.
En pocos minutos buceaba en un mar de penes flácidos, duros y hombres despatarrados, que, por algún motivo desconocido, enseñaban el agujero del culo. La pantalla se llenó de mensajes obscenos, ridículos y empecé a pregun-tarme qué demonios estaba haciendo yo allí, pero el despecho era demasiado grande como para abandonar.
La decepción por la educación de aquellos hombres me llevó a reeditar mi pre-sentación y comportarme como si tuviera tablas en esto del ligoteo. Entre mis aficiones dije que me gustaba la música, el teatro, la lectura y que buscaba a alguien inteligente y agradable. Pero el desfile de penes seguía, hasta que co-roné el perfil con una frase: “Busco a un hombre al que le pegue su cerebro con los huevos”.
Por su puesto me gané comentarios desagradable escritos con montones de faltas de ortografía, en las que me amenazaban con lo que iban a hacerme. Y los que no se molestaron con la frase, decían tener profesiones y afinidades sospechosas, para encajar con mi deseo sapiosexual.
Por ejemplo, un chico me mandó un mensaje en el que decía: “Hola princesa. Soy ingeniero industrial. Me gusta la música clásica, aficionado a leer el perió-dico diariamente y con un cerebro tan bien dotado como otras partes de mi cuerpo”. Pero de entre todas aquellas misivas, mi favorita decía: “Si tu afrodi-siaco es el pensamiento crítico, yo soy tu chocolate, tus ostras y tu champag-ne… todo en uno”. Aunque quiero dejar claro que tampoco la cosa daba para más.
Descubrí que el ingeniero industrial tenía un cuerpo impresionante y mi sed de venganza, o más bien mi sed en general, me llevó a encontrarme con él un par de semanas después en la habitación de un hotel.
Tras aquella noche de lujuria, y bueno alguna que otra más, recibí el mensaje de un hombre con muchas preguntas sobre mis géneros literarios y autores favoritos, y como no, sobre mí. A mi respuesta contestó con frases del estilo: “Tu belleza palidece en comparación con tu intelecto”.
El nuevo candidato era profesor de historia, y el primer tío educado que no me aburría con su vida y milagros como credenciales para llegar a un encuentro.
“Soy Steven, por cierto”, decía su mensaje, “encantado de conocerte… o al menos, eso espero”.
Nos intercambiamos el correo electrónico y, después de unos cuantos mensa-jes, Steven usurpó la plaza del señor ingeniero en la habitación del hotel.
En lugar de sexting, los primeros intercambios de desnudos entre nosotros fue-ron unas esculturas romanas en una galería de arte. Steven preparó la cita y luego hizo de guía, entreteniéndome con las historias que había tras los perso-najes mitológicos de las obras de la exposición.
No era presumido, ni se vanagloriaba de sí mismo, como aquellos que me ha-bían escrito. Era una persona normal: altura media, complexión fuerte y el pelo semi largo. Pero lo que más me gustaba de él era el sonido de su voz, profun-da y placentera.
Tras completar la visita a la exposición, fuimos a cenar y después acabamos en un hotel… una noche para recordar.
Fuimos cogiendo confianza y Steven me contó que padecía una enfermedad que hacía años le había dañado los riñones. Ahora estaba funcionando con un riñón donado por su padre. Todo aquello lo contaba con una actitud tan impasi-ble:
– Cuando este riñón se quede sin fuerzas, estaré jodido, tendré que volver a la diálisis. Pero -suspiro-, ¡son cosas que pasan! Vivo con ello y lo asumo. Si no, ¿qué sentido tiene la vida? -dijo encogiéndose de hom-bros.
Descubrí que Steven además de resiliente, era una persona interesante y res-petuosa, alguien raro entre los tíos que me solían mensajear. Sin embargo, yo no tenía la energía necesaria tras mi ruptura, por lo que poco a poco fui ale-jándome de él y dejé que nuestra relación romántica acabara en amistad, has-ta que casi perdimos el contacto.
Tras aquello, decidí que nada de relaciones. Prefería pasar tiempo de calidad con mi familia, hasta que un día me entró un correo:
– La mayoría de vosotros sabéis que ya tengo un trasplante de riñón y que lleva tiempo perdiendo fuerza. Los médicos me dan un año para una nueva intervención o vuelta a la diálisis, que preferiría evitar, ya que pueden surgir complicaciones. Los trasplantes procedentes de una per-sona viva son más efectivos que los de un cadáver. Los médicos me han pedido que busque un donante con “el cuerpo caliente”. Por favor…
Cerré el portátil. No por falta de ganas, pero acababa de encontrar el trabajo de mi vida y pensaba que a mis jefes no les gustaría que la nueva directora de marketing cogiera la baja para realizar un trasplante de órganos a otra perso-na, aunque fuera una buena acción. Guardé el correo y deseé que apareciera alguien dispuesto a donar.
Un año después de nuestra primera cita, quedé con Steven para ponernos al día y ver una obra de teatro, que dejo mucho que desear. En una de las ulti-mas escenas, uno de los actores dijo:
– Morir no es romántico.
Busqué el rostro de Steven y vi que lloraba en silencio. Y es que ya había em-pezado con la diálisis, estaba más delgado, más pálido y lento en sus movi-mientos. Vivía con ello, asumiéndolo, pero el tratamiento le estaba debilitando.
Aquello no era romántico… mi amigo se moría.
Al día siguiente, llamé por teléfono al hospital donde trataban a Steven y con-seguí enviar un correo a su coordinador de trasplantes. Le pedí que no le dijera nada a mi amigo, ya que no quería darle falsas esperanzas.
Después empezaron los exámenes médicos y papeleo, entrevistas para certifi-car que estaba mentalmente sana para esa decisión.
El secreto no se mantuvo durante el tiempo que me hubiera gustado. Antes de recibir el permiso de mis jefes, una de las amigas de Steven contactó con el equipo de trasplantes y le dijeron que ya había una firme candidata para la do-nación. Y esa amiga se lo cascó a todo el mundo.
Cuando Steven se enteró, me llamó diciendo que sentía algo que solo podría describir como pura felicidad. Estaba por primera vez, en meses, esperanzado, aunque el miedo se apoderó de mí. ¡Y si al final no me permitían donar!
Por mi parte intenté hacer a mi familia participes de la confianza de que todo saldría bien, que trasplantes se hacían miles, y yo funcionaría perfectamente con un solo riñón.
Pocos meses después, recibimos el visto bueno de los médicos y superados los trámites burocráticos, aprobaron mi solicitud.
Después de la operación, en seguida fui a ver a Steven y sentí un grandísimo alivio. Estaba tan agradecida. Conseguí darle más tiempo de vida a un buen hombre, que ahora está más sano y no tiene que pasar por la diálisis. Mi riñón está prestándole un buen servicio. Con suerte, aguantará muchos años.
Y después de todo lo que os he contado, volvamos al principio de la historia.
Hoy es el día de “Los Santos”, y ahora vivo en el cementerio de la Almudena… ¡Por favor, familia, amigos… no faltéis!
CURRO BLANCO
Es un indolente, de lo más dejado, perezoso. Pero lo era no por convencimiento sino por pura desidia; sabe/deja que le saquen las castañas del fuego:
-Oye, que ya está bien de pedir favores. Que no es por hacértelos. Es que siento que soy la que tira del carro constantemente. Todo el peso de la existencia me lo dejas a mi. Ponte ya las pilas.
Y llega un momento en el que pedir tantos favores, ¿cuántos?, yo que sé, muchos, hace que se origine un tufillo sospechoso.
– Bueno, bueno…, pero tampoco es para ponerse así. Que yo hago lo que puedo. Además, tu eres más fuerte. Es lógico que mi refugio seas tu, ¿a quién sino?
Se es fuerte hasta que dejas de serlo; tanto va el cántaro a la fuente que se rompe, ¿no?
– Que te e-qui-vo-cas. No me lo puedes dejar todo a mi. ¿Somos uno? Si. Pero tenemos que ir a la par. Si no nos haremos pequeños los dos. Además, es que me pides unas cosas: que no puedo vivir sin ella y que te ayude a olvidarla; y vas te apotronas en el sofá, venga comer palomitas viendo series de hachebeo. A ver. Tu pasividad ante los problemas me está acarreando una sobrecarga de narices. ¿Que no has escuchado nunca «se le rompió el alma»? Pues espabila.
Y es que su alma se le está resquebrajando porque su cuerpo desidioso no reacciona: que si no puedo hacer esto, que a ver ahora cómo salgo de esta, de aquella y de la de más allá; que menos mal que te tengo a tí alma mia que si no no sé qué iba a hacer.
Y en esta disyuntiva estaba con el mismo cuando…, ¿qué?, nada que dejó de comer palomitas se puso el chándal y se fue a correr. ¿Para qué? Pues para despejar el alma, para que sino, notejode…
AURORA CORDOVA
Favores a todo el mundo, estoy tan agotada. Mamá me ha pedido que pague todos los recibos. Ashley me pidió vernos para contarme sobre su nuevo novio y mi hermano habló hace 2 horas para pedirme que cuidara a su pequeña hija, que por cierto amo con todo mi corazón. Estoy harta, cansada, exhausta.
Nunca me molesto ayudar a los demás, sobre todo si son personas que son importantes para mí, pero nadie me escucha, nadie me ayuda y nadie es capaz de hacerme un maldito favor. Estoy confundida, ¿Que estoy haciendo mal? me siento usada, cada vez que alguien me pide un favor y lo hago con gusto, al otro día al ver las las fotos de mis amigos en fiestas a las que no soy requerida, con un deje de esperanza y mi corazón apachurrado reviso mi bandeja de entrada vacía.
Quiero decirle a todos que NO, pero tengo miedo que si dejo de hacer favores, me quede sin alguien que al menos me hable para pedirme un favor. Hasta los muertos me piden favores. Papá me dijo en su lecho de muerte, ‘’hazme un favor, se valiente y siempre trata bien a las personas’’, Lo estoy intentando, de verdad, pero estoy llegando a mi limite. Ya no puedo Papá, mi corazón está demasiado roto. Favores, favores que quiero hacer, que no quiero hacer, que duelen, que cansan, que dan gusto, que voy arrastrando, favores.
Nota: Gracias por leerme, este es uno de mis primeros escritos, y el primero en publicar. Les mando saludos y buenas vibras
HUGO LÓPEZ
(ANTEOJOS)
Mi madre buscaba desesperadamente sus anteojos, en medio de tanto desorden podía verla preocupada como si de ello dependiera su vida. Cada año por estas fechas tomaba el libro que papá le había obsequiado y se embarcaba en su mundo sin importarle los demás, yo solo me encerraba en mi cuarto a seguir trabajando y la dejaba tranquila. Podía comprenderla, después de verla sufrir por la muerte de mi padre yo no hacía más que consentirla y entenderla. Pero esta tarde había algo más entre tanto alboroto y desorden causado por su búsqueda, mi madre tenía los anteojos puestos y aun así me decía que los buscaba, me empeñe en hacerle saber, pero ella tan terca en lo suyo no tomaba sentido de lo que le advertía, busque con ella aun sabiendo que la búsqueda era absurda, desorden y más desorden eso era lo que estábamos haciendo. Por fin mamá ceso su búsqueda y con una voz temblorosa me dijo.
¡Hijo, los anteojos no los encuentro ya no podre ver a tu padre, ayúdame a encontrarlos por favor!
Tocaron la puerta y papá entro, lo saludamos amablemente, mamá agradeció mi ayuda y por instantes me permitía tomar los anteojos para ver a mi padre una vez más.
H&K
SOLEDAD ROSA
He escuchado hablar de ti, pero aún no te conozco. No sé cuál será tu rostro porque no me atrevo a mirarte a los ojos. Prefiero quedarme en un segundo plano y apostar por mí, como una guerrera que lleva su lucha interna entre el “puedo” y “no puedo”.
Quizás no te has dado cuenta, pero, en ocasiones, me he decidido a mirarte, de reojo, rápido, como una niña, vestida con su timidez, eligiendo el sabor de un helado. Lo imagina con los ojos cerrados, aun disfrutándolo sin tenerlo en sus manos. Y tiene ansia, desea saborearlo, pero frena, porque no quiere mancharse. Prefiere quedarse tal cual espectadora.
En cambio, a veces mi boca se ha lanzado, con miedo, a pronunciar tu nombre. Será que hay palabras que no quieren salir del interior, que no se atreven a cruzar esa barrera en la que pueden quedar encadenadas. O quizás, es la cantidad, el tono o la intensidad con las que las expulsamos.
Dentro de mí algunas voces han dejado de ser nómadas y han levantado un campamento para resguardarse. Intento enseñarles su reflejo en un papel, pero, inesperadamente, mis dedos las borran. Y yo, aunque arda en deseos, no me atrevo a pedirles que me abandonen.
ALEXANDRA MARTA IONA
Aquí mando yo!
– ¡Por favor, suplica por tu vida!
Si no, nada de esto tiene sentido, nada ha valido la pena.
No tienes nada que perder, ya lo has perdido todo. Tu dignidad, tu familia, tu brazo, tu libertad… y estas muy cerca de perder hasta tu vida.
Pídeme un ultimo favor, suplica, intenta convencerme, intenta hacerme cambiar de opinión y dejarte vivir.
-Eres un cabrón!
-Es verdad. Pero también soy el cabrón que te va a matar. Vamos hacer un trato: tu pides por tu vida y te prometo que no vas a sufrir. Pero si te resistes a mi voluntad, vas a desear durante muchas horas, no haber nacido. Y eso también te lo prometo.
-Sé que hoy es el día…
– Suplícame! ¡¡Hazlo!! No me gustaría torturarte, pero si tu me obligas… empezaré con las uñas, luego los parpados y las orejas… te voy a partir todas tus articulaciones. No me obligues, por favor, no quiero que sufras. Por favor, pide por tu vida…
-Prefiero morir desgarrada por el dolor antes de …
-Ya tengo la cámara preparada. Por favor, necesito que llores, necesito ver tu desesperación, tu deseo de seguir viva. Puede ser que tus ruegos me conmuevan y te regale un día más. Te lo suplico, es mi droga. Yo arranco ruegos, no vidas.
– ¿Quién es el que suplica? Graba eso, ¡hijo de puta! el único, dentro de esta maldita habitación, que está pidiendo un favor, ¡eres tú!
SISI ZIRCONITA
UN POQUITO DE POR FAVOR
Me gusta hacer favores si está en poder de mi mano hacerlo y creo que ser amable no cuesta trabajo.
Hace ya unos añitos que me vine a vivir a esta comunidad. A los días de acomodarme tocaron al timbre. Era mi vecina Fefa del quinto.
Traía un pastel para darme la bienvenida al bloque,- que detalle – pensé yo para mis adentros. Lo que no sabía es lo que me esperaba.
Es normal entre vecinos hacerse favores, pero siempre hay alguno que saca los pies del plato.
Ya sabéis en mi caso quien es ….mi vecina del quinto.
Qué si tienes sal, que si se me ha olvidado el café etc…cosas de la convivencia. La cosa es que siempre le falta algo.
El colmo fue el otro día. Llaman a la puerta , miro por la mirilla y ahí estaba mi pesadilla, otra vez «la Fefa».
– Vecina , ¿No tendrás un tomate para la comida?
– ¡ Claro que sí! , ya lo sabes.
A los cinco minutos toca el timbre otra vez .
– ¿No tendrás una cebollita ?
– Si mujer, si ayer hice la compra.
-Y ¿ Un pimiento italiano?- italiano dice la «hijaputa»
No le vale cualquiera-todo esto en mi mente . Es que voy hacer unas lentejitas y no he comprado avío y ya la hora que es ya no me da tiempo!
– ¿Algo más vecina?
– No tendrás un par de patatas?
– Pues si , y ya puestos quieres también las lentejas?
– ¡ Vecina, me has leído la mente , me has quitado la palabra de la boca!
Yo, ya no sabía si darle el paquete de lentejas en la mano o tirarselo a la cabeza- grhhmzzgruuyzzrdwww-eso estaba en mi mente, a la vez que una sonrisa amable.
No , no soy falsa, soy educada que es diferente.
Suena el timbre de la puerta, pero esta vez era el de mi vecina Fefa. Allí estaba yo delante de su puerta .
– ¡Vecina!¿ Tú por aquí?
– Pues si, mira ,que ya que tú no has ido a comprar y las lentejas se han hecho con los ingredientes de mi casa, pues he pensado que te habían salido de muerte y aquí te traigo un táper,¡Ea! Échame un par de raciones!
Mi vecina se quedó muerta . Creo que aprendió la lección, parece que se la ha tragado la tierra.
Buenos pero no tontos, un poquito de por favor!
BEGO RIVERA
El favor
-¿Esteban…recuerdas el favor que te hice? Es hora de devolverlo. Esteban escuchó la voz al otro lado de su ¡IPhone nuevo y se puso pálido. Enseguida reconoció la voz de Simón. -¿Sigues ahí? Esteban… sabías que este momento llegaría… – susurró y comenzó a reírse a carcajadas- Es hora de pagar. – Sí, sí…espera un momento- respondió Esteban nervioso y casi tartamudeando- Espera…
Esteban miró a su alrededor, estaba en el jardín haciendo una barbacoa para la familia, esperaba que nadie se diera cuenta que estaba temblando. Sus dos hijos estaban con sus hermanas, cuñados y sobrinos en la piscina: perfecto. Su mujer se balanceaba en una hamaca, no se encontraba bien: perfecto. Su amigo Pablo estaba sentado a la mesa sin soltar su móvil, como siempre: perfecto. Su amigo y compañero de trabajo Paco se acercaba hacia él alzando la voz, se puso más nervioso si cabía. «¡ Maldita sea!» – pensó. Cuando ya estaba a su lado seguía sin escuchar lo que le hablaba su amigo, estaba bloqueado y empezó a oler a quemado, entonces de pronto…se dio cuenta.
-¿Pero qué te pasa? ¡Se te está quemando la carne!- dijo Paco. – Perdona… estoy al teléfono y no me he dado cuenta, estate tú pendiente, ahora vuelvo- respondió dirigiéndose a la casa. -¿ Te pasa algo? Estás blanco y muy raro…¡Esteban!- gritó Paco- ¡Oye!
Hizo caso omiso de su amigo y entró en el garaje, ahí tenía escondidas sus botellas de whisky, en un bidón en lo alto de una estantería donde no lo encontrara su mujer, ya que su hábito alcohólico casi le cuesta el divorcio hace unos meses.
» Prohibido el alcohol en esta casa» le sentenció su mujer entonces. Toda la familia y amigos pensaban que estaba rehabilitado. Cogió una botella y le pegó un buen trago, » lo necesitaba ¡Joder! Temblando aún rezó para que Simón no siguiera al otro lado del teléfono.
-¿ Simón?- preguntó cauteloso esperando no oír señal alguna.
– Vaya, vaya…¿Has quemado la comida?- Simón se reía.
-¿Qué favor quieres? Han pasado muchos años, mi vida ha cambiado, ya no soy el de antes- contestó. Bebió de nuevo, esta vez varios tragos seguidos.
– ¿Qué tú vida ha cambiado?¿Gracias a quién?¡A mí!¿Recuerdas? Y tu no has cambiado amigo mío, yo te conozco, podrás engañar a cualquiera como has hecho, pero no a mí, así que no me vengas con tonterías. Llevas casado siete años con una mujer con una gran fortuna que tú disfrutas gracias a mí, yo me deshice de sus padres…quienes eran un gran obstáculo en tu camino.
Esteban sabía que no tenía escapatoria, su familia no conocía su pasado más oscuro y Simón era peligroso.
-¿ Qué es lo que quieres? ¿Qué tengo que hacer?- preguntó rindiéndose a la cruda realidad.
– Eres listo, realmente el favor que me debes y tienes que hacer ya lo estás haciendo ¿Verdad? Pero quiero mi parte, la mitad.
– No sé…no sé a qué te refieres…- balbuceó.
– Te he estado observando Esteban…tú mujer tiene muy mala cara, está enferma. También sé que te pidió el divorcio hace poco y ahora está como ida.
Sé que la estás envenenando …poco a poco. Cuando llegue el momento quiero la mitad de su fortuna, callaré y no volverás a verme.
– Está bien, lo tendrás- contestó resignado y cortó la llamada.
Se terminó de beber la botella. Tenía que volver al jardín, le estarían echando en falta. Se dirigió al baño a lavarse los dientes, apestaba a alcohol. Mientras lo hacía y mirándose al espejo empezó a pensar en cómo acabar con Simón, como él le dijo era listo y tenía razón…no había cambiado. Echaba de menos su vida anterior y una gran emoción recorrió su cuerpo. Lo único que le animaba a seguir adelante era su disfrute al ir envenenando a su mujer, a la que nunca quiso. Ahora tenía otro reto por delante.
Con Simón no tendría piedad. Se haría ese favor a sí mismo. Su reflejo en el espejo sonrió.
TESS LORENTE
—¡Por favor, ayúdame!
Se oía el eco de esa llamada de auxilio desde todos los rincones de la casa.
—¡Socorro, auxilio!
Por más que buscara no era capaz de identificar de dónde venían los gritos. Empecé a ponerme nervioso y a recorrer todas las estancias, intentando descifrar de dónde provenían esas angustiosas llamadas tan desesperadas.
La voz me resultaba extrañamente familiar, pero era incapaz de situarla en ningún recuerdo de mi mente. Me sonaba pero algo distorsionada.
— ¡Ayúdame, sácame de aquí!
La tensión iba en aumento y con ella también mi ansiedad. No lograba encontrar a nadie. Era cómo buscar a alguien en un laberinto sin salida.
Cuando abría un cuarto, sonaba en el contiguo, luego en la escalera y al fin en el sótano. Ahora era mi angustia la que me acompañaba a cada habitación y la desesperación hizo acto de presencia.
—¿Dónde estás, no logro encontrarte?
— ¡Aquí dentro, por favor, sácame de aquí!
—Pero dentro de dónde, no te veo.
—Asómate al espejo.
Corrí hacia el ropero de la escalera, que tenía en su puerta un gran espejo. Lo abrí y nada. Cerré la puerta de nuevo y me quedé fijamente mirando mi reflejo. Llevaba una camisa de fuerza. Mi reflejo me contestó:
—Estoy dentro de ti.
Y desperté.
LOLY MORENO BARNES
Hazte un favor: ¡No seas nunca como Juan!
__Madre, ¿Quién es Juan?
__Juan era ese pobre hombre que acaba de morir, han pasado su esquela por debajo de la puerta.
__ ¡Pues yo no conocía ningún Juan en el barrio!
__Entre otras cosas, por ello lo digo, porque ni siquiera nadie recordaba su nombre…
Solo se acordaban de él, si necesitaban un favor, pero poco para darle las gracias.
Siempre te he educado para que seas un hombre de bien, pero no te pases a tonto.
Las iglesias están llenas de santos a los que todos los parroquianos piden favores, y dan pocas gracias, eso sin contar la poca gracia que tienen para pedir.
¿Recuerdas ese señor tan amable que siempre acudía si algún vecino tenía un problema?
__ Mamá. ¿Te refieres al Sr que vive en la casa de la esquina?
__¡Vivía hijo, vivía!
Hace tres días que nadie lo echó en falta hasta que tocaron a su puerta para pedirle un favor y lo encontraron inerte.
Vivía solo. Nos conocíamos desde niños. En el colegio era el empollón de la clase, pero nunca destacaba por ello.
Mas bien se dejaba robar las buenas notas haciendo los deberes a los compañeros como favor.
Nunca se negaba y todos se aprovechaban. Hasta yo caí en la tentación de pedirle de tanto en tanto. Tengo que reconocer que también le ofrecí ayuda, pero él nunca la pedía.
Más tarde, en su juventud nunca se animó a pedirle salir a la chica que le gustaba porque temía perder un amigo al que también le hacía tilín, tilín y le hizo el “favor “ dejando el camino libre.
Ha vivido solitario, aunque nunca ajeno a quien necesitaba ayuda. Siempre solidario y empático.
Hoy he sentido hablar a los vecinos, lamentándose de su perdida:
“Ha marchado un amigo de hacer favores a todos, pero bastante mezquino para hacerse un favor a sí mismo”.
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