Entre cerezos

El protagonista de esta historia, Leonardo, recuerda a Edwige, amor del pasado, y le cuenta su vida presente. Que habita en Cáceres, que ha dejado a su madre ingresada en una residencia de mayores, que tuvo un bisabuelo linotipista y visionario en Plasencia y que ha terminado una carrera universitaria pero ejerce de bedel en un instituto. Y un hecho circunstancial: que yendo de Cáceres al Valle del Jerte, Román, un camionero, se cruza en su camino.
Los primeros capítulos recorren lugares en los que Leonardo construye su vida. Cáceres, el instituto donde trabaja, el río Tajo, Plasencia, un pueblo del Valle del Jerte cercano a su casa, y la continua contemplación y noticias sobre los cerezos. «El cerezo fue uno de los pocos árboles que plantó Dios en el paraíso».
Pero la vida, su vida, cambia por completo el fin de semana del 14 de marzo del 2020. Se ha declarado la pandemia de la covid-19 y se ha cerrado el instituto. Con dos cuadernos y un acopio de viandas piensa aislarse en su casa del Jerte y dedicarse a escribir. El Valle del Jerte será entonces su fuente de inspiración: Las picotas nacieron libres. Un buen título para empezar. Pero una vez más el azar juega con él. Román le comunica que acaba de llegar a Plasencia con su camión y que le acompaña Silvia. Habría sido un viaje de ida y vuelta a su tierra, Castellón, si no se hubiera declarado el estado de alarma, circunstancia que le obliga a cambiar de ruta y dirigirse a Alemania con su camión.
Silvia no podrá acompañarle. Los hoteles de Plasencia han cerrado y no le queda otra salida que quedarse a vivir en la casa de Leonardo y compartir con él. ¿Quién es esta mujer? ¿Cuál la relación con Román? Hay temor, pánico. ¿Contraerán el virus, se contagiarán? ¿Qué sucederá entre cerezos? ¿Se soportarán? ¿Silvia terminará abandonando? Llueve, hace un tiempo inestable en el Valle del Jerte, pero es primavera, todo renace y los cerezos están a punto de madurar.