Situaciones ficticias

Esta semana, en nuestro Grupo de Escritura Creativa de Facebook, proponíamos describir situaciones ficticias en las que se intuyera detrás una historia. Este ha sido el relato ganador:

INCERTIDUMBRE
El universo entero está hecho de partículas. Por cada una de ellas, existe otra partícula espejo o anti-partícula y si ambas, que son una, entran en contacto, desaparecen con un destello, se desintegran. No es algo que yo me invente, aunque podría, lo descubrió Paul Dirac, un científico que ganó el premio Nobel de física en 1933.
Basándome en el descubrimiento de Dirac, esta es mi aportación a la ciencia contemporánea: las matemáticas no son tan exactas como dicen, puesto que uno puede ser igual a dos (partícula+anti-partícula, distantes=uno), dos más dos igual a ocho y uno más tres igual a ocho, también. Incluso uno más uno puede ser igual a cero (partícula+anti-partícula, en contacto). Sois testigos de la profunda grieta que he descubierto en los números enteros y que revolucionará la ciencia. Renuncio al premio Nobel que merezco (®), que no brilla con el prestigio de antaño y últimamente se lo dan a cualquiera.
Las personas también estamos formadas por partículas. ¿Cuántos millones de billones de trillones de cuatrillones de partículas conforman un cuerpo humano? ¿Qué posibilidad existe de que ese cuerpo, limitado por el tiempo, coincida con otro cuerpo constituido por el mismo número de partículas dispuestas de la misma aleatoria forma, es decir, con su anti-cuerpo? La probabilidad es tanto o más remota que la del surgimiento de vida inteligente en un minúsculo planeta de los millones de billones de trillones de cuatrillones de planetas que existen en el universo. Pero cuando algo puede suceder, antes o después, sucede.
Mi anti-yo vive en el piso de enfrente. Anti-yo en el B y yo en el C. Soy mi vecina y viceversa, con la singularidad añadida de que si nos rozamos, ambas, que somos una, desapareceremos. Es increible tener tan buena y mala suerte a la vez. Las dos somos conscientes de la situación, ella-yo me evita tanto como yo a ella-mí. No somos en apariencia exactamente iguales, nuestras partículas han llevado vidas diferentes y en la interacción con las partículas del ambiente, han adoptado matices distintos. Yo soy rubia oscura ceniza y mi anti-yo es castaña cobriza gloss. Ella se ha multiplicado y yo no. Podría reclamar la mitad de cada uno de sus hijos como míos, pero no quiero entrar en conflictos innecesarios, mucho menos con los vecinos.
Porque, ¿qué ocurriría si toco a alguno de sus hijos, mitad míos? ¿Cuántas y de qué forma quedarían ordenadas las partículas supervivientes de ese encuentro? Yo me desintegraría por completo, eso está claro, pero con semejante experimento, pasaría a la historia superando a Newton o Einstein con creces. Ese es mi lugar. Vamos allá.

JEZABEL MONTENEGRO

situaciones

 


La carretera se sucedía monótona, apenas sin curvas sobre un paisaje árido y caluroso.
Yo conducía un Dodge Challenger del 77 del que se le distinguía el color negro entre el oxido de la chapa. Tenía que conformarme con el aire que entraba por la ventanilla izquierda, pues la capota no se podía plegar y la ventanilla derecha no funcionaba tampoco. El sueño iba haciendo mella en mí e hizo que derrapara en mas de una curva. Mi ropa estaba manchada de sangre y podía ver por el retrovisor los agujeros de bala en la luna trasera.
Conducía tan deprisa como me lo permitía el motor de 500 CV del viejo coche. En el asiento del copiloto había una bolsa de cuero con la cremallera a medio cerrar y por la abertura asomaban algunos fajos de billetes de 100$.
Dos semanas antes yo estaba en Acapulco disfrutando de mis vacaciones. En la recepción del hotel había un anuncio que decía: «Conduzca un autentico hot rod por la mítica ruta 66» y me apunté deseoso de vivir aventuras como las de las películas de Hollywood.
El primer día todo fue bien, pero el segundo día de viaje decidí tomar una desviación para adentrarme en el desierto, donde se me hizo de noche sin saber en que dirección iba. Conduje durante hora en la oscuridad cuando de la nada apareció, en mitad del camino, una chica con la bolsa en una mano y una pistola en la otra. Frené de golpe porque me apuntaba con el arma. Quería que me bajara de coche y me hizo tirarme al suelo. Se metió en el coche y aparecieron dos tipos disparando a discreción. La chica respondió a los disparos alcanzando a los dos tipos. Cuando los disparos cesaron levante la cabeza y pude ver a la chica apoyada en el volante inmóvil. Me levanté y abrí la puerta del coche para ayudarla. Pude ver que había sido alcanzada dos veces en la espalda y una en la cabeza. Traté de incorporarla hacia el asiento cuando exhaló sus ultimas palabras: «Get out of here now». Saque su cuerpo ya sin vida del coche, me subí en él y conduje a toda velocidad hasta que al amanecer encontré esta carretera.

TOMÁS PERRO ANDALUZ


SITUACIONES FICTICIAS
Estoy castigado. Tan castigado como para que mis padres se estén pensando si mañana me dejan ir a la excursión con el insti, pero no tanto como para que me hayan dicho categóricamente que no voy a ir.
Todo empezó hace aproximadamente un par de semanas. Llegué a casa pensando «que no se me note, que no se me note, que no se me note…» y, según entré por la puerta no me dio tiempo ni a disimular.
Mi madre: Has fumado?
Yo: No
Ella: Sí
Yo: No
Ella: Hueles a tabaco.
Yo: Es que he estado con gente que fuma…
Ella: No me tomes por idiota.
Yo:…

..
.
….. sí…
A partir de ahí llegó la ecatombe. Que si ella no me da dinero para esto, que no lo van a consentir, que fumar es una guarrería, que mata, que huele, que es caro, que ella no compra arroz integral con quinoa para esto y mil cosas más que necesitaría una semana entera para relatar, y yo estoy castigado, pero no tanto, espero.
Total que llevo unos cuántos días en casa, sin salir, haciendo como que estudio e intentando compensar las cosas para que me dejen ir a la excursión de mañana, pero sin atreverme a hablar con ella porque va a pensar que lo que le quiero decir son excusas para forzar que me deje ir a la excursión. Me gustaría decirle que lo siento, que soy gilipollas, que sí es verdad que tengo colegas que fuman y que a veces el aburriemiento y la presión de no ser diferente me pueden, pero que no quiero hacerlo, que no lo voy a volver a hacer, que no voy a volver a fumar, porque nadie me va a echar en cara nunca que no fume, pero sí que me van a echar en cara que sí lo haga, empezando por mi madre y por la Patri, que no tiene sentido gastarme la mitad de mis cutripaga en algo así, que el tabaco (y cualquier otra cosa que enganche) es un puto asco que condiciona tu voluntad, que no me gusta (no creo que a nadie pueda gustarle, al menos cuando empiezan) y que no quiero estar de malas con mi madre ni que desconfíe de mí…
Me gustaría decirle todo eso, pero se lo diré a la vuelta de la excursión…

CIRCONIO JAVIER MUNIR


Ésta mañana, mientras apuraba mi copa de cerveza, me entretenía distorsionando la realidad que me rodeaba, mirando a través del cristal mientras bebía un sorbo.
El mundo que me rodeaba, las cosas y las gentes( dentro de un inmenso mundo acuático aéreo),. se tornaban difuminadas como en su mar, los peces.
Peces fritos, exquisitos. Me comenta el camarero, poniendo sobre la mesa, un platillo de peces fritos, a la vez que me pregunta si quiero otra copa.
Copa d, redonda, una noventa y cinco de talla (calculo mentalmente), el sujetador de la chica de al lado. Observo discretamente, parapetado tras la trinchera de mis gafas de sol.
Unos pechos jóvenes como yemas de primavera, turgentes como una granada.
«Granada, donde el pasado se funde con el presente». Leo, en una bolsa de plástico, que está apoyada de pié, con la pata metálica de la mesa que tengo enfrente de mí. El volumen de lo que contiene, deja entrever, por su silueta, como si fuera un alto-relieve esculpido en el plástico, unas formas esféricas, que intuyo, podrían ser, unas naranjas reventonas y dulces.
Dulces…tengo que comprar unos dulces camino de vuelta a casa.
Unos dulces que tengan sabor de perdón. Sí, esos de chocolate, que tanto la gustan…La verdad sea dicha, ayer me porté con ella como un auténtico cerdo.
Cerdo, escribo en el crucigrama del periódico que tengo sobre la mesa.. Cinco letras…animal de granja que emite gruñidos y gusta de revolcarse en el barro…
Barro, tengo barro en los zapatos…menos mal que me he dado cuenta, me los tengo que limpiar, no me gusta ir sucio.
Sucio, que sucio está el suelo de la plaza, me acabo de dar cuenta de lo sucio que está, cuando me he mirado los zapatos.
Zapatos sonoros, rítmicos, se acerca el camarero, con una copa llena de mar, de peces, de copa d talla noventa y cinco, de Granada entera, con su Alambra y todo, de naranjas, de dulces expiatorios, de cerdo rosado, de barro en los zapatos, en una plaza sucia y, por supuesto, de cerveza bien tirada con la espuma de una ola, esta mañana.

EMILIANO HEREDIA JURADO


Un buen dia,una mañana
Que sorpresa llevaba la caña
El mas bonito caballito de mar
Con su pareja abrazada.
Sentados en el anzuelo
Con su alargada nariz
Sus colas entrelazadas
Una pareja feliz.
De colores nunca vistos
Lealtad desconocida
Ese amor eterno
Puede existir algo mas bello?
Deje de ser pescador
Abandone mi barca
Me ahogue en el fondo marino
Buscando un amor parecido.

DAVID DURA MARÍN


«Estaciones de amor»
Esta caminata se ha extendido más de lo habitual. La noche parece un cristal sin corromper, brilla esplendorosa por donde se mire, y pienso en voz alta, que no hay necesidad de maldecir una oscuridad tan llena de luz.
El río está en el mismo lugar, con la misma quietud, un par de árboles bailarines se mueven al ritmo del viento que sale de mis pulmones. Enciendo un cigarrillo, es el último del paquete. Un viejo puente sostiene mi cuerpo.
Mientras medito, partículas de cenizas caen y rompen la calma del espejo celeste, mi rostro se quiebra lento. La lágrima nace.
No hay aves que alteren el silencio regalado por los dioses, es como si las autoridades del cielo disfrutaran este horario. Son las dos de la mañana, las dos en punto, ni un minuto más, ni un minuto menos. El cigarro aún conserva tres pitadas, mi rostro vuelve a formarse en el agua y una acartonada hoja otoñal zigzaguea en el aire por una eternidad, no tiene pensado caer. La lágrima moja mi pestaña.
El aroma a tierra mojada ensucia mis poros con melancolía, tu risa está en algún lugar. El río conoce nuestras cosquillas e improperios.
Si supiera este paisaje la belleza desperdiciada por nuestro amor, si tan solo recordara los azahares de tus ojos en primavera se llenaría de celos infundados, y probablemente me seque los huesos, la naturaleza es envidiosa, o al menos eso dicen algunas flores marchitas. La lágrima acaricia mi pómulo.
Una plumita de cardenal cuelga de un arbusto verde, reflejo que en la tarde los pájaros se amaron, una brillante pluma de cardenal macho se burla de mí, y de ti aunque no estés. De pronto mis sentidos se preguntan ¿sabrá Cupido que un beso equivale a litros del mas cruel veneno?. Miro hacia cielo, este parece reír utilizando a las nubes como arlequines. La lágrima se apodera de mi mentón.
Gira la luna sobre la tierra, o la tierra sobre la luna ¿Donde giran tus cabellos? ¿Sobre que pecho desnudo reposan esta madrugada?. El río se alborota, la pluma y la hoja desaparecen.
Finalmente la lágrima abandona mi barbilla ¿Que tristezas usurparán mis ojos ahora?
Quizás con esto te haya olvidado, la lágrima ya no forma parte de mi, ahora es de la naturaleza, ahora es ella quien carga contigo, cada pedazo de tierra tiene algo de ti, pero ya no es mi problema, o por lo menos no ahora.
El sol amenaza a la luna. Solo y desintoxicado, regreso a casa para intentar dormir, y exhalar la incertidumbre de haberte olvidado.
La lágrima empieza a gestarse (otra vez).

ALEJANDRO CAMACHO


NAYA.
Ella era un desastre. Vivía en el más puro caos. En un barriada pobre, triste, oscura donde las sombras reinaban de noche y tapaban la claridad del día. Su apartamento estaba en un edificio que poco a poco, se iba cayendo. Todos los edificios estaban pintados de color chillón para no espantar a las personas que pasaban por allí de casualidad, aunque la pintura ya estaba desapareciendo, dejando ver pequeños trozos de pared y ladrillos malgastados. El apartamento era sucio, lúgubre. Apenas entraba luz por la ventana, el sofá estaba destrozado, el colchón donde dormía algo roñoso y ya no hablemos del baño y la cocina. Muchos os preguntaréis como una persona puede llegar a vivir así, la respuesta se resume en tomar malas decisiones. Ella tomaba la libertad por su mano, pedía más tiempo al tiempo, vacilaba a la vida y tonteaba con la muerte. Sus amistades nunca fueron buenas, pues de encontraban siempre entre polvos de hadas blancos, viviendo en el País de las Maravillas o viajando al País de Nunca Jamás. Y ella no lo negaba. También había vivido allí, había viajado allí y había volado con esos polvos mágicos e incluso, cuando necesitaba más, hacía lo posible por conseguirlo. Ella siempre se justificaba diciendo que seguía a los demás, siempre se hacía creer que era alguien de poco provecho y sin personalidad, pero en realidad, era muy consciente de lo que hacía. Sabía por qué lo hacía. A ella nunca le gustó la realidad, siempre le pareció cruel. Nunca entendía el dolor innecesario provocado, el poco tacto y el poco amor que había en el mundo. Así que se dedicaba a escapar, siempre de la misma forma, la menos correcta. Era adicta a la locura, hija de la tristeza, aunque era incapaz de aguantar la pena. Y aunque disfrutase distorsionando la realidad, consiguió salir de aquel mundo de fantasía. Le quemaba, por dentro y por fuera, no poder volver a donde una vez fue feliz. Tenía miedo del miedo, temía a las sombras y a las voces que escuchaba de noche. Pero el tiempo pasaba, y para su suerte, todo desaparecía hasta quedarse en nada. Ella se sentaba en aquel horrible sofá y encendía la televisión. Aunque la pantalla estaba algo rota y la antena doblada, podía ver la desolación en la que el mundo se encontraba sumergida. Un día se cansó y se prometió cambiar el mundo. Dar amor dónde menos había, brindar algo de luz en los rincones más oscuros… Dar a los demás las oportunidades que ella nunca tuvo. Pero, por mucho que ella misma se prometiera cambiar las cosas, no podía hacerlo. No se veía capaz. Era destructiva, una granada que explotaba allí por donde pasaba. No había recibido cariño, no sabía lo que era el amor de verdad, lo que era recibir y dar algo sin esperar nada a cambio. No conocía la felicidad, solo mundos de fantasía que duraban cinco minutos. Tenía miedo de salir ahí fuera, a la cruda realidad, y enfrentarse a sus mayores miedos. Una noche, empezó a notar algo raro en la espalda. Notaba algo dentro de ella. De repente, roza con sus dedos un pequeño orificio. Nota algo duro y alargado en la entrada de éste. Decide tirar y tirar y cuando menos se dio cuenta, tenía una pluma en sus manos. Una pluma ensangrentada. Estuvo así toda la noche hasta sacar una gran cantidad. Al día siguiente, tenía alas. No sabía muy bien que había pasado, porque tenía aquello pero lo tomó como una señal. Ella sentía que con esas alas podía volar y ahuyentar todos sus temores. Se aventuró y salió a la calle, nadie la miraba mal. Al parecer, no eran capaces de ver sus alas. Mientras paseaba por esa barriada, veía la más completa guerra. La destrucción, el abandono. Ella quería cambiar el mundo, realmente quería transformarlo en un lugar mejor. Decidió tallar unas flechas de madera y un arco que consiguió de unas tablas que estaban abandonadas en el basurero. Salió de noche y empezó a esconderse en todos los rincones que encontraba, siguiendo a la gente mas desolada y necesitada. A cada una de ellas, le lanzaba una flecha que al clavársela, desaparecía. Con ella, esa persona conseguía la felicidad, sentirse amado y sobretodo, sentir amor por sí mismo. Pero no solo ayudó a las personas más necesitadas, sino a aquellas que necesitaban un empujón para empezar a amar, para quitarse el miedo de encima. Disparó una flecha a un chico que iba acompañada de una chica, ambos mirando al suelo, avergonzados y nerviosos por la primera cita. Éste agarró de la muñeca a la chica, le acercó a él y la besó. Disparó otra flecha a una chica que iba acompañada de otra, parecían bastante sueltas y desvergonzadas. La chica se puso delante de la otra chica y caminó hasta apoyarla en la pared y besarla. También, disparó otra flecha a una pareja de chicos, que acabaron fundiéndose en otro hermoso beso. Se recorrió toda la ciudad, acompañada de la luz de las farolas que se iban apagando poco a poco. Cuando amaneció, había cumplido el objetivo de dar el amor y la felicidad que ella quería dar, pero había un problema: le sobraba una flecha. Había cambiado el mundo en una sola noche, repartido el amor en el estado más puro con el poder de sus alas, que le permitían volar y con la dedicación que había tenido entregando el amor inexistente que ella tenía. No necesitaba poderes, el hecho de querer cambiarlo todo era suficiente para conseguirlo. Así que respiró hondo y se clavó la flecha en el cuello. Quería ser amada, quería sentir la felicidad que había repartido la noche anterior, quería sentir el tacto de otra persona no por necesidad, sino por cariño. Y sobretodo, quería amarse a sí misma. Dejar de martirizarse, dejar de pensar que no vale para nada, que es un desastre. Necesitaba que alguien la mirase y sintiese escalofríos, quería que el amor le doliese y le quemara. Quería sentir lo que sentía en su mundo de fantasía, con sus polvos de hadas, quería vivirlo en lo más dentro de su ser… Pero quería que eso fuese real. Quería ser alguien en la vida de alguien. La sangre empezó a correr por su cuello mientras caía y yacía en el suelo, esperando que alguien la rescatase. Ella era la cupido del S.XXI. Ella era la que dio lo que no tenía, la que luchó por ver un cambio en el mundo. Ella era frágil, difícil de entender. Era la guerra y la paz. Ella era tantas cosas… Era alguien inexplicable. Ella era Naya.

ROCÍO ROMERO GARCÍA


No sé realmente a qué llamaría ficticio hoy en día, en nuestra realidad. Cada vez hay menos lógica y más ficción. Y llega un momento en el que no sabes realmente en qué punto estás de la balanza. Estamos deshumanizados.
Puede que tenga que remontarme años atrás para, efectivamente hablar de situaciones ficticias, porque hoy por hoy, no me creo nada que no puedan o hayan visto mis ojos.
Sí, todo es tan posible y accesible a día de hoy, que no encuentro palabras adecuadas, quizás, para reforzar o explicar una situación ficticia. Yo no hago ficción, vivo mi vida. Hay quien sí vive en una ficción continua.
Nunca pensé, por poner un ejemplo, que mi vida, por todo lo que había luchado, se desmoronarse por dos pedazos de brujas, que sólo con el rencor y la oscuridad que transmiten ya no son dignas ni de nombrar.
La jugada les salió mal. Querían hundirme, pero consiguieron todo lo contrario, que saliera reforzada de esa zancadilla justo en el precipicio de la cordura. Fui capaz de gestionar mi ira e indignación, y éso, las enfureció aún más. Mejor para mí, peor para ellas. Que tristeza de vida, tener tanto odio hacia todo. Que simpleza, y ridiculez, en conjunto.
Allá ellas con su mundo y su locura. Yo sigo con mi vida, y ellas continúan poniendo zancadillas, por si acaso, que no sea que alguna vez, la maldad sea una realidad.
La situación ficticia seria volver a trabajar con ellas en algún proyecto. Jajajajajajajaja. Ni loca. Una vez y no más………

LA XICUELA DE CORRIOL BENLLOCH

 

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19 comentarios en «Situaciones ficticias»

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