Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos escribir relatos con el título “Alejandro lo ha vuelto a hacer”. Este ha sido el relato ganador:
FUEN CALDERÓN ROMEO
Querido Alejandro :
Me dicen que lo has vuelto a hacer. Y que algunos comentarios han provocado tu marcha del grupo. Yo soy novata y estoy un poco perdida en este tema. Pero ¿sabes una cosa? Te gusta escribir, te gusta el Grupo, llevas tinta en las venas y letras en el corazón. A veces hay cosas que nos hieren y nos hacen pensar ¿pero qué necesidad tengo yo de aguantar estos comentarios?. Quizás no te hayas parado a pensar que, por muy hirientes que pudieran parecerte hay críticas que debemos aceptar porque nos hacen ver las cosas desde otro punto de vista y llevan un punto de razón. No son destructivas, son para ayudarnos a crecer como personas y como autores y hay que aceptarlas. Vuelve a hacerlo Alejandro. Pero esta vez en sentido positivo. Vuelve a solicitar entrar de nuevo en el Grupo. Cuando descubrí el Grupo de Escritura Creativa yo entré con la ilusión de aprender de cada uno de sus miembros. Leo un relato de una persona y digo: ‘me gusta’. Leo otro y pienso: madre mía, yo no hubiera sido capaz de escribir algo de esta manera y para mi se convierte en un reto. Leo otro y me digo a mi misma que qué forma de escribir tan simple pero tan hermosa. No sé. Creo que cada una de las personas que conforman este Grupo podemos tener la capacidad de aportar. Tú la tenías y me gustaría que dijeran Alejandro lo ha vuelto a hacer, ha entrado de nuevo. Piénsatelo. No conozco nada sobre ti ni sobre tu vida ni de la vida de la gente que estamos aquí. Pero todos tenemos en común nuestro amor por las letras. Yo, por mi parte, te puedo decir que me han pasado tantas cosas en la vida que he aprendido a minimizar y a saber diferenciar lo que tiene importancia y lo que no, con un lema siempre: Nunca te rindas. Y en la vida hay cosas que debemos saber encajar con risas y sentido del humor. Venga, vuelve. No te vayas dejando esta agria sensación. Trae un relato de los tuyos que me haga pensar : Este tío… me ha encantado. Vuelve a casa, vuelve, como el del turrón. Posdata : el pepino no me sienta bien pero tengo una cobaya que se pirra por comerlo. Así es que en mi nevera siempre hay pepinos. En las familias las cosas funcionan de esta manera.
OLGA LUJÁN
-Pero, ¿qué sucede aquí?- gritó muy enfadada la directora.
-No se preocupe Sor Adelaida. Lo solucionaremos lo antes posible- respondió la hermana Angustias, responsable del turno de mañana en la residencia de ancianos, en la que la congregación de las Hermanas de la Caridad, se encargaban de su cuidado.
-No quiero pensar que D. Alejandro ha sido el causante de semejante alboroto,- suspiró la madre superiora, recordando aquel día cuando llegó a la residencia para hacerse cargo de la dirección, y se encontró para disgusto suyo, con un episodio parecido.
-Sí, mucho me temo que D. Alejandro lo ha vuelto a hacer- interrumpió Sor Angustias. Estuve muy pendiente de él y de la cocina… no sé como pudo producirse el error-. Se lamentaba la monja intentando asumir toda la responsabilidad de lo ocurrido.
-Por favor que vengan a mi despacho la responsable de la enfermería y la persona encargada del reparto de comidas.
Mientras la madre superiora se marchaba del comedor seguida por dos mujeres que se deshacían en lloros y lamentos por lo ocurrido, las otras monjas se organizaban intentando controlar a veinte ancianos que envueltos en risas, parecían disfrutar de un inesperado frenesí digno de los mejores guateques de juventud.
Cuando hubieron recogido todo, sor Candela una novicia recién llegada hacia pocos días y asustada por lo sucedido, se dirigió a su compañera en demanda de una explicación. Allí todas parecían conocer lo ocurrido pero ella no tenía ni la menor idea de nada. La monja, exhausta, se dejó caer en una silla e hizo una señal a la joven para que tomara asiento.
-Verás hija. Hace dos años ocurrió algo muy parecido y creo que en esta ocasión se ha repetido. D. Alejandro fue médico. Es un hombre con grandes virtudes, como un dominio admirable de la oratoria, inteligente…. pero también con defectos. El suyo le provoca grandes dosis de enfado que pueden desencadenar verdaderos embrollos. Necesita vengarse, de alguna manera, de lo que él considera un agravio.
-Expliquese Sor Angustias, no entiendo en que están relacionadas ambas cosas.
-Su profesión le permiten conocer los fármacos que administramos a otros ancianos. Si a esto le añadimos su elocuente verborrea, el resultado es el de hoy.
-Continuo sin comprender.
-Con sus palabras logra que nos despistemos, y así agregó en las jarras de agua dispuestas para la comida, una buena cantidad de un medicamento compuesto por serotonina. Esta, en el organismo se la considera la hormona de la felicidad por los efectos que produce. De ahí, la algarabía entre los residentes.
-Pero hermana, hay una cosa que no me ha dicho. ¿Qué es lo que le provoca tan terrible disgusto?
-Bueno no estamos muy seguras, lo único que hemos podido corroborar es su animadversión a ciertos alimentos. Se transforma cuando la ensalada contiene pepino.
-No se preocupe. Estaré atenta.
FIN.
Agradecimientos a: Cris Moreno en el papel de Sor Adelaida. A los miembros veteranos del grupo por el papel de Sor Angustias y a los miembros nuevos por el papel de la novicia.
DAVID DURA
Miro hacia lo lejos , aún me quedo corto
la culpa un enfado , un malentendido
Dónde está Alejandro , dónde se ha metido
vuelve con la noche
no me seas niño,
aqui se te quiere , no sobra el cariño.
Cuenta la leyenda que no anda perdido
va dando lecciones a niños de olvido
monta en una nube con un viejo libro
va tirando letras por llenar los buches
ésas son las chuches de un poeta herido.
Los niños lo miran
como a la cucaña
algunos no llegan
por no dar la talla
quién es este loco
de dónde ha salido
tirame una a
es para mi -migo .
FLAVIO MURACA
Alejandro lo has vuelto a hacer, te has ido errante sigilo de un anochecer
Murmurabas mil adioses con tus ojos abatidos
Querias ser libre, querias ser el rey de la mediocridad.
Abandonaste el frac que cobijaba tu piel y ahora andas echado a tu suerte
Hoy te vestis de moda champagne y no escatimas en hablar de más
Vivis de un disfraz; hablas por hablar
Tu labios denuncian tu desnudez, imundo ser
Alejandro lo ha vuelto a hacer, volviendose vulgar, un pobre silencio seras.
DIL DARAH
Anacardo y la búsqueda del Tótem
En la historía a seguir la vida imaginativa se había atrancado en cierto tramo.
Anacardo ,mano sobre una roca , otra tratando de santiguar la poca fe restante de la pierna derecha. Alrededor conceptos irrazonables aúllan uniendo cielos y abismos en tornado, viniendo a formar una clepsidra cuya cintura enfrasca la pelea del personaje contra la corriente de arena .
De seguido la imagen modifica y vemos a Anacardo aterrizando sobre una capa verde, bastante confortable, en medio de un claro bosque azul.
Se levanta, gesto arriba gesto abajo, y ajusta sus frecuencias a altas. Observa una mancha superficial de arena en la zapatilla izquierda y la sacude .
El territorio no parece hostil pero tampoco lo parecía el Aro de las Vicisitudes y aún así Anacardo peleó un mes para escapar de ahí . Está un poco hastiado de las trampas de Jaleandrux y cree haber descubierto cierto patrón en ellas. Casi siempre se disparan al paso desequilibrado por tanto Anacardo necesita valerse de algo para comprobar el terreno y moverse con más destreza. Recoge un palo del suelo y lo suelta sorprendido al sentirlo convertirse en serpiente. Eso le recuerda el motivo de su búsqueda y el deber de reanudarla sin dilación: estamos a cuatro horas de la fase Venus.
El Pseudolibro alberga el gran pedestal necesario para el ritual de fusión y Anacardo , gesto arriba gesto abajo, tiene que pelear con Jaleandrux, quitarle un tótem y usarlo justo en el preciso momento de cambio de cuadrante ; de lo contrario nada le puede liberar ya de su virginidad más fallaría en cualquier oportunidad de ganar el alma de alguna princesa.
Las letras del lugar se convierten en rosa y dibujan el bosque en tonalidades de nube de azúcar. Anacardo afirma un atuendo blanco , sujeta un laúd en una mano y un pergamino en la otra. Sobre la piel de oveja de fina textura se dibuja en letras escarlata un mejillón abierto y la cara de Anacardo se torna del color de las letras a medida que enrolla el pergamino para tirarlo a lo lejos entre hierbajos.
Detrás de una nube Jaleandrux patalea gracias íntimas entre lágrimas de satisfacción, hasta que el verso que lanza Anacardo le arranca una sílaba .
Jale se esfuma entre protestas y juramentos de venganza.
Se escucha un precioso sonido de guitarra flamenca.
Anacardo vuelve a su estado de bosque azul, llevando el vaquero desvaído de toda la vida. En su mano el Codice ,de la sabiduría colectiva ,titulado en varios idiomas, ni uno conocido por la humanidad. En frente el camino al siguiente Aro.
Por motivos de pudor literario describiré lo ocurrido en esta escena en otro idioma, palabra arriba palabra abajo, rezando para que nadie comprenda y menos lo traduzca, de lo contrario Los Mil Males Eternos se apoderarían de su mente, saldrían sus letras eternamente sin trazo y perdería él, pobre alma indagante, hasta el último ápice de cordura lingúística.
1* mil mabenoj malbenoj
2*du mil jxurojn
3* kvar sanktaj gastigantoj
El Aro de las Vanidades queda atrás,entre tinieblas y Anacardo enfila el Aro Final.
Aquí , gesto arriba gesto abajo,la mecanica iba a simplificarse según decía el Codice. Una vez superadas las trampas Jaleandrux quedaría débil ; en su impotencia se iría a reponer fuerzas; Anacardo tendría tiempo para echar a correr hacia el tótem, recolectarlo y acomodarlo sobre el pedestal . Todas condiciones cumplidas sólo cabía a esperar los pertinentes segundos hasta producirse el cambio de cuadrante a Venus.
Hasta cierto punto fue así…
Efectivamente Jaleandrux menguó en fuerzas y como de costumbre se envolvió en sus nubes protectoras.
Anacardo comenzó la carrera de su vida. Alrededor cabezas rubias, morenas y castañas montaban ruegos lascivos entre miradas y trazaban falsas indicaciones sobre las cortezas de los arboles. El Codice, atrás entre la hierba, levantaba una columna de humo hasta el cielo. En frente el pedestal relucía cuan roca metamórfica de salvación.
El tótem que Jaleandrux había soltado antes de huir a esconderse era del color del jade ¡ cualquiera lo vería ! y Venus se acercaba cada vez más. Con el poder de la convicción Anacardo escribió una pregunta de cuatro versos y el tótem contestó resplandeciendo en métrica griega. No era muy grande , cuan arma de llevar dentro de la manga, ni más grueso del tamaño de una muñeca delicada pero liso que facilmente resalaba dentro de la nerviosa empuñadura de nuestro héroe.
Se le soltó de hecho un par de veces y la tercera , al levantar la mirada, Jaleandrux se personaba envuelto en sombras y obstruyendo cualquier posible paso al pedestal. A Anacardo el alma se le detuvó en la garganta y apenas respiró pero no soltó el totem y enfrentó a Jaleandrux con fiera narrativa marxista. Los conceptos se entrecruzaron un rato y Jaleandrux se lanzó intempestivamente sobre Anacardo, que a punto de paroxismo soltó el tótem. Éste fue a girar volando por los aires, bajo las miradas petrificadas de todos los presentes. En medio del lago una sirena cocinaba novelas eróticas.
Aquí pasan varias escenas a mucha velocidad por tanto se pueden comprimir en una o detallar a gusto de color :
1* Jaleandro consigue enganchar con una metáfora la mano de Anacardo.
2* Anacardo observa el recorrido del tótem y cierra fuertemente los ojos.
3* Una oveja en plano secundario desmesura los ojos, afirmando en aumento una sonrisa satisfecha, de recién comida. Se transforma en criatura de ensueño a pocos segundos.
4* Jaleandrux suelta la mano de Anacardo y recibe un puñetazo, sin rechistar ni dejar de mirar la criatura. Todo se nubla .
Anacardo despierta en su tienda de campaña , a mil metros del Monasterio de Piedra. desnutrido pero feliz, frío y un tanto confuso pero lleno de espíritu.
Lleva dos semanas, dos vidas, entre montañas y la euforía le hace avanzar a pesar de todas las vicisitudes. Le han contado que un tal Padre Alejandro conoce la receta del pastel de jengibre perfecto y se muere por probarlo. Dicen que lo cura todo, tal vez a él le haga olvidar lo ocurrido en Pandemonium…
: )
EMILIANO HEREDIA
(ÚLTIMA ESCENA DEL ÚLTIMO ACTO DE UNA HISTORIA CON PRINCIO EVIDENTE,
TIEMPO ACTUAL ANODINO Y FINAL IMPREVISIBLE)
REPARTO
Doña Severa: Angustias del Sacrificio
Rosa: María del Sagrado Suplicio.
ACTO III
ESCENA TERCERA
Se abre el telón.
Aparece un decorado de fondo, con rico mobiliario. Un enorme y aparatoso mueble de salón, color caoba, oscuro, tenebroso. Con las cinco baldas centrales combadas por el peso de la enciclopedia A-Z, una colección de últimas obras de un autor nunca leído, y las tres últimas, un batiburrillo de tamaños y temas de libros cogiendo polvo. Delante de todos ellos, una colección variopinta de marcos de múltiples formas, tamaños, colores y acabados abarcando una memoria gráfica de la historia familiar. Flanqueando tal mamometro, dos vitrinas repletas, una, de vajilla de diferente calidad y precio, y la otra, de cristalería variopinta con juegos incompletos.
En el centro de la sala, una enorme y pesada mesa de roble, para doce comensales, pero dispuesta para dos personas. Con un rico y labrado candelabro de plata de cuatro brazos, y un pequeño centro de mesa, adornado con azaleas.
Aparece en escena, Doña Severa.
Mujer cincuentona, talluda, tirando más para los sesenta que cercana a los cincuenta. Arrugada como leño, con el pelo entre cano-rubio, recogido con rodete; viste traje negro de chaqueta, de lana, con la falda por debajo de las rodillas, con zapatos de solapa ancha, de medio tacón. Jersey de punto blanco, de cuello de cisne, sobre el que destaca un collar corto de perlas falsas color teja, la tez como tiza, coloreada excesivamente con colorete terracota. Enjoyadas las muñecas, por una pulsera con las medallas del horóscopo de sus dos hijos, una, por una pulsera de perlas falsas a juego con el collar, otra.
Pendientes a juego, como dos lunares rojos, groseros, como dos probóscides saliéndole del lóbulo de cada una de sus orejas.
Se pasea lentamente, con parsimonia, por todo el salón, con las manos cruzadas, colocando ora una foto mal colocada, ora, un tapete de bolillos sobre el respaldo del sofá. Mira nerviosa el reloj. Un enorme carillón de casi metro ochenta, situado en un lado de la estancia. Las ocho menos diez.
Se sienta en la mesa. Con ceremonia. Coge finamente, con dos dedos, una campanilla de plata, finamente labrada. ¡tilin!,!tilin!
Aparece Rosa, la fiel criada. De mediana estatura, de unos treinta y tantos. Con uniforme riguroso de criada, con cofia, guantes y mandil blancos impolutos, resaltando sobre el negro de su vestimenta, un sencillo traje de algodón, a la altura de la rodilla, con zapatos de medio tacón sin solapa del mismo color.
Rosa:
¿me llamaba la señora?
Dª Severa:
sí. Rosa, faltan cinco minutos para las ocho en punto. Vaya a avisar al señor, y disponga a servir la sopa.
Rosa:
el señor, no se encuentra en estos momentos en la casa, señora- responde Rosa, con las manos cruzadas sobre la falda-
Dª Severa
:¿cómo?-hace un gesto más de severidad que de asombro-¿Qué me está diciendo?.
Rosa:
el señor, se fue ésta tarde, después de la comida, mientras usted, dormía la siesta de las cuatro, señora, y me encargó que le diera ésta nota –le entrega a Dª Severa una nota doblada en dos, Dª Severa, la coge con desagrado, y desdoblándola de mala gana, se dispone a leerla con gesto de contrariedad –
Dª Severa:
Alejandro lo ha vuelto a hacer, ¡taaaan teatrero el! –pone énfasis en el tan, como queriendo darle una impregnación de burla- en cuanto siente que su vida, nó vale nada, come el dice, alza el vuelo, y se escapa vete tú a saber donde, y luego vuelve como una palomita al nido, ¡en fin!, a ver que idiotez se le ha ocurrido ésta vez al pánfilo de mi marido.
Doña Severa, se dispone a leer, en voz alta, la escueta nota de dos renglones, con tono de burla, para que Rosa, oiga su contenido:
Dª Severa:
Oiga, Rosa, lo que al imbécil de mi marido, se le ha ocurrido:
“querida y estúpida esposa mía. Sí, lo he vuelto a hacer. Pero nó esperes a que vuelva. Quédate con todos tus recuerdos y desprecios, con tu vida, con tu todo. Hoy empiezo nueva vida en otro lugar con otra mujer. Tu marido que te odia:
Alejandro”
¡já!, -Dª Severa, lanza una risotada corta como un tosido, al aire-éste imbécil, pretende que me crea que él, él, precisamente él, ha sido capaz, de encontrar a una zorra estúpida que le va a solucionar, ¡a alegrar la vida!-hace un gesto de burla , poniéndose todo lo recta, que su condición de gran dama le permite, soltando la nota en la mesa- ¿usted se dá cuenta del tremendo disparate del señor?-pregunta a Rosa, mirándola con una mueca de burla-, ¡él!, ¡que nunca ha sido nada sin mí!, ¡un pelele!, ¡una marioneta entre mis manos!. Pues tenga en cuenta Rosa que, si esto no es una de sus pataletas, que sepa, que todo lo que tiene, ¡todo!, todo me pertenece!, ¡es un muerto de hambre que no tiene donde caerse muerto!. ¡es un enano impotente, que nó sabe portarse como hombre en la cama!, ande, traiga la sopa, que yá son las ocho en punto- le dice a Rosa, que se vá a la cocina, acompasando sus pasos con las campanadas del carillón del salón-
Rosa, vuelve, con la sopera, la pone en la mesa, y se vuelve a ir, con la cara de estupor, de Dª Severa que vé como Rosa, nó le sirve la sopa. Rosa vuelve con una pequeña maleta en la mano.
Dª Severa:
¿Qué hace usted con esa maleta?
Rosa:
Ésa zorra que usted ha mencionado, soy yo.
Dª severa:
¿Cómo?, ¿será una broma, verdad?-Dª Severa se ladea incrédula, poniéndose de frente, sentada, a Rosa-
Rosa:
Nó. Alejandro lo ha vuelto a hacer, pero yó le he cerrado la jaula para que nó vuelva. Ésta jaula cochambrosa, repleta de recuerdos polvorientos. Es un hombre maravilloso, que me susurra al oído cosas hermosas cuando hacemos el amor mientras usted duerme, y me llena de caricias.
Ahora, se sirve usted sola la sopa. Ahora, se queda usted sola, que yó nó vuelvo más, ni yó…ni Alejandro. Y por el dinero nó se preocupe, ni él ni yó, queremos un solo céntimo, yá ha renunciado ante notario a todo lo que le pudiera pertenecer. Somos ahora, dos palomas, libres, que vamos a crear un nido, limpio de todo. Adios.
Su condición de gran señora, impide a Dª Severa, esgrimir cualquier lágrima.
Aparta la mirada de Rosa, se acomoda en la silla , con la espalda totalmente apoyada en el respaldo, se plisa la falda.
Dª Severa:
Bravo, aplaudo ésta farsa tan bién orquestada. Yá se puede ir.
Rosa, se dá media vuelta.
Rosa:
Adiós, señora –se despide sin mirar-
El Click del cierre metálico de la puerta, coincide con el click metálico del cucharón chocando contra el borde de la sopera.
FIN
LUISA VÁZQUEZ
Realmente, este del que os voy a hablar tampoco se quien es, cual es su ocupación en la vida, si es padre de familia o soltero empedernido, si tiene escáner multifunción y teléfono última generación o escribe con un lápiz y un papel mientras cuida de las cabras en la montaña como nuestro amado Miguel Hernández. No se si es un trozo de pan o malo de cojones. Podría ser un asesino en serie o Aníbal el caníbal. Podría ser la reencarnación de Vicente Ferrer o la de Emilio Botín.
Lo único de lo que estoy segura es de que se ha cruzado dos veces en mi vida, exactamente el mismo día y a la misma hora con un año de diferencia.
La primera vez fue en el desplazamiento ha mi trabajo. Esperaba el tren sentada cómodamente en esos espectaculares bancos que Renfe pone al servicio de sus usuarios. Intentaba leer mientras mis ojos y mi mente mantenían una lucha a muerte contra el sueño que se había empeñado en quedarse conmigo aquella mañana.
De repente, alguien se sentó a mi lado. Miré molesta, comprobando que, mientras el largo asiento permanecía vacío, el tipo, sí, era un tipo, se había colocado tan cerca de mi que casi nos rozábamos. Por instinto de veterana en el transporte público, comprobé que mi bolso estaba cerrado y a buen recaudo.
Volví a centrarme en la historia de la que intentaba, sin mucho éxito, quedarme atrapada, ya que mi improvisada pareja no paraba de moverse y suspirar, golpeándome el codo de la mano donde sujetaba el libro. A la tercera vez, le miré enfadada con la intención de llamarle la atención y me di cuenta de que, quizá hacía ya rato, me observaba como queriendo decirme algo.
– Hola, ¿qué tal?..
“¡No me jodas hombre. Te crees que yo tengo ganas de escuchar tonterías a estas horas de la mañana!”. Pensé mientras sonreía con educación, como me enseñó mi santa madre.
– Hola. Contesté.
Señalando mi libro con un gesto de la cabeza pregunto:
– ¿Interesante?.
– No está mal.
Y volví a centrar mi mirada en las páginas que tenia delante. Extinguida la minúscula conversación, apenas note que se levantaba.
Al momento, oí por megafonía que, con su puntualidad habitual, el tren haría su entrada en la estación con solo veinte minutos de retraso.
De golpe, chirriar de frenos, toque ensordecedor de sirena, gritos. Alguien había decidido acabar con su vida aquel día, a aquella hora, en aquella estación.
Nos desalojaron y, mientras esperábamos en la puerta al autobús que había de sustituir al tren que ya no podía circular, los servicios de emergencia sacaron al desgraciado en una camilla y tapado por una manta.
Al ver sus zapatos, reconocí al hombre que había estado sentado a mi lado unos minutos antes. Al mismo tiempo, oí una voz que decía “Alejandro García, de 30 años, según informa la policía».
Un año después, misma estación, misma hora, mismo banco, diferente libro, ¡no soy tan lenta!, mismo día.
Otra vez aquella sensación de proximidad excesiva en un banco vacío. Miro y allí estaba, Alejandro García, 30 años.
Me puse blanca. Abrí la boca para gritar y solo conseguí una bocanada de aire que no conseguía pasar por mi garganta cerrada.
El se dirigió a mi en el mismo tono de la vez anterior:
– Hola, ¿qué tal?..
Señalando mi libro con un gesto de la cabeza preguntó:
– ¿Interesante?.
Yo seguía mirándolo con la boca abierta y cara de espanto. De repente se levantó y se dirigió a la vía cuando el tren hacía su entrada en la estación.
Encontré mi voz y salí corriendo y gritando en pos de él mientras los otros usuarios me miraban como si me hubiera vuelto loca.
Otra vez chirriar de frenos, sirena y gritos.
Todo el mundo se acerco rápidamente al borde del andén, capitaneados por mi que les sacaba un cuerpo de distancia. Ya era tarde, sus piernas y sus pies, enfundados en los zapatos que tan bien recordaba, sobresalían por debajo del cuerpo de la maquina. Y entonces, oí una voz a mi espalda que decía:
– ¡Alejandro lo a vuelto ha hacer!.
Me compré un coche y nunca más volví a montar en tren.
PEPINO MARINO ERRANTE
Alejandro.
No me seas dromedario.
Alejandro.
¡Qué jaleo amedrentado!
¿Qué pretendés amargado?
¿Qué querés con dicho enfado?
¿Vos sabés por qué lo hiciste?
¿Vos pensás que fue adecuado?
¿No creés que suena a chiste?
¿Hasta cuándo este mal trago?
Alejandro, Alejandro…
Alejandro.
Dios sabrá qué estás bramando.
¿Sonarán nuevas palabras
de infortunios desgarrados
con ese pesar del alma
como un plato de anacardos?
Qué diantres… ¡Qué carajo!
¿Qué improperios malsonantes?
¡Ándate a escribir lunfardo!
Alejandro, Alejandro…
Alejandro.
Alejáte cual boludo.
Acá estamos esperando.
Volvé, so repelotudo.
Volvé sin rencor cantando.
GABRIELA MOTTA
Un grupo de amigos disfrutaban al aire libre un sábado por la tarde en un parque de la ciudad, cuando de la nada apareció a su lado un extraño personaje que los miraba fijamente, parecía haber salido de la antigua Grecia, portaba un casco, una espada, coraza, túnica y una greba.
– ¿Quién eres? Preguntó uno de los muchachos.
El desconocido mirándolo con cara de desconcierto le contestó:
– ¿Cómo osas hacerme esa pregunta ¡soy Alejandro! El Erudito, dueño de una oratoria e inteligencia única entre los mortales, fui instruido por el mismísimo Aristóteles, Sí; el mismo en persona.
Los muchachos miraban con asombro a ese peculiar personaje que parecía haber salido del pasado. Uno de ellos le dice con un tono de picardía en su voz:
-mira tú que currículo, así que Alejandro es un gusto conocerte.
-Cómo te atreves, tu ignorancia me ofende insolente muchacho.
-Perdona, es que nunca he oído hablar de ti (contestó conteniendo la risa)
-Pues déjame decirte, soy Alejandro; Hijo de Filipo II, rey de Macedonia y de Olimpia de Epiro.
Las carcajadas de los muchachos se hicieron sentir en toda la manzana.
-Oh!, ahora si nos queda claro quién eres, Alejandro Hijo de …. ¿quién?
-Petulantes e incultos jóvenes les contaré un poco más sobre mí, sólo para que después no se me juzgue como un despiadado al hacer uso de mi afilada espada: yo soy Alejandro el grande, rey de Macedonia, el más heroico de los conquistadores, un semidiós. Mi poder y mi gloria es conocido por todos, así como el filo de mi espada, que en este momento la tengo contenida para no usarla en uno de ustedes o ¿por qué no en todos? Les preguntaré por última vez dándoles la oportunidad de redimirse y hacer honor a mi persona: ¡recuerdan! ¿quién soy?
Mientras él seguía jactándose de sus hazañas históricas; se aproximaban con prisa hacía su dirección dos personas vestidas de blanco. Al verlos Alejandro se da a la huida, pero uno de ellos logró atraparlo más rápido de lo que él mismo se hubiera podido imaginar. El otro se aproximó a los muchachos y les dijo: ¡Disculpen chiquilines, pero Alejandro lo ha vuelto a hacer!
– ¿Hacer qué cosa? Preguntó uno de ellos.
-Escaparse del manicomio, es la segunda vez que lo hace, respondió el hombre vestido de blanco y se despidió de los jóvenes llevándoselo. Dejando al grupo absorto ante el episodio que aún no terminaban de comprender.
Tranquilos, dijo uno de los muchachos más veteranos, cada tanto aquí en este parque aparece algún personaje como él, no son malas personas; son tan sólo almas que se han dejado dominar por sus pasiones, hay que saberlos comprender.
Los amigos continuaron su camino, sabían que ese episodio no modificaría su rutina.
Todos, absolutamente TODOS, son más que buenos: me parecen formidables. Votaría a cada uno de ellos, pero al no poderse, lamentablemente y en contra de mi voluntad, me veo obligado a elegir.
Mis votos esta semana son para David Durá y para Flavio Muraca.
Me gustan varios pero me quedo con Fuen calderón.
Emiliano y Olga
Emiliano y Luisa se llevan mi voto.
FUEN CALDERÓN ROMEO
Lo prometido es deuda.
Mi billete sin retorno es para Luisa..
Me retracto. VOTO A ALEJANDRO CAMACHO.
Voto por Olga Luján.
Voto a Emiliano y Luisa
Mi voto es para Emiliano Heredia
Fuen Calderón
Luisa y Olga
Fuen Calderón
David Dura
Voto por Fuen Calderon
Hola. ¿Qué tal? Acabo de leer el comentario de Carmen López acerca de su duda para votar. La verdad es que perdí el hilo de la situación hace días. Entonces he vuelto a entrar aquí, y como un par de personas me hicisteis ver vuestro planteamiento y me pareció coherente, vuelvo a retractarme por segunda vez (bitractarme) y vuelvo a cambiar mi voto a votar a Flavio Burraca y a David Durá. Gracias. Buenas tardes.
*»vuelvo a cambiar mi voto para votar», corrijo, perdón.
David Dura
Voto por David Durá y Luisa Vásquez
Gracias por el libro y buen fin de semana!!