Lanzas y lienzos

Tierra

En la tarde de invierno yo cruzaba las carreteras del norte de Cáceres con una parsimonia muy provechosa.
Un rebaño de ovejas camina amontonado bajo la luz de la dehesa cuando un tren silencioso como ellas las divide, y el pastor, esbozado ante el frío, levanta su cayada y saluda como si autorizase el paso. Docenas de cigüeñas levantan vuelo como niños ansiosos. Luminosas y serenas van a perderse en el horizonte llameante de la sierra de San Pedro.
Cuántas veces he recorrido este territorio levantado sobre un océano de encinares y silencios; cuántas veces, entre la claridad del vasto arbolado, he visto cervatos, zorros y las torres blanqueadas de los palacetes de los propietarios y sobre la dentadura de la sierra, la luna.
Quiero este paisaje, forma parte de mí y de mi historia y una lúcida comunión me ata con su alma vegetal… Gente de mi tierra silenciosa y entregada que prepara los olivares, los castaños y los rebaños, el corcho, la vendimia, el fuego y el trazo de los caminos que hacen al andar. No hay bandera para arropar estos sentimientos. Ni falta que nos hacen. Por el cielo inmaculado de la Tierra cruzan con la misma autoridad el buitre y la tormenta. Esta es mi patria.

Isidoro Bermejo