Echar de menos

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos el tema «Echar de menos». Este ha sido el relato ganador:

Esperanza.

En el corral, estás sentada en la silla de enea, con tu vestido negro, creo que nunca te he visto vestida de otro color, siempre en un luto perenne, pero llevas el negro con el mismo glamour que esas actrices de los años 20, al menos yo así lo veo. Tus canas, peinadas con ondas perfectas, brillan al sol, se deshacen en mil destellos alrededor de tu cabeza, no he visto pelo más precioso que el tuyo.
Estoy justo a tu lado, a tus pies, jugando con una caja de cartón, de esas del atún Isabel y te miro, y te veo…
Mis ojos buscan los tuyos de una manera casi egoísta, estoy bebiendo directamente de ellos, he aprendido a ver el firmamento en esos ojos.
Cojo la foto, y me la acerco al corazón, inhalo fuerte y lento, incluso puedo sentir tu olor, tu mano cogiéndome bien fuerte para que no cayera y tus besos… Qué pronto tuve que dejar de sentir esos besos, qué pronto tu cabeza dejó de recordar…
Pero yo no, yo sigo recordando, te sigo sintiendo.
Te echo de menos abuela, sí, pero sigo viendo el firmamento en tus ojos.

PILAR MARTÍNEZ JAÉN

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Misiva a mi padre
Nunca comprendí tu manera de enseñarme. Tus relatos no sabían a moraleja pues nunca existieron, y tu llegada fue eternamente retrasada. Tu partida mas bien perpetua y dolosa.
Al principio no supe echarte de menos, ni siquiera sabia que te habías marchado, y durante muchos años espere por ti. Fui torturado por la felicidad de los demás e ignoré por qué, si según decían que los niños deberían ser felices no sentí nunca esa puta felicidad!!, pero con los años comprendí, tu manera de enseñarme. Te tuviste que ir, y no fue por elección propia, te ganaste ese maravilloso viaje, en el cual un día nos encontraremos y recuperaremos el tiempo.
El día de hoy entiendo que me dejaste la mejor enseñanza, la vida misma.
Y aunque cada día de mi vida desde que te fuiste, te echo de menos, sé lo que soy gracias a ti.
No solo te echo de menos, te extraño, te necesito… Pero se que siempre me estas enseñando.
Palabras de un corazón.

JOSUE GONZÁLEZ


Echar de menos…
Esas tres palabras que a veces se ríen de ti, cómo si se pudiera echar de más.
A veces dos personas sentadas en el mismo sofá pueden tener la sensación de que se echan de menos el uno al otro, o incluso uno echa de menos y el otro echa de más.
Cómo duele que te echen de más.
Yo echo de menos cosas pequeñas,
El olor del jabón de mi abuelo para afeitarse, su brillantina, el ruido que hacía su zapato mientras tocaba el laúd y marcaba el compás, las patatas fritas de mi abuela ( cuando murió, me llevé la sarten a mi casa, el aceite y las patatas) nunca me han quedado igual que a ella, el olor de las calles de mi pueblo, el ruido de las golondrinas por la mañana y al atardecer.
Últimamente echo de menos cosas extrañas, el hueco que se forma entre sus dos claviculas, el tacto de sus yemas al final de mi espalda, los silencios entre sus palabras, su mano levantandome la barbilla desde atrás..
Echo de menos la anticipación, la espera, la estática, la falta de luz, el olor del suavizante…
El eco, el tener la culpa del cambio climático y de sus carcajadas.
Hoy, por echar de menos, echo de menos hasta echar de más.

TANYA CUADROS


Ya no soy tan guapa como antes
Ni vivo con una intensidad que coincida con vuestra dosis.
Ya no soy tan especial como antaño.
No salto de alegría ni derramo lágrimas por cada primavera,
Sino que me vuelvo impasible en otoño y mi alma pernocta en verano.
Ya no os gusto tanto como en aquel bar.
Ahora la luz expone mis arrugas y ciega mis falsos triunfos
Dejándome, sin más, con los restos de lo que soy.
De lo que fui siempre.
Es vuestro problema si fuisteis tan necios como para no verlo.
Esperasteis algo más abstracto de mí, más flexible, ganador, brillante, sexual, cuerdo, cálido, maternal, sencillo…
Sin daros cuenta de que desde un principio solo estuve yo, acompañada por mis grietas.
Y mi soledad, como antes.

SARA LÓPEZ


Echo de menos las noches insomnes estudiando para los finales. El olor a hierba recién segada y humo de cigarro, cantos de grillos y noches estrelladas en la ventana de mi cuarto, de madrugada, en los descansos.
Echo de menos mis ganas, mis dudas, mis carnes prietas y mis tetas bien puestas, mi talla 38 y mis 19 años.
Echo de menos «la vida por delante» y el «todo por hacer», el infinito abanico de posibilidades, los sueños por cumplir, el horizonte entero ante mí.
Echo de menos las risas, la confianza ciega con colegas que hace años que no he vuelto a ver. Echo de menos las preocupaciones de entonces, las indecisiones. Mi fe ciega en poder cambiar el mundo, el futuro inmaculado por venir, la ausencia de miedos, la creencia en que sólo lo grandioso puede suceder.
Echo de menos la inconsciencia de pensar que, aunque discutiéramos cada día hasta el día en que te mueras, el día en que te mueras iba a tardar muchísimo en llegar.
Echo de menos los días en que nada me hacía pensar en la enfermedad, en los que el miedo a lo fatal no entraba en mi cabeza.
Echo tanto, tanto, tanto de menos echarte de más, mamá.

NA NE


No me gusta echar de menos, un oxìmoron para aliñar ensaladas o calcular la cantidad de arroz de una paella colectiva. Sin empaque, hace frìvolas las ausencias. Echar de menos es una hamburguesa sin pepinillo, nada màs.
Tampoco echo en falta, carencia irresponsable, víctima de un robo; otro carga con el saco de la culpa cuando se echa en falta, pecado, fallo, delito, error.
Prefiero añorar, ser dueña de mis vacíos, no deber reproches y enredarme sola en las telarañas. Añorar es un dolor equilibrado por una pèrdida asumida. Como la de mi cortauñas.

JEZABEL


Echar de menos es el proyecto más sádico que una mente puede urdir.
No puedo definirte la pérdida, lo siento, no me pidas sadismo tan extremo.
¿Cómo voy a encontrar las palabras exactas para describir este desgarro que me aniquila poco a poco? ¿este agujero que se extiende por mis sienes, sin que ni siquiera se atreva a sangrar?
La solución es fatal, lo siento, no puedo mirar más allá con estas pupilas cuyos sueños juveniles se han convertido en ancianos terminales, he de arrancármelos para no verte más.
¿Me pides que te insulte? no tiene sentido, todo lo que yo te arroje me es devuelto por inercia, es un efecto rebote que me golpea en los dientes. Pero te insulto si me lo pides.
¿Guerra? si quieres que empecemos una guerra, primero declárala, hijo de puta, declárala, pero no me instes a fusilar sin razones de peso, no me supliques que te mate yo primero, porque quien mata muere, querido, y yo estoy a esto y menos de morir. El que tiñe sus manos de luto, no sale de él nunca más.
¿Lágrimas? ¿para qué las quieres? te gustan sólidas, querido, te gustan sólidas, nada que pueda traspasarte, y yo hace tiempo que dejé de ser de acero. Me expuse a la intensidad de cuerpos externos, que quemaban más que tus palabras en nuestro entierro, pero me deshice, y es lo que necesitaba.
Si me buscas, busca en las cenizas de una silueta que caminaba sola, intentando dar de la mano a otra sombra que no existía, otra sombra cuya luz se fue para siempre.
¿Qué siento ahora?
Un niño abandonado en un contenedor oxidado,
una cuchilla que no acierta en su intento,
pastillas que no proporcionan consuelo,
una mano que se pudre sola,
asfixia interior,
caos exterior,
guerras mundiales en los dedos,
derramamiento de sangre en el cerebro,
fotos que se proyectan
en el reverso de una mente
que no quiere revelarse.
Mil historias que has vomitado sobre mis labios, mentiras mentiras mentiras mentiras…
y una madre que decía: te lo dije, eres joven
y mil cuadros estampados contra el suelo de mármol,
y mil atentados en mi garganta,
y mil quemaduras de tercer grado,
y un psiquiátrico como templo de protección,
y un estallido en los oídos que lleva tu nombre,
y mil cadáveres descomponiéndose en mi polla,
y dos besos en lugar de uno,
y dos animales que se arrancan las pieles lentamente,
y una casa que se derrumba sin peligro de derrumbamiento,
y una soledad que se mezcla con caras desconocidas
que parecen conocerme,
dos ojos que me miran…que me miran desde la cercanía más lejana que uno pueda contemplar.
Silencio.
¿Y ahora? ¿Qué siento ahora?
Frío.
¿Y lo peor de todo?
Me sigues queriendo.
¿Y lo mejor? Lo mejor… lo mejor…. lo….mejor….es…que el frío dura poco.
Y ahora…ahora estoy mucho mejor.
Soy un exagerado y loco dramático.

CARLOS COSTA


Miro al horizonte, solo hay ladrillo, quizás un árbol a lo lejos, a mi alrededor solo hay paisaje gris. Te echo de menos, tu verde, tu azul, tu espuma blanca con tormenta……..
La ventana no me devuelve tu luz, no puedo verme reflejada en tus aguas, están lejanas, no llego a verme en ellas Te echo de menos.
Cierro los ojos, no te escucho, no me devuelven las olas, tu cantar. Solo tengo ruido a mi alrededor que me aplasta que me oprime el alma Te echo de menos.
Respiro hondo quiero llenar mis pulmones de tu frió, de tu pureza, pero solo me llegan olores de ciudad, de caos, de locura cotidiana. Te echo de menos.
Te echo de menos, necesito regresar a ti, estar sentada a tu orilla, pedirte que me devuelvas la parte que se hundió, que recupere mi calma, mi tempestad, mi fuerza. Necesito mi mar.

LOLY BARCENA

 


Ha pasado tanto tiempo… Y aún así, recuerdo como si fuera ayer su abrazo, ese aroma y armonía entre las sábanas…
¡Ahora me haría tanta falta!
Quizás por mi niña, quizás este tiroides escacharrado que tengo, las preocupaciones del día a día o simplemente, como dicen en mi tierra, estoy tan «guarnía» que me cuesta mucho descansar, coger el sueño y dormir..
Dormir…. Una de mis palabras favoritas. Dejarte caer en la cama, sentir como cede el colchón al hueco de tu cuerpo, acurrucarte como si fueras un niño, de ladito y apoyando los pies descalzos uno encima de otro, mientras la manta te abraza, colocar las manos bajo la almohada, mirar ese día por última vez la rajita de tímida luz que entra por la ventana y cerrar los ojos…
Dar una vuelta dos, volver a realizar toda la operación…
No se puede, qué fácil era contigo.
Tú te sentabas en tu lado, yo te esperaba ya en la cama. Qué casualidad, siempre se me olvidaba el pijama y me tenías que prestar ropa tuya para dormir. Me tumbaba boca arriba mientras miraba tu espalda curvada y los rizos de tu pelo.
Luego me tapabas bien, yo siempre era lo primero, y luego tú, un beso fuerte en mi mejilla derecha, fuerte y sonoro, y apagabas la luz.
Yo entonces ya me colocaba de ladito y tú te adherías a mi forma, te amoldabas a ella perfectamente, como dos piezas de puzzle que siempre encajan. Ya sentía el calor del amor más cándido del mundo dentro de las frías sabanas, ya no hay marcha atrás y sé que me voy a dormir, y que lo voy a hacer muy bien. Y cuando sentía que aquella cama estaba a punto de salir rumbo al planeta de los sueños, echabas tu brazo sobre mí asegurando que no quedara hueco para que pase el frío, las preocupaciones o las penas, esas ya te las guardas tú bajo siete llaves para que yo no sufra.
Y ahora ya sí, está cama está blindada de amor, protegida contra todo mal y es imposible no dormir acompañada del aroma a crema fresquita de cara y sábanas limpias que se secan al sol del sur. Huele a piel suave y curtida, a manos sabias, si tus manos hablasen…
Pero ahora ya no es tiempo de hablar.
Ya estoy durmiendo, feliz, como siempre en tu cama, bajo tu ala, como un polluelo. No me extraña que nos peleáramos por dormir contigo.
Cierro los ojos, y parece que fue ayer, ayer….
Te echo de menos, abuela.

MARÍA JT


Parece que fue ayer cuando te perdí…. Después de tantos años y aún el dolor sigue sin desaparecer.
No éramos más que unos niños, jugando por los bosques, ajenos al mundo real, corriendo libres, aún si cierro los ojos puedo oír tu risa, sentir tu olor…
Éramos compañeros inseparables, crecimos juntos…
Qué duro fue tener que ver como tu vida se iba apagando, como tu alegría siempre presente en tu cara menguaba, como la muerte te arrancó d mi lado.
Tener que ir a tu entierro….
A veces imagino que estás aquí a mi lado,con tu pelo revuelto,tu pinta d chico duro q no engañaba a nadie, chinchándome como de costumbre,poniendo caras raras para sacarme una sonrisa, te echo tanto de menos….

SILVIA TRAMOYERES

 

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7 comentarios en «Echar de menos»

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