En 1957, cuando mi madre publicó Senderos, yo tenía cuatro años, mi hermano casi ocho y mi hermana aún tardaría mucho en venir a este mundo. Los tres nacimos en Ceuta, donde mis padres vivieron más de veinte años. Esa fue la época más fructífera de la vida literaria de mi madre, que escribía relato corto, cuento infantil y poesía. Fundamentalmente publicaba en revistas y en el diario local, El Faro de Ceuta, donde fue columnista habitual durante muchos años.
Mi madre leía mucho y disfrutaba escribiendo. Se podría decir que fue una autodidacta. Por desgracia, ni mi madre ni ninguna de sus hermanas tuvo estudios superiores. La guerra civil truncó muchos planes familiares y, además, mis abuelos quedaron en una situación económica muy distinta a la que habían disfrutado en años anteriores.
Con mucho cariño y con enorme paciencia, mi padre, que era conservador, corregía todo lo que escribía mi madre. Pero también la censuraba. Consideraba que no era apropiado que una mujer se expresase en primera persona cuando se trataba de emociones fuertes y eso condicionó la manera de escribir poesía de mi madre. El ambiente de Ceuta, tan tradicional, tampoco la ayudaba.
Llegó un momento en que prefirió dejar de escribir. No fue una decisión fácil.
Reeditar Senderos es un homenaje a mi madre, que falleció en 2019. Como hija mayor, me he tomado la libertad de permitir que se exprese como una mujer y no como un hombre. Lamento no haberlo hecho unos años antes.
Victoria Díez Chamizo
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